Capítulo 37: Experiencia mágica.
Los 15 años de una chica es un momento de su vida que quedará por siempre cubierto de magia.
Un pedazo del corazón adornará este mágico encuentro de las 15 primaveras. Los vestidos, el maquillaje, el cabello, la manicura, pedicura, los zapatos... Todo, absolutamente todo es tan especial que al cerrar los ojos parece que estás soñando despierta.
Nunca creí verme tan diferente como este día en el espejo. Ni imaginé que el momento de las fotos llegaría tan pronto como lo ha hecho. Parezco otra persona.
El vestido de princesa decorado con perlas doradas y encajes me define la cintura, y me esfuerzo por mantener el equilibrio sobre los tacones. El cabello me cae a rizos color dorados sobre mi espalda, siendo una corona el inicio de la cascada de hebras de pelo.
Cada pose, cada lugar, cada sonrisa. Me hacía sentir cada vez más bien este único momento que quedará enmarcado para siempre en mi vida.
Los días pasaron después de que la escuela me otorgara una semana de vacaciones por los preparativos de mis 15 años. En ese momento cambié completamente, especialmente por parte de mi cabello y mis cejas.
Estaba diferente. Me sentía hermosa después de tanto tiempo.
Cuando entré a la escuela no les puedo describir a la perfección los rostros de mis compañeros, ya que todos tenían distintas expresiones, pero solo verme, fue la condición suficiente para que vinieran corriendo hacia mí.
—¡Pero, Lale, y este cabello tan hermoso!
—¡A ver las uñas!
—¿En qué estudio te tiraste las fotos? ¿Si es que ya fuiste, no?
Hasta Cloe, quien no me ha hablado en todo el curso, se acercó de muy buena voluntad a preguntarme sobre las fotos. ¡Wow!
Al sentarme en mi puesto, sin querer sonreí cuando la mirada de Daniel se impresionó al verme.
—Qué linda —fue lo que me dijo—. ¿Ya te tiraste las fotos?
—Umju. —Asentí sonriente y coqueta.
Esperen... ¿Dije coqueta?
¡Ash, hoy estoy coqueta con todo el mundo!
—¿Y cuándo salen?
—El mes que viene —le confirmé
—Nada más salgan, me las enseñas que estoy loco por verlas.
—Claro que sí, mi vida. —Asentí gustosa y miré al frente lista para comenzar la clase.
Momentos después, los dedos de Mateo enroscados en mi cabello fueron un paso importante para llamar mi atención.
—¡¿Para cuando el álbum de fotos?! —espetó y yo me reí.
—Para el mes que viene.
—¡Me las enseñas que ya quiero verte en esas fotos! —exclamó y yo comencé a reírme por la manera tan cómica en que lo dijo.
Luego de que Rosalía y yo fuéramos interrumpidas todos estos días por algún curioso por ver las fotos de estudio, llegó uno en que todo estuvo en calma. Nadie preguntaba, sin embargo me sentía más rodeada de personas que antes.
El hecho de que mi cumpleaños se acercara un poco me había hecho más popular, lástima haber llegado a este nivel casi al finalizar la escuela.
Los días pasaron y un hecho en particular me sorprendió. Rosalía al fin se había acercado a Mateo para hacerle una misteriosa pregunta que por mis nervios no terminaba de contarme en estos momentos.
—¿Qué le preguntaste? ¿Se puso molesto? ¿Por qué no me avisaste primero? Me cogiste desprevenida y después...
—¡Ya, ya Lale! Déjame hablar, estate quieta.
—Okey, okey, okey, okey. —Me senté como una perrita obediente y la miré con una sonrisa, sonrisa que disimulaba la impaciencia que tenía sobre mí a la vez del miedo de una posible mala respuesta.
Ella cambió su mirada de molestia a sonriente. Algo se traía entre esa sonrisa, y ese algo me hacía rebotar el corazón cada vez más.
Así fue como se llegó a sentar al lado mío, en mi mesa, y poniendo sus manos bajo sus mejillas se quedó mirándome por dos o tres segundos.
—¿Rosalía? —Le tomé la muñeca y la agité, haciéndola reaccionar—. ¿Qué fue lo que te dijo, chica? Ya me tienes nerviosa, por favor. Dilo antes de que se aparezca por esa puerta.
Miré y le hice señas hacia la puerta, pero ella, ni se inmutó.
—Rosalía —dije de nuevo.
—Okey, okey —habló por fin, tomó aire y lo soltó—. Le pregunté... —comenzó lento, hasta que se libró de la respuesta que yo esperaba en menos de tres segundos como una carretilla—. Le pregunté a Mateo que si tú le gustabas.
—¡¿QUEEÉ?! —Me levanté del impacto, pero ella me tomó de la muñeca y me jaló de nuevo hacia abajo.
—Siéntate que no he terminado. Maldita sea, ahora llamaste la atención de todo el mundo.
Miré a mi alrededor por un momento pero el hecho de que todos los ojos estuviesen sobre mí se volvió insignificante. A mí no me importaba, a mí solo me importaba la reacción de Mateo y la respuesta que le dio.
—Sigue contando —le dije—, que ahora no puedes parar.
—Bien —hizo una pausa y luego continuó—. Lale, lo que él hizo me dejó un poco... aturdida.
—¿Cómo que aturdida?
—Si —asintió lentamente—, porque... cuando yo le dije eso... él se quedó... inmóvil. —La última palabra salió rápido de sus labios, y de los míos también segundos después al no entender el motivo.
—¿Inmóvil? ¿Cómo que inmóvil?
—Si, inmóvil.
—¡¿Pero como que inmóvil?! —Tomé su muñeca esta vez y la agité de los nervios.
Esta no era hora de dejar de hablar.
—Lale, que se quedó mirándome así quieto... Y tuve que preguntarle de nuevo: ¿Mateo, la respuesta? Y le repetí la pregunta: ¿Te gusta Lale o no te gusta Lale? Y Mateo...
—¿Ajá y Mateo?
—Y Mateo... Me dijo como que...
—¿Qué te dijo, Rosalía?
Se quedó callada por un momento y al igual que la otra vez, lo volvió a soltar rápido.
—Que no lo sabe.
Me quedé quieta, inmóvil. No entendí.
—¿Cómo que no lo sabe? ¿Esa es una respuesta? —sonreí un poco irónica—. ¿Có...cómo que no lo sabe?
—Sí, Lale, que no lo sabe. Eso fue lo que me dijo y por eso estoy así de confusa.
—¡¿Entonces no es un no?! —exclamé con una sonrisa que me achinaba los ojos.
—Sí, no es un no —enfatizó—, pero tampoco es un sí —rió minúsculamente de los nervios, sin embargo, ya me había hecho el dia.
Me levanté de la silla de un tirón, sonriente.
—¡Pero no es un no!
—Te dije que... —Rosalía se levantó también dispuesta a llevarme la contraria, pero me giré y la tomé de los cachetes como si fuera una niña pequeña, y empecé a hablarle tan mono como si fuera una bebé.
—¡Pero no es un no, que es lo que me interesa a mí, no es un no! ¡No dijo que no! —La solté y empecé a caminar bailando hacia la puerta—, no es un no, no es un no.
Le recomiendo a Rosalía mucha paciencia para lo que se venía ahora.
***
¡Rosalía se ha tomado un descanso de mi! Unas merecidas vacaciones que en mi opinión las necesitaba. ¡No, en serio! Su mamá pasó por la escuela, pues su cumpleaños y el mío son un poco cercanos, y ella también quiere que el álbum de sus 15 esté listo para la fiesta.
Así que hoy, se fueron a alquilar el estudio de las fotos.
—Estoy muy feliz por ella, las fotos de las dos van a salir casi el mismo día —dije emocionada, rodeada de varias personas en mi mesa de almuerzo.
Daniel, Jessy, Gabriel y la profesora me acompañaban con sus aperitivos. Este grupito se había hecho una costumbre cada vez que sonaba la campana a las 12:00 del mediodía. Lo cruel era para la profesora, que de tanto que hablábamos no la dejábamos almorzar tranquila.
Buajajajaja.
—¿No te dijeron fecha de tus fotos? —preguntó Nora con una sonrisa y yo negué.
—Lale tiene a todo el mundo loco por ver las fotos, hasta a mí. ¡Ay mi madre, qué belleza! —expresó Gabriel cerrando sus puños y agitándolos en el aire.
Me reí.
Tenía mucha razón. Jamás vi a las personas tan interesadas en mi vida.
—Es que todo el mundo se impresionó por el cambio de Lale, Gabriel —dijo Nora y luego me miró—. Tú sabes que tú aquí nunca viniste maquillada, ni nunca te habías cambiado el color del cabello. Así resaltas más.
Su mirada se volvía al detalle y me hacía sonreír con sus cumplidos.
—Gracias —dije feliz.
—Es la verdad, yo no miento. ¿No es verdad, Daniel, que está más linda? —soltó y le tomó la mano al chico con una sonrisa coqueta.
A decir verdad, me impresioné por la pregunta, pero no podía negar que tenía curiosidad por su respuesta.
—¡Eh... Profe, mire lo que usted pregunta! —Se rió y se removió sobre la silla.
—Pero si eso no tiene nada de malo, si estamos hablando normal de los 15 de una muchacha. Nada más queremos la opinión de un hombre —dijo, acentuando así el punto fuerte de Daniel, y ese era su hombría.
Tal fue así que se anchó de hombros, y sin quererlo, enarcó una ceja.
—Dale que estamos esperando —presionó y me guiñó un ojo. Jessy y yo andábamos como locas risueñas, y yo más que ansiosa.
—Bueno, sí.
—¿Si qué, Daniel? ¿Si qué? —volvió a repetir la profe más alto y Jessy y yo estallamos aún más en risas. Ya me estaba sonrojando.
—Que sí, que está bonita —confesó.
—¡Ohhhhhh! —gritó la profesora y el pobre chico se tapó el rostro de la vergüenza.
Y yo también.
—Ven que aquí no se puede decir nada, que todo lo toman mal.
—No, no es eso —dijo la profesora y nos guiñó de nuevo el ojo antes de continuar—, es que demostraste tu hombría de nuevo, mijo. Nada más eso. No te prepcupes.
—Sí, sí, sí, sí... Yo no soy tonto —dijo él asintiendo y nos provocó más risas aún como movía su dedo índice alternativamente y se apresuraba para justificarse—. Ahora se están haciendo ideas en la cabeza porque dije que Lale es bonita.
—¡Escúchalo, Lale, escúchalo! —exclamó Jessy y me daba con el codo.
—Lale, tienes un admitador —dijo la profesora.
—Profe, ya no se ponga así —Daniel intentaba defenderse y aunque esto me estuviera sonrojando y haciéndome reír a más no poder, decidí ponerme de su parte y defenderlo.
—Profe, tampoco abuse de él. No sea mala.
—¡Mira, Dani, como te defienden, ehhh! —Jessy dijo burlona y yo la miré como si fuera a quitarme el zapato ahora mismo para lanzárselo por la cabeza.
Me levanté y fui junto a él y lo abracé en protección.
—No sean malas. —Puse cara de cachorro regañado y ellas volvieron a molestar, en este caso, a mí sola.
En fin.
No se por qué sentía esa necesidad de protegerlo. Había desarrollado ese sentimiento hacia él, y él hacia mí, pero no me había percatado en qué momento había surgido.
Él se alivió y entonces volví a mi asiento, hasta que mi profesora hizo una afirmación que cambió el ambiente burlón del momento a uno más profundo.
—¿Sabes? Yo prefiero mil veces que tú seas novia de Daniel a que seas novia de Mateo. Es algo de corazón que lo deseo.
Las comisuras de mis labios descendieron lentamente hasta volverme completamente seria.
—¿Y eso por qué, profe? —inquirió Jessy—. A mí me gustaría que ella y Mateo fueran novios.
—¡Jessy! —Me volteé rápido hacia ella, sonrojada, y le di con la libreta por el hombro.
—Hacen muy linda pareja.
—También lo creo —dijo Gabriel y me miró como un demonio sonriente, esperando su turno del golpe con la libreta.
—Yo no lo creo, me gusta más con este —señaló a Daniel con sus labios y lo observé, él también a mí y para mi sorpresa, no dijo nada, mientras yo tenía ganas de justificarme.
Él esta muy acostumbrado a eso. Yo no.
—Nosotros lo que nos llevamos bien, profe.
—Exacto —dijo él.
—Pero nada más.
—Qué lástima —dijo ella.
¿Qué veía? Yo nunca he visto nada más entre Daniel y yo que solo pura amistad. ¿Por qué las personas se empeñan en ver algo que no hay?
—Tal vez en un futuro... —continuó.
Yo la miré, seria, y luego chisté.
—Profe, mira que usted inventa —sonreí.
—No estoy inventando —contestó y me quedé en blanco—. Ustedes no saben lo que puede pasar...
El tema de conversación se estaba volviendo un poquito incómodo. Así que en busca de un tema diferente miré hacia la puerta, puerta que estaba despejada hasta que como en un sueño, Mateo dobló por ella.
Ataque al corazón.
—¡Más nunca se va a morir! —chilló Jessy.
La mato.
Ya me empezaron los nervios.
Sentía miradas sobre mí pero no podía quitar la mía sobre él, sobre todo porque lo veía raro. Su toque normal de arrogante no estaba, y sus ganas de salir del aula tampoco. No se había culminado el tiempo del almuerzo y ya él estaba adentro. Qué raro.
Ni siquiera se inmutó en sacar su celular, sino en sentarse y mirar hacia la nada.
Algo le pasaba.
—¿Lale? —Gabriel habló y sacudí mi cabeza—. Te quedaste boba.
—Después dice que no —dijo Jessy.
—Shh.
Volví a mirar hacia él, para encontrarme con la sorpresa de que ya estaba mirando hacia mí.
¡Mierda!
Sin embargo, ya no más de cobardía. Me concentré en mantenerle la mirada hasta que no pudiera más.
Pero ahí, en el medio de mis compañeros, todos se dieron cuenta y empezaron a mirarse cómplices. Los sentía, sus risas y sus movimientos, pero no paré hasta que Mateo fue el que rompió el contacto visual para llamarme.
—Lale.
Todos tomaron aire sonoramente.
—¿Dime?
—¿Puedes venir un momentito?
—Sí.
Me levanté dejando atrás cientos de comentarios. Tenía que descubrir qué le pasaba, esa tristeza en sus ojos no era normal. Debía luchar por saberlo.
Cuando llegué a su lado, inconscientemente mi tono me voz cambió.
—Dime.
Así tan cerca, sintiendo su aroma, comencé a sentir nervios de lo que me iba a decir y las que me estaban mirando desde atrás.
Al principio dudó, pero luego me hizo una pregunta que sentí fuera de lugar. Pensaba que me iba a pedir ayuda, y así lo hizo, pero no con lo que esperaba.
—¿Me puedes ayudar con la tarea de Matemáticas?
No le quise responder por unos segundos, pero su mirada fue tan triste que asentí como siempre lo hacía. Como obediente de mi corazón, me senté a su lado, dispuesta a ayudarlo.
Al menos se animó un poco, pero no tanto como lo esperaba. Él sacó la libreta y me enseñó el ejercicio. Cuando iba a comenzar a ayudarlo, me interrumpió.
—Terminé con mi novia —soltó y mi mano se quedó inmóvil a punto de tocar el lápiz.
Lo miré y abrí mis ojos como platos, tratando de procesarlo.
—Me siento inútil —confesó en un hilo de voz y mi corazón se encogió en mi pecho.
—Ay Mateo, no digas eso, corazón. —Lo miré con dolor y aunque no quería afirmarlo, me sentí bien al escuchar eso, pero me sentía mal al verlo así, tan triste—. No te pongas así, mi vida. Ven aquí.
Así fue como no me importó que se diera cuenta de lo que siento por él cuando pusiera su oido sobre mi corazón y sintiera su velocidad, me importó más que supiera que yo estaba con él en este momento, y que su tristeza, por más idiota que él fuera, me afectaba a mí aunque él nunca se lo imaginara.
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