8. No antes de la iglesia.
—¿Por qué lo tenías que invitar? —le preguntó Eliana a Victoria mientras ambas miraban a Miguel hablando con una chica más allá de donde estaban ellas.
—Porque Francisco dijo que entre más mejor y no tenía a nadie más —Victoria se encogió de hombros.
Eliana rodó los ojos y se levantó.
—Voy al baño —se excusó arreglándose la blusa y desapareció entre la gente.
Victoria había hablado con su abuela para conseguir un permiso y lo obtuvo con la condición de que la hora de llegada no pasara de la 1:00 AM. Siempre que ella iba a alguna fiesta, ese era el trato así que no tenía problema con eso. Francisco le había dicho que podía invitar a quien quisiera, que mientras más gente mejor y entonces llamó a Eliana y a Miguel y en una hora estuvieron en la fiesta. Bastaba decir que ella no conocía a absolutamente nadie más que con quien había ido, pero aun así había buena música y alcohol y la casa del anfitrión no quedaba lo más lejos posible de la suya, como ocurría la mayoría de las veces, lo que era una ventaja. Y aunque ella esperaba pasar la noche con Cameron, Francisco se lo había llevado para presentárselo a todo el mundo, ella se había quedado junto a Eliana y Miguel ya había comenzado a entrar en calor y Eliana estaba enojada por eso, como siempre. Esos dos tenía sus problemas y ella no iba a meterse en ellos, así que solo le quedó esperar por Cameron.
—¡Victoria! —lo oyó gritar al fin mientras pasaba entre la gente, seguía destacando por sus ojos azules y su cabello dorado pero su piel ahora estaba más bronceada—. Hay mucha gente —susurró en su oído cuando llegó hasta ella—. Fran me presenta... a todos —sacudió la cabeza sonriendo.
—¿Conociste a alguien interesante? —ella preguntó quitándole el mechón que le caía sobre la frente y echándolo a un lado.
—Sí, todos son interesantes —Cameron se encogió de hombros—. Me invitan a más fiestas y eso, me agradó.
—Bien, ahora eres popular, el gringo en Venezuela, no te digo yo —Victoria sacudió la cabeza—. ¿Y tú primo? —preguntó mirando a los lados.
—Se queda hablando con una chica —respondió él tomando su mano—. ¿Qué hacemos?
—Beber y bailar —aseguró Victoria sonriendo.
—¿Tienes edad para alcohol? —Cameron alzó una ceja.
—No pero aquí eso no importa, si estás pensando que va a venir la policía como en las fiestas de tu país, olvídalo, primero resucita Cristo antes de que venga la policía, hijo —le dijo ella entre risas, él también y se encogió de hombros.
Como si estuviera leyéndoles la mente, Francisco se acercó con dos vasos con alcohol para ellos. Victoria lo agradeció y luego él volvió con la chica con la que estaba. Eliana volvió luego con un vaso de algo también y haciendo un mohín porque Miguel seguía al otro lado de la sala hablando y hablando de algo con una chica a la que parecía conocer de toda la vida por la sonrisa que traía.
—Vic, yo no sé bailar —le susurró Cameron en el oído a Victoria.
El labio inferior de Victoria sobresalió en protesta sobre eso.
—¿Ni un poquito? —ella hizo un gesto con sus dedos, él negó con la cabeza—. Pero yo quería que bailaras conmigo ¿Cómo te atreves a venir a este país sin saber bailar? ¿No te da vergüenza? Por eso es que pasas pena, Camarón, porque no te culturizas —ella le regañó negando con la cabeza.
—Yo... —él se sonrojó—. No sabía, lo siento.
—No lo regañes, mira cómo se puso —Eliana se rió mirándole la cara—. Pobrecito, chica, si eres mala.
—Es mentira —ella le besó la mejilla—. Pero aun así voy a bailar, contigo o sin ti —se encogió de hombros con sencillez.
Cameron frunció el ceño.
—¿Con quién? —interrogó cruzándose de brazos.
—Mmh... le voy a preguntar a Francisco o a Miguel —ella miró alrededor buscándolos con la mirada.
—A Fran no —sentenció Cameron seriamente.
Victoria lo miró como si se hubiese vuelto loco y se cruzó de brazos de la misma manera que él.
—¿Y se puede saber con qué derecho me prohíbes tú nada? ¿Quién te crees? ¿Quién te dijo que me puedes hablar así? —le espetó frunciendo el ceño.
—Es que con él no —dijo aun serio pero bajando su guardia.
—¿Y por qué no? —Victoria no tenía planeado hacerlo de todas maneras, en vista de que le molestaba tanto pero aun así quería saber por qué se negaba a ello.
—Porque yo no quiero —dijo él como si esa fuera razón suficiente.
—Ah no quieres —Victoria se rió sin gracia y luego miró a Eliana que intentaba pasar desapercibida escudándose con su vaso—. ¿Estás viendo? Que porque él no quiere, o sea, él se cree mi papá para venir a decirme que es lo que yo tengo que hacer —volvió a mirar a Cameron que permanecía con el ceño fruncido—. Mira, Cameron, yo te voy a decir una cosa; puede que a mí me dé absolutamente igual tu primo pero no me vas a decir con quien puedo bailar o no, así que no me jodas, por favor.
—Es que a él le gustabas —soltó Cameron resignado.
—¿Cómo? —Victoria abrió la boca sorprendida.
—Antes, espero ya no, él me dijo y por eso no quiero —le dijo bajando al fin los brazos.
—¿Y tú crees que porque baile con él voy a irme con él? O sea, no lo voy a hacer ¿Pero tú crees que yo sería tan mala? —ella se acercó a él y lo sujetó las manos—. Además, a mí me gustas tú ¿Ok? Si no me gustaras no te habría dicho que me besaras ¿Verdad? Es más, te hubiera pateado de haberlo intentado tú si no me gustaras... aunque si me gustaras y lo hubieses intentado así de sopetón también te pateaba, pero luego te hubiese pedido disculpas... luego de insultarte, pero tú me entiendes ¿Verdad?
—Aunque no se crea, sí —él le sonrió tiernamente.
—Ay —ambos voltearon a ver a Eliana que se ponía una mano sobre el pecho y suspiraba mirándolos con ternura—. No, sigan, yo no estoy aquí —les dijo ondeando la mano.
—¡Miguel! —gritó Victoria desde donde estaba y Miguel volteó—. ¡Vente ¿qué haces ahí?!
—¿Pero tú para qué lo llamas? —Eliana rodó los ojos.
—Ay, cállate que eso es lo que quieres —le reprochó con una sonrisa.
Miguel se despidió de su amiga y se acercó a ellos.
—¿Qué pasó? —preguntó él moviendo los hombros.
—Que Eliana quiere bailar pero no conoce a nadie, sácala —le dijo Victoria directamente.
—No, mejor que vaya a bailar con su amiga —dijo Eliana.
Victoria se rió. Ellos siempre eran totalmente obvios el uno con el otro y aunque lo notaban nunca decían nada en concreto. Victoria lo notaba también pero ella prefería quedarse callada, su silencia valía más que una broma acerca de ellos.
—Es mi prima, pan de leche, me la conseguí aquí y le preguntaba por mi tía ¿Ahora quieres bailar? —Miguel la agarró del brazo y la arrastró.
—Ok, pero no te me pegues mucho —espetó Eliana.
—Así no es divertido —le dijo Miguel antes de que se alejara hacia donde la gente estaba bailando.
Victoria los vio alejarse y sonrió cuando comenzaron a bailar. Ellos eran felices enviándose indirectas el uno al otro desde tercer año. A ella le parecía que se complementaban; Eliana era histérica y romántica y Miguel era relajado y el romance le daba igual, ella se preocupaba demasiado y él no dejaba que nada lo inquietara mucho tiempo, a ella le gustaba que la hicieran reír y él la hacía reír, ella se enojaba por todo y a él le gustaba cuando se enojaba. Él era muy alto y moreno con ojos verdes, ella pequeña, de piel pálida y ojos cafés. Victoria los haría casarse y encerrarse en una habitación para que se reprodujesen si por ella fuera.
A Victoria le gustaría que fuese tan fácil para ella y para Cameron como lo era para Miguel y Eliana, desearía tener más tiempo para tontear de esa manera, para darse su tiempo. Pero no, era ahí y en ese momento o nada.
—¿Bailas conmigo? —interrogó Cameron en su oído, haciendo que sus vellos se erizaran, ella se pasó las manos por sus brazos desnudos intentando calmar su alegría y se volteó a mirarlo—. Me enseñas.
—¿En serio? —Victoria interrogó levantando las cejas.
—Sí —asintió—. No sé qué música es... —apuntó al estéreo a lo lejos.
—Son los merengues viejos, los que ponen en todas las fiestas —se encogió de hombros y le tomó la mano llevándolo hacia donde estaban Miguel y Eliana—. Esto es básico, Camarón, si te invitan a otra fiesta tienes que saber bailar porque a diferencia de ti a mí no me importa que bailes con alguien más —le dijo ella comenzando con sus clases, guiándole los pasos—. Míralos —le dijo apuntando hacia Miguel y Eliana—. Y copia los movimientos.
Cameron asintió y comenzó a hacer lo mejor que pudo, moviendo sus pies a la par de los de Victoria y sujetándola fuerte como si fuera a caerse. Él era todo un show y ella sospechaba que de no traer tacones cerrados él le hubiese destrozado los dedos de los pies de tanto que la pisaba con sus monstruosas botas.
—¿En serio no molesta? —le preguntó de repente cuando ya había agarrado el ritmo.
—¿Qué? —Victoria levantó la mirada, estaba vigilando sus pies para que no la volviese a pisar.
—Que baile con otra.
Ella frunció el ceño.
Vaya que le molestaría, le molestaría de sobremanera que bailara con otra. La tomaría del cabello y la arrastraría por todo el lugar hasta dejarla en la calle avergonzada por haberse metido con su hombre y haría que todas las demás miraran como una advertencia para las zorras, pero eso no se lo diría. Los celos no le parecían atractivos.
—Pero por supuesto —ella se encogió de hombros y soltó una risa falsa—. ¿Por qué tendría que molestarme eso?
—No lo sé —Cameron hizo una mueca—. Muchas chicas quisieron que bailara, pero les dije que no... yo creo que te molesta.
—Pues no lo hace —Victoria bufó—. Pero no puedes bailar con nadie más hasta que te haya enseñado bien ¿Ok?
Cameron le sonrió como si ya supiera lo que ella realmente pensaba.
—Ok —asintió él—. No quiero bailar con otra, igual.
—Eres un buen gringo, Camarón —ella le palmeó el hombro.
Ella intentó enseñarle toda la noche, aun la pisaba pero había aprendido lo básico. A la una y un minuto ella estaba en la puerta de su casa, su abuela la recibió abriendo la puerta incluso antes de que ella sacara las llaves. Doña Virginia la vigiló mientras ella se despedía de Francisco y Cameron con un corto beso en la mejilla de cada uno y una mirada de complicidad a este último. Su abuela no dejó de atacarla con aquella sonrisa sabedora que la inquietaba. Trató de evitarla encerrándose en su cuarto, pero a la mañana siguiente cuando se sentó a desayunar no la pudo evitar.
—¿Cómo estuvo la fiesta anoche? —le preguntó sentándose frente a ella.
—Bien —asintió Victoria.
—¿Y cómo están las cosas con tu Camarón? —interrogó entonces sonriente.
—Perfecto —ella se encogió de hombros.
—Bueno, bueno, te diré lo que me dijo el papá del muchacho —Virginia juntó las manos y se acomodó en el asiento, parecía feliz y emocionada—: me dijo de ahora en adelante te iba a llamar nuera ¿Tengo que llamar al muchacho yerno? —levantó las cejas sugestivamente.
—¡Abuela! —Victoria reclamó mirándola como si estuviese loca.
—¡Ay, pero si es verdad! —le dio un golpecito en la mano—. Tú sabes que es así porque no se separan, cada vez que te busco, estás con él o él está aquí o están en otra parte, yo ahora lo llamo yerno sí o sí.
Alguien tocó a la puerta en ese momento.
—¡Está abierto! —gritó Victoria.
Cameron abrió la puerta y Virginia volteó mirándolo sobre el mesón.
—¡Llegó mi yerno! —exclamó la abuela con alegría.
—Abuela, por favor... —Victoria se cubrió la cara con las manos.
Cameron caminó hasta ellas y sonrió al verlas.
—Buenos días —dijo poniéndose las manos detrás de la espalda.
—Buenos días, Cameron, siéntate —Virginia le apartó una silla, él se sentó entre ellas—. ¿No le vas a dar un beso, Victoria? —su abuela se cruzó de brazos.
—Hay que ver que tú y mi tío son familia, de verdad —Victoria negó con la cabeza.
Cameron se inclinó hasta ella y le besó la mejilla, Victoria lo miró tímida mientras se sonrojaba.
—Ustedes son muy lindos, niños —Virginia se levantó y tomó su bolso que colgaba de la silla colgándoselo en el hombro, luego tomó las llaves del mesón—. Yo me voy, tú acuérdate que esta tarde vamos a la iglesia, vístete y me ves ahí a las cinco ¿ok? —le decía a Victoria mientras caminaba hacia la puerta.
Victoria asintió, su abuela le lanzó un beso antes de salir del apartamento.
—¿A la iglesia? —Cameron frunció el ceño.
—¿Eres ateo o algo? —le preguntó Victoria.
—No —él sacudió la cabeza.
—¿Vas a la iglesia?
Él se encogió de hombros.
—A veces.
Ella lo miró entrecerrando los ojos y él se quedó ahí mirándola de vuelta sin decir nada. Ella rodó los ojos.
—¿Quieres venir conmigo hoy a la iglesia, Cameron? —le preguntó al fin.
Él sonrió.
—¿Por qué lo preguntas así? —se cruzó de brazos.
—Porque era obvio que querías que te lo preguntara, tenías toda la intención.
—Yo quiero estar contigo ¿es malo?
Ella lo miró con ternura y negó con la cabeza.
—Por supuesto que no.
Cameron se inclinó hasta ella y capturó sus labios en dulce beso, llevando su mano izquierda hasta su mejilla para acariciarla mientras la besaba. Ella lo besó de vuela con mucha más efusividad, porque así eran ellos; él era tierno mientras que ella siempre tenía prisa. Aunque a veces él también se dejaba llevar y tomaba sus mejillas, invadiendo su boca sin dejarle respirar siquiera, como para recordarle que él también estaba ansioso por besarla.
—Bueno... —ella susurró poniendo su mano sobre el pecho de Cameron—. ¿Qué hacemos ahora?
—Besar suena bien... —dijo él con una sonrisa.
—No podemos besarnos todo el santo día hasta que llegue la hora de ir a la iglesia ¿Sabes? Eso es... bueno, no deberíamos —ella parpadeó varias veces intentando no verlo.
—Podemos hacer lo que queremos, luego te confiesas —dijo él con simpleza.
—¡Descarado! —ella lo golpeó en el pecho—. Tenemos que tener reglas; nada de... muchos besos antes de ir a la iglesia y no en frente de tu papá o mi abuela.
—I agree (estoy de acuerdo)—él asintió—. ¿Y... otras cosas? —ladeó la boca entrecerrando los ojos y cruzándose de brazos hacia ella.
—¿Cómo otras cosas? —ella se puso tan roja como un tomate—. Asumo que hablas de sexo —dijo rápido, como si decirlo así le quitara lo vergonzoso al asunto.
Él rió.
—Yeah, that (sí, eso) —él asintió.
—Pues nada de eso antes de ir a la iglesia —sentenció ella con la voz casi quebrándosele.
La idea era ciertamente tentadora pero no sabía qué hacer con eso. Nunca lo había hecho, le aterraba, había oído historias horribles al respecto.
—Sabes que no es eso lo que quiero decir, Vic —la besó de nuevo—. Pero yo entiendo.
—¿Qué entiendes? —ella frunció el ceño.
—Que tú no quieres, solo quería saber si... mmh ¿Cómo digo eso? —susurró para sí mismo y luego sacudió la cabeza—. Yo quería saber si... en algún momento, tú quisieras...
—¿Acostarme contigo? Sí, tal vez, lo pensaré —ella asintió muchas veces.
Él sostuvo su cabeza por las mejillas deteniéndola y mirándola a los ojos.
—I love how you always go straight to the point (amo como siempre vas directamente al grano) —le dijo antes de besar la punta de su nariz.
—Yo sé —ella sonrió.
—¿Sabes que dije? —la miró alzando las cejas.
—Bueno, no completamente, pero sé que "love" es amor y lo dijiste y yo sé que es imposible no amarme —se encogió de hombros como si no fuera gran cosa, él sonrió.
—Sí, así es —asintió él y la volvió a besar—. ¿Segura que no mucho antes de irnos?
Ella estaba mareada, como siempre cuando él la besaba, tal vez por eso había dicho que no le importaba.
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