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7. La felicidad en una emboscada.

23 años | Demián

Abril


Cuando abrí los ojos la luz que entraba por la ventana me cegó instantáneamente, parpadeé un par de veces y me acostumbré a los rayos del Sol que irrumpen en la habitación. Frunzo el ceño al no localizar a Anggele por ningún lado, pero respiro hondo al sentir un leve ruido proveniente de la cocina.

Me levanto de la cama en búsqueda de la rubia, a quien encuentro en la cocina con la camiseta blanca que le regaló Sebastián ayer, la cual le queda enorme. A ella no parece importarle en lo absoluto, ya que la exhibe sin ninguna queja.

Me acerco a ella con lentitud, pegándome a su espalda, rodeando su cintura con mis brazos y mordiendo el lóbulo de su oreja.

¡Ay! —se queja y suelta una risita ahogada.

—Buenos días —musito en su cuello, abrazando su cintura desde atrás.

—Buenos días —deja su teléfono en la encimera y se gira, sus profundos ojos azules se posan en los míos—. No quise despertarte.

—No me has despertado —nuestras narices se rozan y sus párpados se cierran unos segundos—. Me sorprende que estés despierta tú.

—Mmm, mi madre llamó —se sujeta de mis brazos cuando la levanto del suelo y la siento en la encimera—. Quiere vayamos a almorzar con ella.

—Es una buena idea —beso su mejilla, incapaz de alejarme un centímetro de ella.

—No, es una emboscada para sacarnos información —aprieta mis hombros y sonreí cuando siente mis manos en su cuerpo bajo la camisa—. Quiere saber qué tan bueno y amable eres conmigo.

—¿En serio? —embozo una sonrisa y la rubia asiente—. Bueno, ambos sabemos que te trato increíble.

—Permíteme dudarlo —se echa para atrás, mirándome con la malicia brillando en sus ojos—. De todas maneras, ella estará contenta de irse sabiendo que... —carraspea y baja la mirada—. Se irá más tranquila sabiendo que estamos juntos.

Esas simples palabras detuvieron mi corazón y fue imposible contener mis ganas de besarla, así que solo lo hice. Sabía que Anggele tenía miedo, podía verlo en sus ojos cada vez que tocábamos el tema de las relaciones formales, es por eso que no trato de forzarlo.

Es estúpido, sí, querer iniciar algo con alguien que apenas y conociste hace menos de cuatro meses, pero la vida es así, ¿no? Desde que me tropecé con esta rubia mi vida cambió, así que no pienso volver a atrás.

—Entonces, almorzaremos con tu madre, ¿eh? —me burlo, Angge rueda los ojos—. ¿Debería prepararme para presentarme oficialmente con mi futura suegra?

—¡Ni se te ocurra decirle así! —exclamó asustada y fue tanto el horror en su rostro que exploté en una risa incontenible—. ¿Sabes cómo se lo tomaría? Dios, apenas y se está dando cuenta que no soy lesbiana.

—¿Ella cree que eres lesbiana? —asiente, frunzo el entrecejo—. ¿Por qué?

—Bueno, es que nunca he salido con nadie, entonces ella inventó eso —se encogió de hombros—. Te lo dije, Demián, ella piensa e inventa cosas en su cabeza. A veces, creo que solo quiere que tenga a alguien con quien poder contar.

Tomé su bonito rostro entre mis manos y acaricié sus mejillas con suavidad.

—No importa lo que pase con nosotros, siempre vas a poder contar conmigo, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —aceptó—. ¿Tienes hambre? Voy a hacer el mejor desayuno de la historia...

—¿Que consiste en...? —arqueo una ceja.

—Huevos revueltos y pan tostado —dice con suficiencia, se impulsó y besó mis labios un segundo—. Te va a encantar, ya verás.

Se bajó de la barra de un salto y empezó a moverse por la cocina. Mentiría si dijera que no me encanta esto, esta libertad y confianza que Anggele ha ganado a mi alrededor. Cómo camina, como se mueve, como se apropia de todo lo que tiene que ver conmigo.

—Si sabes que ese desayuno no es nada, ¿verdad? —la molesto, me siento en el taburete junto a la encimera.

—Bueno, es lo único que sé hacer —lo dice y sonríe, como si sintiera orgullosa de eso—. Además, es lo más comestible que me sale y no se me quema. Y si sigues criticando mi desayuno, dejaré que tu pan se carbonice.

Sí, podría acostumbrarme a esto.

[...]

—¿Anggele? —su madre se ríe—. Anggele era la niña más remilgada de todo el mundo...

—Mamá —se queja la rubia a mi lado con las mejillas.

—No le gustaban los demás niños y tampoco quería jugar con ellos, me llamaron varias veces de la escuela para decirme que se ponía a llorar porque los otros niños le hablaban —sonrío sin poder evitarlo, apretando la mano de Anggele que no ha soltado la mía desde que llegamos—. Un día se me perdió dentro de la casa, creí que se había extraviado o algo. Me dio un susto de muerte. Llamé a la policía, la buscaron por todo el vecindario, en casa de los vecinos... ¿Sabes dónde estaba la niña? Encerrada en su closet porque estaba cansada del mundo.

—¿En serio hiciste eso? —la miré y ella hizo una mueca de disgusto antes de apoyar su rostro en mi hombro—. ¿Te han dicho antes que eres la persona más dramática del mundo?

—Tenía ocho años, ¿vale? —levanta la cabeza para verme con el entrecejo fruncido—. Era un poco trágica en aquel entonces, ¿okey?

—¿Un poco? —le pregunté y gruñó, besé su frente—. Esto de saber tu pasado bochornoso me está gustando. ¿Qué más puedes contarme, Miranda?

—Uy, cariño, no terminaríamos nunca —se ríe—. Anggele era todo un caso cuando estaba pequeña, me sacaba canas verdes y alegraba mi vida en partes iguales.

—Lo sé, mamá, es una dicha que me tengas en tu vida —se apoya en el espaldar de la silla, colocando su mano sobre la mía que está en su pierna. Agradezco mucho el hecho de que se haya puesto una falda esta mañana—. Tu rutina hubiera sido realmente aburrida de haber tenido a un niño normal y promedio.

—En eso tienes razón —Miranda sonríe hacia su hija, mirándola con amor—. Aunque, pensándolo bien, un niño normal y promedio no tendría tantas anécdotas vergonzosas como tú con tan solo veintidós años.

—Ay, no —se queja de nuevo—. Iré al baño un momento.

Se levanta y aleja de la mesa, en su andar, varias miradas caen sobre ella. Respiro profundo porque no tiene caso molestarme, Anggele es una mujer hermosa y atrae más miradas de las que me gustaría reconocer.

Ella tenía razón, a su madre le gustaban los restaurantes costosos, pero solo por la tranquilidad y el buen servicio que estos brindaban. La entendía, a mí también me gustaban por eso, pero no lo iba a aceptar delante de la rubia que ama KFC.

—Entonces, Demián —la voz de Miranda logra llamar mi atención—, ¿estás saliendo con mi bebé?

—Estoy intentando hacerlo —muevo la cabeza de lado a lado, suspirando—. Anggele es bastante... difícil.

—Complicada, diría yo —sonríe—. Anggele ha pasado por mucho, parte de eso es mi culpa, pero ella merece algo bueno por primera vez.

Y ahí están las palabras mágicas: «Ha pasado por mucho». Lo supe de inmediato, algo malo había ocurrido y por eso la rubia era de tal manera.

—Yo no pretendo lastimarla, mucho menos obligarla a hacer cosas que no quiere —dejo en claro—. Anggele no es una mujer que necesita que la controlen, ni que le den órdenes. Sin embargo, estoy dispuesto a esperarla cuando esté lista, porque sé que aún no lo está.

—Me deja más tranquila saber que piensas así —me sonríe y puedo notar el parecido que tiene con su hija—. No debería estar diciéndote esto, pero conozco a mi hija y sé cuándo le toma cariño a alguien. Créeme, Demián, lo que ella siente por ti, no es solo cariño.

Sus palabras me hacen tragar forzado, no obstante, una minúscula semilla de esperanza se siembra en mi interior.

—Aquí estoy —anuncia la rubia sentándose de nuevo—. Que baño para estar lleno, por eso odio estos sitios.

—Tú odias todo, Anggele —le recrimina su madre, pero esta sonríe.

—Bueno sí, tienes razón —se ríe y apoya contra mí—. ¿De que hablaban?

—Oh, solo le decía a Demián lo inquieta que eras cuando estabas pequeñita...

[...]

Los ojos de Anggele se abren y se cierran constantemente, sé que está cansada, anoche no es como si hubiéramos dormido mucho, pero la rubia se niega a dormir. Aún y cuando estamos en la cama, ella se dedica a mirar a su alrededor.

—Me gusta tu nueva casa —musita en voz baja, noto el cansancio en ella—. Y también me gusta tu habitación.

La había traído a la nueva casa en busca de una opinión femenina para cuando trajera a Aiby y le diera la sorpresa. Según Anggele, era una casa increíble y no duda que mi hermanita menor se muera en cuanto la vea.

—Estaba en buen estado, el precio era accesible... —suspiré, pasando un brazo bajo mi cabeza para acomodarme de perfil y verla correctamente—. No pude dejar pasar la oportunidad.

—Para ustedes los millonarios todo es barato y en realidad es muy costoso —se burla y sonríe con los ojos cerrados—. ¿Por qué Nueva York?

—¿A qué te refieres? —abre los ojos y me mira.

—Eres de Australia, tus padres viven allá, ¿por qué viniste a Nueva York?

—Una beca completa para la NYU —respondo, ella me mira sorprendida—. Soy muy inteligente.

—Eres un cerebrito sexy —se muerde el labio inferior y sonríe—. Me pasó igual, conseguí media beca. Era mi oportunidad para estudiar lo que quería. Vine a Nueva York para unos cursos y me enamoré por completo. También lo vi como la luz en medio de un momento oscuro —comenta, sus ojos no se despegan de los míos, pero sé que su mente está divagando—. Necesitaba darle una estabilidad a mi madre y lo logré mucho antes de graduarme, dije que no iba a darme por vencida hasta verla sonreír orgullosa de la hija que tuvo.

—Ella está orgullosa —me sonríe.

—Lo sé.

—Y tú insistes en qué no tenemos nada en común —alargo la mano para tomar la suya y tirar de su cuerpo hacia el mío. Se queja, pero se remueve y se apoya contra mí cuando la rodeo con mis brazos—. Así estamos más cómodos.

—La cama mide como dos metros, Demián —suspira, apoyando su mejilla en mi pecho—. Si no puedes vivir lejos de mí solo tienes que decírmelo.

—Yo no me hago de rogar, como ciertas personas —se ríe, yo paso mis manos bajo su camisa de mangas largas para sentir la suavidad de su piel—. ¿Estás muy cansada?

—Me temo que necesito diez días de sueño reparador —siento su respiración acompasada en mi cuello—. Me gusta estar aquí.

—¿En mi nueva casa? —pregunto sin entender, ella se ríe.

—Me gusta estás aquí... —deja la palabra en aire para echar la cabeza para atrás y mirarme—, contigo.










Anggele y Demián son todo lo que está bien.

¿Confirman?

Me siento tan buena persona, como que me volveré mala para darle drama a la situación.

En fin, a comenzar el año con el pie derecho.

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