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¿Es una broma?

Onodera realizaba algo intranquilo la cena. Tener a esos dos allá atrás en su cuarto lo ponía muy inquieto. Estaba seguro de que estaban registrando entre sus pertenencias. Si su padre tenía sospechas de su trabajo, era de lo más normal buscar evidencia que sustentara sus acusaciones, y él no podría decir o hacer algo contra eso.

Suspiró. No sólo tenía que soportar los sentimientos confusos de parte de su demonio-que eran una mezcla extraña entre celos y ansiedad-, sino también sus propias emociones, algo indignadas de todo el comportamiento de las personas que consideraba su familia.

Le gustaría poder adelantar el tiempo y llegar hasta el momento donde todos estos problemas estuvieran resueltos. ¡¿Por qué todo tenía que ser tan complicado?! Como fuera que sea, se había impuesto una meta.

Durante la comida, se los diría. Les confesaría de su incompetencia en realizar su trabajo, de su poca fuerza de voluntad en contra de una persona que acababa de conocer y que, al final, había dejado que ese mismo hombre, quien era el demonio al cual vino a vigilar, lo terminará marcando porque se enamoró de él. Viéndolo así, parecía muy estupido-demasiado, excesivamente-.

Cuando les presentará a Takano, ellos entenderían. ¡Por todos los cielos! Les contaría que ese chico tenía un carácter horrible con todos, que se la pasaba gritándole a sus subordinados, que es como un niño mimado cuando estaban juntos y un sobreprotector con sus hermanos menores.

Pero qué también era un jefe completamente capaz de hacer su trabajo-que trata bien a sus subordinados, aunque no lo parezca-, que quiere mucho a todas las personas a quienes considera importantes, que es más sensible de lo que parecía y, por sobretodo...

Que lo hacía muy feliz.

Se sonrojó fuertemente. Se le estaba pegando la mala costumbre de Masamune, avergonzándose a sí mismo con esos pensamientos. Se cubrió la cara, sacudiendo las ideas de su cabeza. Destapó su rostro, poniendo sus manos en el mesón de la cocina. Sonrió tranquilo. De verdad amaba a Takano.-¡Ay no! Que vergüenza.-Volvió a cubrirse la cara, golpeándose levemente los cachetes. ¡Cálmate corazón tonto!

-Esto está muy bueno.-Alabó su amiga castaña. Ritsu le sonrió, agradecido del cumplido.-Es bueno ver que te has mantenido saludable.-Agregó, llevándose una cucharada de comida a la boca.

-Si cierto.-Habló Nao, terminando de tragar lo que se estaba comiendo.-Esperaba ver tu apartamento vuelto nada, así como tú cuarto.-Dijo riéndose levemente. La habitación de su amigo siempre era un verdadero festín para la vista.

-¡Oye!-Replicó Onodera, sonrojado. Sí, tal vez su cuarto solía mantenerse desordenado, pero era porque no tenía tiempo que perder acomodándolo. Trabajaba bastante y casi no se encontraba en su casa. No era su culpa.

Sus invitados soltaron a reír, divertidos de la reacción de su compañero. Onodera terminó uniéndose a ellos. Debía disfrutar todo lo que pudiera de este pequeño receso en calma, a pesar de que sabía que su pareja lo extrañaba. Él también ya quería verlo. Era esa clase de inquietud, una sensación complicada de explicar. Como que sabes que algo malo va a suceder y deseas tener a las personas que amas cerca, para poder protegerlas-lo más que puedas-.

Continuaron comiendo, manteniendo pequeñas charlas amenas de temas sin importancia. Ya casi terminando, el castaño pensó que era el momento indicado para hablar.-Chicos.-Llamó, intentando no sonar tan asustado como se sentía. Sus amigos lo vieron, terminándose de comer lo poco que les quedaba en el plato y prestándole toda su atención al muchacho que les gustaba.

-Tengo que decirles algo.-Colocó sus manos sobre la mesa, enredando sus dedos entre sí, nervioso.-Verán... ah.-No sabía por dónde empezar. ¿Debería hablarles directamente de su relación con Takano o ir contando poco a poco para que fueran asimilando la situación?

-Tranquiló.-An puso su mano encima de la suya, transmitiéndole calma. Ella siempre había sido la más comprensiva de los tres.-Te escuchamos, no te vamos a juzgar.-La chica sabía desde que llegó al pueblo, que su amigo ocultaba algo, lo conocía muy bien, al igual que Nao, quien tendría sus propias sospechas. Aún así, exactamente por esa misma razón, sabía que Ricchan nunca haría nada malo-por lo menos, a propósito-. Solo debían confiar.

Nao asintió a las palabras de su amiga, invitándolo a continuar. El castaño suspiró, bajándose el cuello de su camisa y dejando al aire, la marca de Takano. La boca de sus amigos parecía querer llegar hasta el suelo de la impresión. Apretó sus labios con fuerza, haciendo una mueca.

-Yo... estoy saliendo con Takano-san.-Exclamó el castaño, claro y contundente, jugando con sus manos. De una sola vez, que saliera todo lo que estuvo ocultando.-Sé que es tonto y absurdo lo qué digo, pero me enamoré de él en este tiempo y yo...-Dió un pequeño respingo en la silla. Su amigo Nao había golpeado con fuerza la mesa. Alzó la mirada, encontrándose con los ojos furiosos de su compañero.

-Me estas jodiendo, ¿verdad?-Preguntó apretando con fuerza sus dientes. No podía ser cierto, debía ser una maldita broma. Un demonio con su amigo, y no con cualquier amigo, con la persona que le gustaba. Con aquella persona que había amado en secreto tantos años hasta que tuvo el coraje de decirle lo que sentía. A su persona. Era imposible, debía ser una pesadilla.

-Nao-san, cálmate.-La única mujer en el lugar intentó alivianar el ambiente tan tenso que se había formado en su agradable cena.-Seguro Ricchan tiene una razón.-Dijo, mirando al castaño en busca de apoyó.

-Sé-séque suena tonto...-Habló Onodera, trabándose con sus propias palabras.

-¿Tonto?-Exclamó con furia su amigo.-¡¿Tonto?!-El castaño se encogió en su lugar, asustado de la reacción tan violenta de su compañero.-¡Es más que tonto!-Se levantó de su silla bruscamente, tumbándola para atrás. Se encaminó hacia el chico que le gustaba y lo agarró de los hombros, apretando con fuerza.-¡Es estupido!-Gritó cerca de la cara horrorizada de Ritsu.

-¡Nao-san, cálmate!-An se levantó de su silla, yendo donde los dos hombres se confrontaban y tomando del brazo a Nao, para que dejara de lastimar a Ricchan.

-Es-escúchame, por favor.-Suplicó el pequeño, a punto de comenzar a llorar. El otro chico se fijó en su cuello. Ese maldita marca era un verdadero problema. Si su amigo estaba emparejado con un desagradable demonio, no podría separarlos, por más que deseara. Apretó con fuerza sus dientes y se inclinó sobre Ritsu.

Onodera no pudo saber lo que su acompañante intentaba hacer hasta que ya lo estaba haciendo. Nao mordía con tanta fuerza su marca, que pensaba que quería arrancársela con sus dientes. Lo empujó lejos, logrando que parte de la piel de su cuello se quedara dentro de la boca de su amigo. Gimió de dolor, dejándose caer en el suelo de rodillas.

Esa mordida se había llevado parte de su marca. Le ardía como lava. Nunca había sentido tanto dolor en su cuerpo. Era como si mil cuchillas calientes lo atravesaran al tiempo, en todas partes. Nao escupió parte de la piel que le había arrancado. Se arrastró-por necesidad-como pudo hasta ella, buscando la parte que le faltaba a su marca. Se sentía incompleto, vacío, sin sentido, sin razón de ser. Ya estaba tan cerca, solo debía estirar un poco más su mano.

Kohinata se arrodilló junto con su amigo. Ricchan no se daba cuenta porque estaba más concentrado en recuperar su marca que en cualquier otra cosa, pero esa mordida había abierto una herida relativamente grande, que no paraba de sangrar. Vió sorprendida como Nao pisó con fuerza la mano del castaño, pateando el trozo de piel a un lugar más lejos. Onodera gimió de dolor.

La chica no tuvo tiempo de reaccionar, cuando sintió algo entrar, rompiendo la ventana que daba al balcón del apartamento. De un momento a otro, Nao había salido disparado hacia una pared, rompiéndola con su cuerpo. Solo pudo visualizar unos zapatos en su ubicación. Alzó la mirada, temerosa de lo que fuera que sea esa cosa que lanzó tan lejos a su amigo. Ahí estaba él, el principal problema. Ese Kitsune.

Takano la tomó por un brazo, tirándola contra la mesa de la habitación que se rompió de la fuerza del peso que recibió.* No estaba siendo él mismo. La cólera cubría todos sus sentidos y solo dejaba su sed de sangre. De asesinar a aquellos que habían lastimado a su pareja. Sus ojos, negros y avellanas, miraban con enfado alrededor. Debía respirar, calmarse. Porque si no lo hacía, los mataría enserio y sabía que eran personas importantes para el castaño.

Se arrodilló, mirando a Ritsu. El menor se encontraba hecho un ovillo, mientras lloraba desconsoladamente diciendo una y otra vez:"Mi marca, devuélvemela". Que le arrancaran parte de la marca debió dolerle, incluso más de lo que él mismo tuvo el privilegió de sentir. Lo cargó en brazos, corriendo hasta la habitación del menor. Lo colocó con cuidado en su cama y se ubicó encima, siendo atraído por el mismo Ritsu hacía su cuello.

-Márcame otra vez, po-por favor.-El castaño no quería sentirse así. Tan vacío, tan solo. Necesitaba a Takano, necesitaba a esa marca que le decía a todo el mundo que él ya tenía dueño. Que le recordaba que estarían juntos para siempre.

-No te preocupes.-El Kyūbi comenzó a lamer el lugar, sanando primeramente ese herida en el cuello de su amado. Colocó toda su energía en su saliva, para poder acelerar el proceso de regeneración. Ese tipo se las pagaría. Esa herida, se las haría cobrar por diez mil veces algo peor.

Ritsu se fue calmando. Ya no se sentía adolorido, solo cansado. Su marca ya había vuelto. La acarició con cariño, cerrando de vez en cuando los ojos, los párpados le pesaban horriblemente. Miró una última vez más a su pareja, viendo esa expresión adolorida en su rostro. Alzó su brazo para tocar su mejilla.-Te amo.-Se acercó a besarlo en los labios.-Por favor, no los mates.-Terminó de decir, antes de caer agotado en el mundo de los sueños.

Takano se permitió respirar tranquilo por primera vez en horas, recostándose levemente en el pecho del castaño. No volvería a dejar a Ritsu solo, nunca jamás. ¡Jamás! Era un iman de problemas. Acarició el rostro de su pareja con delicadeza, pasando hacia su cuello para tocar su marca. Se había regenerado junto con la piel. Besó el sitio, quedándose un buen rato pegado y oliendo el delicioso aroma que desprendía el humano.

-Que no los maté, ¿eh?-Dijo, pensando qué tal vez ya era demasiado tarde para eso. Levantó sus hombros, restándole importancia. Si ya estaban muertos, mejor para él, menos hormigas que aplastar.

Onodera se frotó sus ojos, apenas acabando de despertar. No recordaba aún lo que había pasado anoche, por lo que se tomaba su tiempo para levantarse. De golpe, todas las memorias horribles de los acontecimientos hicieron presencia en su cabeza. Se paró bruscamente de la cama, ganándose un mareó bastante intenso que lo obligó a apoyarse en el colchón.

Varías colas que se hallaban junto a él  lo sostuvieron de la cintura, colocándolo de nuevo en la cama y apresándolo en su sitió, como diciéndole que no se moviera demasiado. Tocó su cara, sintiendo la alta temperatura en su frente. Seguramente se había enfermado gracias al estrés. Suspiró irritado, su ropa estaba toda mojada por andar sudando tanto. Se sentía pegajoso y asqueado.

Se percató del cuarto donde estaba, hasta el momento no se había dado cuenta pero era la habitación de Takano, por lo tanto, lo había traído hasta su casa el día de ayer. ¿Qué pasó? Solo tenía recuerdos borrosos. Estaba padeciendo de un dolor horrible de cabeza intentando recordar. En el momento en que Nao le arrancó la marca, solo tenía el pensamiento de recuperar lo que le quitaron y que era tan importante para él.

-Que bueno.-Misaki entró al cuarto.-Ya estas despierto.-Abrió la puerta usando su propia cola pues sus manos venían cargando una bandeja llena de comida. Su estómago rugió de hambre.

-Buenos días.-El humano se apoyó con sus manos en el colchón, levantándose lo suficiente para poder quedar sentado contra el espaldar de la cama.-¿Qué sucedió? ¿Y Takano-san?-Preguntó, tocándose la cabeza. Moverse le había aumentado su dolor.

-¿Estas bien?-El Kitsune se sentó en la cama, poniendo la bandeja encima de las colas de su hermano mayor que le acercaron su desayuno para que pudiera comerlo. El demonio acercó su mano a su frente, tomando parcialmente su temperatura.-Estas caliente.-Dijo preocupado.-Voy a traer a Oniichan, así que mantente quieto.-El castaño salió corriendo de la habitación, en busca del mayor.

Onodera esperó por su pareja, verdaderamente impaciente por saber lo sucedido. Solo esperaba que Takano no hubiera perdido el control y asesinado a sus amigos. Sacudió su cabeza, ganándose una nueva punzada de dolor. Su demonio no sería capaz de algo como eso.

La puerta de la habitación fue abierta bruscamente. De ella apareció la persona a la que más quería ver en ese momento. Aún así, su rostro se tornó en una mueca de horror, sin poder creer lo que veía.

-Takano-san, ¿pero qué...?-

*Lo siento An-Chan pero es por tu propio bien.

Lamento si he ido con tanta lentitud en las últimas actualizaciones, pero no tengo una excusa como tal, es más la flojera de escribir que la falta de tiempo, pero me pondré manos a la obra.

Cambió y fuera mis amigos. Aquí Todoroki19.

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