Capitulo 6
El vaso casi se le resbalaba de las manos. Lo puso de prisa de nuevo en la barra. Derramó un poco del liquido y pequeñas gotas cayeron en su vestido. Tomó una servilleta y comenzó a limpiarse; el perfume a alcohol no era su favorito.
-¿Esta usted bien? – se acercó.
-Si, solo ha sido un empujón, eso es todo. – limpiaba las gotas ya invisibles con la cara baja.
-Discúlpeme.
-No, no pasa nada. – Levantó la vista por consecuencia y se quedé pasmada.
Aquellos pares de ojos se miraron por unos segundos y se contemplaron lo suficiente creciendo entre ambos un ambiente de atracción. Amelie fue la primera en romper el contacto visual y retirarse de ahí.
Esos ojos azules la nublaron por un momento, sintió las mariposas en el estomago y quiso besarlo. Derek, por su parte la miró confuso mientras ella se marchaba diciéndose que le resultaba familiar su rostro, pero no lograba descifrar de quien se trataba.
El barman le regresó su bebida y no perdió tiempo en ir a buscarla, pero como si de un fantasma se tratase la mujer había desaparecido. No se detuvo en su búsqueda y la pudo encontrar en la parte exterior de la casa recostada en uno de los camastros que estaban ubicados al lado de la verja de madera.
-Hola. – se presentó educadamente.
-Hola. – respondió ella sin mucha importancia.
-Disculpa el atrevimiento, pero ¿Te conozco de alguna parte?
Ella sonrió a medias, al darse cuenta de que quien pensó que la reconocería al primer instante no lo hizo.
-Me temo que no. – Se levantó para irse. No tenia intenciones de seguir quedándose.
-¿La he incomodado? – La detuvo del brazo cuando vio sus intenciones al levantarse.
Inmediatamente una corriente eléctrica se instaló en ella.
-No, solo que esto me parece aburrido.
-¿Mi compañía?
-¡Derek no seas iluso!
El hombre sonrió al escucharla.
-¡Lo sabía! Eres tú, Miel, ¿Por qué no me lo dijiste?
Amelie se alarmó cuando escuchó que la reconoció.
-¿Puedes bajar la voz?
-¿Qué? ¿Por qué?
-Solo.... por favor. – le suplicó.
-¿Te parece si vamos afuera? Me refiero la parte delantera.
Aunque su cabeza le decía que era mala idea, ella aceptó. Se reunieron en la parte delantera alejados de la puerta principal, se quedaron de pie uno al lado del otro.
-Has cambiado mucho, ¿Dónde has estado? – Él se atrevió a hablar.
-Hemos cambiado de residencia, muy cerca de aquí, mi madre lo ha decidido.
-Me enteré de que te habías mudado y que de nuevo dejaste la universidad, ¿Qué fue lo que pasó?
Su alarma interna se encendió.
-No fue cierto, tengo un titulo y un trabajo que nos sostiene a ambas, nos mudamos porque mi madre lo creyó conveniente, además hipotecó la casa porque debía cubrir los gastos de la universidad.
-¿Se han quedado en Batterbemg?
-Si.
Le había dicho otra mentira, Batterbemg era el lugar donde se suponía que ella había viajado para estudiar cuando en realidad al saber que estaba embarazada se mudó a Londres, iniciando de nuevo donde nadie la conocía.
-¿Por qué no me has llamado? No hablaste conmigo desde...
-Perdí tu número, el teléfono se me cayó en el agua. – Lo interrumpió para no recordarse aquella noche.
-Amelie, aquella noche, yo...
-¿Cómo te han ido todos estos años? ¿Es tu vida soñada? – Evitaba el tema. El encendió un cigarrillo. Y ella lo miró pasmada. - ¿Desde cuando fumas?
-Hace algunos años, mantenerte despierto a veces es un completo caos, el humo me ayuda a tener la mente clara.
-No lo deberías hacer. – Ella odiaba el cigarro, porque pensaba que era una de las cosas que te llevaban a la muerte rápidamente. - ¿Tienes la cajetilla?
Él a ciegas se la entregó y ella lo pisó.
-Por hoy solo espero que no fumes, si necesitas ayuda estoy aquí, como en los viejos tiempos. – le sonrió.
La sonrisa más tierna que Derek recordaba y la que lo hizo volver al pasado.
-¿Podemos hablar de lo que sucedió?
-¿Qué ha sucedido? – Ella trató de hacerse la olvidadiza. - ¿Sabes? – dirigió la conversación por otra parte. – Recuerdo la ultima vez que estuvimos aquí juntos. Tomamos hasta desvanecernos, fue un buen acontecimiento - rio divertida. – Al regresar a casa mi madre se preocupo tanto que me llevó a urgencias y al día siguiente no dejó de recordarme lo irresponsable que fui.
Derek recordaba las cosas de una manera distinta y se preguntó si ella lo había olvidado o fue él quien se había imaginado aquella escena, porque al despertar aquella noche él solo en la habitación no tenía claro la memoria y temía que le hubiese arrebatado la virginidad a Amelie sin su consentimiento.
-¿Lo recuerdas exactamente así?
-¿Tú no? – Dejó que sus mentiras cobraran credibilidad.
-Si algo así. – respondió dando por hecho de que aquella noche nunca pasó.
-¿Estas bien? Te noto diferente, digo, han pasado seis años y creo que el Derek aventurero ha desaparecido, ¿Qué ha sido de tu vida?
-Todo va bien, marcha muy bien. – Era mentira, él también le tenia un secreto oculto. – Me gradué en la actuación y ahora la mayor parte del tiempo me la paso en castings o de modelo para una marca. ¿En qué trabajas?
-Por el momento soy asistente de una empresa que va en ascenso.
-¿Dónde ha quedado aquella chica que soñaba en subir tan alto?
-Me he dado cuenta de que la vida no es la misma, los sueños solo eso son, y para alcanzarlos se debe luchar demasiado.
-Pero tu eres una chica que puede lograr lo que desea, aun creo en ti.
-Gracias Derek, pero he aprendido a no pedirle nada al universo y hacerme responsable de mis actos.
-Aún estoy aquí para verte triunfar, ¿Lo sabes verdad?
-Por supuesto que sí.
El cansancio comenzaba a hacer presencia en el cuerpo de Amelie, bostezó y se sobó las sienes. Derek la miró y le sonrió.
-Veo que es mucho por hoy, ¿Has comido algo?
-Por el momento no, solo hemos venido aquí.
-¿Vamos a cenar?
-Dudo que haya algún puesto abierto a esta hora, es de madrugada.
-Conozco algunos lugares, ¿Vamos?
Ella lo pensó.
-Lo lamento Derek, pero la verdad no me apetece. – Claro que tenia hambre, pero por el momento quería desaparecer de ahí. – Creo que me iré a casa. Ha sido un día agotador.
-¿Te estas quedando en un hotel de la ciudad? Te acompaño.
-No, no... no te molestes, por el momento me estoy quedando con Cristina solo he venido a esto.
-¿Has dicho solo?
-Si, mañana me regreso a casa con mamá, no me gusta dejarla sola.
-Pensé que habías venido con ella.
-No, decidí que esto fuera un viaje rápido. Ya es tarde creo que le avisaré a Cristina.
-Te acompaño.
-No lo pienses mal, solo iré a despedirme y avisarle, puedo ir sola.
-Entonces te espero aquí.
Amelie entró a la casa con toda la multitud mirándola de nuevo y gracias a los dioses pudo encontrar a su amiga fácilmente, le dijo que se iba a casa y que no se preocupara por ella. Cristina hizo una señal de haberla escuchado, pero Stone sabia que no era cierto, que tal vez solo le decía que sí a cualquier cosa que se estuviera imaginando.
Regresó solo para despedirse de Derek, pero este se negó con insistencia. Ella terminó aceptando que la acompañara.
-¿Por qué no tomamos el desayuno antes de irte? – pronunció Derek rompiendo el silencio.
-No lo creo, me gustaría pasar el mayor tiempo con Cristina. Apenas y nos vemos.
Derek se entristeció.
-Entonces deja que te invite una copa por hoy.
-Acabamos de salir de un lugar donde sobraba el alcohol. – Amelie rio.
-Me refiero a solo ser nosotros, ha pasado tanto tiempo que no creí volver a verte.
Amelie sintió compasión por él y por un momento se preguntó que podría pasar si aceptaba ir solo esta noche.
-¿Qué sorpresa me tienes?
El sonrió agradecido con las divinidades.
-¿Deseas ir a casa?
Amelie lo miró confusa, no eran jóvenes que podían llegar a la casa del otro sin levantar especulaciones, pero ahora eran adultos y cualquier cosa se podría interpretar.
-¿Ir a tu casa?
-Es el único lugar tranquilo que conozco y por si te preocupa saber si ahí están mis padres, ellos ya no viven aquí, los he llevado a Gales, con mis primeros trabajos les concedí el deseo de regresar de donde habían salido.
Ambos caminaron hacia el auto de él y se acompañaron en el trayecto a la casa que ella recordaba. Antes de llegar a su destino, pasaron por la casa de Amelie y ella se inundó de los recuerdos que pensaba había olvidado.
La golpeó el recuerdo de perder su casa hace seis años por su estabilidad y por querer comenzar de nuevo, se puso triste al recordar que aquel lugar había pertenecido por generaciones a la familia de su madre y que lastimosamente hoy le pertenecía al banco.
-¿Está todo bien? – Él se dio cuenta de su repentino cambio de humor.
-Si todo bien, solo que verla apagada no pensé que fuera duro.
-Si te soy sincero también lo fue para mí.
Ella lo volteó a ver.
-¿Por qué fue duro para ti?
-Porque había perdido a mi amistad de años, fue como si una de mis extremidades fuera arrancada, ¿No lo pensaste?
-No pensé que te afectaría, no pensé en nada.
Era verdad cuando Amelie decidió irse lo único que tenia en mente era como sobrevivir al mundo de las madres solteras sin solvencia económica. Ella sabía trabajar, pero encontrarse en una ciudad completamente nueva y alejada de lo que conocía, fue un duro golpe.
Llegaron a la vieja casa de los Spencer y ambos bajaron del auto para comenzar su velada.
Amelie miró la fachada de la casa y se dio cuenta que no solo ellos habían cambiado, la casa parecía ser mas vieja de lo que recordaba el color estaba desgastado y la base de la casa se notaba que apenas se podía sostener. Las luces estaban apagadas que se le dificultó poder caminar.
-¿Desde cuando dejaste esta casa?
-Unos cinco años aproximadamente – Abrió la puerta.
Ya adentro, la casa se encontraba abandonada, solo existían muebles viejos que estaban cubiertos por las sabanas blancas y mucho polvo. Derek quiso hacer que el espacio fuese cómodo, así que sacó las sabanas y sacudió un poco. El polvo hizo toser a Amelie.
-¿Esta es tu idea de hablar en un lugar tranquilo? – Tosió. – Mejor me hubieras dicho que me ibas a traer a limpiar. – se rio.
-Si te lo decía no ibas a querer venir. – le siguió el juego.
-Por favor dime que si tienes algo de cenar.
Derek recordó que la ultima vez que visitó su casa no había dejado ni un paquete de galletas por si se necesitaban.
-¿Pedimos comida a domicilio o me acompañas al super?
Amelie rio y a él le pareció la risa mas hermosa de todas. Aquellas cuerdas vocales emitían sonidos que te tranquilizaban.
-Puedes pedir comida. No me molesta.
-¿Pizza? ¿Hamburguesas? ¿Qué se te apetece?
-Solo pizza.
-Como en los viejos tiempos. – Derek le sonrió y llamó a su pizzería de cabecera.
Mientras él buscaba una buena recepción de señal fuera de la casa, Amelie decidió eliminar un poco de polvo de todo el lugar. Comenzó sacudiendo las telas, limpiando la barra de la cocina, lavó justamente los dos platos y vasos que se encontraban solitarios en las repisas y encendió la chimenea que los padres de Derek únicamente ocupaban en diciembre. Ellos se encontraban a finales de febrero y aunque el invierno seguía en su auge, esa noche parecía apaciguarse.
Media hora después la pizza llegó y Derek lo dejó sobre la barra de la cocina para ir en busca de más leña por si se necesitaba. Amelie acondicionó la pequeñísima mesa de cristal que encontró arrinconada en una parte de la sala, la limpio y la puso frente al sofá, para poder ver el fuego arder dentro de la chimenea. Llamó a Derek para que regresará a casa y ambos se sentaron uno al lado del otro en el sofá de terciopelo rojo.
-Esto me parece como si fuera un retroceso al pasado. A nuestras viejas vidas.
Amelie le dio una rebanada de pizza en el plato.
-Recuerdo que tu madre nos cocinaba postres o alguna nueva cena que hubiese visto en la tele y nosotros la degustábamos aquí mismos, solo que por aquel entonces veíamos la televisión y nos quedábamos dormidos uno al lado del otro hasta que mi madre venia por mí.
-Es cierto, recuerdo cuando casi te caes por estar más dormida que despierta. – Sonrió. - ¿Cómo fue que los tiempos cambiaron?
-Solo sucedió. Es parte de crecer.
Amelie cambio la conversación y le hizo seguir recordando el pasado, las anécdotas que pasaron juntos, todo aquello que en su momento les hizo feliz antes de su partida. Terminaron la pizza entre risas y se acomodaron en la alfombra con dibujos hindúes.
-Creo que debería visitarte un día, debemos repetir esto más seguido.
-No creo que me sea posible, a veces tengo mucho trabajo que paso poco tiempo en casa.
-Me gustaría volver a ver a tu madre, ella fue muy buena conmigo cuando sonsacaba a su hija.
-Fue considerada.
-Mi madre siempre juraba que tu y yo terminaríamos teniendo algo.
Amelie se puso nerviosa.
-Bueno, míranos. Somos adultos y seguimos siendo amigos, creo que de alguna manera acertó.
-No me refería a eso y lo sabes.
-A pasado el tiempo, nuestra amistad es más fuerte que cualquier cosa.
-Amelie...
-Me tengo que ir. – entró en pánico. – Es tarde posiblemente Cristina haya llegado a su casa y se pregunta donde estoy.
Se levantó de prisa y quiso ir en busca de su cartera, pero Derek la detuvo de la muñeca y ella se volteo a verlo. Sabia que era un error más en su vida, ambos no debían porque estar juntos a solas esa noche.
-Miel... - Se levantó.
Al escuchar su apodo, se estremeció y se dijo a si misma que era hora de salir de ahí.
-Derek, por favor no lo hagas difícil, tengo que tomar un vuelo a primera hora. Tengo que regresar.
-¿Por qué no te quedas? Podemos salir a mirar las estrellas como cuando éramos jóvenes.
-Derek, somos adultos y me tengo que ir es todo lo que te puedo decir.
El le tocó el rostro con la yema de los dedos y ella cerró los ojos aspirando el aroma de su perfume por la cercanía. Él leyó el mensaje no verbal y supo que esa noche no había sido producto de su imaginación y hoy tampoco, ella estaba ahí, apreciando el contacto de su mano con su suave piel.
-Sé que lo sientes Miel.
-Oh Derek. – Ella recordó el mismo tacto de hace seis años atrás y se rindió ante lo que el tuviera por proponerle.
-Solo esta noche, dime que te quedaras. Por favor, Amelie.
Su suplica, le hizo abrir los ojos y miró aquellos mares azules que le transmitieron paz, protección y sobre todo mucho amor. Inhaló tratando que su cabeza tomara la mejor decisión.
-Solo esta noche.
Se repitió en susurro para convencerse que una vez en la vida no hace daño.
El aprovecho el momento y la beso con determinación, fue un beso de aquellos en donde declaras la necesidad que tienes por la otra persona, apasionado y lleno de deseo.
Amelie se dejó llevar y le dio más acceso a su boca y a su cuerpo, con manos expertas fue en busca de los botones de su camisa y desabrochó uno por uno, Derek bajó la cremallera del vestido y con movimientos lentos la ayudó a deshacerse de la tela.
Se asombró al notar el cuerpo desnudo de la mujer que tenía enfrente, únicamente la cubría una fina capa de encaje en los pechos y su parte intima. Había cambiado desde la ultima vez, los pechos tenían un volumen mayor, su cintura era notable y las caderas se habían anchado, aquella mujer era una diosa en carne y hueso. Amelie inundada por el deseo le desabrochó el cinturón y los pantalones, con ayuda la ropa cayó al suelo y ambos se admiraron.
Por su parte Derek, estaba mas tonificado y bronceado como ella lo recordaba, aquel joven delgaducho, había cambiado, ahora se notaban sus músculos y de manera más proporcional a su cuerpo, las gotas de sudor brillaban ante la luz que los rodeaba de toda la sala.
-Amelie...
Lo interrumpió.
-No digas nada, es la única regla.
El se encontraba confuso, pero se dejó llevar. Ella le bajo los boxers y el pene erecto hizo su aparición. Se hincó ante sus muslos, acarició la longitud del miembro y lentamente lo introdujo en sus labios. Derek gimió y eso le hizo aumentar su ritmo en el sexo oral. Él la tomó por el cabello y manejó el ritmo, estuvo a punto de venirse en su boca, pero se detuvo y limpio los pequeños residuos de la comisura de los labios.
Él la besó y saboreó lo salado de su miembro, sin perder su momento de lujuria, decidió complacer a su dama. Le besó despacio el cuello y la clavícula, bajó hasta el borde del sostén sin tirantes y rozó con su índice todo el encaje que cubrían los pechos. Ella hizo la cabeza para atrás dejándose inundar de placer.
Liberó un pecho y se lo metió a la boca, lo saboreó y mordisqueo, liberó el siguiente y repitió el mismo proceso. Desabrochó la presión de ambos senos y siguió el corrido para la parte baja. Su intención era probarla más que aquella noche, así que regresó a los labios y le dejó implícito cuanto la anhelaba.
Con cuidado, Derek la guio al suelo y recorrió la parte interna de sus muslos con caricias lentas. Por encima de la tela de encaje sintió su humedad y lo excitó aun más, de manera lenta deslizó las bragas por las piernas hasta dejarlo por alguna parte de la sala.
Sin previo aviso introdujo un dedo en su vagina y ella encorvó la espalda. El ritmo adentro-afuera la estremeció y un segundo dedo la hizo gemir, el pulgar presionaba su clítoris, el deseo incrementaba por dentro. Los dedos fueron remplazados por una audaz lengua y se dejó llevar. El orgasmo fue mejor de lo que esperaba. Aquel joven según experto de hace seis años lo había hecho mil veces mejor en esta ocasión, ambos respiraban con dificultad.
Amelie lo quiso recompensar y ahora ella era quien se encontraba encima de él. Le preguntó si tenía preservativos cerca, él le indicó que podía encontrar uno en su cartera, lo sacó, miró la fecha de caducidad y se lo acomodó en el grueso pene.
Esta vez no había olvidado el condón, pues no desea volver a quedarse embarazada y sola, y aunque tuviese su implante en el brazo como método anticonceptivo no se confiaba.
Lentamente y tratando de llenarse por dentro, Amelie introdujo el pene en su vagina, ambos gimieron, las embestidas fueron lentas, arriba y abajo. El se maravilló por verla moverse y la sostuvo de las caderas, quería sentirla profundamente. El ritmo de su respiración mostraba su torso fornido contraerse y aunque Amelie no lo quisiese aceptar eso siempre la excitaba en un hombre, se apoyó en él y comenzó un ritmo más rápido.
El sonido de sus pieles al chocar fue lo único que ambos escuchaban en toda la habitación. Los gemidos fueron notas complementarias, hasta que la orquesta dio una explosión final.
Ambos agotados en el suelo, ella descansando encima de él regresaban a sus respiraciones normales. Derek agotado de disfrutar de la diosa bajo su brazo comenzó a desvanecerse pensando que en el amanecer aquella mujer estaría a su lado.
Amelie se estremeció cuando tuvo que desaparecer la conexión de sus cuerpos. Amarró el condón y lo tiró en algún lugar. Regresó a los brazos de su amado y se preguntó, que como era posible que aquello volviese a ocurrir cuando lo que menos quería era verlo.
Lo miró y se grabó una vez más su perfilada cara, con demasiado cuidado en no despertarlo recorrió desde su frente hasta su quijada todo el rostro cuadrado, con la yema del dedo indicé deslizo su trazo por la nariz griega proporcional a su rostro. Acaricio su melena negra y pudo distinguir sus entradas, aquellas eran las mismas que su padre. Delicadamente mimó sus cejas del mismo color que su cabello y recordó que aquel fruto de hace seis años tenia las mismas. Sus parpados estaban cerrados, pero su mirada la invadió en el recuerdo el océano que se extendía debajo de esas pupilas la sometían completa, perdía su autocontrol y se olvidaba de todo.
Mientras con la vista hacia un escaneo profundo de aquel hombre que tenía a su merced, se dio cuenta que el pequeño Daniel, nombre en honor al difunto abuelo de Derek, tenia similitudes en el rostro y aunque fuese un secreto que se guardaba a sí misma, agradecía por dejarle unos buenos genes.
Su sentido común regresó a ella y se dijo que era momento de regresar a casa. Por ultima vez acaricio su rostro y su torso, porque, aunque lo negara sabia que era la ultima vez que lo veía y posiblemente no se volverían a encontrar, lo besó en los labios y él respondió aún dormido pronunciando su nombre en susurros. Se despidió con una voz tuene. Se sentó a su lado.
-Lo siento Derek, pero esto no debió suceder. Debo marcharme. Siempre te amé. – pronunció con lagrimas en los ojos, y una mano en su torso, le dejo un beso impreso invisible al lado de su mano y se levanto con todo el cuidado posible.
No debía hacer ruido alguno, pues no deseaba que él la siguiera y le pidiese quedarse, no ahora y nunca. Se vistió rápido, lo tapó con la sabana que había resguardado al sillón por cinco años y salió de aquella casa en penumbras.
Derek se levantó por los rayos del sol que se colaban por el techo viejo de la casa y le molestaban en la cara. Se tocó la cabeza, un pequeño dolor se hizo presente. Se sentó en la alfombra fría por la mañana y estiró la espalda, le dolía como si hubiese dormido por semanas en el suelo. Los residuos del sueño comenzaron a espabilarse y rápidamente con la vista examinó a su alrededor buscaba a la mujer de la noche anterior, a su diosa. No podría pasar de nuevo aquello, era imposible.
Miró la sábana blanca que lo cubría y en efecto seguía estando desnudo. Alrededor su ropa estaba esparcida y el latex, cómplice de la noche anterior lo hizo recordar que no se lo había imaginado, no esta vez.
Se preguntó porque ella había huido de nuevo, se levantó de prisa, se vistió y recogió la basura para dejarlo en el contenedor. Su celular comenzó a sonar, miró el remitente y lo omitió, la hora nueve de la mañana, le recordó que debía ir en busca de su diosa, que debía darle más de una explicación a sus preguntas aun no formuladas.
Corrió, arrancó el coche y llego a casa de Cristina. Toco la puerta con desesperación y una Cristina recién levantada le abrió de mala gana.
-¿Qué deseas? – apenas y lo miró, estaba con dolor de cabeza y cuerpo.
-¿Dónde está?
-¿Quién?
Sin esperar a que Cristina despertara del todo entró corriendo a la casa, subió escaleras y miró desesperado por todos los rincones, no encontró nada.
-¡Oye que te pasa! ¿A quién se supone que estas buscando?
-¡Amelie! ¿Dónde esta Amelie? – Le gritó desesperado. No quería perderla de nuevo.
-Se ha ido, su vuelo salía en la mañana.
-¿A que hora?
-No lo recuerdo.
-¿Hace mucho se fue?
-Tendrá tal vez una hora, media hora, no lo recuerdo. Solo me dijo que ya se iba.
Derek salió de manera rápida rumbo al aeropuerto, tenia la esperanza de poder encontrarla. Hace seis años la dejo ir pensando que había sido un error, que el haberse acostado con ella no debió suceder, que era mejor alejarse, tal vez ella ya lo odiaba, pero era todo lo contrario, él no se había dado cuenta que la amaba y la amaba desde hace mucho, solo que como ella lo quería como un amigo, no pensaba romper con eso. La prefería cerca fuesen lo que fuesen.
Su único error fue pensar que Amelie no le correspondía, pues ella estaba igualmente enamorada, solo que nunca se lo permitió en decirlo porque tenia miedo a ser rechazada.
Estacionó mal el auto, corrió hacia la primera pantalla que visualizó con los vuelos de salida y únicamente uno estaba por despegar hacia Batterbemg. Corrió hacia la encargada de recibir los boletos para abordar.
-Señorita ¡Detenga ese despegue!
-Señor tranquilícese, no puedo hacerlo, han abordado todos los pasajeros.
-¡No, no! ¡Debe detenerlo! Ahí va mi chica. – grito desesperado, que todos los asistentes dejaron de hacer sus cosas y comenzaron a verlo.
-¿Puede darme el nombre? Tal vez lo ayude.
-Amelie Stone.
La chica tecleo rápido en la búsqueda de los pasajeros y ninguno respondía a ese nombre.
-Lo lamento, pero no esta registrada en el vuelo.
-¿Qué dice? Pero si ella se ha montado en este. ¡Busque bien!
La encargada tembló ante el grito de Derek y buscó por segunda ocasión.
-Lo lamento, no se encuentra en el sistema. – repitió. - ¿Tal vez con otro nombre?
La tristeza lo invadió, ¿Por qué Amelie no estaba en el vuelo? ¿Le habría mentido y aun seguiría en casa de Cristina? ¿Había huido de él? A través del cristal miró el avión despegar y no soportó el dolor, se alejó lentamente de ahí y se metió a su auto.
La esperanza y la fe lo abandonaron, lloró en su auto, por no haber podido luchar por ella, por perderla de nuevo. Su celular sonó y tuvo que cobrar la compostura. Contestó.
-¿Si? - escuchó la otra línea. – Voy para la casa, llegaré en la tarde.
Colgó y miró de nuevo el inmenso aeropuerto, por segunda ocasión se despidió de su amor, su diosa como la había llamado la noche anterior y se puso en marcha hacia Gales. Lo estaban esperando.
-¿Qué carajos se supone que pasó ayer?
-He llegado bien Cristina.
-¡Basta de tonterías! Amelie, ¿Qué ha pasado?
Rodos los ojos ante la insistencia y fue en busca de su maleta.
-Hemos platicado un rato, eso fue todo.
-Si eso hubiera sido todo, ¿Por qué vino desesperado a mi casa buscándote? Parecía como si estuviesen jugando a las escondidas y él deseaba encontrarte antes de que te salvaras.
-No sé que le paso, solo hablamos.
-¿No le dijiste sobre...?
-¡No! ¡Claro que no! Dani es solo mío de nadie más y no pretendo ir contándole a todo el mundo sobre mi vida privada.
-¿Entonces?
Encontró su maleta y se fue a la salida para tomar un taxi y descansar en casa.
-Ya te lo he dicho, solo hablamos eso es todo, ¿Por qué te ocultaría algo importante?
-¿Y por qué no?
-Cristina ha sido un viaje largo, deseo llegar a casa para ver a mi madre y a mi hijo.
-Esta bien, esta bien, no te presionaré, pero no me quedaré tranquila y me lo debes de decir.
-Te lo he dicho todo.
-No lo parece.
-Te quiero, adiós.
Colgó y se subió al primer taxi que vio, le dio la dirección de su departamento, miro a través del cristal todo el recorrido a casa y pensó en lo que había hecho, fue a Greenville con la finalidad de cumplirle una promesa a su amiga, no buscaba sexo casual y mucho menos repetir el mismo sucedo de hace seis años, pero no fue así.
Abrió la puerta de su departamento y su madre junto con Dani estaban jugando en el sofá, el niño al verla corrió a su encuentro, la abrazó y la llenó de besos.
-¿Cómo esta la tía Cristina?
-Bien cariño, ella te envía demasiados besos y abrazos. Prometió venir para tu cumpleaños.
-¿Es verdad? ¿Me comprará el libro de historietas que le pedí?
-Tal vez sea una sorpresa, aún no lo sabemos. Tendremos que esperar hasta que sea tu cumpleaños.
-Esta bien mami. – El niño regresó al sillón porque su caricatura favorita había empezado.
Amelie dejo su maleta a mitad del camino y fue a servirse algo de agua.
-¿Todo ha ido bien?
-Si mamá – bebió un poco.
-¿Lo has visto?
-Si mamá.
-¿Le has dicho?
-No, solo hemos conversado lo que ha pasado en estos años.
-¿Por qué no se lo dijiste?
-Porque mamá no le incumbe y tampoco puedo llegar y decírselo así nada más. ¿Después de seis años? ¿Enserio?
-Amelie, tal vez el lo comprendería.
-No madre, los he sacado sola, y mi hijo solo me pertenece.
-¿No es eso egoísta de tu parte?
-No, no lo es. Y ya no quiero seguir con ese tema porque no hay mucho que decir, ¿Han desayunado ya?
-¿Tienes hambre? Ya me encargo. – su mama se puso el delantal de cocina. – Cámbiate. Te llamo cuando este listo.
-¿Mi jefe ha llamado? ¿Han traído algo? – Recordó que tenia un trabajo para sobrevivir.
-Solo han traído el sobre.
Amelie regresó a la mesita central y lo revisó por ambas partes, no tenia un remitente, solo un sello y la alarma se encendió.
-¿Lo has abierto?
-No, pensé que era algo importante del trabajo. ¿Es algo urgente?
-No, todo bien, lo revisaré en mi habitación.
Caminó a su dormitorio, dejó las maletas al lado de la puerta y abrió el sobre en la cama, el sello pertenecía al club privado al que asistía en las noches, nunca le llegaba un sobre como aquello, pensó que se trataba de una renovación de membresía o alguna norma infringida.
"Querida damisela.
¿Dónde has estado estos días? He venido en tu búsqueda y no te he encontrado, espero que nos podamos ver muy pronto, te sigo esperando cada noche.
Lamento mucho haber pedido demasiado la ultima vez, solo te pido un nuevo encuentro.
Tuyo.
Xx."
No creía lo que aquel papel contenía escrito. Su pareja de hace dos noches le pedía volver a tener algo. ¿A caso no conocía las reglas del lugar? ¿No sabia que todo era un encuentro casual? Sus problemas iban aumentando.
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