Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 25: Un intruso en su terreno.

—¿Tú no eres de ir a fiestas, eh Lale? —la voz de Daniel la escuchaba, sin embargo mis ojos estaban unidos en una corriente tan fuerte que los conectaba con Mateo que era imposible de romper. 

Giré mi cabeza, pero mis ojos permanecían en el punto de sus ojos café y su ceño fruncido, hasta que ya no los pude mantener más y tuve que mirar a Daniel. 

—¿Eh? —inquirí.

—¿Que si no eres de ir a fiestas? —me dijo. Por más que quería, no podía girar mi cabeza. Mis ojos no se separaban de él hasta que vi que empezó a avanzar en mi dirección y rápido desvié la mirada.

—Eh... ¿A fiestas? Emm... —no sé qué sucedió, pero me quedé muda. Quería responderle pero mi mente estaba en otra cosa. ¿Mateo me estaba mirando? 

Me sobresalté por la voz de Jessy.

—Sí, ella ha ido ya a dos fiestas desde que empezó el curso —añadió en un chillido—, pero son fiestas de compañeros de aula, no es que sea muy fanática a ir a las fiestas.

La miré y luego al chico a mi lado que esperaba una respuesta.

—No, no es eso. Es que no me he enterado que hagan muchas fiestas por aquí. ¿Entiendes? Nada más me he enterado de las que son los amigos cercanos —aclaré con rapidez.

—¡Ahh ya...! —Asintió con la cabeza y abrió la boca—. Ya entendí... —dijo graciosamente y me empecé a reír de nuevo. Es muy ocurrente, y por eso me está cayendo muy bien. Me genera una especie de confianza que no la tengo con ningún otro chico—. Porque dentro de poco, es mi cumpleaños...

—¡¿Es tu cumpleaños?! ¡¿Cómo que dentro de poco es tu cumpleaños y yo no lo sabía?! —me sobresalté con alegría. 

—Si —me sonrió—. Es mi cumpleaños. Estás mal... —canturreó la última parte y Jessy palmoteó. Era como si él fuera el payaso de nuestro circo, y me encantaba eso—. Bueno, en lo que seguía, dentro de poco de mi cumpleaños y voy a ver si hago una fiesta, para que vayan todos mis conocidos y todo. Ya yo cuadré con mi mamá y quería saber si querías ir... 

—¡Si claro! —dije sin pensarlo—. Claro, todo lo que sea para dejar la rutina, yo voy. 

La noticia de una posible fiesta despertó a una Lale extraña dentro de mí, al igual que la que estaba naciendo con Daniel. Una más suelta, mejor, más divertida.

—Pero, una pregunta: ¿Dónde es que tú vives? —me percaté de que no lo sabía, ya estaba pensando en fiesta y no me sabía ni la dirección. 

El chico me miró incrédulo. —Dios, chica. ¿Tú no sabes dónde yo vivo?

—¡No, no sé dónde tú vives! —espeté altanera, y siguiéndole el tono de la conversación.

—Estás mal, Lale —negó, para mí que era fanático a esa frase. Apenas me di cuenta, le di un juguetón manotazo en el muslo. 

—¡Ya viejo! —me reí—. ¡Acaba de decirme dónde tú vives!

Daniel me cogió la mano de donde estaba. —Oye no, la manito no, con la manito no —canturreó y me la puso detrás de mi espalda en el cementoso suelo. 

Apenas me di cuenta, su cara estaba bastante cerca de la mía y nuestros cuerpos igual, pero no me puse nerviosa, me sorprendí al ponerme juguetona.

—Oye, la manito sí, porque me estás estresando.

—Pero no me tienes que dar en el muslo, porque después se me queda la marca —se acercó más. 

—¡Ay Dios, ay Dios, ay Dios! —sentí a Jessy tras de mí. 

No podía perder, tenía riesgos pero tenía que ganar.

—Pero suéltame la manito.

—Te voy a soltar la manito, tranquila —dijo juguetón. Nos entendíamos bien—. Solo espera un segundo.

—Hm, hm —alguien carraspeó, pero di por loco ese sonido. Mantuve mi mirada en Daniel, y él en la mía, teníamos nuestro propio juego de 7 minutos sobre el cielo, sin pestañear, casi tocando nuestras frentes—. Hm, hm —volvieron a carraspear, esta vez más alto. Miré hacia al lado para encontrarme con Mateo con sus brazos en jarra, rojo y agotado, mirándome.

Los colores se me subieron a los cachetes.

Alerta roja decretada.

Repito, alerta roja decretada.

Miré a Daniel, luego a Mateo, luego a Daniel y de un empujón me separé de él y me senté recta en mi sitio, frente a Mateo. En unos segundos capté lo que había hecho, ni siquiera lo había pensado, fue un impulso repentino.

¡Me atrapó con Daniel! Va a pensar que lo estoy engañando, que le estoy poniendo los cuernos.

Lale, tú no eres novia de Mateo así que no le debes nada. ¡Cálmate ya!

Ay cierto, qué tonta. Hmm... Pero de todas formas es raro, no lo niego. 

—Dime —sonreí, como si nada hubiera pasado. Mateo seguía agitado y miré a Daniel con el rabillo del ojo, quien estaba con el ceño fruncido.

Carajo.

Mirándome confundido. Alternaba su vista entre el chico y yo, quien aún no me había respondido.

—Dime, Mateo —recalqué. 

—¿Tienes agua que me des?

Okay, yo pensaba que ibas a decirme algo más importante; pero con gusto me giré para buscar mi bolso con el pomo de agua, sin dejar de mirarlo, tanteando el suelo.

—Sí, si tengo. Espera —mi mano no dio con ello así que resoplé y tuve que mirar para atrás para buscar el bolso. Estaba al otro lado de Daniel, el cual recibió el peso de mi cuerpo que por inclinación caía sobre él.

Lo sentí.

¿LALE, QUÉ TE ESTÁ PASANDO?

Con un poco de calor en mi mejillas saqué el mi bolso la botella. Frente a mis ojos: estaba por la mitad. Volví a mirar a Mateo, estaba con el ceño fruncido por lo que acababa de hacer.

—Coge, pero déjame que me queda poca —espeté.

—Sí, sí —asintió y se pegó a la botella. Su nuez de Adán se movía con cada trago, hasta que brinqué al sentir un pellizco.

—¡Auch!

—No lo mires más que se va a caer —me susurró Jessy, entrecerré mis ojos y bufé. Mateo me devolvió el pomo, con un suspiro.

—Gracias mi corazón, te lo agradezco mucho —dijo con la voz más dulce y agradable que pude sentir de su parte. Una voz sincera, acompañada de una mirada de ensueño. 

—De nada, mi vida —sonreí de oreja a oreja. Tenía que quedarse más tiempo conmigo, no quería que se fuera tan rápido—. ¿Te cansó mucho el juego? 

—Sí, sí. Por un segundo así perdemos, por culpa de Gabriel, él no sabe jugar —se estresó—. Si no sabe jugar que no mienta y lo diga desde un inicio, no para que nos eche a perder el juego —alzó su voz, en verdad estaba enojado. Gabriel era mi amigo pero había que ser francos.

—No le hagas caso, Mateo. Ya relájate —intenté calmarlo—. No te puedes estresar...

—Sí, no me estreso pero el problema es que me dan motivos para estresarme y...

—¡Ya Mateo! —volví a repetir—. Cálmate, ya. Ya pasó. Ahora el próximo juego no lo pongas en tu equipo.

—Sí, sí, sí. Eso es lo que voy a hacer. —Se agachó y mis ojos bajaron con él. Quedó frente a mí y eso me puso algo nerviosa. 

Está ahí mismo. Jessy me empezó a dar con su muslo, y yo a ella. Se empezó a reír y a mí me quería dar algo porque debía aguantar y no demostrarle nada. 

Miré a Mateo, y me giré para hablar con Daniel para disimular un poco.

—Bueno, Lale, como te iba diciendo, la fiesta va a ser este fin de semana y quisiera que fueras. ¿Vas a ir verdad? —La intensidad de su mirada me presionaba.

—Sí, sí, yo voy con gusto, tranquilo. Solo dime la hora.

—A las 8, a las 8 tú puedes estar ahí, tranquila. Todo va a salir de maravilla. —Me sonrió y yo lo hice igual. Era tan tierno. 

—Gracias, mi vida, por invitarme.

—De nada, mi corazón. —Me lanzó un beso y abrió sus brazos. Sin dudarlo me apoyé en su pecho calentito y amplio y cerré mis ojos. Me envolvió en sus brazos y al separarme, que pegamos las caras, que viré a ver a Mateo, estaba rojo pero no del calor, sino de la impresión y de una incomprendida ira.

Podía ver la confusión en sus ojos. Preguntas como: ¿Y este cariño de dónde salió? Su ceño estaba fruncido. 

—¡Oh, oh!

—Ya vieja, deja de joder —le dije a Jessy. Daniel estaba colorado cuando se levantó para seguir jugando, y al pararse, Mateo rápido sustituyó su lugar rosando hombro con hombro.

Okay, okay. Lo tengo al lado. Actúa natural, Lale. Okay. 

Mi corazón le apresuró.

—¿Y qué, Lale? ¿Qué cuentas?

¿Y A ESTE QUÉ BICHO LE PICÓ?

—Aquí mirando el juego. ¿Y tú?

—Descansando. 

—Ah ya. —Me mordí el labio. Era incómodo, la conversación se volvió un completo silencio, y por más que buscaba un tema para conversar, sospechaba de su actitud.

¡Qué nervios! El ruido de la campana hizo que me levantara y que Daniel lo hiciera conmigo. Tenía una evaluación próxima y no quería llegar tarde.

—Lale, dame el bolso que yo te lo llevo —se ofreció Daniel.

—No te molestes.

—No es molestia, me hace bien llevártela. —Este chico… Revolteé los ojos, era imposible llevarle la contraria así que se la di, pero al mirar hacia atrás, veo a Mateo caminar apresurado hacia nosotros.

Miré al frente rápido. Ay Dios, Santa Cachucha protégeme de todo mal.

—La vas a pasar bien en la fiesta, ya verás —volvió a sacar el tema y al yo estar a punto de responderle, Mateo pasa entre los dos recibiendo yo un golpe en el hombro por el brusco movimiento de su parte, cayéndoseme la bolsa.

—¡Oye, anormal! ¿Acaso no ves por donde caminas? ¡Ten cuidado con la señorita! —Daniel me sorprendió al defenderme, Mateo se detuvo y se giró con una sonrisa cínica para acercarse a él—. Y me has dado tremendo golpe en el brazo, para que sepas. 

El chico no le hizo caso, sin embargo me sonrió a mí y me sobó el brazo con el golpe.

—Discúlpame, Lale, mi vida. —Se agachó, tomó la bolsa y me la dio.

Permanecí frotándome el brazo, y un abrazo delicado de Mateo me sacó de mi ensimismamiento. Sentí su corazón y su perfume, e inconscientemente mi otra mano le abrazó.

—No me fijé, es que estaba apurado. ¿No te hice nada verdad? —Miró mi brazo y yo lo retiré de sus manos. 

—No, no, tranquilo. Ya pasó.

Todo lo que quería era evitar discusiones, ya formaba parte del pasado.

—No, tranquilo, nada, que así mismo te deja un moretón en el brazo. —Se metió Daniel, estaba furioso, como si de verdad le importara mi bienestar. 

—¡No te metas más en lo que no te incumbe! 

Mateo ladró y el otro le respondió, aquí se iba a formar la tercera guerra mundial.

—¡Oye, que sí me meto y sí me incumbe! 

Con rapidez me escabullí entre los dos cuerpos que se acercaban cada vez más y los separé un poco, al menos mi cuerpo serviría de barrera.

—Okay, okay, todo está bien. No vayan a discutir, por favor. ¡Todo fue un malentendido…! —Observé a Mateo y traté calmar a Daniel con una sonrisa—. La verdad Mateo pasó sin querer, no se había dado cuenta.

—¿Para colmo lo defiendes?

Salté rápido.

—No, no lo estoy defendiendo. Estoy diciendo la verdad. ¿No viste lo que pasó? No tuvo la culpa.

—Sí, sí, viste, Lale está clara y no te tienes que meter —me interrumpió el chico de ojos café. Daniel chistó.

—¡Sí me meto! —Con rapidez puse mis manos sobre su pecho y lo aparté de Mateo.

—Daniel, ya, mi vida. Ya —lo miré a los ojos, esperando a que entendiera que todo estaba bien de mi parte—, no vale la pena seguir discutiendo y formar un lío. ¿Okay? —me giré—. Mateo, ya te puedes ir. 

Mateo asiente y camina delante de nosotros, pero al parecer al vernos a nosotros dos caminando juntos, se unió a la caminata al otro lado mío. 

¿Qué hace él a mi lado? ¿Por qué camina a mi lado? Llegué al aula y me dirigí a mi puesto con Daniel. Me acomodé en mi silla, compartiendo el puesto con mi compañero y sacando los libros que tocaban de mi mochila. 

—Te está mirando… —canturreó Jessy. Mordí mi labio y los nervios me atacaron, volteé la cabeza y mis ojos se conectaron con el marrón de los suyos, una corriente eléctrica me volvía a atar y me forzaba a apartarme de él de una—. Tierra a Lale. —Chasquearon los dedos frente a mí.

La miré.

—¿Qué?

—Ahorita se comen con la mirada.

—¡¿Cómo?! —espeté, ocultando mi vergüenza.

—Hmmju, no me digas que no.

—Eh… No, no, ni si quiera sé de qué me hablas. —Esa costumbre mía de hacerme la que no, pero que sí creo que nadie me la quita. 

¿Qué está pasando aquí?

—Alerta roja —me susurró—, te está mirando, te está mirando.

—Yo lo sé, chica. Quieta ya —me escondí entre mis cabellos y me volteé hacia al lado para impactarme al ver a Daniel con el ceño fruncido.

—¿Qué mierda hacen ustedes dos? —espetó, Jessy y yo nos miramos y de la nada soltamos una sonora carcajada. Qué va, no entendía nada. 

—No lo vas a entender, tranquilo. —Me crucé de hombros y miré al frente a la espera del comienzo de la clase, pero la vista aún me pesaba. Me mordí el labio inferior, lo iba a atrapar esta vez fuera lo que estuviera haciendo. Efectivamente, miré para el lado y sus ojos estaban sobre mí, se percató de ello y bajó la cabeza para reírse.

Pude jurar que se sonrojó.

¿Qué carajos? Volví a mirar para el frente, como la profesora llegaba con una pila de libros a sentarse en su mesa. 

—Lale, ven acá, hazme el favor —pidió y me levanté, asegurándome de que estuvieran esos ojos aún sobre mí, y sí, me fijé hasta la forma de caminar y me sostuve la falda como si eso la hiciese más apretada.

—Dígame, profesora.

—Me hace falta… que me ayudes a hacer el informe con unos libros nuevos de Ciencias que al aula van a llegar para unos cuantos que lo necesitan.

No me causaba ninguna molestia, al contrario era muy grato para mí sentirme útil.

—Con gusto, profe, solo dígame lo que hay que hacer y yo lo hago.

—Gracias, mi niña preciosa. —Me ofreció unas hojas y me indicó todo lo que tenía que hacer—. Cuando lo hagas tienes que ir a buscarlo al almacén, te aconsejo que te lleves a un varón para que te ayude, que los libros son muchos.

—Yo puedo ir con ella, profesora.

—Ah mira, Mateo puede ir contigo —dijo Beatriz. Sí, menos mal que no se tardó en conseguir a alguien para que… 

Esperen. ¿MATEO SE OFRECIÓ? 

Miré a mi lado, estaba junto a mí con el dedo índice en alto, sorprendiéndome cuando se ofreció de voluntario. Ese perfume de nuevo…

—Vamos, Lale —me dijo y comenzó a caminar hacia la puerta.

—Espérate, déjame tomar las hojas. —Me giré y agarré las hojas y la pluma, para caminar al lado del chico que me esperaba, no sin antes notar la boca abierta de Rosalía, las carcajadas de Jessy y una posible meta de asesinato de Cloe.

Salimos y el Sol iluminó mi rostro, me sentía tan bien y tan libre caminando juntos, que no era capaz de demostrarlo con palabras.

—¿A dónde es? ¿Al almacén? —inquirió, sobresaltándome. Corazón, estate quieto ya, carajo.

—Exacto. —Comenzamos a caminar en silencio. Evitaba confrontar mirada con él, aunque cuando se me adelantaba, mis ojos bajaban por su fornida espalda. El timbre me hizo casi chillar del susto. Oh no, tenía que llegar temprano a este turno por la evaluación que iban a realizar, así que apresuré el paso—. Dale, Mateo, vamos a caminar más rápido que no quiero perderme el turno este con la evaluación importante que van a hacer.

—Dale, está bien —dijo y movió sus pies tan rápido que en cinco segundos estaba a 5 metros de mí.

—¡MATEO, ESPÉRATE, QUE NO CAMINO TAN RÁPIDO! ¡NO TENGO LAS PIERNAS QUE TIENES TÚ!

—¡DALE, APRESÚRATE! —De caminar rápido empezó a correr y lo tuve que hacer igual, adrenalina recorrió mis venas y la sonrisa no la pude evitar, mariposas en mi estómago empezaban a revolotear.

En unos segundos ya estaba con la lengua afuera.

—Espérate Mateo. —Tomé aire—. No voy a poder. No…

Bufó, parándose y girando su cuerpo hacia mí, avanzó a grandes zancadas y se situó a mi lado. —¡Qué debilucha tú eres! 

—¡Debilucha nada! —repliqué, altanera—. Que tú eres varón y no es justo, estás corriendo muy rápido.

—Pues vas a tenerlo que hacer porque vas a llegar tarde a tu evaluación.

—¡Pero es que no puedoo…! —lloriqueé haciendo un puchero. Mateo se detuvo y lo hice también, para observarme, analizándome.

¿Qué me mira? ¿Qué va a hacer? Negó, me tomó la mano, entrelazó sus dedos con los míos y me jaló corriendo junto a él.

¡AHHHHH! ¡ALARMA! Aguántenme que me va a dar.

Que no me mire la cara, y que nadie me vea porque no estoy dispuesta a dar explicaciones. Me empecé a reír y Mateo lo hizo igual, disminuimos el paso, sin embargo nuestras manos permanecían juntas. ¡Qué lindo todo, qué linda era la vida! Disfruté cada instante con su contacto, nunca me había tomado de la mano ni caminado conmigo por tanto tiempo, estaba pasando lo que nunca. 

Hasta que llegamos al almacén y sin más, me soltó. 

No quería soltarme de él, ¿pero qué pensaba? ¿Qué sería para siempre? Volvía a ser el mismo, el frío hielo de nuevo. 

Decidí no preocuparme por eso y entrar tras de él al almacén, saqué el papel y nos sentamos los dos juntos en la única mesa que había. Comenzó a contar los libros mientras yo los apuntaba y firmaba.

—Dale, Lale, mira, para llegar rápido —me apresuró, pero como respuesta, yo, Lale, alias "torpe", me equivoqué en un número y lo peor, escrito con bolígrafo. Me crucé de brazos.

—Ay Dios mío, mira lo que me has hecho hacer.

—A ver, mija, ¿qué pasó?… —espetó cansado y miró a la hoja debajo de mi cabeza. Sus dos manos se apoyaron en la mesa, su pecho calentaba mi espalda y su mentón se pegaba a las hebras de mi cabello. Así no era justo. Acercó más su cabeza para mirar, a tal punto que su mejilla permaneció rosando la mía.

Tentación no, contrólate.

¿Y si viro la cabeza y le robo un beso y después hago como si nada?

¡Que no, Lale, que te controles!

Ay ya, pesada. 

Pero mirando las condiciones: estamos solos en un almacén, oscuro, no hay nadie, cara con cara, su perfume… El rostro se me calentó y en mi mente solo me repetía: “aguanta, aguanta, aguanta”. 

Va a pasar, va a pasar, va a pasar.

Los nervios me atacaron y el rodeó mi mano derecha con la pluma, mano que estaba sudada, y me ayuda a hacer el cambio en la hoja.

—¡Viste que no hay que coger tanta lucha, Lale! —La arregló en un dos por uno.

—¡Ah sí! Sí, es lo que te dije, la verdad que tú estás —giré la cabeza de repente, y me congelé.

No sabía que estaba tan cerca. 

Mi nariz rosó con la suya, y quedamos así de nuevo, frente a frente, mirándonos a los ojos. Les juro que hice el intento te separarme, mas no podía. ¿Mateo me acaba de soltar la mano, y cuando pasa esto no vira la cabeza? ¡¿Por qué no vira la cabeza?! Si él no la vira, no la puedo mirar yo.

Nos quedamos así, nadie se movía, solo las respiraciones se escuchaban, hasta que bajó la vista a mis labios.

Tentación no.

Y yo a los suyos.

De nuevo no. 

Respira, respira. No podía romper la conexión, además de que quería ver hasta dónde era capaz de llegar él, solo eso, nada más. 

Como algo fuera de lugar, me sopló los labios. ¿Qué? AYUDAAAAAAAA. ¡Quiero besarlo, ya está muy cerca! 

Sonrió y miró mis ojos, una batalla de miradas aún más cerca que la que hice con Daniel. Qué va, no resisto, si me quedo un segundo más aquí entro en el camino de la perdición y no sabré cómo va a parar esto, así que con todas mis fuerzas, viré la cara, no sin antes, sin querer, rosar un poquito sus labios.

Ataque al corazón. ¿Ahora qué hago? Traté de recuperarme tomando el bolígrafo.

—Vamos a seguir, que llegaremos tarde —hablé delicadamente.

—Sí, sí, mejor. ¡Rápido, el libro dos!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro