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Capítulo 1: Nuestro primer encuentro.

NUESTRO PRIMER ENCUENTRO.

He visto tantas novelas en mi corta vida, que podría contarlas colocando los dedos de mis manos y volviéndolos a guardar para contarlas de nuevo, como estrellas que al día se recogen y por la noche se vuelven a desparramar.

Los protagonistas siempre hacen relucir el brillo y la ilusión en sus ojos, son valientes, no le temen al fracaso y si algún día se caen, con la misma fuerza se levantan buscando una nueva oportunidad, buscando un nuevo camino. Los fuertes ganan, los débiles pierden, pero dos personas enamoradas siempre terminan juntas.

Y aquí estoy yo mientras preparo todo para mañana, sin quitar los ojos de la laptop que está reproduciendo el capítulo más emocionante de toda la telenovela. Ella acaba de conocerlo, sus ojos quedaron estáticos en su rostro como si hubiese visto ante sí al chico más bello del universo, él la tomó de la mano y depositó un beso sobre esta, provocando que la chica guardara un fuerte sonrojo en sus mejillas.

¿Cómo se siente enamorarse?

—Lale... Mi vida...

Papá entró en mi habitación, le puse pausa rápidamente al video, nerviosa porque notara el tipo de telenovelas que estaba viendo, o mejor dicho, que estaba haciéndome imaginaciones con una historia de amor verdadero.

—¿S...Si? —le enseñé los dientes al mirarlo, mientras que con el rabillo del ojo bajaba la pantalla de la laptop antes de apagarla.

—¿Ya preparaste todo para mañana? Recuerda todo lo que tienes que llevar para que no te sorprendan los maestros en la escuela nueva.

—Sí, papá... Mamá me ayudó con todos los papeles. Además, si me pierdo, pido la ayuda de Anelía. Recuerda que ya ella ha estudiado en esta secundaria el primer y el segundo año.

Anelía es mi mejor amiga de la infancia, pasamos la primaria juntas pero la separación llegó a la hora de elegir la secundaria que nos tocaba. Yo me tuve que marchar a otra ciudad y por lo tanto comencé mis estudios allá, debido a que nuestra casa estaba siendo reparada, algo que duró mucho tiempo, demasiado. Sin embargo, Anelía y yo nunca perdimos el contacto.

Pero ahora que mi casa estaba lista, vinimos a pasar las vacaciones de verano aquí, y aquí nos quedaremos. Estoy tan emocionada por ver o que me espera ahí fuera...

—Bien, ahora descansa para que mañana no tengas sueño cuando te levantemos.

Si, compañeros, con mis 14 años mis padres siguen siendo mi alarma.

—Ufff, okey, papá. Ya me voy a dormir, mira como guardo la laptop —le dije mientras me levantaba con el dispositivo en mis manos y lo ponía en su mesita destinada.

—Ahora duérmete —mientras lo decía me lancé a mi cama antes de que apagara la luz—. Hasta mañana.

Creo que no voy a poder dormir.

Sin embargo, no recuerdo el momento en que todo quedó oscuro.

Pude sentir como mi cama se hundió por un lado y una mano que me acariciaba el cabello. Era mi madre, ¿tan rápido se hizo de día?

—Lale... —me llamó, pero no respondí.

Quería un momento a solas con mi almohada para remolonear un poco. ¿Hay algo mejor que dormir cinco minutos más? Parece que mi madre querida no lo sabía y me quiere arruinar la ilusión.

—Lale, despierta, que llegarás tarde a tu primer día en la escuela.

Al instante mis ojos se abrieron como platos y mi corazón empezó a latir como loco.

—¡Ay, si hoy es el primer día! —salté de la cama, casi tropezándome con unas sábanas que se enredaron en mi pie.

—¡Ten cuidado! —dijo mi madre.

Me vestí a la velocidad de la luz y decidí dejarme el cabello suelto, el primer día siempre había que impactar, aunque después te importe una mierda cómo vas peinada.

Definitivamente parezco otra persona dentro de este uniforme nuevo. Todo lo nuevo me causa temor. ¿Hay nombre para eso? A veces tengo ganas de vestirme del pesado para no salir de ahí nunca, pero es como si un bicho llamado "presente" me empujara y dijera: "¡Espabila, tía!".

Como sea, debo dejar de ver telenovelas, de esas en que el amor triunfa y es tan fuerte que dicen que te arde, te quema por dentro. ¿Quién me manda a ver telenovelas brasileñas, a ver? Ojalá pudiera encontrar a alguien que me hiciera vivir ese amor de ensueño.

Tomé de mi habitación lo que había preparado en la noche, de la mesa me robé un pedazo de pan y me despedí de mis padres.

—¡Me voy, mamá, papá! —grité desde la puerta con un pie en el portal y el otro dentro de casa.

—¡Suerte, cariño! —gritó mi madre.

—¡Te queremos, princesa! —dijo mi padre.

—Yo también los quiero. —Tomé la manija de la puerta y la luz del sol iluminó mis ojos—. ¡Bye!

El camino hacia la escuela era largo en verdad, sumándose el hecho de que tenía que ir caminando sola. No pensé para nada pedirle a Anelía que me pasara a buscar, mi mente estaba cegada por la emoción, algo se me tenía que olvidar.

Digamos que el viaje fue de casi media hora, veinte minutos para ser exactos. Nunca había visto chicos por la escuela caminando con tanta naturalidad, sin recibir regaños de los profesores.

¿Pero de qué hablas, Lale? Cambios son cambios.

Uy, es cierto.

No conozco a nadie, excepto a mis compañeros de primaria, los cuales estoy tratando de enfocar nada más entrando en territorio desconocido. Ellos que hablaban que la dichosa "secundaria", sería lo mejor y a la vez lo peor que nos pasará en la vida.

Después de estar mucho tiempo pensando y hablando con mi voz interior, giré mi rostro en busca de algo, o alguien con quien pudiera pasar el rato hasta que sonara la campana. ¿Pero quién estaba ahí? ¡No me lo puedo creer!

—¡Anelía! —grité y una chica con su madre se dio la vuelta a verme. La chica abrió los ojos en una singular emoción y su madre sonrió.

—¡Lale! Mi vida, mi mejor amiga. Por fin llegaste. —Literalmente me abrazó con tanta fuerza que me faltó el aire.

—Anelía... no me dejas...

—¡Anelía, no dejas a Lale respirar! —le gritó su madre y entonces ella me soltó. —Si no se lo digo no te suelta —negó y me sonrió.

—¡Mamá! Ella es mi mejor amiga y no la veo desde hace rato. Tengo derecho a abrazarla.

Y dicho esto me envolvió en otro abrazo, esta vez más suave.

—Así está mejor —exhalé dramáticamente, recuperando el aire y la mamá de Anelía sonrió—. ¿Quién más está aquí de nuestra escuela?

Comencé a mirar hacia interior de la secundaria, el campo de fútbol, las aulas, los árboles y algunos profesores vestidos con ropas nuevas como el curso que venía.

—Aquí está Cloe. Andaba por aquí pero comenzó a interactuar con gente nueva, tú sabes —ladeó su cabeza en la dirección de la chica y miré hacia dentro. Estaba conversando con tres chicas que yo no había visto en mi maldita vida.

—Oh, porque está de popular... —me reí—. Vamos a saludarla.

La tomé del brazo, pero ella se reusó.

—Ya las saludé, yo me quedo aquí con mi mamá que me siento un poco mal. Sabes que no puedo estar entre mucha gente —asentí comprensiva y entré.

Anelía es una chica que tiene las defensas bajas y digamos que toda enfermedad, parásito o virus que haya en el ambiente, va a parar a ella. Lo que me acababa de decir ahora mismo era refiriéndose al calor, el calor hace que se le hinchen las manos y se le pongan rojas.

Toqué a Cloe por el hombro y cuando se volteó, le vi los ojos azules pintados ligeramente, al igual que sus labios.

—Cloe... Buenos días.

—¡Eh, Lale! Tremenda sorpresa, ¿vienes para aquí? —Asentí y me devolvió el saludo—. ¿Qué hay de vacaciones?

—Yo... —iba a responder, pero me dio la espalda por un momento para atender a su nueva amiga.

Y así tardó demasiado, pareciera que se hubiese olvidado de mí.

—¿Cloe?

—¡Sí! —gritó— Disculpa, Lale. Mira, te presento a mis amigas, ellas son: Jessy —señaló a una chica de cabello negro y rizado, cachetes un tanto regordetes y ojos achinados por la constante sonrisa—, Melany —una chica de cabello muy lacio y castaño oscuro, de piel muy blanca y cuerpo sumamente delgado—, y Vanessa. —Vanessa llevaba puestos audífonos y casi ni prestaba atención, pero me saludó muy amable al notarme. Es de cabello rubio, de espesa y cantidad por los hombros, ojos marrones y nariz delgada.

—Me da mucho gusto conocerlas.

—¡Ay, qué chula! Me gusta tu cabello, es muy fino. Me das envidia —decía Vanessa tomándome las puntas del cabello.

Al parecer lo de la envidia lo dijo jugando. Espera ¿y si no?

Cálmate, Lale, debe ser jugando.

—Gracias, el tuyo rubio es en serio muy bonito —le devolví el cumplido, si así lo fuere.

Por suerte yo no soy envidiosa.

Miré a Jessy y la saludé. Me parecía buena chica nada más noté su carisma.

—Jessy, eres muy divertida. Llevas riéndote todo el rato.

Haciéndole honor a mi suposición, rió aún más alto causándome cierta gracia.

—Me caes bien, Lale.

—Gracias —sonreí.

En serio, si así fue mi comienzo del día, tendré nuevas experiencias en esta escuela. Hay que pensar positivo. Me agradaban estas chicas.

Melany interrumpió mis pensamientos y me hizo dar un brinco.

—¿Caerás en el grupo de nosotras?

—Pues, no sé. Hay que verlo, pero me encantaría —sonreí amablemente y me volteé, para ver a Anelía de espaldas en la puerta de entrada.

Su mamá me hizo una seña con la mano mientras que con la otra sostenía el teléfono. ¿Una foto?

—¡Una foto! —Silvia respondió mis pensamientos.

¿Dijeron foto? Me llamaron.

Salí de la multitud hasta llegar donde ellas. Anelía se puso en pose y me miró, mientras yo elegía cómo ponerme para la foto pensativa, con los ojos entrecerrados.

—Miren para acá... —su madre nos llamó mientras se ponía las gafas y adoptaba poses extrañas para tomarnos la foto.

¿Qué era eso? ¿Un delfín de cabeza? ¿Un ave extraña? Mis pensamientos propios me delataron y comencé a reírme para la propia foto. Por lo menos la risa era natural, ¿no lo creen?

Te pasas, Lale.

—Esta va para Facebook —dijo su mamá revisando la foto y nosotras fuimos como chismosas a verla. Quedó muy natural y Anelía se había reído hasta de mi risa—. Loquitas que son. A ver si se buscan un novio en la escuela.

—¡Oye! —chillé.

—¡Mamá! —Anelía igual y su madre comenzó a soltar pequeñas risitas.

La campana sonó y todos los adolescentes comenzaron a avanzar, incluido el grupito en donde yo estaba.

—Vámonos que debemos entrar ya a la escuela —Anelía me tomó del brazo derecho y me acomodé mi mochila en mi espalda.

—¡Cuídense, niñas! —expresó cuando ya quedó tras nosotras.

Anelía se volteó motivándome a mí a hacerlo igual.

—¡Te queremos, mamá! Cuídate tú y cuidado que la que se busque un novio en vez de nosotras seas tú.

Su madre se quedó boquiabierta, con una cara de "te voy a matar".

—Lale... Mírala, Lale. Corre. ¡Corramos!

Eso me hizo reír, la manera que nos zambullimos con rapidez en la multitud después de que Anelía le hubiera dicho aquello a su mamá.

Loca que es.

Salí corriendo, sin mirar a qué dirección me dirigía y eso hizo que me tropezara con alguien y se me resbalara toda la mochila por el brazo, ya que la tenía colgando de una sola aza.

—Oye, nena, fíjate por donde caminas —una voz sensualmente hermosa me susurró a mis espaldas, supongo que era la persona la cual me tropecé.

Decidida a defender mi posición, giré sobre mis talones.

—Oye, ¿quién eres tú para llamarme nena...? —Al encarar al supuesto desconocido, me quedé sin palabras. La garganta no me permitía hablar, estaba admirando a una belleza ante mis ojos, y mi corazón para qué decir, estaba revoloteando—. Olvídalo.

—Déjame ayudarte, por favor —dijo tomando mi mochila y ayudándome a que quedara bien puesta sobre mi hombro.

Oh sí, de seguro te dejaré ayudarme.

—Mi nombre es Mateo. Me acabo de mudar a esta ciudad y ando algo despistado.

Yo también me acabo de mudar. O... más bien... vivía aquí pero... ¡Ash!

¿Casualidad? No lo creo.

—¿Cuál es tu nombre?

Me voy a desmayar de un ataque de nervios, estoy hablando con un chico... un chico hermoso y me acaba de pedir mi nombre. Lo malo de los buenos momentos, así como los sueños, es que siempre acaban en la mejor parte o con un ruido, esta vez, la campana de la escuela sonando por segunda vez.

¡Maldición!

—¡Lale, vamos!

Me había olvidado que Anelía aguardaba por mí, así que sin más, agarré mi mochila como si eso me diera la seguridad y el impulso que necesitaba para hacer mover mis pies y dejé a Mateo con la palabra en la boca.

—Lo siento, tengo que ir —me apresuré a decir, escuchando su respuesta medianamente lejana cuando empecé a dar pasos en reversa.

Quería mirarlo unos segundos más.

—Pero si no me dijiste tu nombre...

Pronto lo sabrás, te lo aseguro, Mateo.

Estoy segura que a esta belleza no la veré solamente un día en esta secundaria. Si él no viene a mí, yo iré hacia él por lo menos para mirarlo desde un oscuro rincón.

Creo que las cosas se han puesto interesantes.

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