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10. No es mi novio.

—Qué raro es verlo en frente de nosotros y no ir a saludarlo o que no esté aquí, pegado a ti como una garrapata —susurró Eliana cerca del oído de Victoria.

Ella, Miguel y Victoria estaban esperando por la madre de Victoria que se había ofrecido a llevarlos al cine el día siguiente a su llegada. Cameron estaba sentado frente al edificio, recostado del muro que lo rodeaba, cruzado de brazos mientras hablaba con doña Cristina, la señora del piso ocho y el perro Cachito.

Eliana tenía razón, era tan raro verlo y no abrazarse a él, no estar a su lado, no mirarlo hasta que se cansara. Su madre estaba parada en la puerta hablando con una vieja amiga del edificio mientras ellos esperaban unos metros más adelante, en los escalones y Victoria debía fingir que él no se significaba nada para ella.

A veces él volteaba y la miraba, pero no hacía nada más que mostrarle parte de una sonrisa y luego se giraba a mirar a la anciana. Victoria permanecía con su mejor cara inexpresiva, no quería que su madre la viera, estaba segura de que en algún momento podría voltear y atraparla mirando a Cameron con ojos de borreguito enamorado.

—Bueno, ya nos vamos —anunció Oriana bajando al fin los escalones, luego de despedirse de su amiga—. ¿Listos todos, no falta nadie?

—Victoria no tiene muchos amigos, solo somos nosotros —Miguel se encogió de hombros con simpleza, Eliana le golpeó el brazo y le hizo una mueca.

Oriana rió y negó con la cabeza, todos se dirigieron hacia el Ford estacionado en frente del edificio. Victoria intentó no mirarlo, pero lo hizo cuando se subió al auto y trató de devolverle una de las tantas medias sonrisas que él le había regalado mientras estaba ahí. Si no fuera porque tenía miedo de perderlo y porque no quería que su madre la reprendiese, ella habría cedido ante su deseo de mandar todo a la mierda porque su estancia en el país no iba a ser lo suficientemente larga para Victoria, nunca.

—¿Quién es él? —preguntó su madre cuando ya estaban dentro del auto.

A Victoria se le paró el corazón de golpe al ver que había apuntado hacia Cameron.

—¿Él? —ella tragó grueso.

—Sí, vive en frente ¿Ya no vive Gabriel Silva ahí o cómo?

La chica respiró tranquila entonces.

—Es el hijo de don Gabriel, por lo que escuché, es gringo, creo... no lo conozco —mintió.

Escuchó la pequeña risa de Miguel proveniente del asiento de atrás y luego el quejido que vino después del golpe que Eliana le había dado.

—Ah... bueno, con razón —su madre rió—. Es un muchacho bonito ¿Por qué será que los gringos siempre son bonitos? —preguntó su madre casualmente mientras encendía el auto, Victoria subió las piernas al asiento queriendo no participar en esa conversación, ella de verdad no quería hablar de él y fingir que no lo conocía, suficientemente malo ya era que tuviera que verlo y pasar de él.

—¡No todos, señora Oriana, no todos! —argumentó Eliana, salvando a Victoria.

Ella y Oriana iniciaron una conversación completamente diferente hasta llegar al cine. Victoria estuvo muy agradecida con su amiga por distraer a su madre, ella no tenía ganas de hacer nada, pero estaba ahí porque sabía que debía estarlo.

Miguel la acompañó hasta la dulcería, mientras Eliana y Oriana compraban las entradas. Él le empujó el hombro mientras estaban en la fila y sonrió. Victoria no pudo mostrarle una sonrisa de vuelta. Estaba pensando demasiado, acerca de Cameron y el mentirle a su mamá y lo mal que se sentía. Cameron no merecía ser un secreto y no tendría por qué escondérselo a su madre, ella tendría que ser capaz de entender, como su abuela.

—Te portas como si el gringo fuese tu novio —comentó Miguel divertido.

—Ah... —Victoria se rió de sus propios pensamientos—. Es cierto, él no es mi novio —sacudió la cabeza ligeramente.

Miguel se echó a reír.

—¡Es que ni siquiera ustedes distinguen lo que son! —espetó el chico cruzándose de brazos—. Sinceramente, Victoria, yo creo que deberías ser su novia oficial y decírselo a tu mamá, total ¿Qué va a hacer ella? Si ya te dejó vivir con tu abuela con otra rogada pendeja te deja quedarte con tu gringo ¿No?

—No sé, Miguel, no sé, no me marees, suficiente tengo con la culpabilidad asechándome.

—Uy, pues, lo siento —Miguel rodó los ojos—. Pero para que sepas, encuentro muy estúpido tu cobardía.

—¡Ay, pues ve a decirle tú a Eliana que la quieres, estúpido! —Victoria lo empujó con fuerza, pero no pudo moverlo.

—Ya se lo dije, idiota —Miguel le devolvió el empujón—. ¿Y sabes que me dijo? Que esperara ¡Que esperara! Solo me dijo "Espera", eso me dijo ¿Qué se supone que espere, a que ya no la quiera, a que se me pase o qué? ¡No lo entiendo!

—Que esperes a que esté lista, idiota —Victoria rodó los ojos—. Es como si no la conocieras ¿Crees que va a cambiar solo porque le digas que te gusta? ¡Obvio no, seguirá siendo la misma loca que conocemos! Lo que te quiso decir es que esperes a que esté lista para hablar, a que termine de emocionarse y de pensar cada pequeña palabrita que te va a decir cuando el momento llegue.

—¿Me la voy a tener que calar de romántica todo el tiempo?

—¿Acaso te importa eso?

—Bueno, no, pero yo no sé qué decir cuando se pone cursi.

—Pero tú la quieres...

—Obvio sí, ¿No crees que la habría matado hace tiempo de tanto que me saca de quicio si no la quisiera?

—Bueno, entonces tú tolérala como siempre lo haces —Victoria le sonrió—. Lo bueno de ser amigos y novios es que ya sabes que esperar del otro, ella no estará decepcionada por reacciones que ha visto antes, te conoce y aun así quiere estar contigo ¿No es eso suficiente?

—Por el momento —dijo Miguel—. ¿Qué vas a hacer con tu gringo? Yo digo que enfrentes a tu mamá.

—¿Por qué insistes tanto con eso?

—Me choca que no te deje tener novio.

—¿Por qué?

—Porque la mamá de Eliana tampoco la deja y reflejo mi molestia en todas las madres de ese tipo.

—Ah no, pues qué razón más buena.

—No sé, sabes que pienso es ridículo, ya no tenemos catorce años.

—Ya sé, es tonto pero esa fue su condición.

—Una condición de mierda ¿Qué iba a saber ella de todas maneras? Tu abuela es una alcahueta.

—¡Ya sé! Pero funciona porque yo me siento muy culpable ahora —Victoria rió—. Extraño a Cameron —suspiró.

—Ya sabía yo que te ibas poner melosa —Miguel rodó los ojos.

—¡Ah no, pero no falte Eliana un día que te da una depresión que ni quien te saque de ella!

—Pero tú eres la que se burlaba de mí ¡Ahora estás igual!

—Ya sé, es estúpido, hago cosas ahora que pensé que no haría nunca.

—El amor, el amor...

Victoria rodó los ojos, pero tuvo que darle la razón.

Luego de una larga película, una pizza y un largo recorrido, Victoria volvió a casa. A su madre solo le quedaba un día, cada vez estaba más cerca de volver a su rutina con Cameron. Dos días ya se parecían a una semana sin él, las cosas eran más aburridas. Victoria odiaba pensar que así sería cuando él se fuese, iba a sentirse un poco vacía y muy triste. Ella sabía perfectamente que podría superarlo, pero no quería tener que hacerlo, a ella le hubiese encantado no sentirse mal por enamorarse de Cameron... pero ¿Qué más daba? Le gustaba estar en camino a enamorarse completamente de él. Y

—Se lo voy a decir —se dijo a sí misma ese día, sentada en la mesa de la cocina a oscuras, a las tres de la mañana—. Bueno, no se lo voy a decir... —suspiró, hablar consigo misma en voz alta ya era una costumbre para ella—. ¿Para qué se lo voy a decir de todas maneras? Se va mañana ¿Qué gano con decirle? —Victoria se golpeó la frente—. Deshacerme de la culpa, por supuesto... Victoria ¿Por qué eres tan pendeja? Cuando extrañas a Camarón te pones pendeja.

—Victoria, hija...

Victoria saltó de la silla levemente llevándose la mano al cuello, su madre había salido del baño cruzándose de brazos y mirándola severamente. Ella no sabía que estaba, probablemente la había escuchado. Que alguien la matase, no podía ir peor.

—¿Por qué hablas sola en la madrugada? ¿Necesitas un té o algo? —Oriana negó con la cabeza, caminando hasta la mesa para sentarse a su lado—. ¿Algo que quieras compartir conmigo, Victoria Graciela?

—No nada, me voy a hacer un té, estaba decidiendo que té hacerme —ella se encogió de hombros.

—Victoria, solo tienen manzanilla y por favor, ¿No crees que no te escuché?

Victoria miró a su madre entrecerrando los ojos, esa cara, aunque un poco opaca por la luz tenue que venía del baño, la conocía perfectamente. Era la cara de que lo sabía, mucho antes de siquiera haberla escuchado.

—Mi abuela te dijo ¿Verdad? —Victoria rodó los ojos—. ¡Esa señora no sabe cómo guardar secretos, por la virgen!

—Estabas rara y yo quería saber que pasaba, tuve que sacarle el cuento a la fuerza, no quería soltar nada.

—Qué poca resistencia —murmuró Victoria—. ¿Qué tanto te dijo?

—Básicamente, que el vecino, Gabriel, te llama nuera.

—¡Te juro que Cameron no es mi novio, mamá, no me lleves para Caracas, ya sabes que no soporto a tu novio, lo mataré mientras duerme, lo juro! —ella se detuvo a analizar su frase un segundo y luego dijo—: a tu novio, no al mío... ¡Bueno, es que yo no tengo novio, no es mi novio!

—¡Victoria! —reclamó su madre abriendo mucho los ojos—. ¿Te quieres calmar?

—¡Pero promete que tú también te vas a calmar!

—Sí...

—Y que vas a tener piedad.

—Que sí...

—Y que considerarás que he vivido aquí mucho tiempo y...

—¡Que sí, por Dios! —Oriana se cruzó de brazos y le dio otra mirada severa—. Mira, es verdad que te lo advertí... pero bueno, yo hablé con mi mamá y no sabes el jarabe de lengua que me dio porque estaba siendo una desconsiderada y tal y el muchacho, que es muy bueno y vuelta al muchacho y me fastidié mucho peleando con ella, ahora no voy a pelear contigo, con tal de que mi mamá no se aloque, te dejo en paz —su madre parecía cansada y Victoria jamás se sintió más feliz—. Pero me lo tienes que presentar, yo voy a hacer una excepción ¡Una única excepción, porque tu abuela me lo pidió, Victoria! Tengo que aprobarlo para confirmar.

—Pero es que él no es...

—Bueno, Victoria, es o no es, me lo dices porque estoy empezando a pensar mal.

Victoria se quedó callada mirando la mesa; se le había concedido una nueva oportunidad única en la vida, su abuela había tenido que dar un discurso extenso y demasiado profundo para que su madre aceptase la situación, así que ella no iba a desaprovechar todo ese sacrificio. Miró a su madre sonriendo entonces, aun con nerviosismo en la mirada y dijo—: te lo presentaré mañana, lo vas a amar, es muy lindo... le digo Camarón, de cariño.



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