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Capitulo 16

Patrick estaba caminando al vestíbulo cuando miró a un niño con ropa deportiva manchada de comida escolar.

-¿Puedo ayudarlos?

-¡Patrick! – El niño corrió a abrazarlo.

-Señor lo lamento. – La mujer anciana lo miró sorprendida. – Pero he venido a buscar a Amelie, tengo una cita medica en media hora y no puedo llevar al pequeño. Amelie no pudo pasar por él al colegio.

-¿Usted es su madre cierto?

-Un gusto Carolina Stone. – Estrecharon manos.

-No se preocupe, cuidaré del pequeño. – Se dirigió a la recepcionista. – Por favor avise a Amelie Stone que Daniel está en mi oficina y que puede pasar por él cuando termine.

-Enseguida señor.

-Lamento causarle problemas. – Intervino Carolina.

-No hay problema, vaya con cuidado, ¿Necesita un chofer?

-No, no... puedo tomar un taxi a la salida.

-De ninguna manera.

-Llama al chofer, dile que le encargo a la señora. – se dirigió de nuevo a la recepcionista. Quien se puso manos a la obra.

-Gracias señor... - Miró al pequeño que estaba en sus brazos. - ¿Te portaras bien cierto? Amelie irá por ti pronto.

-Si abuela, seré buen niño.

-Así me gusta campeón. – Le dio un beso en la cabeza y le revolvió el pelo.

Tanto Patrick como Daniel, miraron salir a su abuela partir hacia el médico.

-¿Has comido ya?

-No, han pasado tarde al colegio por mí.

-¿Qué te parece si comemos unas hamburguesas en mi oficina?

-¡Si! ¿Pueden ser de McDonald's? Me gustan los juguetes que obsequian.

-Así será muchacho.

-Por favor pide dos... no... tres cajitas felices, una hamburguesa con doble carne, unos Nuggets, y dos helados... - La secretaria lo miró sorprendida. – Y si quieres algo también adjúntalo a la cuenta.

Sin respuesta Patrick se dio la vuelta a los elevadores. La secretaria boquiabierta hizo caso a lo que le pidió su jefe, tomo el teléfono y miró su dirección antes de que las puertas del elevador se cerraran.

El teléfono de Amelie sobre su escritorio comenzó a sonar.

-Amelie Stone – respondió.

-¿Puede venir a mi oficina por favor?

-¿Ahora mismo? Señor tengo...

-Si, Amelie ahora, es algo importante.

-Señor voy de salida a recoger...

-¡Mami! Estoy en la oficina de tu jefe – Amelie se quedó perpleja al escucharlo. - ¿Puedes creer que es muy grande? ¡Tiene vistas a la calle! Todo es muy bonito.

Daniel estaba encantado con todo lo que encontraba a su alrededor. Para él aquella oficina significaba un mundo por descubrir, pues únicamente conocía su colegio y su hogar.

-Voy enseguida. – Terminó la llamada y sin perder tiempo subió al elevador.

Entró sin avisar y cerró la puerta cautelosamente. Miró a Patrick y a Daniel jugar en su sillón al lado de su escritorio, ambos estaban haciendo una carrera con autos que venían dentro de la cajita feliz.

-¡Mami!

El niño corrió al verla. Ella lo abrazó y sonrío. Patrick miró a su dirección y sonrió al ver la escena.

-¿Cómo has llegado hasta aquí?

-La abuela me trajo.

Patrick se acercó a ellos.

-¿Por qué no terminas tu hamburguesa en lo que le explico a tu madre como llegaste?

El niño asintió y corrió a su lugar anterior. Amelie se percató que el pequeño tenía un iPad a la vista que supo manipular fácilmente.

-¿Por qué Daniel está usando su iPad?

-Le he dicho si quiere ver una caricatura lo puede usar.

-Señor... Daniel no tiene permitido comer mirando cualquier aparato.

-Hasta ahora ha comido muy bien.

-¿Comida chatarra?

-¿Preferirías que hubiese sido sushi?

-No... sino que... - Se detuvo a pensar un momento. - ¿Cómo es que está aquí?

-Su madre la esperaba en la recepción y me he hecho cargo, imaginé que estabas ocupada por eso tardé unos minutos para llamarte.

-Gracias por la ayuda, pero no debía, posiblemente estaba ocupado, si no le importa...

-¿Por qué no lo dejas quedarse otro rato? – intervino. Amelie pensó en su respuesta. – Por cierto, ¿Has comido?

-Iba ir justo ahora, después de pasar por Dani, pero al ver que ya ha comido creo que no es necesario ir.

-¿Te quedaras sin comer?

-Si, tengo trabajo por hacer y además llevaré a casa a Dani en lo que llega mi mamá para cuidarlo o consigo que la niñera lo cuide.

-¿Por qué no vamos a comer? Digo, tampoco he comido y así aprovechamos a que pases el tiempo con tu hijo.

-Está bien, solo que... - miró por encima a su hijo.

Patrick notó la incomodidad de Amelie.

-¿Qué te parece si lo llevo conmigo al auto? Conozco un lugar donde podemos estar sin problemas.

-¿No cree que...?

-Nadie le tomará importancia, te esperaremos abajo. – Le sonrió y Amelie fue directamente a su hijo.

-¿Recuerdas dar las gracias cierto?

-¿Ya nos vamos? – dijo triste el pequeño.

-Iremos a comer, el señor Patrick debe comer y llamaré a la abuela para saber si ya regresó a casa.

-Mi abuela dijo que me ibas a cuidar.

-Si, solo por un momento, y aún tengo trabajo.

-¿Entonces quien se quedará conmigo?

-Si abuela no regresa a tiempo, te quedaras con la señora Mitchel, ¿De acuerdo?

-Era más divertido cuando estaba la tía Cristina.

-Lo sé cariño, también la extraño, pero no se podía quedar para siempre.

-¿Por qué no me quedo con Patrick? Él me cuida bien.

-Porque el señor – Hizo énfasis en señor – Patrick está ocupado y aquí no es un lugar para niños.

-Pero no haré travesuras lo juro.

-¿Qué te parece si después de comer lo hablamos? – intervino Patrick.

-Por favor devuelve lo que no es tuyo y guarda tus alimentos.

Daniel hizo lo que su madre le ordenó, guardó sus hamburguesas a medio comer en las cajitas felices con sus juguetes, se puso bien la camisa del uniforme, cerró su mochila y se la colocó. Entregó el iPad con los dedos manchados a Patrick.

-¡Oh lo siento! – Amelie se lo arrebató de las manos a Patrick y comenzó a limpiar el artefacto con un pañuelo.

Patrick la detuvo y lo dejó sobre su escritorio.

-No pasa nada. Me encargo yo. ¿Debes ir por tu bolso? Te veremos abajo.

-Señor...

-¿Nos vamos Daniel?

Gustoso Dani tomó la mano de Patrick y se despidió de su madre con la otra mano, ambos hombres salieron dejando a Amelie sola y dándole tiempo para que la gente no sospechara.

Amelie aprovechó y limpió la mesa donde estaba comiendo su hijo, así como el iPad y tiró la basura en su lugar, se alisó la falda y corrió al elevador para llegar al primer piso.

El auto de su jefe ya la esperaba en la entrada y con su porte habitual de antigua secretaria, subió sin levantar sospechas. Avanzaron por minutos hasta la residencia privada del jefe. Se detuvieron y los tres descendieron del auto.

-¡Wow! – Fueron las palabras del pequeño. - ¡Es enorme!

-¿Por qué no pasamos?

Patrick los guio al interior y el ama de llaves los recibió.

-Señor Kent, señorita... - Kristy se quedó boquiabierta al ver a un pequeño detrás de las piernas de Amelie. - ¿A quién tenemos aquí? – Se acercó al pequeño.

-Dani, saluda.

-Hola, mi nombre es Daniel.

-Hola Daniel, soy Kristy la señora que cuida la casa, un gusto conocerte. – Le estrechó la mano. - ¿Necesitan...? – Se quedó a la expectativa de que su jefe le dijese que hacer porque se encontraba perdida.

-Por favor prepara dos platos de comida, llevaré al pequeño a mirar el patio trasero. ¿Vamos Daniel? – El pequeño tomó su mano.

-Creo que me haré cargo de esto – Amelie le quitó la mochila de los hombros.

Ambos hombres salieron al jardín trasero y las mujeres se dirigieron a la cocina.

Kristy se puso manos a la obra en la cocina, mientras que Amelie la miraba desde la barra de la cocina cortar algunas verduras.

-¿Puedo ayudarte en algo? – Dijo Amelie para romper el hielo.

-¿Te importaría cortar esto, mientras preparo la carne?

-¡Claro! – Se lavó las manos y se puso en marcha.

-Esto sonará extraño, pero... ¿Puedo...?

-Creo que sé por donde va la pregunta y te ahorraré el aliento... Daniel es mi hijo.

Kristy quiso ocultar la sorpresa, pero era tarde Amelie se dio cuenta y se rio.

-Perdón, yo...

-Sé que suena raro y no estoy mintiendo, nos hemos conocido por un tiempo, ¿Cierto? y siempre que vine solo eran visitas rápidas.

-Si, por eso, pensé que era tu sobrino o algo, no esperé que dijeras que es tu hijo. Patrick está encantado.

-Lo sé, lo he visto animado con la presencia de Daniel, pero exactamente esto es por lo que nadie sabia sobre mi hijo, no me gusta combinar lo personal con el trabajo.

-Comprendo, pero no lo veas como algo malo, sino como un amigo más, si Patrick no fuese empresario probablemente niñero.

Ambas rieron imaginándose a un hombre cuidar de niños pequeños a base de un salario, Patrick seria una imagen robusta que más bien las madres contratarían para cuidarlas a ella que a los hijos.

Amelie y Kristy se engancharon en la preparación de la comida, ninguna de las dos volvió a tomar el tema de conversación de la vida de Amelie, pues Kristy era muy sabia y conocía que aquella relación podía llegar a algo más siempre y cuando Amelie no estuviese esperando al padre de su hijo.

Durante la cocción de la carne de res, Kristy recordó una conversación con su jefe.

-Señor, hoy vino una chica a traerle los documentos de años atrás sobre la empresa. – Kristy le entregó los documentos.

-Gracias. ¿Dijo algo más?

-Solo que esperaba sus notificaciones por si necesitaba algo más.

-Bien, gracias. - Kristy no se movió. - ¿Necesitas algo más? – Patrick se movió incomodo.

-Yo... solo...

-No tienes que estar incomoda si es una pregunta personal, llevas años trabajando aquí y creo que conoces gran parte de mi vida.

-¿Es de la muchacha que habló semanas atrás?

Patrick tragó.

-¿Por qué piensas que era ella?

-La describió como una mujer bonita, muy inteligente y la candidata perfecta como esposa.

-¿Y por qué piensas que es ella? Ella es solo una secretaria.

-Porque las mujeres sabemos cuando es la correcta.

-Pues te diré que esta vez has errado. Estaba hablando de una chica que conocí en otra parte.

Justamente el timbre sonó y Patrick se levantó de prisa para abrir. Una joven rubia con piernas largas y ropa muy corta apareció con una sonrisa que exactamente no pedía una taza de café. Efusivamente lo saludó, Kristy la miró con la ceja levantada. Ambos caminaron a la sala. Kristy se ocultó en la cocina para preparar la cena.

-Definitivamente a ella no se refería. – Comentó cuando Patrick fue en busca de copas y un vino.

-¿Eso crees? – La dejó con la palabra de la boca y se fue riendo.

En su interior el mismo Patrick sabía que a ella no se refería, pues el encantó de Amelie lo atrapó, pero no sería ético pedirle salir cuando era su jefe y las normas de la empresa no lo permitían.

De vuelta al presente la mesa estaba lista, los hombres se reunieron con ambas mujeres y tomaron sus lugares.

-¡Oh no, no, no! – repitió Amelie como si hubiesen traído un sapo a la mesa – Vayan a lavarse esas manos antes.

Patrick la miro confuso.

-Pero están limpias.

-Claro que no, las bacterias abundan por todas partes, así que es mejor que se sienten con las manos limpias.

Ambos recurrieron al lavamanos y con una inspección detallada por Amelie pudieron sentarse en la mesa.

-Dani, solo para complementar tus niveles de nutrientes comerás el pequeño plato de verduras, ¿Vale?

-Está bien mamá. – Miró el plato de los adultos. - ¿Volverás a comer? – Miró sorprendido a Patrick.

Patrick tímido respondió que sí.

-¿Cómo que volverá a comer? – Amelie intervino.

-Patrick comió una hamburguesa y Nuggets conmigo, era muy grande. – Hizo una seña del tamaño de la hamburguesa con las manos, pero exageró un poco.

-Señor si... - Amelie apenada estaba por retirarle el plato, pensó en que por su culpa él probaría bocado cuando ya estaba lleno.

-No, estoy bien, la hamburguesa no era tan grande, además me he quedado con hambre. – Cortó el primer trozo de carne y masticó.

No convencida Amelie se rindió y convivieron por horas.

Con los minutos restantes Amelie llamó a su madre mientras Patrick y Daniel intercambiaban aventuras imaginarias. Carolina no respondió y aquello era la señal de que aún no podía cuidar de su nieto.

-Mami, ¿Has visto ya el perro de Patrick? ¡Es muy bonito! Se llama Zeus, ¿Puedes creerlo? ¡También es grande y fuerte! ¿Podemos tenerlo en casa? Patrick dijo que me lo puedo quedar algún día.

-Cariño, sabes que en nuestra casa no dejan entrar perros y además es una responsabilidad enorme.

-Pero yo me hare cargo mami, lo prometo.

-¿Qué te parece si por el momento visitas a Zeus en casa del señor Patrick?

-Así es pequeño. – Patrick dio ánimos. – Además así podrás venir a casa y jugaremos todo lo que quieras, ¿A que no es buena la idea?

-¡Si! Me encanta la idea.

Momentos después Patrick tomó una llamada de urgencia y Amelie se quedo con el pequeño en la sala, ya que Kristy se encargó de levantar la mesa pidiéndole a Amelie que ella no lo hiciera, pues hoy era una invitada y ya había ayudado en casa.

En la sala Daniel se encontraba aburrido y deseaba ir en busca de Patrick, pero su madre lo entretuvo pidiéndole que le contara sobre su día en el colegio que el pequeño solo se acomodó en su pierna y quedó profundamente dormido. Amelie igual recargó la cabeza por un momento y cerró los ojos, sin dormirse aún.

Patrick salió de su oficina y se quedó unos minutos admirando la escena de su sofá, una madre con su hijo descansando del arduo día.

-¿Me dirá que de ella es de quien no hablaba? – Kristy se puso a su lado.

-¿Aún lo recuerdas no?

-¿Y cómo olvidarlo? Si hoy los ojos le brillaron más que cuando habla de ella sin su presencia.

-Es...

-Complicado lo sé, pero estoy segura de que no imposible, encuentre la manera, el niño ya lo adora, ¿Quién dice que ella no?

-No puedo.

-Si puede y si no se apresura alguien más lo hará y lo lamentará. – Lo dejó a solas y él comenzó a imaginarse un futuro incierto.

Amelie alcanzó a oír solo la ultima frase y se despertó al sentir las miradas sobre ella. Se encontró con los ojos de Patrick y sonrió a medias.

-Se ha quedado dormido, creo que el día ha sido muy cansado para él, lo lamento.

-No, no... no te preocupes, si lo deseas podemos... puedes recostarlo en la habitación de visitas y tú también deberías tomar un descanso, cuando despierte los acompaño a casa.

-No hace falta, la señora Mitchel me ha confirmado en que puede cuidarlo mientras mi madre regresa.

-¿Estas segura? El no parecía contento de quedarse con ella...

-Ella lo ha cuidado por periodos cortos y además es la vecina, sí puede que ya tenga sus años y no sea tan amable como sus maestras del colegio, pero me siento segura con ella, además Dani solo dijo eso para quedarse contigo, también le agrada por momentos.

-Sigo pensando que...

-En verdad gracias por la propuesta, pero me he ausentado por tres horas del trabajo y ya tengo con quien dejar a Dani, ¿Si no le importa nos podría llevar a casa?

-¡Oh claro, claro! Por mi no hay problema.... ¿Qué tal si...? ¿Me permites...? – Hizo seña para cargar a Daniel y ella se lo pasó a sus brazos.

Amelie se despidió a los lejos de Kristy y fue hacia el auto. Tanto madre como hijo estaban sentados en la parte trasera y Patrick conducía a velocidad moderada, pues no planeaba que sucediera algún accidente o en defecto despertar al pequeño. El silencio era incomodo para Amelie, así que había optado por ver a través de los cristales.

Llegaron a su departamento y el llevo al niño en brazos como suyo. Amelie abrió la puerta de su hogar, la señora Mitchel sonrió al verlos y como vecina chismosa comenzaba a hacerse preguntas en la cabeza. Amelie tomó al pequeño en brazos y lo llevó a su habitación donde le quitó los zapatos, lo arropó y le besó la frente como despedida. Dejo la mochila del pequeño en manos de la señora Mitchel y salió avisándole que su madre llegaría pronto.

-¿Ella es la señora Mitchel? – Se incorporó al tráfico.

-Si.

-Con razón Daniel no simpatiza con la idea de quedarse con ella.

-¿Por qué lo dices?

-Parece la maestra gorda del colegio que no ama mucho su profesión y únicamente le interesa el pago quincenal.

-Es buena persona, algo entrometida, pero se puede lidiar.

-¿Por qué no le pides a Kristy que se quede con él? La conoces y creo que a Daniel le ha caído bien.

-¿Qué? No puedo hacer eso, ella trabaja para ti.

-Tampoco digamos que tiene un trabajo muy ocupado, pero puede encargarse de él de vez en cuando, estoy seguro de que aceptará.

-Eso implicaría que ella se moviera de tu casa a la mía y no quiero agotarla.

-Le pediré al chofer que la lleve o si lo prefieres puedo pasar por ambos y lo dejamos en mi casa y regresamos a la oficina juntos como hoy.

-Señor... sé que quiere ser generoso y un muy buen amigo de Daniel, lo aprecio de verdad, pero creo que no hace falta, conozco a mi hijo y sé que a veces puede ser algo... intenso y no me gustaría dejarle la responsabilidad a otra persona.

-No te digo que aceptes ahora, pero ¿Por qué no lo piensas un poco? – Comenzó a estacionar el auto.

-Si no volvemos a este tema lo hare. – Le sonrió y se desabrochó el cinturón. – Gracias por todo y disculpe las inconveniencias.

-No hay problema Amelie, al contrario, si necesitas de mi ayuda, debes saber que puedes contar conmigo, estoy para ti.

Improvisadamente la tomó de la mano y las alertas de Amelie se encendieron.

-Gracias. – Dijo antes de separarse y bajarse del auto con dirección a su oficina, aquello le pareció tan incomodo que esperó que solo hubiese sido imaginaciones suyas.

De regreso a su oficina, su secretaría le había otorgado los primeros papeles de la tarde para firmar.

-¿Has confirmado la reunión de mañana?

-Si, llegaran tres fotógrafos de alta gama, les pedí muestras de sus trabajos y envíe los requisitos que estamos buscando.

-¿Tenemos alguna campaña en puerta?

-Hay una empresa de arquitectura que desea un poco de promoción.

-Son buenas noticias.

-Solo qué...

-¿Tenemos problemas?

-El equipo de publicidad no puede comprender el concepto que quieren los de arquitectura.

-Programa una reunión con los interesados para mañana, necesito saber exactamente que quieren y después lo platicamos con el equipo. ¿Está lista nuestra publicidad con el señor Spencer?

-Se han impreso los primeros posters. ¿Necesita mirar la pagina web?

Derek interrumpió en la oficina. Ambas lo miraron.

-¿Podemos hablar?

-Gracias, seguimos en un momento. – Despidió a su secretaria. - ¿Qué necesitas? – Puso la vista en los papeles sobre su escritorio.

-¿Podemos ir a comer?

-He regresado de comer, gracias. – Encendió su ordenador.

-¿Puedes mirarme un segundo?

Resignada Amelie levantó la vista.

-Derek, aquí ambos estamos por trabajo.

-Ya lo sé, miel, sé que el trabajo es solo trabajo. Pero afuera ni siquiera me diriges la mirada, ¿Ya no somos amigos?

-Nunca dejaré de ser tu amiga.

-¿Entonces que sucede?

-Nada, solo que tenemos las agendas ocupadas.

-¿Por qué no vamos a cenar esta noche? Quiero que recordemos los viejos tiempos como cuando éramos jóvenes.

-Derek no tenemos ya nada que recordar, fueron buenos tiempos y aprecio mucho tu compañía, pero en estos momentos no puedo.

-Has dicho que seguiremos siendo amigos y me parece que ahora mismo estas diciendo que ya no lo seremos más.

-Sabes que eso no es así.

-Entonces vamos, acepta la cena. Solo será esta noche.

-Esta bien, nos vemos al terminar mi jornada, ¿Te parece?

-Te esperaré.

Ella sonrió y él se fue. Se preguntó ¿Por qué había aceptado de nuevo? Y aunque su subconsciente sabía muy bien la respuesta ella quiso apartar la idea.

La tarde transcurrió entre revisiones, lectura de reportes, fijaciones de fechas para establecer los nuevos programas y planes para la próxima campaña.

Amelie amaba su trabajo sin duda, pues cada minuto lo aprovechaba como si fuese el ultimo de su día, las horas se le pasaban volando y la mayoría de las veces olvidaba consultar su reloj para saber si era momento de parar o debía seguir.

Un mensaje le llegó al móvil.

¿Has terminado ya? Me gustaría que fuésemos a cenar para compensarte el día. – PK

Lo lamento señor Kent, pero tengo planes para esta noche, he de marcharme a casa. Buenas noches.

Respondió con una mentira piadosa, pues ahora mismo estaba tomando su bolso y chaqueta para reunirse en la planta baja con su antiguo amigo.

Derek le sonrió cuando la vio salir del ascensor. Ambos se encaminaron a la puerta y partieron en el auto de ella.

Patrick los miró de lejos sin que ellos notasen su ausencia, en su interior se almacenaban los sentimientos de impotencia, porque con verdades a medias, él estaba buscando la manera de que Amelie no lo mirase como un jefe.

Amelie se detuvo en un restaurante cálido con luces tuenes y armonía de paz, aquel fue uno de sus restaurantes más visitados en sus primeros años en Londres, tenía un aspecto italiano y siempre pedía pizza de quesos.

Su noche comenzó tranquila pues ambos estaban cenando pizza y hablando animosamente de lo que fue su juventud.

-Miel... ¿Por qué te apartaste?

-Nunca me aparté.

-¿Entonces que estamos haciendo?

-¿Perdón? Creo que estamos cenando, ¿Es claro no?

-Sabes a lo que me refiero, a nosotros.

-Derek lo he dicho antes no puede ser. Fue un error.

-Somos adultos, podemos intentarlo de nuevo.

-No, no podemos.

-¿Por qué te resistes? – Él la tomó de la mano.

-Porque no es correcto, ambos trabajamos juntos.

-¿Y si ya no trabajamos? Puedo renunciar ahora mismo.

-Derek, ¿Te estas escuchando? No puedes hacer eso solo por intentar algo que no sabes si va a resultar.

-¿Crees que no va resultar?

-Lo siento, pero...

Él no le dio tiempo a que ella buscase una excusa para evitarlo de nuevo, se abalanzó sobre sus labios y la besó tiernamente. Amelie se separó un minuto después.

-¿Qué te sucede?

-Miel, yo...

-Derek, no, esto no puede ser.

-Dime una razón lógica y dejo de intentar.

-Yo... no puedo, no puedo.

Con los ojos llenos de lagrimas se fue del lugar dejándolo solo. El corazón de Amelie estaba confundido, aún sentía algo por Derek y sí, quería intentarlo, pero sabía que para hacerlo debía contarle sobre su hijo y también decirle la verdad a su pequeño y no quería arriesgarse a que Daniel la tomara como mala madre por ocultarle la verdad.

Simplemente no podía aceptar intentarlo por el bien de su hijo, aún lo amaba como años atrás. Confusa manejó hacia donde su subconsciente la llevase.

Llegó a las oficinas Kent y sin saber específicamente cual era el motivo tomó el ascensor. Se cerraron las puertas y este subió.

Se detuvo y un imponente Patrick apareció del otro lado.

-Amelie, ¿Qué haces aquí?

-Yo... estem... he venido por algunas cosas.

-¿Me necesitas para algo?

Amelie reconoció que no estaba en su piso, sino en el de su jefe.

-No, yo...

Patrick notó su confusión.

-¿Te importa si te acompaño? Estaba por irme a casa.

-Claro, no hay problema.

Se hizo a un lado y Patrick presionó el piso de la planta baja.

-¿Cómo ha ido todo?

-Bien... fue un día largo.

El ascensor emitió un sonido y dejó de funcionar. Amelie apretó las manos contra las paredes metálicas. Uno de sus mayores miedos era quedarse encerrada.

-¿Todo bien?

Patrick miró sus movimientos.

-Si... yo... - Le comenzó a faltar el aire. Y las piernas se le doblaron.

-¡Amelie! – Patrick la tomo en sus brazos, antes de que se cayera.

-Dígame que está funcionando. – Dijo en apenas susurros.

-Tranquila, nos moveremos en seguida. – Pulsó el botón de alerta. – Respira, tranquila.

Abrazó a Amelie hacia su pecho y escuchó las respiraciones aceleradas de ella. Le acaricio el cabello a manera de tranquilizarla, sacó el móvil, pero este no recibía señal.

Amelie temblaba bajo su tacto y cada vez le era imposible mantener la calma. El corazón le latía de prisa que escuchaba sus propios latidos.

-Pronto saldremos, todo estará bien.

Patrick seguía dándole palabras de aliento para que no fuese a desmayarse, aunque él también estaba temiendo por dentro no dejaba de mantenerse fuerte por ella.

La separó de su pecho y por primera vez desde que la conoció le miró el miedo en los ojos, aquella mujer que siempre llevaba una sonrisa en el rostro y se mostraba fuerte ante cualquier situación, ahora no era más que una indefensa damisela.

Con caricias suaves, Patrick le removió el cabello que le obstruía las mejillas, se percató que había algunas lágrimas resbalando a los lados, la tomó del mentón y la miro como si ella fuese una obra de arte a quien adorar.

Lentamente acercó sus labios a los de ella y la beso, Amelie le dio acceso y como si fuese una pócima mágica, aquello hizo que su corazón volviese a la normalidad, su ataque de pánico ya no se encontraba presente y las ideas de un trágico final desaparecieron.

Patrick se separó despacio y volvió a abrazarla.

-Lo siento, yo... creí que era conveniente.

Amelie no respondió, pues aquello la hizo sentir mejor y con la verdad a medias, le había gustado. Aprovechó quedarse en su pecho, hasta que el elevador se puso en marcha.

El equipo deseguridad estaba de pie enfrente de ellos cuando las puertas se abrieron,Patrick la ayudó a ponerse de pie. Los espectadores solo miraban los movimientos de aquellos adultos, ambos se subieron al auto de Patrick y se perdieron en la penumbra de Londres.

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