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Capítulo 12: Problemas.

Melany es mi amiga, nunca lo he negado. Por ello me he dado cuenta en los últimos días de que algo le pasaba.

Ya no era la misma. No quería irse a casa conmigo a la hora de siempre. Decía que prefería esperar a que bajara el Sol un poco para sufrir menos en la larga caminata.

Además de que se ha ido al parecer sola todos estos días, al no ser por algunos en los que Rosalía y yo la esperamos, la veo más cansada de lo normal.

Ahora, la estoy observando desde el banco de la escuela. Es por la mañana, muy temprano y ambas hemos llegado juntas. Al parecer, ella me nota. Mira a ambos lados como si estuviera cruzando la calle y camina hacia mí.

-¿Lale, podemos hablar en privado? -me dijo Melany cuando llegó hacia donde yo.

-¿Qué te pasa? Tienes unas ojeras horribles.

-Por favor, ven. -Me hizo acompañarla al baño.

Definitivamente ese será nuestro lugar privado de pláticas. Desolado... Cómodo... Muy bien.

No había na...

-¿Rosalía? ¿Qué tú haces aquí? -le dije al nada más verla con tono de sorpresa.

En serio me sorprendió. El baño nunca es muy frecuentado a estas horas.

Sospechoso.

Arreglándose la ropa. La saya y la camisa.

Sospechoso.

-¿Qué haces tú aquí?

-Me estoy cambiando para educación física -me respondió automático.

-Mmm... ¿El turno de educación física no era hace... Tres horas que lo dimos juntas? -la inspeccioné entre ceja y ceja.

-Sí, pero el profesor me llamó para hacer una prueba...

Fue interrumpida ya que una de las puertas de los inodoros se abrió. Un chico saliendo de él arreglándose la ropa.

Mi cabeza voló hacia ella.

-¡ROSALÍA!

-Ehhh... Bruno, nada.

-Nada es comparado con lo que hicimos, ni con lo que viene después. -El chico se acercó a ella y le dio un beso en la frente.

Madre mía que me parió.

-¿Usaron condón? -dijo Melany rápido.

-¡Melany, eso no te incumbe! -le gritó Rosalía y me tuve que tapar los oídos.

Tres Doritos después.

Todo estaba más calmado...

-¡Pero, Rosalía!

-¡No lo acabo de conocer hace días!
Estoy saliendo con él desde hace un año lo que no se lo he dicho a nadie.

¿Hace un año y yo no sé nada?

Ay, te voy a matar...

Me puse seria.

-Hace un año... Tú a mí no me dijiste nada. -Le señalé la palma de la mano, asintiendo repetitivas veces-. Tú vas a ver...

¿Yo le cuento todo lo de Mateo y ella no me dice nada?

-Tú vas a ver...

Ella se volvió loca.

-¡Vas a ver! -asentí fuerte.

Pero Rosalía tenía una buena respuesta para eso.

-¿Qué voy a ver? Si ni tu primer beso has dado.

-¡Hija de tu madre! ¡Ahhh! -disimulé un puñetazo abalanzándome arriba de ella. Si no fuera porque una entrometida me agarró las muñecas.

-¡Chicas, por favor, paren que tengo que decirles algo MUY importante!

A Rosalia y yo se nos viró el cuello.

-¿QUÉ? -dijimos a coro.

-Creo que estoy embarazada -dijo Melany.

-¡¿CÓMO?! -gritamos otra vez.


* * *

¡Qué incomodo es pedir un maldito test de embarazo en una farmacia!

Aún no lo hemos hecho. Estamos paradas en el mostrador Rosalía, Melany y yo, como estatuas.

-¿Y ahora? -susurré.

-¿Qué quieren? -La farmacéutica nos miró esperando por nuestro pedido.

-Pídelas tú -me dijo Melany.

-No, pídelas tú -susurré.

-La que piensa que está embarazada eres tú. Pídelas tú -dijo Rosalía.

Hasta que me cansé.

-¡Paren ya! -carraspeé y bajé el tono de voz. La mujer me miraba cansada-. Señora... ¿Tiene pruebas de embarazo?

-Si. ¿Cuántas va a querer? -preguntó silenciosamente.

-Una.

Las tres respondimos.

La mujer fue la buscarlas y Melany aprovechó para sacar el dinero y dejarlo en el mostrador. La tomamos y cuando nos viramos...

Mi papá entrando a la farmacia.

Sí. Es solo mi...

¡Woooow! Escondí la prueba de embarazo detrás de mi espalda rápidamente.

-¡Papá...! -lo saludé con una ancha sonrisa rezando para que no viera la prueba.

-¿Qué hacen ustedes aquí?

Eh...

-Vinimos a hacerle un favor a la maestra -dijo Rosalía automáticamente. Parece que lo de inventar cosas en el aire se le da muy bien.

-¿No es que tienes que llegar y comprar medicinas, Rosalía? -le susurré.

-Sí pero es que no puedo.

Le di la prueba a Rosalía por detrás de la espalda rápidamente e intenta dársela a Melany, quien no la quiere tomar hasta que se la da y la pudo guardar rápido en el bolso sin que mi papá la viese.

Ufff. Estuvo cerca.

-¡Ya tenemos que volver a la escuela!

-Sí, vayan -dijo mi papá y le pasamos por al lado rápidamente, yo mirándolo.

Ah no. Las tres estábamos con la misma expresión de "no me regañes" en el rostro.

Cuando salimos, apresuramos el paso lo más rápido posible, pero tampoco corriendo para no levantar sospechas.

Entramos de nuevo a la escuela.

Eso estuvo bien cerca.

-A la verga. ¡Qué susto! -dije.

-Más nunca vuelvo a ir a la farmacia -añadió Melany.

-¿Te imaginas que tu papá hubiera visto la prueba de embarazo en tus manos? -me preguntó Rosalía.

Una corriente eléctrica me sacudió el cuerpo de solo pensarlo.

-Primero que todo, me harían un interrogatorio y unas cuántas investigaciones para ver si es verdad o no porque... ¡Ay qué susto! -grité dramática.

-Rápido. Vamos al baño -dijo Rosalía, pero el timbre sonó.

Mala hora.

-Oh, no, no, no. No podremos hacerlo ahora -protestó Melany.

Puse mis neuronas a pensar.

Mis ambas manos se relajaron en el aire.

-Okay, vamos a hacer algo: Rosalía, cúbrenos. Nosotras vamos al baño.

Rosalía se puso la mano en la frente.

-Sí, generala.

Y se fue a ejecutar su plan.

-Melany... Ven para el baño. ¡Pero rápido! -le susurré.

Caminé delante y ella venía detrás de mí. Le di la prueba y se metió a uno de los cubículos.

Mi pie estaba impaciente en el suelo, desde afuera veía como el profesor entraba al aula con todos los libros.

Me enfoqué en el cubículo de Melany.

-¿Ya?

-No, todavía.

Entró la profesora Beatriz.

-¿Ya?

-¡QUE NO!

-¡Ay ya, no grites!

Se abrió la puerta y salió Melany con la prueba.

-Ya.

Me volteé y me encontré con ella inspeccionando el aparato.

-Aún no sé cómo funciona esto.

Lo miro.

-Tiene dos rayitas.

Busco en el manual y comienzo a leer.

-Una rayita, negativo. Dos rayitas, positivo. ¡Esto es fácil! -entonces caí-. Espérate. ¿Qué? -Miré de nuevo la prueba de embarazo.

Tiene dos rayitas.

Son dos...

No una...

DOS.

Carajo, ya los nervios me atacaron. Levanté mi mirada apenada.

-Melany... ¿Melany? ¿Por que carajos no usaste condón ese día?

-¿Qué fue? ¿Qué fue? -preguntó y la miré a los ojos, la tristeza en mi voz.

-¡Melany, estás embarazada!

Ella se llevó la mano a la frente.

-¡A la verga, me matan en la casa!

-A tu puta madre.

Rato después deshicimos de la prueba y Melany estaba sentada en el lavamanos.

-¿Y ahora qué hago?

-Se lo tienes que decir a tu mamá, ¿no crees?

-Me va a matar.

-Es tu mamá. Al menos te tiene que apoyar en algo, ¿no?

-Pero cuando mi abuelo se entere me va a matar.

-No va a dejar que te mate nada. Melany, tienes que decírselo.

-Okay, se lo voy a decir... ¿No podemos esperar a que el niño nazca para decírselo?

-¡MELANY!

-Okay, okay. No lo voy a tomar como chiste, se lo voy a decir, ¿bien?

Las dos salimos del baño y nos paramos en la puerta del aula.

-Ya empezó la clase. ¿Y ustedes estaban en el baño? -preguntó el profesor Damián con un libro en sus manos.

-Es que a ambas nos dolía la panza -respondí sin pensar.

-¿A ambas? -No pareció muy creíble fijándome en su ceja enarcada.

-Sí, es que parece y que nos tomamos un yogur podrido en el desayuno. -Me encogí de hombros.

El profesor no pareció creerse mucho la pequeña mentira que acababa de inventar, pero a pesar de eso, pudimos entrar a clase.

-Si, pero ya estamos mejor ya. Vamos a clase -respondió Melany.

Por los pelos no pasábamos.

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