Capitulo 13
-¿Pasas hoy de nuevo por Dani? – Besó la coronilla de su hijo.
-Sabes que sí. ¿Huyes de mí?
-No, ayer fue un día de mierda, mi jefe regresó malhumorado y me pidió revisar los contratos de cada uno de los nuevos colaboradores de la empresa, se han unido aproximadamente veinticinco nuevos empleados a nuestra plantilla y por si fuera poco tuve que quedarme más tiempo para checar la nueva instalación del clima dentro del departamento porque falló inesperadamente, terminamos a medianoche porque se esperó a que la mayoría de los empleados se fueran.
-¿Y tu jefe a donde se fue?
-Solo salió enfurecido, no me dijo que pasaba, o si necesitaba algo, solo se fue y me dejó ahí, tuve que supervisar todo.
-¿Por qué se fue enojado? – Cristina se quedó pensativa.
-¿Me estas escuchando? Te he dicho que no tengo ni la menor idea. – Bebió un poco del zumo de naranja. – Mi madre irá a dejar a Daniel al colegio, me voy más temprano de lo normal, no quiero encontrarme a un jefe enojado.
-Buena suerte chica. – Gritó la amiga cuando la puerta se cerró.
El día anterior, había sido un completo horror para Patrick, tuvo que hacer presente a la idea de que su amada nocturna no quería nada con él, pero al escuchar a Amelie la esperanza regresó a él, tal vez si estuvo ahí, pero era introvertida y ver a tanta gente la intimidó, en su cabeza rodaban mil y una posibilidades del por qué ellos no se pudieron ver en la gala de su empresa.
Después a su padre le soltó la noticia que no deseaba darle a Amelie, su fiel y muy eficiente secretaria, sintió como si las cosas se le estuvieran saliendo de las manos. Por una parte, no deseaba que Stone aceptara aquel puesto pues ya no la tendría cerca y no estaba de ánimos para tenerle paciencia a una nueva asistente. Amelie siempre le sonreía hasta cuando los días no parecían ir bien. Y aunque no lo aceptara, aquella mujer le transmitía confianza y una tranquilidad inigualable.
Esa media mañana fue a un encuentro no casual con su amigo Eduard quien al verlo entrar en su habitual restaurante bar se dio cuenta que él traía un lío en la cabeza.
Patrick le contó sus desgracias del día y Eduard solo no entendía como su mejor amigo, el controlador de casi todas las situaciones y el hombre mas cotizado de todo Londres o por lo menos entre las mujeres cazafortunas estaba torturándose por una desconocida, ni en sus años universitarios Patrick se había vuelto loco por una mujer, siempre amaba y era reciproco, su vida estuvo envuelta en relaciones eran bien vistas ante los ojos de los demás y si Patrick ya no se sentía conforme siempre les daba un regalo tan caro a aquellas mujeres para que él no se sintiese culpable y ellas se pudiesen ir con algo caro, que al final del día era lo que siempre buscaban.
Con la desconocida parecía ser otro, un hombre pasivo, aquel que se perdía en sus pensamientos y si su intuición no le fallaba, podría decir que se estaba enamorando de verdad, uno de los defectos de Patrick, quien siempre entregaba todo y solo en dos ocasiones le terminaron rompiendo el corazón.
-¿Esto no es solo porque tu padre te esta obligando a conseguir una nueva secretaria y dejar que Stone se vaya cierto?
-Eduard, no es solo la presión, es la manera en que suceden las cosas.
-Si la señorita Amelie es solo una secretaria más, ¿Por qué no buscas una igual de eficiente?
-Amelie ha estado a mi lado desde hace unos años, cuando asumí el lugar de mi padre, si me pareció una mujer de aquellas que van por el camino fácil queriendo subir, pero la he conocido y para nada es así, la considero mi amiga y además en su trabajo es muy buena.
-¿Solo eso?
-¿Solo eso qué? No estoy para adivinanzas.
-¿Crees que solo es una amiga? ¿No estarás...?
Eduard lo comprendió mucho antes que su amigo, Patrick en algún punto estaba sintiendo algo por Amelie, pero no estaba tan seguro si eso se describía como amor o atracción, no quería meter las manos al fuego por dar algo como cierto, pero empezaba a sospechar.
-¿Cómo puedes pensar eso? Amelie sí, es una mujer atractiva y muy inteligente, algo que valoro, pero para nada la miró de otra manera.
-Entonces deja que tome otro puesto.
-No, ha sido muy eficiente estos años, hasta no tengo que darle ordenes porque ella ya ha hecho lo que he pensado.
-¿Qué lío traes exactamente? Si esto no es por Amelie y su puesto, ¿Qué te tiene tan estresado o ansioso? No eres así.
-¡Ella! Malditamente ella. – Confesó.
-¿Ella? ¿Amelie o quién?
-No Eduard, la mujer con quien me he estado viendo en las noches, no sé que carajos pasa entre los dos.
-Te lo he dicho antes, solo es sexo, probablemente es una prostituta y solo hace su trabajo, mientras que tu la traes hasta en los huesos.
-No, no es una prostituta.
-Si no lo fuera, ¿No estuviera a tu lado ya?
-Es diferente, algo me dice que no quiere ser descubierta, no quiere que yo sepa quien es.
-¿No hay mayor razón que esa para decir que es una prostituta? Las prostitutas tampoco rebelan su nombre, ni su vida porque saben que no pueden mezclar ambas cosas.
-No vuelvas a decirle así.
-Pat, ¿Te das cuenta de lo que hablas? ¿Te has enamorado de una prostituta?
Patrick no lo soportó más y se levantó de la mesa haciendo un gran estruendo cuando la silla tocó el suelo, no se detuvo tan siquiera a levantarla y salió disparado hacia las oficinas Kent. En donde su humor incrementó al ver entrar a Amelie en su oficina y le dio ordenes que claramente fueron improvisadas.
Aquellos contratos ya habían sido revisados por él mismo, no tenían ningún fallo y se habían firmado en su presencia. Stone solo debía pasarlos a archivero, pero el no encontró mejor manera de sacarla de su vista. Y por si fuera poco uno de los fusiles que se encargaba del aire acondicionado del lugar se quemó y tuvo que llamar al ingeniero que para nada era eficaz, pero estaba a su alcance a horas fuera de jornada.
Dejó a la pobre Amelie con todo el alboroto y con unos ingenieros lentos para su trabajo. Se fue de ahí sin despedirse y en casa solo se torturó más con la idea que se le había quedado grabada por su amigo Eduard. ¿En verdad la desconocida podía ser una prostituta y él se había enamorado de ella?
Para resolver esa duda, se metió a la ducha, se cambio y se montó en su auto negro. El jaguar rugió contra el pavimento al derrapar con fuerza al llegar al ultimo estacionamiento de la mansión donde pretendía encontrar a su desconocida.
Se quedo por horas esperándola en el sillón de terciopelo rojo, muchas mujeres se acercaron a hacerle compañía, una hasta le practico sexo oral, pero él no se inmutó su cuerpo disfrutó, pero su mente divagaba. Otra lo invitó a un trio que probablemente hubiese aceptado, pero si fuese con su desconocida, esta vez solo dejó que la mujer enmascara lo saboreara y lo besara por un momento. Sus ojos nunca se desviaron de la puerta.
Una tercera mujer se acercó y se masturbó con su mano, él sin moverse la dejo hacer, ella fantaseó todo lo que pudo mientras que él indiferente se prestó a que la mujer tuviese uno de los mejores orgasmos de la noche. La dama le lamió los dedos antes de dejarle a solas.
3:00 AM, Patrick se levantó decepcionado, había llegado con la idea de que su amada en cualquier momento aparecería y se arrodillaría ante él, compensándolo por no darle la cara en la gala.
7:00 AM apenas y pudo cerrar los ojos, no dejó de pensar en su distracción sexual, su mal humor estaba pasándole factura, fue en busca de un güisqui escoses, dos, tres vasos después, se metió a la ducha masturbándose pensado en que aquella mujer le estaba practicando el mejor sexo oral de su vida.
Gruñó al terminar y ver el semen alrededor de la palma de su mano, no había sentido la satisfacción que creyó al inicio, al contrario, se sintió como un adolescente excitado por su primera mujer.
-Maldita sea. – gruño, terminando de asearse. - ¡Mierda!
No dejo de maldecir por su mala mañana y se encaminó al trabajo. El primero en recibirlo fue el guardia de seguridad, los empleados aun no llegaban a cumplir con sus labores y en su interior agradecía no toparse a nadie. Se encerró en su oficina y trato de eliminar el cuerpo escultural desnudo de su desconocida de la mente. Las palabras del día anterior regresaban a su cabeza tratando de darle la razón a Eduard.
Amelie apresurada bajo de su auto y con la sonrisa le entrego el café a su amigo de seguridad.
-Buenos días, señorita Stone.
-Carl, hola, buenos días, ¿Todo bien? – Le entregó el café matutino.
-Debería darse prisa. – Sonrió a medias.
-¿El jefe?
-Hoy diría que ha llegado como un ogro, saludó cortantemente. Y caminó de prisa, puedo decir que se ha encerrado en su oficina.
-¿Tan mal fue?
-¿Quieres descubrirlo?
-No, la verdad que no, te creo. – Hizo una mueca. – Apresurare el paso, no deseo quedarme más de doce horas.
-Si necesita algo puede decírmelo.
-Gracias Carl, ten un buen día.
-Igual señorita.
Amelie respiro y supo que ese día sería un completo caos. Llego a su lugar de trabajo y silenciosamente se acomodó, no pretendía molestar al ogro en el que se había convertido hoy su jefe. Pasaron las horas y necesitaba una de las firmas de su jefe para un documento importante que debían ser llevados con los de finanzas, el presupuesto mensual había sido revisado, solo necesitaba la maldita firma.
Se armó de valor y fue a tocar a la puerta de su jefe. Tres golpes y nadie respondía. Sorprendida abrió la puerta esperando un reclamo de la parte contraria, no recibió respuesta. La oficina estaba completamente vacía, como si su jefe nunca hubiese estado ahí. Reviso hasta el baño propio del jefe pensando en que pudo sucederle algo, pero aquello estaba intacto.
Salió de la oficina y se quedó pensando si no lo vio salir o si el guardia se había confundido de persona, algo inusual. Se preguntó dónde podría estar su jefe, ¿Acaso esto era una broma? Bajó a la planta principal y lo buscó con la mirada sin alarmar a alguien más, perder a su jefe nunca le había pasado.
Continúo revisando cada planta y se preocupó. Uno, ella estaba siendo maniática pensando que su jefe le había pasado algo malo y dos posiblemente su jefe solo la estaba evitando.
El elevador se detuvo en el departamento de publicidad. Su corazón se detuvo, dejó de retener el aire. Un imponente hombre en traje de espaldas a ella le devolvió la calma. Por unos momentos lo admiró detrás de los cristales de la puerta corrediza.
Las puertas se abrieron paso cuando ella avanzó. Se quedó a unos centímetros detrás. No pronunció palabra y miraba al fondo.
-Has llegado tarde. – Dijo mirando su reloj.
Ella se sorprendió.
-Estaba en mi escritorio, no pensé que hubiese querido que lo buscara.
-No importa.
-¿Puedo...?
-Adelante.
-¿Qué hace aquí?
-Baje a checar que todo este en orden. Esto debería estar moviéndose hoy.
-¿Necesita algo? ¿Cree que aún no está listo?
Metió las manos en los bolsillos e hizo los hombros hacia atrás. Adquirió la pose de jefe mandón. Amelie ya lo conocía.
-¿Quieres aceptarlo?
La tomó por sorpresa.
-Si me necesita no creo que sea necesario. Me gusta mi puesto, aunque no digo que este no me entusiasme, estoy consciente que usted me necesita más.
-¿Lo has pensado?
-Muy poco, he tenido asuntos por resolver.
-Dijiste que para el viernes tendrías una respuesta.
-¿Puedo ser las dos cosas?
Patrick volteo a verla. Ambos quedaron de frente.
-¿Secretaria y jefa?
Amelie se encogió de hombros.
-¿Por qué no? Puedo manejarlo, usted sabe que la mayoría de las veces termino todo antes de lo planeado.
-Es arriesgado, tendrás más responsabilidades, no puedo permitirlo.
-Es el jefe.
-Esto está fuera de la ley, no puedes trabajar más de ocho horas y mucho menos ocupar dos puestos demandantes.
-Podemos resarcir mi contrato y poner que trabajo doble turnos.
-Amelie mi padre me matará. Si lo has decidido estaré bien con una nueva secretaria.
-Aún no he decidido nada señor.
-Tomate tu tiempo.
-¿Seguro?
-Puedo sobrellevar otra responsabilidad.
-¿Está diciendo que yo no puedo?
-Eres capaz, pero a diferencia de ti, yo no tengo a quien rendirle cuentas, más que a la junta directiva una vez al mes y contigo es diferente.
-Señor, sigue diciendo que no puedo en palabras formales.
-Amelie, no he dicho eso y lo sabes.
-No lo parece.
-Bien, si deseas escuchar una disculpa, ahí está, disculpa.
Amelie lo miró confuso.
-¿Qué? – enmarcó las cejas.
-¿No es lo que querías escuchar?
-No... digo sí, pero... usted no se disculpa. ¿Le sucede algo?
-He pensado en que necesita más de mi presencia esta empresa. - Le dio la espalda.
-Señor, si no me equivoco usted tiene más vida en la empresa, que personal, ¿Necesita más? Si me lo permite le aconsejo que no sea esclavo de su propio trabajo.
-¿No has pensado alguna vez que tu destino es estar enfocada en una cosa y no dos a la vez?
Amelie pensó su respuesta antes de contestar.
-Si habla por mi trabajo y mi vida personal, le aseguro que hago malabares para equilibrarla y mire que no es nada fácil. A veces pienso rendirme, pero no puedo permitírmelo tengo a mi cargo a mi hi... mi madre y no quiero decepcionarla.
-¿No tiene algún novio?
-No me interesa por el momento tener una relación. He dejado de creer en los hombres por un tiempo.
-¿Han sido tan estúpidos de perder a una mujer como usted?
-En realidad, prefiero evitarlos, no son mi tipo.
-¿Acaso usted es...? – No se atrevió a terminar la frase.
-¿Lesbiana? – Ella rio. – No señor, no soy lesbiana.
-No quiero que me malinterpretes, no es mi intención mostrarme homofóbico o discriminatorio... - Se mostró nervioso.
-Tranquilo, lo entiendo. No pasa nada. – Ella le sonrió. - ¿Por qué hoy llegó tan temprano? – Amelie aprovecho su vulnerabilidad.
-No he podido dormir, he tenido una idea rondándome la cabeza.
-¿Tiene problemas con su padre de nuevo?
-No, las cosas marchan bien, mientras no vaya a casa mis padres no me cansaran con sus ideas de que quieren verme comprometido.
-¿No lo ven tan comprometido con la empresa?
-Me refiero a mi vida personal Amelie. – La volteo a verla.
-Oh. – Ella se quedó con la boca abierta. – Bueno, ¿Por qué no le presenta a una de las modelos de paso?
-Vaya señorita Stone, ¿También lleva mi agenda de encuentro sexuales?
Se quedó callada sin poder articular palabra, había metido la pata y era consciente de ello. Ella misma se evidenció.
Sonrió apenada.
-No crea que lo espío o algo, sino que muchas de esas damas después llaman a la oficina para querer una segunda cita.
-¿Cuántas han llamado exactamente?
-¿Lo quiere saber?
El se rio. Y le tocó un hombro a Amelie.
-No, mejor no.
Las puertas de cristal se abrieron nuevamente y ambos miraron a las nuevas personas entrar. Derek y su mánager se encontraban del otro lado. Amelie quedó estupefacta.
-Buenos días, señor Spencer – Le estrechó la mano – Señor Clooney. – Hizo lo mismo. Miro su reloj. – Lamento la tardanza, nos hemos entretenido. – Patrick se hizo cargo de la situación. – Amelie por favor llama a los jefes de los departamentos para iniciar la reunión.
-Ahora mismo señor. – Caminó a toda prisa hacia el elevador.
Derek la miró de lejos hasta que las puertas se cerraron.
La junta iba conforme lo planeado, se dieron a conocer los fondos del nuevo departamento, el itinerario que debía seguir Derek por dos meses y se hizo la presentación oficial ante los superiores. Omitieron la responsabilidad de quien llevaría el puesto de jefe de publicidad. Aún no era tiempo de dar ilusiones por si la vacante seguía disponible.
Se presentó las primeras actividades de Derek con el equipo confirmado de fotografía, diseño, estilistas, peinado, maquillaje y quien sería su ayudante todos los días por si necesitara algo más.
Amelie se sentía intimidada, su lugar al lado de su jefe y con la mirada de Spencer en toda la reunión, no la dejaron estar tranquila. Sabía que debía darle explicaciones, pero aun no podía.
-¿Alguna pregunta? – Patrick interrumpió.
-Todo está bien.
-Entonces, si me lo permiten puedo decir que hemos terminado por hoy, señor Spencer no sé si lo desee, pero creo que hoy podemos iniciar con el vestuario para que este listo al final de esta semana.
-Será un placer iniciar.
-Bien. – Patrick se levantó y abrochó su saco – Bienvenido de nuevo – Estrecharon manos. – Un gusto poder colaborar con usted.
-Igualmente señor Kent.
Se sonrieron y todos salieron de la oficina, por primera vez en el departamento se encontraban más personas y todas estaban poniendo en marcha el primer proyecto.
-Amelie. – Derek la detuvo del brazo. - ¿Podemos hablar?
Amelie respiro profundamente y lo guio a la sala de juntas de nuevo. Se encerraron y cada uno tomó una postura de defensa. Patrick los miró desde lejos e intentó descifrar lo que aquellos labios estaban diciendo.
-¿Tienes alguna pregunta sobre lo de la reunión? Si lo deseas... - Comenzó a abrir su carpeta y a hacer líneas en su itinerario.
Derek interpuso la mano en las hojas para que ella lo mirara.
-No tengo dudas sobre ello, ¿Podemos hablar de nosotros?
Amelie se aferró la carpeta al pecho.
-Es mi hora de trabajo, no tengo tiempo libre.
-¿Por qué no fuiste ayer?
-Me quedé hasta tarde verificando que todo el servicio de ventilación quedara listo, tuvimos fallas y no podemos dejar que eso suceda.
-Pudiste llamarme para avisarme, ¿Por qué no lo hiciste?
-No lo pensé, y la verdad salí muy tarde, no pensé que me esperaras. Lo lamento.
-Amelie, ¿Seguimos siendo amigos?
Ella lo miró confusa.
-Si, ¿Por qué lo dudas?
-Porque no lo parece, me evitas a como de lugar. En un pasado fuimos muy unidos, ¿Qué cambio?
<<Todo, todo cambio>> Pensó.
-No dudes de mi amistad, fuimos amigos en el pasado y lo seguiremos siendo hasta que lo decidamos. Solo que... estoy en mis horas laborales y no me gusta combinar mi vida personal con esto.
-¿Y él?
Se quedó perpleja.
-Amelie, ¿Nos vamos? – La puerta se abrió y Patrick asomó la cabeza.
-Te enviaré un mensaje cuando me desocupe. ¿De acuerdo?
-Estaré esperando.
-Nos vemos. – Amelie agitó la mano.
-Señor Spencer. – Patrick se despidió cortante.
-Hasta luego. – respondió Derek.
Al salir Patrick reposo una mano en la espalda baja de Amelie y caminaron juntos al elevador.
-¿Vamos juntos al almuerzo? – Dijo sin rodeos.
-Tiene una videoconferencia a esa hora,
-Podemos ir terminando.
-Esta bien señor.
Ambos sonrieron y tomaron sus puestos de trabajo.
Dos horas después su jefe se sentó sobre el escritorio de Amelie, ella lo miró interrogativa.
-¿Se le ofrece algo?
-Vamos a comer.
Se sorprendió, pensó que ya lo había olvidado.
-He ido por una fruta con un refresco al área de descanso.
-¿Me estas rechazando ahora?
-No, estoy diciéndole que ya comí y ahora me enfoco en el trabajo.
-Eso no es comer.
-Es rápido, quiero terminar los informes hoy.
-Eso puede esperar.
Deslizó la silla de Amelie hasta el elevador.
-¡Señor! – Se quedó sorprendida con la repentina decisión de su jefe.
El ascensor abrió sus puertas.
-Tu decides, ¿Quieres levantarte o iras en la silla?
De un salto se puso de pie.
-Iré por mi bolso.
Patrick la detuvo del brazo y se encaminó al ascensor.
-No, nada de eso, cambiaras de opinión. Yo pago.
-Señor...
Las puertas se cerraron y ninguno de los dos volvió a cruzar palabras hasta la salida.
-¿Qué se te antoja?
-¿Puedo decidir?
-Por favor.
-Bien, entonces... sé de un puesto de burritos que esta a una cuadra.
-¿Comida corrida?
-¿Qué tenia planeado?
-Sushi, mariscos o comida extranjera.
-Le aseguro que no se arrepentirá de los burritos.
-Confiaré.
Su jefe sacó las llaves de su auto. Amelie lo tomó de la muñeca.
-Solo es a una cuadra, podemos ir caminando. Además, no hay un lugar de estacionamiento.
-Bien, lo haremos a tu manera.
-Espero que esto no repercuta en mis horas de trabajo.
-Lo consideraré. – Rio. - ¿Conoces mucho por los alrededores?
Comenzó con la conversación mientras caminaban por la acera.
-Solo lo necesario, mis horas de almuerzo son limitadas.
-Pensé que ustedes se reunían y salían juntos a comer.
-¿Nosotros? ¿Se refiere a los subordinados?
-Si.
-No, las cosas no funcionan así, aunque parece que nos llevamos bien no es la verdad. Todos me temen en algún punto porque piensan que le diré que los corra.
-¿Por qué harías algo así?
-Porque creen que como soy su secretaria personal, también influyo en sus decisiones.
-Eso no es verdad.
-Usted y yo lo sabemos, pero no los demás.
-Debo explicárselos.
-No hace falta, no le creerán.
-¿Parezco un mentiroso?
-No, pero es el jefe de todos y su imagen no da la impresión de que sea tan condescendiente.
-¿Soy un ogro?
-Digamos que a veces intimida.
-¿Te intimido?
-No, ya se lidiar con ello, su padre me lo advirtió y al conocerlo supe que no me daría el camino fácil.
-Después de un par de años de conocerme, ¿Sigo siendo el mismo? Yo no lo creo así.
-Seré sincera, ya no creo que sea el mismo y en cierto punto puedo decir que lo conozco.
<<Y lo conoces muy bien>> Su subconsciente hizo acto de presencia.
-Me acercaré más a ellos, veré por sus necesidades. Seré el mejor jefe que hayan tenido.
- No... - hizo una mueca – No se lo recomiendo.
-¿Por qué no? Si me has dicho que los intimido.
-Porque se pueden interpretar como señales erróneas.
-Sé lo que le quiero expresar a mis empleados, no haré que me tengan más miedo.
-No me refería a eso.
-¿Entonces?
Amelie no encontraba las palabras adecuadas para explicarle que medio grupo femenino empresarial lo tenia presente en sus sueños húmedos.
-Mire ahí está.
Le señaló un carrito de comida rápida donde algunas personas ya se encontraban rodeándolo y otras estaban de pie comiendo sus burritos.
Se acercaron y el sonriente señor Josh los recibió. Patrick miraba a todos lados.
-Señorita Amelie ¡Un gusto! ¿Qué desea hoy?
-¿Gusta pedir? – Volteo a mirar al confundido Patrick.
-¿Eh? ¿Perdón? ¿Qué me recomienda?
-¡Hola Josh! ¿Podría darme dos burritos mexicanos, uno de pollo con queso y otro de vegetales?
-¿Con picante?
-Por favor. – Le sonrió con complicidad.
-Aquí no hay donde sentarme.
-Es la hora en todos salen a almorzar, casi siempre lo pido para llevar, pero esta vez debe tener la experiencia completa.
-Señor Kent, buenas tardes.
Un empleado de su propia empresa lo reconoció, Patrick respondió el saludo. Y cinco minutos después todos parecieron reconocerlo y se acercaron a saludar. Hasta una pareja se levantó de su mesa para otórgaselas. Amelie rechazó por los dos.
Quince minutos después sus platos les fueron entregados. Amelie solo le dio un burrito mexicano a su jefe.
Patrick la miró confuso.
-¿Sucede algo señor?
-¿Comerás tres?
-Si, me gustan.... ¿Usted quiere otro?
-No... yo... estoy bien.
Amelie tomó su primer burrito y le añadió un guacamole tipo americano. Le dio su primer mordisco y lo saboreo como si fuese la primera vez.
Patrick consternado por aquello, estar fuera de su zona de confort, aun no entendía como comer de pie podía darte la satisfacción que al comer en un buen restaurante.
-¿No le ha gustado? – Amelie dijo después de tragar.
-No, no...
-Oh ya veo, aquí no hay cubiertos señor. Mire se toma así....
Se acercó a él y con una mano encima de la suya le indicó como agarrar un burrito, Patrick levantó el meñique y ella se rio, colocó el meñique por encima del burrito y le dijo que aquí no había críticos famosos.
Patrick masticó la comida y la mantuvo un buen tiempo dentro de su boca. Amelie lo miraba con detenimiento, quería saber la opinión de su jefe.
-¿Y bien? – Preguntó al verlo que ya terminaba.
-¿Tiene...? – Dudo en preguntar.
-Si, es picante. – Sonrió divertida. Y le dio una botella de agua.
En un descuido de Patrick le intercambio sus burritos por los mexicanos, ella se había acostumbrado a ese picante que Josh aseguraba no era nada. Sentía pena por su jefe.
-¿Y mi plato?
-Pruebe esos, le irán mejor.
-¿Tienen picante?
-Le aseguro que le gustaran más.
Media hora después y de una pequeña charla corta entre mordiscos, y de unos saludos más de personas que Patrick desconocía, pero Amelie sabía que aquellos solo estaban de lamebotas. Su definición para describir aquellas personas que se quejaban del jefe, pero al verlo lo alababan.
-¿Los empleados suelen venir aquí?
-Frecuentemente solo estoy yo y personal de la competencia, creo que hoy se corrió el rumor de que está aquí. ¿Qué le han parecido?
-Me han gustado, hace años que no pruebo otra comida rápida que no sean hamburguesas y hot-dogs.
-Eso me agrada, pensé que estaría despedida después de esto. – Se rio. – Hoy yo invito. – Se tocó los bolsillos de la falda y recordó que olvidó su bolso. – Josh, ¿puedes anotarlos? Pasaré al salir del trabajo.
-Claro Amelie. – Un sonriente Josh le guiñó el ojo y siguió con su trabajo.
-Tome, aquí está. Puede quedarse con el cambio. – Le entregó un billete de cien euros.
Caminaron el mismo recorrido para la empresa.
-¿Era su primera vez comiendo burritos?
-Y también comer de pie.
-Me alegro, podré presumir que llevé a mi jefe a un lugar de comida rápida.
-¿Conoces a Josh?
-He frecuentado su negocio varias veces, así que hemos charlado, me contó que no es de Londres, emigro de Estados Unidos buscando un mejor futuro y lo único que pudo conseguir fue tener ese puesto, gracias a eso vive él y su familia.
-¿Su situación es baja?
-Sobresalen, pero no era lo que buscaba, aunque no se queja de ello. Me agrada es muy buena gente.
-Igual que tú.
-Mis conocidos dirían que no lo soy tanto.
-Entonces no te conocen de verdad, porque siempre pones a todos antes que a ti.
-Lo dice solo por ser mi jefe.
-Lo digo porque lo creo.
-Entonces... ¿Gracias?
-Aunque no lo aceptes es la verdad. Tengo una curiosidad, ¿Puedo?
-Adelante, creo que le debo lo de los burritos.
-Yo soy el agradecido porque me hayas llevado ahí. Si en los almuerzos sales sola, ¿No te sientes incomoda?
-No, me gusta, así me libero la mente y no pienso en el trabajo por un momento. Además, cuando regreso a veces comparto tiempo con Carl.
-¿Carl?
-Si, el guardia de seguridad. ¿No conoce el nombre de sus empleados? Pensé que por lo menos se sabia el nombre de quien saluda a diario.
-No creí necesario aprenderme sus nombres, solo me sé el puesto que ocupan. Eres una secretaría ejemplar.
-Solo es ser cortes.
-Por cierto, nunca me lo dijiste bien, ¿El señor Spencer y tú se conocen desde hace años? No logro comprender su unión.
Amelie tragó con fuerza.
-Solo fuimos amigos... ya se lo había dicho... somos, somos amigos, nos conocemos desde hace años. Solo que ahora nos hemos reencontrado y necesitamos tiempo para podernos al tanto con nuestras vidas.
-Pensé que en su pasado tuvieron una relación.
-No, no, no – repitió con fuerza. – Nunca fue mi novio o algo parecido, solo amigos, solo amigos.
-Parecían ser más cercanos.
-Compartimos muchas cosas.
<<Un hijo y el sexo>> La conciencia salió a flote.
-Espero que esto no afecte el trabajo de ambos y mucho menos tu decisión.
-No mezclo mi vida privada con el trabajo y creo que ya debería darse cuenta. Mi decisión final no tendrá nada que ver con mi vida.
-Espero que así sea.
Patrick se adelantó a pasar por las amplias puertas de Kent. Amelie sintió que aquello era una amenaza. Debía establecer límites con Derek.
La hora laboral había concluido y Amelie se estaba preparando para irse, esta vez su jefe seguía encerrado en la oficina. Dejo sus cosas hechas sobre el escritorio y tocó a la puerta de madera.
-Adelante. – Patrick miraba a su ordenador.
-Señor, he de irme, ¿Necesita algo más?
-Adelante, buenas noches. – Fue cortante.
-¿Se quedará hasta tarde? Para que le avise a Carl. – Ella hizo contacto visual.
-Unos minutos más. – El la ignoró. – Buenas noches.
-Buenas noches. – Repitió Amelie saliendo.
Salió confundida del edificio, sospechaba que algo iba mal y su radar de mala suerte siempre la perseguía a donde fuese.
-Carl, el jefe se quedará hasta más tarde, ha dicho que solo unos minutos más, pero no le creo, ¿Puedes visitarlo en unos momentos? No queremos que se quede encerrado.
-Me encargaré de él. – le sonrío.
-Gracias, te debo una.
-Buenas noches, señorita.
-Buenas noches.
Sus tacones tocaron la acera y se apretó el abrigo a la cintura, últimamente los cambios de temperatura la fastidiaban, amaba el otoño e invierno, pero odiaba llevar las piernas descubiertas al trabajo.
Buscó las llaves de su auto en su bolsa. Un joven corriendo se acercó a ella.
-Amelie.
-¿Qué haces aquí?
-Te esperé hasta que salieras.
-Derek, debo irme a casa.
-¿Por qué no caminamos antes? Hablemos. Sé que adentro no combinas tu vida personal con el trabajo, ya has salido, solo conversaremos, lo juro.
Amelie pensó su decisión.
-Por favor. – Interrumpió antes de que ella lo rechazara.
-¿Cuánto has esperado? – Comenzaron su recorrido hacia la calle A304
-Un poquito... - titubeo. – Casi tres horas.
Amelie se detuvo en su caminar.
-¿Tres horas? – Comenzó a reír. - ¿Por qué no esperabas adentro? O me hubieras buscado en mi oficina.
-Preferí ser innovador.
Amelie volvió a reír y los tres continuaron su caminar hacia el norte de la ciudad.
Mientras aquellos amantes ajenos de lo que ocurría a su alrededor se enfrascaban en una conversación y comenzaban a ser aquellos jóvenes de seis años atrás, un empresario malhumorado los miraba a través del cristal con la mano empuñada a los costados.
Vio a la dama reír a carcajadas de manera natural, como si lo que le hubiese dicho aquel hombre a su lado fuese lo más chistoso en todo el mundo, sintió celos, él no la había escuchado reír o por lo menos verlo fuera de su papel laboral.
<<¿Qué haces mirándola?>> Se dijo mentalmente.
No aceptaba la verdad que estaban sobre sus ojos, aquella leal dama, se le había calado hasta los huesos.
-¡Suerte la mía! – Se dijo golpeando el cristal.
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