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Capítulo 38: ¿Mateo, te gusta Lale?

No voy a hablar más de poesía, no voy a volver a ser tan superficial. A veces me disfrazo de una profundidad dentro de un poema enamorado, pero cuando eso que tanto pasaba por mi mente llega a pasar en la vida real, nada es igual.

En mi mente esta escena se vería tan inmadura: yo nerviosa, loca por estar cerca de los labios de Mateo y que me bese hasta el amanecer. Sí, drama y más drama que me gusta y me pone la vida de arcoiris.

Pero ahora... Nada que ver.

Pregúntenle a mis amigas si vieron una pizca de ganas de que fueramos molestados. Mi mente se adaptó a la circunstancias: Mateo estaba mal, esa no era motivo de juego.

Mateo es un ser humano igual que yo, y por más que siempre lo quise ver como un dios del Olimpo, no es más que un simple humano.

-Dime, qué sucedió, sabes que puedes contar conmigo -le dije sincera.

Mateo no formaba tantos dramas como yo, él era más directo.

-Valeria es una descarada -zanjó y me impresioné por el desprecio en su voz. Sin embargo asentí para que continuara.

Yo no lo iba a juzgar.

-Me dijo a la cara que ya no me quería porque Carlos estaba mejor que yo y que era un buen partido. ¿Puedes creerlo? -rió irónico-. Carlos, el del aula. Él mismo.

Me llevé una mano para tapar mi recientemente abierta boca.

-No me digas...

-Pues si Lale. Parece que en esta vida no hay amigos ni personas que valgan la pena -zanjó con molestia.

-Hey, hey, hey. Pero no digas eso, sí hay personas que sí valen la pena, pero tal vez no las has encontrado.

-Tienes razón, nunca he encontrado a nadie así en mi vida. ¿Tal vez es porque no lo merezco, no? -espetó, unió sus cejas en molestia y su voz se iba alzando cada vez más.

Dejé salir aire entre mis dientes y tomé su mano, algo que hizo que aflojara un poco su ceño fruncido y me mirara.

-No, no te lo mereces. No sé si te lo han dicho pero tú no eres mala persona. No hemos estado mucho tiempo juntos, pero las pocas palabras que he intercambiado contigo... no han sido malas.

A veces tenía que tomar pausas. La lengua me tentaba a decir más cosas de lo debido y las cuales podrían perjudicarme.

-Gracias, Lale -asintió y me apretó la mano, haciendo que una corriente recorriera mi espina dorsal-. Gracias de verdad, has mejorado mi ánimo.

Sonreí tierna y lo miré con tanto cariño... Que lo sentí extraño.

-No tienes que agradecer, me alegra que estés feliz.

¿Me alegra que estés feliz? Lale, ¡¿qué es eso?! ¡Estás demostrando de más, no te pases!

-Me alegra que hayas venido a hablar conmigo -me dijo sorprendiendome.

¿Quién es el que está demostrando demasiado, conciencia? Me parece que no debo ser yo la que no se pase.

Solo pude responder con una sonrisa otra vez, y cuando me levanté dispuesta a tomar la libreta que nunca fue utilizada para volver a mi puesto, Mateo me dijo que regresara después.

¡¿Qué?!

-Sí, te espero, que hace rato que tenemos un tema pendiente -me miró picaramente y mi ceño se frunció.

¡¿Y esa mirada a qué se debe?!

-Okay, me estoy asustando. -Comencé a dar pasitos hacia atrás, mirando a Jessy y a Gabriel cada dos pisadas.

-Deberías, pues me debes una respuesta.

Este niño, cada vez que dice esas cosas con doble sentido, me vuelve loca.

Mi mente estaba pensando en mis sueños locos con él, cuando me decía que le debía un beso, una salida, un abrazo, ¿por qué sigo pensando que puede ser eso?

Yo sé que no lo es, pero mi mente me traiciona.

Guardando la libreta en la mochila, me concentré en la esquina del almuerzo. Los chicos y la profesora me sonreían de vez en cuando, y esta última me hacía señas con los dedos, señalando sus dos ojos para luego voltear su mano y señalarme a mí.

¡No más para este día! ¡Nada más falta Rosalía y mira lo que me pasa!

Hablando de eso, le voy a insistir para que le vuelva a preguntar a Mateo, que le saque algo, una pista que me diga si puedo seguir confiada.

"Que no lo sabe". ¿Acaso está intentando averiguar si hay algo o no? Si eso fuera, deseo con todas mis fuerzas que sea un sí, necesito mucho eso para recuperarme por completo.

Me senté al lado de él.

-Ya.

-Ajá, ahora volvamos a nuestro tema -remarcó la palabra "nuestro" y luego arrastró su silla para acercarla más a mí.

Ay mi madre.

Sus ojos se fijaron en los míos, sus codos se apoyaron en sus rodillas, rodillas que chocaban con las mías a cada roce, a cada movimiento.

-¿Quién te gusta? Dame otra pista -susurró.

-A ver... -me reí nerviosa, fingiendo estar pensando.

¿Cómo mierda le dices a quien te gusta, que te gusta, pero sin que se entere? ¡Estoy haciendo el mayor esfuerzo que puedo!

-Dale -me presionó.

-¡Shhh, déjame pensar!

-Dale.

-Mateo... -susurré y lo miré de reojo-, estate quieto y espera a que te diga, eh.

-Vaaale. -Giró sus ojos y momentáneamente por su boca, se quedó quieto.

Porque ahora empezó a jugar con sus rodillas, que a la vez movían las mias.

-¡¿Mateo, tú estás nervioso?!

La que estaba nerviosa era yo.
Esperen, ¿y si está nervioso él también?

-Sí, dime, me tienes nervioso hace días. Si me dices, te dejo tranquila.

Pero yo no quiero que me dejes tranquila.

Eso es egoísta, no lo puedes tener solo para ti.

¡Tú cállate, a ti no te importa!

-Otra pista. Pues... Todavía no ha cumplido los 15 años -solté, pensando que me iba a matar porque le dije la pista mas tonta del siglo.

Esa no le iba a servir para nada.

-¡¿Entonces no es Daniel?! -dio con sus palmas en la mesa, con rapidez, y me miró como un loquillo.

-Eh... no... -dije extraña, no entendía el motivo de su exasperación y su eminente contentura.

Gesticuló, haciendo un puño su mano izquierda y llevando su codo hacia atrás. ¿Pero y esto?

-Uno menos.

-¿Eh? -inquirí.

-Que uno menos para saber quién es. Ahora yo voy a los perfiles de Facebook y empiezo a descartar gente. Verás, Lale, que lo voy a averiguar. -Se levantó de la silla, contento como nunca, y yo lo hice también. Rodeó la mesa y me encaró desde el otro lado.

-Eso dijiste la otra vez.

-Pero ahora tengo otra pista y empiezo a descartar gente. ¡Viste! -exclamó y sacó la lengua.

-¡Tonto! -reí y él colocó su brazo sobre mis hombros, volviéndome a dejar sin habla.

¿Por qué hace esto?

-Tú todavía no conoces bien a Mateo -susurró en mi oído y mi corazón comenzó a agitarse por tenerlo tan cerca. Y sensual.

Y cuando pensé que el día no se podía poner más interesante, el chico me besó la mejilla y me soltó, caminando hacia la puerta, dejándome inmóvil y diciendo sus últimas palabras antes de salir.

-¡Te queda poco tiempo, aprenderás a confiar en mí!

Sí, confío en que me vas a matar del corazón.

Y desapareció.

¿Por queeeeeeeé?

Me quedé mirando hacia la puerta y embobada tomé mi camisa entre mis dedos, y la llevé a mi nariz. Sentí su olor y mis mejillas se calentaron.

-¿Lale, qué haces ahí? -me sobresaltó la profesora-. Ya él se fue hace rato. Ven.

Cuando noté lo que estaba haciendo, solté la camisa con rapidez y me la acomodé con vergüenza, aprovechando que todas estaban a mis espaldas.

Me volteé y asentí con la cara llena de deseos de reírme.

-Voy.

***


-Oh, pero yo lo veo a él muy interesado en saber si le gustas -dijo Anelía acostada en su cama y con sus pies encima de mis muslos.

Resulta que cuando vas a casa de tu mejor amiga, siempre te reciben alegres y te dan las mejor comodidad, pero en mi caso, era yo la que le estaba dando comodidad a ella. Mi querida amiga quería que yo, acabada de llegar, le diera un masaje en los pies porque ella "estaba cansada".

En fin, yo acepté porque como yo soy una niña buena... Además, toda mi familia me ve cara de masajista, así que ya estoy acostumbrada.

-Me tiene confundida, Anelía, porque a veces hace cosas malas que me dan ganas de odiarlo, pero luego hace algo bueno...

-Y se te olvida que hizo algo malo -completó por mí.

-Exacto.

-¡Viste! -exclamó y en un falso intento de hacer abdominales para sentarse, se acostó de nuevo en la cama-. Estamos conectadas por Bluetooth.

-¡Jajaja, eso creo! ¿Anelía, no tienes ganas de que salgan las fotos de tus 15? -cambié de tema.

-¡Ay sí mija, pero más todavía tengo ganas de que llegue tu cumpleaños para así tambien poder estrenarme mi vestido que desde las fotos no me lo pongo! -Se levantó y caminó hacia su armario-. Hablando de eso, las mías salen este fin de semana, no me envidies.

Anelía se había hecho las fotos de estudio en enero, me acuerdo que no me había comentado nada y un día, muy normal, me llamó y casi la quería matar.

¡Esas noticias se dicen con antelación! ¡No es justo! Después ando con la boca abierta todo el día y no, eso no me parece.

-¡Ja, quisieras tú! Nada más salgan me llamas que vengo como perra corriendo para acá -le dije agitando mi dedo índice para adelante y para atrás.

Anelía se volteó dejando a relucir un vestido azul con piedras plateadas que brillaban con la luz del Sol que se colaba por la ventana. Me quedé sin habla al ver cómo quedaba solo por arriba; era largo con un corte lateral, que dejaba a la vista la pierna izquierda y me acerqué comprobando que la tela era sedosa, como el vestido de una princesa.

-¡Está precioso! -exclamé colocándome las manos en las mejillas. Mi boca estaba abierta.

Anelía se rió, tierna.

-¿Te gusta?

-Me encanta, me fascina, lo amo. -Me agité dando continuos brinquitos y Anelía se rió.

Guardó el vestido y cerró de armario.

-Ya, hasta ahí. La verás como próxima vez en la fiesta -espetó y yo que crucé de brazos, haciendo un puchero.

-¡Anelía!

Ella me cruzó de brazos también, levantando su mejilla, altanera.

-Dije que no.

-¡Ahhh! -Comencé a llorar dramáticamente, pero mi celular empezó a sonar. Miré hacia mi bolso y mis labios se hicieron una perfecta U inversa-. ¿Que ya vuelva para la casa? No, es muy temprano -susurré pensando que era mi mamá, arrastrando lo pies por el suelo en dirección al móvil que sonaba.

Anelía abrió mi cartera y lo sacó, dispuesta a darmelo, pero se detuvo mirando la pantalla. ¿Iba a implorarle a mi mamá que me dejara por más tiempo?

Si, si, si.

-¿Mateo? -preguntó con el seño fruncido y con la mayor cara de desconcierto, cara que me pegó a mí cuando caminé hasta ella.

Separó sus ojos de la pantalla y la volteó hacia mí.

Mateo.

What?

-¿Y desde cuando él me llama? -inquirí sorprendida, y sin que nadie lo supiera, los nervios estaban haciendo de las suyas.

Anelía alzó y bajó sus hombros y tomé el teléfono, pero lo mantuve en mis manos temblorosas.

-¡Contesta!

-¡¿Pero por qué me llama?! -chillé.

-¡Averígualo, contesta, Lale! -gritó y me puso más nerviosa aún. Mi dedo avanzaba tembloroso hacia la pantalla y lo detuve a medio camino para mirar a Anelía-. ¿Pero qué le digo?

-¡Niña, hazme el favor y contesta que el móvil va a dejar de sonar y vas a tener que llamar tú para atras!

-Yo tengo diner...

-Es que no lo vas a querer llamar, y lo voy a tener que hacer yo.

-¡¿Pero qué digo?! -salté alterada.

-¡Normal Lale, contesta normal como si él fuera otra persona! -me gritó, pero ella no entendía lo que me estaba pasando ahora, los nervios...-. Lale, va a colgar. Acaba.

-Voy -dije rápido y cerré los ojos al deslizar el dedo por la pantalla del celular y así mismo con completa oscuridad me lo llevé al oido.

-¡En altavoz! -gritó Anelía y abrí los ojos como platos. Me quité el zapato y se lo tiré pero ella lo esquivó muerta de la risa.

La mato.

Lo buscó, me lo extendió, y de mala gana se lo quité para ponérmelo dejando el celular en la cama, aprovechando que podía escucharlo desde lejos.

HABLA YAAAA.

-¿Ehhh, dime, Mateo?

-Pensé que no ibas a contestar. ¿Estabas ocupada, mi vida?

-No, dime. ¿Qué sucede?

-Ah ya. Es que necesito tu ayuda.

Anelía y yo nos miramos con los ojos muy abiertos.

-¿Cómo te puedo ayudar?

-Ay Lale, me da pena contigo.

-No tengas pena, dime. En lo que pueda, voy a ayudarte.

-Gracias, corazón. Eh... ¿Estás ocupada hoy?

Miré Anelía y parece que tenía tantas ganas de ver qué sucedía después que me susurró lo que debía responder.

-Ahora sí. Pero después no... ¿Por qué?

-Es que me hacía falta pasar por tu casa para que me ayudaras en una cosa.

Anelía de repente se atragantó con su propia saliva y comenzó a toser. Me puse nerviosa al instante, de que Mateo la escuchara, y empecé a darle manotazos por la espalda alejando el teléfono de nosotras. Al final, salí corriendo de la habitación para poder hablar a solas con Mateo, así que le quité el altavoz.

-¿Sucedió algo?

-No, nada. Ehh... ¿Decías que querías pasar por mi casa?

-Sí por favor.

-¿Es algo de la escuela?

-Sí Lale y te lo voy a agradecer mucho.

¿Cuándo no?

-Claro, puedes pasar.

¿Lale, pero es que tu no piensas que ni siquiera estás en tu casa?

-Dale, en 20 minutos estoy ahí.

-Dale, te espero.

-Muchas, muchísimas gracias, mi corazón. Sabía que podía contar contigo.

-No tienes que agradecer -dije sonrojada-. Dale, nos vemos.

-Nos vemos, te llamo cuando esté afuera.

-Okay.

Y colgó.

-¡Ahhhhh! -Entré chillando a la habitación de Anelía y ella me miraba a la espera.

-¿Que pasó y por qué te fuiste para allá afuera a hablar?

-¡Va a pasar por mi casa ahora! -chillé emocionada y di un salto, corriendo a buscar mi bolso.

-¿Y te vas?

-Sí, pero no te preocupes que te mantengo al tanto.

-Sí, qué intriga -dijo Anelía con las manos entre sus cabello y yo asentí con fuerza.

-¡Dímelo a mí! Dijo que iba a llegar en 20 minutos, así que yo mejor me voy caminando.

-Dale, Lale, te quiero.

-Yo igual.

-Deja que te acompañe a la puerta. -Se levantó de la cama y la esperé ansiosa, tanto como lo fue mi caminata por el pasillo. Antes de cerrar la puerta, Anelía dijo algo que me llegó al corazón-. Tú vas a ver que ustedes dos van a terminar siendo novios un día de estos.

-Amén, hermana -me sonrojé y sonreí haciendo una reverencia y provocando que Anelía desde lejos me gritara que mi descaro no tenía limites.

Porque así era. ¡Ja!

Vamos a ver qué es lo que quiere el dichoso Mateo, pero al menos tengo la certeza de algo:

El momento que pasaré, sea largo o corto, será uno de los mejores del día por el hecho de estar a su lado.

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