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Capítulo único: Catorce de febrero

Ambos estaban frente a frente en un despejado pasillo de la escuela. Las clases habían terminado hace ya bastante rato y para bien o para mal, tenían la suerte de no ver a ni una sola alma más intentando pasar por el pasillo. Siendo las únicas dos personas presentes en ese lugar.

El menor de los dos tenía su brazo derecho extendido frente al contrario, en su mano había un pequeño paquete envuelto en un colorido papel amarillo junto a una delgada cinta roja, su contenido no era un gran misterio, pues por el día su contenido llegaba a ser predecible; un chocolate hecho especialmente para la fecha del catorce de febrero.

La expresión del más joven era calmada, incluso parecía rozar la seriedad. Un gran contraste a la usual sonrisa que adornaba su rostro casi todos los días, sonrisa con la que llegaba a mostrar los dientes que ya calificaban como colmillos, pertenecientes al muchacho de nombre Akaza. También podía aplicar la misma situación para el contrario, el profesor de historia, Rengoku Kyōjurō, quien lo miraba algo desconcertado. No porque fuera él quien le estuviera dando aquel dulce, sino por la atípica serenidad que el otro mostraba frente él, pues realmente era extraño. No había otra palabra más simple para describir la situación, pues Akaza era más expresivo en cuanto se traraba de hablar sobre los sentimientos que en más de una ocasión había mencionado por el rubio; pues no por nada había elegido confesarse apenas identificó su enamoramiento hace ya un par de meses, aunque lo acompañara la gran posibilidad de un rechazo que por supuesto se hizo presente, al tratarse de su profesor.

Aunque la tranquilidad del joven no resultaba ser lo único que había llamado la atención del maestro, sino también la falta de su presencia durante casi todo el día, llegando a ser nada más "casi", porque había tenido que darle clases a su salón y recién allí confirmó que el muchacho no estaba ausente.

Por ser el Día de San Valentín, al llegar a la escuela esa mañana, estaba seguro de que el primero en confesar sus sentimientos, o mejor dicho hacerlo nuevamente, sería Akaza; mas no fue así, sino que la primera persona en darle algo por ese día fue una de sus alumnas. Esperó entonces que fuera el siguiente, pero tampoco fue así, ni con la siguiente, ni con la subsiguiente, ni con quien vino después. Habían sido veintisiete personas las que se habían acercado a él antes que Akaza.

Eso realmente terminó desconcertando al rubio, pues había llegado a extrañar al de cabello rosa, había echado de menos al muchacho que sin vergüenza alguna le decía "¡Estoy enamorado de ti, Kyōjurō!", sí, tomando hasta la confianza de llamarlo por su nombre como si fueran amigos, cortando de sobremanera la distancia entre maestro y estudiante. Había extrañado al muchacho al que en más de una ocasión le había pedido que lo dejara tranquilo. No estaba seguro de si se le notaba o no, pero le era un poco difícil admitir que ya estaba acostumbrado a su compañía.
Pero ahora lo tenía en frente suyo, con una calma que rara vez podía ver en su persona, sin la sonrisa que mostraba siempre que estaba con él.

—Solo por hoy no te pido que me correspondas, solo que lo aceptes. —dijo mirando los dorados ojos del mayor. El tono de su voz era suave, sin duda más calmado que de costumbre. Kyōjurō lo miraba en silencio mientras el contrario continuaba con el brazo extendido hacia su dirección, esperando muy pacientemente a que tome el regalo que había hecho para aquella fecha, que había hecho para él. La propia mano derecha del docente fue con lentitud hacia la del muchacho.

"Solo por hoy". Resonó en la mente de Kyōjurō.

Solo por este día podía aceptar algo de él sin algún problema por ser maestro y alumno ¿Verdad? Solo por un día, solo por ese día, aunque sea.

Su mano hizo contacto con la contraria tomando el pequeño obsequio, haciendo que una pequeña sonrisa apareciera en el rostro del de cabello rosa, pero siendo una muy diferente a la habitual, esta es tranquila, muestra la misma calma con la que había llegado, incluso mostrando gratitud por haber aceptado algo suyo aunque sea solo por esa vez.

Cuando el dulce estuvo en las manos del rubio, el menor decidió retirarse sin dudar ni por un segundo apenas terminó su cometido, sin siquiera mirar atrás para dar algún tipo de despedida. Aunque un sonido inesperado captó su atención; el de un papel, el papel que envolvía el chocolate que le había dado a Kyōjurō, siendo retirado por este para que luego se distinguiera el dulce que de encontraba debajo de la envoltura; luego un pedazo de este siendo tomado por los dientes del rubio ante la mirada del gratamente sorprendido alumno.

Él no lo sabe, pero aunque fuera el último en entregarle algo, su regalo fue el primero que probó. Y la razón de ello era porque una parte de él quería ver la expresión de Akaza, quería ver si sonreiría de la misma de siempre al ver que había decidido aceptarlo. La sonrisa que siempre mostraba para él y que no había logrado ver durante todo el día e incluso llegó a sentir que le hacia falta. Quería verla de nuevo.

No había pensado del todo en sus acciones, por lo que tampoco pensó en el sabor que invadiría su boca, fue una gran sorpresa la que se llevó. El sabor era dulce, pero no demasiado como para ser empalagoso, era mejor de lo que pudo haber esperado, y no pudo evitar expresarlo.

—¡Sabroso! —exclamó con gran ánimo y una inevitable sonrisa. No fue capaz de contenerse ni un poco.— Sabe bien, me gustó mucho... Gracias, Akaza. —continuó de una forma más tranquila que en el principio. La expresión facial del de cabello rosa mostraba sorpresa, pero inmediatamente cambio a la misma sonrisa apacible del principio. Si Kyōjurō no lo conociera lo suficiente, seguramente no estaría sopechando del peculiar brillo en la mirada del muchacho, pero como ya lo hace, no le queda más que esperar ver qué puede decir o hacer Akaza.

—¿En verdad? —preguntó acercándose al contrario, mostrándole la misma confianza que se tomaba todos los días cuando estaban juntos. Tomando su rostro entre sus manos, la curva de sus labios se ensanchaba mientras acortaba su distancia, a la par que el mayor de los dos simplemente le daba el permiso de seguir con lo que sea que tuviera en mente.— Me gustaría probar... —comentó eliminando la distancia entre ambos mediante el contacto de sus labios, saboreando los restos del dulce que quedaron en la boca contraria. Aquel escenario definitivamente resultaba ser el más predecible para la situación en la que se encontraban, sobre todo cuando el rubio ya tenía la idea de que Akaza tarde o temprano tendría el atrevimiento de hacer algo como eso. La tensión que quedaba en el ambiente en acercamientos previos a ese, las miradas, los gestos, los instantes en los que la distancia desaparecía sutilmemte antes de darse cuenta de la ausencia de esta. Todas y cada una de esas cosas decían a gritos que solamente era cuestión de tiempo, y no trató de evitar que ese momento llegara a él, a ellos. Podría decirse que incluso estaba listo para recibirlo con los brazos abiertos. Si no lo alejaba, según el Rengoku era por un par de razones. La primera: La fortuna de casualmente estar en un pasillo desierto, y la segunda; era San Valentin, día dónde expresas tus sentimientos hacia tu persona especial, y eso estaba haciendo Akaza; expresarse. Además, contando con su permiso para seguir ese contacto, y llegando al pequeño acuerdo de que sería "solamente esa vez", no habría problema por ese día, ¿Cierto? Solo por ese día. Un día en el que incluso el ambiente estaba a su favor al no tener ni un solo testigo a los alrededores.— Tienes razón, no me quedó nada mal —dijo luego de separarse del Rengoku—, pero sabe mucho mejor si eres tú quien me lo da. —continuó con un gesto ya muy bien conocido, una curva en sus labios que indicaba la sonrisa juguetona que la mayoría del tiempo era dedicada para él.

El gesto fue correspondido, a la par que la mano libre del maestro se posaba sobre la cabeza de su alumno.

—Aprecio mucho que transmitas tus sentimientos en esta fecha, pero no seas tan imprudente. Pudo venir alguien y nos hubieramos metido en problemas. —comentó con un tono enérgico, tomando sin dudar por un segundo su parte de la responsabilidades en lo que estaba pasando. Después de todo, si Akaza logró besarlo fue porque evidentemente Kyōjurō le había dado su permiso.

—Es justo por eso que quería verte aquí, ya que no pasa nadie cuando terminan las clases. —respondió dándole la pequeña sorpresa de aparentemente haberlo planeado todo. Sí, a su parecer no era más que "aparentemente".

—Eres bueno para improvisar respuestas, Akaza —dijo para después darle una muy suave palmadita en su cabeza.—, pero en serio, no nos arriesguemos más. —regañó antes de proporcionar una última caricia en los cabellos del más joven.

Un momentáneo puchero se hizo presente en el alumno antes de cruzarse de brazos.

—Bueno, bueno. Lo admito, aproveché la oportunidad. ¡Pero! Admites que me dejaste seguir. —le recordó— Hasta tú pareces estar de acuerdo si recordamos es cosa de un solo día. Una pura vez no le hace daño a nadie. —argumentó lo más calmado posible, quizás recordando la fortuna de haber llegado a ese pequeño acuerdo de una sola vez, pero de todos modos manteniendo una mínima parte de su frustración al recordar que efectivamente al día siguiente volverían a ser solamente maestro y alumno.

Ver como por un momento desvía la mirada al piso, hace que inmediatamente el mayor de los presentes suelte un suspiro.

—Ay, Akaza. Me pones las cosas muy complicadas últimamente. —comentó negando con la cabeza unos instantes.— Tú ya sabes lo que te digo...

—"No intentes nada antes de tu graduación". —le robó literalmente las palabras de la boca sin intentar disimular aunque sea un poco el desagrado por estas.

El rubio le dedicó el mismo gesto amable de todos los días mientras volvía a acariciar su cabeza nuevamente.

—Efectivamente. Eso es lo que siempre te digo.

—Excepto por hoy. —le recordó la dulce diferencia.

—Y probablemente por otro día más. —comentó despreocupado, sorprendiendo clamente al muchacho. Logrando despertar un hermoso brillo en sus ojos mientras enseñaba los colmillos de su dentadura.

—¿Lo dices en serio? Porque no creo que sea muy dulce de tu parte jugar con un tema así. —respondió Soyama con los brazos cruzados, sin borrar su emoción. Definitivamente lo conoce bien.

—Yo no juego con lo que no deba jugar, Akaza. Lo sabes. —le recordó.

—Así es, lo sé, pero confirmar nunca está de más. No vaya a ser que en una de esas esté soñando. —comentó con lo que nada más podría ser posible en alguna historia ficticia. Qué tierno puede resultar ser Akaza cuando se lo propone.

—Pues con gusto te digo que no lo es, y el catorce de marzo tampoco lo será. —aseguró recordándole lo que caía en esa fecha. Puede ver sin problema el cómo la alegría de Soyama aumenta al mencionar ese día, al no molestarse en disimular.

—Oh, ¿En serio? —preguntó con un quizás tanto exagerado sonido de sorpresa, aunque de alguna manera parece haber más una verdad, que algún tipo de actuación.

—Sí, te devolveré el favor ese día. Solo espero que seas paciente, yo también te conozco. —dijo sonriendo ladinamente por unos segundos.

—Oh, por ti puedo esperar el tiempo que sea, Kyōjurō. ¿Está bien si por hoy te llamo así? —preguntó sin necesidad de una verdadera respuesta. No es como si no le llamara por su nombre todos los días.

—Tienes suerte de que daré el sí por esta vez, aunque no es como si lo necesitaras de todos modos. —respondió recordándole su exceso de confianza.

—Hm, tienes toda la razón, pero como es una ocasión especial, ¿No sería mejor pedir permiso?

—Por lo general pides "perdón", que permiso, Akaza.

—Y curiosamente siempre me perdonas.

—Para tu fortuna, que por cierto, quizás llegó hasta aquí. Tienes que ir a casa, tu hermano te estará esperando. —le recordó la hora, junto a la existencia de su gemelo Hakuji. Por un momento sintió algo de pena por tener que recordarle la salida, pero ya mañana podrían tener una charla igual de amena.

—Hmm. Bueno, fue maravilloso mientras duró. —comentó con aparente tristeza.— Entonces, supongo que será hasta mañana.

Y hasta marzo.

—Así es. Ve con cuidado a casa ¿Sí? Esperaré verte. —le hizo saber con gusto mientras empezaba a cambiar junto a su alumno, quién quizás por mera coincidencia era que seguía su mismo camino.

—Y tú ya sabes qué esperaré con ansias. —le recordó caminando quizás más cerca de lo que debiera.

—Por supuesto que lo sé, Akaza.

Y con ese último comentario, Kyōjurō pensó en el tiempo que tendría para prepararse. Algo dentro de él ya podía imaginar el esfuerzo que requeriría hacer un buen chocolate para su querido Akaza, pero como siempre estaba motivado, se esforzará. Mientras más pronto pudiera empezar, mejor será el resultado que quiere para el dichoso "Día blanco".

Con gusto devolverá la misma dulzura que el muchacho acaba de darle esa tarde.

Fin.

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Algo más corto a lo que estoy acostumbrada, pero de todos modos quería hacer algo por las fechas. Espero que haya sido divertido de leer.

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