Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 24: ¿Serán celos?

—¡Maldito Damián! ¡No sé dónde meter la cabeza ahora! —me encontraba caminando rápidamente hacia el aula con Rosalía jalandome de la muñeca. Lloriqueé dramáticamente y fui directo a colocar mi mochila encima de mi mesa. Rosalía la ubicó en la suya tras de mí.

—Pero te gusta, ¿eh? —Alcé mi mirada lentamente para encontrarme a Rosalía con la picardía en sus ojos—. Te gusta Mateo...

—¡No! —espeté y me choqué las palmas contra la cara.

—Mucho, mucho —continuó.

—Noo... —Moví la cabeza con fuerza y despegué las manos de mi cara—. Basta, ya —Miré hacia los lados—, que se van a dar cuenta, Rosalía.

—Ok, vale, vale —dijo rápidamente que me causó ternura, pero luego me volvió a alzar las cejas y mirar hacia atrás como entraba Mateo y fijaba su vista en mí.

Me volteé rápidamente dándole la espalda. Rosalía comenzó a reírse estruendosamente. Por Dios, denme paciencia. Me mordí el labio y mientras me sentaba trataba de mirar a cualquier lado menos a una persona.

Lale, relájate. Respira.

Cerré los ojos y me calmé. Okay, todo correcto.

—¿Qué Lale? —Alcé la cabeza rápidamente hacia la puerta del aula. La profesora venía llegando con su bolso en el brazo derecho y a su lado izquierdo estaba nada más que...

¿Damián?

Sí, solo es... WOW, WOW, WOW. ¡¿Qué?!

Me giré hacia Rosalía y le hice una mueca de ayuda señalando al frente, ella abrió la boca como plato y para cuando me giré, Beatriz estaba sonriendo mientras me miraba.

Ay no.

La miré a los ojos y alzó las cejas.

¡Ay no!

—¡Lale y Mateo! ¡No se pierdan lo último! —salió Damián por la puerta dejándome con la boca abierta y sin siquiera saber a dónde mirar.

AY NOOOO.

No se te ocurra mirarlo, no, Lale. No lo mires. Estás roja, cálmate.

El corazón me latía con rapidez y escondí mi cabeza entre mis brazos. Me sobresalté por un pinchazo, Rosalía me llamaba y cuando me vio la cara, hizo todo menos ayudarme.

—No digas nada. Solo no hables —imploré y ella rió.

—No era para eso. Bueno sí, un poco. Era otra cosa. Préstame la libreta para hacer la tarea.

Automáticamente abrí mi mochila y saqué la libreta de matemáticas. Se la puse en la mesa.

—Aprovecha que estoy de buenas.

—Wow. Espera, que te lo dije jugando, ¿en serio me la vas a dar? —preguntó, impresionada.

—¿Lo tomas o lo dejas? —miré la libreta y ella la tomó con rapidez para abrazarla.

—La tomo, la tomo. ¡Ja! ¿Estás loca? —rió y empezó a buscar las páginas. Negué y miré hacia el frente. Uní mis manos y comencé a juguetear con mis uñas, pero sentía que algo me pesaba. Sí, me pesaba la vista.

Fruncí el ceño y miré a la izquierda con rapidez. Cloe me miraba fijamente, sus cejas estaban fruncidas, me mantuvo la mirada y luego la desvió. Yo la desvié a la vez.

¿Molesta, Cloe? ¿Por qué, eh? El sarcasmo unido a una sonrisa macabra me acompañó y más cuando decidí por observar de nuevo y los ojos que me encontré fueron los de Mateo sobre mí.

Suspiré internamente y le sonreí. Él lo hizo de vuelta mientras marcaba sus hoyuelos.

¡Ay, es tan lindo!

—¿A quién miras? —me tocaron firmemente el hombro y una punzada fría me puso nerviosa. La profesora estaba apoyada sobre la mesa con una sonrisa.

—Ehhh... Nada, a la puerta —reí nerviosa.

—¿A la puerta? Bueno, cuando Mateo sea una puerta me avisas. —Tomó mi libreta, la cual estaba en mi mesa. No sabía en qué momento Rosalía la había devuelto, pero la firmó y me dejó sin habla. Se levantó y me enseñó los dientes.

Santa Cachucha. ¡¿Qué sucede con mi vida?!

Después recalqué que la libreta que le había prestado a Rosalía no era de la asignatura de la profesora Beatriz. Ella enseñaba Literatura.

¿Cuándo yo saqué la libreta?

Negué internamente, la verdad que estaba loca. Llegó alguien que movió la silla de mi lado y se sentó. Me giré para ver a un chico de ojos claros, tes blanca y cabello oscuro y lacio sentarse a mi lado. Me sonrió de boca cerrada y comenzó a sacar los libros de su mochila.

—Daniel.

Lo saludé y abultó sus cachetes alzando sus comisuras.

—Lale, me mudé para acá. Allá atrás es muy aburrido —comunicó.

Daniel se ha sentado en la última mesa desde que comenzamos el curso. Básicamente nunca hemos hablado, sin embargo lo conozco de vista.

—Me imagino —dije y me sentí mal por no saber qué conversación sacarle. Solo podía distraerme mirando hacia la puerta de entrada.

—¿Hiciste la tarea?

—¿Eh? —me giré—. Ah, la tarea. De Mate. Sí, ¿y tú?

—Pues no —presionó sus labios, algo que me pareció gracioso.

—¿Te ayudo?

—Si puedes...

—Claro que sí —asentí y me acerqué un poco hacia él. Abrió su libreta y me señaló el ejercicio para que yo se lo explicara.

Accedí, gustosa. Nada me impedía ayudar a alguien que me necesitara. Siempre que pueda hacer un bien, lo haré, al fin y al cabo nunca sabemos cuándo será que necesitemos la ayuda nosotros.

—Ahhh, ya entendí. ¡La verdad que un signo mal puesto puede joderte toda la ecuación! Gracias, Lale. Ya sé como hacerlo —asentí y él comenzó a hacer el ejercicio.

Rosalía me tocó el hombro y al voltearme me señaló con el dedo el chico a mi lado.

—¿Y este? —me susurró—. ¿Qué hace ahí?

Alcé mis hombros. A mí también me sorprendía y no sabía si solo vino de paso o a quedarse aquí, lo cual me parecía muy raro. Desde que Anelía se fue me había sentado sola, a Rosalía no le permitían cambiarse de puesto, pues había que mantener los del inicio de curso.

—Hay alguien que se está preguntando lo mismo a tu izquierda.

Observé sus ojos y al darme la vuelta, me impacté con la mirada de aquel chico de mis sueños, quien parecía confundido al ver a cierto joven sentado a mi lado.

***

—Se te cae el queso del sándwich.

—Déjalo así, Jessy. Al final me lo voy a comer —espeté dándole otra mordida a mi merienda.

—Hace rato que no veníamos al comedor, Lale —dijo Rosalía, absorbiendo jugo por su popote.

—Tienes razón. Corrección: hace rato que no salía del aula a horarios de merienda.

Casi cinco meses en la escuela y el lugar que más conocía era aquella aula. Me sabía las mesas y las sillas de memoria de tanto que las repasé, aburrida, negándome a salir porque no me acostumbraba a la ausencia de Anelía.

Digamos que hoy por hoy es cuando he socializado más en la vida de la secundaria.

—Umju —le di otra mordida al pan y miré hacia la puerta de entrada. Daniel venía entrando con un estilo que lo caracterizaba y aquella mirada que ya tenía cautivada a unas cuantas chicas.

—¡Vaya sorpresa me llevé cuando se sentó a tu lado! —recalcó Rosalía y la miré. Alcé las cejas y luego asentí.

—Yo igual, pero bueno... Son sorpresas de la vida. Creo que es la primera vez que mantengo una conversación con él desde todo este tiempo —confesé, mirándolo caminar hasta la cafetería.

—Y está bastante bueno —añadió Jessy.

—¡¿Cómo?! —chilló Rosalía y comencé a reír—. Lale, no te la pierdas. Parece que le gusta alguien por aquí.

—No, no, no, no —resaltó como una niña chiquita en su silla, negando con su dedo índice—. No es eso. Es que todo el mundo siempre lo dice. Daniel es bastante atractivo. ¡No sé cómo nunca te habías dado cuenta, Lale!

—Es que todavía no se ha dado cuenta —dijo Rosalía y entrecerré los ojos.

—¿Tú también?

—Vamos, no te cuesta nada admitir que está guapo —alzó y bajó las cejas—. Eh, eh. ¡No lo niegues que se te ve en los ojos!

—¡Ay ya! Si tanto lo ven guapo cómanselo con papas. Yo no lo quiero, no me lo echen para arriba.

—Ay Lale. Con lo lindo que está... —Jessy se chocó las manos contra su frente—. ¡Aprende a mirar!

—Ya sé qué le sucede a ella —dijo Rosalía y me quedé totalmente callada, esperando su respuesta. El corazón me empezó a latir con fuerza—. Que solo tiene ojos para Mateo.

—¡Ya sabía yo que ibas a decir eso! —me levanté de la silla de un salto y ella comenzó a palmotear y a reír. Jessy de un jalón me volvió a sentar.

—Ya deja el show y siéntate tranquila.

—¡Auch! —me froté la muñeca, haciendo una mueca de dolor.

—Dramática.

Un pequeño jalón de cabello me hizo voltear la cabeza. No estaba para graciositos a estas horas. La persona que me hubiera hecho eso no estaba por mi izquierda, miré a la derecha para ver a Mateo riéndose y mirándome antes de desaparecer.

¿Qué mierda?

—Díganme que no fue él.

—¿Qué cosa? —inquirió Jessy totalmente ida del tema.

—Sí, fue él —me contestó Rosalía y tomé aire por la nariz. Me mordí el interior del cachete.

No sé a qué estaba jugando Mateo, pero de que lo iba a atrapar a la próxima, lo haría. Miré de nuevo a la puerta como esperando que aquella emoción se calmara.

—¡No entiendo nada! ¿Me pueden explicar? —exclamó Jessy. Rosalía y yo nos miramos y sonreímos. Era gracioso cómo quería enterarse de todo pero no captaba nada.

Dos toques en mi hombro derecho y me giré. Daniel estaba con un bizcocho en la boca y cuando miré hacia abajo me ofrecía un paquete de ellos.

—¿Q-ueres? —intentó decir entre dientes.

Con una mirada rápida capté a mis amigas confusas y a la espera de lo que pasaría. Asentí y tomé uno.

—Sí, gracias, Daniel...

—De nada —me guiñó un ojo y como mismo salió de ahí.

¿Y este loco?

Me quedé mirándolo desaparecer y me comí el bizcocho. Cuando me di la vuelta, cuatro ojos me querían matar a preguntas.

—Ahora sí que no entiendo nada —espetó Jessy.

—Yo sí entiendo, y me parece... Que estoy empezando a ver el humo de los cohetes de la 3ra guerra mundial en esta secundaria.

—¿Por qué?

Rosalía tomó aire y se dio en la frente.

—Ya te uniste al team de Jessy, tú tampoco entiendes nada.

La verdad sí lo entendía, pero tenía miedo a soñar de nuevo y que un gran balazo me hiciera despertar.

El miedo se estaba presentando en mi interior, unido a la desconfianza que lo nuevo me ocasiona. Sin embargo, la vida está hecha para disfrutarla y dejarse llevar, y yo estoy dispuesta a dejarme llevar por esa corriente llamada destino.

Solo que el destino depende de las decisiones de una persona...

Y siempre hablan del yo propio en aquellas frases lindas y motivadoras, pero yo no me sentía así. Yo sentía que estaba ligada a él en lo que refería a la felicidad.

—Eso está mal, Lale —me dijo Anelía al otro lado de la línea—. No puedes hacer que tu felicidad dependa de una persona.

—¿Pero qué tú quieres que haga si así es como me siento? ¡Tenías que ver lo que hizo hoy! Parece que está celoso y no sé de qué. —Hablé bajito mirando a ambos lados a ver si alguien pasaba cerca—. Tenías que verlo... Ay, es tan tierno...

—Basta, Lale, ¿tú no eras la que decías que te ibas a olvidar de él?

Ups. Es verdad, esa era la idea fija que tenía esta mañana y ya se fue al diablo. La había olvidado por completo. Siempre hago lo mismo.

—Ehhh... Nunca dije que fuera hoy...

—¡LALE! Ay madre Santa de los Tomates Colorados. ¿Rosalía está por ahí para que te agarre? Creo que si vas suelta no vas a lograr lo que te propones.

Me reí, el pecho se me apretaba de lo gracioso que era escucharla enojada.

—¡No me estoy riendo!

—Ya, ya, perdona...

—Bueno, sigue ahí y por la tarde hablamos que ahora mismo mi novio anda llamándome para salir —me dijo y achiné los ojos.

—Ah con que tu novio es más importante que tu amiga. Está bien.

—¡Pero Lale! —se empezó a reir—. Denme paciencia con esta chica, Dios mío. Mira, voy a ver a mi novio. Tú mira a ver si te acabas de conseguir uno y que no sea el Mateo ese.

—¡Por supuesto que...! —mi telefono vibró y lo separé de la oreja—. ¿Me colgó?

Sí, te colgó.

—Maldita perra.

Resoplé y guardé el teléfono en el bolsillo mientras salía del baño. Comencé a caminar mirando hacia mis pies, cuando Jessy venía del otro lado del camino.

—Hey, ¿a dónde vas? —se me enganchó del brazo—. Vamos a dar una vuelta, dale.

—Dale, vamos.

No tenía más que hacer.

Caminamos toda la escuela hasta el terreno deportivo, donde todos los chicos estaban jugando al fútbol. Ella me guió hasta sentarnos en el extremo de unas gradas que estaban ocupadas también por otras chicas y jóvenes tomando unos 5 segundos de descanso por la gran agitación que tenían.

Daniel, Mateo, Gabriel y otros varones jugaban a pasarse la pelota. A Gabriel se le iba unas cuantas veces y recibía los gritos de los demás de reclamos. Pensé que hasta lo sacarían del equipo.

—Gabriel se pasa, para mí que no sabe jugar —dijo Jessy y miré al chico que iba otra vez a buscar la pelota.

—El pobre, como le gritan.

—Porque no sabe jugar, Lale, y les hace perder. Imagínate que estés ganando un partido y venga alguien a meter la pata —la interrumpí.

—En primera, yo no juego fútbol...

—Hipotéticamente, niña —reviró los ojos.

Argsh, qué humor.

Se volvió a concentrar en el juego y lo hice igual.

Mateo se movía de un lado a otro con los ojos en el balón, el sudor le corría por la frente y se le marcaba la espalda en la camisa. Le pasó el balón a Daniel quien volvió a pasárselo, para ir directo a la portería y dirigir la pelota hacia esta.


—¡GOOOOL! —gritaron los de su equipo y me levanté de un grito, girándome con velocidad hacia Jessy.

—¡GOL! ¿Viste? ¡Al final ganaron! ¡Wohoo! —aplaudí mirando al terreno de nuevo. Gabriel andaba por otro lado yéndose a sentar y Daniel se dirigió a nosotras.

—¿Lale, me das agua? —su cara estaba colorada del calor y el sudor le corría por la frente. El pecho le subía y bajaba.

—Emmm... Sí, claro. Aquí traje mi agua. —Me volteé hacia al lado y tomé mi botella de la bolsa que tenía colgada—. Ten, déjame.

—Claro, mía. —Destapó el pomo y se lo llevó a los labios. Jessy intercambió una mirada conmigo subiendo y bajando las cejas. La di por loca, recibiendo mi pomo—. Gracias, que Dios te lo pague —espetó y fue a sentarse de un tirón a mi lado.

Sonreí.

—No hay de qué, el agua no se le niega a nadie, Daniel.

—Ahí, ahí —levantó su pulgar. ¡Tiene cada ocurrencia!

Algo me dijo que mirara hacia el frente, así que de un tirón viré la cabeza y me dio un frío hielo en el corazón.

Mateo nos estaba mirando a Daniel y a mí, de nuevo.

Y no con buena cara.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro