Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 42: Me quedo contigo.

ME QUEDO CONTIGO

Respira.
No lo mires.
Tú solo, respi...

—Eh.

Ay no.
No, no, no.
Con toda esta gente aquí no.

—¿Lale, qué tú estás haciendo tan pegada a Mateo? —Cerré los ojos con fuerza y miré hacia otro lado. Sentí a Mateo reírse por el movimiento que hacía su espalda, a lo que yo le di un pequeñito golpe desde atrás, dejando caer mi puño sobre él—. Mírala, mírala, ni me quiere mirar. ¡Ay Diooos!

Del impacto comencé a reírme con fuerza, aferrándome más a Mateo, llegando a abrazarlo para así evitar que me viese la cara. Al instante, empecé a sentir silbidos y un "échale, Lale" que juraría que venía de Carlos. No estaba de más decir que las risas no faltaron.

—¡Y no lo suelta! —gritó Damián de nuevo para remediar—. Espérate que esto lleva foto.

—¡NOO! —Mateo y yo chillamos y del impacto me separé de él, tomé fuerza con las manos y lo empujé fuera de mí, algo que no tuve que hacer mucho esfuerzo ya que por él mismo fue que mis muslos quedaron al aire otra vez.

Reuní fuerzas y miré a Damián con una mano en la cara, y al notar a todo el mundo mirándome con los cachetes más rojos que un tomate, creí que era el fin del mundo.

Me voy a desmayar.

—¡No, foto de nuevo no, que la foto mía y de Lale sigue regada por ahí! —exclamó Mateo agitando su dedo rápido en el aire y con la cara más risueña y colorada que jamás le había visto.

—Oye, oye, ¿qué foto es esa, eh? ¿Cómo que una foto tuya y de Lale? —se sobresalió Carlos con picardía, mirándonos a ambos y alzando las cejas.

Ay mi madre.
Me muero.

—¡Siii! —Damián asintió sonriente—, y muy pegaditos, por nadita se dan un beso.

—¿¿¿Cóoomooo??? —exclamó la madre de Mateo llevándose las manos a la boca y abriendo sus ojos con una sorpresa gigantesca, mirándonos a ambos.

Sin embargo, no era de molesta... Sino de... ¿Alegre? ¿Acaso era como Damián? No, no, no, no, de eso él tiene el número 1.

Mateo negó con más fuerzas y todos en la sala estallaron en risas. Yo estaba que me moría también, y para colmo, me reía. Era igual a decir: todo lo que dices, te lo confirmo con mis dientes.

—No, mamá. No le hagas mucho caso a Damián que no hubo ningún beso.

—Así mismo —me apresuré a decir, levantándome de la silla y asintiendo con fuerza—. Es mentira de Damián, no le creas, Clara.

—¡Ay, si para mí sería una bendición que ustedes estuviesen juntos! —soltó la mujer dejándome literalmente con la boca abierta.

No pude hacer nada, y estallé en risas al ver la cara de Damián de maldad pura, señalando a la mujer y a nosotros dos con sus dedos.

—¡Viste! Que yo solo no lo digo. Ustedes dos se ven súper lindos juntos, así con la foto de la boda...

—¡DAMIÁN! —chillé, dando un pisotón en el suelo.

—Más linda que la que tengo en el teléfono, mejor, porque ahí Lale va a estar con su vestido blanco... —continuó. Ya no sabía de donde sostenerme, y veía que Mateo me miraba, como diciendo "¿y ahora quién nos salva?" Y a mí diciendo "si no me salvas tú, creo que nadie", que se entendió a la perfección.

Ambos nos dimos una mirada de comparecencia mientras todos en la sala estaban muertos de la risa. Apoyé la mano en su hombro, y luego mi frente en este, quien terminó por abrazarme.

—¿Lale, qué queda de nosotros ahora? —susurró, pegado a mi oído.

Yo negué, escondida en su pecho.

—Yo no sé, Mateo —lloriqueé dramática—, sálvame...

—Sálvame tú también a mí —dijo y se rió.

Me despegué de su cuello y aún con las manos alrededor de este, miré a Damián. Que hubiera parado de hablar debía haberme alertado, puesto que ya guardaba su celular después de habernos tirado otra foto.

—Para el álbum de familia —dijo.

—Mateo... —lloriqueé y lo miré con cara de niña pequeña a punto de hacer un berrinche. Para colmo, él hizo lo mismo y nos consolamos los dos.

Esperen. ¿Aún sigo abrazada a él?

—Me la pasas, la foto quedó linda. —Me separé al instante para ver a Clara, abriendo su celular y avanzando hasta Damián.

¿QUÉ?

—¿Mamá? —Mateo inquirió con sus ojos abiertos a la par de su boca, para luego mirarme y estallar en risas—. No me lo puedo creer.

—Yo creo que es una batalla perdida, ¿verdad, Mateo? —Lo miré y él asintió. Volví a enfocar a Clara dando un brinquito al recibir la foto y apagando su teléfono para esconderlo en el elástico de su pantalón.

—Sí, hasta con mi madre —me respondió él.

Dejé caer mis brazos cuando dejé de sentir los suyos en mi espalda. Lo iba a soltar rápido antes de que lo hiciera conmigo, y así lo hice para alejarme un poco.

Solo un poquito.

Lo que significa: 5 centímetros.

¿Qué? ¡Es bastante!

Clara avanzó hacia nosotros con una sonrisa.

—La foto está súper linda. Si quieren que se las pase, me escriben —y con eso se sentó así tan tranquila... que me asombró.

¿Qué le escriba para que me la pase?
¡Ni en mis sueños! No tanto así porque mis sueños son traicioneros.

—Me voy, ya tuve lo que quería —dijo Damián desde la puerta, enseñando sus dientes—. Ya molesté a Lale un poco, me puedo ir en paz.

Abrí mi boca, tomando una gran bocanada de aire.

—¡Qué descaro! ¿Y por qué conmigo?

Y se fue sin más, dejándome con la palabra en la boca. Mateo y yo solo pudimos mirarnos y reír, echando a relucir todo el sonrojo que nos quedaba, bajo la mirada de su madre, quien nos veía con una extraña tranquilidad como quien dice saber el destino.

—Mateo, a mí sí me gustaría que Lale fuera tu novia —soltó.

Me quedé estática. Tomé aire y lo expulsé por la nariz, mezclado con una carcajada y dejando caer mi cabeza hacia atrás.

Qué bien, ahora tengo el apoyo de mi suegra, como dice Gabriel.

* * *

—Mateo...

—Dime, Lale —contestó dejando de atender su teléfono, causando que este reposara en su muslo derecho, porque toda su atención recayó en mí.

Eso me agradó.

Tomé aire profundo antes de hablar y me volteé frente a él.

—¿A ti te molesta la actitud que tiene Damián con nosotros? —le pregunté muy nerviosa.

Él frunció el ceño y me miró, para luego negar.

—No...

—Okay —dije y me dejé recaer en el sofá de la sala.

Ya lo dijiste, ya, no le molesta, puedes estar tranquila.

¡No puedo! Estoy casi temblando, no entiendo el porqué. Ni que estuviera a punto de haber tenido un accidente de coche, cuando te tiembla todo el cuerpo y estás a punto de desmayarte.

Respira.

—¿Y a ti te molesta? —inquirió él, mi corazón se paralizó.

Lo miré lentamente; estaba atento a mis ojos, a mis labios, a lo que iba a decir con interés.

—Pues... —me sonrojé—, al principio sí, no te voy a mentir, pero ya me estoy acostumbrando. —Me encogí de hombros y le sonreí cual niña pequeña, colocando un pequeño mechón de cabello tras mi oreja.

Me concentré en quitarme el esmalte de las uñas, pero qué va, no podía quitarlo en el lugar que tenía pensado ya que las manos temblaban. Tuve que desistir luego de haber mirado a Mateo por el rabillo del ojo, concentrado en mí.

—A Damián solo debes decirle que sí a todo, sino es peor. Te doy ese consejo sano.

Tomó mi mano con la suya, impactándome en ese instante. Su toque me hacía entrar en un mundo paralelo, en uno donde existía un nosotros y que nadie iba a entender.

Porque ahora cierro los ojos y me da la impresión de que hemos sido así siempre, y que seguiremos si nadie interrumpe la escena.

—¿Qué haces...? —indagué mientras el miraba mis uñas, para luego soltar mi mano delicadamente.

—No te hagas eso en las uñas —dejó mi mano reposar en mi muslo. Lo seguí con la mirada hasta que volvió a hablar—, están muy bonitas para que te las dañes.

Le sonreí con ternura. ¿Por qué él siempre no es así? ¿Ven lo que digo? Es algo ilógico lo que dice la profesora, yo sé lo que digo, Mateo es buena persona, solo tienes que darle tiempo y descubrirlo, aun me sigue sorprendiendo. ¿Qué más justificación que eso?

Mientras asentía sonrojada, me puse a mirar toda la sala. Estaba vacía, recuerdo cuando todos se marcharon hace como media hora, que Clara me había dicho que me quedara para conversar. Al final terminé más junto a Mateo que con ella, quien se había despedido diciendo que iba a hacer la cena.

—Lale, te vas a quedar a cenar —gritó ella desde la cocina.

¡¿Qué?!

—¿A... A cenar? —inquirí, mirando hacia la cocina. Observé a Mateo como asentía.

—Sí, te vas a quedar —dijo Mateo—. ¡Mamá, dice que se va a quedar!—gritó y yo le di en el muslo para que se callara, algo que hizo que se riera malicioso y me mirara pícaro.

Le mantuve la mirada con la intención de retarlo.

—¡Yo no dije eso! —grité sin despegar mis ojos de él.

—Aunque no lo hayas dicho te vas a quedar —Mateo alzó una ceja y luego se levantó con rapidez—, y te quedaste.

—¡No! ¡¿Hey a dónde vas?! —Me levanté tras él hasta la cocina, deteniéndome en el umbral cuando salió con su madre.

—Yo hablo con tu mamá, no te preocupes. Cuando sea de noche nosotros te acompañamos —dijo su mamá.

Ángel: No, dile que no. Dignidad, Lale. Vete para que vea que eres difícil de tener.

Demonio: ¿Qué dignidad ni dignidad? Por quedarse no perderá la dignidad. Al contrario, perderá una oportunidad. ¡Quédate!

Ángel: No te vayas a quedar.

Demonio: Te va a acompañar a tu casa...

Ángel: Luego no te va a mirar a la cara.

Demonio: Eso es falso, mira como vuelven a estar juntos después de lo que pasó aquel día en el examen. Era verdad que Mateo necesitaba un tiempo para recomponerse de haberse equivocado. Lale, hazme caso a mí.

Ángel: ¡Lale, piensa bien!

¡Ayyy, ya basta, ustedes dos! Me voy a quedar porque no resisto más saber qué puede pasar, estamos muy cerca y estoy preparada si ocurre algo malo, ¿pero por qué pensar negativo? Me quedo por curiosidad, solo eso. Ahora cállense los dos.

—Okay, solo porque es la comida de Clara que quiero probar —acepté—. Me quedo.

La mujer saltó de la emoción y se dirigió de vuelta a la cocina. No supe si reír o llorar, Mateo me abrazó de medio lado, diciendo un "así se hace" cómplice y comenzando a caminar conmigo de nuevo hacia el sofá.

¿Y este pegamento mío con Mateo? Ahhhh.

Sentí algo que cayó en mis pies y miré hacia abajo. Se me había zafado la cadena que traía en mi cuello.

—Qué raro, si nunca se había caído —susurré agachándome a recogerla. La tomé entre mis manos y me levanté.

La coloqué en mi cuello. Me di cuenta que Mateo observaba todo lo que hacía, y al tratar de abrocharla, los nervios no me dejaban. No encontraba el enganche.

—Mateo, ayuda a Lale que lleva media hora en eso.

—Pensaba que ya se lo había puesto. —Se levantó, y al ver sus pasos acercarse a mí, detuve los intentos de abrocharme la cadena.

El toque con sus manos me cedió el collar. Ahora él estaba en mi espalda, con la cadena en sus manos. Se acercó y sentí su respiración en mi cuello. Recé para que se alejara pronto, ya que sentía se me iban a poner los cabellos de punta.

Y así fue. Y Mateo lo vio.

—Ya —dijo en mi oído y levanté la cabeza.

Tomé aire y me quedé así, girando mi rostro hacia él.

—Gracias. —Me alejé un poco, dándole la espalda. Su madre me vio y sonrió con aceptación mientras él me acomodaba la cadena.

Lo que ocurrió cuando hablé fue que Mateo y yo salimos disparados lejos uno del otro. Yo le huía a él. ¿Él también a mí?

Estaba sintiendo cosas desconocidas y profundas por él que me empezaban a dar miedo, miedo por el camino que estaba tomando esto, un camino que no le veía sentido, pero que no dejaba de seguir porque el viaje me estaba gustando.

—Mi niño, quita tus libros de la mesa —le ordenó su madre.

Mateo se dirigió hacia esta sin chistar, como un robot. Solo me acerqué por si me pedían ayuda.

Este, al tomar un pequeño bulto con un brazo, otro se cayó al suelo, y al refunfuñar, un libro de los que tenía en sus manos hizo lo mismo, y luego otro, y otro.

—¡PERO MATEO! —gritó su madre.

Corrí hacia él para ayudarlo. Se agachó para recoger los libros, comencé a juntar algunos nada más que mis rodillas tocaron el suelo.

—¿TÚ ESTÁS NERVIOSO? Ten más cuidado, niño.

¿Nervioso?

Nervioso.

Nervioso.

Demonio: ¿Por qué será? Me parece que Lale sabe.

CÁ—LLA—TE. No tienes por qué meterte.

—Yo te ayudo, a ver. —Comencé a juntar otros, y al chocar las manos de Mateo con las mías en un libro en común, él las separó con un temblor evidente.

¿Estaba igual que yo?

—Ya Mateo —dije, llevando junto con él, el último libro para la mesa—. Listo.

—Gracias, mi vida —agradeció y soltó aire contenido, aire que yo también solté un segundo después.

No, no pienses eso.

Nervioso.

Lale, detente.

Suspirando.

Laleee.

Aceptando mis abrazos y contestando mis preguntas. Me da miedo decir que tengo esperanza de gustarle.

¿Y si de verdad le gusto?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro