Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 3

Un nuevo día, un nuevo comienzo. El lema que siempre aparecía cuando la alarma comenzaba a hacer uso de presencia, recordándole que tenia un trabajo al cual ser útil.

Se estiró y se levantó de la cama para caminar a la gran ducha de su dormitorio. Con cara adormilada se deshizo del pijama y se metió debajo del chorro de agua por error pulsó el agua fría y gritó al sentir el contacto con la piel. Los cinco sentidos se le pusieron en alerta y configuró la temperatura del agua.

Con la mente despejada, salió de la ducha y se dispuso a cambiarse con su habitual traje de trabajo. Esta ocasión debía ir a dejar a Daniel en el colegio. Descalza caminó a la habitación de su hijo y con caricias lo despertó.

-Vamos campeón, debemos llegar a tiempo.

-¿Puedo quedarme de nuevo en casa?

-No, hoy debes ir al colegio.

-Mamá me gusta quedarme más en casa.

-A mi también, pero ambos debemos cumplir con nuestras obligaciones, anda levántate y si hoy te portas bien podrás ir con la abuela por un helado al salir del colegio.

El niño se restregó los ojos.

-¿vendrás con nosotros?

-Hoy no cariño, sabes que mamá trabaja hasta tarde todos los días. Algún día será. Pero te prometo que llegaré para darte las buenas noches.

-Está bien mami.

-Entonces, vamos, te acompaño a la ducha.

Amelie guió al baño a su pequeño y le dio la privacidad que podría tener un niño de seis años. Le dio el beneficio de portarse como un chico grande y bañarse por si solo, mientras él estaba en la ducha ella volvió a la habitación y descolgó el uniforme escolar, pantalones cortos, una camisa manga larga, un chaleco de lana, calcetas hasta las rodillas y sus zapatos negros.

Tocó dos veces la puerta para saber si Daniel ya había terminado con su primera tarea del día, la ducha. El pequeño salió envuelto en una toalla de superhéroes y siguió a su madre a su dormitorio. Con destreza su madre lo ayudó a vestirse y a peinarle el cabello, cuando vio su labor realizada, lo envió a la cocina para desayunar lo que la abuela estuviese preparando, mientras ella terminaba de arreglarse y buscaba la mochila del niño.

Regresó a su habitación y se sentó frente a su espejo de mesa. Sin ser tan amiga del maquillaje solo uso lo necesario para no verse cansada y que los años estaban pasando. Se dejó el pelo suelto, se puso los accesorios, se calzó los zapatos de tacón, busco su bolso con el portafolio y fue al cuarto de su hijo por la mochila y la maleta extra de deportes.

Acompañó al pequeño y a su madre en el desayuno, tortitas de huevo con tocino, café y jugo de naranja. Puso atención en las noticias mañaneras y le pidió a su madre que estuviera atenta con el correo porque llegarían unas muestras para el señor Kent. También le recordó la hora de salida del pequeño Daniel y le dijo que lo llevara por un helado si es que el pequeño se portaba bien, y si lo necesitaba que le marcara para que un chófer de la empresa los llevara en su tarde libre.

-A veces creo que eres un robot y no una mujer. – respondió su madre ante las ordenes que estaba dando.

-Mamá sabes que me gusta tener todo controlado, así aprovechamos más el tiempo y podemos ser productivos. Es un estilo de vida.

-No todos tenemos tu estilo de vida, debes de ser muy autoexigente.

-Deberías probarlo, es mucho mejor que perder el control. - Miró la hora en la pantalla del televisor. Y se levantó para depositar su plato en el lavavajillas. – Daniel a cepillarse los dientes. – Le ordenó al pequeño al verlo terminar.

El pequeño llevo su plato vacío al mismo lugar que su madre y se unió a ella en el camino al baño.

La madre de Amelie la tomó por la muñeca y la detuvo.

-Deberías tomarte un descanso.

Sabía a lo que su madre se refería. No a unas vacaciones, sino a llevar todo con calma, ser de nuevo aquella chica despreocupada por la vida y que quería comerse al mundo, no dominarlo o por lo menos no parecer un robot.

-Tal vez después madre. – Le besó la cabeza y se fue a cepillar los dientes.

Madre e hijo regresaron a la zona principal y cada uno recogió sus cosas personales. El niño la mochila y maleta escolar, la madre su bolso y portafolio.

El niño se acercó a su abuela le dio un abrazo y le dijo que la vería más tarde. Stone se acercó a su progenitora y le dio un beso de nuevo, le dijo que la vería más tarde y que no olvidara pasar por el pequeño Daniel.

La segunda y tercera generación Stone salieron juntos del departamento, y caminaron al estacionamiento. Daniel como buen niño se ubico en la parte trasera del auto de su madre en la porta asientos infantiles. Amelie se aseguró de que estuviera muy bien protegido y ella ocupo el lugar de conductor.

Como rutina diaria Amelie manejo hacia el colegio del pequeño que quedaba a diez minutos de casa en auto, para después dirigirse a su lugar de trabajo. Aparcó el auto de manera segura y bajó para ayudar a su pequeño. Le quitó el cinturón de seguridad, el pequeño bajo del auto y le puso la mochila en la espalda.

Lo tomó de la mano y caminaron el corto tramo que los separaba de la entrada principal del colegio.

-¿Me prometes que te portaras bien?

-Así será mami.

-Bien campeón. - Lo abrazó y le dio un beso. – Te amo tanto, ¿lo sabes verdad?

-Yo más mamá – el pequeño le regreso el beso y el abrazo.

Al separarse el pequeño entró al colegio para ir en busca de sus amigos. Amelie sintió como si aquello fuese la primera vez que lo llevó al primer día. Los sentimientos la inundaron y se sintió nostálgica, ¿En qué momento el pequeño Daniel dejo de ser su bebe de brazos? 

Regresó al auto y se incorporó a la avenida principal para dirigirse a su trabajo. Un nuevo día con la misma rutina la esperaba.

-Señorita Amelie, buenos días. Ha madrugado.

-¿Le he ganado al jefe?

-Eso parece.

-¡Si! – Hizo una seña muy impropia de ella con los brazos.

El guardia rio.

-Muy bien por usted.

-Cuando llegue dile que lo estoy esperando desde hace una hora. – Le guiño el ojo en sentido de complicidad.

-Así será señorita.

-A, por cierto, toma. – Le entregó una bolsa de papel. – He pasado por unos panqués pequeños y un café.

-Señorita esto es mucho, creo que aun no me acostumbro después de tantos años.

-No se preocupe es con cariño y respeto, disfrútelo, así como yo disfrutare mi victoria del día.

-Felicidades.

Amelie caminó a los ascensores y al poner un pie rezó para que aquella maquina no se detuviese en la subida. Pisó con tranquilidad cuando las puertas fueron abiertas en su habitual lugar de trabajo y se quedó más tranquila al notar que era la única en su piso. Casi pocas veces le ocurría aquello.

Se sentó en el escritorio y miró un poco a su alrededor, silencio total, como aun su jefe no había llegado tenía tiempo suficiente para ella. Tiempo para aprovechar o para desperdiciar. Abrió su termo que traía consigo lleno de café y pensó en que sería buena idea tener ese tiempo para ella. Tenia un sueño que hasta el día de hoy no había contemplado y era poder ver la ciudad que rodeaba a la empresa desde los ventanales de la oficina de su jefe, no era lo mismo verlo desde el lado contrario de su escritorio donde comúnmente había mucha gente caminando de aquí para allá o verlo en el comedor de los empleados cuando todos tenían un pequeño descanso, pues la belleza a sus pies no se visualizaba de una manera tranquila. O eso se imaginaba.

A sus gustos no era lo mismo estar en la oficina del jefe admirando todo a estar en un espacio compartido por empleados del mismo nivel jerárquico. Era ahora o nunca, tomó con dedos fuertes su termo. Y con pasos decididos entro a la oficina del jefe, cerro la puerta y camino en dirección a su objetivo, los ventanales, se recargo sobre el hombro izquierdo y con un brazo debajo del pecho y el otro apoyado comenzó a sorber de su café.

El ruido de los autos debajo se escuchaba muy poco, se miraba el trafico y a las personas correr de prisa a donde fuesen, el sol de la mañana comenzaba a resplandecer y aunque parecía ser muy soleado, algunos iban abrigados. Todo parecía ser como sus sueños, una imagen muy digna para el jefe mayoritario de la empresa. Solo que había un detalle a ella le gustaba disfrutar de aquellas vistas con un aroma a su alrededor, de preferencia lavanda.

Se quedó de pie admirando toda la belleza que no se dio cuenta cuando otros ojos la admiraban a ella en silencio.

-¿Agradables vistas no?

Se asustó y el café le cayó encima de la blusa blanca.

-¡Mierda! ¡Mierda! – El café le quemaba la piel.

Su jefe quien la miró desde el otro lado se dio cuenta del incidente y corrió a ayudarla, Amelie en desesperación se abrió los dos botones de la camisa y se comenzó a soplar desesperadamente, su jefe le proporcionó su fino pañuelo de seda, y ella lo aceptó sin aun darse cuenta de la situación, se limpió el café impregnado en su piel y camisa.

-Lo lamento, no pensé que te fueras a espantar.

Amelie apenas reaccionó a lo que había pasado.

-Señor Kent no lo escuché entrar. – Se abrochó rápidamente la camisa. – Lo siento por estar en su oficina sin permiso, fue una imprudencia de mi parte.

-No te preocupes, eso es lo de menos, creo que te debo la tintorería.

-¿Cómo cree? Esto es asunto mío fui una estúpida al no darme cuenta de que había llegado, fue mi culpa.

-Nada de eso Amelie, te pagaré la tintorería. ¿Tienes otra camisa o mando a alguien a comprarte una?

-¿Qué? ¡No! En verdad señor Kent no se preocupe. Lo limpiaré con un poco de agua y ya está.

-¿Segura?

-Si, no es la primera vez. – Mentira, era la primera vez que se tiraba el café encima.

-No me quedaré cómodo sabiendo que he sido el causante.

-En verdad no se moleste. Verá que en unos minutos vuelve a estar como nueva. Si me permite, iré a limpiarme...

Pasó a un lado de su jefe y dejó lo que sobraba del café en su escritorio. Fue directo a los baños y con movimientos desesperados, trató de eliminar un poco la mancha, pero sería imposible. la mancha no reducía de tamaño y tampoco el color, intentó poniéndole algo de jabón, pero falló en el intento, solo se empapaba demás el sostén y la falda.

Se desabrocho la camisa, y se la quito, la puso encima del lavamanos y comenzó con su ardua tarea. Solo ella se podía espantar con la voz de su jefe y de paso tirarse encima el café.

Cuando se convenció que la mancha había disminuido un poco busco la manera de que se secara rápido, no iba andar por la oficina solo con el sostén y la falda. Hizo uso de los secadores para manos automáticos y rezó para que aquello ayudara. Se agregó una nota mental. Añadir un próximo conjunto de ropa para todos los días.

Sintió una eternidad pasar y la ropa aun no secaba, se la tuvo que poner encima y aunque transparentaba un poco el color de su sostén por la humedad, lo dejó pasar y se puso el cabello de frente. Este día parecía haber comenzado bien, hasta antes del incidente del café, ahora solo parecían llover desgracias.

Regresó a su lugar habitual de trabajo, tomó un respiro e hizo como si todo volviese a comenzar. Agarro su iPad y se encamino a la puerta de su jefe, tocó dos veces y pasó.

-Señor buenos días. – Lo saludó como si no lo hubiera visto antes.

-¿Cómo va el incidente de la camisa?

-Secando, ¿Desea que revisemos los pendientes de hoy? – Se comportó profesionalmente.

-¿Has fijado la junta de mañana con el equipo del señor Dom?

-Listo y en marcha con la exposición del tema, no tengo a la mano las diapositivas, pero se las haré llegar cuando el equipo del señor Dom me las envíe.

-Por favor que sean antes del mediodía.

-Trataré de tenerlo listo y revisado.

-¿Cómo va el equipo de bienes raíces? ¿Se han incrementado las opciones para un nuevo establecimiento?

-Lamentablemente no, están buscando mas opciones, porque los lugares visitados están superando el presupuesto y no valen la pena, el encargado de llevar ese proyecto dijo que se pondría en contacto conmigo hoy o mañana.

-¿Sabes si mi madre confirmó la cena del viernes?

-Lo hizo y le pidió que no le hable solo de los nuevos proyectos de la empresa y si es posible que consiga novia. – Dijo lo ultimo con un tono de voz menor.

-¿Has dicho con vergüenza lo que te dijo mi madre?

-Lo lamento señor, es que aún no me acostumbro a dar recados personales.

-No importa, de todas formas, le pediré a mi mamá que deje de ventilar mis situaciones personales por líneas telefónicas. Sigamos con lo demás.

El jefe y su secretaria se quedaron un rato más discutiendo la agenda del día y organizando algunas fechas próximas, como la gala que estaba a punto de celebrarse por un aniversario más de la empresa, las invitaciones, los adornos y la temática.

La fiesta de aniversario siempre consistía en una temática diferente, nunca fuera de lo formal, pero trataban de que tanto socios como empleados se relacionaran sin distinción alguna y hasta tal vez compartir talentos.

-Para terminar Amelie, mi padre te envía saludos y propone que a nuestra junta de negocios estés presente como secretaria de ambos.

Se sorprendió al escuchar la proposición.

-¿Qué? Señor si me disculpa, creo que no sería buena idea. Soy su secretaria dentro de la empresa, pero tomar un papel de mucho más rango creo que es demasiado.

-Te lo mereces, además mi padre ha sido el de la idea y considero lo mismo, solo estaremos los otros tres socios más y dos nuevos vendedores.

-¿Esta será una junta para comprar acciones?

-Técnicamente compraremos toda una empresa, nos han pedido un préstamo, son viejos amigos de mi padre, pero ahora mismo han caído en pique y no quieren perder la empresa al banco, así que nos han pedido el favor a nosotros, seremos casi dueños mayoritarios, mientras que ellos se quedan con una parte mínima.

-Es mucho mayor lo que está en juego de lo que me imaginaba. No estoy tan familiarizada con esos temas. No creo que sea la indicada.

-Piénselo, todavía falta para que la reunión se lleve a cabo, pero usted es la mayor calificada para esto. Sería un honor que nos acompañe y pueda tomar nota de todo.

-Lo pensaré, esto es un trabajo más duro del que tengo. No digo que ser su secretaria sea duro... - Comenzó a hablar con rapidez. – bueno, si es demandante, pero... – miró la cara confusa de su jefe – Lo siento, usted comprende.

-Creo que entendí que quieres decir. – Sonrío divertido. – No te preocupes, toma la decisión con calma.

-Gracias. – Sonrió. – Si ya no me necesita verificaré que la exposición para mañana ya este en marcha.

-Adelante. 

Amelie sintió las mejillas enrojecerse por la sinceridad con la que le había hablado su jefe. Ser la secretaria personal del padre y del hijo dueños de la empresa Kent era un trabajo espectacular pero muy demandante y eso le costaría más de lo que hoy en día arriesgaba, el tiempo con su hijo. Mas noche lo platicaría con su madre y si ella la apoyaba iba aceptar, pero si se lo dejaba a criterio propio tendría que considerar todas sus opciones.

En su trabajo personal comenzó a verificar correos de llegada y salida, así como corregir informes de los departamentos inferiores que necesitaban la aprobación de su jefe o debía firmar algo. Amelie era una chica capaz de todo, su trabajo lo desempeñaba fácilmente bien y rápido y aunque tenía inconvenientes como la mancha de café en la blusa, le restaba importancia a los susurros que crecían a su alrededor.

Faltaba una hora para el medio día y debía tener la exposición del equipo del señor Dom listo para su jefe. Aun no le había llegado nada y eso que ya le había enviado mensaje a Rachel para que apresurara el proceso. Decidió ir a buscar el archivo por sus propias manos y montarse a su mayor miedo, el elevador.

Dos pisos más abajo, se encontraba toda el área encargada del señor Dom, visualizó a Rachel e inmediatamente caminó hacía ella. Rachel al verla se puso de pie y se hizo la sorprendida.

-Mel, pero ¿Qué te ha pasado? – miro la mancha en su camisa.

-Amelie - repitió, recordandole cual era su nombre completo. -  algo sin importancia ¿Has recibido mi correo de esta mañana? Necesito...

-Oh no querida, ¿Has intentado eliminarla con agua?

-Estaba diciendo que...

-¿Quieres una nueva camisa? Tengo una de repuesto por aquí – comenzó a abrir sus cajones apresuradamente.

-No, gracias he venido por la exposición de mañana de este departamento.

Por fin le prestó la atención a Amelie.

-Si quieres en un momento te los llevo.

-No, ya he venido yo hasta aquí, ¿Me lo puedes dar? O si prefieres envíalo de una vez a mi correo, esperaré aquí.

-Te los subo en un momento, aún me los entregaran.

-No, puedo esperar, tranquila.

-¿Por qué mejor no se los doy al jefe personalmente?

-Me ha pedido que bajara a pedírtelos, así que ¿Por qué contradecirlo?

-Querida Mel no creo que sea buena idea que te presentes con esa vestimenta aquí, hay varios hombres que van pasando.

Rachel quiso hacer una insinuación por la camisa que aun se adhería al sostén de Amelie.

-No importa, es solo una camisa y he lidiado con esto arriba. ¿Podemos darnos prisa? Mi jefe se molestará.

A regañadientes Rachel le envió por correo lo que Amelie estaba pidiendo, en su celular personal Amelie verifico el correo y le sonrió a su contrincante.

-¿Te ha llegado?

-Si Rachel, gracias, te dejo, que tengas bonita tarde.

Salió de su vista subiéndose al ascensor y regresando a sus labores. Reviso el correo y observó que aquello parecía ser un trabajo de un recién graduado, no lo podía creer, ¿Quién había hecho aquella exposición? No podía entregarle eso a su jefe, sería de mal gusto y por supuesto la reputación de la empresa se vería dañada.

Reenvió el correo pidiendo que fuese corregido y que Rachel le diera una observación antes de enviárselo. Dio media hora como limite y pensó en hacer uno nuevo por su cuenta por si terminado el tiempo el departamento del señor Dom no lo tenia listo.

-Amelie, ¿Tiene los datos de la exposición de mañana? – Su jefe preguntó por el intercomunicador.

-Si, bueno no...

-¿Quiere explicarse?

-Lo he revisado antes y me parece que le faltan algunas cosas.

-Envíemelo entonces y las agrego.

-No, preferiría que no.

-¿Tiene los datos o no?

-Si, pero...

-Entonces envíelo, Amelie sabes que no me gusta perder el tiempo.

-Está bien, señor.

Colgó y reenvió el mensaje, hasta ella se sentía avergonzada. Los trabajos que le enviaba a su jefe siempre eran dignos y no parecían ser hechos a la carrera. El intercomunicador volvió a sonar.

-¿Qué es esto Amelie? ¿Esta jugando una broma?

-No señor, era lo que intentaba explicarle.

-¿Cómo puede ser posible que esto sea lo que se expondrá mañana? Se pidió con anticipación, ha pasado un mes.

-Si lo sé, si desea puedo organizarle una nueva presentación, solo que deberá concederme las horas hasta que acabe mi turno.

-No es tu responsabilidad, comunícame con Dom.

-Señor en verdad, no me importa hacerlo, además tengo algo de tiempo.

-Esta bien, solo porque no me puedo ocupar de ello ahora mismo, tengo que salir y para cuando vuelva puedes mostrarme un avance.

-Está bien, señor.

La otra línea colgó y a los minutos después su jefe salió recordándole que la exposición debía quedar hoy mismo, eso le iba a costar su hora de almuerzo. 

Sus planes de la merienda se vinieron abajo, pensó que tal vez al no tener un día con mucho trabajo era buena idea reunirse un momento con su hijo y su madre. Lamentable hoy no sería el día. Debía ponerse manos a la obra y comenzar a hacer la exposición de mañana.

Dos horas después y justo cuando su jefe salió del ascensor ella tenía listo el trabajo.

-Señor Kent. He terminado el trabajo y se lo he enviado a su correo, si necesita correcciones o algo esperaré a que me los haga saber.

Su jefe miró su reloj de mano.

-Has trabajado rápido, ¿Acaso has salido a comer?

Con la cara avergonzada respondió.

-No señor, he preferido terminar la exposición de mañana.

-Ve a comer, al regresar le notificaré si debemos hacer arreglos.

-No señor, ha terminado la hora del almuerzo, estoy bien, solo iré por un refrigerio, no hace falta hacer uso de horas no laborables.

-No fue una petición, sino una orden, ve a comer, si se ofrece algo lo podré solucionar.

-Me niego, no es correcto. Yo he decido no hacer uso de mi hora de comida.

-Amelie, ¿Cuándo dejaras de ser tan obstinada y recibir pequeños actos de bondad?

-Señor es que no me parece adecuado.

-Soy su jefe y si usted pensara en sus beneficios aceptara mi orden sin rechistar.

-Señor, pero...

-Amelie – inhalo – esta bien, ganas, quédate y veré si debemos hacer correcciones, aunque lo dudo. Por el momento pide algo para comer en la oficina te lo ruego.

-Señor, lo repito...

-Amelie ¡Me rindo! Eres una mujer muy terca.

Patrick tomó el teléfono intercomunicador y llamó a uno de sus restaurantes favoritos, pidió sushi, Amelie lo miró asombrada y al escuchar el nombre de la empresa para hacer la entrega se puso en alerta. Su jefe colgó.

-¿Desea algo más? – preguntó de cortesía.

-Traerán comida a la empresa cuando llegue házmelo saber.

-¿No había salido a comer? – Amelie lo miró intrigada.

-He quedado con hambre. – Respondió con media sonrisa. – Revisemos la exposición en mi oficina.

Amelie lo siguió y mientras su jefe revisaba lo que ella había hecho en sus horas de almuerzo, a ella le rugían las tripas, pero disimulaba su incomodidad. Su jefe aprobó el trabajo que había hecho y le recordó tenerlo listo para mañana a la hora de proyectar.

Una visita inesperada entró.

-¡Oh lo siento! – Rachel tenia en manos su iPad y una bolsa de papel.

Patrick y Amelie la miraron inquietantes desde sus posiciones.

-¿Le han enseñado a tocar señorita Morris? -Su jefe parecía estar cansado de sus actos de presencia sin avisó.

Amelie sonrió entre dientes por el comentario de su jefe.

-Lo lamento señor, pero al no ver a la señorita Amelie me atreví a pasar.

Stone se sorprendió al escuchar que Rachel la llamaba por su nombre.

-Aún así debe tocar, no se atreva a hacer cosas innecesarias. ¿Necesita algo?

-He yo... - miró a Amelie y a su jefe. – vine para mostrarle la exposición de mañana.

-¿Qué tiene en la bolsa?

-A esto... estaba en la entrada y han dicho que es un pedido suyo, me ofrecí en traérselo.

-Gracias, puede enviar la exposición al correo de la señorita Amelie, ella me lo enviará. – Rachel se quedó de pie en la puerta mirándolo. - ¿Se le ofrece algo más? Dele la bolsa a Amelie, se puede marchar.

-Si... si jefe.

Con una expresión de enfado le entregó la bolsa a Amelie. Y con los tacones resonando salió de la oficina.

-¿Desea que le traiga alguna mantelería del área de descanso? – Puso la bolsa de papel en el escritorio.

-Es su comida señorita Amelie.

-¿Disculpe?

-La he pedido para usted, ya que no quiere salir a comer, entonces que la comida venga a usted.

-¿Esta bromeando cierto?

-¿Alguna vez he bromeado? – Se escucho ofendido.

-No señor, disculpe, pero...

-Ve a comer y no acepto negativas, sino me veré obligado a despedirla.

-Esta bien jefe, pero estaré al pendiente por si me necesita.

-Amelie solo vaya a comer. - dijo a modo de suplica.

Sin responder hasta salirse con la suya Amelie acepto, por lo menos la comida le haría bien. No lo negaba esta vez tenía hambre. Así que se fue directa al comedor de la empresa y desempaco lo que venia dentro de la bolsa.

Comenzó a saborear el sushi, no recordó la última vez que podía costearse esos gustos dentro de la empresa. En casa a veces pedían sushi, y el almuerzo del trabajo solo consistía en sándwiches de la fonda de la esquina. Se tomó su tiempo y al no terminar la tercera charola de plástico bajo para encontrarse con su amigo el guardia.

-Señorita, pensé que hoy me la había perdido a la hora del almuerzo.

Amelie le entregó al guardia lo que sobraba en la bolsa de papel y un refresco del comedor.

-No he salido, pero me han traído comida a la oficina, toma he pedido para los dos. - mintió lo último.

-Señorita esto es demasiado no debería molestarse.

-No es molestia, ya es un hábito, me gusta compartir.

-Muchas gracias.

-A ti, mantienes esto en orden. Tengo que regresar al trabajo, que tengas buen provecho.

-Gracias señorita. 

Sus horas de trabajo terminaron y Amelie regresó a casa, en esta ocasión el pequeño Daniel estaba despierto jugando en la sala y su madre servía la cena. Los tres se sentaron para disfrutar su última comida del día. Platicaron sobre el colegio del pequeño, el paseo de la tarde, las novedades del día y los juegos que el pequeño se había inventado, así como la petición de un nuevo juguete.

Los días de trabajo de Amelie podrían ser difíciles, pero la alegría la tenía cuando miraba a su pequeño y parecía olvidarse de todo. Rio con sus ocurrencias y dejó sobre la mesa la petición del nuevo juguete con condiciones que el niño prometió cumplir.

Los tres integrantes se fueron a la cama, pero una inquietante Amelie no podía conciliar el sueño. Fue en busca de un vaso con agua y se quedó pensando en la barra de la cocina, si todo eso de posponer su felicidad por encima de otros era buena idea.

Dejo el vaso en el lavabo y regresó a su recamara para cambiarse. Se puso un body de encaje, unas medias negras, tacones del mismo color, una blusa blanca de mangas dobladas hasta el codo y una falda corta que apenas le cubría lo que llevaba debajo. Tomó su abrigo largo color café que le cubría desde el cuello hasta las pantorrillas. Abrió su cajón de ropa interior y debajo de toda la ropa estaba doblada delicadamente su antifaz de encaje color negro, lo guardo en los bolsillos y a escondidas salió de casa.

Montada en el auto avanzo hasta su destino. Un club privado. En aquel club solo asisten personas de mentes abiertas, era un club exclusivamente erótico, que al pisar detrás de aquellas altas puertas podía sentir el placer que emanaban todos los cuerpos, ese era su secreto Amelie asistía a aquel club cuando necesitaba desconectar de todo.

Como siempre busco el lugar mas recóndito del estacionamiento, para que nadie pudiese identificar sus placas, aunque al unirse a aquel club estaba prohibido que fueses perseguido por las placas de tu auto y es que ella no era la única persona que debía ocultar su verdadera identidad. Antes de bajar del auto se maquillo un poco y se coloco el antifaz, esto para no ser reconocida.

Entro por las inmensas puertas y la dama de siempre recibió su abrigo y su vestimenta quedó al descubierto, tenias dos opciones en el club, pasear desnudo o con lo mínimo de ropa, Amelie aun se cohibida con su cuerpo así que siempre prefería llevar algo encima. Los hombres como lobos se acercaban a ella para intentar cazarla, pero Amelie era tan selectiva, no se iba con el primero, le gustaba ver el ambiente y cuando encontraba al indicado solo iba por él y no le importaba donde la tomara.

Miro alrededor y nadie parecía atraerla. El chico de la semana pasada no estaba ahí y hoy sus opciones no eran buenas. Su cabeza solo podía pensar en sexo y mientras caminaba su clítoris se mojaba por todos los gemidos que escuchaba alrededor. Necesitaba a alguien ahora mismo, pues no disponía de tiempo suficiente para esperar.

Las puertas se abrieron de nuevo y un hombre con el cabello alborotado y café claro le llamó la atención, el hombre tenía de estatura aproximadamente un metro con ochenta centímetros, tenía el cuerpo trabajado, pero no tanto, solo llevaba consigo unos pantalones de tela y los pies descalzos. Su antifaz le cubría la mitad de la cara, esta estaba diseñada en color negro y mantenía un diseño único, a los bordes tenía líneas de todas las formas, la luz lo hacia verse un hombre con carácter cuando rozo con su rostro.

El hombre se dio cuenta de su presencia y se quedó enganchado ante la belleza de Amelie, sin pensarlo se acercó, le rozo la mejilla con su dorso de la mano y ella reacciono ante su contacto.

No hicieron falta las palabras, ambos sabían que querían y para que estaban ahí. Amelie lo guio a la segunda planta y en una habitación exclusiva lo hizo entrar. Esta los guiaba a las habitaciones reservadas donde nadie más se podía unir. Subieron un tercer piso y encontraron su habitación.

Apenas cerraron aquel hombre se abalanzó entre los labios de la mujer que sostenía. Le toco las nalgas y recorrió son los dedos por debajo de la falda hasta llegar al clítoris, la parte baja del body estaba húmeda y ella sabía que era el momento.

-Estas muy mojada.

-Shh... - respondió excitada. – Aquí nadie habla. Solo el placer. Tómame duro. – Dijo lo ultimo con una voz ruda y llena de placer.

El hombre no mencionó palabra alguna y se puso manos a la obra. Enredó las piernas de Amelie en sus caderas y la sostuvo sobre la pared. Hizo a un lado la tela del body e introdujo dos dedos sin avisar. Amelie grito de excitación, mientras los dedos hacían la magia, él le devoró los labios y un poco de piel descubierta en el escote de su camisa. Los dedos comenzaron a ser más rápidos en su vaivén hasta que las piernas le temblaron. Amelie amaba llevar las riendas de sus situaciones sexuales y le pidió más y más.

Su acompañante de esta noche sintió estremecerse bajo su brazo y la dejó de pie apoyada sobre la pared, oculto la cabeza debajo de sus piernas y comenzó a hacerle un sexo oral. Amelie enredo los dedos en su sedoso cabello y gemía en cada lengüeteada. Se puso de puntillas cuando no pudo más y se dejó ir.

Respiro con dificultad cuando aquel hombre se levantó y lo recompenso, le quito los pantalones junto con su bóxer y le practico sexo oral a su ritmo, lento y rápido, adoro aquel miembro como si se tratase de su caramelo favorito. El hombre se dejó llevar y Amelie lo recibió en sus labios y otro poco en sus pechos.

Se desabotonó lentamente la camisa, pero el hombre terminó su trabajo. Ella quedó en cuestión de segundos únicamente con el body. Y aquel hombre se asombró mucho más de lo guapa que podía ser. Lentamente ella comenzó a quitarse el body y quedó desnuda ante sus ojos, lo único que la acompañaba eran las medias.

Sin indicaciones, ni palabras se acercó a él lo besó y caminó a una de las mesitas dentro de la habitación, tomó agua y le entregó un condón. El hombre, hizo ademan para quitarse la máscara, pero ella lo detuvo. Le hizo un ademan con la mano de que no lo hiciera y él entendió.

Se subió a la cama y se puso en cuatro, apoyó la cabeza y el pecho en las suaves telas, quedó con el culo arriba, él la contemplo por otros minutos más y con caricias recorrió su culo redondito, le proporciono una mordida suave y se introdujo con mucho cuidado, mientras sus embestidas iban acelerando ella se reincorporo en la posición habitual y el le acaricio los pechos para hacerla llegar más rápido. Ambos gruñeron cuando alcanzaron el clímax.

Continuaron su noche de placer hasta que ambos quedaron dormidos uno al lado del otro. Amelie miró la luna llena a través del alto ventanal y supo que era hora de marcharse, si encontraba suerte podrían ser las tres de la mañana y aun podía descansar.

Recogió sus pertenencias, se vistió y salió sin hacer ruido, su regla era nunca quedarse dormida con su compañero sexual, fue en busca de su abrigo y salió del estacionamiento con camino a casa. Su noche había sido más que placentera, lo tenía claro. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro