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Capitulo 1

-Mamá hoy iré a una fiesta.

Anunció Amelie sin esperar respuesta.

-¿Con quién y de quién?

-Es solo a cinco cuadras de la casa, prometo llegar temprano mamá.

-¿Irá Derek? Es al único que conozco de tus muy pocos amigos.

-Es para él, han organizado una fiesta para despedirlo. Se irá mañana en la mañana.

-Ese joven llegará muy lejos, espero que así seas tú.

-¿Podemos dejar las comparaciones para después?

Amelie rodó los ojos y tomó su habitual mochila del sillón.

-¿A dónde vas ahora?

-Estaré en casa de Cristina, ella igual irá a la fiesta.

-¿Regresarás?

-No mamá, me iré con ella a la fiesta. Prometo volver antes de las diez de la noche.

Se acercó a su madre y le besó la mejilla. Su mamá en respuesta la bendijo y le dijo lo mucho que la amaba.

Caroline, la mamá de Amelie tenia trabajos de tiempo completo, en las mañanas apoyaba siendo secretaria en un despacho de abogados y a pesar de ser un trabajo demandante la paga no era nada buena, su segundo trabajo consistía en ser docente particular en una casa de los mas ricos fuera de la ciudad, para trasladarse tardaba dos horas de ida y vuelta, su paga tampoco era buena porque no solo era la maestra particular, sino que también la niñera, a veces la cocinera, madre sustituta o cualquier trabajo que se le pudiese ocurrir a los patrones por su falta de ausencia en la crianza de sus hijos.

Amelie sabia todo el sacrificio que, hacia su madre, después de la muerte de su padre y quedar casi en las ruinas por las altas deudas que había dejado el difunto, Caroline recurrió a buscar un segundo trabajo, mudarse a casa de su madre y empezar una vida desde cero.

El comienzo no fue fácil, Amelie dejó la comodidad que le brindaba vivir en una casa grande y dejar de ver tan frecuentemente a sus amigos, ella tenía una estabilidad emocional que le encantaba, añoraba su vieja vida, pero tuvo que ser fuerte por las dos. Pospuso por dos años su vida universitaria, pero porque debía trabajar para poder recaudar un poco de fondos y salir de su pequeña ciudad.

¿Se arrepentía de su vida? Por el momento no, confiaba en que las duras batallas solo eran para aquellos que podían sobrellevarlas, aunque a veces podrías verla llorar en su cuarto a altas horas de la madrugada preguntándose porque aquella era su vida.

-¿Sabes que casi todo el mundo irá a esa fiesta?

Cristina comenzó a teclear rápidamente en su celular.

-Somos un pueblo pequeño Cristina, no creo que nadie falte.

-Era un decir. ¿Sabes quienes estarán ahí? Tu mejor amiga Alice.

Sarcásticamente mencionó el <<mejor amiga>> Sabiendo que Amelie y Alice nunca se habían llevado bien. Alice era la chica del instituto que alguna vez le hizo bullying a Amelie. Alice era amada por todos, en un pasado fue la imagen de su pequeña ciudad y eso la hizo creerse una persona con un poder sobre los demás. Amelie la conocía desde hace años y sabia cuando Alice solo estaba interesada en algo o alguien, en este caso, Derek. Por azares del destino Alice lo tuvo que conocer cuando Derek y Amelie habían salido juntos a hacer ejercicio. Alice iba pasando por el mismo camino con dos de sus amigas e inesperadamente saludó a Amelie como si fuesen amigas de toda la vida.

-¿No vas a saludarme querida Amelie? – Mencionó Alice poniendo los ojos en Derek sin importarle la presencia de Amelie.

-Hola Alice, no pensé verte por aquí. – Sin importancia Amelie trato de ser cortante y seguir su camino.

-He llegado apenas, me da gusto encontrarte, pensaba llamarte. ¿Nos vas a presentar o no...?

Amelie rodó los ojos, sabia que esa era su técnica de ligue, a regañadientes hizo una presentación corta.

-Alice, él es Derek un amigo y Derek ella es Alice... creo que la conoces.

-Un gusto Alice. – El educado Derek apretó la mano de la joven y ella aprovecho para darle un besó en la mejilla.

-El placer es mío Derek, no sabia que Amelie pudiese tener amigos tan guapos, ¿Es muy precipitado para decir que podemos conocernos? – Su voz fue más allá de un coqueteo.

-Creo que, en otra ocasión, por el momento vamos corriendo y se nos ha detenido la marcha. Que tengas un buen día.

Derek comenzó a correr y esa era la señal de salir de ahí, le siguió el ritmo y solo escucharon un <<Hasta luego>> de su parte a lo lejos.

Ese día Derek le preguntó que si Alice y ella habían sido buenas amigas. Porque no parecía, al contrario, se notaba que entre ambas la relación nunca existió.

Le respondió que no se equivocaba y que tuviese cuidado con ella, porque a todos los hombres atrapaba. El se atrevió a jurar que ella no era su tipo y la tenía muy difícil para llamar su atención. Una semana después le escribió un mensaje a Amelie diciéndole que los acompañaría a correr Alice porque ella se lo había pedido, omitiendo la parte donde él y ella ya habían compartido mensajes esa misma semana. Stone aceptó solo porque ya estaba lista con la ropa deportiva afuera de casa. Corrieron a la casa de Alice y los tres partieron por el recorrido habitual.

Lastimosamente la que sobraba en aquella carrera rutinaria era Amelie. Así que se inventó un dolor inexistente y regresó a casa caminando agotada y triste, supo que dentro de poco Derek y Alice se habrían involucrado y no se equivocó.

-¿Qué has traído hoy?

Amelie regresó a su lugar actual, la habitación de Cristina.

-Solo un cambio de ropa, ya sabes, un pantalón, una blusa y unos zapatos de tacón, por si son necesarios, aunque creo que iré con deportivas.

-¿Me estas tomando el pelo?

-¿Volverás a juzgar mi forma de vestir?

-Solo diré que es hora de que Derek se de cuenta de la chica que está a su lado. Ambas sabemos que te gusta.

Sí, Cristina tenía razón. Ella era la única a aparte de su madre que habían descubierto su secreto, Amelie se lo contó por descuido y Cristina casi siempre se lo recordaba, ella no lo quería aceptar, pero su corazón ya le pertenecía más a Derek de lo que podría imaginarse.

-No tengo algo más para ponerme, sabes que mi guardarropa es muy limitado.

-A ver, déjame observarte.

Como si Cristina fuese un hada madrina, observó de todos los ángulos posibles a Amelie, y se dio cuenta que ambas podrían compartir atuendos, no es que una fuese diferente a la otra, sino que Amelie había bajado de peso en los últimos meses que la ropa le quedaba grande.

Cristina se acercó a su guardarropa y comenzó a desprender vestidos del perchero. Sobre su cama puso cinco vestidos cortos, uno amarillo con flores, otro blanco, uno verde con abertura en la pierna, uno rosa y un negro. Amelie miró cada uno y sintió la tela, algunos eran rasposos y otros suaves.

-Tengo vestidos en casa, esto no es necesario.

-Amelie – Contestó su amiga. – Tus vestidos parecen ser fabricados para aquellas mujeres solteras mayores de cuarenta años, chica tienes veinte. Debes disfrutar tu edad y vestir mas jovial.

-Pero esto es más de lo que me pondría.

-No, no, es más, es exactamente lo que necesitas para que por lo menos hoy alguno de esos tipos voltee a verte. – Tomó un vestido. – Pruébatelo, y no acepto excusas de tu parte, del calzado ya me ocupo yo.

Amelie entró al pequeño baño y se probó el vestido, le quedaba un poco amplio de los lados y pensó que era el diseño, al mostrárselo a Cristina, esta hizo una mueca y le dio un segundo vestido. El cuarto vestido fue el ganador, se le ceñía al cuerpo lo suficiente como para decir que Amelie era una tipa con suerte, y que todo el ejercicio que había hecho en la vida valía la pena.

Amelie se miró al espejo y no creía que ella fuese aquella chica, la tela era suave y era color verde esmeralda, tenia una abertura en v en el pecho, y la abertura de la pierna era más de lo que ella aprobaría. Se miró mas de la cuenta y recordó su lista.

1. Conseguir ropa más provocativa.

Listo, lo marco mentalmente y aunque fuese un atuendo prestado ya estaba comenzando por algo.

-¿Qué zapatillas has traído hoy?

-Unas doradas, son las más nuevas que tengo.

-Tendremos que buscar unas mas adecuadas.

-¿Qué? ¿Por qué? A mí me gustan. A demás el color dorado combina con todo.

-Amelie, estamos trabajando en una nueva versión tuya, así que no empieces, yo me encargaré de ti.

Cristina salió de la habitación dejándola sola, pensando si aquellos cambios eran correctos. Le gustaba el vestido, pero no estaba segura si los tacones pudiesen ser de su agrado, ya que Cristina usaba siempre altos y ambas tenían números de calzado diferente.

-¡Los he conseguido! – Alzo victoriosa el par de tacones que tenía en la mano.

-¿De donde los has sacado?

-Son de mi mamá, ella y tu calzan iguales.

-¿No se enojará porque los ocupe?

-No está en casa, así que son tuyas por el momento.

-Están muy altos, no podré caminar.

-No te preocupes tenemos todo el día antes de la fiesta para que practiques en mi casa.

-¿Me estas haciendo una broma?

-No, así que anda, cámbiate y te pones los zapatos de tacón.

Amelie hizo caso y tambaleantemente se puso de pie sobre los tacones, las piernas le temblaban más que un día de pierna haciendo ejercicio. Sí, ella antes había usado zapatos en tacón, pero de unos centímetros pequeños y de diseño grueso. Estos zapatos tenían el tacón de aguja y abertura en la parte de enfrente, eran color plateado y tenían correas que se enlazaban y amarraban a los tobillos. 

La tarde se pasó de un cerrar y abrir de ojos. Cristina no dejó de dar ordenes y solo decirle a Amelie que debía hacer, como caminar, como sentarse para que no se notase más de lo deseado y sobre todo como coquetear con Derek para que este se diera cuenta de la mujer que era Amelie.

-Ya me cansé ¿puedo descansar un poco?

-¿Cómo que descansar? Amelie, si no quieres verte bambi al rato es mejor que me hagas caso y sigue moviendo esos pies.

-Si sigo practicando es mas probable que termine fracturándome el tobillo, ¿No vez como aun me tiemblan las piernas?

-Por lo mismo sigue practicando no puedes llegar tambaleándote a la fiesta, así que anda levanta el culo de la silla y muévete.

Una vez más Amelie hizo caso y en esta ocasión subía y bajaba escaleras a tropiezos. Se puso a pensar si todo valía la pena o si en verdad su lista estaba descrita de manera correcta, ahora sí dudada de querer ser una chica popular.

-Creo que es hora de arreglarnos, te dejo libre de castigo. – Se refirió a los tacones.

-Por primera vez te odio por algo.

Stone se quito los zapatos de tacón y fue en busca de su mochila para ocupar el baño. Se debía apurar si quería demostrar su nueva versión a Derek y a todos los asistentes. En su cabeza una vocecita le decía que iba a estar deslumbrante, sería la más llamativa de todas. Se metió a la ducha con una sonrisa pensando en lo que podría pasar en la noche.

No le contaría sus planes a Cristina ya que ella podría ser un poco exagerada y pedirle que probara un atuendo más atrevido. Aunque Amelie pareciera ser una chica tímida tenía lo suyo, para aquella ocasión había decidido experimentar por primera vez la depilación de su zona púbica.

Por fin se atrevía algo y es que según las experiencias que escuchaba de sus amigas, el estar depilada al completo ayudaba en que la experiencia sexual fuese mejor, y santa ella no era, mantenía la mente muy ocupada planeando como podría hacer más placentero el momento con su pareja, si es que la tuviese, para que el sexo nunca faltara.

Se ideó una imagen de cómo se podría ver su cuerpo con una nueva zona depilada. Cristina solo mantenía un espejo de cuerpo completo en la habitación principal y Amelie no tenía el atrevimiento para salir desnuda y compartir habitación con su amiga.

Se puso la ropa interior que siempre mantenía escondido al interior de su cajón. Aquellas bragas negras de encaje con el sostén a juego. Una vez leyó sobre el color de ropa interior y su significado y le pareció que esta vez el negro era el adecuado, pues significaba de manera vulgar que ibas a un entierro. ¿Y acaso no era ese el objetivo de la noche? Stone, una vez más comenzó a tomar seguridad en sí misma.

La habitación estaba vacía así que tenía un poco de tiempo para aprovechar y verse de cuerpo completo. Se quitó la bata de baño y observó su silueta. Sus ojos se agrandaron al verse, no lo creía, ¿En verdad era ella? Se halagó a si misma diciendo que el atractivo siempre estuvo ahí solo que no sabía combinar bien su ropa.

Se puso el vestido y algo no le gustó. Esta vez el brasier sobresalía y no daba un buen aspecto ante sus ojos. Para su suerte, Cristina entró a la habitación y le halagó lo hermosa que se veía.

-Debemos ir de compras algún día, yo escogeré por ti no habrá duda.

-¿No crees que el sostén es el inadecuado? – Comenzó a buscar excusas.

-Si no quieres que se vea debes esconder los tirantes.

Cristina sin permiso de Amelie resbaló los tirantes del sostén a ambos lados, ocultándolos dentro del vestido. Amelie se miró al espejo de nuevo y seguía sin convencerse de la mínima parte que se veía de sostén fuera del vestido. Las copas eran un poco más grandes que la tela verde esmeralda y eso le desagradaba un poco.

-Creo que el vestido no es el adecuado.

-Por si no lo sabes, la moda es muy cambiante, así que no importa si el sostén se ve o no, ¿A quien le importa?

-A mí, no quiero que se anden burlando porque no se usar un vestido bonito. Mejor no lo uso, ¿Qué tal si me pongo mi ropa que he traído en la mochila?

-De eso nada. Tienes dos opciones. Ocupar tu sostén, así como está, además se nota muy mínimo o te lo quitas y no llevas nada encima.

-¿Qué estas diciendo? – Se alarmó. – No andaré de loca por ahí con los senos al aire.

-Pues tampoco quieres usar el brasier, ¿Quién te entiende?

-Cambiemos de ropa es la mejor opción.

-No, aquí no habrá más cambios. Solo escoges una de las dos opciones y ya está. Tienes para decidirte de aquí hasta nuestra hora de partida y mira que aun falta maquillarte.

A regañadientes Amelie esperó sentada en la cama de Cristina a que ella hiciera su magia.

Cristina le pidió que se dejara consentir ya que por esta vez la dejaría mas deslumbrante que cualquier otro habitante de Greenville.

El comienzo de la transformación inició con un depilado perfecto de cejas, siguió con los ojos y todo aquello que correspondiese con las sombras. Amelie conocía muy poco de ese mundo, así que cuando Cristina le preguntó que colores deseaba le contestó que se lo dejaba a su criterio, para sus oídos la frase fue un sueño, Cristina amaba el maquillaje y poder maquillar a alguien más que no fuese ella era su pasatiempo perfecto.

Para Stone se sintieron horas ahí sentada, observaba como su amiga pasaba de una brocha a otra, como combinaba colores, como agregaba brillos, delineaba, corregía, difuminaba y un montón de cosas más. El buró quedó esparcido de todos los materiales que se habían usado y un poco de polvo de esto y aquello por todas partes.

-Ya he terminado. – Puso los brazos en jarras. – Puedes verte en el espejo. Has quedado irreconocible.

Y tenía razón, aquella chica no era Amelie Stone, era otra o bueno, eso se imaginaba, el maquillaje la hacia verse un poco mayor de su edad, pero demostraba a una mujer segura, empoderada y por supuesto dispuesta a todo, para Amelie verse maquillada significaba por fin poder sacar esa personalidad que mantenía oculta. Hoy era el día de mostrar su nuevo yo.

Así que, con el maquillaje puesto, una idea le rondó la cabeza. Y era una idea muy poco digna de ella.

-Bien ahora me iré a bañar, te dejaré el peinado a tu criterio porque desde que te conozco siempre te ideas para poder tener unos buenos peinados, si lo deseas puedes ocupar mis aparatos que están en el cajón.

Sí, Amelie era la que se encargaba del peinado mientras que Cristina del maquillaje, eran la combinación perfecta. Sin rodeos Amelie se miró al espejo y el peinado perfecto le llegó a la cabeza. Una coleta alta con unos rizos sueltos en la parte de frente eran la cereza del pastel. Se puso manos a la obra.

Al estar casi lista, se calzó los zapatos de tacón y sin que nadie la mirase se quitó el sostén, lo dejó doblado en la cama y rezó para que la tela no fuese tan trasparente y no se le notaran los pezones.

Por última vez se miró, inhaló profundamente y se dijo que esta noche se dejaría llevar, además casi nadie pudiese reconocerla. Hoy tal vez no.

Ambas amigas llegaron a la fiesta cuando esta mantenía el ritmo en su auge, muchos ya tenían copas encima, parejas besándose sin control y sin la prudencia de encontrar una habitación, otros bailando y unos más solo sentados en el sofá de aquella casa charlando.

-¿Deseas algo de tomar? – Cristina le grito por encima del ruido.

-Lo que sea menos cerveza.

-Pensé que me rechazarías. – Se sorprendió por la respuesta.

-Esta vez estoy decidida a probar algo nuevo, me has dado valentía.

-¡Así se habla chica! Esta noche brindaremos por una nueva versión tuya.

Se escapó ante la multitud y la dejó sola entre gente que no conocía.

Visualizó una mesa solitaria en el patio trasero de la casa, donde se extendía un jardín pequeño, sin prisa alguna y manteniendo su educación pedía permiso para pasar, los ojos que la miraban en su trayectoria solo deseaban una cosa, descubrir quien era la chica y poder llevársela a la cama. En un principio le asustó ver tanta gente, que después solo disfrutó el momento y con la mente pervertida que se cargaba en ese instante solo meneo más las caderas, haciendo que la abertura de su vestido se elevara un poco más. Llegó a su mesa y esperó con suerte a que Cristina la encontrara y no la diera por desaparecida.

Derek por su parte, ya llevaba algunas copas encima, pero no se consideraba ebrio del todo, tenía su lado de razón y aun estaba consciente de las cosas que pasaban. Cuando la puerta se abrió de nuevo miro aquella silueta esbelta y con piernas tonificadas. Le pareció recordarle a alguien, pero no era lo suficientemente bueno con la memoria. Se iba acercar a ella cuando la vio sola y desorientada a mitad del salón principal, pero una Alice impaciente de atención se le acercó proponiéndole que subieran a unas de las habitaciones y se entregaran uno al otro. Quiso quitársela de encima, pero ninguna excusa era buena, hasta que le prometió que cuando la mayoría de las personas se hubiesen ido le brindaría todo el placer que quisiese.

Perdió de vista a la dama que lo había deslumbrado con su belleza y pensó que tal vez el alcohol le estaba jugando una mala racha, obviamente aquellas mujeres despampanantes no se encontraban en un pueblo pequeño como Greenville, así que inseguro de su propia mente se levantó del taburete donde estaba sentado y se detuvo en donde la misma chica había estado antes. Miro la puerta de entrada preguntándose si ella tal vez se había ido al ver que se había equivocado de lugar o buscando a alguien más. Dio una media vuelta con la vista en el jardín y sus ojos se deslumbraron, la chica estaba sentada en el otro extremo.

Con pasos decididos caminó a ella, solo le miraba la espalda por el momento, ella contemplaba las luces del lugar y él se preguntaba si su piel podría ser extremadamente suave como se miraba en aquel momento.

Le tocó el hombro cuando estuvo cerca y cuando ambos ojos se miraron, se quedó petrificado, aquella chica no podía ser ella, se estaba equivocando, Amelie Stone sin lugar a duda no asistiría a una fiesta como esa y mucho menos se vestiría de aquella manera.

El corazón de Amelie latió tan de prisa, que cualquier otro individuo pudiese escucharlo. Verlo de pie al frente de ella le hizo sentir un subidón de adrenalina. Su cabello oscuro con rizos imperfectos, su camisa azul ceñida a su torso trabajado estos años y su Jeans comprado a la medida le hicieron crearse en la imaginación lo que pudiese ser tenerlo en la cama.

Estaban tan atónitos con el otro que el deseo elevado entre ambos había pasado desapercibido.

-No me dijiste que vendrías. – Derek cortó el contacto visual.

-No me lo preguntaste.

-Esto no es tu tipo.

-Tal vez sea hora de cambiar.

El silencio se volvió incómodo.

-Te vez... diferente.

-Gracias, me siento diferente. ¿Cómo lo llevas? Es una fiesta agradable.

-No pensé que llegara tanta gente. Pero comienzo a tomarle el interés.

-Es tu despedida, deberías disfrutarlo.

-Es lo que haré.

Ocupó el banco disponible en la mesa donde Amelie se había instalado y comenzaron una plática tan normal que al mundo exterior les importo poco. Los vasos se acumularon de poco en poco, muchos de los asistentes iban a dejarle una bebida a Amelie con la finalidad de poder tener su interés por un momento, pero ella los declinaba, en primera porque eso era lo que menos quería y segunda porque muchos de los presentes la habían humillado una vez en su vida.

Derek por su parte solo tenía ganas de golpear a todo aquel que los interrumpía llamando la atención de Amelie, pensó que tal vez su instinto de protección había salido con ella, y en cierta forma si lo era, porque Amelie era el ciervo que todos querían cazar esa noche.

Con unas copas encima y unas horas después uno de los amigos de Derek inició con los juegos típicos de borracheras, solo que esta vez eran algo diferentes. El juego de la botella consistía en solo proporcionar besos con tu contrincante y si te negabas debías tomarte un caballito de tequila.

Amelie entro al juego por curiosidad, pero Derek le había aconsejado que no era buena idea, el conocía el subidón de tono en esos juegos y la inocente Miel no estaba preparada para aquello, la persuadió de seguir charlando en la mesa, pero la obstinación de ella lo superó. Así que ambos estaban sentados en el piso junto con los demás.

La botella comenzó a girar y comenzaron los primeros besos de la noche, Amelie se asombro al ver que si te tocaba una mujer no había limites, podrías besarla o no, y de igual manera sucedía con los hombres.

Tanto Derek como Amelie estaban sentados en posiciones diferentes, Amelie al lado de conocidos que nunca había cruzado palabra y él al lado de Alice, quien no dejaba de acariciarle el brazo o tocarle la entrepierna descaradamente.

Cuando Alice vio entrar a Amelie y estar al lado de Derek en aquella mesa, se puso furiosa y es que como era posible que aquel ratón se hubiese convertido en aquello, nadie podía ser mas hermosa que ella y mucho menos tener la atención de Derek por mucho tiempo, así que buscó a Derek antes de iniciar el juego y coqueteo con él para poder obtener lo que quería, un orgasmo y decir ante todos que ella era la nueva novia del próximo actor en ascenso de la ciudad.

En su interior Amelie se entristeció y una vez más se sintió la chica insegura de horas atrás, lo cual casi la detiene para seguir ahí. Cristian se acercó cuando ya nadie la acompañaba y le recordó lo guapa que estaba y la fila de hombres que tenía detrás, así que la invitó a jugar y ella amablemente aceptó.

Su turno de girar la botella había llegado. Y aunque en su interior se rogaba para que le tocase con Derek la botella cedió ante otro hombre. Las copas encima decidieron por ella y se encontraba besando a un chico que conocía poco. Se relamió los labios y se limpió un poco de labial sobresaliente. Ella no era la mejor besadora que digamos, pero sintió que el chico era más baba que labios.

El juego siguió y ella con el alma alcoholizada también. Los demonios se habían apoderado de su mente.

Después de cuatro rondas más besando a cualquier persona le tocó su turno de nuevo. Y para su mala suerte, Derek, era quien estaba del otro lado de la botella. Ambos se miraron y ella solo se mordió el labio. Ambos se acercaron para besarse y ella aplicó la cobra, se separó al rozarse los labios y se tomó un caballito de tequila. Hizo muecas al sentir el ardor en su garganta y sonrió ante el abucheo que creció entre ambos.

Otra ronda más y ella se levantó para ir al baño.

-¿Qué estas haciendo? – Un apretón en el brazo le impidió segur su camino.

-Solo me estoy divirtiendo.

La miró a través de la poca luz que se colaba en la habitación. Él no estaba borracho del todo, pero se daba cuenta que Amelie comenzaba a perder el equilibrio.

-Deberías moderarte, ya es tarde.

-¿Me permites ir al baño?

La soltó y ella se perdió en el pequeño cuarto.

Amelie se sentía mareada pero no estaba tan borracha, se encontraba lúcida para poder describir todo lo que había hecho aquella noche. Hizo sus necesidades, se lavó la cara y se dejó espabilar un rato. Salió del baño y Derek aun la esperaba afuera.

-¿Te tomarías un vaso de agua conmigo?

Con la cabeza baja, aceptó. El tono de voz de Derek había cambiado y ella lo que menos quería era decepcionarlo.

-Es probable que ambos mañana despertemos con un gran dolor de cabeza.

-Aun me sorprendo de lo poco que te conozco. ¿Qué ha sido aquello?

-¿El no besarte? – Ella fue al grano. – Somos amigos, ¿No crees que sea raro?

-Creo que es más raro que te hayas besado con personas que habías dicho nunca besarías. – Le mencionó el nombre de cada uno al que besó en el juego y ella se quiso esconder de la vergüenza, algunos le caían tan mal que tal vez ahora se sentirían con el derecho de decir tonterías.

-Me he pasado un poco pero ya está. – Le quiso quitar importancia, pero por dentro se sentía como estúpida.

-Un poco creo que es lo mínimo que se puede decir. ¿Por qué me has provocado?

-¿Te estoy provocando?

-¿No era esa tu intención?

-Solo era algo para darles de que hablar a esos aburridos, es todo.

-No me lo pareció.

-Ambos estamos borrachos, mañana nos reiremos de esto.

-Que así sea. – Chocó su vaso con el de ella y se hizo de oídos sordos.

-Derek... - En su cabeza se maquilaba aquella idea, lista, exactamente el número tres. – ¿Antes de que te vayas puedes hacerme un favor?

-¿Un favor? ¿De qué estas hablando?

-¿Tendrías sexo conmigo?

Se atragantó con el agua y tosió de forma exagerada, Amelie le propicio unos pequeños golpes en la espalda, cuando se compuso recuperó la calma y el sentido común.

-¿Estas escuchando lo que me estas pidiendo?

-Eres al hombre quien le tengo más confianza y ya no deseo llegar virgen a la universidad. ¿Aceptas o no?

Su silencio la inquieto.

-Bueno, creo que me buscaré a alguien más. – Tomo su bolsa y se levantó.

-No espera... - El la detuvo. – Vamos arriba.

La tomó de la mano y la guío entre la multitud, subieron escaleras y se adueñaron de la sala principal. La más espaciosa de la casa. Cerraron la puerta detrás de ellos.

Derek tomo a Amelie de las mejillas y unió sus labios en un beso cálido que de poco a poco se fue tornando más apasionado. La mente de Amelie andaba al mil, imaginaba cuál sería su siguiente paso. Tener los labios de Derek encima de los suyos era mucho más placentero que en sus sueños.

Comenzó desabrochando la camisa y el aprovecho para tomarla de su coleta alta y hacer más profundo el beso. Los dedos inexpertos de Amelie con la mente nublada le hicieron retrasarse en el cinturón y los botones del pantalón. Ambos cuerpos ardían en la oscuridad y los ágiles dedos de Derek encontraron el cierre invisible en el lateral del vestido, este calló con facilidad a los pies de aquella joven. Se escuchó la hebilla y los pantalones caer.

Ambos se separaron por falta de aire. Él juntó sus frentes y lentamente abrió los ojos, se sentía cansado como si hubiese corrido un maratón, aquello era el impacto Amelie.

-¡Dios chica! Estas fenomenal.

Fijó la vista en aquellos pechos redondos con los pezones erectos, bajo un poco más y las bragas de encaje le llamaron la atención. Con caricias rozó el elástico y siguió el patrón del encaje. Amelie se erizó ante el contacto.

Así como Derek se tomó el tiempo en admirarla, ella hizo lo mismo. Los ojos de Derek mostraban una llama ardiente, era el reflejo de sus propios ojos, ambos podían sentir la pasión que estaba creciendo, miró su torso y por primera vez noto que aquel hombre era amante de los abdominales, su boxer interrumpía la prominente erección. Sin dudarlo y con confianza tomó la cinturilla elástica y los deslizó en un santiamén. El pene de Derek la dejó anonadada. Estaba grueso y medía más de lo que se hubiese imaginado en sus sueños eróticos. Su cerebro le decía <<cógelo>> pero su sentido común le avisaba que había llegado muy lejos.

Hizo caso omiso de la razón y segura de sí misma, acaricio la longitud del pene. Derek echó la cabeza para atrás y soltó lo que pareció ser un pequeño gemido. Amelie estaba tratando de asimilar aquello, sus dedos llegaron al glande y el liquido preseminal apareció.

Derek la tomó de las manos, si ella continuaba se correría como un adolescente, algo que ya no le pasaba desde que dejó esa época, se sentía un hombre sin dominio de su propio cuerpo.

-¿Estás segura de esto? – Mencionó para ambos.

-Si.

Tragó.

-Amelie, lo volveré a preguntar ¿Estás segura de esto? Porque no habrá retorno.

-Estoy segura.

-Amelie... - Se quedó con las palabras en la boca, él sabia que no habría retorno para ambos y que ella merecía algo mejor, no una noche de borrachera.

-Solo esta noche. – Ella suplicó.

Su última frase le dio el aliento que necesitaba, solo esta noche ambos se pertenecerían. La besó como al principio y la recostó suavemente en la cama.

Le demostró caricias por todo el cuerpo, rindió homenaje con su lengua maestra a sus redondos senos y con besos suaves bajó a su zona recién depilada. Encima de la pequeña tanga hundió la cara entre los muslos y aspiró su aroma, lavanda, las flores favoritas de Amelie.

Miró por última vez las bragas húmedas y las deslizó despacio, el tacto de su piel era como se lo había imaginado, suave. Besó sus muslos con la intensión de llegar a la vulva. Hizo magia en ella y Amelie encorvó la espalda, enredando los dedos en el oscuro cabello que estaba entre sus piernas, acompañó el ritmo con su propio placer y gemía de satisfacción.

Derek se percató del orgasmo que la invadía, se detuvo y con la mirada puesta en sus ojos le avisó que entraría lentamente. Ella apenas y percibió el dolor, estaba tan sumergida en el placer que pedía más y más.

Las embestidas incrementaron de poco en poco, Derek sabía que podría ser un brutal si él quisiese, pero esta vez le importaba que la chica que tenía debajo disfrutara. Le beso los pechos, los labios y con las últimas embestidas se dejó ir.

Ambos tenían la respiración agitada y de poco en poco cobraban las fuerzas que les quedaban. Salió de su interior, se acostó a su lado y la abrazó.

-¿Estás bien? ¿Te ha dolido?

-No. – Respondió con voz tuene.

-¿Te ha gustado?

Si él pudiese verla, tenía aun los labios abiertos y la mirada acalorada. Respondió con un asentimiento de cabeza, avergonzada por tener aquella plática en esos momentos.

Él sonrió para sus adentros, se sentía dichoso de que aquella dama le hubiese otorgado lo más preciado, su virginidad y que lo hubiese disfrutado, él era sin duda un jodido hijo de puta con gran suerte.

La respiración de ella se tornó lenta y esa fue la señal de que se había quedado dormida. Con la sonrisa en los labios y después de besarle la alborotada cabellera castaña, cerró los ojos y no supo del mundo exterior.  

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