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27. De vuelta a la cruda realidad.

26 años | Anggele

Julio


Frunzo el entrecejo cuando la luz me da de lleno en el rostro, parpadeo lentamente para acostumbrarme a la claridad que entra por el balcón. Trago duro y me acurruco más contra Demián que sigue dormido a mi lado. Hace un poco de frío, así que subo la sábana para cubrirnos y permanecer juntos más tiempo así, porque se siente muy bien.

No recuerdo muy bien a qué hora nos dormimos, lo que sí sé es que ni siquiera cenamos. Estábamos tan enfrascados el uno con el otro que el tiempo se detuvo y todo perdió su importancia, excepto nosotros, claro está.

Con Demián me pasa mucho eso; toda mi atención cae sobre él y no pienso en nada más, supongo que así son las relaciones. Además, no soy la única, a él le pasa lo mismo. Me lo he pillado viéndome fijamente sin que yo me de cuenta, o sonreír al saberme a su lado. Y, esas son las cosas que me llenan de esperanza.

¿Qué puedo esperar de alguien que me mira como si fuera su mundo entero?

—Buenos días —su voz somnolienta me da escalofríos placenteros en la columna, sonrío y apoyo mi mejilla contra su pecho.

—Buenos días —siento sus labios en mi coronilla y su mano darle lentas caricias a mi espalda a través de las tiras del vestido, ese que no tuve tiempo de quitarme anoche—. ¿Cómo dormiste?

—Excelente —me aprieta contra su cuerpo, logrando que su calor cale por mis huesos—. ¿Y tú?

—Muy bien —suspiro y cierro los ojos—. Me gusta dormir contigo.

Percibo su sonrisa mucho antes de verlo, cosa que me hace rodar los ojos.

—No sé para que te digo estas cosas —bufo—. Eres un arrogante de lo peor.

—Así me quieres, admítelo —se ríe a mi costa, arrastrando sus dedos por mi espalda.

Hago lo propio y paso mis dedos por su marcado abdomen, solo que mi atención decae en mis muñecas. Ahogo un jadeo de sorpresa y me siento con más rapidez de la necesaria, logrando que me dé mareo.

—¿Pero que mierda? —miro la marca de los dedos de Demián alrededor de mis muñecas. Y no soy unas simples marcas, son realmente moretones—. Te voy a matar, Demián Whittemore.

—¿Qué es lo que pasa? —frunce el ceño sin siquiera moverse de su lugar.

—¡Esto! ¡Esto es lo que pasa! —le enseño las marcas—. ¿Cómo se te ocurre dejarme estas cosas? ¿Estás loco?

—No me di cuenta —murmura.

—Te estás ganando un buen golpe, ¿sabes? —achico mis ojos en su dirección, el castaño se ríe y se sienta a mi lado, tomando mis manos—. ¡Ay! Me duele.

—Lo lamento —besa los moretones con cariño, acariciando mis muñecas con suavidad. Sus ojos marrones buscan los míos y me regala una sonrisa de arrepentimiento—. No fue mi intención, ¿está bien? Lo siento.

—Bueno —aprieto los labios en una fina línea, dándome cuenta de lo rápido que cedo ante sus encantos. Pero, ¿quién carajos no lo haría? Suspiro y lo miro a los ojos—, pero prométeme que no lo harás de nuevo.

—Creí que te había gustado —arruga las cejas.

—Sí me gustó, pero esto... —miro mis manos de nuevo, sintiendo un rato nudo en la garganta.

—¿Tampoco te gustan las marcas que te dejan mis besos? —sus labios se presionan contra mi cuello, haciéndome cosquillas.

—Eso es diferente —me rio, encogiéndome en mi lugar ante la sensación de su boca sobre mí piel. La verdad es que en los últimos meses siempre amanezco con uno que otro chupetón en el cuello o en los pechos, pero es distinto—. Son estas marcas. No me gustan estas, están moradas... ¿Cómo me van a gustar?

—Está bien, lo lamento —suspira, besando mi hombro y rodeándome con sus fuertes brazos—. No lo volveré a hacer, lo prometo.

—Gracias —besuquea mi mejilla antes de sujetar mi rostro con una sola mano y girarlo en su dirección para poder besarme.

Dejó un par de besos pausados en mi boca que no tarde en responder, hasta que se alejó para recostarse de nuevo y llevarme entre sus brazos. Apoyé mi mejilla sobre su pecho de nuevo, sintiéndome plena de tan solo estar así con él, tan cerca que podía respirar su perfume.

Estar con él era tan extraño a veces, Demián despertaba cosas en mi que no había experimentado antes. Esos sentimientos y emociones que no podía controlar y que me asustaban, solo que se sentía muy bien. Tenía miedo, sí, pero lo quería y haría lo que fuera por salir adelante con nuestra relación.

—¿Demián? —lo llamo.

—¿Sí?

—No tenemos una fecha especial —murmuré.

—¿A qué te refieres? —cuestiona confundido.

—Ya sabes —apoyo mi barbilla en su pectoral y lo miro a los ojos—, todas las parejas tienen una fecha especial para celebrar su relación.

—Deberíamos tener una, ¿verdad? —asiento, él quita el cabello de mi rostro mientras piensa—. ¿Debe ser desde que nos conocimos o cuando volvimos?

—Si es cuando volvimos fue hace dos meses —frunzo la nariz—, pero si es desde que nos conocimos... Fue el diez de diciembre de hace cinco años.

—¿Lo recuerdas? —sus ojos marrones se iluminan mientras en acaricia la mejilla.

—¿Cómo olvidarlo? —suelto una risita y apoyo mi rostro en su mano—. Ese día terminaba mi tesis y tú te interpusiste en mi camino.

Y tú me cambiaste la vida —dice y mi corazón reacciona en consecuencia.

Me derrito ante sus palabras y me dan ganas de llorar. Aparto la vista y me recuesto contra él, intentando que no vea la emoción en mis ojos.

—¿Podemos quedarnos aquí para siempre? —susurro, recordando que hoy es nuestra última noche aquí y que mañana debemos regresar al mundo real—. Me gusta estar aquí.

—Lo sé, pero debemos volver —besa mi frente, en un gesto que me resulta reconfortante—. Siempre podemos escaparnos a cualquier parte, lo sabes. Solo debes decirme y nos iremos a dónde tú quieras.

—¿A dónde yo quiera?

—Sí —me abraza con fuerza.

Sonrío guardando esa propuesta en mi cabeza junto con las cosas importantes.

Me apreté contra su cuerpo, como queriendo fundirme con él. Sabía que, apenas se explote nuestra burbuja, todo volverá a la normalidad y ello, las complicaciones. Solo esperaba que eso no se interpusiera en nuestra relación y ese lazo que hemos estado creando.

[...]

Demián baja mi maleta del taxi y la deja en la acerca, lo espero pacientemente a que intercambie un par de palabras con el taxista y vuelva a mí para despedirse.

—¿Tienes todo? —me mira a los ojos.

—Sí, ya tengo todo —asiento.

—¿Estás segura que no quieres que suba tu maleta? —ladea la cabeza, dando un paso hacia mí.

—No, amor, estoy bien —le sonreí, echando la cabeza para atrás y así poder verlo mejor—. Estoy segura de que puedo con mi maleta.

—Estoy tratando de ser caballeroso y tú no me dejas —gruñe, fingiendo estar molesto.

—Fuiste un caballero todo el fin de semana, te perdono que quieras ser un chico malo por una vez —le sonrío.

—Ven acá —tira de mi chaqueta para acercarme a su cuerpo.

Abrazo su cuello con mis brazos y le devuelvo el beso necesitado que me da. Me importa un comino que estamos en la vía más transitada de Manhattan a plena luz del día y con un taxi estacionando a un metro de nosotros, porque cuando estoy así de cerca del hombre que quiero, todo se vuelve insignificante.

Me aprieto contra él todo lo que mi cuerpo me permite, una de sus manos sostiene mi cintura y la otra la parte posterior de mi cabeza para manejarme a su antojo. Suelto un gemido en su boca cuando su lengua toca la mía, enredándose en su baile que parece interminable.

—Te voy a extrañar —suspiro, juntando nuestras frentes.

—Y yo a ti —sonríe—. ¿Cenamos esta noche?

—Sí —asiento con rapidez, riéndome.

—¿Acaso no puedes vivir sin mí, Stevenson? —se burla de mí, dándome un apretón en el trasero.

—Sí puedo, pero no quiero —admito, sonrojándome.

—No me digas esas cosas que mando todo al demonio y me quedo contigo —advierte, abrazando mi cintura.

—¡Ya basta! —exclamo, luchando con su agarre y sus besos locos por todo mi rostro—. Ya, en serio, debes irte. Respiremos otra cosa que no sea el perfume del otro y nos vemos esta noche, ¿okey?

—Okey —tomó mi rostro con sus manos y me robó otro beso enloquecedor—. Te quiero.

—Y yo a ti —lo beso otra vez y me alejo de una vez por todas.

Me sonríe y sube al taxi, le tiro un besito y él solo se ríe, avivando las maripositas en mi estómago. Realmente no sé que me pasa con él, pero lo que siento por Demián Whittemore no es algo que he sentido por nadie más, y si nuestra relación no funciona, me temo que jamás volveré a experimentar algo tan sincero como esto.










Unas vacaciones así con Demián y se me reinicia la vida. No sé quién se robó mi corazón mi primero, sí Demián o Anggele.

¿Ustedes qué dicen?

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