33. Un paso a la vez.
27 años | Anggele
Agosto
Gruño con todas las fuerzas de mi alma y trato de controlarme para no lanzar el teléfono por la ventana. Observo en la pantalla el nombre del contacto: "El que no debe ser nombrado". Sí, un poco dramático de mi parte agendarlo así, pero el muy desgraciado no merecía menos.
Creo que ver tanto Harry Potter me está afectando un poco.
—¡Deja de llamarme! —espeto al contestar, para después colgar al segundo—. ¡Puta mierda!
Lanzo el teléfono al asiento del copiloto, en dónde mi bolso está abierto de par en par. Hastiada de todo esto, de sus constantes llamadas, de su insistencia, de su acoso. ¿Es estresante? Sí, lo peor.
¿Después de tantos años, ahora sí quiere buscarme? ¡Que se vaya al demonio! ¿Dónde estuvo cuando lo necesité? ¿Cuándo me hacían bullying en la escuela por «no tener papá»? ¿Dónde estaba? Follando con su mujer. Hijo de puta, eso es lo que es.
Estaciono el Jeep en la entrada de la empresa, asombrada de la inmensidad del edificio que está frente a mí. Mierda, ¿cómo es que Demián y Sebastián tienen esto? Carajo, debo visitar a mi novio más seguido.
Bajo del auto, bloqueo las puertas e ingreso al edificio, me acerco a la recepcionista, que me sonríe.
—Buenas tardes, bienvenida, ¿en qué puedo ayudarla?
—Vengo a ver a Demián Whittemore —informo, golpeteando el mostrador con las uñas.
—¿Tiene cita? —cuestiona, frunzo el entrecejo.
—¿Debo tener cita para ver a mi novio? —ladeo la cabeza y la pelinegra abre mucho sus ojos.
—Disculpe, señorita —rebusca con rapidez en una pequeña gaveta y saca un pase de visitante, me lo entrega y me sonríe un poco tensa—. Es el último piso, la oficina de la izquierda.
—Gracias.
En el ascensor juego con el pase entre mis dedos, pensando en que momento me convertí en la chófer personal de mi novio. ¿Por qué se le tuvo que dañar la camioneta justo hoy? Ahora debo venir a recogerlo todos los santos días de la semana. No me molesta, pero me estresa el tráfico de la tarde. Lo bueno es que él es quien deberá conducir de vuelta.
El ascensor se detiene y camino por un largo y angosto pasillo blanco, cruzo a la izquierda y en una mesa de vidrio se encuentra una castaña estilizada, hermosa y que está muy concentrada firmando unos papeles y viendo su iPad.
Creo que es el taconeo de mis botas lo que me delata, pues sus ojos buscan por todo el lugar y dan conmigo.
—Hola, bienvenida, ¿en qué puedo servirle? —me sonríe con amabilidad.
—Hola, vengo a ver a Demián —señalo la puerta de la oficina—. ¿Está ocupado?
—Ahora mismo está en la sala de juntas con unas personas, pero puede esperarlo si gusta —señala las sillas detrás de mí.
—¿Se demora mucho? —indago.
—No, debe estar saliendo en unos minutos —mira el reloj en su escritorio—. ¿Tiene alguna cita con él?
—Soy su novia, no necesito citas —digo con más fuerza de la necesaria y me arrepiento casi al instante al ver su rostro sorprendido—. Lo siento, no fue mi intención...
—No se preocupe —ella se ríe, restándole importancia—. ¿Podría decirme su nombre? Para agendarla al registro de visitas.
—Anggele Stevenson —murmuro, ella me mira confundida antes de anotar en su iPad.
—Eres la princesa —musita y eso llama mi atención.
—¿Disculpa? —frunzo la nariz.
—No es nada, no me haga caso —sacude la cabeza—. Puede pasar y esperar dentro si gusta, estoy segura de que al señor le agradará verla aquí.
—Gracias —susurro, desconcertada por su actitud.
Voy hasta la puerta y la abro para entrar a la oficina. El lugar es justo como lo imaginaba: amplia, luminosa y ordenada. Todo esto gritaba Demián a los cuatro vientos y me encantaba. Todo lo que sea suyo me encanta.
Me siento en su silla, cierro los ojos y respiro hondo. Ha sido un día de lo más agobiante y agotador, solo quiero tocar mi cama y dormir diez años si es posible. El trabajo ha estado muy pesado últimamente. La editorial hizo una recepción de manuscritos sorpresa por redes sociales, fue una locura. Recibimos más de doscientas propuestas, de ellas, se aceptaron ochenta. Bueno, gracias a ello, no he podido dormir por diseñar todas esas portadas.
La puerta se abre y mis ojos también, Demián ingresa zafando un poco el nudo de su corbata y cuando su mirada se encuentra conmigo, una sonrisa preciosa cruza sus labios.
—¿Qué estás haciendo aquí? —cuestiona, cerrando detrás de él.
—Hola para ti también —me rio, me pongo de pie y voy hacia él para darle un beso—. ¿Que qué hago aquí? Vine por ti.
—Eso lo sé, solo creí que vendrías más tarde —tomó mi rostro entre sus manos—. ¿Llevas aquí mucho tiempo?
—No, acabo de llegar —le sonrío al recibir otro beso—. Me dijeron que estabas en una reunión.
—Sí, con unos accionistas y Sebastián —murmura, mirándome de arriba abajo—. Estás hermosa...
—Yo también tuve una reunión hoy con los directivos de una empresa de cómics —me explico—. Quieren sacar un súper libro o algo así.
—¿Mucho trabajo? —rodea el escritorio para sentarse en su silla.
—Uff, horrible —ruedo los ojos y voy hacia él.
Me apoyo contra el escritorio y me cruzo de brazos, regalándole una sonrisa que él me corresponde.
Ha pasado tiempo, mucho tiempo y me estresa que eso pase. Entonces, ¿así es esto? El tiempo pasa muy rápido cuando estamos con la persona que queremos más que nada. A veces, me gustaría pausar la vida y quedarme así con él para siempre.
—¿Por qué tú secretaria dijo que era la princesa? —inquiero.
—¿Qué te dijo? —frunce el entrecejo y me mira confundido.
—No lo sé, solo le dije mi nombre y ella dijo que yo era la princesa —me encogí de hombros—. No entiendo.
Lo piensa unos minutos hasta que sonríe.
—¿Recuerdas la cita que tuve esa vez? Cuando me llamaste por teléfono...
—¡Tuviste una cita con tu secretaria! —exclamo, casi abalanzándome sobre él, sentándome en su regazo—. Infeliz...
—Solo fue esa vez —acaricia mi mejilla luego de aclarar la situación—. Pero ella es lesbiana, te lo dije.
—Sí —asentí, recordándolo—. Fuiste muy dulce conmigo esa noche, aunque no me lo merecía después de irme de esa manera.
—Hey, no tienes que reprimir lo que sientes por miedo a lastimar a los demás —eleva mi barbilla, me da un beso corto y después pellizca mi mejilla con cariño—. Estabas asustada, querías alejarte y lo entendí en ese momento y lo entiendo ahora. De no ser por ese respiro no estaríamos aquí hoy.
—Me gusta este hoy contigo —susurro, beso su mejilla y le sonrío—. Además, me subiste la autoestima ese día. Luego de tu cuento para dormir y que me dijeras que era hermosa me sentí mejor. Lo que ocurrió con Ángelo no pasó a mayores, pero realmente me asusté.
—Jamás dejaré que nadie te ponga un solo dedo encima, ¿de acuerdo? —presiona un beso en mi mandíbula, abrazando mi cintura con sus brazos—. No puedo ni imaginarme a alguien haciéndote daño, tan solo pensarlo...
—Eso no va a pasar nunca —apoyo mi mejilla en su cabello cuando su rostro se recuesta en mi pecho—. Soy buena dando patadas, por si no lo recuerdas.
—Lo tengo presente siempre, créeme —besó mi cuello y suspiró—. Ha sido un día larguísimo.
—Mmh, ¿estás muy cansado? —cuestiono, metiendo mis dedos en su cabello castaño, dándole suaves caricias—. ¿Me acompañas al ginecólogo?
—¿Por qué? —echa la cabeza para atrás y me mira a los ojos con las cejas casi juntas—. ¿Estás bien?
—Sí, es que estuve ocupada todo el día y mi médico me apartó un turno a las cinco y media, así podía hacer todas mis cosas en la mañana —le explico, zafando el nudo de su corbata y quitándosela—. No puedo perder la cita, debo ponerme la inyección.
—De acuerdo —acepta—. Vamos.
Le sonrío con cariño, dándole un beso de agradecimiento antes de levantarme y esperarlo.
[...]
Llevamos una hora esperando, ya que llegamos mucho tiempo antes y mi doctor aún sigue atendiendo a sus otras pacientes. Demián tiene el ceño fruncido y algo pasa por su mente, lo sé.
—¿Qué ocurre? —le pregunto, buscando su mano.
—Es ginecólogo —murmura—. ¿Hombre?
—Sí, ¿por qué? —frunzo el ceño, él no dice nada y es cuando lo entiendo todo—. ¡Ay, no! No me vengas con tus celos de adolescente mimado, Demián Whittemore.
—¿He dicho algo acaso?
—No, pero lo estás pensando —me cruzo de brazos—. No tienes por qué ponerte así, es solo mi doctor. Apuesto a Aiby y tu madre también tienen un ginecólogo, no veo que te andes quejando.
—No quieres saberlo, créeme —se ríe—. Lo siento, no es nada. Solo es... raro.
—Es normal, todas las mujeres tienen ginecólogos —bufo y ruedo los ojos—. Además, es el mejor de la ciudad y tiene como cuarenta, ni al caso.
—Está bien, soy un idiota —pasó su brazo por mis hombros y besa mi mejilla con intensidad, como cuando quiere algo—. Perdóname, ¿sí?
—De acuerdo —suspiro, apoyando mi mejilla en su hombro, inclinado la cabeza para poder ver sus ojos.
Me pierdo en su mirada café, mientras que sus dedos le dan leves apretones a mis mejillas, cosa que me hace reír un poco. Estiro mis labios a modo de trompita y él me da un besito empalagosamente tierno.
Ya lo dije antes y vuelvo a reiterarlo con más firmeza, la única persona que tiene derecho a ser así de dulce a mi alrededor, es el hombre que me sostiene justo ahora.
—Vente a vivir conmigo —soltó aquellas palabras de repente que me dejaron congelada en mi lugar.
Un intenso pitido se acentúa en mis oídos, parpadeo varias veces para comprobar una vez más que Demián Whittemore es el hombre más asombroso que he visto en mi vida.
—¿Qué? —escucho el golpeteo de mi corazón detrás de mis orejas—. ¿Es en serio?
—Sí —asiente, mirándome a los ojos.
—¿De verdad? —no sabía que estaba diciendo. Me sentía aturdida, pero feliz—. ¿En serio?
—Sí —dijo otra vez, sonriendo un poco, por mi estado, creo.
—¿De verdad? —cuestioné como idiota por milésima vez.
—Quiero que vengas a vivir conmigo —repite, esta vez con más fuerza y seguridad, como convenciéndose y convenciéndome a mí también—. Lo he estado pensando desde hace un tiempo, porque lo que quiero es estar contigo a cada minuto, aunque suene un poco extraño, pero te quiero conmigo —musita, apretando mi mano—. Es solo una idea que podemos llevar a cabo despacio, ya sabes, sin presiones, solo para ver qué tal nos va... Y no tienes que decir que sí ahora mismo, tienes que pensarlo muy bien, creo que aún no estamos listos para ese paso, pero si quiero que sepas que estaré aquí mientras aprendernos a estar juntos...
No lo dejé terminar porque ya lo estaba besando, tuve que controlarme para no subirme sobre él aquí en pleno hospital, solo probé sus labios con la intensidad suficiente para dejarnos sin respiración.
Dios, mi corazón estaba enloquecido y jamás me había sentido tan bien, tan feliz, tan contenta por una propuesta tan loca como esta.
—No estamos listos —susurré sobre su boca, sin apartar mis ojos de los suyos—, pero estaré dispuesta a aprender si eres tú quien sostiene mi mano.
Me sonrió de una manera tan hermosa que sentí mi corazón detenerse para reanudar su latir a un ritmo diferente. Me besó otra vez, ahora con amor y mucho esmero. Me abrazo con fuerza y me impregnó de su dulce aroma.
—¿Un paso a la vez, Stevenson? —sin borrar la sonrisa, me preguntó.
—Un paso a la vez, Whittemore —con toda el alma, le respondí.
¡AAAAAAAAAHHHHHHHH!
*especio para insertar gritos de perr# loca*
¿Qué les pareció el cap?
¡Voten y comenten mucho!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro