Capitulo 14
Carl interrumpió rápidamente en la oficina de su jefe.
-Señor, ¿Todo bien?
Patrick volteo a verlo con los ojos en llamas.
-No ha sucedido nada. ¿Se ha ido ya?
Carl lo miró confundido sin comprenderlo.
-Todos se han ido ya, solo falta usted.
-Bien, me iré a casa. – Tomo su saco de su perchero y con fuerza sostuvo su maletín. – Buenas noches. – Le apretó el hombro y lo dejó a solas.
Bajó al estacionamiento, se montó en su jaguar 2018 y partió como alma que se lleva el diablo. Necesitaba poner en orden sus ideas, ¿Por qué repentinamente tenía interés en lo que hacia Amelie? Su parte razonal sabía la respuesta, pero el lado humanista pensaba en rechazar la hipótesis.
Amelie y Derek se detuvieron a comprar un helado, ella optó por uno de menta con limón, mientras que él eligió de chocolate con sirope de arce. Rio cuando lo vio saborear.
-¿Te estas riendo a mi costa?
-No, solo que Da... me recordó a alguien.
Su hijo mantenía la misma expresión con el mismo sabor de helado.
-¿A sí? ¿A quién?
-A un joven Derek de Greenville.
-¿Y qué hay de ti? Has cambiado.
-¿Yo? No, no lo creo. Sigo aquí, soy Amelie de Greenville.
-Yo no diría lo mismo, no desde la ultima vez que nos vimos.
-Según tú, ¿En que he cambiado?
-Eres más madura, trabajas duro y puedo decir que me ocultas algunos secretos.
-¿Qué podría ocultarte? – Se hizo la desentendida.
-Todo marcha normal, solo que esta vez estamos en el gran Londres.
-¿Hemos cambiado?
-No, creo que no.
<<Mentirosa. Han cambiado y mucho>> El subconsciente hizo su aparición.
-¿Sabes? Recuerdo que alguna vez dijimos que cumpliríamos nuestros sueños y míranos, aquí estamos juntos disfrutando del éxito individualmente.
Se sentaron en una banca.
-No exactamente. Aún me faltan algunas cosas.
-¿Cómo qué? Tienes un buen trabajo, eres envidiada por muchas secretarias eso es seguro.
-Alguna vez pensé en ser la dueña de algo propio, una marca, una empresa, un proyecto.
-¿Por qué no lo intentas desde ahora?
-Es complicado, en Londres todo es caro y además valoro mi trabajo, me gusta, aunque es muy demandante. Pero que tal tú. ¡Lo has conseguido todo! Tu carrera va en ascenso, no tengo duda que bajo la representación de Kent te abrirá las puertas.
-Al principio tenía dudas del contrato, me parecía muy rígido, pero al verte supe que podría confiar. Verte ahí fue un alivio.
-Aún así creo que le hubieras dado muchas vueltas al contrato hasta aceptar. Te conozco, sé que cuando algo crees que vale la pena vas por ello, no a la primera, pero lo aceptas. Kent ha sido muy generoso contigo.
-¿Puedo preguntarte algo?
-¿Para eso hemos venido cierto?
-¿Por qué mentir sobre tu ubicación?
Respiró hondo y su mirara risueña cambió.
-Tuvimos algunos inconvenientes mi madre y yo. El dinero no alcanzaba y tampoco podía dejarla, además llegó el embargo del banco a la casa y mi madre entró en crisis... todos en Greenville nos miraban con lastima y no podía permitirlo, tuvimos todo alguna vez como para perderlo en poco tiempo... no podía dejarla sola mientras yo estaba estudiando... por eso tomé la decisión de que nuestro destino debía ser otro. Omití otro semestre más la universidad hasta que entré en Londres, lo más lejos que podía desaparecer, comenzamos de cero y gracias a los Kent, estoy de pie de nuevo.
Se le resbalaron dos lágrimas por las sonrosadas mejillas, la historia era casi cierta solo que había omitido e inventado un poco. Derek se acercó más a ella y delicadamente rozó con el pulgar sus mejillas.
-¿Por qué no llamaste? Mis padres podían ayudar.
-Nos fuimos un día sin avisar. No quería que nadie lo supiese. Necesita darle a mi madre por lo menos el futuro que se merecía.
-Lo has hecho bien Miel, lo has hecho bien.
La abrazó y ella se sintió protegida a su lado. Se remontó a aquella ultima noche en esa banca vieja del jardín en Greenville bajo la luz de las estrellas solo que con el sonido de los grillos a los lados.
-Creí que te había tragado la tierra.
-Pensé que me habías olvidado.
-¿Cómo olvidar a mi mejor amiga? ¿A la única que sabe como hacerme temblar?
Amelie rio, recordó la primera vez que descubrió que a Derek también le daban miedo los sapos de cualquier tamaño.
-¿Recuerdas esa noche en el lago? Cristina fue la ruda de los tres.
-En mi defensa el sapo estaba muy verde y grande. ¡Iuh!
-Sigo molesta porque me usaras de escudo. – rio.
-¿Si? Lo compensaré con otro helado.
-¿Qué te parece unas hamburguesas con extra queso?
-¿Y las papas con mayonesa y queso amarillo?
-Suena tentador.
-Sigo creyendo que esa mezcla de papas francesas con mayonesa y queso amarillo es de lo peor.
-Deberías probarlas con salsas, especialmente guacamole.
-¿En qué momento te volviste fan del picante?
-Cuando descubrí que existen un sinfín de platillos gastronómicos en el mundo.
-Si que has cambiado.
-Mis gustos gastronómicos han cambiado. ¿Tu qué? ¿Sigues pensando que solo la comida de los restaurantes de Greenville son los mejores?
-Si te soy sincero, creo que ya no.
Ella rio.
-Siempre te dije que no eran las mejores hamburguesas que habíamos comido.
-Era el señor Peters y apenas comenzaba a abrir su negocio, no puedes decirle al dueño que su comida sabe mal cuando ha invertido todo su sueldo de jubilación.
-¡Era la peor! – Rio mas alto.
-Siempre regresábamos ahí.
-Solo porque tú lo decidías.
-Cuando regresé después de mi primer año y medio fuera de la ciudad, el señor Peters había enfermado y lo visité en su casa porque, aunque no lo creas, mi estomago pedía a gritos una de sus hamburguesas. Y cuando me recibió me dijo que sabia que sus hamburguesas eran las peores pero que nos agradecía por consumirle siempre y halagarlo en que sabia cocinar.
-¿Cómo le va ahora?
-Falleció unos meses después, tenía cáncer y por lo que dijeron sus hijos es que él deseaba desde toda su vida tener un restaurante y fue feliz cuando lo cumplió por eso a los clientes les decían que omitieran criticas malas pues a su padre le dolería, éramos el pilar de aquel sueño y al irnos también se apagó.
-Lo lamento por la familia.
-Estuve ahí por los dos. – Le besó la mano.
Al cruzar miradas sus rostros quedaron tan cercanos que ambas respiraciones se mezclaban. Derek no perdió la oportunidad y la beso, su beso cálido hizo que Amelie le diera el pase directo a su lengua, las pasiones se intensificaron y un beso como aquel en una banca pública no acabaría bien.
Sin decir algo más, se levantaron y tomaron el primer taxi, él le dio la dirección de su hotel y en el trayecto se acariciaron como amantes en su primera vez, se miraban, se besaban cortantemente y ella reposaba la cabeza en su hombro, era feliz, la conciencia tapaba sus libidos deseos con nubes grises recordándole sus secretos, pero ella decidió guardarlos en un cajón con llave por esta noche. Se sentía bien estar al lado de Derek.
El olor amaderado con toques oceánicos la hacían sentirse tranquila y dispuesta a complacer uno de sus pecados capitales. La lujuria.
El taxista miraba de reojo a aquella pareja enamorada sin saber que solo eran amantes, amantes de tentar su propio destino. Recordó sus épocas joviales y se aseguró en que aquellos no se sintieran para nada incomodos en su viaje. Pensaba en que su velada terminaría en una noche apasionante.
Al llegar al hotel los amantes bajaron entre coqueteos discretos y risas. En el lobby Amelie pareció reaccionar. Se quedó estática a medio caminar por un momento.
Derek sintió un jalón en la mano y supo que ella estaba indecisa.
-¿Qué pasa? – La miró.
-No creo que esto sea lo correcto.
-Miel, ¿Cuándo hacemos lo correcto? – le susurró apasionadamente.
-Derek... y si....
-Solo esta noche.
-Eso dijiste la ultima vez.
-Amelie... – Se acercó rozando los labios. – La noche es temprano.
Amelie se mordió los labios y el deslizó los suyos sobre los de ella. Aquella mezcla de helados se sentía reciente. La llama de su interior volvió a despertarse. Se separaron sonriendo y corrieron al elevador.
En su camino uno de los encargados de los servicios a las habitaciones se les acercó y Derek pidió una botella de champagne.
La puerta sonó con un click al ser cerrada detrás de ellos. Desaparecieron los abrigos de sus cuerpos, los sacos y las camisas se regaron a su paso.
Unos golpes en la puerta hicieron que se separaran. Derek abrió y le dio las gracias a la persona del otro lado.
Se acercó a su dama que ahora se encontraba en sostén con falda y medias de seda. Ambos se sentaron en el cómodo sillón frente a una televisión, Derek llenó dos copas del liquido amarillento burbujeante.
Cómplices sonrieron y brindaron en silencio.
-¿Alguna vez pudiste imaginar esto? – Derek comenzó a divagar en la imaginación.
-Shhh... - Lo calló Amelie. – No hagamos planes a futuro y mucho menos pensemos en el pasado.
-Eres una chica con iniciativa. Te sienta bien.
Se sonrojó.
-Somos adultos. A cualquiera le sienta bien tener iniciativa.
-No como tú, miel. Eras una chica tan tímida que ahora pareces otra.
-Hemos crecido.
-Hubiera deseado estar a tu lado en estos últimos años.
-Derek... eso ya no importa ahora... ¿Ambos estamos aquí cierto?
-Tienes una mirada... ¿Qué se te ha ocurrido?
Amelie se mordió los labios y dejó su copa de champagne en la mesita de centro.
Derek colocó ambos brazos en el respaldo del sillón y abrió las piernas dándole acceso a Amelie para hacer lo que quisiese, esta vez se dejaría llevar.
Amelie decidida se colocó sobre sus piernas, la falda se le elevó por encima de las nalgas, el liguero de las medias y sus bragas negras estaban expuestas. Le mordió el labio interior y dejó el sostén a un lado. Con los dedos entre los cabellos rizados de Derek, guio los labios de él a uno de sus pezones. Encorvó la espalda para darle un mejor acceso y él aprovecho para mordisquearlo.
Tomo la copa de champagne que él sostenía y con intenciones claras derramó el liquido por todo su torso y por encima de la ropa interior. Derek la miró con lujuria y entre sus brazos la guio a la cama.
La copa vacía cayó al suelo rompiéndose en pedazos. Aquel sonido solo fue mayor para incrementar el placer de los amantes.
Los cabellos de Amelie se esparcieron por las sábanas blancas. La falda y las bragas negras desaparecieron entre besos feroces y caricias suaves. Sin premeditación alguna Derek se deshizo de su ropa interior y se puso un condón. Amelie risueña seguía cada uno de sus movimientos.
Enredó sus manos en su cuello y lo atrajo a sus labios sin darle tiempo de escape. Él aprovecho el momento y la penetró rápidamente que ambos gimieron por el deseo de la pasión consumiéndolos.
Derek mordisqueó cada parte de aquella piel blanca, que en años anteriores solo con tocarla había comprobado que era tan suave como una pluma. Tomó con ambas manos sus pechos, los mordisqueos y succionó. Ella se aferró con las piernas y manos en sus formidables glúteos. Su pequeña burbuja incrementaba con cada embestida, que ninguno de los dos conocía el éxtasis.
Ambos estallaron al mismo tiempo. Derek dejó caer el peso de su cuerpo sobre ella sin dejar de besarle los labios y alrededor de la cara. Esas eran sus palabras de agradecimiento sin decirlas en voz alta. Amelie reía con el roce de sus labios.
-Eres toda una Afrodita resplandeciente.
-No opinaba lo mismo esta mañana señor Spencer.
-¿Por qué mejor no me enseñas tus trucos bajo la manga?
-Puedo ser despiada.
-Sé la mujer que me arrebate el alma.
Sin intercambiar alguna palabra más. Amelie se colocó a horcadas de él y comenzaron por segunda ocasión el juego del placer.
En una tercera ronda Amelie descansaba sobre sus rodillas mirando al cabezal, la curvatura de su espalda despertó los deseos mas profundos de Derek y le hizo contener el aliento, aquella mujer había puesto su confianza en él sin pedirle nada a cambio como sucedió la primera vez.
Estaba expuesta a él con los ojos vendados, mostrándole que era capaz de todo y que ambos estaban hundidos en el mismo barco de la perdición. El sexo a escondidas.
Rozó su anular por toda la columna vertebral de ella y la sintió temblar con su roce. Estaba más que lista. Sus labios recorrieron cada centímetro de aquella espalda que no solo olía a lavanda combinada con el sudor reciente de los dos orgasmos anteriores.
Se memorizó aquella imagen como si se tratase de un cuadro pintado por Botticelli. Desprevenida la tomó del cuello y le pidió que extendiera los brazos por encima de la cabeza sobre la cama. Obedientemente lo hizo y sus redondos glúteos quedaron al aire.
Introdujo lentamente un dedo en su húmeda vulva, ella se encorvó aún más y entendió que el juego había iniciado. Presionó su clítoris y un gritillo inundó la habitación, ella estaba más que lista.
Se colocó un nuevo condón y entro despacio, se movió como las olas del mar al chocar con las rocas en tiempos de marea baja. El tercer orgasmo llegó y sin darse cuenta los amantes estaban más agotados que las otras veces, se desprendió de ella lentamente, le desató la venda de los ojos y le extendió las piernas.
Las mejillas acaloradas eran la respuesta que él necesitaba, ambos lo habían disfrutado, el sexo aun inundaba la habitación. Ella se acostó de lado, Morfeo había llegado antes de lo previsto, él como buen caballero la cubrió con las sabanas y se deshizo de los condones usados.
Regresó a tomar un vaso de agua y al mirar a la mujer que por años consideró su amiga sin intenciones sexuales se preguntó si aquello era lo correcto. <<Lo has jodido>> le recordó su subconsciente, pero desechó la idea, lo único importante era la mujer que dormía en su cama y probablemente lo haría hasta que supiera la verdad.
Se sentó a su lado mirándola y recorriendo cada una de sus facciones. Ella suspiró en sueños diciendo algo difícil de descifrar. El dejó el vaso sobre su mesita de noche y abrió el primer cajón sin hacer ruido. Su celular encendió la pantalla y un mensaje estaba en su bandeja de entrada.
Ha sido un día ajetreado. Los amo. Descansa. Escribió sin leer el contenido del mensaje, ahora su prioridad era otra. Abrazó a la mujer de su lado y comenzó a divagaren un futuro incierto.
A la mañana siguiente la otra parte de la cama se encontraba vacía y el resto de la ropa tirada por el suelo no estaba. La dama parecía ser un producto de su imaginación. Se levantó desconcertado buscando respuestas en las esquinas de la habitación, pero solo encontró una nota al lado de su cama.
<<Esto no debió suceder. Jodida frase de "Solo esta noche">>
Se quedó pensativo, ¿Aquello que significaba? Él confiaba en que la noche había significado lo mismo para ambos, ¿No era cierto? Destrozó la nota, obviando que para Amelie aquello no fue especial. Se levantó rápidamente y tomó una ducha, debía encontrarla para aclararlo todo y él único lugar donde coincidían era el trabajo.
-¿Te has quedado fuera de casa cierto?
Amelie apurada omitió las preguntas de Cristina.
-Voy tarde al trabajo. – Se colocó los tacones como pudo.
-¿Vas a desayunar? – Su madre interrumpió.
-Hoy no, no tengo tiempo. – Le dio un beso en el cabello a su hijo. – Tía Cristina te llevará al colegio ¿De acuerdo campeón?
El niño con la boca llena asintió.
Cristina la miró confusa, ¿En qué momento se había ofrecido? Siguió con la mirada a su amiga y esta le dio un beso al aire. Volteo sonriendo al ver al pequeño y Carolina se rio con su expresión. Aunque fuese la madre de Amelie Carolina conocía a Cristina muy bien como para identificar que cuidar de los niños no era su especialidad y aunque amaba demasiado a Daniel, no le convencía quedarse a cargo.
Amelie apresurada bajo de su auto y corrió a la entrada del edificio.
-Buenos días. – Carl apenas la miró pasar.
-¡Buen día Carl! – Saludo con la mano corriendo al elevador.
-Que mañana. – Susurro Carl.
Pues Amelie no era la única que había entrado corriendo al edificio, Patrick había llegado minutos antes y apenas lo habían saludado. Aquello era una señal de que el día no podía ir bien.
-¿Llegando tarde? – Patrick salió de su oficina, abrochándose el saco.
-El trafico me detuvo. – Amelie acomodó sus cosas. – Enseguida me pongo al día.
-No hace falta, he revisado la agenda estaré ocupado en el departamento de marketing revisando los últimos detalles y comenzando con los reportes.
-Bajaré enseguida. – Buscó desesperadamente un lapicero.
-Amelie. – Le tocó el hombro. – Puedes bajar cuando estes lista. -Aspiro el olor a lavanda. – Lavanda. – Dijo para sí mismo, pero ella logró escucharlo.
Se quedó petrificada. Tragó con fuerza.
-Bajaré en cinco minutos.
-No hay problema.
Se separó y continuo su camino. Amelie lo vio desaparecer en el elevador y se tomó un respiro, ¿Qué le estaba pasando? En primera ella nunca llegaba tarde y en segundas una noche de sexo no podía joderle la existencia. No ahora.
Cerró los ojos y meditó sobre lo que haría a continuación, enfocarse únicamente en el trabajo. Sí, eso era todo lo que importaba.
Derek ingresó silbando al edificio.
-Buenos días. – Dijo con Carl.
-Buen día señor, ¿Me permite? – Le pidió su credencial de empleado.
Escaneo el código de barra que se le proporcionaba a cada ejecutivo y con una sonrisa lo dejó pasar.
Por fin alguien de buenas, pensó Carl.
Derek animado saludaba a todos a su paso y aunque algunas mujeres lo quedaban viendo por su prominente atractivo. Subió al elevador y continuo hacia su objetivo, encontrar a su mejor amiga en el trabajo.
-Buen día. – Siguió saludando a todos en busca de alguien que podría decirle lo que haría.
-Señor Spencer. Soy Lilian su asistente asignada. ¿Desea empezar el día?
-Claro Lilian, hemos venido a trabajar, ¿Qué tienes hoy?
-Iniciaremos con la prueba de vestuario, sígame por favor.
Ambos caminaron a la sala de juntas y el exterior continuo con sus arduos trabajos.
Rachel llegó al escritorio de Amelie y le entregó cinco carpetas.
-¿Podrías evitar lanzarme las cosas la próxima vez?
-Deben tener la firma del jefe antes de las diez.
-Tendrá que esperar, está revisando los últimos ajustes del departamento de marketing y tiene una junta con los informáticos del edificio a esa hora para corroborar el nuevo proyecto.
-He dicho que antes de las diez.
-¿Quieres llevárselo tú? Puede que lo encuentres libre.
-Hoy no.
Amelie se sorprendió, ella nunca rechazaba la propuesta de estar a su lado.
-¿Puedo saber por qué no?
-Tengo asuntos por resolver. – Se ajustó el busto e hizo más pronunciado su escote. - ¿Si se logra ver el encaje? – Preguntó sin vergüenza.
-Si te refieres a que veo tu sostén azul fluorescente resaltar de la camisa blanca, estoy segura de que no soy la única en verlo.
-¡Perfecto! – sonrió y se fue contoneando las caderas.
Amelie se exaspero y continúo imprimiendo algunos documentos de importancia que debían ser llevados al archivero.
Apiló los documentos de forma adecuada y se los aferró al pecho. Subió al elevador y las puertas se abrieron en el departamento de publicidad.
Mantenía los ojos enfocados en los nombres de las carpetas que no se dio cuenta cuando chocó con el torso de otra persona.
Los papeles terminaron esparcidos por el suelo y Amelie se hinco rápidamente para tratar de encontrar recogerlo. El otro par de manos se unió a ella.
-Discúlpame, disculpa... - La miró a los ojos. – Yo no...
-No, yo... - Amelie lo vio y tragó. – No vi por donde iba.
-Amelie lo lamento.
Terminó de reunir las hojas como fuera posible.
-Señorita Stone, ¿No es suficiente el escritorio que tiene para realizar su trabajo?
-Señor yo...
-Ha sido mi culpa señor Kent. No he visto por donde caminaba.
-Espero que no se repita. – Dirigió la mirada a Amelie. - ¿Desea levantarse ya o prefiere que le acondicionemos el suelo?
Amelie cerró los ojos y se levantó sin ayuda.
-Lamento interrumpir su tiempo señor, volveré a reordenar los documentos y se los dejaré en su escritorio.
-Avísame cuando los tengas listo.
Se encaminó al elevador y Amelie iba pasos detrás.
-Discúlpame. – Derek la detuvo.
Los inoportunos del departamento seguían mirándolos.
-¿Necesitas algo?
-Debemos hablar.
-Te he dicho que mi vida personal y mi trabajo son cosas distintas. ¿Necesita que especifiquemos los términos de su contrato?
-Lo he entendido.
Resignado la dejó ir y ella espero el ascensor.
-¿La conoces? – Rachel se quedó a su lado.
-¿A Amelie?
-Entonces si la conoces.
-Disculpa, creo que no nos hemos conocido.
-Que modales los míos, lo he olvidado. – Lo miró de frente. – Soy Rachel Morrison, secretaria del departamento de finanzas.
-Derek Spencer. – Apretaron manos. – Me parece que ya sabías quien soy.
Rachel sonrió.
-Todo el mundo lo sabe.
-Cierto. ¿Tu eres amiga de Amelie?
-Si, ambas somos secretarias, ¿Ya sabes lo que dicen por ahí no? Entre secretarias se entienden. ¿Cómo la conoces?
-Entre jefe-subordinado nos entendemos. – Le sonrió y se marchó a su prueba de fotografía.
Derek no era tonto, sabía que entre Rachel y Amelie no existía una amistad, y él por supuesto había cometido un error al llamarla por su nombre de pila. Amelie se lo dijo <<No mezclo mi vida personal con el trabajo>> y él debía hacer lo mismo.
Estrepitosamente cayeron las hojas en el escritorio de Amelie y ella hizo espacio para comenzar a acomodar cada documento con su respectivo portafolio.
La tarea le tomó más tiempo de lo esperado. Se recordó comenzar a ponerles numero de pagina y alguna señal de que cada documento era distinto. Acomodar manualmente hojas sin la ayuda de una computadora era agotador. Debía buscar mejores técnicas para mantener las hojas juntas, anotó mentalmente comprar clips.
Tocó dos veces y entró en la oficina de su jefe.
-Señor, estas carpetas necesitan su firma. – Le entregó dos. – Estas, deben ser evaluadas para que firme y ponga el sello de la empresa. – Entregó tres más. – Y esta la ha enviado el señor Dom para que tengan su aprobación, las he leído antes y me parece que las clausulas dos y tres deberían ser más específicas, están superficialmente descritas, así como el financiamiento total, me parece que es mayor el resultado de lo que en verdad debería ser. Lo ha enviado con Rachel esta mañana... Disculpe la tardanza.
Patrick se quedó revisando la primera carpeta sin prestarle atención.
-¿Hay algo más? – Pronunció cuando Amelie se quedó en silencio.
-He reorganizado su agenda, su padre ha enviado un correo pidiéndole respuesta con el puesto de gerente del nuevo departamento y...
-¿Le has respondido?
-No señor. ¿Prefiere que lo haga?
Frunció las cejas.
-¿Tienes una respuesta?
-Yo... a....
-Me parece que no, archívalo.
-Si. – Dijo sin titubear.
-¿A dicho algo?
-He dicho que sí. Acepto la propuesta de su padre. – Dijo con firmeza.
-¿Conoces los lineamientos de tu contrato no? – Puso la carpeta de sus manos sobre el escritorio y la miro fijamente.
-Si señor.
-Ahí se establece que al renunciar con tu puesto debes avisar al departamento de recursos humanos o a tu jefe directo con quince días de anticipación, sino tu renuncia no será procesada.
-El puesto me fue notificado con una semana de anticipación, y mi respuesta debía ser para este viernes. Explícitamente se me dijo que al aceptar debía asumir el cargo lo más pronto posible. No podemos hacer esperar quince días.
-¿Estas pasando por encima de un contrato? ¿Te parece gracioso?
-No señor, estoy diciendo todo lo que se me notificó a inicios de semana.
-Mi padre ya no es el presidente de esta empresa.
-Pero es el fundador y eso le da derecho de tomar decisiones aún. ¿Desea que se convoque a una junta?
-Tienes quince días para conseguirme un reemplazo e instruirlo para que haga bien su trabajo, dentro de los quince días aun trabajaras para mí y asumirás tu cargo. ¿Deseas que se haga una conferencia de prensa únicamente para ti? – Dijo lo ultimo con sarcasmo.
-Espero que todo sea discreto, puedo encargarme de la presentación con los empleados.
-Bien. Yo responderé a mi padre.
-Señor. – Fue la ultima palabra de Amelie y salió con el corazón latiéndole fuertemente.
¿Qué había sucedió adentro?En sus planes no estaba aceptar precipitadamente, pero al parecer lo hizo aun estaba contemplando la idea y estaba tratando de encontrar más ventajas que desventajas. Algo cayó al suelo haciendo un ruido muy fuerte en la oficina del jefe. Su impulso como secretaria fue conocer que sucedía, pero su orgullo se lo impidió, se apartó de la puerta y tomo su lugar en su escritorio. Sostuvo su cabeza con las manos, esperando que todo se arreglara.
A la mañana siguiente todo le parecía incomodo, como si verdaderamente hubiese dejado de trabajar en aquella empresa que le dio todo.
-Carl, buen día. – Le entregó un café con media docena de donas. Era su forma de agradecimiento.
-Buenos días, señorita. – Le sonrió cálidamente. – Por cierto, la esperan en la sala de juntas.
-¿A mí?
El de seguridad asintió sin decir algo más.
Con las piernas temblándole se dirigió a la sala de juntas. Pasó y miró a su exjefe y a su actual jefe. Aquello no le parecía buena señal.
-Buenos días. – Dijo para ambos. - ¿Puedo ayudar en algo? – Dijo para romper el hielo.
El señor William se levantó y caminó en su dirección. Sonrió y abrió los brazos.
-¡Felicitaciones y bienvenida a empresas Kent! – La abrazó como si fuera parte de la familia.
Ella lo abrazó de vuelta sin saber que responder.
-Grac... - carraspeo – Gracias señor Kent.
-Amelie, soy William, ya eres parte de la familia.
-No tengo las palabras suficientes para agradecer.
-Estoy más que encantado de que hayas aceptado, no puedo dejar en mejores manos nuestra nueva adquisición.
-Es un placer. – Sonrió.
Patrick se levantó y se abrochó el saco. Le extendió la mano.
-Bienvenida de nuevo.
Ella respondió estrechándole la mano y aunque fuese su jefe, aquello se sentía como si estuvieran conociendo por primera vez.
-¿Sucede algo? – William miró a ambos.
-Me parece que la señorita Stone está nerviosa por su presentación con los ejecutivos.
-Disculpen... ¿Ya será oficial?
-¡Pero niña! Fue oficial desde la media noche, nuestros servidores se han actualizado y ahora apareces como la nueva gerente del departamento.
-En media hora – Miró su reloj. – Es la junta con todos los ejecutivos de cada departamento. Has pedido que no llegue la prensa, pero debemos comunicárselo a todos.
-Amelie, no pareces muy convencida, ¿Qué sucede? – William preguntó.
-No... solo que...
-¿Está pensando en retractarse? – Atacó Patrick.
-¿Qué? ¡No!... solo que me ha tomado por sorpresa.
-Si lo dices por la falta de tiempo que se te dio para que lo procesaras, Patrick fue el que estuvo de acuerdo en que todo procediera rápido, dijo que estabas de acuerdo, porque debíamos de solucionar este problema lo más pronto posible. Si habían hablado de esto, ¿verdad?
-Por supuesto padre, solo que toda la emoción ha invadido a la señorita Stone y parece ser abrumadora. – Patrick la retaba.
-Si, si... es eso. Estoy lista para cuando lo deseen.
-Qué bueno, porque aquí vienen todos.
Y en efecto, los cinco ejecutivos faltantes caminaban hacia las puertas de cristal. Dentro de poco Amelie ya no pasaría desapercibida, ahora tenia un puesto importante y aunque al principio pensaba declinar, hoy estaba más que dispuesta en sobresalir como la mejor ejecutiva de la empresa. Hasta por encima de su propio jefe.
Todos estaban sentados en aquella mesa para diez integrantes. William saludó a cada uno y comenzaron con una platica amena sobre el futuro de cada departamento. Amelie estaba perdida en sus pensamientos. El balde de agua fría le cayó en la cara y no sabía cómo limpiarse. Era tarde para retractarse.
-¿Te quieres retirar ya? – Patrick le mencionó al lado.
-Estoy esperando el momento, proceso mis palabras de agradecimiento.
-Espero que tengas tiempo para buscarme el mejor reemplazo.
-Me sobraran horas.
-Que positiva.
-Puedo con esto.
-Ya lo veremos.
Lo ultimo sonó como una amenaza, pero Amelie se lo tomó sin importancia.
-Caballeros. – Patrick se puso de pie. – Creo que podemos iniciar esta reunión.
Todos tomaron asiento y guardaron silencio.
>>Tal vez se preguntarán porque el asunto decía urgente y pueden tranquilizarse al saber que no hemos perdido dinero y que tampoco presentamos una batalla legal. Más bien esto tiene que ver con el nuevo departamento. No, no vamos a cerrarlo. Al contrario, parece ir mejor de lo esperado.
Más de un hombre se acomodó la corbata.
>>Hoy alguien se añade a nuestra plantilla y espero que reciba el mismo respeto que todos merecemos. El puesto de gerente general del departamento de publicidad ya no está disponible. Hemos conseguido una muy buena adquisición.
Los hombres comenzaban a susurrar de quien podría ser.
>>Por favor démosle la bienvenida a la señorita Amelie Stone, la nueva gerente general de publicidad.
Todos se quedaron boquiabiertos y aplaudieron por respeto. Amelie se puso de pie y sonrió como mejor lo pudo hacer.
-Gracias a todos por asistir y aunque conozco a cada uno por mi puesto anterior, me gustaría que ahora podríamos tener lazos como jefes directos. Vuelvo a agradecer su cálida bienvenida señores Kent. Daré lo mejor de mí para esta empresa.
-¿Y qué pasará con el puesto vacante de secretaria? ¿Ya tienes a alguien? Sabemos lo demandante que es tu puesto, no puedes quedarte sin alguien.
-El vacante ya ha sido cubierto. Retrasamos este anuncio porque esperábamos que algunas cosas terminaran por afinarse. Un momento. – Pulso el interfono de la sala. – Rachel por favor trae el contrato.
¿Rachel? Amelie lo miró confusa y se deshizo de sus gestos para que nadie sospechara que aquello no lo esperaba.
-Señor Kent, aquí esta. – Sonrío coquetamente.
-Gracias, puedes retirarte. – Le sonrió de la misma manera.
Amelie supo que aquello era una broma de mal gusto. Su jefe y ella compartían las mismas opiniones de la misma mujer.
Rachel salió contoneando caderas y más de un hombre la miró por un tiempo más que razonable.
-Señorita Stone, ¿Podría firmar el acuerdo de su nuevo puesto? Si desea puede leerlo, esperaremos.
-Confío en esta empresa con los ojos cerrados.
Firmó sin leer absolutamente nada.
-Entonces, queda asentado que tiene el nuevo puesto de gerente general. ¡Felicitaciones! – Estrecharon manos de nuevo y esta vez inesperadamente él la abrazó. – Deberías leer lo que firmas.
Se despegaron abruptamente.
-Gracias, gracias a todos. – Dijo cuando la sala le aplaudió.
-Sin más asuntos por el momento, señores creo que es todo. Pueden incorporarse a sus labores.
Los hombres salieron sin decir algo más.
-Bien, creo que hemos dado por afirmado que Amelie ya no es solo una secretaria. – William miró su reloj. – Me tengo que ir espero gustoso tus primeros reportes Amelie.
-No lo defraudaré señor Kent.
Ambos sonrieron y se estrecharon las manos.
-¿Rachel es la que ocupa mi puesto ahora? – Dijo sin preámbulos.
-No creí que causara problemas.
-No creí que estuviera capacitada.
-Ha sido secretaria de Dom por más años que tú, es la mejor para el puesto.
-¿Con criterio de quién?
-¿Está juzgando mi forma de reclutar personal?
-Estoy haciendo objeciones en su selección de personal.
-¿Con qué derecho?
-Ahora no solo trabajamos juntos, sino que estoy a su propio nivel.
-No se olvide de la jerarquía señorita Stone, aun tengo mando sobre usted.
Salió de la sala sin mirar atrás. Amelie se quedó sin palabras y descargó su furia enviándole mensajes de muerte telepáticamente.
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