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18. Una cita... ¡Maldición!


26 años | Anggele

Mayo 19

Horas antes...

Suelto un pesado suspiro y vuelvo a empezar, trazo una línea y luego otra, tratando de no arruinar todo el dibujo otra vez. Amor. ¡¿Qué tiene la gente con estar escribiendo sobre el amor todo el puto tiempo?! Ahora debo matarme el cerebro haciendo un corazón cubierto de espinas y rosas.

—El desfile de Las Vegas estuvo increíble y todas las cámaras estaban sobre mí. ¿Sabes que aparecí en el periódico? Me hicieron una entrevista y el periodista me preguntó: «¿Podemos mostrar tu entrevista en la sección de espectáculos?» Y yo estaba como: ¿En serio me estás preguntando eso? O sea, soy Aibyleen Whittemore —se ríe después de hablar sin parar a tomar aire entre palabra y palabra, la miro a través de mis anteojos nuevos—. Estoy hablando mucho, ¿cierto?

—Sí, demasiado —sonrío y sacudo la cabeza—. ¿Por qué estás aquí?

—Estoy aburrida y quise venir a molestarte —sonríe inocente.

—A mi trabajo —asiente rápidamente y yo solo puedo reírme de ella, de su espontaneidad y ternura. Me coloco los lentes sobre la cabeza y la miro a los ojos—. ¿Tu hermano sabe que estás aquí?

Rueda los ojos, se cruza de brazos y hace una mueca divertida con los labios.

—Soy una mujer adulta, puedo ver a quien quiera, cuando yo quiera —me deja claro—. Además, aunque ustedes no estén juntos, tú eres mi mejor amiga, puedo verte siempre que quiera.

—Y no le has dicho porque...

—Porque no me da la gana —se encoge de hombros.

—Dios, Aiby, eres de lo peor —gruño.

—Lo sé y me encanta —alega soñadora—. ¿Cómo ha estado el trabajo?

—Pesado, pero llevadero al mismo tiempo —observo mi oficina—. ¿Y el tuyo?

—De lo más increíble —se muerde el labio—. La semana pasada inicié un curso de cosmetología.

—¿De verdad? —abro mucho los ojos—. ¡Wow! Eso es asombroso. Felicidades.

—Ay, gracias —sacude su cabeza—. Un día de estos debemos ir a celebrar.

—Tiene que ser luego de esta semana, porque estoy hasta el techo de trabajo.

—¡Ahg! Odio tu trabajo —hace una mueca—. Bueno, tengo cosas que hacer —se levanta, se guinda el bolso y me sonríe—. Me voy, baby, nos vemos otro día.

—Adiós —recibo los besos que me avienta al aire y me río.

—¡Te amo! —exclama saliendo de mi oficina.

Suelto un suspiro y dejo caer mi cabeza entre las manos, pienso brevemente en los últimos tres años. En mi vida todo se ha revuelto de la manera más rara posible, pero las cosas se dieron de buena manera o al menos eso pienso yo.

Logré ayudar a mi madre y pudo abrir su nueva sede en Brisbane, compré mi camioneta, me siento estable económicamente... Me siento bien conmigo misma.

—¿Anggele? —me sobresalto y observo a Ángelo de pie en la puerta—. ¿Ocupada?

—Algo, sí —sonrío—. ¿Por qué? ¿Necesitas que te ayude con algo?

—No —emboza una sonrisa ladeada—. Son casi las cinco, ¿quieres ir por un trago?

Mierda. Mierda... ¡Mierda!

¿Qué hago? ¿Qué hago? «Dile que sí. Pasa la página, olvida el pasado. Solo di que sí». ¿Qué hago? ¿Qué hago?

—Claro, ¿por qué no? —me rio, incapaz de creer que dije eso.

¿He odiado algo alguna vez en mi vida? Sí, la sonrisa arrogante que se expande en el rostro del tipo frente a mí.

—¿Paso por ti a las siete? —cuestiona.

—Sí, por supuesto —asiento.

Sin borrar la sonrisa, se da la vuelta y se va. Y yo me quedo ahí, como idiota por haber hecho eso. Pero, ¿qué más da? No puedo pasar toda la vida llorando por los rincones y sintiéndome mal por decisiones que tomé sin pensar.

De arrepentimos no se vive; de experiencias, sí.

[...]

—Has estado callada desde que salimos del bar —dice y el auto se detiene, parpadeo y me doy cuenta de que ya llegamos a mi departamento—. ¿Estás bien?

—Eh... Sí, estoy bien —asentí con rapidez, fingiendo una sonrisa. La verdad es que perdí la cuenta luego de la tercera cerveza, jamás en mi vida había tenido una cita tan aburrida—. Es que estoy cansada, me desvelé ayer terminando unas cosas y luego tuve que despertarme temprano.

—Te entiendo —sonríe y se quita el cinturón, yo hago lo mismo, pero para poder respirar mejor—. Últimamente el trabajo ha estado más cargado. Bueno, es mayo, la editorial abre la recepción de manuscritos este mes.

—Lo sé —asiento.

Ángelo sonríe de nuevo, le devuelvo el gesto a duras penas porque me siento muy mal. Estoy mareada y algo aturdida por el cansancio, pero eso no me quita mi sexto sentido de mujer loca y paranoica. Así que, cuando él empieza a inclinarse hacia mí, mi boca se abre.

—¿Qué haces? —frunzo el entrecejo, muy confundida.

—Lo que he querido hacer desde hace mucho tiempo —y cuando termina de hablar, sus labios se presionan contra los míos.

Me quedo quieta, ni siquiera cierro los ojos, pero intento dejarme llevar. Quiero sentir algo otra vez, lo que sea. Pero no sucede nada. Ah, bueno, sí sucede algo, siento asco.

Sus labios se mueven sobre los míos y la incomodidad crece a lo largo de mi cuerpo, presiono mis labios juntos para que no profundice el beso y me vuelvo una loca cuando pone su mano en mi pierna, por encima del dobladillo de mi falda.

—¿Puedo saber que carajos haces? —espeto, echando la cabeza para atrás y así alejar su boca de la mía.

—Vamos, Angge, no te resistas —intenta acercarse a mí de nuevo, esta vez llevando la mano hacia arriba por mi pierna.

—¡¿Estás loco?! ¡Aleja tus asquerosas manos de mí! —exclamo y le lanzo una mirada de advertencia, pero este hace caso omiso a la única oportunidad que tiene—. Tú mismo te lo buscaste.

Es entonces cuando mi puño derecho se estrella contra su nariz y lo siento, siento sus huesos crujir bajo mis nudillos y el quejido que brota de sus labios.

—¡Maldita hija de puta! —gruñe, pero yo ya me estoy bajando del auto.

—¡Más puta será tu abuela, ¿me oyes?! —le doy un portazo al auto y camino con toda la rapidez que mis torpes pies consiguen emplear.

Ingreso a mi edificio y no reparo en el ascensor, simplemente subo las escaleras sin detenerme a respirar o pensar con claridad. Llego a mi piso y rebusco las llaves en mi bolso, abro la puerta y la cierro con fuerza a mis espaldas. Dejo caer las cosas al suelo y voy directamente a la cocina. En el refrigerador hay una botella de vino que mi madre dejó hace algunos meses atrás, es menos de la mitad, pero es suficiente para calmar mis nervios.

Bebo todo el líquido en dos largos tragos, mi garganta arde, pero eso es lo que menos me interesa ahora. Dejo la botella y cuando me doy la vuelta, la realidad me golpea.

Me visualizo a mi misma aquí, en este gran departamento, sola y con todos mis pensamientos caóticos. Pienso en todas las decisiones que me trajeron a este sitio, a esta situación y un desgarrador llanto me rompe la garganta. Siento el corazón latir muy fuerte contra mis costillas y un miedo irracional me invade hasta el punto de erizarme la piel.

No sé que me lleva a moverme tan deprisa, si el miedo o la desesperación, pero no pienso, solo actúo. No soy consciente de lo que hago, pero sí siento, logro reconocer eso que me maneja por dentro sin que pueda cuestionar mis acciones.

Busco el teléfono dentro de mi bolso, con manos temblorosas y los ojos cristalizados marco ese número que guardé como emergencia hace tantos años. Llevo el aparato a mi oreja, la línea suena dormida.

Tuuh, tuuh, tuuh... Tuuh, tuuh...

—¿Angge? —y ahí está. Esa voz que despierta cada uno de mis sentidos, esa que tanto necesité.

—Demián... 












¡Necesito abrazan a mi Anggele!

¡Me duele verte sufrir, mi rubia preciosa!

Nuestro mood:

Oficialmente, mi computador murió. Estoy actualizando por el cel, así que ya saben, los errores son de Wattpad.

En fin, traje un capítulo nuevo para olvidarnos un poco de todo lo que está pasando en el mundo por un momento.

Espero que todos se encuentren bien.

Los amo. ❤️🐼✨

¡Voten, comenten y compartan mucho!

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