Capítulo 27: Perreo de chicas.
PERREO DE CHICAS
Me sentí en un profundo ambiente de confianza, de protección, apenas estando parada delante de Daniel. ¿Cómo es posible que nazca una amistad de la nada? ¿Cómo es posible este cariño y sentimiento de bienestar?
—Prométeme que te vas a divertir hoy —me dijo.
Sonreí.
—Lo prometo.
Se acercó a mí y me tomó de las manos, haciéndome mover los hombros rápidamente.
—¡Y que vas a bailarrrr! —me dio una rápida vuelta que no la vi venir y terminé riéndome a carcajadas apenas volví a mi lugar.
—¿Bailar aquí? ¡Ay, no, me da pena! —Llené mis cachetes y lo miré.
—¡¿Cómo que pena?! —espetó y comencé a reírme—. Mira, hazme el favor, Lale. Vas a bailar y punto con todos nosotros. Ya está bueno de ser la niña buena de la escuela, aquí vas a gozar. ¡Oye, mamá!
Se volteó y me quedé con la boca abierta. ¿Pero y este niño de dónde salió tan entusiasta?
Me crucé de brazos y mi pie comenzó a tamborilear en el suelo, el chico se acercó a su madre y le explicó cómo poner la música, a lo que ella se dirigió a la laptop. Tras unos segundos lo llamó pues no sabía cuál poner y Daniel fue para allá a hacer de DJ.
—¿Qué van a hacer? —Jessy colocó su barbilla en mi hombro.
—Vamos a bailar —le contesté y se separó.
—¿Eh? ¿Quién? —Se llevó la mano a su pecho.
—Pues todos.
—No, no, no, que yo no sé bailar —dijo rápidamente.
—¡Y a mí me da pena! —Me tapé la cara y Rosalía se me apareció al lado para despegarme las manos del rostro.
—¿Vas a bailar? —me dijo—. Yo sí, hace rato que no bailo, y dice Cloe que también va a bailar, así que mira a ver.
Ehhh... ¿Así que Cloe va a bailar? Hmmm... Interesante, qué interesante se está poniendo la pista de baile ahora, y recordando el motivo principal por el que yo vine a la fiesta, no se me ocurrió mejor manera que hacerlo.
La música sonó alto y todo el mundo vino al centro de la azotea; Daniel se dirigió hacia a mí, Jessy y Rosalía y chocó sus palmas fuertemente.
—Vamos, a bailar.
A esa hora, cuando la noche estaba apenas comenzando y el cielo, llenito de estrellas, me sentía en un paraíso. Por primera vez estaba bien en un mundo que no sentía propio, por primera vez salgo de mi zona de confort por mi propia voluntad, y tengo a mi lado al chico anfitrión de la fiesta sonriéndome y sintiéndose feliz de que yo haya venido a su casa.
Tomé su mano y me guió entre todos, quienes se apartaron un poco para que el cumpleañero pasase. Pasó de tomarme la mano a tomarme la muñeca y voltearse hacia mí, y al instante, comenzó a mover sus pies y su cuerpo, lentamente de un lado a otro, al ritmo de la pegajosa música.
—¡Bailemos, dale, anímate! La música está buena —Alzó su voz y me reí algo nerviosa.
Sí que bien bailaba con Anelía en su cuarto, pero éramos las dos solas; ahora estoy en medio de personas a las que no les tengo ni la más mínima confianza, y dos o tres gente de mi aula. Solo ellos, que me miraban con una ceja enarcada, como si fueran a presenciar algo nunca antes visto.
Bueno, es que lo es. ¡Vamos! ¿Quién no querría ver a Lale bailar? La tímida Lale que quiere estudiar para salir bien en sus pruebas. La que se porta bien en el salón de clases y es algo competitiva en cuestiones de escuela, y de amor... ¡Pero, nada! Aquí vine para disfrutar entre amistades y conocer gente, no para estar pensando en el guapísimo chic... ¡o sea! En el animal con dos patas que, según mi corazón dice, me gusta a mí.
—No tengas pena —insistió Daniel y sonreí.
—Okay, okay... Ya voy, apresurado. —Me reí, la verdad que no sabía cómo empezar.
"Cierra los ojos e imagínate que estás tú sola en el cuarto."
Respiré profundo y mis párpados se unieron, dejándome escuchar la magia de aquella canción en el fondo, y comencé a moverme un poquito con los pies, de un lugar a otro y dando palmadas. Negué y abrí los ojos.
—Necesito tiempo para familiarizarme con la fiesta, mijo. Así no me podré soltar, perdona —sonreí, algo apenada.
—¿Entonces no vas a bailar? —se detuvo.
—¡No!... Eh, digo ¡sí! No es eso de lo que te hablaba. —Me coloqué un mechón de cabello tras la oreja—. Vamos, Daniel, dame un momento para echarle grasa a mis engranajes que estoy oxidada. Ufff...
El chico rió y se chocó la palma de su mano contra la frente. —Mentirosa, eso es que no sabes bailar.
Mi boca llegó al suelo. —¡No, señorito, te equivocas! —Volví a avanzar hacia él—. Sí sé y te lo voy a demostrar cuando suene una canción que me guste. —Le guiñé un ojo y me di la vuelta.
—Estoy loco por ver eso —espetó y mis cachetes se inflaron de la risa. Por Dios, qué chico este.
Caminé hacia Rosalía y Jessy, quienes me miraban ansiosas por hacerme mil preguntas. Sus rostros las delataban.
—¿Qué pasó ahí?
—¿Por qué no siguieron bailando, Lale?
—¿Por qué carajos te fuiste, pendeja? Te voy a jalar de los pelos y te voy a mandar para allá de nuevo.
—¡Hey, Rosalía! ¡No a la violencia por el amor de Dios! —me abaniqué con las manos. ¡Cielos, sí que hacía calor ahí!
—Y acalorada y ni siquiera lo tocó, hmmm. Sospechoso.
—¡ROSALÍA! —Salté y ella abrió los ojos como platos. Rápidamente escaneé mi alrededor, los de la fiesta me miraron por un momento y luego volvieron a lo que hacían. Vanessa y la perra de Cloe estaban bailando en la pista y mirando para acá—. Ash, estas dos víboras.
—¿Quiénes? —susurró Jessy.
—¿Quiénes van a ser? ¿María Antonieta y su hermanita?
—Ahhhh, ya sé, ya caí —habló Rosalía—. No les hagas caso, niña. Aprovecha esta fiesta como lo prometiste, ah, y hablando de eso... —Su voz tomó cierta picardía y se acercó a mí.
—Okay, esto me da nervios. ¿Qué pasó y de qué no me enteré?
—Mateo no podía quitarte los ojos de encima en tu "intento de baile" con Daniel. —Mordió su labio e hizo un pequeño bailecito de la victoria. Abrí mi boca.
—¡Nah! —Miré a ella y a Jessy alternativamente—. ¿En serio? Jessy, dime la verdad, no vaya a ser que Rosalía me quiera tomar el pelo.
—Pues no te está tomando el pelo porque es verdad. —Tomé una bocanada de aire y mis ojos se achinaron, no podía contener la sonrisa. Miré para otro lado disimuladamente, buscando a Mateo con la vista—. Por el otro lado, Lale.
Miré a Jessy rápido.
—¡Y tú estás en todas! ¿Cómo sabías a quién buscaba? —le dije y ella alzó sus hombros.
—Es demasiado obvio, no puedes vivir sin él. —Hizo una sonrisa malvada y un suspiro interno, reuniendo paciencia, se adueñó de mí.
Lo encontré. ¡Lo encontré! Está con un vaso de refresco en su mano conversando con Daniel. ¿En serio? Este chico me confunde cada vez más, ya ni sé descifrar si alguien le cae bien o mal.
La canción pasó de una sin movimiento a "Dura" de Daddy Yankee. Al iniciar el ritmo miré a Rosalía y a Jessy y les alcé las cejas.
—¿Vamos? —Sonreí como una niña pequeña, mordiéndome el labio inferior.
—Vayan ustedes dos, yo me quedo —dijo Jessy.
—¡Ay, no seas amargada, únete! —Refunfuñé.
—No gracias, yo me quedo aquí que la vista está muy buena. —Asintió y Rosalía y yo nos miramos confusas, luego Rosalía se volteó y le sonrió a Jessy.
—¡Aaahhh, pilla! ¡Dale Lale, vamos que ella está ocupada! —espetó, yo no entendía nada.
—¿Pero qué es l...?
—¡VAMOOOS! —Me empujó a la pista—. Después te explico, ahora a bailar.
La pista se había llenado más, casi todos fueron para el centro por lo buena que estaba la canción. Cuando Rosalía y yo llegamos al centro, nos situamos una frente a la otra y dejamos que el ritmo nos llevara. ¿Qué me importaba a mí que hubiese gente que no conociera? Ahora me importaba más divertirme que estarme preocupando por el qué dirán, por lo menos en esta fiesta no.
Comencé a mover mis caderas en círculo y me pasé las manos por el cabello, situando mis mechones de cabello en el hombro y abanicándome por el potente calor que hacía.
Al lado de nosotras, dos chicas se habían tirado al suelo y estaban moviendo su espalda arriba y abajo mientras los demás se separaban, mirando como sacudían sus colas.
—¿Vamos a hacerlo? —Me preguntó Rosalía refiriéndose al paso.
—¡¡¡No, todavía, please!!! Dame más tiempo —me reí.
—Okay Lale... Pero lo tienes que hacer.
—Sí, mamá... —me burlé y luego me reí.
Cuando la canción se puso más rápida me coloqué las manos en los muslos y comencé a mover la cola para arriba y para abajo, al ritmo de la música. Movía las caderas, me apoyaba en una rodilla, luego en la otra y me acomodaba el pelo cada no sé cuántos segundos.
Rosalía daba la vuelta en el lugar, moviendo su cuerpo y aplaudiendo, y sacudía su trasero invitándome a que lo hiciera también. Vi a Jessy de lejos y le hice una seña para que se uniera. Ella negó: su problema, se lo pierde.
Me seguí moviendo y Cloe, quien estaba bailando también ahí, dio conmigo y se quedó observándome unos segundos con el ceño fruncido.
—La perra no pensaba que yo bailaba, Rosalía. —Me acerqué y le dije en el oído. Ella entendía mi lenguaje, sabía a lo que me refería y la miró, terminando por reírse y acercándose a mí.
—La perra se durmió en los laureles y no se dio el tiempo suficiente para conocerte. Deja que se siga sacando sustos.
—¡Los sustos se los voy a provocar yo! —dije malévola y sonriente.
Ella asintió.
—Sí, pero que no sea nuestro tema. ¡Sigue bailando, dale...!
—¡HASTA ABAJOOO! —chillé y nos fuimos al piso a bailar con las rodillas y manos pegadas al suelo.
A nuestro lado parece que se unieron más chicas y bajaron al suelo igual, terminé riendo. Lo estaba disfrutando, la pena se había ido y me levanté, observando los rostros de quienes me miraban. Uno de ellos Vanessa.
—¿Eh, pero y esa es Lale? —gritó, para que yo la oyera.
—Yo misma, Vanessa —le respondí sin dejar de bailar, tomando bocanadas de aire.
—¡Siento que no te conozco! —me gritó, estaba con la boca abierta.
—Es que es eso: aún no me conoces muy bien —le respondí, dando la vuelta en el lugar.
La chica se fue ejecutando un "wow" hacia Cloe y Rosalía terminó riéndose.
—¿Así que no te conoce, eh? —dijo ella y asentí sonriente—. ¿Ya Daniel te vio?
Negué.
La canción se acabó, bueno, será para la otra. Aún quedaban miles de oportunidades. En el tramo entre las canciones, todos me miraron, por la izquierda, por la derecha. TODOS ME ESTABAN MIRANDO.
—Socia —me dijo Jessy—, ¿qué te pasó en la pista de baile?
—Nada, mejor pregúntate qué va a pasar a partir de ahora —respondí.
—¡WOW! Esta vino ganas de comerse el mundo hoy.
Me di la vuelta y caminé hacia la pista, bailando de un lado a otro. Rosalía venia hacia mí con dos vasos de refresco.
—¡Toma uno! —espetó y tomé uno, el líquido bajó por mi garganta bien rápido—. ¿Tan rápido? —preguntó entre los bajos de la música.
Asentí.
—Tenía sed. ¡Dale, vamos de nuevo!
—Voy mija, espera a que me tome el mío —dijo.
—Bueno, estaré en el centro de la pista —me di la vuelta y caminé de nuevo hacia el centro. Vanessa me sonrió, ¿Qué le pasaba ahora? ¿Le gusta esta versión de Lale?
—¡Oye... ¿de qué nos estamos perdiendo aquí?! —La canción cambió y Daniel, Mateo y 5 chicos más, entre los que estaba Carlos, uno que fue a la fiesta de Mateo, se acercaron a mí y a Rosalía, y nos saludaron.
Cuando miré a mi izquierda, Jessy se había unido a la pista.
—¡Eh! ¿Te animaste? —chillé.
—¡Si! Ya no soportaba hablar más con el chiquito ese. —Se acercó a mi oído y abrí los ojos como platos.
—¿Y eso? —fruncí el ceño y grité sobre la música en su oído.
—Nada, que solo estaba hablando de sexo y yo no estoy para eso ahora y menos con alguien que acabo de conocer, así que me fui —espetó y me detuve de bailar.
Rosalía se acercó.
—¿Qué pasó? —dijo Rosalía.
—Me siento aliviada porque por lo menos Jessy es más madura que Melany.
—Claro, Lale. A ella le pasó, pero la lección nos quedó a todas —dijo Jessy y Rosalía asintió.
—Eso es lo bueno de la amistad, que lo que le pase a una te sirve de experiencia a ti porque lo vives en tu propia piel.
No me he dado cuenta de cuantas cosas he aprendido desde que han pasado estos meses, ya sé ponerles límites a algunas situaciones, sabiendo distinguir entre lo bueno y lo malo.
Una bulla sonó entre todos ahí cuando Daniel entró en la pista de baile y se pegó a bailar con Vanessa. Cloe estaba dando saltitos y gritos y se alborotó más de lo que estaba.
—Oh... —dijo Jessy.
—My... —dijo Rosalía.
—Got —completé yo.
La chica movía su cola y se pegaba completamente al cuerpo de Daniel, quien miraba hacia abajo y colocaba sus manos en las caderas de la chica.
—¡Ay Dios...! —gritó Mateo con el vaso de refresco en la mano mirando la pareja de baile—. ¡Ay Dios...! —volvió a repetir.
Los chicos se separaron sonriendo y todo el mundo comenzó a gritar, incluida Jessy que se fue caminando hacia el grupito. Rosalía y yo nos unimos y formamos un círculo entre todos. Comenzamos a aplaudir y yo me comencé a destacar. Mi corazón comenzó a latir fuerte cuando Mateo abrió sus ojos como platos al notar mis movimientos. Miré hacia el lado y me reí, pero continué, rezando porque Rosalía me mirara para que se enterara del chisme.
Volví a mirar al frente y Mateo tenía la mano en su boca mientras que apoyaba la otra en el hombro de Daniel y se volteaba para decirle algo, a lo que este último terminó riendo mirándome a mí con... ¿asombro?
Rosalía se dio cuenta y se puso a mi lado.
—¿Vas a bailar con cuál de los dos? —me volteé rápidamente y la miré extrañada.
—¿Yo bailar así? ¡NO HIJA, NO! Me muero.
—¿Pero por qué no? —me señaló hacia el lado—, no te quitan los ojos de arriba, tienes dos candidatos. Cumple la promesa que le hiciste a Anelía antes de venir, perra.
—¡Oye! —chillé, pero por dentro quería hacerlo, quería lanzarme, ¿pero cómo hacía? Me daba mucha vergüenza.
—Sin vergüenza como has bailado ahora —me dijo Jessy—, vete con Mateo.
Chisté, mis cachetes se coloraron solo de imaginármelo. No creo que pueda dar ese paso tan grande.
¿Pero por algo se empieza, no?
Cloe me miraba altanera cuando bailaba, dando meneos muy sensuales y acercándose a Mateo, quien se quedaba mirando su trasero.
¡Ash! Lancé mi cabello hacia atrás y di una vuelta en el lugar.
Todas las chicas fueron hacia la pared a bailar y yo por supuesto me uní con Rosalía. Daniel gritó expresivo y fue y bailó con Vanessa, luego con Cloe quien se dejaba. Ella no le importaba nada, luego iba a saltar para mí. ¡Ay no!
Me volteé y le sonreí apenada.
—No, no, yo no sé bailar así.
—¡Pero si es fácil, Lale! Si mira lo bien que tú bailas, ¿no vas a saber hacer eso?
Negué con una sonrisa y él se encogió de hombros.
—Bueno... —dijo serio y saltó para Rosalía, quien dejó que el chico bailara con ella.
—¡AAAAH! —chillé llevando mis manos a mi boca súper que asombrada, me faltaba el aire.
Rosalía se llevaba el pelo hacia al lado y llevaba su mano al cuello del chico, comenzando a bailarle lento. Jessy y yo nos miramos impresionadas hasta que el chico la soltó y saltó para otra.
Me acerqué rápido
—¡Pero perrísima, ¿qué has hecho?! —la sacudí—. ¿Qué manera de bailar es esa? ¡No sabía que eras capaz!
Rosalía se rió.
—Ay Lale, si es fácil, allá tú que no te dejaste. Es súper que rico bailar así. —Me guiñó un ojo.
—¡Sata! —me llevé las manos a la cabeza.
—¡Aburrida! Hazlo para que veas como te diviertes —me dio la espalda y nos dejó a Jessy y a mí mirándonos con asombro.
—Lale, yo no sé tú qué vas a hacer, pero yo me voy a bailar con alguien —espetó.
—¡Pero no me dejes sola!
Las seguí hasta donde estaba el coro de voces que repetía la canción que estaba puesta a nivel extremo. Aquí iba a llover.
Miré hacia mi izquierda y me encontré con la mirada de Mateo que me sobresaltó y me puso un poco nerviosa. Suspiré y un fuego se apoderó de mí, sentía que no me quitaba los ojos del cuerpo. De un momento a otro, cambió la canción y yo volví a salir de mí.
Es verdad lo que decían esta gente, debería dejar la pena en mi casa. Es hora de probar cosas nuevas. Para la próxima me dejo.
Me uní al grupo de las chicas de nuevo, las chicas del perreo, tomé otro vaso de refresco, ya me dolía el baso pero no era hora de parar.
Todas al piso de nuevo. Me puse al lado de Rosalía quien me sonrió y me chocó la mano. Me lancé al piso y me empecé a mover de nuevo. Las seguí cuando se levantaron, a la vez que vinieron los chicos. Carlos se le lanzó a Rosalía. Aquí yo no paro: el que me toque, me tocó.
Daniel fue para arriba de Cloe quien se puso de espaldas a él y comenzó a moverse. Yo solita, yo estaba bien, al final siempre he bailado sola. No dejé de moverme, aplaudiendo, hasta que sentí una mano en la cintura y un torso detrás de mi espalda.
Mi corazón empezó a latir fuerte, los muslos me temblaron y cuando me di la vuelta, la nariz mía y de Mateo rosaban, sin embargo no me separé.
No supe qué me pasó, no supe qué me dio, pero lo tomé de la mano e hice que me acompañara hasta donde Rosalía al lado de la pared.
—¡Ay Dios, pegadera! —dijeron a lo lejos para nosotros. No me importa. Rosalía me guiñó un ojo, Mateo me tomó la cintura y comenzamos a bailar muy cerca.
No dejé de mover mi cola, mis caderas, de situar sus manos en mi cintura, de sacudirme y saltar, y de cerrar y los ojos y reírme. ¡Qué bueno era esto!
Yo viraba la cara a modo de quedar cerca de la suya y así permanecí moviéndome.
—¡Mira, a Lale! —dijo Jessy lentamente— ¡Y con Mateo!
Cloe miró rápidamente y yo luego de ver su cara cerré los ojos con para felicidad. Un flash me alumbró para apagarse luego. Entonces la canción se detuvo, Mateo me soltó y me volteé para mirarlo a los ojos.
—No sabía que bailabas así —dijo con la boca abierta.
Sonreí con suficiencia y le guiñé un ojo, antes de que de mis labios salieran palabras que no pude controlar.
—Hay muchas cosas de mí que no sabes.
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