La mañana siguiente fue demasiado helada, no se levantó de la cama hasta que dió las once de la mañana y tenia el pensamiento lleno de ilusiones.
Imaginando que es lo que habría pasado de no ser que fueran descubiertos. Su hermano no llegó a dormir. Al parecer sí se había divertido más de lo esperado. Pasaron dos días en que no se olvidaba de aquello y lo recordaba sin quererlo realmente. No valía la pena hacerse ideas que jamás podrían ocurrir, pero..se sentía lindo hacerlo.
No podía comprender la página del libro que más de una vez había leído incluso en voz alta.
Fue en la hora del almuerzo en que su padre le mencionó sobre contraer matrimonio. Era el momento de casarse aunque el mayor de sus hijos no lo quisiera.
-¡No, padre!.-elevó la voz. Recibiendo una bofetada que le dolió bastante.
-Te vas a casar, y ocuparás el puesto que te corresponde!.-le gritó golpeando la mesa.-¡Si no lo haces, te quedarás sin el apellido de la familia!
-No me importa el apellido.-le respondió enfadado.-¡Si quieres echarme de casa, pues hazlo! No merezco ser quien tome las riendas del negocio tal y como a tí te gusta. Que Camus se haga cargo de ello.
Cuando terminó de decirlo, se retiró a su habitación dando pisadas cargadas de enojo. Tomó un bolso con unas cuantas prendas, lo necesario para unos meses y por el dinero no debía preocuparse, se había ganado bastante por su propia cuenta. Su padre, alguien amargado desde que su madre había fallecido, lo único que hacía era enseñarle de negocios, pero eso no era su fuerte.
Cerró la puerta con llave, dió un suspiro largo y salió por la puerta trasera, ordenó al cochero que lo llevara a un hotel, que no sea tan cercano, y este aceptó sin objeción.
Recostado mirando al techo, con los brazos bajo su nuca se preguntaba si es que Kardia realmente había conseguido contraer matrimonio, tenía la duda, pero pronto se enteraría ya que esos rumores eran el pan caliente de todos los días. Nunca faltaba la persona que hablaba demás.
Tomó la pluma en plena madrugada, con dos velas en ambos lados de la mesa para que le proporcionaran la luz suficiente a su cuaderno. Quería escribir, no le importaba la hora, ya que en las noches lograba explayarse en imaginación.
Comenzó entonces relatando todo lo acontecido aquella noche. Escribiendo sus propias emociones y lo arrepentido que estaba de haberse escapado. Pero, tomaba aquello como un capricho de su interior, aquellos que casi nunca se presentaban en una persona como él. Pues no era muy de acuerdo con su personalidad.
Siguió liberando toda esa tensión sobre las hojas blancas, apretando la pluma y manchando sus pulgares con la tinta negra. Sin percatarse, el sueño lo fue atrapando hasta quedarse completamente dormido sobre la mesa, las velas se apagaron automáticamente al acabar ahogadas en su propio líquido caliente que sobraba en los candelabros.
Soñaba y sonrió de lado aún estando profundamente dormido, se encontraba en un mundo totalmente diferente, en el cual era feliz, en el cual su madre aún estaba con vida y su padre sonreía con naturalidad.
Disfrutó la sensación de ser feliz, sin problemas. Saboreando en el paladar los recuerdos que antaño le alegraban.
Al despertar, se vistió no sin antes darse un baño de agua tibia, tomó sus lentes y los guardó en el bolsillo que tenía cerca del corazón, agarró después de eso, un libro que anteriormente había dejado a medias.
Caminó hasta encontrar una plazuela con una fuente en medio, allí, había una escultura de una pareja unida, con las manos entrelazadas que representaban la unión que causaba el amor. Vaya significado. ¿Siempre ocurren que aparecen cosas cursis en los momentos menos indicados? ¿Qué tramaba el destino?
Se sentó sobre el césped, bajo un gran lapacho amarillo. Cruzando sus piernas, poniéndose los lentes y empezando a leer. Una novela sobre un psicópata, todo iba perfecto hasta secuestrar a un chico que padeció de Estocolmo al encontrarse en esa situación. El psicópata terminó enamorado, pero al final, su amor no era la clase de amor que la mayoría se daba, su amor era enfermo, tanto que terminó por matar a ese chico en un momento de arrebato. Habían pasado semanas juntos en la obscuridad, riendo, pero también obsesionados con un mundo que fuera perfecto. Al tener opiniones diferentes, simplemente la cadena que los mantenía juntos se rompió, y el verdadero asesino lo golpeó hasta que dejó de respirar. Hubo días en que su cordura desaparecía, pero cuando regresaba en sí, se auto-torturaba como forma de castigo, y la culpa de no ser alguien normal, fue de las personas que lo abandonaron en un basurero.
¿Cómo se sentiría asesinar a alguien que se ama cuando otra parte maligna domina por un momento?
El peliverde había mordido una de sus uñas al llegar a la parte más fuerte del libro, estaba atrapado por un mundo diferente..
-¡Dégel! Eres tú..?.-esa voz lo sacó de su trance, levantó la mirada y se apartó los lentes. ¿De verdad miraba en ese instante a kardia?
-Kardia...-susurró sin poder creerlo.
- Si, soy yo Dégel, por fin te encuentro.-le sonrió.- ¿Podríamos hablar?
-No lo sé, no debería ser tu boda hoy mismo?
-Justamente de eso quería hablarte Dégel, mira, lamento haberte hecho "eso" en la celebración. Pero realmente me sentí impulsado por algo más fuerte de lo que yo mismo puedo comprender. Quise hacerlo Y no me arrepiento, pero no pretendo hacerte sentir una aberración solo por una mala acción que cometí. Perdóname, no deseo que me odies..solo, quiero tener algo más contigo.
Me gustas..
Sus palabras sonaron sinceras, lijeras y mortíferas que le daban credibilidad en ese momento. Dégel soltó un suspiro y guardó sus lentes en su bolsillo, cerró el libro no sin antes colocar la cinta que le indicaría en donde se había quedado. Lo tenía a medio metro cerca, y le miraba como deseando una pronta respuesta, pero Dégel no sabía que decirle. ¿Cómo hacerlo en ese momento si tenía una taquicardia terrible?
- Me disculpo por haberme retirado de tu evento sin haberme despedido, no me sentía muy bien.-dijo apretando sus labios al sentir que su respiración se agitaba aunque tratara de calmarse.- ¿Puedes decirme de una vez por qué me sacaste de mi lectura? O viniste a decirme que te gusto y eso era todo.
-Eres muy apresurado. ¿Lo sabías? Tratas de esconder tus sentimientos, si te miro a los ojos puedo notarlo, puedo notar que te tiemblan las manos y que tus mejillas se ruborizan, sé que estás nervioso.
El rostro le ardía como si tuviera un bracero debajo de su piel. El peliazul se acercó y lo sujetó de su quijada con delicadeza, acercaba su rostro y Dégel se inclinó hacia atrás, apretó su libro hasta dejar una marca de sus dedos en la portada y salió a toda carrera, huir de eso era lo que podía hacer en ese instante, apenas y la respiración ingresaba a sus pulmones y sentía el corazón en la sien.
Kardia rodó los ojos y suspiró como aceptando un posible rechazo.
Pero sabía que Dégel solo estaba confundido o quizás temía a llegar más lejos. Le temía a lo nuevo y no a lo que ya estaba acostumbrado. Lo visitaría en el hotel al día siguiente solo para comprobar que de verdad podía conquistarlo. Lo que necesitaba el peliverde era tiempo y espacio, se lo daría sin presionarlo bastante. Pero no tenía mucho tiempo pues su padre le exigía no retrasar más la boda, un compromiso que estaba planeado y él ni conocía a su futura pareja. Era una cuestión de negocios, la unión de poder y bienes.
Dégel permaneció sentado viendo lo que había escrito en la madrugada, pero no lo leía, sentía cierta vergüenza al leer lo que él había sentido.
Cuando pretendía arrojar esos papeles a la basura, alguien tocó a la puerta, era su hermano menor. Camus.
-¿Por qué?.-dijo.-¿Por qué te fuiste sabiendo que papá pronto morirá? Debemos hacerle sentir orgulloso de que seamos sus hijos.
-No puedo..
-Y cual es la razón?
-Miedo, miedo a perder la libertad que tanto me apasiona. A tener que estar encerrado resolviendo problemas u otros asuntos que me molestan. Ese no es el campo para el cual nací. Prefiero escribir y vender mis libros, expandir mis experiencias y aprendizajes plasmándolas en letras. Lo que el mundo me brinda es maravilloso..
-Vuelve a casa hermano. Por mamá.
-No la metas a ella, tú eres el indicado para seguir el sueño de nuestro padre Camus, tu posees de ese talento y puedes manejar con facilidad los negocios. Es mejor que desistan de hacerme tomar el puesto.
-Bien..-formó una débil sonrisa.-haré lo que crea correcto. Sin embargo, no debes olvidar que aún esa es tu casa. Quizá pueda visitarte y apoyarte cuando lo requieras, pero jamás olvides que yo existo.
-No lo haría, eres mi único hermano. Ven aquí.-abrió los brazos para darle un abrazo.-Piensas casarte más antes que yo?
-De hecho no, si es que te refieres a Milo. No.
Estaba equivocado al pensar que yo podría significar algo para él. Se fijó en un chico pelicastaño.-Exclamó desanimado.
-Entonces, donde te perdiste toda la noche? Nuestro padre casi asesina al cochero por no llevarte a casa.
-Oh..
Me encontré con un español, le conté lo sucedido y dijo; !A ese tío que lo tomen por el cul* por no fijarse en algo tan valioso como tú!.
-Se escucha raro ese acento en tí Camus.-sonrió causando que su hermano también lo hiciera.
-Lo se. No pude evitarlo. Yo también quiero preguntarte algo Dégel.
-Dime, te responderé lo que sea.-dijo con confianza.
-¿Es cierto que Kardia y tú se besaron?
-de donde sacaste eso..
-Solo responde.-insistió al ver la cara de asombro que puso el mayor.
-Si.- asintió borrando su sonrisa.- No creo que haya sido lo correcto, me confesó que le gusto.
-Entonces qué esperas? Podrías formar al fin una relación.
-No estoy seguro. No estoy preparado para eso. Por algo me fui de casa.
-Pero es muy diferente, Kardia te quiere, y se te nota que también sientes lo mismo.
-Te hace falta unos lentes.-se burló.
Camus conocía a su hermano, por más serio que fuera había ciertos rasgos que lo delataban. Temía a sentirse amarrado a algo que pueda arruinarle la vida. Temía al compromiso ya que quizá, su amor fuera solo momentáneo y acabaría con sus sueños. Lo cierto era que también deseaba aventurarse a formar parte de una relación. Aunque se lo pensara debía de hacer algo lo más antes posible.
A la mañana siguiente Dégel se había topado con kardia en la puerta del hotel. El peliazul se arrodilló en frente suyo y le dijo:
-Degel, cásate conmigo..por favor, prometo no hacerte daño y..
El peliverde estaba estupefacto, lo sujetó de su brazo para levantarlo cuando el padre de Kardia los sorprendió y lo lanzó al suelo de un empujón.
-Vamonos de aquí, Kardia!.-le gritó tomándolo del cuello de la camisa.
-No! ¡Sueltame padre! ¡Yo lo quiero a él a mi lado!- se soltó estirandose la camisa que se había rajado en el hombro.
Las personas se amontonaron al rededor.
-Ya te dije que él me gusta.-apuntó a Dégel.- te lo dije y sin embargo firmaste un contrato con otra persona y no con los padres de la persona que quiero como esposo.
-Déjate de ridiculeces, denigras a nuestra familia..
-!No me interesa!
-Pisoteas todo lo que tu familia te ha dado, desgraciado.-le escupió en la cara retirándose, pero antes de hacerlo le advirtió que no regresara a la mansión de no ser que acepte la boda que ya estaba planeada.
¿Algo en común? Ambos estaban en desacuerdo con sus progenitores.
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