three :D
- ¿Qué hacemos ahora?
Dégel lo miró con una clara expresión de "No lo sé".
El peliverde se incorporó estirando parte de su vestimenta y extendió una mano humilde a kardia, quién llevaba la mejilla colorada y un rostro algo pálido.
Kardia podía ser ya un adulto, pero aún vivía bajo el ala de su padre, y le tenía el amor suficiente como para sentirse un poco disgustado consigo mismo por haberle tratado de esa forma. En cambio al echar un corto vistazo a Dégel, supo que quizá había hecho bien de comportarse como tal, como un adulto, pero aún así pensó que debió sobrepasarse.
Las voces rápidamente corrieron por todo ello incluso alargando lo corto del momento, y pronto llegarían a oídos de los familiares de ambos afectados.
En cuanto a ellos, se metieron a la habitación y no salieron de ahí por nada del mundo, ni siquiera miraron el cerrojo de la puerta. Se miraron el uno al otro, sin saber quién empezar y con qué tema hacerlo.
Kardia carraspeó, obteniendo la mirada pasiva de Dégel.
-Es incómodo, entiendo.-empezó.-Soy de esa familia demasiado reservada, pero te pido que me perdones. Fui demasiado impulsivo hace un momento y creo haberte dado una forma de ser que no soy en realidad, es solo que me encontraba en una situación difícil.
-Lo se. También estoy pasando por algo similar.
-Ah..
-Mi padre quiere que ocupe el puesto más alto de la familia, él está enfermo, y a pesar de ello, me fui de casa y quise dejar eso a mi hermano menor.
Pero llegar a una situación como esta en estos momentos es verdaderamente algo que no hubiera imaginado.
-Lo siento. Es mi culpa, yo causé este alboroto. Pero de veras, quiero casarme contigo.
Dégel exhaló un breve suspiro, bajando la mirada a sus dedos temblorosos y volvió a subir el rostro, para toparse con kardia aún más cerca que hace unos segundos.
-Invades mi espacio personal.-murmuró dándose la vuelta y tomando una figura artesanal que permanecía en la mesita.-Además, tan solo te he visto un par de veces y me sales con una propuesta de gran tamaño, no podría decidirlo sin antes preveerme de supuestos problemas y cosas por el estilo en un futuro.
-Entonces quieres casarte con la persona que sea específicamente tu otra mitad?-Habló cerca de su cuello, esparciendo su tibio aliento hasta sus oídos, colocando la piel de gallina al peliverde.
Si bien los sentimientos empezaban a aflorar en su pecho, presentía que aún no estaba preparado para ello, por lo que tomando un poco de voluntad lo ignoró y se metió en el baño, escuchándose al instante las gotas de agua golpear el suelo.
Kardia se sentó en la silla que estaba en frente del escritorio, notó las hojas encima y la tinta seca sobre estas, maravillándose de la hermosa y legible letra cursiva que las adornaba.
Las hojas estaban en orden, unas sobre otras, a lo cual las leyó con interés, y casi al final, con un leve sonrojo y brillo en los ojos.
Cuando Dégel salió, ya vestido con algo simple, Kardia lo observó, curvó sus labios en una sonrisa y apagó la luz de las velas, en un instante, saltó a la cama con sólo unas prendas suficientes para no darle incomodidad a Dégel, el cual al verlo, se detuvo un momento antes de sentarse en la esquina de la cama.
-Dormiré en el suelo.-dijo tomando una de las almohadas. Pero el peliazul lo sujetó delicadamente de su antebrazo.
-Recuestate conmigo..-murmuró con la voz suave, encantadoramente melosa y tierna. Como si le rogara y le diera una orden a la vez. Dégel no apartó el brazo que lo sujetaba, declinó sus pensamientos probablemente equivocados y se metió bajo las sábanas.
En los minutos siguientes ninguno había podido dormir, mantenían una distancia considerable y cerraban los ojos solamente para que su imaginación les hiciera una mala jugada. En el caso de Kardia, jamás en su vida había sentido las infernales ganas de querer abrazarlo y tenerlo sobre su pecho, pero ni siquiera se movió y apenas escuchaba la respiración del otro. Era algo extraño dormir juntos, era cierto que apenas y se habían visto poco tiempo, aún así Kardia fingiendo estar durmiendo, se giró y pasó su brazo por sobre el cuello de Dégel.
El peliverde guío su mirada afilada a esa mano cerca de su hombro, colgando apunto de acariciar su rostro y rozando su cuello. Estaba seguro que Kardia dormía y esto podría ser simplemente algo a causa de lo que soñaba, así que no le dió una gran importancia y lo tomó del brazo para colocarlo un poco apartado.
Kardia supo que Dégel estaba despierto. En plena obscuridad se podía ver una tenue figura que se levantaba y bajaba por su respiración que se había entrecortado.
-Estas despierto.?.-se animó a preguntar Kardia, mirando la nuca del contrario.
-Mn.
-Podemos hablar de algo, no lo sé, acabas de despertarme..-mintió.- Cuéntame sobre ti..
Hubo unos segundos de silencio en los cuales Kardia se desesperó.
-Nací en una familia con gran alcurnia, no podía pedir algo mejor, sin embargo a la muerte de mi madre, todo se volvió más apagado, las cenas, los eventos. Nada era igual porque ella era la luz de la familia, aquella estrella que resplandecía más que las demás. Ni siquiera ahora he podido olvidarla, y..me afecta aún sentir que su voz ya no puedo escucharla con claridad en los recuerdos.
Mi hermano menor, Camus, quisiera lo mejor para él, pero sé que no soy un gran ejemplo del cual pueda sentirse orgulloso. Decidí abandonarlo todo, por qué quiero sentirme alguien, conocerme, descubrir cosas nuevas aunque eso genere algo de temor.
Mi padre morirá pronto, creo que...no cumplí con sus expectativas, pero quiero que lo entienda, quiero cambiar con lo que era antes, tener una verdadera vida. Pero jamás imaginé estar contigo.
Kardia se removió entre las sábanas y uno de sus pies tocó el tobillo derecho de Dégel.
-Dégel, presiento que..si empezamos algo juntos, no será en vano, comprendo tu situación, y también la posición en la que ahora me encuentro. Mi padre no te conoce, si llega a entablar una amistad contigo, nos lloverá hasta pétalos de rosa por todo la mansión. Es una buena persona en el fondo, lo sé..
Es rudo, impulsivo, pero el me crió y educó.
Tenemos situaciones casi similares, enserio. Si quisiera jugarte una broma, ya lo habría hecho anteriormente y no estaría aquí. Puedo ser un manga corta pero no me molesta. Me fijé en tí..
¿que te gusta hacer?
-Leer, escribir, viajar.
-A mi también me gusta viajar! ¿Ves? Tenemos cosas en común, podemos ser el uno para el otro.
Incluso ambos tenemos un hermano menor. Y además la misma edad..
-Eso no tiene nada que ver.
-ajá...piensa lo que quieras, pero de lo que sí estoy absolutamente seguro es que aunque te resistas a esta relación, pronto seremos lo más comentado en la boca de todos, nuestro amor llegará lejos, pienso en tí, en lo que podría hacer para gustarte, quiero darte todo, quiero que sepas que cuando me propongo algo, lo cumplo por más difícil que sea.
Nadie dijo nada más, y a la mañana siguiente, el aroma dulce y pegajoso despertó a kardia, quién estaba enrollado en las sábanas. Anteriormente, antes de que dégel se quedara dormido, susurró en voz alta que no se rendiría, no hasta demostrarle que ambos estaban hechos el uno para el otro.
Dégel tenía el rostro apacible, con unos cabellos rebeldes cubriendo su clavícula descubierta por los botones abiertos de la camisa. Preparaba algo delicioso y el olor lo decía todo. Kardia se levantó guiado por el aroma aún con los ojos entrecerrados por el sueño.
Antes de entrar a la pequeña cocina, justamente en la puerta. Dégel tropezó y dejó caer el vaso a un lado, mientras era sujetado de su cintura para no caer sobre los vidrios rotos.
Quedaron así mirándose a los ojos, una calidez inundó sus pechos y desviaron la mirada con un rubor. Era la primera vez que Kardia tuvo vergüenza de mirarlo a los ojos, pero sus latidos los escuchaba tan fuerte como si estuvieran con un megáfono dentro suyo. Kardia apretó sus dedos para poder levantarlo y lo soltó con cuidado en cuanto confirmó que estaba seguro.
Dégel aguantó la respiración, levantó el rostro y sonrió levemente a kardia.
-Gracias..
Kardia aceptó el agradecimiento y se ofreció a recoger los vidrios, poco después, ambos se sentaron a desayunar. Y el peliverde se colocaba aún más nervioso al notar que Kardia no dejaba de alagarlo y decirle lo bien que cocinaba y se veía esa mañana.
Un truco que generaba frutos en el corazón de Dégel, poco a poco, esas miradas sinceras, amables, carentes de toda ignorancia y desagrado le ablandaban incluso las piernas. Llevaban tres días en la misma situación, conociéndose, examinando sus gustos, hábitos, sus debilidades y fortalezas. Por el momento, Kardia logró ya varios contactos a propósito solo para conquistar a Dégel, y mientras más usaba el mismo método, su afecto crecía al igual que su admiración.
En el caso de Dégel, reprimía ciertas expresiones, pero conforme más entablaba algo con kardia, la confianza aumentaba y se dejaba llevar en algunos casos, como dejarle colocar su brazo por sobre su hombro. Rozarle "accidentalmente" su abdomen o cintura por las noches, sentir su amabilidad en cada frase. Admitía que en tan poco tiempo se sentía ansioso por avanzar un paso a la vez.
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