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37. Me gusta que te preocupes por mí.

29 años | Demián

Marzo

Malcom estaciona la camioneta frente a la casa y Aiby es la primera en descender el vehículo, a toda prisa y con su enorme bolso guindando de su brazo. Camina en mi dirección y solo me regala una sonrisa tensa, besa mi mejilla y se pierde dentro de la casa.

Lo siguiente que entra a mi campo de visión es Anggele, con su cabello rubio recogido en una coleta, envuelta en un vestido de lana gris que se aferraba a cada una de sus curvas. Con unos lentes oscuros y en completa seriedad.

Camina a paso lento pero seguro, pasa por mi lado sin mirarme, así que solo la sigo dentro del lugar. Sube las escaleras con parsimonia, en silencio y yo me estoy volviendo loco saber lo que piensa. Recorre el pasillo en silencio, ingresa a la habitación y yo me encargo de cerrar la puerta.

Suelta el bolso sobre el suelo, se quita los lentes y los avienta por ahí, mirándome fijamente. Tiene los ojos irritados por la falta de sueño, ojeras pronunciadas y un brillo raro que no logro reconocer.

—Jamás me vuelvas a hacer algo así —susurra con severidad, mirándome fijamente a los ojos—. Sé que no lo hiciste para lastimarme, que tenías las mejores intenciones del mundo, pero jamás... nunca vuelvas a emboscarme de esa manera con mi pasado —las lágrimas descienden por sus mejillas y algo dentro de mí se contrae de la manera más dolorosa del mundo—. Todo lo que pasó en mi vida es algo que quiero dejar atrás, solo quiero enfocarme en el presente y en lo que tengo contigo, así que, por favor...

Sostengo su rostro entre mis manos antes de que pueda decir algo más y solo junto nuestros labios. La suavidad y el calor de su boca son todo lo que necesito.

—Lo lamento —murmuré, apoyando mi frente contra la suya, cerrando los ojos con fuerza—. Es que, tan solo me imaginé mi vida lejos de Aibyleen... Creí que él se sentía igual, o tal vez tú...

—Solo ignora mi pasado y todas las personas que vengan de él —me pide, subiendo sus manos a mi rostro también. Le sequé las lágrimas y me sumergí en sus ojos oceánicos—. Quiero que nos preocupemos por nuestro hoy, ese que tanto nos costó, por favor, ¿puedes?

—De acuerdo —asentí y la envolví entre mis brazos—. Lo siento mucho.

—Está bien —me aseguró, suspirando—. No estoy enfadada contigo.

—¿En serio? —besé su cabello.

—Jamás podría enojarme contigo —admite, ocultando su rostro en mi pecho—. Te quiero demasiado.

—Y yo a ti —beso su pelo otra vez, estrechado su pequeño cuerpo entre mis brazos—. ¿Dónde estuviste?

—En Disneyland, con Aiby —suspira y se aleja—. Estoy muy cansada.

—¿Quieres que te deje para que duermas? —le quito dos mechones que se pegan a su mejilla.

—No, recuéstate conmigo —me pide.

Eso hago, sin poner objeciones. La abrazo contra mí, manteniendo su cuerpo cerca del mío. Percibo su perfume en el aire, su esencia envolviéndome y me doy cuenta de la falta que me hizo estos últimos dos días sin ella.

—¿De verdad no estás molesta conmigo?

—No —alargó, soltando una risita—. Pero me voy a molestar si sigues preguntando.

—Okey —sonrío y le doy un beso en la frente—. Mis padres me enseñaron que la familia es lo primero y lo más importante, es por eso...

—Lo sé, amor —echa la cabeza y me mira—. Mamá también me enseñó lo mismo, el único detalle es que mi única familia es ella. Y ustedes, por supuesto. Pero no siento lo mismo por ellos...

—Al menos —la interrumpí, acariciando su mejilla—, ¿le diste la oportunidad de hablar?

—No tiene caso —niega—. No quiero saber nada.

—Anggele...

—Shhh —pone sus dedos en mis labios—, no hablemos más de eso, por favor. Solo quiero quedarme así —aprieta la mejilla contra mi pecho y cierra los ojos—. Te extrañé. Te echo mucho de menos cuando no estoy contigo.

—Y yo a ti.

[...]

Cuando bajo a la cocina Aiby está comiendo cereal, frunzo el entrecejo y miro el reloj en la pared.

—Son las tres —digo, ella asiente—. ¿Estás bien?

—Besé a un guardia de seguridad en el hotel —dice con la boca llena, yo me quedo paralizado.

—¿Qué? —murmuro y me acerco a ella—. ¿Estás loca? ¿Por qué hiciste eso?

—¡No fue mi intención! Estaba borracha, ¿okey? —se defiende, apretando la cuchara en un puño—. Alguien tomó una fotografía...

—Aibyleen Whittemore...

—¡Ya Brady lo solucionó! —exclamó—. Ya la borraron. Nadie la vio, lo juro. No le digas nada a mamá y a papá, por favor. Solo no se lo digas a nadie, ¿sí?

Me paso una mano por el pelo, pensando en que momento accedí a que viniera a vivir conmigo.

—¿Por qué dejé que te mudaras conmigo? —le pregunto a su rostro consternado.

—Porque eres el mejor hermano del mundo —asiente.

—Porque puedes hacer conmigo lo que quieras —corregí, ella sonrió, encogiéndose de hombros—. Basta de locuras, lo digo en serio.

—Lo sé, lo sé —suspira—. Lo siento.

—De acuerdo.

No puedo enojarme con ella, sin importar lo que haga. Aunque admito que me saca canas verdes todo el tiempo, aún así no veo mi vida de otra manera.

—¿Por qué estás comiendo cereal? —la pregunto, escuchando como suena el timbre.

—Tengo hambre —mastica con lentitud, me apoyo contra la encimera y Sebastián entra en ese momento. Mi hermana traga forzado y sonríe hacia el recién llegado—. Hola, Sebas.

—Hola, Peach —se acerca a ella y le da un beso en la mejilla.

—¿No deberías estar trabajando? —le pregunto al verlo abrir la nevera como si fuera la suya—. Me dijiste que estabas hasta el techo de trabajo.

—Me sentía solo, ¿okey? —abre una botella de Coca-Cola y se sienta en el taburete de la cocina, sonriendo hacia Aiby, quien le devuelve el gesto con ganas—. Además, estaba aburrido, vine a molestar.

—No molestas para nada —murmura la rubia hacia mí mejor amigo y mi ceño se frunció.

¿Será que...? No, eso no puede ser. Te estás volviendo loco, Demián Whittemore.

—Entonces, peach, ¿fuiste a Disney?

—Sí...

Pierdo el hilo de su conversación cuando Anggele entra a la cocina, les regala una sonrisa a Sebastián y a Aiby antes de mirarme y venir hacia mí.

—¿Te sientes mejor? —cuestiono, apartándole el cabello del rostro.

—Sí, mucho mejor —se acerca para rodear mi torso con sus brazos, apoya su mejilla en mi pecho y suspira—. Ya estoy bien.

—¿Lograste descansar? —sostengo su rostro entre mis manos.

—Sí, aunque me faltan como tres horas de sueño para recuperarme por completo —se ríe, se pone de puntas y presiona sus labios contra los míos—. Mi madre no ha parado de llamarme, debo hablarle para que deje el tema donde está. No me dejará en paz.

—¿Puedo darte mi opinión sin que te enfades? —rueda los ojos, pero se encoge de hombros—. Creo que deberías hablar con él.

—¿Con Javier? —asiento—. No quiero hacer eso.

—No es justo para él...

—No es justo para mí tampoco —baja más la voz, supongo que para mantener la conversación solo para nosotros—. Nunca nos hemos relacionado más de la cuenta. Llevamos la misma sangre, sí, pero eso no nos hace hermanos. No quiero tener una relación con él, con su padre ni con ninguna otra persona que venga de su familia. Cuando quise tener una familia normal, él me lo negó, ahora no quiero nada que venga de su procedencia.

Me veo reflejado en el mar azul y turbulento de sus ojos, en todas las emociones que puedo percibir con tan solo apreciar su hermosa mirada. Ella quiso todo lo que hoy se le ofrece, pero está tan lastimada que no quiere aceptarlo.

Tal vez tenga razón, esa familia que tanto anheló cuando era pequeña no es lo que realmente quiere hoy en día. No debí emboscarla con su medio hermano, eso fue un error tremendo. Todos queremos escapar de nuestro pasado alguna vez, pero me he dado cuenta que Anggele Stevenson lo ha dejado atrás desde mucho tiempo.

¿Quién soy yo para traerlo de vuelta? Si ella quiere alejarse de esas personas, no soy nadie para obligar a hacer otra cosa.

—No quiero seguir hablando de esto, lo que él quería decirme puede quedarse en su familia —sus dedos aprietan mi camisa a la altura de mi corazón. Se relame los labios y me mira a los ojos—. Tú eres mi familia ahora, no quiero nada más.

El corazón se me detiene al escuchar sus palabras y con cada instante que pase la adoro más. La estrecho entre mis brazos y beso sus labios con fervor.

—De acuerdo —aseguro, sin alejar mi boca de la suya ni un solo centímetro—. Eres muy terca, no tiene caso seguir discutiendo.

—Tienes razón —me sonríe—. Gracias por ser así conmigo. Haces que todo parezca más fácil.

—Solo quiero que seas feliz —rozando nuestras narices, ambos soltamos un suspiro—, me gusta cuando compartes esa felicidad conmigo.

eres toda mi felicidad, Demián —dice con tanto sentimiento que mi cuerpo reacciona en consecuencia—. Nunca había sido tan feliz como cuando estoy contigo.

—¡Dejen de estar cuchicheando, por favor! —exclama mi hermana, acompañada de la risa de Sebastián.

Nuestra burbuja se revienta, pero eso no hace que la suelte, es más, afianzo mi agarre en su cintura. Recibo una sonrisa por parte de la rubia de mis sueños y un beso antes de que se aleje de mí y se acerque a la nevera.

—¿Qué tal si salimos? —cuestiona Aiby—. El día está aburrido, vamos a cenar por ahí.

—¿A dónde? —intervine Sebastián.

—Hay un nuevo restaurante en Manhattan, Demián me iba a llevar pero surgieron cosas —mi novia me guiña un ojo y se acerca a mí otra vez—. Podemos ir ahí y ver qué tal es. Según he escuchado, es muy bueno.

—¡Eso lo descubriremos hoy! —salta la rubia con algarabía—. Buscaré mi abrigo y bajo de inmediato.

—No hay prisa, peach —le asegura el pelinegro.

—No lo digo por ti, sino por el señor rápido o llegaremos tarde —me señala y sale corriendo fuera de la cocina antes de que siquiera pueda decir algo.

—¿Qué se siente tener una hermana que no te respete? —el tono gracioso de Sebastián no se hace esperar.

—Cállate, ¿quieres? —se ríe y se levanta.

—Dile a Aiby que venga conmigo, estaré esperándola en el auto —informa antes de salir de la cocina.

Suspiro y pienso en que momento mi casa se llenó de gente loca.

—Esta será nuestra segunda oportunidad —la voz de Anggele me saca de mis pensamientos.

La miro y frunzo el entrecejo.

—¿A qué te refieres?

Da un paso hacia mí sin borrar la sonrisa coqueta.

—Ahora podrás llevarme a mi cita de verdad, Demián Whittemore —presiona sus labios contra los míos un segundo casi efímero que me deja con ganas de más—. Ahora, señor rápido o llegaremos tarde, dase prisa que luego no llegamos.

Me besa castamente una vez más y abandona la estancia a paso firme.

Proceso rápidamente lo que ocurrió en todo el fin de semana: un viernes caótico, un sábado y domingo aburrido lejos de la mujer de mi vida, junto con un lunes que parece ser el mejor día en los últimos cuatro que fueron una total mierda.

¿Lo mejor de todo? La rubia sigue conmigo y espero que eso no cambie nunca.







Todos despues de leer este cap somos tipo:

Espero les haya gustado mucho.

¡Voten y comenten mucho!

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