Capítulo 15: ¿Y hablando de 15?
¿Y HABLANDO DE 15?
Meses después.
"Buenos días, Lale. Hora de levantarse".
Tratar de motivarte tú sola para levantarte de la cama es un buen comienzo del día, mientras me rasco los ojos con las manos en puños, acompañada de un bostezo.
Amo los fines de semana. Me puedo levantar tarde, a la hora que quiera y quedarme acostada hasta cuando me plazca.
Me giro para tomar mi teléfono y lo enciendo dando mis últimos bostezos. Diablos, 11 y media, ¿tan temprano es?
"¿Temprano, Lale? No quisiera ver qué es tarde para ti". Casi puedo escuchar la voz de Anelía como si estuviera a mi lado. Levantarme tarde es mi pasión, así como hacer el trabajo del vago.
Veo el día en el calendario, es 14, el día catorce tres meses después cumplo años. Lindo día.
Y es cuando decido levantarme y buscar mis zapatos, para darle la bienvenida al nuevo día que...
Espera... ¡¿Qué?!
Corro y enciendo mi teléfono otra vez, y lo confirmo. ¡Faltan exactamente tres malditos meses para mis 15 años!
¡Ayyy! ¡Muero!
No puedo contener la emoción y la pereza se ha ido de paseo. Empiezo a dar saltos en el lugar sin poder creérmelo. Los 15 años son la celebración más gloriosa de una adolescente. Esta marca un antes y un después en tu vida y siempre, pero siempre le damos la importancia que se merece. ¡Y es que no lo puedo creer!
Joder, me estoy poniendo vieja.
No sé por qué me da por llamar a Anelía por teléfono. Esta emoción debe ser compartida por tu mejor amiga.
—¿Anelía?
—¡Lale! —Me sobresalta cuando me habla con emoción— Hoy miré la fecha y faltan tres meses para tu cumpleaños.
—Niña, qué tú tienes. ¿Tú eres vidente, o estás metida dentro de mi cabeza, o qué?
—Mija. ¿Por qué?
—Es que yo me he levantado y he mirado la fecha y he pensado lo mismo. No puede ser que usted y yo seamos hermanas gemelas y no lo sabíamos.
La risa escandalosa de Anelía hizo estruendo al otro lado de la línea.
—Parece que sí. Jijiji. Estamos conectadas, Lale, por Bluetooth o por Wifi pero de que estamos lo estamos.
—Anormal.
—Estúpida.
—Bruja.
—Loca.
—¡Ay ya! —me reí—. Que parecemos niñas chiquitas.
—¿Ya sabes qué vas a hacer para tu cumpleaños?
—Eh... Aun no sé.
—¡¿Pero cómo tú no vas a saber lo qué vas hacer para tu cumpleaños?!
¡Si sólo faltan tres meses!
—¡Pero es que no sé! ¿Qué quieres que le haga?
—Pues tienes que ir decidiéndote ya. ¿Ya hablaste con tus padres?
—Aun no.
—¡¿Y qué tú esperas, tonta?!
—Oye, más suave, anormal.
—Suave ni suave. Ve a hablar con tus padres y me cuentas después. Tengo que colgar porque mi mamá me está llamando para que la ayude a cocinar.
—Dale. Chao pescao...
—Chao.
Qué bien, Anelía cocinando y a mí ni me dejan encender un fósforo. Buena vida con sarcasmo presente.
Suspiro saliendo del cuarto y alisando un poco mi cabello.
—¡Buenos días! —grité dramáticamente y todos me miraron.
—Buenos días, princesa. —canturreó mi mamá desde la cocina lavando los platos. Me acerqué a ella y la abracé, causándole una sonrisa.
—¿Mamá, cuando me voy a tirar las fotos de los quince?
—¡Ay Lale! Todavía es temprano. Como máximo faltan como cinco o seis meses. —soltó rápidamente y la aniquilé con la mirada.
—Mamá, faltan tres meses.
—¡¿Cómo?! —reaccionó.
—¡HIJO! —gritó mi papá impactándome— ¿Cuánto dinero hay en la alcancía para el cumpleaños de Lale? ¿No faltaban cinco meses?
—¿Es en serio o todos me están queriendo tomar el pelo por idiota?
—No, mi amor, para nada —habló mi mamá— Y también hay que vestir a tu hermanito de traje.
Un vaso cayó al suelo y me hizo voltear. Mi hermano Jarol había dejado caer un vaso de leche al suelo. Tenía el semblante enojado y sus manos formaban dos puños apuntando en dirección al suelo, luciendo gracioso con su pijama de Aladino.
—¡Yo no me voy a vestir de ningún traje! —gritó— ¡Eso se ve ridículo!
—¡JAROL! —gritó aún más alto mi madre, haciendo que Jarol se escondiera tras de mí.
La voz de mi papá y su mano acabada de poner sobre mi hombro me sobresaltó por instantes.
—Yo tampoco soporto ponerme traje, pero por ti lo voy a hacer, mi vida. —se inclinó y me dio un beso en la cabeza y yo lo miré con ternura e inocencia, como si yo fuera una niña pequeña.
—Papá, te quiero.
—Yo también te quiero, aunque no tenga dinero y tenga que empezar a reunir desde ahora.
—¿Es en serio?
—Tranquila, yo gano bien.
Me sonrió y en ese instante tocaron la puerta. —Yo abro, Lale.
Mi abuela apareció en la sala con dos bolsas de compras a ambas manos que abrió dispuesta a recibir un abrazo.
—¡¿Dónde está la niña que cumple 15 en tres meses?!
Okay... ¿Hoy es el día de recordarme que cumplo 15 en tres meses o qué?
* * *
—Y entonces mi mamá está planeando la fiesta. Está vuelta loca, se la pasa de allá para acá comprando lo necesario.
A veces suponemos palabras o acciones, incluso personas. Pensamos que por huir de un lugar todo se acabará, pero no fue así.
Salí de mi casa, después de que todos me recordaran que faltaban exactamente tres meses para mis 15 años de edad, con la esperanza de evadir el tema en la escuela, pero no, tenía que venir Rosalía y adentrarme en una larga conversación de 15 años.
Mierda.
—Las fotos serán en una semana, Lale. ¡Estoy emocionada! —me agitó la mano con la que me estaba sujetando el mentón y mirando al horizonte hace unos segundos.
—¿Si?
—¡Si! Pero ella también quiere, mi mamá, quiere que las fotos sean espectaculares, porque dice que los 15 son una vez en la vida y... ¡Ay, Lale! Creo que te estoy volviendo loca. —Rió por lo bajo y me miró como un demonio.
¡Yo no quiero hablar de 15, por favor, cámbienme el tema en este capítulo!
—¡Lale...! —saludó Mateo en alta voz desde que venía entrando por el aula.
¿Mateo?
—Hey Lale, quería saber si me podías ayudar con una tarea —dijo Mateo cerca de mí.
Prefiero los temas de 15. Sigue, Rosalía, sigue hablando.
—¿En qué tarea necesitas ayuda? —Lo atendí gustosa con una gran sonrisa.
—En la de biología que no la entiendo.
—¿Por qué no vas y le preguntas a la profesora de biología?
—Yo le iba a preguntar pero es que tengo pena, porque tú sabes que la profesora es muy recta... Y...
—Okay, y vienes a preguntármelo a mí que odio la biología.
—¿Tú odias alguna asignatura? —Mateo parecía incrédulo, sus ojos fuera de sus cavidades—. Wow, qué milagro.
Rosalía respondió por mí:
—Odia todo lo que tenga que ver con las plantas, los bioquímicos, y todas esas cosas.
Reí escandalosamente cubriéndome la boca con la mano.
—Hasta si tú fueras alguna verdura, te odiabas. —Asintió ella con fuerza, lo que incrementó mis carcajadas y con ellas las de Mateo.
—¡Ay qué cómica! —le dije.
—¿Lale, y los novios? ¿No tienes? —preguntó Mateo.
¿WHAT?
911, EMERGENCIA.
ALERTA ROJA.
CARA ROJA Y MEJILLAS SONROJADAS.
¿Qué tú haces preguntándome eso?
—¿Mis novios? Sí, tengo uno.
—¡¿Si?! ¿Pero dónde está? ¿Cómo se llama?
—Nemo.
—¿Si? ¿Y dónde está?
—Todavía lo estoy buscando —solté y me empecé a reír, al igual que Rosalía que a la vez estaba sorprendida por mi respuesta.
Mateo reía y los ojitos le brillaban.
Ay, qué lindo...
Laleeee...
Oh, sí, sí, perdón.
Escuché risas desde atrás. Jessy y Vanessa estaban riendo a todo volumen.
—Qué bueno te quedó el chiste, Lale.
—¿Y ustedes por qué se están riendo de mi chiste? —les pregunté y ellas se acercaron a mí.
—¿Acaso sabes la tarea de biología?
¡Y tenía que ser!
Claro, por eso se reían.
—Okay, sí prefiero las charlas de 15 años.
Dos días después.
El día de hoy se puede describir con una sola palabra: relajador. Es como un masaje que te quita toda la carga que has llevado durante mucho tiempo, y vaya que es demasiada.
El mejor regalo de un estudiante es terminar con su última prueba y sentir esa libertad, esa alegría y sentimiento placentero que te brinda el no tener nada pesando en tu conciencia.
¿Qué más bien me podía sentir yo si no era por aquel motivo? Además, es diciembre y eso solo significa una cosa: ¡Las vacaciones de navidad comienzan dentro de poco! ¡Yes!
—¡Libre soy! ¡Libre soy! —cantaba y abría los brazos tratando de imitar el baile de Elsa.
—Estás muy chistosa esta semana. Primero con lo de Nemo, que dónde está que no lo veo y ahora con la canción de la película de Frozen —me dijo Rosalía.
—Es que... No sé... Las estupideces de Anelía me hacen falta.
—Sí, me di cuenta. Me di cuenta.
Sin notarlo estábamos caminando por los pasillos de la escuela. Es como esos momentos en que la conversación es tan cautivante que te desconecta de tus pies y deja que ellos recorran solos los caminos de la vida, en este caso, la escuela.
—Hey, chicas —escuchamos la voz de Mateo y mi corazón da un vuelco. Nunca dejaré de sentirme así, ya está comprobado.
Nos volteamos.
Este está extrañito. ¿Por qué carajos se está acercando tanto si hace días no me hablaba?
—¿Qué sucede? —lo encaré.
—Es que vamos a hacer una fiesta en mi casa por las vacaciones de navidad y quería pasar un tiempo con los amigos antes de pasarlo con la familia, que me voy a Panamá a pasar las vacaciones —dijo Mateo.
¿Para Panamá? ¿Tan lejos? Ay, no.
—¿Nos estás invitando acaso? —preguntó Rosalía.
—¡Claro, sino no se los estuviera diciendo!
—¿Qué día es y a qué hora? —inquirí.
—Mañana en la noche —respondió Mateo rápidamente. Me encanta su seguridad.
Ay...
—Le tengo que pedir permiso a mis padres, pero tal vez me dejen, además saqué muy buenas calificaciones.
—Si buenas calificaciones es sacar 100 y 99 en casi todo, no sé qué sean las excelentes calificaciones.
Las palabras de Mateo me hicieron reír grandemente. Mis cachetes sonrojados se camuflaron en mi sonrisa y mis ojos brillaban al verlo.
La magia se acabó cuando Cloe me pasó por al lado, y se enganchó del brazo de Mateo. La sonrisa se me fue a pasear al país de los recuerdos.
—Vamos, mi amor —le dijo a Mateo.
—Espérate, estaba invitando a Lale a la fiesta de navidad del aula. —La detuvo este.
—¡¿Invitaste a Lale?!
—Sí, ¿algún problema?
—¡Toma! —susurró Rosalía al lado mío, encajando su codo en su cadera.
—No ninguno. Pero ya vámonos mi amor. Que mi suegra está esperándome. Es que me quiere mucho.
—Uy... Si Anelía hubiese escuchado eso le hubiese metido una peor que la otra —le susurré a Rosalía.
—Soporta, que falta poco. Después de mañana no la veremos más en dos semanas hasta que llegue el año nuevo, por favor —me respondió ella.
Respira. Inhala. Exhala. Inhala. Exhala.
—Okey, ya vámonos a casa. Necesito pedir permiso a mis padres e ir a visitar a Anelía para contarle de mis notas y a saber por fin qué pasa con lo de ella y de la escuela, porque al final solo se presentó en un examen.
Sin embargo, no pude dejar de pensar en la invitación de Mateo cuando llegué a casa. ¿Invitarme a una fiesta en su casa? ¿De Navidad?
Este se trae algo entre manos.🌼🌼🌼
¡Holaaaa! ¿Cómo está quedando la historia? Gracias a aylenitaRR que me ayuda y a la nueva portada que me hizo.
Me agradaría mucho ver los comentarios, me encantan. ¿COMO LES CAE LALE? ¿Y MATEO? ¿Qué amiga es la que más aman? Espero sus respuestas, y se ganan un capítulo dedicado.😉
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