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— Mikey-kun, ¿En qué piensas?
Mikey se encontraba ubicado en una caja vieja de la azotea, moviendo sus pies de forma juguetona mirando a su alrededor sin interés. Las luces coloridas de la ciudad de Tokio los recibió a ambos con la caída del crepúsculo y la luna con el tiempo apareció como su único testigo.
Al parecer era otra noche sin estrellas.
— En cuanto tiempo me tomará caminar hacia el borde del edificio, dar un paso hacía el vacío y dejarme caer.— Sin despegar su mirada del borde mencionado, sonrió ante el nuevo pensamiento.— También... Pensaba en cuánto tiempo falta para que te vayas de mi lado y me abandones.
Takemichi soltó un bufido gracioso y abrazó a Mikey por la espalda, recargando su frente en el cuello del peliblanco.
— Para eso tendrás que esperar mucho tiempo ¿Sabes?
— ¿Cuánto tiempo?
— Mmmp... Déjame pensarlo — se apartó, colocó ambas manos en los hombros de Mikey para así proporcionarle un pequeño masaje mientras tarareaba pensativo — ¡Ya sé! hasta que llegue el día en que los gatos desaparezcan
La sonrisa de Mikey se extendió más.— Eso es estúpido
— Lo sé. Como diría Chifuyu ¡Muerte al estado, viva los gatitos!
Una risa agría se hizo escuchar.
— Como digas, ¿Desaparecer los gatos? eso nunca pasará Takemitchy
— ¿Ves? Abandonarte es como eso — Takemichi mostró su más grande sonrisa, resaltando sus palabras con suma determinación y cariño.— nunca pasará.
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