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Capitulo 5

Regresó a casa y todo se encontraba en silencio. Sospechó que tal vez su madre y su hijo habían salido a dar un paseo y no habían regresado, doblo la esquina para ir directa a su habitación, tomar una ducha y descansar, el día había sido ajetreado.

Miro a su madre salir de la habitación del pequeño en silencio.

-Pensé que habían salido.

-Apenas y quiso comer, todo el día se la paso deambulando por la casa con el recuadro de tu padre.

-El no lo tiene porque saber.

-¿Podemos volver a hablar de ello?

-Hoy no, estoy cansada, no he localizado con éxito a mi jefe, así que he tenido más trabajo de lo normal. – Siguió su camino a su habitación.

-¿Por lo menos puedes escuchar un consejo?

-¿Ahora qué? – regresó a mirarla molesta.

-¿Por qué no te tomas un tiempo en el trabajo y estas solo con él?

-Mamá no puedo hacer eso, ahora mismo no sé donde esta mi jefe o si le pasó algo, no he querido llamar a sus padres para no preocuparlos, pero en todo el día no ha respondido mis llamadas y tenia reuniones importantes.

-Amelie, también tienes otra vida fuera del trabajo, eres la secretaria, no la sombra del jefe.

-Pero es parte de mi trabajo localizarlo cuando hay juntas importantes que él debe presidir.

-Solo comienza a preocuparte más por ti y no por los demás, ¿Lo has entendido?

-Si madre, lo llevo muy presente. Buenas noches. - Se despidió y caminó hacia sus ideas principales.

Ambas mujeres sabían que ella no dejaría de preocuparse por el prójimo y que siempre lo último que haría seria ver por su propia felicidad.

Amelie entró en su habitación y trató de relajar el cuerpo, entró a su baño y dejó que la bañera se llenara con el agua a temperatura ambiente, dejó caer un jabón que al contacto con el agua creaba una espuma aromatizante, cerró el grifo y se desnudó. En sus propias palabras su día había sido una jodida mierda, ver a su hijo llorar fue lo que más preocupación le causó y en el trabajo parecía como si todo hubiese sido una bomba contra reloj al no estar su jefe guiando a todos. Como había llegado al final del día viva, ni ella lo sabía, solo deseaba poder relajase y tener un sueño tranquilo.

Las frases de su madre se instalaron dentro de su cabeza y en vez de tener un momento de relajación la perturbaron. No encontraba respuestas a sus propias preguntas sobre que era lo que ella quería y necesitaba exactamente, se sintió desesperada y su mente no la dejaba de atormentar, ella necesitaba otra distracción y sabia donde la podía conseguir.

Salió de la bañera, se puso la bata de baño, se enroscó la toalla en el cabello y fue en busca de su prenda interior. Abrió sus cajones y colocó todo su vestuario sobre su cama. Regresó a su tocador y comenzó a maquillarse sutilmente, de todas formas, la parte de arriba del rostro no era necesario. Se secó el cabello y se lo amarró en una coleta alta. Su larga melena castaña le caía detrás de la espalda, dándole un aire de formalismo.

Regresó a su cama y comenzó a vestirse, esta ocasión como todas las anteriores se puso una tanga de encaje negro con un brasier del mismo tono, se colocó las usuales medias sujetadas a la tanga con encaje en el elástico, Se puso un vestido ajustado del mismo color, que dejaba a la vista de cualquiera su ropa interior. Como de costumbre se puso el abrigo largo y los tacones cerrados.

Esta ocasión no pretendía llevarse el auto, no quería que su madre sospechara que había salido. Pidió un taxi y cuando este estuvo cerca bajó a recibirlo, se subió al taxi y le dio la dirección, casi nunca recorría al servicio de taxis por la indiscreción de estos y que alguien la pudiese reconocer en su día a día.

Le pidió que la dejara una cuadra antes de la ubicación exacta, y ella tuvo que caminar unos metros más. Al llegar a las grandes rejas de aquel lugar solo dijo la palabra de exclusividad. Y se colocó el antifaz para que no fuese reconocida.

Al llegar a las grandes puertas dobles principales, la encargada de recibir siempre las pertenencias personales le pidió el abrigo y ella quedó únicamente con la ropa debajo.

Buscó entre todos los asistentes y no sabia exactamente que era lo que quería, los hombres al verla se acercaban a ella invitándola a pasar a su privado o hacerlo ahí mismo, pero ella solo los empujaba con la mano o les robaba uno de esos besos que te dejan con ganas de más, pero no los aceptaba para ser dignos de compartir su placer.

Aunque no lo aceptaba ella si sabia que estaba buscando, buscaba al hombre con quien había compartido su placer la noche anterior, a su percepción aquel sujeto era nuevo en ese circulo y no sabia muy bien de que iba todo. De algún modo se sintió identificada con él, porque de igual manera ella fue así cuando conoció el lugar. Un ciervito aprendiendo a caminar.

Se detuvo en toda la estancia principal y por mas que su mente le decía que buscara a otro que la pudiese satisfacer ella se negaba, y si era cierto, no lo podría identificar porque todos llevaban antifaces puestos y algunos eran repetidos o similares. Y es que no precisamente su hombre llevaría una que fuese inusual.

Se acercó a dos hombres que parecían tener el mismo antifaz que ella recordaba, pero al estar cerca no sintió la conexión y supo que no eran él. Se estaba dando por vencida cuando al voltearse hacia una de las puertas de las paredes contrarias lo vio salir entre la multitud caminando hacia ella.

En esta ocasión no llevaba ropa alguna, más que su mascara y unos guantes negros, tal vez ya había tenido experiencias antes de su llegada y no era tan inocente como ella lo había imaginado.

Miro todo su cuerpo y recordó su noche juntos, no había tenido tiempo de apreciarlo, pero ahora que lo tenia frente a sus ojos podía decir que era un hombre casi diseñado por los dioses. Un hombre que se asimilaba a sus fantasías eróticas.

-¿Dónde has estado todo este tiempo? – pronunció el desconocido al estar a su lado.

-Aquí no hay palabras. – le recordó.

-He esperado por ti todo el día.

-Solo sígueme.

Sin más palabras, sin interrupciones subieron a su habitación privada y ambos se entregaron como solo conocían, uniendo cuerpos en una cama, en las paredes, en la mesa, en el piso, en cada recóndito lugar.

Ella le mostró las técnicas que le hacían más que gemir de placer, le mostró que la excitaba y que la hacia tocar el cielo en cuestión de segundos. Sí, el hombre a pesar de verse mayor que ella, tenia una experiencia innata en las relaciones sexuales no convencionales y solo trataba de hacer lo que ella le decía con destreza. Amelie se rio en varias ocasiones por ver su cara de confusión y al mismo tiempo le dio una satisfacción enorme saber que estaba educando a su propio hombre sexual.

Su acompañante no conocía nada del mundo de la sumisión y la dominación, pero ella que sabia del tema se dedicó a instruirlo fácilmente y en cada lección aprovechaba para buscar su propio placer, no le importaba si él alcanzaba el orgasmo o no, ella sabía que debía eliminar sus demonios de toda la tarde anterior y lo estaba consiguiendo. Su compañero sexual a pesar de pasarla mal por momentos y en las posiciones que ella le pedía, no se quejaba ninguna vez, estaba decidido a disfrutar aquella mujer todo lo que pudiese porque no tenia conocimiento  alguno de cuando la volvería a encontrar. Y sea lo que sea que aquella mujer le estaba haciendo para él estaba bien, para él era la satisfacción plena.  

Terminaron una vez más en la cama ambos juntos, ella encima de él con la mirada y el cuerpo frente a la pared, mientras que él podía adorar su pequeño trasero y la curvatura de su espalda con el subir y bajar de su respiración.

Se tumbaron agotados y ella decidió quedarse un momento más. Sin darse cuenta ambos estaban dormidos abrazados, ella se alarmó, miró a su alrededor y recordó donde se encontraba, eran casi las cuatro de la mañana, así que sin despertar a su compañero sexual comenzó a vestirse.

-¿Te vas? – El hombre apenas podía abrir los ojos, la mascara le lastimaba.

Elevo las manos para quitárselo y ella lo detuvo.

-No, sabes que eso no se puede hacer. – Se la colocó. – Tengo que irme. – Lo besó salvajemente y le mordió el labio inferior.

-Deja te llevo. Puedo llevarte a donde sea que vayas.

-No debemos conocer la identidad del otro, por eso venimos aquí.

-Deseo conocerte.

Ella se alarmó.

-Eso no puede ser, solo podemos aceptar esto. No más.

Se apresuró a vestirse y salió ahí casi corriendo. No escuchó lo que él le contestó y lo encerró al salir, alguien después lo sacaría, pero no se podía arriesgar a que él la siguiera y al final se conocieran, no ese no era el objetivo de tener solo sexo en las noches, se llevaban bien en la cama, pero no era la excusa para decidir que se podrían conocer. Esto no era un cuento de hadas. 

Pidió su abrigo y también un taxi del servicio del mismo lugar, aquellos taxis eran confiables pues conocían el lugar y que todo aquel que llegaba debía ser cuidada su verdadera identidad. Le pidió a la mujer detrás del escritorio que fuese abrir su habitación una vez ella se hubiese marchado. Y la otra parte solo asintió.

Ya en el taxi fue pensando en porque aquel hombre deseaba conocerla, si lo único que se ofrecían ambos era placer por las noches, ella no le había dado razones para que pensara que quería una relación o que lo estaba buscando. En vez de regresar a su casa con las ideas claras y una paz en su interior acompañada de una satisfacción gratamente sexual, regreso mas consternada que cuando se marchó.

Como las reglas lo establecían, el taxi la dejo una cuadra antes de su destino y ella partió a pasos agigantados a su departamento, el día comenzaba a hacerse presente por las calles de Londres y muchos de sus vecinos aprovechaban la madrugada para regresar de sus rumbas nocturnas o en el caso de sus vecinos los corredores profesionales, comenzar a hacer su rutina diaria.

Subió de prisa a su piso, intentó hacer el menor ruido posible, se instalo en su habitación con éxito, programó su próxima alarma para estar a primera hora en el trabajo y aprovecho los minutos que tenia para dormir, si tenia suerte no se quedaría dormida más de la cuenta.

-¿Irás a la fiesta? – Su madre la interceptó en la cocina.

-Mamá no me puedo dar ese lujo, Daniel ha sido castigado en el colegio sin ir dos días a clase, ¿Crees que tengo cabeza ahora mismo de liarme con personas que no quiero volver a ver?

-Es un buen día para salir y divertirte.

-No saldré a ninguna parte si mi hijo no está bien.

-Tu hijo está en perfectas condiciones, él también necesita distraerse. ¿Por qué no regresamos los tres a Greenville?

Amelie se alarmó.

-Eso nunca madre. Hice la promesa de no volver y ahora tu quieres que regrese ahí y encima con Daniel cuando es al que menos quiero exponer. – Susurró para que el pequeño no los escuchara desde el comedor.

-Entonces, ve tu sola, diviértete y déjame al niño en mis manos, sé cuidar de él ¿No es por eso por lo que soy su abuela?

-No dudo de tus cuidados, pero dudo de que mi hijo piense que a su madre no le importa, apenas y he tenido tiempo de verlo en estos dos días.

-Es porque así lo has decidido. Pudiste pedirle permiso a tu jefe para estar con tu hijo.

-¿Diciéndole qué? <<jefe por favor permítame faltar en los dos días siguientes, porque tengo a mi hijo en casa por tener una mala conducta en el colegio>> él ni nadie en la oficina sabe que tengo un hijo.

-Tus mentiras algún día se descubrirán y sufrirás más que ahora.

-Mamá no voy por la vida contando una mentira, solo en mi trabajo no espero que sepan eso de mí y que su progenitor sepa que existe, son las dos únicas mentiras de mi vida.

-¿Y crees que no son suficientes? Son más graves de lo que piensas.

-Mientras las mantenga bajo control y pueda seguir sosteniéndolas todo va bien.

-Amelie, escúchame o mejor dicho escúchate. Siento que te has vuelto una mujer dependiente de las mentiras y aparte que solo te enfocas en tu trabajo que en ti.

-Mamá no tengo tiempo.

-Solo te digo que para olvidarte un poco de todo esto, vayas y disfrutes un reencuentro con el vecindario, bueno, si no quieres que vayamos Dani y yo, ve tú, creo que es una buena idea.

-¿Por qué estas empeñada de estar al lado de Cristina? Ella te llamó para convencerme ¿cierto?

-Y le doy la razón, llevas seis años escondiéndote en este caparazón que temo que algún día te vuelvas una ermitaña. ¿Qué puede ocurrir si vas solo una noche?

Respiró hondo.

-Muchas cosas mamá que no necesito pensar en ella ahora mismo.

-Pero pensaras en ir a Greenville ¿Cierto?

-Debería tomar un vuelo o ir en auto, no deseo dejar solo a Dani, te lo he dicho ya.

-¿Por qué no nos envías a un lugar donde tanto tu hijo como yo estemos tranquilos y disfrutemos? Así puedes sentirte menos culpable.

-Mamá el ha sido castigado del colegio por portarse mal y tu me estas pidiendo que lo premie ¿Por lo que hizo?

-Mi nieto fue quien ha sufrido más, ¿Acaso no te tocó el corazón verlo llorar por la ausencia de un padre?

-¿Por quien me tomas? Claro que me ha dolido y mucho.

-Entonces deberías hacer algo para que el no se sienta triste y como si la falta de padre fuera su culpa o es algo de lo que debe lamentarse.

Amelie miró su reloj de muñeca.

-Madre no tengo tiempo para estas cosas, me debo ir al trabajo.

Salió de la cocina en busca de su hijo para darle un beso.

-¡Mami mira! – El pequeño señalo un parque de atracciones. - ¿Podemos ir ahí?

-Claro que si cielo, solo que por ahora es imposible, ¿Me prometes que te portaras bien hoy?

-¿Cuándo podemos ir?

-Cuando mami no tenga mucho trabajo ¿Sí?

-Esta bien mamá. – El niño dejo la voz entusiasmada.

-¿Te portaras bien con la abuela hoy?

-Si mamá, como siempre. – respondió mirando el plato del desayuno.

-¿Sabes que te amo hoy y siempre cierto? – Le dejó impregnado el color del labial en la mejilla.

-Yo igual mamá.

-Este es mi chico. – le alborotó el cabello.

Y se despidió de ambos como era costumbre. Subió a su auto y se puso en marcha a su oficina. La pantalla del auto comenzó a indicar que había una llamada entrante.

-Buenos días, Amelie Stone, ¿Le puedo servir en algo?

-Amelie, buenos días, ¿le ha sucedido algo? – Su jefe pronunció preocupado.

-No señor, voy en camino al trabajo, se me ha hecho un poco tarde.

-Va una hora de retraso, pensé que no vendría sin avisar.

-Lo lamento, no volverá a suceder.

-No se preocupe comprendo. La espero en mi oficina cuando llegue.

-Así será señor.

Colgó y piso más fuerte el acelerador, ella nunca llegaba tarde al trabajo, siempre era demasiado puntual, en esta ocasión no tuvo tiempo de pasar por el desayuno de su amigo de seguridad, así que le pidió una gran disculpa y con pasos apresurados hasta donde la falda tubo le dejaba avanzar alcanzó el elevador.

Su móvil comenzó a sonar y en una búsqueda apresurada con su bolso de mano lo encontró, sin mirar el remitente contestó.

-Amelie Stone, ¿Puedo ayudarlo en algo?

Para su mala suerte el ascensor se detenía en cada piso y muchas personas entraban y salían.

-¿Me seguirás contestando con el tono de secretaria? – respondió su amiga.

-¡Mierda!

-¿Ahora me lanzas groserías?

-No Cristina, no son para ti, he llegado tarde al trabajo y hoy el día no está a mi favor ¿Necesitas algo?

-¿Has pensado bien lo que harás? Para tu suerte la fiesta se ha cambiado para mañana, para que hoy todos puedan regresar a Greenville como en tu caso o vayan de compras a ultima hora.

-Cristina...

-Oh no, no, no me vayas a salir con que no puedes por tus obligaciones como madre. Te lo advertí si no vas conmigo dejaremos de ser amigas y esto es enserio.

Para suerte de la mujer con el día mas catastrófico de todos llegó a su piso de trabajo, dejó su bolso mal acomodado en su escritorio, tomó el iPad y a prisa caminó a la puerta de su jefe.

-Cristina sinceramente....

-¿Me estas diciendo que no iras? – la volvió a interrumpir.

-No es eso – su jefe le dio permiso de pasar. – Debo pensar en mis opciones, además no podré encontrar un vuelo para hoy, tendría que irme en la noche o a la mañana.

Su jefe la miró en el teléfono y la dejo que terminara.

-Amelie por el amor de dios, sabes que los vuelos a Greenville salen muy seguidos, además si no quieres un vuelo puedes venir en tu auto, en un autobús. Si me estas poniendo pretextos solo dímelo, así no gasto mas tiempo. Y mira que una larga fila me está esperando para ser cobrada.

-Cristina, esta bien, iré contigo, llegaré mañana o te avisaré mi hora de vuelo. ¿Estas contenta ya? – Susurró para que su jefe no la escuchara.

La otra línea chilló.

-¿Vendrás sola o con mi sobrino favorito y tu madre?

-Sola... debo colgarte, tengo trabajo.

-Va cielo. – le mandó un beso por el auricular. – recuerda traer un vestido despampanante.

-Si lo que digas. – Colgó. – perdone señor, era una llamada sin premeditar.

-No pasa nada. Disculpa mi atrevimiento, pero he escuchado sobre un vuelo.

-Si, planeo viajar mañana, pero claro después de mi hora de trabajo.

-¿Por qué no te vas hoy? – su jefe parecía tener curiosidad.

-Debo cumplir con mi hora de trabajo, además usted me necesita.

-Amelie puedo apañármelas solo.

-Si, pero es mi trabajo servirle así que el viaje puede esperar no es importante.

-Me imagino que tienes que armar maletas si te iras mañana.

-Es lo de menos es un viaje corto.

-En la hora de almuerzo puedes ir a casa y tomarte la tarde libre, nos veremos hasta el lunes.

-Señor, no, estoy bien, puedo irme el sábado saliendo del trabajo, además puedo arreglar la maleta en la noche.

-Amelie lo he dicho como una orden, no como una pregunta.

-Pero señor...

-Creo que te lo mereces, trabajas mucho en esta oficina.

-Es mi trabajo, me pagan por esto, y la verdad me gusta ayudarle, no es algo que me moleste.

-Por lo mismo, debes tomarte unas pequeñas vacaciones, además tómatelo como un receso de actividades por algún mantenimiento de piso o algo así.

-Pero señor, ¿Qué pasará con la agenda? ¿Y si me necesita?

-Te lo he dicho puedo arreglármelo, además si no vienes a trabajar, puede que yo también me tome el día libre, me hace falta. 

-Señor no quiero ser abusiva la verdad.

-Amelie, esto te lo estoy ofreciendo yo, no me lo estas pidiendo. Así que en tu hora de almuerzo te vas a casa y regresas a laborar hasta el lunes, no más excusas.

-Gracias señor.

-De nada, te lo mereces. Por el momento retomemos actividades, ¿Qué tenemos para hoy?

Sonrió de manera sincera enviándole a su jefe telepáticamente las gracias por mostrarse muy amable. Se sumergió en el trabajo olvidándose por completo de lo que le esperaba en Greenville.

En la hora de la comida, Amelie tocó la puerta de su jefe.

-¿Esta seguro que me puedo ir? – Asomó la cabeza en la oficina de su jefe.

-Amelie, te lo he dicho antes, puedes marcharte, te veré hasta el lunes.

-Señor, pero... no es necesario, puedo terminar mi turno, además usted tiene una importante reunión mañana para verificar los nuevos avances del proyecto que se firmó hace dos semanas.

-Amelie, puedo arreglármelas. Ya puedes irte a disfrutar un fin de semana agradable.

-Gracias señor, entonces si no puedo quedarme un poco más me marcho, lo veo el lunes, si me necesita puede llamarme, no habrá problemas estaré al pendiente.

-No te llamaré tenlo por seguro.

-Está bien, señor, entonces hasta el lunes.

Amelie se despidió del guardia al verla salir y tomó su auto para ir directo a casa.

En casa su madre la miró con la cara confusa y Daniel aprobó que por primera vez su madre llegase temprano para jugar con él.

-¿Esto quiere decir que saldrás de viaje? – Su madre la interceptó en su habitación.

-Así es. Cristina me terminó amenazando y accedí, a parte mi jefe me escuchó hablar con ella y me dio el permiso de faltar.

Su madre tenía una sonrisa de completa satisfacción.

-Entonces me alegro demasiado, por fin saldrás a divertirte, ¿Qué llevaras?

-No lo sé – puso una maleta vacía en su cama – Creo que solo ropa básica, jeans blusas, estaré solamente un día ahí no pretendo quedarme más tiempo. Voy por Cristina no porque en verdad desee tener una noche de fiesta.

-¿Cómo que vas a llevar solo jeans? Amelie, si quieres darte a conocer como una mujer muy opuesta a la que eras antes no solo debes llevar jeans.

-Mamá no pretendo llamar la atención.

-¿Sabes qué? Déjamelo a mí, ve a cuidar de Dani.

-Mamá por favor no hagas que me arrepienta de esto.

-Hasta me lo agradecerás.

Medio día del sábado. Amelie estaba en el aeropuerto esperando por su amiga, ella sería por hoy su chofer.

-¡Amelie! – Cristina corrió a abrazarla. – Chica, ¡Pero que delgada estas!

-Hola Cristina, estoy normal, ¿Podemos irnos? – Su alerta de pánico se prendió.

Metieron la maleta mediana en la parte trasera y partieron a la casa de Cristina. Amelie miró a los padres de Cristina y los saludo con entusiasmo, esto le recordaba como el amor de hogar, la habitación era casi la misma que la de aquella noche, solo que ahora mantenía un completo desorden y se miraba mas adulta.

-¿Por qué no me permitiste quedarme en un hotel de la zona? Mira como esta esto.

-Amelie, eres como una hermana para mí, ¿Cómo crees que no te dejaré entrar a mi casa?

En la cama había un montón de ropa limpia o sucia y Cristina solo la aventó al suelo.

-Hubiésemos evitado esta bienvenida. – recorrió con los ojos la habitación. – llamare a mi madre para avisarle que he llegado.

-Esta bien, ¿Tienes hambre? Mi madre esta cocinando iré a robarle un poco.

Amelie se quedó sola y llamo a su mamá, avisó que llego bien y a la hora exacta que ella había establecido, se comunico con Dani y le dijo que lo extrañaba mucho, el pequeño le respondió lo mismo, pero su charla fue más corta, pues ahora mismo se encontraban en el parque con otros niños del vecindario.

De regreso en la platica con su madre, esta le aseguro que no tenia nada de que preocuparse, que ella estaba cuidando más de lo normal a su nieto, que solo se concentrara en la noche que tenia por delante y fuera despampanante a esa fiesta.

El corto tiempo que había compartido con la familia de Cristina en la hora de la comida le habían bastado para recordar los viejos tiempos y de cuanto añoraba regresar a casa y ver a su madre cocinando su platillo favorito. Por suerte aun conservaba a su madre que cocinaba para ella y cuidaba de su hijo, pero su antigua casa en Greenville ya no les pertenecía.

Al terminar de bañarse en la recamara de su amiga Cristina, se puso su bata de baño y comenzó a secarse el pelo, miró por encima de su maleta abierta y se dio cuenta que su madre, solo había guardado un vestido. Lo desdoblo cuidadosamente y se quedó pasmada al verlo. Era el vestido que un día se compró pensando en llevarlo al club privado donde hacia realidad sus fantasías.

El vestido era corto, con mangas largas, ceñido a todo el cuerpo, la tela roja brillaba con el contraste de la luz y mantenía un escote altamente llamativo. Reprobó la elección de su madre, pero no le quedaba algo más por elegir, la demás ropa solo consistía en ropa interior, pijamas y su cambio para el regreso.

Sin perder tiempo, porque ya estaban sobre hora se vistió, se maquillo y se puso los tacones altos de aguja con correas de diseño en forma de serpiente. Se onduló las puntas del cabello y se miró al espejo de cuerpo completo.

Cristina chiflo detrás de ella.

-¿Eres tu Amelie?

Ni ella se reconocía, debía aceptar que había mejorado desde la ultima vez que estuvo en esa habitación, el maquillaje era sensual pero no extravagante, el vestido le hacia notar el cuerpo que ella juraba no tenía después de su embarazo y los tacones le esterilizaban sus piernas aun más.

-Si, creo que soy yo. – dijo apenas en un susurro audible.

-¿Estas segura que vamos a la misma fiesta? Creo que tu vas en plan busco a alguien a quien coger.

-¡No! ¿Cómo puedes pensar eso? Mi madre lo ha escogido todo.

-Debo darle personalmente las felicitaciones, ¡Te ves como una diosa!

Amelie se comenzaba a sentir incomoda, aún no se creía los cumplidos.

-¿Estas lista ya? Mira que me molesta ser impuntual. 

-Que aburrida, ya vuelves a ser la secretaria Amelie.

Media hora después partieron a su destino, la casa se encontraba a tres cuadras de su residencia. Amelie miró por los cristales aquella ciudad que la vio nacer y crecer, por un momento se sintió nostálgica, pero se dijo que los cambios habían sido mucho mejor de lo esperado.

Cristina aparcó su auto y ambas descendieron al mismo tiempo, más personas que llegaban a la par no dudaron en mirar a aquella chica de vestido rojo con un semblante distinto, por supuesto todos ya conocían a Cristina a la perfección, pero esta ocasión es como si no reconocieran a su acompañante, cuando claramente ella también había convivido ahí muchos años.

-¿Por qué todos miran?

-Si serás tan ingenua Amelie, te están mirando a ti.

-¿No me reconocen?

-Puede ser que no, nadie sabe aquí que fue lo que pasó contigo.

-Solo han sido seis años.

-Seis años en donde has regresado más cambiada que los que nos quedamos.

Ambas continuaron su camino hacia la fiesta y Amelie tuvo un retroceso en su memoria, pareció recordar aquella noche, la música estaba igual de intensa y aunque la situación era diferente recordó que había demasiadas personas borrachas y algunas ya estaban comenzando a fajarse en vista de todos.

Esta vez, apenas comenzaban a llegar los asistentes y para su sorpresa el lugar tenía una amplia piscina al fondo, un espacio amplio se extendía ante sus ojos, todo era blanco, no había ningún mueble, solo sillones blancos para que la gente se sentara y conversara, la cocina era la única parte equipada, la música estaba siendo llevada a cabo por un experto y había un caballero que te servía las bebidas con el grado de alcohol que quisieras.

Stone se sentía fuera del lugar, hace seis años que no visitaba algo así y actualmente estaba acostumbrada a otro tipo de lugares.

Miro a su alrededor por si tenia que ponerse alerta, pero nada daba indicios que la parte que le preocupaba estuviese en el mismo lugar que ella, tal vez se estaba volviendo paranoica por nada.

Cristina se acercó con una margarita y le dijo que guardara su cara de formalismo y disfrutara la noche, ella directamente corrió a reunirse con otros amigos.

Amelie sola en aquel espacio con una vista a todo el lugar sorbio un poco de su bebida y se dio cuenta que era mucho alcohol a lo que ella estaba acostumbrada. Hoy no se permitiría ni una gota de alcohol, ya sabia que pasaba cuando ella se dejaba llevar.

El ambiente comenzaba a tomar ritmo y algunos chicos que ella reconocía comenzaron a acercarse a ella tratando de poder platicar, se inventó un nombre ya que se había dado cuenta que no la reconocían y dijo ser la prima de Cristina que había llegado a la ciudad. Muchos estaban a su lado tratando de que ella les aceptara una copa y tal vez poder llevársela a la cama.

Pero Amelie ya no era aquella chica ingenua que existió años atrás, ahora conocía muy bien a los hombres y era más astuta que ellos. Sí, los dejaba acompañarlas un momento para no aburrirse, pero cuando ellos se encimaban los despedía y no tardaba en llegar otro a ocupar su lugar.

Su cuerpo se tensó de inmediato, como si le avisara de lo que estaba próximo a ocurrir. Y es que estaba en lo correcto, por instinto volteó a la puerta principal y ahí estaba él, había llegado. Estaba vestido con jeans, una camisa tipo polo ajustada, sus zapatos color café y el cabello algo alborotado. Se quedó mirándolo y todo le comenzó a dar vueltas. Su miedo se había hecho realidad.

Derek Spencer, un hombre que hoy en día conservaba el titulo de uno de los mejores actores de la ciudad o mejor dicho el único, no es que la actuación fuera un trabajo tan normal como los demás, pero al ser un pueblo pequeño y sin una infinidad de personas tituladas, las pocas que lo hacían se ganaban el reconocimiento de los demás o mejor dicho, la hipocresía, todos deseaban estar a tu lado.

Todo el mundo lo reconoció de inmediato y dejaron de hablar de la mujer de vestido rojo, se centraron en él y todos lo saludaban. Derek sintió unos ojos mirarlos y su cuerpo le enviaba señales de un deja vu, volteo a ver por los alrededores y repentinamente una mujer demasiado guapa de vestido rojo se levantó de su asiento para ir a la parte de la piscina sin verlo.

Amelie por su parte estaba buscando de manera desenfrenada a Cristina para avisarle que se iba, él se había dado cuenta de su presencia y lo que menos quería era cruzar palabras. No encontró a su amiga y la maldijo por dejarla de nuevo sola.

Se tranquilizó y mejor pensó en alejarse de la multitud, tal vez así no la buscarían o reconocerían. La música comenzó a sonar mas alto y todos parecieron volver a distribuirse por todo el lugar. Ella sintió más calma y se relajó.

Las horas pasaron y se sentía agotada, la idea de regresar a la fiesta no había sido buena, solo la mantenía en alerta y le causaba un dolor de cabeza.

-Así que tu eres la prima de Cristina. – Se acercó Alice.

La reconoció fácilmente porque no había cambiado nada y como era costumbre se sentía el centro de atención.

-Un gusto. – extendió la mano, por cortesía Alice respondió. – Me llamo Aisha Matthews. – Amelie dijo su nombre falso.

-Si eres prima de Cristina ¿no se supone que debes llevar el mismo apellido?

-Somos primas por parte de nuestros padres que son primos, no hermanos. – respondió para salvarse.

-Ya veo. – Alice no convencida continuo. - ¿A qué has venido aquí? No te habíamos visto antes.

-He decidido visitar a mi prima tal vez no me recuerdes porque no suelo salir a fiestas, pero he venido las vacaciones pasadas y a ti no te había conocido.

-Puede ser, por ahora soy una modelo reconocida.

-Que raro, no te conozco de alguna parte.

-Tal vez si y no lo recuerdas.

-Soy de buena memoria.

-Y tal vez de buen ambiente como Cristina. – Dijo en tono burlesco y ambas miraron a Cristina bailando descaradamente ante dos chicos.

-Te equivocas, ahora mismo me iba a casa.

-Quédate, podemos conocernos un poco más. Comienzo por pensar que te conozco, pero exactamente no se de dónde.

-No te preocupes de todas formas solo estoy de paso. He terminado mis pequeñas vacaciones.

-¿Te vas tan pronto? ¿Cuál es tu destino?

-Si, lo he dicho antes, no creo que importe. Si me disculpas regresaré a la barra por una bebida más.

Giró en sus talones y le dio la espalda. No pensaba quedarse un minuto mas con ella, no lo soportaría. Llegó a la barra y pidió un maracuyá con Jack Daniels.

El barman la miró confuso y respondió.

-No tenemos de eso, solo vodka y cerveza.

-Prepárame algo con vodka entonces.

Le dio un mojito. Se llevó el vaso a la boca y se detuve al escuchar esa voz.

-Dame lo mismo que la dama. 

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