Capitulo 11
Cambió de opinión y se adentró en las oficinas Kent. Caminó a la sala de descanso de la planta baja y miro la silueta sentada en el sillón rojo.
-Pensé que no vendrías. – dijo con voz seductora.
-¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado? – Miro a su alrededor para asegurarse que estaban solos.
-Tuve que preguntar.
-¿Alguien más sabe que estas aquí?
-Por supuesto que no. – Dejo su vaso de güisqui en la mesita central.
-¿Qué pretendes? – Se acercó a él.
-¿No es obvio? Lo mismo que tú. - La miró de arriba abajo.
La tomó de la parte de atrás del cuello y la beso con intensidad. Ella no se opuso y le abrió las piernas para apoyar la pierna desnuda en el sillón y poder hacer el beso más profundo.
Se separó lentamente para comenzar a besarle el cuello. Amelie llevó sus manos a la hebilla del cinturón y lo desabrochó.
-Alto ahí, esta noche tengo otros planes.
El apartó sus manos e introdujo uno en la pierna desnuda hasta rozar su entrepierna, ella tembló con el contacto de su fría piel. Ambos estaban sumidos en su burbuja de placer que no escucharon la puerta abrirse y sin hacer ruido se unió a ellos.
Tomó a Amelie por los pechos, por encima del vestido y ella apoyo la cabeza en su torso. Los masajeo con delicadeza, hasta que se deshizo de la parte superior del vestido.
-¿Te gusta esto Amelie?
-Si. – Dijo entre gemidos.
Ambos hombres le ayudaron a deshacerse del largo vestido, se quedó de pie entre los dos y los reconoció. Su jefe estaba parado únicamente con la camisa y los pantalones al frente, mientras que Derek sentado le acariciaba la cintura y los muslos de arriba abajo.
Su jefe dio un paso al frente y le quitó la máscara.
-Estas más hermosa sin esto.
-Estas más guapa que la ultima vez. – Derek se puso de pie y le mordisqueo el lóbulo de la oreja, seguido de un apretón en el culo.
-No nos quedaremos toda la noche expectantes Amelie. – Patrick abrió los brazos indicándole que era su turno.
Poco a poco y sin dejar de mirarlo y tampoco de sentir las caricias de Derek, comenzó a desabrochar los botones de la fina camisa de su jefe, llegó al pantalón y desapareció el cinturón. Abrió la bragueta y deslizó las dos únicas prendas que lo cubrían hacia abajo.
Sintió un estirón y escuchó sus bragas romperse, dos musculosas manos quitaron las pegatinas de los pezones y mostraron la dureza que tenían. Su vulva se humedeció sin haber sido tocada.
Patrick se acercó tanto que su miembro erecto rozó con su vagina y ella se puso de puntitas para montarlo, Derek le beso la espalda y deslizó su cabello a un lado. Con voz ronca pronunció.
-¿Esto es lo que deseas Amelie?
Asintió con la cabeza.
Patrick apenas rozó sus dedos y las piernas le temblaron, Derek la volteó hacia él y se adueñó de sus labios. El pene erecto de Patrick lo sentía en la unión de sus nalgas, mientras que sus dedos comenzaban a introducirse en su vulva y Derek estaba masajeando sus pezones de manera rápida. Miró adueñarse de uno en sus labios y gimió cuando mordió su pezón.
-Amelie.... Amelie... - Escuchó a lo lejos que apretó más fuertes los ojos. – Amelie, ¡Amelie! – Un grito estridente la hizo abrir los ojos y se encontraba sola en la cama con los dedos dentro de sus bragas de tela.
Agitada, miró a su alrededor y se levantó de prisa para ir a lavarse la cara.
<<¿Qué había sido aquello?>> Se preguntó frente al espejo.
Caminó a su puerta y la abrió, Cristina la miró preocupada.
-¿Esta todo bien?
-Si, si... - dijo sin aún recuperarse. - ¿Qué necesitas?
-Pasé por agua y escuché unos quejidos, pensé que algo malo te había pasado.
-Todo esta bien, todo esta bien. – Se sentó en la cama.
-¿Segura? Te noto, agitada y preocupada.
-Derek está aquí.
-¿Qué? ¿Dónde? – Cristina miró toda la habitación.
-Me refiero a Londres, está en Londres. Y específicamente trabaja para mi empresa.
-A ver, más despacio porque creo que me perdí algo. ¿Cómo que trabaja contigo? ¿Cómo es que está en Londres?
-No sé quien ha conspirado en mi contra, pero resulta que la empresa estaba buscando un nuevo talento para que fuera la imagen en relaciones públicas, un área nueva que están por inaugurar y han pedido que él sea la imagen, así que esta noche me lo he encontrado, cara a cara. – Dijo todo tan rápido que se quedó sin aire.
-No puede ser.
-Exactamente no puede ser. - Escondió la cabeza debajo de una almohada.
-Amelie, es el momento, debes decírselo.
-¡No! La vida de mi hijo está en riesgo no le diré la verdad cuando no sé si Derek necesite saberlo.
-Si el destino quiso que se uniera a ti en estas condiciones, es por algo ¿No lo crees?
-No, no es por nada, él solo ha venido para saber si debe aceptar un nuevo trabajo o no, lo más probable es que se regresará de donde salió.
-No puedes seguir ocultándolo y lo sabes.
-Si puedo y si tengo que hacerlo hasta el día que me muera lo haré por el bienestar de mi hijo.
-¿Te estas escuchando?
-No, bueno sí... como sea, lo pensaré muy bien y cuando sea el momento sabré si decirlo o no, es todo lo que te puedo decir.
-Amelie – suspiró. – No sé que hacer contigo, pero solo espero no te arrepientas después.
-No, no lo haré.
Cristina la besó en la frente y la dejo dormir. Ambas estaban agotadas de un día tan ajetreado. Una vez que Cristina se fue de su habitación se quedó pensando porque había soñado aquello, porque precisamente con los dos hombres que tenía problemas. A ella no deberían decirle la amable Amelie, sino más bien, la problemática Amelie. Se apretó la cara con ambas manos para desaparecer los residuos del sueño que había tenido.
-Buenos días, hija.
-No son tan buenos. – Se tocó la frente y se sentó en la isla de la cocina.
-¿Te has pasado de copas?
-Solo no dormí bien.
-Si claro... - Cristina se sirvió jugo de naranja. – Alguien tuvo una noche pesada.
Amelie la fulminó con la mirada.
-¿Hay algo que no sé?
-No mamá.
-D. ha regresado. – respondió la inquilina.
-¿D? ¿Quién es D?
-D-rek – Mencionó de forma lenta.
-¿Derek? ¿El Derek que conocemos? ¿Ese Derek? – Levantó las cejas su madre.
-Si señora Stone, ese Derek. - Cristian rodó los ojos.
-Pero... ¿Cómo sucedió?
-Tiene ahora un contrato con su jefe.
-No, no es verdad, estamos aún por verlo. - Interfirió Amelie
-Lo he dicho TIENE – Elevó la voz – un contrato con su jefe.
-¿Qué sucederá ahora?
-Por el momento seguiremos como siempre. – Amelie se sirvió un poco de fruta.
-Amelie, el destino los ha unido de nuevo para que arregles las cosas. - Su madre le comentó calmada.
-Le he dicho lo mismo. – Cristina le robó un poco de fresa.
-No... entiendan que no, no puedo, lo haré cuando sea el momento.
-¿Qué otro momento quieres? - Su madre la miró fijamente
-Yo sé lo que debo hacer.
-Esta bien, no te diré nada, pero si diré te lo dije cuando no puedas arreglar nada. – Continúo hablando su madre.
-Yo también – Dijo su amiga terminándose el plato de fruta.
-¿Dani sigue en la cama? – Cambió de tema y miró su plato vacío.
-Ya desayunó y dijo que terminaría las tareas.
-Iré a verlo, por lo menos el no me juzgará.
-No ahorita. – Dijo su madre en susurros.
-¿Qué?
-He dicho que saldré.
-¿Con el señor Badminton? Vaya Carolina, ¿Quién te viera? – Cristina levantó las cejas, curiosa.
-Iremos a tomarnos un café, es todo, no tengo su edad para esas cosas.
-¿Y el señor Badminton que tal?
-Se llama John por si tenían dudas.
-Esta bien madre, no tengo problema con ella.
Inesperadamente su madre tomó la bolsa de la silla del comedor y les dijo adiós con la mano, ambas mujeres se quedaron con la boca abierta y se rieron por lo intrépida que parecía ser Carolina.
-¿Qué haremos hoy?
Preguntó entusiasmada Cristina.
-¿Hacer? ¿Hacer qué? Es mi día de descanso solo pretendo quedarme en casa con Dani y pedir comida a domicilio.
-¿Es enserio? He venido a visitarte y ¿Solo nos quedaremos en casa?
-Cristina, es mi día libre.
-Sí, también fin de semana, ¿No crees que es buena idea salir a dar una vuelta?
-No, Derek está aquí, no pretendo arriesgarme.
-Londres es una ciudad muy grande, las personas no se encuentran fácilmente.
-¿Si recuerdas que las casualidades también se dan?
-En Greenville las casualidades pueden existir, pero aquí en una enorme ciudad lo dudo.
-He dicho que no, no cambiaré de opinión.
-No me queda de otra que salir y distraerme por mi cuenta.
-No conoces a nadie.
-No hace falta los extranjeros sabemos como divertirnos.
-Te perderás.
-Encontraré el camino de regreso, aunque tarde días.
-No deberías irte.
Miró a Cristina recoger su bolso de mano.
-Te escuchas como mi madre.
-Soy mamá.
-Pero no la mía. – Tomó el pomo de la puerta.
-Esta bien, saldremos.
-¡Ya sabia que aceptarías! - Cerró la puerta y regresó al lado de Amelie. - ¿A dónde iremos?
-Lo único que se me ocurre por el momento es asistir a un club deportivo donde la empresa afilia a sus empleados.
-¿Un lugar lujoso?
-Algo así.
-¡Si! – Chilló como un niño pequeño. – Iré a cambiarme, debo ir con mis mejores galas.
-Se supone que no debemos llamar la atención, solo vamos a divertirnos.
-Si es un club deportivo donde tu empresa paga la cuota mensual no puedo desaprovechar la oportunidad de conocer gente.
-Prefiero el anonimato, sabes que vamos con Daniel.
-¿No hay niñeras ahí o qué?
-Si, pero prefiero mantenerlo cerca por cualquier cosa. Iremos si solo prometes que harás todo lo que te diga.
-¿Por qué todo se debe hacer como quieres?
-Si no aceptas no vamos.
-Te escuchas como mi madre de nuevo.
-No soy tu madre, pero son las cosas que se quedan cuando uno es madre, me comprenderás en algún momento.
-¿Tengo otra opción? – preguntó sobre la promesa que Amelie le pidió.
-No.
-Entonces vámonos.
Las dos caminaron hacia habitaciones diferentes. Amelie toco la puerta de su pequeño, entró y Dani se encontraba en su escritorio.
-Cariño, saldremos, iremos al club.
-¿Club?
-Si, donde tus clases de natación.
-¿Iremos de nuevo? – El pequeño sonrió. - ¿Podré entrar a la piscina?
-Claro que sí, ¿Te ayudo con el equipaje? – Se dirigió al closet.
-No, no... puedo solo.
-Bien, te esperaré en la sala. Tu tía Cristina irá con nosotros.
Salió de la habitación con una sonrisa al ver lo contento que estaba su hijo y fue a cambiarse por ropa deportiva, en su mente vagaba la idea de que podía divertirse en el área de canchas de tenis y olvidar por un momento que Derek y ella se encontraban en el mismo país.
Se vistió con su habitual short-falda color blanca y su camisa polo del mismo color, encima de aquello se colocó sus pantalones de algodón holgados color rosa pastel y añadió unos zapatos deportivos del mismo tono.
En su maleta deportiva de mano introdujo otra muda de ropa más casual y un segundo atuendo deportivo por si se estropeaba el primero, tomó su raqueta de tenis, se puso una gorra y fue en busca de su hijo.
Daniel y Cristina estaban esperándola en la comodidad de la sala, el pequeño llevaba puesto su vestimenta de playa y en la mochila todo su equipo para natación. Por el contrario, Cristina solo llevaba su atuendo formal y su bolso.
-¿Dónde está tu ropa deportiva?
-¿Deportiva? Por si no lo recuerdas, el único deporte que practico es cuando alguien está encima de mí.
Amelie se sorprendió por su descarada confesión.
-¿Yudo? – Preguntó Daniel. - ¿Te gusta el yudo tía?
-Oh no, yo me refería a...
-Otro tipo de deporte cariño. – intervino su madre. – A la tía Cristi le gusta ser derrotada en karate. – Fue lo primero que se le ocurrió para mentir.
-¿Practicas Karate? – Volvió a preguntar el pequeño.
Amelie la miró amenazadoramente.
-Casi no, soy muy torpe para los deportes, prefiero verlos.
-¿Entonces por qué dijiste que te gusta cuando alguien está encima de ti?
-Fue una manera de expresar que los deportes no me van. – Se encogió de hombros.
-¿Nos vamos? – Amelie abrió la puerta.
Los tres subieron al auto y Amelie manejo hasta llegar a la zona exclusiva del club. Estacionó y al parecer no solo a ella se le había ocurrido ir a divertirse en un día caluroso.
-Espero que el lugar sea demasiado grande, mucha gente aún está llegando.
-Te sorprenderás.
Amelie le mostró su pase a la recepcionista y esta le sonrió amablemente, los dejo pasar y Cristina se sorprendió con lo que vio. La recepción era una copia idéntica a uno de los jardines de la familia real que ella solo había podido observar en imágenes de revistas, aquel arte barroco del siglo XVIII lo hacia mirarse aún más grande y por mucho, elegante. Les ofrecieron bebidas y ambas optaron por mojitos de fresa, mientras que el pequeño Daniel solo obtuvo una copa de jugo de naranja.
La recepción estaba abarrotada de gente que tenía conversaciones con otros y también las nuevas personas que ingresaban.
-¿A todo esto tienes permiso?
-Si, solo que es algo que no ocupamos a menudo.
-¿Cómo puedes desperdiciar algo así? – Volteo a todos lados.
-No tengo mucho tiempo libre y además prefiero quedarme en casa.
-Mamá, ¿Puedo irme ya? – El pequeño dejo su copa sin beber en la mesita de cristal.
-Bien, creo que alguien ya esta deseando ingresar a la piscina.
Los adultos terminaron su bebida y se encaminaron al área verde, con cada paso Cristina admiraba todo lo que la rodeaba, aquello para nada se comparaba a los parques de Greenville, con indiferencia Amelie le prometió que podía hacer uso del pase en su nombre mientras se quedaba en Londres.
Llegaron a un domo con una alberca semi olímpica, sin perder tiempo Daniel saludó a quien fue se maestro en alguna ocasión y se fue a cambiar a los baños. Amelie entabló una pequeña conversación y se despidieron alegremente.
-¿Soy yo o tú y él tuvieron algo que ver?
-¿Quieres la verdad?
-¿Por eso pregunté no?
-Nos acostamos una vez.
-¿Qué? – Se quedó pasmada.
-Salimos en una cita casual y se dio, pero después ya no más.
-¿Tú y él?
-¿Lo he aceptado no?
-¡No puede ser! ¡No te creo!
-Le gustaba, él no está nada mal y andaba en mis días hormonales, una cosa nos llevó a otra, pero lo dejé. Fue por ello por lo que me prometí no volver a hacerlo.
-¿Cuándo pasó?
-Cuando me animé a ver el lugar, Daniel tenia 3 años y era momento de traerlo a hacer deporte, después de dos años dejamos de venir, pero porque mis obligaciones fueron mayores.
-¿Él sabe que Daniel es tu hijo?
-No, le dije que era un sobrino, ahora piensa que es tu hijo.
-¿Por qué pensará que es mi hijo? ¡Se parece a ti!
-Porque eres quien viene vestida formal y cuando nos conocimos le dije que su madre ficticia estaba muy ocupada para acompañarlo.
-¿Nunca te ha dicho mamá?
-No, cuando veníamos mi mamá es quien se quedaba con él, yo iba a mis clases de tenis y si lo dijo alguna vez dudo que alguien haya hecho caso. Aquí todos están involucrados en sus propios asuntos.
-Me doy cuenta.
Las personas de alrededor parecían tener un nivel socioeconómico mucho mayor que el de ellas juntas. Todos sumergidos en sus celulares tomando una llamada o texteando, así como las señoras que solo se reunían para ponerse al corriente en los temas que habían dejado pendientes.
-¿Te quedas o me acompañas?
-¿No que no querías dejarlo solo?
-Daniel no corre peligro aquí, este es el espacio para infantes, me preocupa más allá afuera, aquí se que nadie más lo verá porque deben entrar con una identificación.
-Bien, entonces voy contigo, quiero seguir viendo el exterior.
Amelie solo espero a ver regresar a su hijo para decirle que iría con la tía Cristina a las canchas de tenis y que por ningún motivo debía salirse. El niño encantado besó a su madre y a su tía para reunirse con su profesor, quien este ultimo le guiño un ojo a Amelie al verla partir.
Caminaron hacia la parte contraria del establecimiento la mayoría de las personas que seguían el mismo camino eran hombres que miraban de reojo a las dos damas.
Al llegar al lugar Amelie identificó una de las cuatro canchas vacía y comenzó a desvestirse. Esta vez le tocaba esperar por un contrincante.
-¡Vaya mujer! ¿Has venido a jugar o esperas llevarte a alguien a la cama? – Cristina le dirigió un silbido.
-Es mi ropa deportiva.
-¿Vienes con eso siempre?
-No, he dejado de venir, te lo he dicho ya.
-Pues dudo mucho que alguien no se aparezca por aquí y no solo para querer jugar.
-¿Puedes dejar tus frases doble sentido?
-Te ira bien tener más acción esta noche.
-Es mejor que vayas a recorrer todo el club, te hará bien, puede que encuentres personas interesantes con quien charlar.
-Iré a ello, tú me aburres.
-¿Gracias?
-Regreso pronto.
-Te mandaré un mensaje cuando termine.
No respondió Cristina, pues estaba más encantada con poder encontrar a su próximo novio millonario.
Por su parte Amelie hizo un calentamiento y en pocos minutos un grupo de hombres estaban mirándola sin su permiso del lado contrario de la cancha, algo que la molestó, aquello parecían ser jóvenes hormonales creyéndose machos alfas.
-¿Necesitan algo? – Preguntó sin humor.
Ellos rieron en respuesta. Uno se acercó a ella.
-Lamento nuestra importunidad, pero si te apetece, ¿Podemos jugar no? – Su tono de voz insinuaba otra cosa.
-Te estas tardando. – Contestó cortadamente alisando la falda.
Se colocó y el contrincante hizo lo mismo, sonrió superficialmente y su grupo hizo comentarios machistas. Ella rodo los ojos y lanzó la pelota al aire. Inició el juego.
Amelie no era la mejor jugadora y tampoco había aprendido mucho durante los pocos años que iba a practicarlo, conocía las reglas y se movía hacia donde botaba la pelota. Sí estaba perdiendo, pero no se daría por vencida.
Se quedó estática sin ir en busca de la pelota y perdió. El hombre comenzó a festejar con su grupo de amigos y ella reaccionó. El sujeto egocéntrico se acercó.
-Creo que he ganado, ¿Tres de cinco? – Dijo para subir el marcador y seguir compitiendo.
-No lo creo, felicidades.
Le dio la mano. Él la estrecho.
-No has jugado nada mal, tienes buenos movimientos.
-Gracias - dijo ella separándose.
-Te puedo invitar una copa, ha sido una buena jugada, porque no vamos a celebrar que ambos hemos hecho un gran trabajo.
-No, gracias.
-¿Por qué no? ¿Podemos conocernos? Mira que aun no nos hemos presentado. – Él se acercó más.
-No hace falta.
-¡Oh vamos! Lo pasarás bien.
-¿Sucede algo? – Patrick se acercó a ambos. – Hola Amelie, ¿Todo bien?
Ella se sintió avergonzada.
-Si, todo bien. – Agacho la cabeza
El hombre los miró confuso.
-Patrick Kent. – Le extendió la mano al desconocido.
-Lord Kevin. – Se estrecharon manos.
-Un gusto. – Dijo Patrick y enseguida envolvió su brazo en la cintura de Amelie.
-Buena jugada. – Volvió a estrechar mano con Amelie. – Tiene una novia muy buena en el tenis.
-Gracias. – Se limitó a contestar con la mirada penetrante.
-Hasta luego. – Se dirigió a sus amigos y desapareció.
-Señor, buenas tardes. – Amelie se separó y tomó su papel profesional.
-Amelie, puedes llamarme Patrick, no estamos en la oficina, dame ese don, no quiero recordar que en mis tiempos libres también soy jefe. – Se rio.
Ella apretó los dientes.
-Esta bien, señor... lo siento Patrick. – Dijo apenas audible.
-Esta mejor, me alegra que estés tomando tus tiempos libres.
-Si, hoy era un buen día para practicar tenis, me apetecía.
-No conocía que el tenis fuera un deporte que te gustase.
-Tengo poco tiempo para practicarlo, así que no me involucro tanto.
-¿Tanto te exploto?
Ella se alarmó.
-¡No! No, no... no quise decir eso, sino que... - No encontró las palabras perfectas para describir su falta de entretenimiento.
-Estoy bromeando. – Dijo ante la mirada de alarma. – sé que eres muy disciplinada y leal con el trabajo, aunque deberías divertirte un poco más con todo esto. Pensaba que los empleados no hacían uso de las instalaciones.
-Vengo muy poco.
-También yo, es una coincidencia que ambos estemos aquí.
-Si, no pensé que nuestros caminos se cruzaran después del evento de ayer, debió ser agotador.
-Fue divertido. Mi padre envía felicitaciones por el arduo trabajo que realizaste.
-Es parte del trabajo.
-Aun así, deberías quedarte con los créditos y tomar las felicitaciones no seas tan modesta. Te los mereces, trabajaste mucho para que la noche saliera bien.
-Gracias. – Le sonrió.
-Entonces para celebrar que todos se fueron alegres de la fiesta y que has hecho un trabajo excepcional, ¿Por qué no tomamos algo?
-Lo lamento señor, pero...
-¡Oh claro! Que tonto, estas en tu tiempo libre y deseas seguir practicando. Será en otra ocasión entonces.
-Así será. – Le sonrió y Patrick siguió su camino antes de detenerse a saludarla.
Ese no era precisamente el plan de Amelie, pero dejo que su jefe hiciera sus propias conclusiones, envió un mensaje rápido a Cristina.
Te veo en el recibidor, ve por Daniel, en un momento llegaré, ya he terminado.
Sin importarle que las personas la mirasen caminó rápidamente al recibidor y buscó una mesa vacía. Pidió un güisqui.
-¿Has acabado pronto? – Se acercó Patrick.
-Señor... estem... si, he decidido que ha sido mucho por hoy.
-¿Te marchas? – Miro la maleta a sus pies.
-Si, tengo que pasar por una amiga que viene de visita, apenas lo he recordado.
-Si necesitas días de descanso entre semana por tu visita puedes pedirlo, te lo has ganado.
-No, estaremos bien, hice un itinerario de actividades antes de... - Visualizó a los lejos a su amiga con su hijo y le hizo señas disimuladas de que no era buen momento para acercarse.
Cristina se percató de la situación y decidió esperar a lo lejos.
-¿Antes de qué?
-¿Qué?
-Estábamos hablando sobre tu amiga que vendrá de visita y si necesitabas días libres, me comentabas que has hecho un itinerario antes de...
-Oh ya, antes de que ella llegase, le comenté de mi trabajo y ella comprendió, además no solo llega de vacaciones, viene para hacer investigación de campo.
-¿Sobre qué?
Amelie pensó en una respuesta rápida, pero alguien se adelantó a hablar.
-Patrick, que gusto volver a verte.
Un hombre de aproximadamente cuarenta años se acercó a ambos.
-Señor Collins, un gusto. – Se estrecharon las manos y abrazaron.
-La fiesta de ayer fue un éxito, mi esposa y yo estuvimos encantados con todo, muy buena elección de organizador de fiestas.
-Esta vez mi secretaria personal Amelie, lo ha organizado todo, creo que puede escuchar sus felicitaciones.
-Oh jovencita, perdona por no presentarme. Un gusto soy Arthur Collins. Amigo de la familia Kent.
-El gusto es mío señor Collins, Amelie Stone. – Citó su nombre.
-¿No has pensado en que tu oficio es otro? Me refiero por la organización de la fiesta.
-Lo asumí como un reto y me alegro de que se la hayan pasado bien, ese era el objetivo.
-Ha estado fenomenal, podría llamarla para mis eventos.
-Sin duda algún señor.
-¿Me la estas robando en mis narices? – Dijo riendo Patrick.
-Espero que la estés aprovechando. - Lo dijo sin doble sentido. – Si algún día se cansa de trabajar para los Kent, no dude que en el parlamento habrá algún espacio, solo pida hablar conmigo.
Amelie sonrió.
-Muchas gracias señor Collins, pero por el momento seguiré bajo el contrato de Kent Holdings Inc.
-Estoy ansioso por conocer las novedades bajo tu mando. Un gusto verte.
-El gusto es mío. – Como buen ingles se despidió de ella con besos en la mejilla.
A Patrick lo abrazó y le dijo algo en el oído que ambos rieron, ella no logró escucharlo.
-Reconsideraremos tu contrato por los próximos quince años. – Dijo sin parloteo.
-¿Qué? Aún mi contrato no está por finalizar.
-Por si las dudas, prefiero seguir conservándote a que alguien más te convenza de dejarnos.
-No será necesario señor, le debo mi trabajo a su padre y para pagárselo estaré eternamente al servicio de los Kent.
-No lo he preguntado antes, pero siempre dices que le debes todo a mi padre, ¿Por qué lo dices?
Amelie sintió un hueco en el estómago.
-Aún no creo que sea el momento de hablar sobre ello, eso concierne al trabajo y como usted lo dijo antes, no estamos hoy como jefe y secretaria.
-Está en lo correcto, me asombra su nivel de memoria señorita Stone, ¿Le apetece algo? Yo invito.
-Lo siento, pero no puedo aceptarlo, le he dicho que voy tarde por una amiga.
-Mis disculpas, soy quien la ha entretenido. ¿Necesita un taxi? Puedo decirle a un chofer del club que la acompañe a donde desee.
-No, he traído mi propio auto, gracias. – Tomó sus cosas – Nos vemos el lunes señor... Patrick – Se corrigió y se fue.
En la puerta ya la esperaban Cristina y su hijo.
-¿Pensabas tardar mas o qué?
-Mami, ¿Por qué nos vamos ya? Quería ir a las canchas de futbol, he traído mis zapatos deportivos.
-Cariño, se me ha ocurrido ir por un helado, ¿Qué te parece? Y ya después podemos comer unas hamburguesas del señor Willy.
-¡Si! – Chilló el niño y corrió hacia el auto.
-A mi no me compraras con un helado y una hamburguesa. ¿Con quien estabas?
-Es mi jefe.
-¿Por qué se veía muy cómodo contigo y hasta te reías con él?
-Soy su secretaria paso la mayor parte del tiempo con él, debo ser amable y no amargada.
-Escuché que te llamó por tu nombre, ¿No se supone que debe llamarte señorita Stone? En las novelas de televisión eso sucede, hasta que... ambos se enamoran o se acuestan. – Lo dijo con naturalidad y después se sorprendió. - ¿Te estas acostando con él?
-¡Claro que no! Es mi jefe por el amor de dios. Y además me llama por mi nombre porque los formalismos no le van, su padre también me llama por mi nombre, lo hacen por costumbre.
-Ajá si, y a otro perro con ese hueso.
-¿Qué?
-Que solo te estas engañando, te vi como lo mirabas, niega que a ti no te gusta.
-No es negación es la verdad, no me gusta y además es mi jefe, no andaría con mi jefe.
-Pero el contigo sí, así que mi consejo sería, si se da la oportunidad entre ustedes dos, no la desaproveches. El que no hayas sido feliz con Derek por tu terquedad no quiere decir que tampoco lo serás con tu jefe, así que ya comienza solo a vivir la vida.
Iniciaron su camino hacia su departamento para que tanto su hijo como ella pudiese tomar una relajante ducha, comer algo y si era posible descansar, el helado estaba programado para la siete de la noche.
Amelie pidió sushi a domicilio acompañado de salmón y postre de trufas, pusieron una película animada en el televisor y en menos de media hora los tres estaban saludando a Morfeo.
Con el sueño tan ligero Amelie despertó al escuchar la puerta abrirse, su madre estaba llegando. Hizo una señal de silencio por los otros dos que aun reposaban sobre los sillones.
-¿Se han divertido eh?
-Fuimos al club y no salió como lo esperaba.
-¿Fuiste al club? Pensé que ya rechazabas el pase desde la ultima vez.
-Cristina quería ver Londres, así que no podía privarla solo porque alguien pudiese verme con Dani, así que fuimos pensando en que no encontraría a nadie.
-¿Si estuvo alguien que conoces cierto?
-Si mi jefe.
-¿Y como fue?
-Por suerte aun no sabe de la existencia de Dani, solo su padre, pero estuvo a nada de descubrirlo.
-Sigo pensando que, si su padre ya lo sabe, puede ser que él igual.
-Prefiero mantenerme a raya.
-Señora Stone, ¿Acaba de llegar? – Cristina se levantó.
-Si, pensé que estabas dormida.
-Así es solo que los murmullos me han despertado, ¿Estaban hablando de su cita con el vecino?
-Fuimos al teatro esta tarde.
-¿Y qué tal?
-Bien, no me aburrí esta vez.
-¿Estas diciendo que conmigo te aburres?
-La verdad que sí cariño, tu escoges obras mal hechas.
-¡Pero si son las más vistas!
-Pues que mal gusto. ¿Han comido ya? ¿Quieren que les prepare algo?
-Su hija pidió sushi – Se encogió de hombros - ¿Hoy nos acompaña a cenar hamburguesas?
-Me encantaría, pero acompañaré a John a un restaurante.
-¿Ya están formalizando? - Amelie levantó las cejas.
-Nos estamos conociendo.
-Amelie, tu mamá tiene más vida amorosa que tú.
-¿Puedes dejar de hablar sobre mí?
-No.
-Iré a cambiarme, no regresaré tan tarde.
-No te preocupes mamá, ve, nosotros regresaremos rápido.
-¡Diviértanse! – Dijo su madre antes de caminar hacia su recamara.
-Creo que deberías pedirle tips a tu madre sobre como ligar.
-¿Por qué mejor no te callas y me ayudas a recoger el desastre de la comida?
-Paso. Mejor cuidaré desde la comodidad de tu sofá a mi sobrino.
Amelie rodó los ojos y miró como su amiga tomaba asiento al lado de su hijo con el celular en mano. Ella comenzó a lavar los trastes y ordenar el comedor, para poder eliminar de su mente los últimos acontecimientos de su vida.
Se detuvieron frente al establecimiento de Willy, el famoso restaurante de comida rápida o por lo menos el más visitado por ellos. Como de costumbre Daniel entro corriendo a elegir la mesa ideal para dejar los zapatos e ir a la zona de juegos, un espacio muy reducido. Amelie y Cristina se instalaron en la mesa, unos momentos después un empleado les tomó la orden.
-Esto es una versión de McDonald's local.
-No, aquí las hamburguesas son mejores y no hay una cajita feliz, pero si un menú infantil.
-¿Siempre es así? – Cristina miró a todas partes donde la gente hablaba un poco alto y los niños corrían entre las mesas.
-Comúnmente no, pero al parecer hoy todos han decidido salir por comida rápida.
-¿Ya es muy tarde para pedir la comida a domicilio?
-Te acostumbras.
-Dudo que pueda, los niños no dejan de gritar y sus padres no hacen otra cosa más que alentarlos a seguir gritando.
-Todo es momentáneo.
-Oh si claro...
Minutos después sus hamburguesas llegaron y Amelie buscó a su hijo, este contento se unió a ellas en la mesa y comenzó a devorarse la hamburguesa como si no existiese un mañana.
-¿Es normal que coma así? – Cristina no paraba de mirarlo. – Daniel, ¿Puedes comer más lento?
-Tía, quiero ir a jugar y mamá no me permitirá levantarme hasta que acabe.
-Pero lo vas a vomitar si sigues comiendo así, ¿No le dirás algo? – Miró a Amelie.
-Daniel, tómalo con calma, el área de juegos no se irá a ninguna parte.
El niño mastico despacio y sin prisa, miraba a todas partes para poder sentirse sereno. Al terminar se despidió de ambas mujeres y continuo su vida de entretenimiento.
-¿Por qué lo has dejado ir? No ha terminado.
-Porque cuando sea hora de irnos regresará y lo terminará.
-No te entiendo, ni te has alarmado cuando comenzó a devorar la hamburguesa rápido, ¿no se supone que lo debías reñir?
-Daniel tiene un sistema digestivo lento, así que, aunque desee comer la comida lo más rápido posible eso no será así, porque su mismo estomago le provoca vómitos y lo envía al hospital, él lo sabe y cuando comienza su estomago a provocarle un aviso de advertencia, él se detiene y come como normalmente lo hace, sin prisas.
-Eres una madre extraña.
-Tú eres una tía eufórica.
-No, soy una tía que se preocupa.
-Bueno, soy una madre responsable al saber que mi hijo no sufrirá ninguna mala digestión porque el conoce su cuerpo.
-Los capitalinos tienen una forma extraña de manejar algunas cosas.
-Son cosas normales que le suceden a toda madre. Conocemos a nuestros hijos y por ello no nos alarmamos por todo.
-¿Has dicho que no te alarmas?
-Así es.
-¿Entonces no piensas que es un peligro que Derek y tú estén en la misma ciudad con un hijo en común que no conoce a su padre?
-Eso es otra cosa.
-Si claro.
Cristina rodó los ojos y Amelie prefirió cambiar de conversación.
Después de dos horas dentro del local, Amelie decidió que era hora de regresar a casa, aunque fuese fin de semana no le gustaba alterar el horario de sueño de su hijo, pues temía que a futuro se volviese un mal habito.
Llamó al pequeño y pagó la cuenta, le pidió a Cristina le ayudara a colocarse de nuevo los zapatos, mientras ella llamaba a su madre para saber si pasaba por ella o esta noche dormiría fuera de casa.
El viento del clima más loco de todo Londres le golpeo la cara y alborotó su cabello. Se deshizo de los mechones que le obstruían la vista hacia el celular y por azares del destino, como si hubiese presentido lo que llegaría a pasar levantó la cabeza.
Enfrente de ella al otro lado de la calle con la multitud caminando por la acera miró a aquellos ojos azules que no tenia planeado encontrarse. Derek le sostenía la mirada con una sonrisa dulce y un abrigo color café.
Le levantó la mano en forma de saludo y ella miró a los lados pensando que no se trataba de ella, al final hizo una seña hacia si misma preguntándose si en realidad le había saludado. Él asintió con la cabeza y se rio, aquel gesto hizo sonreír a Amelie y recordó cuanto añoraba esa risa.
Se recuperó de pronto y recordó que su hijo junto con Cristina no tardaría en salir, miró hacia la puerta, pero ya era demasiado tarde, Derek había cruzado la calle para encontrarse a ella. Amelie pulso rápido el botón de llamada hacia su amiga, pero al percatarse de que Derek estaba demasiado cerca colgó.
-No pensé encontrarte por aquí.
-Si.... Estem... yo solo salí por algo de comida, pero ya me voy. – Dijo de prisa tratando de esquivarlo.
-¿Has llegado y ya te marchas?
-¿Llegado? No, no... yo... - Se miró las manos vacías y en efecto su mentira no concordaba con la realidad. – Me he olvidado de la cartera es todo.
-Invito yo.
-¿Qué? – Dijo alarmada. – No, no... no es necesario, de todas maneras, ya me iba.
-Puedo acompañarte, ¿Has venido caminando? ¿Necesitamos un taxi? – Levantó la mano en señal de obtener uno.
-¡No! No, no...- Amelie le bajo el brazo. – digo no es necesario puedo regresar sola, tu debes estar cansado o has salido a explorar el lugar. No seré una molestia.
-Amelie hemos sido amigos por mucho tiempo, no eres ninguna molestia y ahora que...
Amelie dejó de prestarle atención pues miró de reojo a su amiga e hijo que estaban próximos a acercarse, por suerte Cristina se detuvo unos pasos antes y comprendió la situación que estaba sucediendo afuera.
-¿Qué te parece Dani si nos quedamos un rato más? - Miró al pequeño
-¿No había dicho mamá que ya era hora de irnos?
-Mamá tiene unas cosillas que arreglar, ¿Te apetece seguir jugando?
-¡Si! – Dijo el chico y salió disparado al área de juegos.
Cristina se dio la vuelta y esperó no perderlo de vista.
-¿Me estas escuchando? – Derek desvió la mirada hacia donde ella lo hacía.
No encontró nada raro, solo personas aglomerándose en la puerta.
-¿Qué? Si, si... - Se sobó la frente - perdona, de verdad, pero han sido días difíciles de trabajo, pero continua, tienes mi atención.
-Solo había dicho que al parecer trabajaremos juntos unos meses.
-¿Qué has dicho? – Se escuchó más como un reclamo que de felicidad.
-¿Estas enojada? Pensé que te pondrías alegre.
-No... si, solo que me has tomado por sorpresa.
Ella comenzó a temblar por el viento que se colaba en sus entrañas.
-Deberíamos pasar, estas cogiendo frío. – La tomó del brazo.
-No, no... estoy bien, solo fue algo pasajero, he soportado cosas peores.
-Llámame loco, pero creo que no te hace mucha felicidad que este aquí.
-No, no... en verdad que estoy más que feliz que estés aquí, solo que no me acostumbro a esto, dejamos de tener contacto desde hace más de seis años y ahora todo me parece tan distinto, tu despegando con tu carrera de modelo-actor y yo... apenas soy alguien.
-Eres una mujer que sin duda, ha cambiado y me debe demasiadas explicaciones, ¿Por qué mentir desde la ultima vez que nos vimos? Amelie somos adultos, no te tengo rencor si es lo que piensas.
-Me gusta el anonimato, lo sabes y además prefiero mantener las cosas como están.
-¿Por lo menos me dejaras que te acompañe a casa? Estas temblando y no quiero que te resfríes.
-No, no... estoy bien, de verdad, por el momento nos estamos mudando, he conseguido un alquiler más cerca de la ciudad y de la empresa, preferiría que lo vieras cuando ya no hubiese cajas por todos lados.
-Esta bien. Como por lo visto no requieres de mi ayuda, me marcho, he salido a recorrer el famoso Londres nocturno.
-Que lo disfrutes, es muy placentero.
El se acercó y le dio un beso en la mejilla, ella se quedo de piedra, sus sentidos no reaccionaron y solo sonrió cuando él ya se estaba marchando. Agitó la mano en su dirección y entró al local rápidamente.
-¿Qué fue eso? – Cristina la bombardeo.
-No me lo espera ahí afuera.
-¿Sigue afuera?
-No se ha ido, no muy convencido, pero se ha ido.
-¿Y ahora? ¿Se lo dijiste por fin?
-¿Qué? ¡No! Por supuesto que no. Creo que esperaremos media hora y tendremos que idearnos un plan para que no se note que hemos venido con Dani.
-¿Negaras a tu propio hijo?
-Lo protejo que es diferente.
-Tu madre debe enterarse de esto.
-No le dirás nada a mi madre.
-Por supuesto que sí.
Como lo planeo Amelie, media hora después salieron del local diciéndole a Dani que esta vez jugarían unas carreritas de quien era el más veloz al llegar al auto.
El niño entusiasmado emprendió la carrera una vez pudo salir por la puerta, Amelie y Cristina trataron de caminar lo más lejos posible sin perder de vista a Dani, se subieron al auto y por primera vez Amelie manejó fuera de los limites de velocidad.
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