Capítulo 9: ¡¿Melany, qué hiciste?!
—¿Fuiste a la fiesta del viernes?
—Sí. ¡Qué buena estuvo!
—Yo no pude, me la perdí.
—¡Tenías que haber ido! Pasaron muchas cosas interesantes.
La entrada a la escuela el lunes no fue para nada agradable. Había muchos rumores de la fiesta de Vanessa hace tres días atrás. Decir que los que fueron a la fiesta estaban hablando de ello era falso, ¿por qué? Bueno, porque hasta los que no asistieron rumoraban entre pasillos sobre ciertas cosas que habían pasado entre esas cuatro paredes, música y tragos.
—Ay, pero la parejita más linda en esa fiesta era Cloe con Mateo.
—Ay, sí. Parece que están enamorados.
Los chismes iban subiendo cada vez más de nivel, hasta un punto en que los detalles más íntimos se presentaron en todas las lenguas habidas y por haber.
—¿Son novios?
—Claro que sí, chicos. ¿Qué ustedes se piensan?
Los rumores continuaban.
Respira, Lale.
Respira...
Calma...
—Por favor, Lale. Recuerda lo que te dijo Anelía: ella no está ahí para aguantarte el corazón maldiciendo a ellos dos —me aconsejó Rosalía pausadamente a mi lado.
Sin embargo, eso no lo solucionaba.
Respira, Lale...
Respira, Lale...
Respira profundo...
—¿Por qué respiras como caballo? —preguntó Rosalía con el ceño fruncido.
—Tú cállate, que estoy intentando concentrarme —dije rápidamente, con la mirada en un punto fijo.
—¿Okay? —Rosalía no pareció muy convencida.
Estoy intentando relajarme porque juro que estoy llegando al borde. Aún puedo aguantar un poco más, pero estoy segura de que si Cloe me toca un pelo, me mira o intenta burlarse, no aguantaré y le presentaré mi mano a su cara bonita.
Es que no puedo...
Respira...
—¡Hey, chicas! —sacudí mi cabeza y enfoqué mi mirada en una Melany muy sonriente que se acercaba a nosotras.
—¡Melany!
La desaparecida de la fiesta acaba de aparecer por arte de magia en la escuela. Damas y caballeros, un premio para nuestra maga.
La veo muy sonriente y la pregunta la tengo en el borde de la lengua. Nos saludó a ambas con una sonrisa que me hizo sospechar. Entrecerré los ojos.
—¿Qué pasó con el chiquito? —preguntó Rosalía.
Vaya, ella si va al punto.
—Creo que tengo mucho que contarles... —comentó timidamente, mirandonos con precaución.
Oh, oh.
—¿Mucho que contarnos? —La observé entrecerrando mis ojos.
El color rojo marcó las mejillas de Melany rápidamente y un brillo en sus ojos hizo abrir los míos, incrédula.
—¡No me jodas! —habló Rosalía.
Melany se sonrojó aun más.
—¿Tú no te habrás entregado a un chico que acabas de conocer en la fiesta, no?
Para mi sorpresa, mi amiga Melany se sonrojó como un maldito tomate e intentó no encontrarse con nuestra mirada.
—¡¿Melany, qué hiciste?!
Rosalía y yo no perdimos tiempo, y la tomamos de la muñeca. Debido a mi experiencia de ayer sé cuál es el lugar preferido de mi amiga para hablar: el baño.
Cuando íbamos tan apuradas, algo pasó. Me encontré a la salida del baño con la más grande arpía en el mundo de los bichos: Cloe.
Iba saliendo con Vanessa del baño. Frente a frente.
No la mires...
No la mires...
Aguántate, no la mires...
Cloe me pasó por al lado arreglándote el cabello, con la compañía de Vanessa que venía riéndose de algo que esta le había dicho. Creo saber que que se reía.
¡No pienses en eso, Lale!
No la mires...
—¡Lale! ¿Qué tal?
¡Carajo!
La tuve que mirar. Mi plan de ignorar a la arpía fracasó.
—¿Tú fuiste a la fiesta de Vanessa? Porque nunca te vi —dijo con el tono de voz más hipócrita que pudo intentar.
Maldita perra.
Enjendro del demonio.
Sí, nunca me viste...
Cómo no.
—¡Ay no, yo tampoco te vi! —le respondí con el mismo tono de hipócrita y la sonrisa falsa que tanto le gusta dedicarme desde que se juntó con Mateo—. ¿Pero se comenta que te divertiste mucho, eh?
—Es que es una fiesta. Imagínate tú. Me divertí mucho con mis amigos —me dijo sonriente.
Sí, en especial con Mateo que le metiste la lengua hasta la garganta.
—Cálmate Lale. Cálmate. Recuerda a Anelía. Que está rezando por ti para que los dos se vayan a la mierda. ¡Carajo! —me susurró Rosalía una vez que Cloe se volteó hacia Melany.
—¿Qué tal, Cloe? —dijo Melany con su tono de inocencia—. Estabas muy bonita en la fiesta de ayer. Me gusta la pareja que haces con Mateo.
¡¿Qué?!
¿Agencia de Flores?
Sí. Necesito un encargo para una muerte posible en los próximos 10 segundos.
Fulminé a Melany con la mirada, y mi amiga de al lado también lo hizo. Cloe pasó su atención a Rosalía y aproveché para mirar a Melany con disimulo.
—¿Hice algo mal?
—No. Nada. No hiciste nada mal. Nada —le dije.
—Sí, hacen una pareja muy bonita. —le siguió Rosalía y sentí como me pellizcó la espalda.
Entendí.
Quiere que le siga la rima.
—Sí, sí... —susurré.
—Bueno, me voy que mi novio me está esperando.
Te puedes ir y que te caigas por un pozo, estaría mejor.
Cloe salió del baño y nosotras pudimos pasar hacia el interior. Estaba un poco oscuro aquí. Lo bueno es que no había nadie.
—¡Ay, no la soporto! ¡No la soporto, carajo! —estallé dejando que toda la furia contenida saliera hacia al exterior como lo hice el viernes.
—Cálmate, Lale. Cálmate —trató Rosalía, pero Melany no entendía de ninguna manera.
—No entiendo. ¿Qué fue lo que hice tan mal?
—Eres muy inocente como para entender lo que está pasando —le dijo Rosalía.
—Bueno pero inocente... Inocente...
Y ahí fue donde me acordé el motivo de todo, del porqué vinimos al baño tan apresuradamente, de lo que pasó en la fiesta, y de que tenía ante mí un pequeño gran problema.
Rosalía se cruzó de brazos y se giró hacia ella.
—Pero, volviendo al tema. ¿Cómo es que te cogiste al chiquito que conociste en la fiesta?
Melany se sonrojó.
—Bueno, es que... Nos empezamos a besar. Y después... Se empezó a calentar y no...
—¡Sin detalles, por favor! ¡Sin detalles! —Agité mi mano derecha planamente en el aire.
Suficiente.
—Sí, sin detalles por favor —dijo Rosalía.
La voz de Melany se distinguía muy baja y fina, señal de que estaba nerviosa.
—Bueno, es que ustedes me preguntaron...
—Sí, pero no fue para que nos explicaras cómo hicieron el delicioso —contestó Rosalía.
¿El delicioso?
La miré algo dudosa y apenada a la vez.
—¿Rosalía? ¿El delicioso?
—Sí, pues, el AMOR... —me aclaró.
Ah.
—Sí pues, es que él me dijo que le gustaba mucho y nadie me había tratado tan bien y yo... Yo... Yo... Yo caí —confesó Melany con un hilo de voz y suspiré.
—Bueno, al menos usaron protección. ¿No?
—¿Protección? —Melany nos miró.
—Sí, el condón —respondió Rosalía—. ¿Usaron condón, verdad?
Mis ojos se abrieron gigantescamente y mi corazón comenzó a retumbar en mi pecho.
Que no sea lo que creo que estoy pensando.
No me asustes, Melany.
—¿El condón?
—No me jodas. —Rosalía adoptó mi expresión—. ¿No te protegiste en tu primera vez? ¡¿Pero en qué carajos estabas pensando?! ¿Sabes además de quedar embarazada cuántas emfermedades atrae esas cosas?
—¿Y tú cómo carajos sabes tanto de eso? —le pregunté extrañada.
—No mames, Lale. Lo dan en clases de Biología.
—No soy muy adicta a la Biología.
Rosalía se pegó con la mano en la frente.
—Diosito, aguántame. Diosito, aguántame para no jalarle los pelos. ¿Por qué Anelía no está aquí?
Me reí.
—Anelía es otra pendeja más. ¿Qué va a saber ella de eso?
—Ah, cierto.
Sacudí la cabeza y de pronto las dos miramos a Melany.
—Pero aquí el asunto es: ¿cómo mierda no te pusiste protección?
—Eh... Tal vez no es para tanto, chicas. Seguramente estoy bien. Además, nadie queda embarazada a la primera. ¿No?
—Ojalá y lo que digas sea verdad —dijo Rosalía y nos miramos.
El timbre sonó sacándome de la conversación.
—Bueno, me tengo que ir a clases.
—Yo me voy contigo —dijo Melany.
—Y yo me quedo aquí un momentito a retocarme el maquillaje.
¿Eh? Miré a Rosalía de medio lado y la señalé con el dedo, entrecerrando los ojos.
—Ah, tú andas muy sospechosa. Maquillándote. ¿Qué enamorado tienes por ahí que no me has contado?
—No necesito tener enamorado para maquillarme. —Inmediatamente me quedé seria, insistiéndole con la mirada fija—. Odio que me conozcas tanto.
¡Ja! Ya sabía yo...
—Te estoy vigilando, maldita perra. —Señalé mis ojos y luego los de ella con mis dos dedos.
—Perra con trono y todo incluido —dijo tan segura de sí misma que me causó gracia.
Al final, tomé a Melany del brazo y nos dirigimos al aula. Sabía lo que me esperaba. Podría encontrarme a Cloe otra vez, a la profesora ya dando su clase, o incluso, a Mateo.
Unos minutos tardes no me causarían ningún regaño. ¿O si?
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