51. Perdóname por ser así.
29 años | Anggele
Junio
Cuando el Sol salió mi humor estaba por el suelo, aún no olvidaba lo que había ocurrido la noche anterior y me sentía horrible después de darme cuenta que la única causante de todo era yo.
Para cuándo logré salir de la cama Demián ya estaba vestido y listo para irse a trabajar, yo solo lo ignoré y pasé por su lado directo al baño. Afortunadamente no desperté con náuseas, tan solo con una fatiga que parecía querer tumbarme.
—¿Vas a salir hoy? —su voz hizo que me encontrara con sus ojos a través del espejo.
—Sí, Erika vendrá a la ciudad por lo de la boda —murmuro luego de cepillarme los dientes y secarme las manos con una toalla—. Se quedará con sus padres un tiempo.
Mantengo mi mal humor a raya, suficiente le he hecho pasar ya como para dañarle la mañana. La mía ya está siendo un asco, no quiero que la suya también lo sea, menos cuando ya está por irse al trabajo.
Doy un pequeño respingo cuando siento sus dedos acariciar mi mejilla con suavidad, subo mi mirada hasta dar con la suya y puedo ver la adoración en sus ojos marrones.
—¿Qué es lo que pasa por tu mente? —me susurra y su perfume se vuelve un detonante para mí.
—No es nada —trago con fuerza, dando un paso atrás—. Estoy bien. Deberías darte prisa, no quiero que llegues tarde a la oficina...
Su mano tiró de mi brazo cuando me giré, sus dedos rodearon mi muñeca y me atrajo hacia su cuerpo con lentitud. Mi vientre chocó contra su torso y cuando creí que diría algo, solo presionó un beso contra mis labios.
—No sé que es lo que pasa, pero solo quiero que pienses en lo feliz que me haces y en lo mucho que te amo —su voz logra hacer más grande el ladrillo que obstruye mi garganta y mis ojos no tardan en llenarse de lágrimas—. Te amo, ¿de acuerdo?
—Sí —asentí cuando sostuvo mi rostro entre sus manos, pero no fui capaz de verlo a los ojos.
Si lo hacía, lloraría.
—Necesito que me digas que amas también —me pidió, besando mi mejilla—. Sabes que no me gusta ir a trabajar sin que me lo digas.
—Te amo —le dije automática, pero con sinceridad. Parpadeo para apartar las lágrimas y es cuando decido mirarlo—. Te amo mucho.
—Y yo a ti —me sonrió y me besó otra vez—. Ten cuidado cuando salgas y me avisas cualquier cosa.
—Está bien.
Dejo un beso en mi frente antes de salir y dentro de mí sintió algo se sintió raro. Es que con Demián jamás puedo estar distanciada, siempre estoy pensando en él y lo bueno que es conmigo. Lo paciente y afable que puede llegar a ser. Ni siquiera sé si lo merezco en realidad.
—Ya basta, ya basta —me pongo las manos en la cara, niego varias veces para poder despejarme—. Ya basta.
Luego de tranquilizarme, me di una ducha y me vestí con una sudadera y unos pantalones largos. Tenía flojera y decidí desayunar con Aiby, aún no tenía que salir sino hasta la tarde, así que no le presté mucha atención a mi atuendo. Cuando bajé me encontré con la rubia en la cocina, quien me sonrió al instante y le hizo mimos a mi panza.
Me vio decaída, lo noto casi al segundo. No dijo nada, solo me invitó a ver una película en la sala y me buscó un tarro enorme de helado. Ambas no sentamos en el sofá y pasamos casi toda la tarde ahí, pedimos Delivery para el almuerzo y ni siquiera nos movimos de ese sitio.
Cuando llegó la hora de la verdad, me levanté del sofá y le dije a Aiby que debía salir con Erika hoy, y se puso celosa.
—¿Y por qué no me dijiste a mí que ibas a ver las flores hoy? —se cruzó de brazos y arqueó una ceja.
Mientras, yo me colocaba un vestido verde entallado a mi cuerpo, que hacía resaltar mi vientre.
—¿Porque tú misma me dijiste que estarías ocupada hoy? —hice una mueca.
—Oh —se ríe y se sonroja—. Cierto, lo siento.
—El viernes saldremos otra vez para lo del pastel —le recuerdo—. Por si quieres venir.
—Bueno, está bien —asiente y me sonríe.
Aiby era la mujer más celosa con las personas que amaba y eso me daba risa, porque ninguno de nosotros podía cambiarla a ella por alguien más.
La rubia se va cuando recuerda su compromiso con no sé quién y me deja sola en casa para que termine de arreglarme, trato de mantener mi humor lo más alto posible. Por eso, cuando un auto entra en el recinto, sé que Erika ha llegado.
—¡Ah! No puedo creerlo. ¡No puede ser! —grita, bajando del auto al tiempo que yo salgo de la casa. Su sonrisa y su felicidad me golpean en el rostro y solo soy capaz de abrazarla cuando ella lo hace—. Ay, amiga, te extrañé tantísimo.
—Oh, yo también te eché un montón de menos —la apreté en ese abrazo por muchos minutos más, hasta que las lágrimas se desbordaron.
—¡Ay, no! No llores —se ríe cuando se aleja—. Me harás llorar también.
—Es el embarazo, de verdad —me seco las mejillas y la observo. No ha cambiado nada, sigue igual de hermosa que antes—. Estás encantadora.
—Gracias —da un saltito en su lugar—. ¡Y tú estás preciosa! Mira esa pancita tan linda —Derek no tarda en moverse—. ¡Hola, pequeño, soy tu tía Erika!
—Ya sabe quién eres, ¿entiendes? Con esos gritos... —ambas nos reímos y subimos al auto.
Esa tarde fue la mejor, había extrañado a mi amiga. La que me sacaba arrastras de mi departamento para ir a una fiesta, la que me regañaba cuando era cruel con los chicos, la que me despegó de mi coraza en su momento. Ella había sido mi pilar en los momentos oscuros de mi primera etapa de adultez.
—No puedo creer que te vayas a casar —dijo cuando llegamos al lugar de las flores y estábamos viendo unas rosas de color.
—Créeme, ni yo —busco con la mirada unos tulipanes blancos hasta que doy con ellos y camino hacia ese lugar—. Aún lo estoy asimilando.
—Con lo selectiva que eras respecto a los chicos, me sorprende, de verdad —dice y me enseña unas hortensias verdes—. Además, no pensé que te gustaran los millonarios.
—¡Ja! —me rio—. De verdad que no sabía que era millonario hasta que me dijo su nombre.
—Bueno —arquea una ceja de manera pícara y subjetiva—, bastante guapo que está.
—¡Lo sé! —sacudo la cabeza—. Demián es algo que no pude evitar.
—¿Cómo te va con él? —me pregunta.
Suspiré, pensando en todo lo que hemos pasado y hemos superado.
—Demián es lo más importante que tengo en la vida —murmuré—. No sé que haría sin él.
—Vaya, sí que te dio fuerte —se ríe, me encogí de hombros—. ¿Y te trata bien?
—A veces, creo que más de lo que me merezco —suspiro cuando me acuerdo de lo que ocurrió ayer—. Lo agradezco, ¿sabes? Haber podido encontrar a alguien así para mí.
—Te lo mereces —me sonríe—. Después de todo lo que has pasado, mereces que te hagan feliz.
—Él me hace feliz. No había conocido nunca a nadie que me hiciera así de feliz. Demián es lo que mejor que me ha pasado, haría lo que fuera por no perderlo.
—Uff, luego de ocho años, dudo mucho que se pierdan el uno al otro —ríe y se acerca a mí—. Estoy feliz por ti. Me gusta verte así, realizada y contenta. Siempre lo supe, un corazón como el tuyo, debía encontrar su otra mitad.
[...]
Erika estaciona frente a la casa y me sonríe.
—Que alegría me dio verte de nuevo —la abracé con fuerza a través de nuestros asientos—. Estoy ansiosa porque nos reunamos el viernes otra vez.
—Yo también —le dije de vuelta—. Eres de mucha ayuda, en serio, me gusta saber que estoy acompañada en todo esto.
—Está de más tan solo que lo pienses, siempre estaré aquí para ti, aunque viva al otro lado del mundo —me sonríe con cariño.
—Gracias por ser tan buena amiga —le devuelvo el gesto—. Bueno, creo que debo entrar.
—Por supuesto, yo debo ir con mis padres —se ríe y ambas nos despedimos.
Bajo del auto y la veo seguir de largo por la carretera. Luego de apartar del montón de flores y el bouquet para la boda, fuimos a cenar y ponernos al día con todo. Erika que me contó que ha estado ocupada con el trabajo, ya que es cardióloga en una clínica bastante grande en Londres, también que ha estado saliendo con un hombre y que están viendo que tal les va.
Me alegra saber que ella está bien, que tiene un trabajo estable y una persona que le hace compañía, pero, sobre todo, que es feliz. Ella se lo merece, por ser una gran persona y una excelente amiga.
Solté un suspiro cuando la brisa logró tambalearme, me abracé a mi misma y casi corrí hasta la casa. Ingresé saludando a Malcom que estaba en la puerta, escuché desde el piso superior el estéreo de Aiby y supe que estaba en su sección de embellecimiento.
Me quité la chaqueta y fui a la cocina por un vaso de agua, ahí me encontré con Demián, quien iba saliendo. Me observó unos segundos cuando pasé junto a él y lo sentí seguirme.
—Hola —me saludó.
—Hola —lo miré de reojo, dejé la chaqueta sobre la barra y me acerqué a la nevera.
—Creí que vendrías más temprano —murmura.
—Es que Erika y yo fuimos a cenar —le dije—. Me estaba contando como le iba en Inglaterra.
—Entiendo —se apoya contra la encimera con los brazos cruzados—. ¿Te divertiste con tu amiga?
—Sí, la extrañaba —asiento—. Fue de mucha ayuda con el tema de las flores.
Nos quedamos en silencio por lo que pareció una eternidad, hasta que dejé el vaso en el lavavajillas.
—No tengo muchos recuerdos de mi niñez antes de los ocho años, ¿sabes? —musité en voz baja, dándome la vuelta en su dirección—. Pero sí sé que no le tenía miedo a nada. Siempre fui muy extrovertida y tenía muchos amigos en la escuela... Después pasó todo lo de mis padres y mi vida se puso de cabeza —no sé de dónde estoy sacando tanto valor, pero no soy capaz de dejar de hablar—. Dejé de socializar, mis compañeros de la escuela me decían cosas feas y eso me hacía sentir mal. Luego llegó la época de la secundaria y la preparatoria, desde entonces perdí la fe en la humanidad. Tuve un solo novio a los dieciséis y luego terminé con él una semana después de perder mi virginidad. Creí que ya era suficiente, no estaba bien dejar entrar a nadie en mi corazón. Ya habían lastimado a mi mamá antes, no quería correr el mismo riesgo.
>> En algún momento, antes de venir a Nueva York, me encerré tanto en mí misma que ni siquiera hablaba con mi madre. Tenía tanto miedo que me alejé de la única persona que jamás me haría daño que era ella —sentía la mirada de Demián sobre mí, pero yo estaba recordando todo—. Me duele saber que, por terror a salir herida, herí a quienes más amaba. Javier es una de esas personas. Mi hermano no tuvo la culpa de lo que hicieron sus padres y aún así pagó por sus errores. Se ganó mi odio y jamás podré perdonarme eso...
—Pero puedes remediarlo —su voz me hizo mirarlo.
Mis ojos estaban empañados, por lo que no puede verlo con claridad.
—Tal vez —me encogí de hombros—. He pedido perdón y no sé si esas personas me lo han dado, ¿de eso se trata? Pero me siento tranquila, o lo hacía, hasta ayer... —trago con fuerza—. Tienes razón...
—Anggele...
—Con toda mi soberbia solo termino rompiendo mi propio corazón, y es verdad eso —asentí y una lágrima rodó por mi mejilla—. Me he alejado de ti tantas veces por creí que me ibas a hacer lo mismo. A romper mi corazón. Sin embargo, yo misma lo hice y también rompí el tuyo en el proceso —mi labio empezó a temblar al compás de mis manos—. Entonces pensé, que le he pedido perdón a muchas personas, pero jamás a ti por haber actuado como lo hice en su momento... Así que perdóname por ser así...
No pude terminar de hablar porque sus brazos ya estaban alrededor de mi cuerpo, mi rostro buscó refugio en su pecho y perfume fue suficiente para que toda mi agonía se volviese un llanto incontenible. Apreté mis dedos alrededor de la tela de su camisa y lloré todo lo que tenía atorado en la garganta y en el corazón.
Siento sus manos darle suaves caricias a mi pelo, su voz susurrándome al oído que todo está bien, mientras su cuerpo se mece contra el mío lentamente, en un gesto que logra tranquilizarme solo un poco.
—¿Sabes algo? —susurró y me alejó un poco de su pecho, aún y cuando puse resistencia. Sus manos apresaron mis mejillas húmedas y me miró directo a los ojos—. Por ser como eres es que te amo tanto. Así que no me pidas perdón por hacer lo que te diga el corazón, por tratar de protegerte y por ser la persona más maravillosa que he conocido jamás —me secó las lágrimas, pero estas seguían cayendo—. Te amo. Amo a la Anggele enérgica, a la que dice lo que piensa, la que tiene miedo y la que es valiente. Amo a esa Anggele que me hizo luchar por su amor, la que se metió en mi corazón desde el primer instante, la que me voló la cabeza como nunca nadie lo había hecho antes. Te amo y te amaré por lo que eres y has sido siempre —me sonrió y yo solo pude llorar más—. ¿Sabes lo que eres? Eres el amor de mi vida y eso no podrá cambiarlo nadie, ni siquiera tú.
—¿Me perdonas? —pregunté, sin embargo, a pesar de todo lo que me había dicho.
—¿Sabes que te voy a perdonar? —dice, acercando sus labios a los míos—. Que te hagas ideas locas en la cabeza. Podrás pensar lo que quieras, pero yo te voy a amar toda mi vida y si hay otras después de esta, te seguiré amando igual.
Hice un puchero y solté un lloriqueo que lo hizo sonreír, me abracé a él con todas las fuerzas, sin importar que mi panza nos dejara algo alejados. Sus brazos me apretaron con cariño y sus labios presionaron un beso tierno en mi frente.
—Te amo —repitió otra vez—. ¿Tú me amas?
—Sí —asentí, con la cabeza pegada a su pecho—. Te amo.
—Bueno, eso es lo único de lo que debes estar segura.
¡AAAAAAYYYYYYYY, ES QUE LOS AMOOOOOOO!
*llora en colombiano*
¿Ustedes también están llorando?
¿Qué les pareció el cap de hoy?
¡Voten y comenten mucho!
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