-Hija... -César le puso una mano en el hombro a Victoria-. Por favor, deja de llorar ¿Sí? Me estás preocupando.

-Es que... -Victoria trató de hablar pero no se le entendía nada por la combinación entre el llanto y las palabras entrecortadas.

-Claro, claro... -César suspiró -. Este... él te engañó.

-¡No! Es que... -y volvió a tratar de explicarle pero era imposible que alguien entendiese aquello.

-¿Ya no se casarán?

Victoria empezó a sollozar más fuerte y se abrazó a su padre con fuerza. Oriana entró en la sala recién levantada, no esperaba encontrar a César abrazando a Victoria mientras lloraba. Cuando él la miró articuló con sus labios la palabra «Ayúdame». Oriana se encogió de hombros h César le envió una mirada asesina. Oriana suspiró y bajó los brazos, se dirigió al sofá y se sentó a su lado.

-Victoria... ya basta -sentenció con voz firme-. Ya no tienes cinco años, deja de actuar como una niña, además... yo te lo dije.

Victoria detuvo su llanto y se separó de César para mirar a su madre. El haber terminado dándole la razón a su madre le rompió el corazón. No es como que ella diera por perdida la relación con Cameron, era que ya no quería casarse con él. Todo lo que había pasado le habían roto todas las esperanzas, le habían hecho darse cuenta de que era una locura casarse con él. Odiaba pensar como todos los que se lo habían dicho pero probablemente eso era lo mejor. Ni siquiera podía hablar con él... ella había dicho que no se daría por vencida mientras valiese la pena pero ahora dudaba acerca de todo... y no podía casarse con alguien de quien dudaba.

-Yo lo amo -susurró-, pero me siento muy insegura... ya no puedo hacerlo.

-Eso es porque ustedes son ese tipo de pareja que está acostumbrada a verse todos los días, lo quieran o no el cambio de rutina los cambia a ustedes... sabía que algo así iba a terminar pasando -Oriana suspiró-. Me agrada Cameron, pienso que es un buen muchacho para ti... pero es exactamente eso, Victoria, un muchacho, y tú también eres demasiado jóvenes... los jóvenes no tienen la calma de los adultos, no entienden que la vida sigue sin importar lo que pase, que no todo tiene que suceder ahora.

-Eso es muy lindo, mamá pero... ¿Por qué no puede ser fácil? Yo... lo amo, quiero verlo, quiero estar con él ¡Odio nuestra estúpida diferencia de nacionalidad! Cuando hacen las fronteras nadie piensa en las pobre personas que van a enamorarse a través de ellas -interrogó secó sus lágrimas-. Ni siquiera puedo despedirme de él de buena manera... no quiero hablarle a través de una computadora, quiero verlo.

César suspiró y se pasó una mano por la cara.

-Esto me va a doler en la cuenta bancaria, en la chequera, en todos los partos que he atendido y en todas partes -resopló él mientras sacudía la cabeza.

-¿Qué? -Victoria interrogó con confusión.

-¿Tienes pasaporte? -preguntó César.

-Sí, lo saqué antes de que él se fuera.

-Bueno, vamos... vamos a ver a tu Camarón.

(...)

-Gracias por acompañarme -le dijo Cameron a Dustin, uno de sus mejores amigos mientras él le entregaba su boleto de avión.

-De nada, será bonito conocer tu otro país -Dustin sonrió.

-Solo vas porque te gustan las latinas -reprochó Cameron.

-Que tú te vas a casar con una, no creo que deba ser juzgado por ti -respondió Dustin cruzándose de brazos.

-No me caso con ella porque sea latina -aclaró Cameron.

-Ah ¿entonces no tiene nada que ver?

-No digo que no sea parte de mis infinitas razones pero...

-Ya cállate -su amigo bufó rodando los ojos-. ¿No le vas a decir que irás?

-No, quiero que sea una sorpresa -Cameron sonrió-. Haré lo que sea para recuperarla...

-Bien ¡Nos vamos a Venezuela!