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24


El hecho de que acompañe a Christhoper durante su tratamiento, no significa que me haya descuidado de mis estudios. Al contrario, ahora he adquirido una nueva rutina académica a la que me estoy adaptando poco a poco porque resulta ser algo cansada. Sin embargo, no me queda de otra si lo que quiero es estar con él.

Los días de la semana que voy a la escuela, Sigrid me empaca el almuerzo en una lonchera. Al salir de clases, me dirijo al hospital y le pido a una de las trabajadoras de la cafetería que coloque mi comida en el microondas. Luego subo hasta la habitación de Christhoper, en donde almuerzo mientras él se entretiene en uno de los juegos que ha descargado en su móvil. Y, en otras ocasiones, se dedica a robar mi comida, como hoy.

—¡Hey, hey! —protesto a la vez que lo apunto con el tenedor.

—¡Solo esta papa frita, lo prometo!

Y no sé por qué le creo, sabiendo que no será así. Un par de minutos más tarde, vuelve a meter la mano en mi recipiente para robarme un pedazo de pollo frito y salir corriendo hacia el otro lado de la habitación. Se lo mete a la boca y, con una mirada cautelosa, espera mi reacción. Lo único que se me ocurre es abrazar lo poco que queda de mi almuerzo y echarle vistazos a Christhoper a la espera de un tercer intento de robo. Por suerte, se distrae en su móvil hasta que termino de comer.

El resto de la tarde, Christhoper se va al gimnasio que hay aquí en el hospital y yo me dedico a realizar mis tareas. Traer mi laptop es otro de los sacrificios que hago porque, aparte de echarme el peso en la espalda, no me agrada que los de seguridad me revisen la mochila a la entrada y salida. Es incómodo porque tengo que explicarles para que no piensen que estoy hurtando uno de los dispositivos del hospital. No obstante, hoy era necesario traer mi laptop porque Molly y yo estamos terminando una tarea que expondremos la siguiente semana.

—Creo que deberíamos ponerle una transición a esta diapositiva —sugiere ella desde el otro lado de la videollamada.

—Vale, vale... ya lo coloco.

Después de unos cuantos clics en el PowerPoint, nuestras diapositivas se encuentran listas.

—Genial, solo falta que me envíes la parte del tema que has investigado para asegurarme de que no falte ninguna información —dice ella mientras toma unos apuntes—. ¿Crees que la otra semana nos podamos reunir en la tarde para ensayar la exposición?

Hago un mohín, no estoy seguro de poder darme el tiempo si voy a venir aquí.

—¿Podría ser en la noche? Ya sabes, todas las tardes estoy acompañando a Christhoper. —Señalo detrás de mí para que vea la habitación.

—Ah, cierto, descuida, lo podemos hacer virtual si te parece.

—Perfecto.

A través de mi cámara, veo que la puerta de la habitación se abre y entra Christhoper silbando la melodía de una canción que no identifico. Tiene los auriculares puestos y no se molesta en echar un vistazo hacia donde estoy, por lo que, luego de tirar su toalla sobre la cama —aun sin percatarse de mi situación—, se quita el polo para dejar su torso sudado al desnudo.

Dirijo mis ojos hacia el video de Molly, ella ha quitado la vista como quien no quiere ver la cosa, pero mira de reojo cada cierto rato. Se ha puesto roja.

—Diría que ha sido una rutina productiva, pero sinceramente ya estoy harto de caminar en la máquina de correr —se queja él a la vez que se seca el sudor con el polo que tenía puesto. Se acerca con la intención de abrazarme por detrás y, sin embargo, se da cuenta de la presencia de mi compañera en la pantalla de la laptop, por lo que decide disimularlo—. Oh, perdón, no sabía que estabas ocupado. ¡Hola!

Se vuelve a poner el polo y apoya su brazo sobre mi hombro en una posición confidencial. En mi interior, estoy agradeciendo que él no haya realizado ninguna acción o gesto comprometedor. Molly no sabe nada de lo que tengo con Chris.

—¡Hola! —saluda ella con los ojos entrecerrados—. Él es tu amigo que te recogió la otra vez, ¿no?

Contesto de forma automática, sin procesar mis palabras.

—Sí, él es mi amigo que —veo cómo la amable sonrisa que Christhoper le está ofreciendo a Molly se disipa de a poco y baja la mirada— me recogió esa vez...

—¡Sí, lo reconozco! Un gusto, Christhoper.

—El gusto es mío —responde él, intentando sonar lo más cordial posible, pero sus palabras han sonado desinteresadas.

O eso creo yo.

La he cagado.

Después de despedirse de ella con un movimiento de mano, se encierra en el baño. Al poco tiempo, el sonido de la ducha abierta es lo único que me acompaña en mi reflexión. No obstante, prefiero no hacerme ideas en mi cabeza sin antes saber qué es lo que en realidad le sucede.

¿Se ha enfadado por haberlo llamado «amigo»? Por supuesto, su reacción fue notable. Quizá se esperaba que corrigiera a Molly o que le confesase que entre él y yo hay algo más que una amistad. Pero, ¿cómo? Pensé que ya estaba preparado para hacérselo saber a más personas de mi círculo social, sin embargo, Molly no es más que una compañera de clase y mi relación con ella no va a sobrepasar lo académico.

Me pongo a deslizar la pantalla del Instagram —como si mi dedo estuviera en modo automático— hasta que escucho que el agua de la ducha cesa. Unos minutos después, Christhoper sale hacia la habitación y nuestras miradas se cruzan por un segundo. Se termina de secar el cabello y deja la toalla en el baño.

Vuelve y busca su móvil antes de acostarse en la cama, dejando una distancia prudente entre nosotros e ignorando por completo mi presencia.

«¿Acaso piensa hacerme la ley del hielo?».

—¿Estás enfadado? —interrogo con suavidad.

Se encoge de hombros sin mirarme.

—¿Por qué debería estarlo, amigo?

Vale, sí lo está.

—Chris... por favor. —Me incorporo para tomar su brazo entre mis manos—. Molly es una compañera. No comparto con ella mi vida privada.

No me mira. Ni siquiera corresponde al contacto que he iniciado.

Después de unos segundos, aparta su brazo de mis manos con delicadeza y se dirige hasta uno de los compartimientos para buscar sus auriculares. Cuando veo que toma su chaqueta y se acerca a la puerta, me armo de valor para hacerle frente, en busca de una respuesta.

Abandonamos su habitación y lo sigo por el pasillo, dejando una distancia considerable entre nosotros y preguntándome a dónde se dirige con suma calma. ¿Qué otro lugar aparte de la habitación lo puede acoger en este hospital?

Apresuro mi paso cuando llega hasta el ascensor y se introduce en él. Por suerte, llego antes de que las puertas se cierren y me detengo delante de sus ojos para que evite ignorarme. Presiona el botón del último piso y mientras el mecanismo va haciendo su respectivo trabajo, continúo con lo mío.

Christhoper rompe nuestro contacto visual y se dedica a mirar la pared metálica, en donde se vislumbra nuestro reflejo. A pesar de lo tensa que está la situación, me sugiero a mí mismo intentar relajarme si hoy las cosas no llegan a salir como deseo. Me planteo manejarlo todo de una manera más asertiva.

—No me gusta que estés enfadado conmigo. —Me abrazo a su abdomen y descanso mi cabeza en medio de su pecho. No corresponde a mi abrazo, pero tampoco me aparta. Eso de alguna u otra manera me reconforta—. Lamento haberte lastimado con mis palabras. No quise que eso sucediera.

Levanto la vista a la espera de una reacción suya. Me observa con recelo y luego devuelve sus ojos hacia nuestro reflejo en la pared. Siento que su pecho baja con lentitud cuando deja salir un largo y silencioso suspiro.

—Me dijiste que esta vez sería diferente —dice en voz baja—. Me sigo sintiendo como un secreto tuyo.

Las puertas del ascensor se abren y me aparto cuando hace un ademán de querer continuar su camino.

—No es así. No eres un secreto.

—Sí, claro, como digas.

Intento seguirlo, pero me hace una señal con las manos para que me detenga.

—Por favor, quiero estar solo un momento —manifiesta y se da la vuelta para emprender el camino hacia una puerta azul con un letrero que informa: «Ingreso solo para el personal autorizado».

Intuyo que detrás de esa puerta están las escaleras que conducen hacia la azotea. No me opongo a su decisión, lo veo cruzar el umbral y doy media vuelta para ir por mis cosas porque ya va a ser hora de regresar a casa.



En otras circunstancias, habría dejado que se le pase el resentimiento a Christhoper y, cuando se dignara a hablarme, me tocaría el turno de hacerme de rogar. No obstante, considero que sería una decisión de lo más infantil, sabiendo que fui yo quien tuvo en parte la culpa.

«Querer» es también hacer sacrificios por la comodidad de la otra persona. Y más cuando siento que alguien no la está pasando bien a causa de mis errores.

Una persona ajena a la situación me diría que no tengo por qué cambiar si no deseo compartir mi privacidad con los demás. Pero, ¿cómo resuelvo la situación si también estoy empezando a sentirme cansado de ocultarlo?

En un primer momento, me sentí presionado a confesar todo para hacer feliz a Christhoper. Cuando ocurrió nuestro primer alejamiento estuve reflexionando y dudando de que si seríamos felices llevando lo nuestro a escondidas. Después, me puse en sus zapatos y, a pesar de mis temores y dudas, hay una parte de mí que desea amar en libertad. Sin tener que esconderme. Sin tener que estar a la expectativa de que nos puedan descubrir y se arme un drama, como aquella tarde en la que Estefano nos pilló en mi habitación.

Quiero compartir momentos agradables con Christhoper, cuando se recupere de esta enfermedad, por supuesto. Quiero que mi familia lo reciba y lo acoja en casa, no solo como el amigo de Estefano o amigo mío, sino como mi novio. Quiero que su familia haga lo mismo conmigo. Que ambas familias socialicen y entablen una bonita relación. Que se aprecien y, en especial, que nos aprecien a nosotros dos.

Quiero sentir que nos apoyan y que siempre nos desean lo mejor.

Y lo más importante: no quiero que Christhoper se sienta defraudado por la persona que más quiere.

No me lo perdonaría jamás, aunque el karma ya me lo haya cobrado en el futuro.

Es por eso que ahora me encuentro ajustando los últimos detalles de mi plan.

Ayer, cuando lo vi cruzar la puerta de acceso restringido, sabía que subiría a la azotea para estar solo y escapar de los problemas por un momento. Pero no imaginé que este lugar tuviera un ambiente sanador. De hecho, la vista desde aquí es preciosa. Se puede apreciar todos los pabellones del hospital, los ventanales del gimnasio donde Chris hace cardio todas las tardes, el estacionamiento y el patio central donde hace un par de días atrás estuvimos conversando sobre nuestros sabores de helado favoritos.

Efectivamente, estar aquí, a solas, es una medicina para el alma si de reflexionar se trata. Desde esta altura de casi diez pisos, me siento poderoso, superior a todos y a la vez invisible. Es como si me hubiese aislado de todo el mundo y ahora entiendo por qué decidió venir aquí para pasar el rato solo. Se siente como si la tierra entera se hubiese olvidado de mi existencia.

O eso creo hasta que el mensaje de Estefano me regresa al mundo real:


El ave ha abandonado el nido. Repito: el ave ha abandonado el nido.


No me da tiempo de reír por el divertido código que ha creado. Corro a esconderme detrás de un pequeño muro porque el plan se encuentra en ejecución. A estas alturas, Christhoper ya debe de haber leído la tarjeta que introduje por debajo de la puerta de su habitación, la cual decía:


«Sube a la azotea a las cuatro de la tarde».


Intuyo que ahora está ingresando en el ascensor para dirigirse al último pasillo del hospital, así que espero con toda la paciencia que he reunido.

Al cabo de un par de minutos, no hay señales de él y comienzo a pensar que quizá ha ido a otro lado, tal vez al gimnasio. No obstante, la puerta de la azotea se abre y echo un vistazo rápido por encima del muro que estoy usando como escondite. Christhoper asoma la cabeza por el umbral y, confundido, da un paso para indagar a su alrededor. Es obvio que busca a la persona que lo ha citado, pero no la va a encontrar por ahora, claro está.

Cuando baja la vista y se da cuenta de la hilera de tarjetas que hay en el suelo, se coloca en posición de cuclillas para observar la primera. Esta tiene una foto de nosotros que nos tomamos el día de mi cumpleaños y la parte trasera contiene el siguiente mensaje:


«Sé que sigues enfadado, pero juro que no fue mi intención».


Luego, se pone de pie y alcanza la segunda tarjeta que muestra una foto de nosotros en Seattle, esta también tiene una descripción:


«No sé si lo sabes, pero estos últimos meses han sido los mejores, aun con los altos y bajos que hemos tenido».


Y así, hay una cadena de tarjetas con fotos de nosotros, portadas de canciones, series y películas favoritas, cada una de ellas con su respectiva frase.


«Momentos que custodio en mi corazón, como la primera vez que te vi, o cuando te preocupaste porque no respondí a tus mensajes y trepaste mi ventana para saber cómo me encontraba. Dios, esa fue una de las tantas cosas preciosas que has hecho por mí».


«O como la tarde en la piscina, cuando me preguntaste dónde estuve todo este tiempo que no me conociste. Es una pregunta que siempre recuerdo. Sin embargo, pienso que las cosas suceden en el momento indicado. Quizá el Nicolás de antes no te hubiese agradado tanto como el Nicolás de este año. No te habrías enamorado de él, de eso estoy seguro».


«Y cuando digo que las cosas suceden en el momento indicado, me refiero a esto. A nosotros. A lo afortunado que me siento por tenerte a mi lado. El momento es ahora. No mañana. No dentro de unos meses. ES AHORA».


«Es ahora cuando debemos valorar a las personas que queremos porque no sabemos si un error nuestro o, tal vez, el destino las aleje. Y ya no estamos para arrepentirnos. De verdad, estoy cansado de arrepentirme siempre».


«Estoy cansado de que esta situación establezca una diferencia entre nosotros. Y está bien que las haya, pero debemos solucionarlas para mejorar... Es por eso que hoy te he citado aquí».


«Nos prometimos que esta segunda oportunidad sería diferente y quiero que así sea. Pero primero, quiero que sepas que he olvidado hacerte una pregunta desde hace semanas. Es una pregunta importantísima. Es más, creo que ambos olvidamos hacerla, pero descuida que la haré yo».


Christhoper toma la última tarjeta y ocupo mi posición según lo planificado.


«Date la vuelta».


Sus ojos encuentran los míos y puedo ver en ellos un poco de sorpresa, aunque ya confirmó que se trataba de mí. Sin romper el contacto visual, hinco la rodilla en el suelo y saco una pequeña caja de terciopelo que traía guardada en el bolsillo de mi casaca.

Palidece al verme frente a él, de rodillas.

—Christhoper Jayden Wood, ¿quieres ser mi novio? —pregunto y le muestro la pulsera que hay dentro de la cajita.

Él deja salir una larga bocanada de aire y hasta parece que se le regresa el alma al cuerpo al darse cuenta de que no es lo que estaba pensando.

—Mierda, Nicolás, por un momento creí que me pedirías matrimonio —vuelve a suspirar y me hace un gesto para que me ponga de pie—. ¿No se supone que ya somos novios? ¿A qué se debe esto?

—Aparte de que faltaba formalizar nuestra relación, hice esto para demostrarte que en verdad quiero hacer las cosas bien. No volverás a sentirte como un secreto, nuestra felicidad merece ser compartida con todos —explico, colocándole la pulsera que he comprado para él.

—¿En serio estás preparado para confesárselo a los demás?

—No pienso quedarme con miedo por el resto de mi vida, Christhoper. Ya estoy cansado de tener que esconderme o estar alerta para que no nos descubran. No creo poder tolerarlo más tiempo.

—No quiero que te sientas presionado, ayer estuve reflexionando sobre mi reacción y...

Le coloco mi dedo índice en los labios para que guarde silencio.

—Te prometí que todo sería diferente y así será. Confía en mí, solo quiero que seamos felices, ya lo otro deja que lo solucione yo, ¿vale?

Sonríe y me acaricia la mejilla con su pulgar.

—Me encanta cuando te pones en modo mandón.

—Anda, ya dime que sí.

Me ofrece otra sonrisa de boca cerrada y está a punto de responder, hasta que recuerda algo. Levanta una ceja y se lleva las manos a las caderas.

—Diré que sí, pero solo con una condición.

—¿Cuál?

Por la sonrisita pícara que esboza, intuyo que no será algo fácil.

—Que me dejes darte un beso.

—¿Qué?

—No hay beso, no hay novio oficial —contesta como quien no quiere la cosa.

Me encojo de hombros.

—Igual ya eres mío.

—Me encanta cuando te pones posesivo también —añade.

—Chris, ya hemos hablado sobre lo de besarnos.

—Por favor, Nicolás, ya pasó casi una semana desde la última quimioterapia. Mis defensas ya deben de haber...

El sonido de la puerta abriéndose detrás de nosotros nos hace dar un respingo del susto. Por un momento, llego a pensar que alguien del personal del hospital nos ha descubierto.

No obstante, después de casi haber escupido el corazón por la boca, suspiro de alivio cuando veo que son mi hermano y Narel, los otros cómplices de esta sorpresa, o eso se suponía que eran.

—Ay, no, creo que llegamos tarde —le dice él entre dientes a su novia.

—Pero, ¿qué? —Christhoper suelta una carcajada, mirándolo de pies a cabeza.

—No sé cómo nos ha convencido de hacer esto —explica Estefano, señalando el disfraz de corazón que trae puesto, al igual que mi amiga.

Narel le da con el codo y le pasa el borde del cartel que dice: «¿Quieres ser mi novio?», el mismo que tenían que mostrar al momento en que Chris se giraba. De igual manera, lo agitan, entusiasmados, con una sonrisa de oreja a oreja.

—Llegaron tarde, olvídense de su pago —aviso y ellos intercambian una mirada de desconcierto.

Estefano intenta abrir la boca para protestar, pero el sonido del móvil de Christhoper nos hace dar un nuevo respingo del susto. Se aparta para responder a la llamada entrante, luego regresa y nos indica que debemos volver a la habitación porque la doctora ya tiene el tan ansiado resultado del aspirado de médula.

Siendo sincero, no pensé que las tres semanas se iban a pasar volando y ahora me encuentro mucho más ansioso de lo que ya estaba a inicios de la cuenta. Este resultado es un punto clave en el tratamiento, a partir de él sabremos si las quimioterapias están siendo exitosas.

Mi novio y yo nos reunimos con la médica en medio de un ambiente tenso y lleno de nervios. Trago saliva varias veces mientras ella le da una repasada a los documentos; me acaricio las manos a modo de ocultar mi ansiedad, pero creo que solo estoy presionando más la situación, así que dejo de hacerlo y busco mi móvil como medio de escapatoria. Parecen minutos de espera hasta que, finalmente, se aclara la garganta y nos mira.

—¿Y bien, doctora? —quiere saber Christhoper.

Con los ojos aún puestos sobre los papeles, da un asentimiento de cabeza.

—La enfermedad ha bajado a un sesenta y dos por ciento.

¡Ha bajado! Del noventa y siete por ciento que tenía cuando ingresó de emergencia al hospital, la leucemia ha ido disminuyendo en este primer ciclo de quimioterapia. Al menos, me alivia bastante saber que el tratamiento va por buen camino y ya no se encuentra en un estado crítico, como hace tres semanas.

Chris me regala una sonrisa esperanzadora, acompañada de un brillo especial que hace mucho no veía en sus ojos. Y quiero contagiarle mi emoción con un abrazo que denote lo orgulloso que me siento de él, sin embargo, la seriedad de la especialista detiene toda intención de compartir mi felicidad.

—Eso quiere decir que ya estoy curándome, ¿verdad, doctora? —La voz temerosa de Christhoper es una clara señal de que, al igual que a mí, algo no termina de convencerlo.

Ella niega con la cabeza y se toma un momento para pensar lo que va a añadir.

—Lamento decirte que el porcentaje que ha arrojado el aspirado no es el deseado. Un sesenta y dos por ciento solo nos confirma que tu leucemia es inmune a la quimioterapia.

—¿Qué? ¿Y cuánto es el porcentaje esperado?

—Menos del cinco por ciento.

Me quedo helado.

¡¿Menos del cinco por ciento?!

Ante nuestro silencio y el cruce de ambas miradas desconcertadas, la doctora continúa.

—Seguiremos con las quimioterapias, pero tendremos que aumentar la dosis. Veremos cómo te va en este nuevo ciclo del tratamiento.

Y solo esas palabras bastan para quitarnos la sonrisa del rostro. 


Hola a todos, aquí tienen una nueva actualización. Espero les haya gustado, esta semana me dediqué a full a escribir, por lo que he actualizado rápido. 

¿Qué les pareció el capítulo? Ahora ya saben que el segundo nombre de Christhoper es Jayden. 

Si les gustó, por favor apoyen esta historia con sus votos y comentarios, los estaré leyendo todos. Gracias por seguir dándole amor a Nico y Chris. 

Nos vemos pronto.  

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