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Capítulo 4: Confianza rota.

CONFIANZA ROTA.

Lo sucedido con Cloe me ha afectado más de lo que me esperaba, nunca había pasado por mi mente una traición de su parte, porque sí. ¿Si ella acababa de enterarse, por qué se levantó con tanto poder luego de haber escuchado mi confesión? ¿Qué quería demostrar con eso?

¿Qué él era de ella? ¿Qué ni soñara estar con él?

No puedo seguir mintiendo.

Definitivamente me está gustando Mateo, hay algo desde su físico hasta la forma de su mirada que me remueve por dentro.

Por ello, creo que fui muy precipitada. Me confié mucho de Cloe, me confié que las amigas surgían de un día para otro y me confié que Mateo sería algo fácil.

¿En qué demonios pensaba?

¿En que todo era por arte de magia?

Dramática.

El ambiente de novela y el deseo de tener mi propia historia ha crecido de un día para otro. La noche anterior cerré la laptop, decidí que no quería solamente sentarme y ver cómo los demás se enamoraban y vivían, mientras yo solo me quedaba ansiando que algún día todo lo que ocurría, sucediera en mi vida.

—¿Un sándwich de jamón? ¿O prefieres uno de queso? —preguntó Anelía con sus codos apoyados sobre la larga mesa de la cafetería.

—No tengo hambre.

—¿Y refresco?

—Tampoco.

—Lale, tienes que comer. Dale, que no es para tanto —Anelía me regañó con el rostro más serio que un árbol de navidad fuera de su época.

—Te dije que no tengo hambre.

—No me digas que te vas a poner así por esa bobada.

Miré a Anelía rápidamente. ¿Realmente era una bobada? ¿Estaré formando yo un drama por gusto?

—¿Bobada? —le pregunté.

—Sí. Si sigues con esa cara todo el día, todos te van a preguntar qué te pasa y tal vez llegue a oídos de Mateo.

Cielos, no lo había pensado así.

Es verdad, estoy formando mucho drama por un chico que acabo de conocer. Tal vez no debo coger lucha con Cloe, a fin de cuentas son novios. Es demasiado tarde, y ni mi enfado ni mis malas miradas iban a cambiar nada entre los dos.

—Tienes razón.

Tomé el sándwich de Anelía y le di una mordida sin ni siquiera mirarlo. Sentí luego el peso de su mirada.

—¡Lale! ¡Te estás comiendo mi pan!

Dejé de masticar y observé el pan, luego su cara, y solté una carcajada.

—Lo siento. No estoy pensando.

—¿Qué piensas hacer con Mateo?

Paré de saborear el pan y me quedé pensativa mirando a la nada.

—Tengo que ver si me uno a su grupo.

Si lo hago así, estaré más cerca de él, tomando más ventaja.

—¿Y después?

—No sé.

—¿Crees que puedas llegar a ser su novia?

Miré fijamente a Anelía, con la seguridad que nunca me ha caracterizado en la vida.

—Por supuesto.

* * *

Los llamados concursos han iniciado esta vez muy temprano en la escuela. Cazadores de talento ya sea en las matemáticas, en el arte, en las lenguas, en los idiomas, historia, cultura, se paseaban por los salones de clase con una lista en mano.

Me he ido sola en la tarde, puesto que Anelía tuvo que quedarse con una profesora de arte, quien estaba solicitando alumnos con talento; Vanessa, Jessy y Melany se quedaron esperando a una de las profesoras para hacer preguntas sobre un trabajo que comenzaron a orientar.

Definitivamente no tengo ánimos para nada.

Luego de una leve conversación con mi profesora sobre la merienda escolar, que me pareció un poco graciosa, llegué a mi casa y me puse a jugar con el móvil.

—¡Lale, recoge los zapatos que dejaste en la cocina! —gritó mi mamá para que la escuchase dentro del cuarto.

—¡Voy! —busqué el botón de pausa en el juego y fui a recoger los zapatos.

—Ah, se me olvidó decirte. Tu hermano aprendió todas las vocales hoy —dijo con un gran entusiasmo en su voz.

—¿Si?

—Si. Le compré unos caramelos como recompensa.

—¿Cuáles? —pregunté al instante.

¿Caramelos dijeron?

—Paletas.

—¡Yo quiero! —Puse ojitos de cachorrito.

—Toma una, pero sin que él te vea.

—Claro, mamá.

Me dirigí lentamente hacia la mesa donde estaban las paletas, miré a ambos lados y no vi a mi hermanito por esa zona y opté por una de fresa. La tomé y me deshice de la envoltura, sobresaltándome al instante por la voz chillona de un enano que se hace llamar Jarol.

—¡Mamá! —saltó mi corazón. Me volteé y me topé con el niño con las cejas hundidas y cara de enojado—. ¡Lale tomó una paleta de las mías!

Agrsh, qué odioso.

—Lale... —al instante mi mamá furiosa me llamó, revolteé los ojos y solté un suspiro.

—Dime...

—Ven acá...

—Voy...

Me dirigí a donde mi madre, quien tenía los brazos como taza y las manos en su cintura.

—¿Yo no te dije "que él no te vea"? —elevó una de sus cejas, amenazante.

—Sí pero... —no me dejó terminar la frase.

—Dale para el cuarto.

—¿Me vas a castigar?

—No, dale para el cuarto.

—¡Mamá, regáñala! —protestó Jarol, pero ella lo ignoró.

Regresé al cuarto, aliviada de que una pelea no estallase, y volví a tomar mi teléfono. Después de tres partidas perdidas en el ajedrez virtual, me conecté a revisar mis redes sociales, colocándome unos audífonos en mis oídos y dándole reproducir a cualquier canción de mi lista reproductora. Todo para sentir cada vez más bajo los gritos de mi hermano.

Son como mi desahogo, mirar fotos nuevas, incluso los chismes, las últimas modas, las últimas canciones, valga la redundancia.

Mis redes sociales no son muy recurridas, así que el simple hecho de tener una solicitud de amistad en Facebook me sube el ánimo.

¿Ven por qué acudo a ellas?

Más en estos momentos.

En Facebook tenía varias solicitudes de amistad, pero sólo una me llamó la atención: La foto era de un chico que se me hacía conocido.

¡Era de Mateo!

Al instante la acepté.

Rayos. ¿Qué me está pasando? ¿Desde cuándo soy tan rápida?

Tonta, ya es demasiado tarde. Mateo está escribiendo.

Sí, solamente es Mateo que está... Espera... ¡¿QUÉ?!

Mateo: Hola.

Vaya, me tomó por sorpresa. Mi corazón dio un vuelco cuando vi su mensaje. Esto lo tiene que saber Anelía.

Lale: Hi!

¿Lo puse bien? ¿Él entenderá el inglés?

Qué intensa te pones, Lale.

Mateo: ¿Qué haces?

¿Qué hago? Pelearme con mi hermano por una paleta. ¿Sexy, no?

Lale: Nada interesante, sólo cosas de la secu, sabes. Tareas, trabajos...

Mateo: ¿En serio? Yo no hago nada de eso.

AISH, tonta, ya le caíste mal. Ahora seguro te deja de escribir.

Lale: Qué extraño, hasta llegué a pensar que eras un chico "aplicado"

Mateo: Pues ya ves que no.

Lale: Ya veo.

Dejó de escribir. Lo sabía, lo sabía. No, esperen, sigue escribiendo. ¡AHHH!

Mateo: Oye, después del día en que te fuiste conmigo no me hablaste más. ¿Sucedió algo?

Lale: Es algo complicado.

¿Y si te pregunta qué es complicado? ¿Qué le dirás? "Me peleé con Cloe porque me traicionó."

¿Y con qué te traicionó?

Conciencia... ¡¿PUDIERAS CALLARTE Y NO PONERME MÁS NERVIOSA?!

Mateo: Bueno ¿Conoces a Cloe?

Una punzada fría me atravesó. Hablando de la reina de Roma.

Lale: Sip, claro, ella anda conmigo, creo que le gustas...

Una punzada fría me removió todo.

Mateo: Si, jaja, terminó confesando.

Lale: ¿Es en serio?

Hello, señor sarcasmo. ¿Cuándo te apoderaste de mi cuerpo?

Mateo: Pero ella quería saber si yo te gustaba a ti.

¿Pero yo no se lo acabo de decir en la escuela? ¿Para qué manda a Mateo?

Ah, verdad. Que ellos son novios.

Lale: Ah, qué cómica.

Jugada perfecta, acabo de desviar el tema.

Mateo: Jaja, sí.

Lale: Ok. :)

Mateo: Lale, me hace tu ayuda en un proyecto de la escuela.

Lale: Espera, tú dijiste que no te gustaba hacer tareas.

Mateo: No, no me gusta, pero es que es importante de verdad... ¿Cuando comenzamos?

Lale: Ven en una hora, te mandaré mi dirección en un mensaje.

Mateo: Oyeee, tú sí que eres rápida.

Mateo recibió mi dirección.

Lale: Claro.

Mateo: Vale, pronto estaré ahí.

Lale: Ok, bye.

Mateo: Bye.

¿Mis ojos me engañan o es cierto lo que veo? ¿Va a venir a mi casa?

Lale cálmate, respira.

¡VA A VENIR A MI CASA!

Estoy sonrojada ya, hace calor aquí. ¿Qué me sucede?

Se lo diría a las chicas, pero mejor me quedo callada para que salgan bien las cosas. Vamos a ver... ¡Uy, qué nervios!

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