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48. Uno más uno da tres.

30 años | Demián

Diciembre 25



Parpadeo cuando me remuevo en la cama y no encuentro a mi generador de calor personal. Enciendo la lamparita de la mesita de noche y reviso la hora en el teléfono. Son casi las tres de la madrugada. Frunzo el ceño al no ver a Anggele en la cama. Me levanto para ir a buscarla, pero no es necesario cuando noto el viento gélido entrando por el balcón.

Me acerco a la puerta corrediza y la veo sentada en el Puf que Aibyleen le dio hace unos días como regalo de navidad adelantado. Sonreí al verla ida, con la mirada en el horizonte, sin embargo, me preguntaba que hacia allá afuera.

¿Estaría replanteándose mi propuesta? Espero que no. Pedirle que se casara conmigo ha sido la mejor decisión que he tomado en toda mi vida; que me dijera que sí, el mejor regalo de cumpleaños que me han dado jamás.

Por lo voluble que es Anggele, llegué a sentir nervios antes de pedirle matrimonio, pero luego de recordar todo por lo que hemos pasado, tuve la certeza que me diría que sí.

Me dijo que sí.

Soy el hombre más afortunado del mundo, obvio que sí.

—¿Qué haces aquí afuera? —le pregunto cuando decido salir al balcón.

Su rostro se gira hacia mí y una pequeña sonrisa aparece en sus labios.

—No podía dormir —admitió. Me hizo un espacio para que me sentara junto a ella—. No quería despertarte.

—No lo hiciste —le aseguraré. La cubrí más con la manta en la que estaba ya envuelta, abracé su cuerpo contra mí y besé su sien—. ¿Estás bien?

—Sí —asintió y ladeo la cabeza, pasándose el cabello por sobre los hombros—. ¿Por qué estás despierto?

—No estabas en la cama —ella sonríe y arruga la nariz—. ¿Y tú?

—Mmh, tan solo estoy pensando —asiente, sonriendo levemente—. Necesitaba aire.

—Está haciendo frío —le subo la manta por los hombros.

—Sí, un poco —acepta, suspirando.

Mira el anillo en su dedo unos minutos en los cuales permanecemos en silencio, en dónde ella solo se mantiene serena y quieta. Yo la observo nada más, un poco incrédulo aún, sin poder entender todo lo que pasó la noche anterior, hace tan solo unas horas.

Ella había aceptado ser mi esposa y yo estaba tan feliz que me costaba asimilarlo.

¿Le pasará lo mismo a ella?

—¿En qué piensas? —mi pregunta la hace mirarme.

—En que no me esperaba esto —señala la sortija en su dedo—. Creí que dirías otra cosa.

—¿Estás reconsiderando tu respuesta? —me atrevo a indagar.

—¿Qué? Por supuesto que no —frunce el ceño—. No me estoy arrepintiendo. Estoy muy feliz. Me alegra que me lo hayas pedido. De hecho, estoy conmovida, gracias por elegirme a mí.

—El afortunado soy yo —confieso, acariciando su suave mejilla con mis dedos—. Te amo mucho.

—Y yo a ti —se acercó para darme un corto beso.

Más aliviado, me permito abrazarla con más fuerza.

—¿Te gustó el anillo? —cuestioné, ella sonrió de lado.

—¿Es alguna clase de castigo? Ya sabes, porque no me gustan las joyas —curiosea.

La verdad es que sí. Me esmeré muchísimo buscando el anillo perfecto para ella, hasta que recordé su aberración a las joyas y supe exactamente lo que debería comprar.

—Algo así —confesé.

—Eres increíble —se mordió el labio inferior.

—¿Entonces?

—Me encanta. Es perfecto —murmura en mi dirección—. Lo amo, gracias.

—Es perfecto como tú —le pellizco la mejilla con delicadeza.

Sus mejillas adquieren un leve tono rosado que veo muy pocas veces, pero que me encanta. Angge suspira y se acomoda junto a mí para apoyar su rostro en mi hombro de perfil. Siento su respiración pausada en mi cuello y eso me lleva a rodearla más entre mis brazos.

—Uno más uno da tres —susurra cuando creí que ya se había dormido, dejándome confundido.

—¿Qué? —intento hacer que levante la cabeza, pero no lo consigo.

—Que uno más uno da tres —vuelve a decir, ahora más claro.

—¿Estás loca? —sonrío, ella se remueve y entonces me mira los ojos—. ¿Por qué dices eso?

—Mira: uno —me señala—... más uno —se señala a sí misma—, da tres —y termina apuntando su vientre. Me quedo quieto, intento procesar sus palabras y buscarles un significado. La miro a los ojos, esos que se ponen brillantes en cuestión de segundos y es cuando el peso de su rara suma cae sobre mí—. Estoy embarazada.

Entonces lo capto y no sé que hacer. Solo me la quedo viendo, veo a la hermosa mujer que me ha hecho feliz todos estos años, con lo que he recorrido un largo y duro camino, y que ahora será mi esposa... y la madre de mis hijos.

Y una felicidad desconocida se extiende por todo mi cuerpo, dejándome aturdido.

¿Voy a ser papá? Mierda, voy a ser papá.

—Estás embarazada —susurro yo esta vez, intento convencerme.

—Sí —asiente, se remoja los labios y lucha para que sus lágrimas no se desborden.

—Creí que te cuidabas...

—Sí, lo sé —se ríe y la primera lágrima moja su mejilla—. Yo también lo creí, pero cuando salí corriendo a Rusia desactivé las alarmas y lo olvidé —su voz se pierde en un murmullo—. Lo supe el día que fui a la casa de mi madre.

Todo encaja, su actitud distante y nerviosa, su manera de evadirme y evitar mi mirada todo el tiempo. Se lo ha estado guardando y yo que pensaba que estaba preocupada por otra cosa.

—¿Cómo es qué estás...? —fruncí el entrecejo.

—¿Cómo estoy embarazada? —ladea la cabeza y niega—. Demián, ambos sabemos cómo quedé embarazada...

—No me refería a eso —estoy consternado, no porque no me guste la idea, sino porque no me lo esperaba—. Angge —sujeto su rostro entre mis manos, observo sus ojos azules y no puedo evitar sentirme tan eufórico, feliz, afortunado—, vamos a ser papás.

—Sí —asiente, coloca sus manos sobre las mías y sus lágrimas se derraman—. Vamos a tener un bebé.

Mierda.

Yo no sé que decir, no sé cómo actuar, no sé...

—¿Por qué estás llorando? —le pregunto, abrazándola cuando se envuelve entre la manta. Trata de controlar el llanto, pero falla estrepitosamente—. ¿Qué pasa, amor?

—Los bebés me repelen, no le gustó a ninguno —solloza, apoyando su rostro en mi pecho—. ¿Y si el bebé no me quiere?

Sonrío, beso su cabello y la aprieto contra mí.

—Claro que te va a querer —le aseguro, acaricio su cabello—. Te va a querer porque serás la mejor mamá del mundo.

—¿Tú crees? —se aleja para observarme con los ojos llorosos y la nariz roja—. ¿Crees que seré una buena madre?

—Serás la mejor de todas —le seco las mejillas, tratando de quitar todas esas lágrimas que no dejan de salir—. Eres inteligente, fuerte y muy valiente. Vas a ser la mejor madre que cualquier niño podría tener.

—Y tú vas a ser el mejor papá que existe —la añoranza en su voz es presa del pánico y ahora entiendo por qué está tan afectada.

No quiere que ocurra lo que le pasó a ella.

—Prométeme que, pase lo que pase, este bebé será lo más importante para ti, Demián —me pide, aterrada—. Prométeme eso, por favor.

Bajo su atenta y brillosa mirada, le quito las lágrimas del rostro hasta que ya no queda ninguna. Acaricié su labio inferior antes de darle un beso que decía todo aquello que no podía con palabras.

—No habrá nada en esta vida que me impida estar contigo y este bebé por siempre, ¿me oyes? —le garantizo, buscando la manera de quitarle ese miedo irracional—. Escúchame bien, Anggele Stevenson: te amo, eres lo más importante que tengo en la vida, jamás me van a separar de ti. Mucho menos ahora que sé que vas a darme un hijo, ¿comprendes?

—¿Me lo prometes? —intenta otra vez.

—Te lo juro —le pasé el cabello detrás de la oreja—. Jamás voy a dejarte sola...

Sus labios se presionan contra los míos antes de que pueda terminar de hablar, creo que quiere abalanzarse sobre mí, pero no, solo es un beso que me demuestra todo lo que siente.

—Gracias —susurra, cierra los ojos y apoya su frente contra la mía—. Te amo, Demián Whittemore.

—Pero yo te amo más, Anggele Stevenson —la molesto, logrando lo que tanto quería, hacerla sonreír.

—¿No estás molesto conmigo? —cuestiona.

—¿Debería estarlo? —fruncí el ceño.

—No, no es eso —carraspea—. Es que, un embarazo no es algo que estábamos buscando.

Ah, vale, ya entendí.

—No has escuchado eso de «Las mejores cosas llegan sin planear», ¿eh? —ella sonríe de medio lado—. No me lo esperaba, pero eso no quiere decir que no sea feliz por ello.

—Entonces, ¿está bien? —susurra.

—¿Está bien para ti? —le pregunto.

—Antes, cuando lo supe, en serio me asusté —admite, bajando la mirada—. Ya no estoy asustada. Solo necesitaba que lo supieras.

Ahora, muchísimo más tranquila, me sonríe y se acomoda a mi lado, suspirando.

—¿De verdad estás embarazada o solo me estás jodiendo? —la escucho reír ante mi pregunta.

—¿Cómo se te ocurre que voy a bromear con algo así? —exclama, más animada.

—¿Cómo lo supiste?

—Me he estado sintiendo extraña —explica—. He tenido mareos y náuseas, pensé que era por la mudanza y todo eso. Creí que me daría gripe. Bueno, cuando fui a ver a mamá vomité, ella me sembró la duda. Me hice dos pruebas... —se aleja—. Ahora vuelvo.

Se levanta y entra a la habitación casi corriendo, la espero y cuando regresa, viene con una bolsa de papel marrón en la mano.

—Mira esto —se sienta en mi regazo una vez más, vacía la bolsa—. Me hice la primera y salió positiva. Pensé que se había echado a perder, pero luego me hice otra y también dio el mismo resultado —me mira—. Según dice aquí, tengo cuatro o cinco semanas.

—Cuando estuvimos en Rusia —agrego.

—Exacto —sonríe y arquea una ceja, poniendo esa expresión pícara tan característica suya—. Fue una buena reconciliación, por lo que veo.

—Cállate —le pellizco la mejilla y ella se ríe—. Deberíamos ir al doctor.

—¿Aquí? Podríamos esperar a volver a Nueva York —dice, guardando las pruebas otra vez—. Mi ginecólogo también es obstetra, él puede hacerse cargo de todo.

—Eso estaría bien —concuerdo, así es menos problema—. ¿Cuándo volvamos, entonces?

—Sí —asiente—. ¿Qué crees que sea? ¿Niño o niña?

—Creo que debemos esperar un poco para saber eso, ¿no? —me rio ante su desesperación.

—No lo sé —se encoge de hombros—. Ojalá sea niña, así tendrás que soportar a una Mini Yo.

—Dios, estás loca —la abrazo cuando suelta una carcajada—. Contigo es suficiente, créeme.

—Idiota —suspira y se acomoda sobre mí pecho—. Si es niño, espero que se parezca a ti.

—¿Y si yo quiero que se parezca a ti? —contrataco.

—Bueno, ya tendrá ocho meses más para formarse como quiera.

Sí, tendríamos ocho meses para prepararnos para esta nueva aventura.









Oficialmente: ¡Tenemos bebé en camino!
🥺😭✨💕🤰🏼

¡Aaaaahhhh!

¿Los amamos?

¡LOS AMAMOS!

¡Voten y comenten mucho!

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