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24. Esfuérzate un poco más, Hope.

—¿Seguro que le voy a caer bien a todos? —interrogó Victoria con preocupación mientras esperaban a que abrieran la puerta en casa de la familia de su padre junto a César—. Estoy muy preocupada ¿Y si no les caigo bien?

César le pasó una mano por el pelo para tranquilizarla.

—Les vas a caer bien ¿Cómo no? Eres mi hija —el hombre le sonrió.

—Ya sé, pero... no sé, estoy paranoica —se encogió de hombros y se cruzó de brazos.

—¿Todo bien con tu camarón? —preguntó César alzando las cejas.

Victoria lo miró y asintió.

—Hasta ahora sí —susurró antes de una mujer abriera la puerta.

La mujer detrás parecía joven y amigable, no más de treinta con el pelo negro y el maquillaje perfecto, muy bien vestida. César le había enseñado fotos a Victoria, por esa sabía que era su tía Altagracia, la hermana menor de su padre. Justo ese día iba a conocerlos a todos y estaba ansiosa, su padre había dicho que eran personas agradable y que también querían conocerla. A Victoria le agradó la idea de tener una familia más grande.

—¡Ay Dios mío, pero si es igualita a ti! —Altagracia se puso las manos sobre las mejillas—. Pero bonita pues, salió a su mamá también, gracias a Dios —César bufó y su hermana sonrió, luego se acercó sorprendiendo a Victoria con un abrazo fuerte y un beso en la mejilla—. Mucho gusto, Victoria, yo soy tu tía Altagracia, la hermana menor de tu papá, pasa, estás en tu casa —ella tiró de la mano de Victoria dentro de la casa.

Por el aspecto de todo dentro de aquella casa, su exterior y la urbanización en donde se encontraba ella sabía que su familia paterna tenía algo de dinero. No le extrañaba, casi todos eran doctores. Tenía miedo de que ella con todas sus indecisiones acerca de todavía no saber qué hacer con sus estudios y solo asistiendo al curso de inglés la volviesen demasiado poco para ellos, pero de todas maneras se arriesgaría.

Su padre no estaba equivocado, su familia era bastante agradable; tenía cuatro tías paternas todas casadas, incluyendo a Altagracia, su abuelo aún vivía y era un señor gracioso y vivaz. Sus tíos políticos eran amigos y compañeros de trabajo de su padre, bastante amables. Y tenía un montón de primos, algunos cuantos de su edad.

Esa era la parte que la preocupaba, los primos mayores, tres de ellos; María Laura, Alberto y Estefanía, a ellos ella parecía no caerles muy bien. Al parecer porque había llegado en mal momento, ellos tenían una especie de reunión con sus amigos en el patio trasero y a la hora de saludarla fueron muy cortantes. Victoria supuso que porque los habían interrumpido para que fueran a saludarla.

Victoria se había quedado en la sala hablando con su padre y los demás adultos, le habían preguntado un montón de cosas efectivamente y ella había tratado de ser ella misma mientras estaba con ellos, como había dicho su madre. Afortunadamente les había gustado su sentido del humor, le sorprendió saber que conocían a su madre y que aseguraban que era igualita a ella. Victoria se sintió bien al respecto.

—Ven por aquí, Victoria, te llevo a la cocina —le dijo una de sus primas más pequeñas, una de las que se había encaprichado con ella y ahora no la soltaba, a Victoria le parecía adorable así que la siguió cuando le ofreció llevara hasta la cocina para servirle un poco más del dulce de arroz con leche que había hecho su tía—. Yo también quiero más, así que nos voy a servir a las dos ¿Oíste? —le dijo Anita, que apenas tenía seis años.

—Está bien —Victoria asintió sonriendo y la ayudó a sacar el dulce de leche de la nevera.

—Hola —escuchó a alguien hablar y levantó la mirada, era un chico, había venido del patio así que probablemente era amigo de sus primos, Victoria le encontró parecido con Miguel—. ¿Eres amiga de María Laura también? —preguntó acercándose.

—¡Nop, es mi nueva prima Victoria! —exclamó Anita con alegría—. Es hija de mi tío César.

—Ah, no sabía —el chico le sonrió, tenía una linda sonrisa, era moreno y alto, atlético y de ojos oscuros, él le tendió la mano—. Mucho gusto, soy Andrés, Victoria te llamas ¿No? —alzó las cejas, Victoria le estrechó la mano rápidamente.

—Sí —ella asintió.

—¡Andrés, hijo, el hielo! —escuchó a una de sus primas abrir la puerta, cuando vio que el chico hablaba con ella se cruzó de brazos—. Tú no puedes ver a una que no te has cogido porque es que te pica ¿Verdad? —Victoria quiso reír pero lo evitó.

—No nos dijiste que tenías una prima nueva —Andrés sonrió—. La hubieses invitado a beber con nosotros.

—Ella estaba aquí hablando con mis tíos, además, yo no la conozco —ella se encogió de hombros sin darle mucha importancia—. Apúrate ¿Quieres?

—¿Quieres venir a beber con nosotros afuera, Victoria? Para que conozcas algunos amigos, para que convivas con tus primas, no sé, debes estar cansada de estar con puros viejos allá dentro —ofreció Andrés con una sonrisa.

Victoria pensé que ese era el estereotipo de chico que a ella le desagradaba.

Miró a Anita que se encogió de hombros.

—No, prefiero quedarme aquí, no quiero molestar, Anita y yo estamos jugando ¿Verdad? —le empujó el hombro a su prima.

—¡Sí! —Anita alzó su brazo.

—No vas a molestar vale, vente con nosotros —Andrés le guiñó un ojo.

—¡Pero déjala en paz, intenso! —su prima, cuyo nombre Victoria no recordaba si era María Laura o Estefanía, estaba comenzando a enojarse.

Hazle caso, rogó Victoria en su mente.

—A pues, ¡Vete María Laura, esto no es problema tuyo! —él apuntó la puerta.

María Laura rodó los ojos pero no se fue y Andrés se acercó a Victoria.

—Al menos dame tu número —pidió Andrés con una pose de galán fingido.

Anita, probablemente porque hasta ella sabía que era un truco barato, se destornilló de risa junto a Victoria.

—Tengo novio —dejó en claro Victoria.

—¡No me la calo! Hasta se inventa un novio para que la dejes en paz —espetó María Laura burlonamente, Andrés rodó los ojos.

—No es cierto, Victoria tiene un novio que vive en Estados Unidos ¿Cómo era que se llamaba? Tiene un nombre gracioso —Anita la miró, Victoria le puso una mano sobre el pelo y sonrió, esa niña empezaba a ganársela.

—Se llama Cameron —dijo Victoria.

—¡Como camarón! —exclamó Anita.

—Lo sé —Victoria asintió.

—Ella me mostró una foto, es muy lindo, se parece a un niño de serie de televisión —alegó Anita.

—Y es medio venezolano —comentó ella.

—¡Viste, que no está mintiendo! —Anita le sacó la lengua a su prima.

—A mí me parece todo eso muy irreal —María Laura subió los hombros.

—A ella no le importa —Anita le sacó la lengua otra vez—. Envidiosa.

Tal parecía que esa niña estaba reflejando todos sus verdaderos pensamientos, estaba orgullosa de eso.

—Bueno, como sea —Andrés le volvió a sonreír—, el que tu novio esté lejos no te impide divertirte, ya sabes como dice el dicho, amor de lejos, felices los cuatro ¿No es verdad? —él alzó las cejas de nuevo, demasiado presumido.

—Sí, he escuchado el dicho —Victoria tomó la mano de Anita para salir de la cocina con ella—. Pero si se me ocurriera engañarlo, júralo que no sería contigo —le dijo antes de salir definitivamente de la cocina.

—No les hagas caso, yo sé que Cameron te quiere —le dijo Anita cuando por fin estuvieron solas.

—¿Y cómo tú sabes eso? —Victoria la levantó del suelo para tenerla en sus brazos.

—Porque yo lo sé ¡Soy psíquica! —se puso las manos contra su frente e hizo un gesto gracioso—. Y si no te quiere, bueno, te consigues otro más bonito y más gringo ¿Verdad?

—Estás loquita —Victoria le besó la mejillas—. Llevarás los anillos en mi boda —susurró abrazándola.

Victoria volvió a su casa con su padre ya un poco tarde, César subió para saludar a Virginia y a Oriana. Por su lado, ella solo esperaba llegar a casa para ver cuantos mensajes tenía de Cameron al conectarse al WiFi. Ella había gastado sus megas ya y solo disponía del WiFi para comunicarse con él. Era una tortura. Estaba acostumbrada a hablar con él siempre que llegaba a casa, a verlo hasta muy altas horas de la noche, a hablar con él todos los días, a verlo, a abrazarla y besarlo. Que él estuviese tan lejos era una tortura para ella pero lo sobrellevaba. Inesperadamente, asistir al curso de inglés la hacía sentirse cercana a él, no es que fuera suficiente pero sabía que todo era por él y eso la reconfortaba de alguna manera.

Respecto a Hope, Victoria había estado preguntando a Cameron cada día si ella había muerto en un terrible accidente, para su desgracia, todos los días la respuesta era un no. Le enfurecía saber que no podía hacer nada para alejarla de Cameron ella misma pero confiaba en su prometido más de lo que hubiese confiado en nadie jamás y sabía que él confiaba en que ella haría lo posible por matarlo si se le llegaba a ocurrir engañarla, así que no se preocupaba.

—¿Cómo te fue? —preguntó Oriana al verla cruzar la puerta.

—Bien —Victoria hizo un puchero y rodeó a su madre con los brazos, poniendo el mentón sobre su hombro—. Debiste ir, todo el mundo preguntó por ti.

—No ¿Qué voy a hacer yo ahí? No pinto nada ahí —bufó Oriana.

—Pues que mal porque ya le dije a mis hermanas que vas a ir para la fiesta de cumpleaños de Altagracia —dijo César que permanecía parado detrás de ellas.

—¿Pero tú para qué dices nada, salido? —lo regañó Oriana.

—Te quieren ver, recuerda que eras amiga de ella, por favor, Oriana —César rodó los ojos—. Para empezar tienes que ir porque me debes los dieciocho años que pasé sin conocer a mi hija y sí, te lo voy a seguir reclamando por los próximos dieciocho años —él se cruzó de brazos y alzó la barbilla.

—¡Ya me disculpé! —Oriana porfió como una niña pequeña.

—¡Dieciocho años! —repitió César.

Céeeesaaaaar —Oriana echó la cabeza hacia atrás mientras se quejaba, Victoria se echó a reír—. No me hagas ir.

—Sí vas a ir —César se cruzó de brazos.

—¡Pero qué pena con tu familia! —Oriana se cubrió la cara con las manos.

—Hay que ver que tú y tu Victoria son igualitas —interrumpió Virginia entrando en la sala ya lista para ir la cama, se paró frente a Oriana con las manos sobre las caderas—. Qué pena ni que nada, tú vas porque ya te comprometieron y se acabó, si preguntan y no quieres contestar, simple y llanamente dice: sin comentarios ¿Entiendes? Así de fácil, no pongas excusas, Oriana, por favor.

—Pero mamáaaa —porfió Oriana, Virginia le dirigió una mirada severa y Oriana se enderezó—. Está bien.

—Gracias, doña Virginia —le dijo César.

—De nada —Virginia le sonrió y entró en la cocina entonces.

—Oigan —Victoria que estaba parada aun frente a ellos decidió hacer un comentario para molestarlos—: ¿Me pueden dar un hermanito?

—¿Qué? —ambos lo dijeron al mismo tiempo.

—Sí, siempre he querido un hermanito y no es tarde, son jóvenes —se encogió de hombros—. ¿Qué dicen? ¡Como regalo de bodas! Tienen tiempo, aparte, mi papá es obstetra, sale gratis la consulta ¡Todo resuelto!

—Victoria... —su madre mencionó su nombre apretando los dientes, casi parecía que sus ojos iban a tornarse rojos, por otro lado, su padre sonreía.

—Bueno, mala idea —Victoria se aclaró la garganta—. ¡Buenas noches, voy a hablar con Cameron! —dijo y corrió por el pasillo, escapando de ellos.

A pesar de que sabía que no estaban juntos, a ella realmente le hubiese encantado lo estuvieran. Pero se olvidó de ello y entró en su habitación, sacando su teléfono para leer sus mensajes, había escuchado el timbre de las notificaciones un montón de veces mientras hablaba con sus padres. Efectivamente, había un montón de mensajes de Cameron pero también de Hope, porque había guardado su número por si lo llegase a necesitar.

Abrió primero los mensajes de Hope.

Eran fotos, de hace mucho tiempo al parecer, de ella con Cameron, por supuesto él sonreía, pero era su sonrisa de por "por favor, termina ya con esto". Victoria tuvo que reírse porque ella ponía, según lo que podía entender: "¿Lo ves? tenemos mucho tiempo conociéndonos, unos meses en tu país lo cambiaron pero te aseguro que todo volverá a la normalidad".

—Esta mujer no tiene respeto por sí misma —suspiró Victoria—. Esfuérzate un poco más, Hope. 

Luego abrió los mensajes de Cameron en donde él le contaba todo lo que había hecho durante el día. Ella sonrió y se olvidó de Hope mientras empezaba a escribir un mensaje para él. Porque Hope tendría que esforzarse mucho para acabar con lo que Victoria y Cameron tenían. 





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