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Capitulo 15

-¿Literal eres su jefa?

-¿Debo repetirlo?

-No hace falta, solo quería corroborar. – sorbió su café.

-¿No se supone que estás aquí para apoyarme?

-Estoy aquí porque lo pediste, no porque necesites de mi ayuda.

-¿Eres la parte mala de mi conciencia?

-¿Soy tu conciencia?

-Deberías trabajar como consejera, te va muy bien.

-¿Deja más que ser una encargada de ventas en una tienda de ropa?

-Cristina por favor. – rodó los ojos.

-Solo tengo una pregunta más, ¿Por qué estamos ahora mismo caminando y platicando sobre tu ascenso?

-Porque me ha parecido abrumador todo esto y a mi jefe no le ha parecido nada buena la idea de aceptar de un día a otro.

-¿Huyes en vez de arreglar tus tropiezos?

-No, ¿Quién dijo que estoy huyendo?

-Llevamos casi media hora caminando en línea recta, no sé donde estamos y estas evitando mirar a Derek y a tu jefe juntos.

-No estoy evitando a nadie.

-Entonces... ¿Seguimos caminando para aclarar si debes o no presentarte a trabajar y aceptar tu papel de jefa?

-Cristina, en verdad. Puedes por lo menos decirme <<Felicidades, has logrado tu meta más grande>> - Imitó su voz.

-Yo no hablo así. – Frunció las cejas. Amelie rodó los ojos. – Estoy orgullosa de ti y sabes que no hace falta decirlo, has conseguido todo lo que te propusiste alguna vez y estoy segura de que lograras más y más y eso me hace aun más feliz por ti, no puedo esperar para presumirte en el pueblo.

-Prométeme que no dirás nada de esto.

-¿Y no dar envidia? ¡Olvídalo!

-Eres mi única mejor amiga, y te quiero tanto que aun te soporto.

-No quiero imaginarme que pasaría si no lo fuera.

-Es mejor que no lo imagines. – Ambas se rieron.

Caminaron unos metros más por petición de Amelie antes de montarse a un taxi y partir por rumbos diferentes.

Ni ella misma conocía porque después de su presentación como la nueva ejecutiva tuvo la necesidad de salir del edificio. Regresó con la cabeza hecha un lío y respiro hondo antes de ingresar por las puertas de crista. Hoy era su segunda vez en el día que no llegaba a trabajar como secretaria.

-Felicitaciones señorita Amelie. – El portero sonrió.

En su interior Amelie se preguntó porque decía aquello y después notó su realidad, todos en la empresa ya conocían su nuevo puesto.

-¡Amelie buenos días!

-¡Felicitaciones!

-Buen día, Stone.

Muchos de sus colegas que pasaban la saludaban como si su trabajo dependiera de las decisiones de ella, repentinamente hasta las personas que nunca la saludaban o con quienes no tenía contacto alguno también le dirigían palabra y decían palabras como que podría contar con ellos para cualquier cosa.

Confusa, saludaba y contestaba cada palabra, se dirigió su nuevo piso y el personal al verla llegar se puso de pie y le aplaudió en todo su camino hasta su nueva oficina.

Miró a su jefe en el centro de la habitación.

-Pensé que hoy no se iba a presentar señorita Stone, después del anuncio.

-He salido a respirar un poco.

-Como todos sabrán. – Se dirigió a los empleados. – Hoy la señorita Amelie Stone, se añade a nuestra plantilla como una ejecutiva más. Y por supuesto es la que llevará a cargo este gran departamento, no puedo estar más que feliz en saber que estoy dejando este gran mando en manos de alguien que ha entregado casi 4 años en esta empresa.

Los aplausos hicieron eco en el pasillo.

-Gracias señor Kent por la oportunidad y a todos ustedes por esta cálida bienvenida. No les fallaré y estaré aquí para apoyarlos. Estoy segura de que entre todos alcanzaremos las metas que se han trazado para este departamento. Gracias de nuevo.

Los aplausos duraron un poco menos.

-Deberías conocer tu oficina.

Patrick abrió la puerta de la espaciosa oficina que Amelie tenía enfrente. Se quedó boquiabierta, aquello era una replica como la de su jefe solo que, con una vista corta y no tan panorámica, los muebles de manera y los colores neutros iban acorde a todo el edificio, solo que en su oficina las decoraciones predominantes de colores dorado y rosa pastel daban ese toque femenino. Los arreglos florales en su escritorio la hicieron sonreír de alegría.

-Espero que no te molesten tantos arreglos sino podemos enviar a alguien que los recoja. – Ambos quedaron solos.

-¿Está bromeando? Me parece un gran detalle. La oficina es muy bonita, gracias.

-Ya te merecías una.

-Estaba conforme con mi escritorio.

-Por cierto, hablando de escritorio...

-Sí, sé que tengo que recoger mis pertenencias. Subiré en cuanto me ponga al margen.

-No me refería a eso, estaba pensando en que debes elegir a tu asistente. Sabes que todos los ejecutivos tienen una.

-No creo que sea necesario, fui asistente desde que ingresé y puedo seguir siéndolo, me las arreglaré.

-Esto no está a discusión.

-¿Así como contratar a Rachel sin capacitación?

-Es secretaria igual que tú.

-Pero ser su secretaria 24/7 es mucho más demandante que ocho horas diarias.

-Podrá con ello, sino me busco otra.

-No pensé que usted se tomaría esto a la ligera.

-¿Qué tan difícil puedo ser?

-¿Necesita la respuesta real?

-Amelie....

La puerta se abrió sin avisar.

-¿No le han enseñado señor Spencer que debe tocar antes de entrar?

-Lo lamento, no pensaba interrumpir, pensé que Amelie...

-¿Necesitas algo?

-Puedo esperar... - Tomo el pomo de la puerta para cerrar.

-No, no, no se preocupe señor Spencer. Estaba por retirarme. – Su voz se volvió áspera. – Espero que entre sus prioridades señorita Stone, este que el personal la trate con el titulo que se merece. Buen día.

Salió de la habitación enojado sin saber si se molestó por la inoportuna aparición de Derek o que el también la llamara Amelie sin más.

Aquellos amantes solo se quedaron en silencio y se recorrieron de arriba abajo con la mirada esperando que alguno iniciara la conversación.

-Lo lamento yo... - Derek rompió el hielo.

-No te preocupes, puedo lidiar con ello, solo recuerda llamarme señorita Stone o solo Stone. Casi nadie dice el nombre de pila de nadie a menos que sea del mismo nivel jerárquico.

Amelie tomó posesión de su silla detrás del escritorio.

-Procuraré que no vuelva a ocurrir. Pensé que estabas sola. Me acabo de enterar y venia a darte las felicitaciones.

-Gracias por ello.

El silencio los inundó.

-Lo has logrado.

-¿Perdón?

-Me refería a que has logrado uno de tus sueños, ser ejecutiva en una gran empresa.

-Estoy feliz con ello. ¿Aún recuerdas esa conversación?

-¿Cómo olvidarlo? Compartimos los sueños de cada uno y te dije que lo lograrías. Y por coincidencia del destino estoy aquí para verte triunfar.

-¿Dirás que eres mi amuleto de la suerte?

Sonrió amablemente.

-Siempre lo he dicho miel.

-Derek...

-Lo sé, lo sé... no debemos mezclar lo personal con lo profesional, pero ha salido sin pensarlo, lo siento, procuraré que no vuelva a pasar.

Amelie se puso de pie frente a él.

-¿Si sabes donde nos coloca esto verdad?

-No tenemos porque mezclar las cosas.

-Es exactamente lo que no deseo. No podemos seguir con esto.

-¿Por qué? Nadie lo sabrá.

-No podré vivir con ello y además le soy leal a esta empresa y violar uno de sus principios no me parece adecuado.

-No hay clausulas concretas.

-Mi moral no lo permite.

-Miel – Ahí estaba de nuevo el apodo que a ella le ablandaba el corazón. – esto es bueno para ambos y lo sabes, hemos tenido una amistad por años y no se rompe de la noche a la mañana. Somos adultos, podremos sobrellevarlo.

-No, no está bien y por la amistad de años te pido que sigamos siendo amigos y únicamente hablemos de temas profesionales.

-Trabajar juntos no implica no salir como amigos.

-Derek, sabes a lo que me refiero.

-¿Por qué quieres terminar con todo? ¿Es tu manera de evitarme de nuevo?

-No, no... yo...

Derek se acercó y le acaricio una mejilla.

-¿Tu qué Amelie? ¿Me dirás que no has sentido lo mismo?

-Derek no...

Sin darle tiempo de terminar la frase que no estaba dispuesto a escuchar la tomo entre sus labios, inició con movimientos suaves y de poco en poco subió en aumento la batalla de sus labios.

En poco tiempo ambos se encontraban en el baño privado de Amelie entregándose uno a otro. La mente de ambos estaba nublada pues ninguno hacia caso a la razón. Y sin darse cuenta habían inundado toda la habitación de gemidos. Coloquialmente dicho, habían bautizado la nueva oficina.

-Esto no debió suceder. – La cordura llegó a Amelie.

Ambos estaban tratando de hacerse notar presentables en las cuatro paredes de la oficina.

-No me disculparé porque ambos sabemos que lo necesitábamos.

-No, no puedo seguir con esto. Por favor vete.

-Miel...

-No Derek, vete. ¡Fuera! – Gritó para contener la idea de aceptar su oferta de ser amantes. 

Derek de manera seria salió de la oficina, ante todos presentó su actitud de que las cosas iban normales, aunque por dentro daba brincos de felicidad por saber que Amelie también sentía algo. Y esta vez no la perdería.

Para desgracia de Amelie su cuerpo le pedía estar al lado de Derek y solo con oler su perfume se estremecía, pero no podía aceptar la oferta, no iba a jugar con sus sentimientos, una vez se arriesgó y la vida le pagó mal.

Respiró hondo y se puso mano a las obras en su primer día como jefa. Estaba ofuscada, pero no se permitía descansar, no quería que todos hablasen de que se tomaba privilegios por haber sido la mano derecha del dueño mayoritario. Ella se había ganado esto a pulso y no pensaba dejar que otras dijeran lo contrario.

Salió a revisar como marchaba la nueva campaña publicitaria, su primera idea en mente era crear buenos lazos con sus subordinados, pues según sus conocimientos las relaciones entre jefe – empleados siempre eran mejores para lograr objetivos, así que con todos se tomaba un tiempo corto para saludar y conocer un poco más. Era algo tipo charla ocasional.

Las horas transcurrieron y ajena al caos que se aproximaba miró las fotografías que se estaban haciendo con Derek. En el primer piso se avecinaba algo que Amelie nunca hubiese pensado que sucedería.

Su mejor amiga había entrado por las grandes puertas de cristal con Daniel tomado de la mano. Se detuvieron en la recepción para preguntar por Amelie, pero lastimosamente la secretaria encargada del mostrador tuvo que llamar a la oficina de Stone y esta no contestaba.

Para suerte de Rachel, iba pasando por el vestíbulo y miró de manera confusa a aquella mujer con el niño de cabellos rizados. Se acercó como si aquellos dos hubiesen entrado a pedir limosna y estaba decidida a correrlos.

-¿Puedo hacer algo por usted? Porque por el momento no tenemos vacantes.

Cristina la miró de arriba – abajo y su instinto la hizo dudar.

-No he venido por trabajo, busco a alguien.

-¿A quién? No conozco a nadie que... - Estaba marcando territorio sobre su jefe por si ella era una de sus novias con un hijo no reconocido.

-Amelie Stone.

Los ojos de Rachel estaban por salirse de orbita. Sus cables cerebrales se unieron y encontró el secreto que Amelie ocultaba. El pequeño era su hijo.

-¡Oh! Amelie... Pero... que sorpresa. Ven, ven – Tomó la mano del niño – Le encantará esta sorpresa.

Empujó a ambos en el ascensor y por más que Cristina jalaba a Daniel a su lado, Rachel no soltaba al niño y parecía llevárselo consigo.

El elevador se detuvo en el piso de marketing y precisamente Amelie iba caminando a su dirección con los ojos enfocados en un papeleo que le mostraba su ayudante.

-¡Mel! ¡Meli! – Rachel atrapó su atención.

Amelie se quedo petrificada y avanzó rápidamente a ellos, la ayudante se mostró sorprendida pero no dijo nada. El pequeño se soltó de ambas mujeres y corrió a los brazos de su madre. Amelie lo pegó a su pecho y escondió la pequeña cabeza del niño en su hombro.

-¿Qué hacen aquí? – Dijo hacia Cristina.

-¿No es una gran sorpresa? – Rachel intervino. – Vinieron a saludar a mami. – Dijo en susurro.

Amelie deseaba matarla y sobre todo enviar al infierno a Cristina, ¿Cómo se le había ocurrido hacer tal cosa?

Rápidamente se metió con Cristina en el elevador Rachel con una sonrisa y la mano levantada se despidió de los tres. Amelie no pronunció palabra, pero en su mirada dejaba claro todo.

-Mami, ¿Ella es tu amiga? Es simpática.

-Algo así cariño. – Con su hijo no podía enojarse, pero su fuerza de voluntad era poca.

-¿La he cagado cierto?

-Demasiado, ¿Por qué se te ocurrió venir? ¡Cristina te lo he dicho! A mi oficina no.

-Lo siento, pensé que era buena idea venir a desearte suerte en tu primer día, olvidé por completo que esto ocurriría.

-Estoy tan molesta que lo único que puedo pensar ahora es que ambos se marchen a casa y no salgan, pensaré en como arreglarlo.

El elevador abrió sus puertas y a pasos rápidos los guio a la salida. Bajó de sus brazos a Daniel. Se sentó sobre sus talones.

-Te portaras bien, ¿Cierto? – Le dio un beso en la frente – tía Cristina te llevará por un helado y me esperaran en casa.

-Mami yo quería ver tu oficina.

-Hoy no se podrá cariño, ¿Qué te parece si otro día te traigo especialmente yo?

-¿Por qué hoy no?

-Mamá tiene mucho trabajo.

-Pero tu amiga dijo que estarías feliz, ¿No estás feliz?

-No, cariño, claro que estoy muy feliz por verlos aquí, pero hoy es un día muy difícil para enseñarte todo el lugar.

Mientras el niño y Amelie se enfrascaban en preguntas y respuestas el elevador volvió a abrirse y Patrick estaba por salir. Ajeno a su entorno se abrochó el saco y continuo su camino. Levantó la mirada por inercia y miró aquella cabellera conocida hincada al frente de un pequeño con traje escolar y una mujer desconocida al lado.

-¿Amelie? – Pronuncio al pasar a su lado.

Ella levantó la vista y se puso de pie ocultando al pequeño entre sus piernas.

-Señor... - le tembló la voz - ¿Necesita algo?

-No tengo el gusto de conocer al caballero. – Se dirigió al niño que lo miraba curioso. Se encorvó. – Hola, me llamo Patrick.

-Soy Daniel – Ambos estrecharon manos.

Dirigió su mano a Cristina.

-¿Nos hemos visto antes?

Cristina aceptó estrecharlo.

-Si... - Amelie le propició un codazo. – No, no... no lo creo. Cristina, un gusto.

-Si necesitabas un momento familiar puedes llevarlos a tu oficina. – Dirigió la mirada a Amelie

-No, no... ellos, ya se van.

Patrick notó el nerviosismo de Amelie y sabía que algo no estaba bien.

-Me parece que tu tía está ocupada hoy, ¿Por qué no regresan mañana? Dejaré su agenda despegada.

-Si, si... mañana será. – Amelie se apresuró a decir.

-Bueno, Dani, nos tenemos que ir. Despídete. – Cristina salió al rescate.

-Adiós señor Patrick – Agitó la mano en el aire. – Adiós mami. – Le dio un beso en la mejilla.

Los tres adultos se quedaron sin emitir palabra, especialmente Patrick.

-¿Mami? – Mencionó.

Cristina quiso salir corriendo con Daniel, pero él los detuvo.

-Señor... se lo puedo explicar. – Amelie estaba muy preocupada por lo que pasaría.

-¿Amelie es tú mamá?

El pequeño asintió. Cristina supo que esta noche dormiría en la calle.

-¿A dónde van?

-A casa – Respondió Stone.

-Los llevo. Iba de salida. – El niño sonrió y él le devolvió la sonrisa. - ¿Nos acompaña Amelie?

Ella asintió.

Patrick fue en busca de su auto y todos se subieron en él, Amelie de copiloto, mientras que Cristina y Daniel en la parte trasera.

Amelie le indicó el camino a seguir y Daniel no dejó sus inquietantes preguntas de lado.

-¿Usted es amigo de mi mamá?

-Dani... - Amelie habló en modo de advertencia.

-Si, soy su jefe. – Interrumpió Patrick.

-¿Qué es un jefe?

-Bueno, tu mamá trabaja para mí y yo le digo que debe hacer, eso hacen los jefes.

-Entonces, ¿Tu no le das tiempo para jugar?

-¡Dani!

Patrick rio.

-Tu mamá sabe que tiene el tiempo suficiente para salir a jugar contigo.

-No es cierto, no tiene tiempo, dice que tiene mucho trabajo.

-¿Ah sí? Y ¿Qué más dice mami?

-Nada, siempre tiene mucho trabajo, llega a casa me da los besos de buenas noches y se va a dormir al día siguiente me deja en el colegio y mi tía Cristina o mi abuela pasan por mí.

El corazón de Amelie se apachurró, nunca se había detenido a pensar en los sentimientos de su hijo.

-Pues ahora que me has dado una muy buena observación jovencito, obligare a tu madre a ir por ti y que coman juntos en casa, será un orden de su jefe.

-¿Es enserio? Mami, ¿Escuchaste eso? ¡Podrás pasar por mí!

-Si Dani, lo he escuchado.

-¿También puedo ir a su oficina? Hoy dijo que estaba ocupada.

-Puedes ir las veces que quieras, si tu madre está ocupada puedes quedarte un momento conmigo, ¿Te parece?

El pequeño levantó los brazos a modo de victoria.

-¡Si! Patrick, si eres amigo de mami, ¿También eres mi amigo?

-Claro que sí. – Le sonrió por el retrovisor.

El auto se estacionó al frente del departamento.

-Gracias señor Kent. – Cristina abrió por primera vez la boca. – Amelie, nos vemos en la tarde.

Abrió la puerta y salió de prisa.

-Adiós señor Patrick, adiós mami. – chocó las palmas con Kent. Por encima del asiento le dio un beso a su madre.

-Te portas bien ¿Sí?

-Por supuesto mamá.

Con ayuda de Cristina se bajó el pequeño y entraron de prisa al departamento.

-Señor yo...

Patrick puso el auto en marcha. Al asegurarse que sus invitados habían llegado sanos y salvos.

-Tienes un hijo.

Amelie se sorprendió, no pensó que fuese su primera frase después de todo.

-Si. – Dijo cortadamente.

-¿Quién más lo sabe?

-Solamente su padre, lo descubrió por si mismo, y me guardó el secreto porque cuando llegue a Kent Holdings Inc, no quería que nadie lo supiera, era foránea y estaba tratando de vivir en Londres con un pequeño y mi madre. Él aceptó en guardarme el secreto siempre y cuando mi trabajo fuera el mejor y le estoy pagando cada día de la mejor manera que puedo.

-¿Por qué lo ocultaste? Ser madre soltera no es malo.

-No pretendo mezclar mi vida privada con el laboral señor y además prefiero mantener a mi familia al margen, mi hijo lo es todo.

-Podías contármelo.

-Lo lamento, y si usted cree que debo presentar mi renuncia al regresar lo haré.

-¿Quién habló de despidos?

-Señor yo...

-Solo pregunto, ¿Por qué no fuiste sincera conmigo? Trabajamos juntos por años, te había confiado todo.

-Lo lamento, no creí que...

-No estoy molesto, bueno sí... conmigo mismo por no conocer esto, habías sido mi secretaria y siempre te pedía cosas para ayer, nunca imaginé que tuvieses un hijo, y me siento culpable de alguna manera por robarle a su madre.

-No, no... señor es un niño y a veces suelen manipular la situación a su manera, Daniel comprende la situación.

-No Amelie, me parece que el niño tiene razón, necesita pasar tiempo con su madre. ¿Por qué hoy no te vas temprano?

-Señor es mi primer día... yo no...

-Como tu jefe te lo ordeno, así como recoger a tu hijo todos los días del colegio y pasar tus horas de comida con él.

-Señor yo no puedo hacerlo...

-¿Por qué no?

-Usted sabe que le debo todo a la empresa, no descuido a mi hijo si eso le preocupa, mi madre me apoya siempre y ahora que ha llegado una amiga, ella lo hace con gusto y siempre cuando termino mis horas de jornadas paso tiempo con Dani, tampoco soy tan mala madre.

-Pero tu hijo no lo nota así y lo que siempre me enseñó mi padre es que los hijos son primero y quiero que también lo tomes en cuenta.

-Señor...

-No más excusas ni peros Amelie, a partir de mañana vas por tu hijo al colegio y pasas dos horas máximo con él, después te incorporas a tu rutina laboral y no pasa nada.

-Gracias. – Dijo resignada. – Pero no hacia falta.

-No tienes nada que agradecerme, al contrario, debías habérmelo exigido.

-Si lo prefiere, puede dejarme en la esquina y tomaré un taxi para regresar a la empresa.

-No, te dejaré yo mismo. Es lo menos que puedo hacer.

-Señor...

Ambos se miraron y Amelie se dio cuenta que no era el tiempo para seguir diciendo que no tenia importancia, pues Patrick estaba a punto de definir su situación.

Con la mano levantada se despidió de su jefe en la entrada de Kent Holdings Inc. Respiró hondo y se aseguró de seguir manteniendo su trabajo y su vida privada separadas. Que su jefe se hubiese enterado de su hijo era mucho de lo que podría soportar.

Su reloj marcaba las ocho de las noches, en su departamento ya no se encontraba nadie, pues la hora laboral había terminado hace dos horas atrás. Guardó sus documentos importantes en su bolso, así como sus pertenencias y decidió que para ser su primer día había terminado casi bien.

Se despidió de las ultimas personas en el primer piso y fue en busca de su auto. El sentimiento de confusión se estaba instalando en su cerebro como culpabilidad de haber puesto a su jefe en la posición en que debía darle horas extras que no le correspondían, no era la única con hijos y no quería un trato especial.

El teléfono sonó y ella contestó en el manos libres.

-¿Sí? – No miró el remitente.

-¿Qué te parece si hoy cenamos? – La voz de Derek resonó dentro del auto.

-Derek te dije que no podíamos seguir haciendo esto, no quiero que se malinterprete todo en la oficina.

-Amelie solo cenaremos.

-Estoy cansada, ¿Podemos dejarlo para otro día?

-Esta bien, comprendo, pero no dejaré de insistir.

-Lo lamento Derek, buenas noches.

Colgó sin esperar una respuesta, Derek estaba presionándola y esa era una de las cosas que Amelie odiaba. Al llegar a casa tenía pensado tomar una ducha y dejar en claro que quería para su futuro.

Lo primordial era que Derek y Daniel nunca se conocieran.

-Buenas noches – Dijo al entrar a su casa.

-Mami. – El pequeño corrió a sus brazos. - ¿Patrick no te dio tiempo libre?

-El señor Kent no sabe que salí tarde porque debía dejar mis actividades avanzadas para poder pasar tiempo contigo mañana.

-Entonces mañana ¿Almorzaremos juntos?

-Si Dani, mañana iré por ti al colegio y comeremos juntos.

El niño sonrió enormemente.

-¿Has escuchado eso abuela? ¡Mamá comerá con nosotros!

-Así es Dani, son nuevas noticias, ¿Por qué no vamos a lavarte las manos? Debemos cenar.

La abuela consciente de la situación de su hija se llevó al pequeño al baño para darle un respiro.

-Perdón. – Fue la primera palabra de Cristina al acercarse. – Lo lamento tanto, no creí que se fuesen a complicar las cosas y mucho menos que tu jefe se aparecería a mitad de nuestra salida.

-No tienes de que disculparte. – Le sonrió – Algún día se tenía que enterar. Fue más rápido de lo planeado.

-En verdad que lo lamento Amelie, te pusimos en una situación que no debió suceder.

-Lo hecho, hecho está. No puedo hacer nada, traté de arreglarlo, pero Patrick decidió no dar marcha atrás con la palabra de Daniel.

-¿Patrick?

-Así se llama mi jefe.

-Antes lo llamaste señor Kent.

-¿Qué más da?

-Es solo que...

-Por favor, Cristina, hoy no... no necesito más lío en mi cabeza.

El pequeño regresó corriendo y Amelie puso la mejor de las sonrisas para acompañar a su pequeño a cenar.

Ya en la cama, Stone miró al techo y comenzó a ordenar sus ideas, ¿Por qué ahora mismo Derek quería intentarlo? ¿Ella lo quería? ¿Por qué Patrick le estaba dando el beneficio de la duda? ¿Debía ser sincera con su jefe y decirle de su pasado con Derek? ¿Debía contarle que estaba conviviendo con el padre de su hijo?

-¡Mierda! – susurró.

Sabía que sus líos nunca terminarían.

Ya en casa, Patrick sintió el silencio de su entorno. Hoy había conocido la vida secreta de Amelie y en el momento no supo como sentirse ante la situación, era verdad le tenia la confianza plena a esa mujer y ahora parecía como si no la conociese.

El niño le había transmitido una alegría inigualable cuando lo conoció, así que consideró la idea de despido de Amelie, cuando escuchó del porque nadie sabía sobre su hijo y que se lo debía todo a su padre en su interior creció una esperanza de protección hacia ella.

¿Cómo era posible que aquella mujer sensual, inteligente y muy terca no tuviese un hombre al lado? Daniel parecía ser un niño muy bien educado y no podía imaginarse a Amelie luchar sola contra el mundo con un bebe en brazos.

Sintió pena por ella, él había sido un cretino durante los últimos años, nunca se detuvo a pensar que Amelie podría tener una vida fuera del trabajo, pero es que tampoco ella se lo había dicho, así que se convenció de que la culpa era de ambos.

Aquella tarde le dio una lección y era que debía ser más observador con sus empleados, así que se dio a la tarea de leer todos los expedientes de los subordinados para conocer quienes tenían hijos y reponerles el tiempo perdido.

Ken Holdings Inc. No era una empresa digna de la imagen familiar puesto que su nuevo jefe no mantenía ninguna relación y mucho menos tenía una familia propia, su padre siempre fue hombre de hogar y posiblemente el conocía a cada miembro y su vida fuera de la empresa, pero Patrick no y nunca se había detenido a pensar en ello.

Tomó su teléfono y en plena madrugada le envío un mensaje de texto a su secretaria temporal. Debía programar una fiesta para todos los empleados que tenían familia e hijos para el próximo mes, esperó media hora para saber la confirmación, pero parecía que Rachel no lo había leído.

Puso los ojos en blancos pues Amelie siempre respondía fuese la hora que fuese.

Tengo una idea en mente. ¿Podemos discutirla mañana en mi oficina?

Pat Kent.

Envió el mensaje sin darse cuenta de la hora.

Enterada, ¿Le parece bien a primera hora?

A. Stone.

Amelie respondió enseguida como él se lo esperaba y sonrió ante el mensaje, lo leyó dos veces para saber que no estaba soñando. El reloj marcaba las dos de la mañana. Se riñó mentalmente y se encaminó a la cama.

Disculpa la hora, si lo necesitas llega tarde al trabajo. Cuando llegues te esperaré en mi oficina.

Buenas noches, Amelie, descansa.

Pat. Kent.

No recibió respuesta, pues obviamente aquella mujer debía estar durmiendo. Miró el techo unos minutos más y se preguntó, ¿Cómo sería tener a un niño corriendo por los alrededores? Nunca se había planteado la idea de sentar cabeza, pero con la inesperada visita del hijo de Amelie, aquello parecía ponerlo a pensar en su futuro.

Saludo a la mayoría de los empleados en su paso a su oficina. No visualizó a nadie en el escritorio fuera de su oficina y pensó en que Rachel había ido por un café. Miro su reloj, posiblemente él había llegado temprano.

Exactamente marcaban las ocho de la mañana, su hora habitual de entrar a trabajar. ¿Por qué Rachel no había sido puntual? Amelie siempre lo fue, aunque le hubiese robado horas de sueño.

Marcó a la oficina de Amelie para recordarle que no había olvidado su mensaje de ayer. Su secretaria le dijo que aún no había llegado, pero en cuanto la viera le daría el recado.

¿Acaso las mujeres no se presentarían hoy a trabajar? Se preguntó, pues Amelie nunca llegaba después de él.

-Dani no puedo quedarme, voy tarde al trabajo. – Miro su reloj por segunda vez en el día.

-¿Pero si vendrás por mi cierto?

-Lo he prometido cariño. – El niño no la soltaba.

-¿Sucede algo? – La profesora encargada del grupo de Daniel se acercó a ellos.

-Al parecer hoy se ha levantado con ganas de retenerme. – Amelie dijo en broma.

-¿Por qué no vamos adentro Daniel? Ambos sabemos que mami debe trabajar ¿No es así?

-Si, pero su jefe dijo que puede pasar más tiempo conmigo.

-Estoy segura de que en casa mami pasará toda la tarde contigo, pero si no llega a tiempo en el trabajo, posiblemente llegue tarde a casa también. ¿Quieres eso?

-No. – resignado el pequeño soltó a su madre.

-Bien, entonces, ¿Le damos un beso de despedida a mamá?

El pequeño se acercó, abrazó y besó a su madre.

-Vendré por ti, ¿Vale?

Daniel asintió y la profesora le sonrió a Amelie antes de marchase con el pequeño hacia su salón de clases. De prisa Amelie subió a su auto y se apresuró en llegar a la empresa.

Corrió hacia su departamento y sintió como si aquel recorrido hubiese sido igual que un maratón para conseguir el primer lugar.

-Señorita Stone, el señor Kent desea verla ahora.

-¡Mierda! – pronunció bajito.

Había olvidado que su jefe le pidió una reunión antes de iniciar su jornada laboral.

-Retrasaré su reunión con los encargados de medir las estadísticas de las plataformas digitales. – siguió hablando su asistente.

-Por favor de las dos de la tarde hasta las cuatro deja un espacio de lunes a viernes.

-¿Necesita que anote algo?

-No, solo que las tomaré como mi hora de almuerzo.

-¿Las dejo como no molestar?

-Si es importante no.

-Ok, ¿Necesita algo más?

-No, iré a ver al señor Kent, si se presenta algo envíame un mensaje por favor, te he dejado las carpetas firmadas en mi escritorio y creo que adelante con algunos informes de ayer, revísalos y en media hora reprograma la reunión, no pretendo tardar.

-Necesito su aprobación para el diseño web de la pagina empresarial, debió estar lista ayer.

-Déjalos sobre mi escritorio. Los miraré al regresar.

-Está bien señorita Stone.

Amelie sonrió y camino hacia la oficina ya conocida de su jefe. Miro su reloj. Nueve y media de la mañana.

-¡Vaya! ¿Has venido por tus pertenencias?

Rachel marcó su nuevo territorio.

-No yo...

-Las he puesto en una caja para ti. – Con los ojos señaló la caja en el suelo.

-Yo solo...

-O me dirás que vienes a pedir tu puesto de vuelta, ¿No se te da bien ser jefa y mamá al mismo tiempo?

Amelie estaba por darle una bofetada, pero su jefe salió en el momento preciso.

-Señorita Stone, iba a preguntar por usted precisamente. Pase por favor. - Amelie no dijo nada y siguió órdenes. – Señorita Morrison, a la próxima evite llegar tarde, sino regresará con Dom o peor aún tendrá que firmar su carta de renuncia por impuntualidad.

Rachel estaba por protestar cuando su jefe había cerrado la puerta.

-Señor lamento llegar tarde, pero Dani, no quería quedarse en el colegio.

-No hay problema Amelie, sé que primero son los hijos, no tengo problema con ello.

Amelie se sorprendió por su cambio de opinión con la puntualidad.

-Sé que pidió esta reunión por su mensaje de anoche, ¿Qué tiene en mente?

-¿Qué te parece una fiesta de familias?

-Lo siento, no entiendo, ¿A qué se refiere?

-Leí los expedientes de todos los empleados ayer para encontrar quienes tienen hijos y una familia a la cual alimentar, he sido un poco desconsiderado y creo que esta festa de familias no solo les dará tiempo para desconectarse de la empresa, sino que será como una unión entre lo laboral y lo personal. ¿Qué opinas?

Amelie se quedó sin palabras.

-Yo... yo creo que...

-¿No crees que sea buena idea?

-¿Conoce exactamente cuantas personas mantienen unidas a su familia?

-¿Cómo?

-Algunos expedientes no han sido actualizados y más de uno se ha divorciado hace tiempo.

-¿Por qué no lo sé?

-Porque tal vez nunca había estado interesado antes.

-¿Cómo lo sabes?

-Bueno, a parte de ser su secretaria debía hacer lazos con mis colegas.

-¿Entonces que propones?

-Me parece buena idea de que quiera unir a sus trabajadores con su familia, como tipo <<trae a tu hijo al trabajo>> pero me parece que debería pulir un poquito más la idea.

-¿Y qué te parece que fuese un día de campo?

-Está genial la idea, ¿A que se quiere enfocar?

-A las familias de mis empleados, creo que es el objetivo.

-No señor, me refiero a que... ¿Pretende que solo entre familias se conozcan? ¿Qué conozcan las esposas y esposos que usted es el amo de su sustento económico? ¿Qué le deben besar el trasero?

-¿Perdón?

-Lo lamento, pero creo que no lo está pensando bien.

-Yo pensaba en hacer eso para que sepan que me importan, no que solo los quiero explotar para que me hagan más rico.

-Exactamente es lo que está proyectando. Si me lo permite, creo que debería ser una fiesta enfocado en los infantes, así los trabajadores sabrán que en realidad le importa su familia, puede dar obsequios como en navidad, contratar animaciones y decorar con globos, dar comida gratis y por supuesto el día libre con sueldo.

-¿Lo ultimo no es exagerado?

-¿Sus empleados no le importan tanto?

-Claro que sí.

-Entonces debe pensar que desea hacer.

-Ya veo de donde sacó Daniel lo bueno para hacer tratos. Ha tenido una excelente maestra en casa.

-Gracias señor, pero únicamente hago mi trabajo, me pidió un consejo y lo estoy ayudando.

-A veces te hecho de menos Amelie.

-¿Solo a veces?

Su teléfono sonó, un nuevo mensaje diciéndole que la reunión estaba por comenzar apareció en la pantalla.

-¿Te he retrasado?

-No señor, pero ahora mismo tengo que atender un asunto importante.

-Adelante. Si no terminas a tiempo para recoger a Daniel, no te preocupes cancélalo y retómalo más tarde.

-Gracias señor, pero no es necesario.

-Se lo prometí a tu hijo.

-Muchas gracias.

Sonrió y salió corriendo hacia su próxima reunión.  

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