22
Cuando le prometí a Christhoper acompañarlo durante las quimioterapias, no era consciente de lo complejo que iba a ser todo el proceso. Y más porque ha empezado de una manera inesperada.
Si bien es cierto, su doctora había programado la primera quimioterapia para dentro de dos días, así le daba plazo a Chris para que empacara lo necesario y se trasladase al hospital en el que se realizará el tratamiento. Sin embargo, un fuerte dolor de cabeza —que luego pasó a ser una fiebre de cuarenta grados— fue el detonante para que sea internado de emergencia. Por suerte, la fiebre fue controlada y él pudo descansar toda la noche.
Ahora, estoy acompañándolo mientras desayuna una ensalada de frutas que le he preparado antes de venir al hospital. Verlo así de tranquilo me regocija. Y también el hecho de que estoy desempeñando un buen rol de acompañante. Ayer estuve aquí hasta tarde, esperando a que le bajara la fiebre. Luego la doctora me informó que ya estaba estable y le pedí a Estefano que viniera por mí.
Aquí, en el nosocomio, le han brindado una habitación para que se quede durante este mes que tendrá la primera ronda de quimioterapias. Es muy acogedora; tiene una ventana que da hacia la calle, un baño propio muy moderno y unos compartimentos para que pueda poner sus cosas que ha traído. Por ahora, lo único que tiene dentro de la mochila, es la poca ropa que ayer empaqué por él.
Así que, mientras termina de desayunar, empiezo a desempacar y a doblar las prendas para después colocarlas dentro del armario.
—¿La doctora Sendler vendrá dentro de poco? —pregunto y le doy una mirada rápida.
Se ha quitado los piercings de la cara para el tratamiento. Se le ve un poco distinto; la ausencia de dichos accesorios le otorga una apariencia de chico inocente.
—Dijo que vendrá con los resultados del aspirado y también a ponerme el catéter. —Hace un gesto de asco y pincha un pedazo de plátano con el tenedor—. No quiero que me vuelvan a hacer un aspirado de médula. Te juro que vi a Satanás desnudo. No sé por qué no he quedado traumado después de eso.
Río por su comentario, pero a la vez me compadezco al imaginar lo doloroso que pudo haber sido. Según investigué en internet, un aspirado de médula consiste en penetrar el hueso de la médula ósea con una jeringa y extraer el líquido. Sin duda fue una situación poco agradable para él. Desearía haber estado allí para sostener su mano, sin embargo, tenía que asistir a la escuela.
—No es por asustarte, pero anda haciéndote la idea de que vendrán más aspirados.
—Prefiero lanzarme por la ventana. Eso dolería menos —asegura y pongo los ojos en blanco antes de seguir desempacando. En eso, un curioso bóxer de color celeste con diseños de calaveras se asoma entre la ropa y Christhoper baja el tenedor para añadir—: ¿No te pedí que solo trajeras colores enteros?
Se ha sonrojado.
—¿Es nuevo? —Reviso la prenda por ambos lados.
—No. —Frunce el ceño con una expresión divertida—. Ese bóxer me lo has visto varias veces... antes de bajármelo...
—¡Christhoper! —lo reprendo con la mirada.
—Nadie me ha oído, tranquilo. —Suelta una carcajada por lo bajo.
Al menos, está recuperando el buen humor y las risas son frecuentes. Eso me alivia en parte. Es importante que durante el tratamiento no se deprima, pues la falta de buen humor desfortalece el sistema inmunológico.
—Voy a extrañar esos buenos polvos —se sincera y me ofrece una sonrisa triste.
A pesar de que me he sonrojado, comparto el mismo sentimiento.
—Ya habrá un momento en el que podamos retomarlo.
—¿Sabes? Una de mis fantasías sexuales es hacerlo en una cama de hospital.
Su mirada pervertida me alude al instante y estoy a punto de regañarlo, pero la puerta de la habitación se abre. La doctora Sendler aparece debajo del umbral, acompañada de una enfermera más.
—Buenos días, chicos —saluda—. ¿Cómo te encuentras, Christhoper? ¿Mejor?
—De maravilla. —Sonríe él.
—Bien, tengo aquí los resultados del aspirado y qué bueno que está tu amigo contigo —me mira—, porque quiero que me ayude a convencerte de tomar esto con seriedad.
Tomo asiento en la cama, a un lado de Christhoper.
—¿Está todo bien, doctora? —digo.
—Quisiera decir que sí, pero no. —Niega con la cabeza y se toma un momento para leer el documento que tiene en la mano. Analizo su expresión relajada, sin embargo, no puedo negar que sus palabras han sido dichas con preocupación—. Por favor, Christhoper, necesito que pongas todo de tu parte. Has dejado pasar esto mucho tiempo. El aspirado ha arrojado un resultado de noventa y siete por ciento de blastos.
—¿Y eso es malo? —interroga él.
—Por supuesto. Eso significa que tienes la leucemia avanzada. Sí o sí tenemos que iniciar con las quimioterapias hoy. No podemos perder tiempo y es por eso que necesito también de tu ayuda, tienes que estar comprometido con esto.
—Lo estoy, doctora. —Asiente con la misma seriedad que ella.
—Iniciaremos con el tratamiento y dentro de unas semanas te haremos de nuevo un aspirado para comprobar que las quimioterapias están siendo efectivas. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
La expresión de decepción que atraviesa por su rostro es notoria y sé que es por lo del tema del aspirado. Coloco mi mano sobre su hombro y le doy un suave apretón en señal de apoyo. Lamentablemente, es algo que no podemos cambiar en el tratamiento, ya que debe seguir un protocolo.
Quince minutos más tarde, la doctora se prepara para anestesiar la zona de la clavícula, en donde colocará el catéter venoso central. No obstante, la reacción de sobresalto que tiene Christhoper al ver la aguja, nos deja sorprendidos.
—Solo será un pequeño pellizco —le informa ella y se pasa como alrededor de un minuto indagando la zona—. Cariño, por favor, necesito que te tranquilices y dejes de estar tenso porque no puedo encontrarte la vena.
—Estoy tranquilo.
—Okey, intentaré de nuevo. Cuando una persona les tiene miedo a las agujas, su cuerpo esconde las venas. Es como un sistema de protección. ¿Tú les tienes miedo a las agujas?
—Puede que un poco. —Arruga la nariz como niño pequeño.
—Pero es muy curioso, ya que tienes varios tatuajes.
—Eh... eso es una larga historia —responde con una sonrisa apenada.
—Me gustaría oírla algún día.
Finalmente, la doctora logra encontrar la ansiada vena y es hora de colocar el catéter. De manera voluntaria, le ofrezco mi mano a Christhoper para que la sujete mientras dura el proceso. Sus ruegos para que lo haga despacio y los gemidos no se hacen esperar. Hasta considero quitarle mi mano porque, si fuera físicamente posible, me arrancaría el brazo de tanto apretarlo y jalarlo.
Su expresión de alerta a cada movimiento que realiza la doctora es un poco graciosa y a la vez interesante. Si les tiene miedo a las agujas, ¿por qué tenía piercings? De pronto, recuerdo la vez que tuvo el sangrado nasal en mi habitación. También le tiene rechazo a la sangre, por lo que comprendo que todo este asunto clínico no será de su agrado y le costará acostumbrarse a las agujas y, por ende, a los pinchazos.
Christhoper se tranquiliza y espera paciente a que la doctora coloque la bolsa de quimioterapia en el portasueros. Al terminar el procedimiento, ella se retira —después de decirnos que luego vendrá a monitorear— y noto que el líquido de la bolsa va descendiendo a través de la sonda.
El tratamiento ha iniciado y para mí es importante desde los primeros segundos manifestar y canalizar mis buenas vibras para que todo vaya de la mejor manera y Chris salga victorioso de esta enfermedad.
Él me hace un espacio en la cama y con su mano palmotea el colchón para que me acerque. Tomo asiento y me acuesto a su lado, correspondiendo a la hermosa sonrisa de boca cerrada que me ofrece para decirme que todo va de maravilla.
Saco mis AirPods del bolsillo de mi pantalón y tras conectarlos a mi móvil, le coloco uno.
—Vamos a amenizar estas cuatro horas de quimioterapia con música —le digo.
Con una mirada curiosa, extiende la mano en mi dirección.
—¿Puedo elegir la primera canción? —Levanta la mirada y pone ojos de cachorrito para convencerme.
Y cómo decirle que no, si le sale tan bien.
—Claro.
Se introduce en mi playlist y realiza una rigurosa búsqueda entre mis pistas favoritas, hasta que comienza a sonar Do I Wanna Know? de Arctic Monkeys.
—Buena elección —digo.
—Estoy obsesionado con este temazo. Que no te sorprenda si lo repito diez veces más.
Río y dejo un beso sobre su cabello mientras lo veo hacer ademán de tocar una batería en conjunto con la instrumental. Después, el modo aleatorio pasa a reproducir Call Out My Name de The Weeknd y toma mi móvil para saltar a la siguiente canción.
—Esa no porque me pone cachondo —explica.
En medio de su pícara risa, inicia Those Eyes de New West y el silencio empieza a ambientar la habitación. Christhoper busca mi mano para unirla con la suya y, sin pronunciar palabra alguna, me acaricia el dorso con su pulgar. No pongo resistencia, al contrario, me dejo llevar por el momento, pues se acopla muy bien con la romántica melodía.
Suena la segunda estrofa y, de pronto, su voz capta mi atención cuando comienza a cantar la letra de manera suave:
—Every «hi», every «bye», every «I love you» you've ever said.
Mis labios se entreabren por la sorpresa, a la vez que él reposa su cabeza sobre mi hombro y pega su cuerpo al mío. Continúa cantando y yo sigo manteniendo mi atención, como si fuera el intérprete más destacado en la industria musical.
—'Cause all of the small things that you do... Are what remind me why I fell for you...
A pesar de que no es la voz más afinada y armoniosa del mundo, para mí es hermosa; no por el color de su timbre, sino por el sentimiento y estilo que utiliza para darle ese toque romántico y tierno que amerita la canción.
Se detiene en medio del coro final y escuchamos lo último que queda de la letra. La siguiente en la lista de reproducción es The Night We Met de Lord Huron y recuerdo que también es una de sus canciones favoritas. A mitad de la canción, noto que tiene la mirada perdida en un punto fijo de la habitación y, luego de varios segundos de ensimismamiento, es él quien rompe el silencio:
—No estaba sobrio cuando lo hice.
Mis cejas se fruncen por sus palabras. No sé de qué me habla.
—¿Hacer qué? —quiero saber.
Suelta un profundo suspiro.
—Los tatuajes —explica—. Fueron producto de un reto.
Entreabro los labios por sorpresa. De manera inevitable, mi mente viaja al día en que lo conocí: la barbacoa del 4 de julio. Desde el momento en que llamó mi atención, creí que sus tatuajes eran parte de su estilo, que se los había hecho por voluntad propia. Es por eso que oír lo contrario me desestabiliza un poco. Sus tatuajes es algo que he aprendido a apreciar de él. No me lo imagino sin ellos.
Al no obtener respuesta de mi parte, considera apropiado continuar con la historia:
—Todo ocurrió durante uno de los primeros ciclos de la universidad. Solía asistir con mis compañeros de la facultad a fiestas de fraternidad y en una de esas noches, bebí demasiado y el alcohol me motivó a participar de esos juegos con retos que se arman en medio de la fiesta. Como ya te puedes imaginar, perdí y tuve que cumplir un reto.
—¿Y el reto era tatuarte?
—Así es. Y no uno, sino dos tatuajes. —Suelta una risita corta—. Ahora me causa gracia, pero en ese momento me estaba cagando de miedo.
—¿Qué tan ebrio estabas para atreverte a hacer algo así? —Río.
—Muy ebrio. Mis excompañeros me llevaron cargado hasta la puerta de un estudio de tatuajes en medio de la madrugada. Dijeron que casi vomito en la entrada del lugar. —Se remanga el polo para dejar su hombro izquierdo al descubierto y así enseñarme el tatuaje que tiene ahí—. Al menos, me dieron la libertad de elegir los diseños. El primer tatuaje que me hice fue estos rayos que más parecen ramas de árboles, pero no, son rayos.
—Vale, son rayos. —Asiento con un poco de gracia por la comparación.
—De pequeño les tenía mucho miedo a las tormentas. Ahora, me parecen toda una maravilla de la naturaleza. El rayo es un fenómeno imponente, además, representa el poder y la fuerza. Desde entonces, se convirtió en uno de mis símbolos favoritos.
»El segundo tatuaje que me hice fue el del ángel de la justicia, porque considero que representa una de mis cualidades. Soy una persona justa; me gusta que las cosas sean equitativas y es algo que quiero llevar de la mano con mi carrera. Seré un abogado que priorice la justicia. No quiero ser uno más del montón, ya sabes, de esos abogados que son corruptos y que solo piensan en llenarse los bolsillos de dinero.
—Estoy seguro de que serás el mejor abogado de la ciudad.
—Y tú serás el afortunado de tener al mejor abogado de la ciudad. —Besa mi mejilla.
—¿Seré envidiado? —agrego en broma.
—Por supuesto. No todos tienen la oportunidad de estar con este big boy. —Me guiña un ojo y no puedo evitar reír.
—Vale, big boy. —Le doy un suave pellizco en la mejilla—. ¿Y el tercer tatuaje? ¿También tiene un significado?
Asiente y me muestra el tatuaje de la mariposa, cuyas alas tienen el diseño de un cráneo.
—El tercer tatuaje lo hice poco tiempo después. Tiene mayor significado que los otros dos. —De manera repentina, la serena expresión que tiene en el rostro, se torna triste y baja la mirada hacia el tatuaje de la mariposa—. Me mudé a California para asistir a la universidad. Era la primera vez que estaba lejos de casa, extrañaba mi hogar, a mi madre; vivía en un pequeño apartamento y me sentía demasiado solo.
»Es allí donde conocí a aquellas personas que me introdujeron a las fiestas de fraternidad. Sin embargo, no tardé en darme cuenta de que me estaba arruinando la carrera y la vida al estar frecuentando esos lugares. Mis notas bajaron, no asistía a clases porque tenía que lidiar con la resaca y hubo días en los que no comía porque gastaba casi todo el dinero que tenía para mantenerme durante el mes. Comprendí también que esos compañeros solo me buscaban para beber y, cuando me negaba, ellos se enfadaban y dejaban de escribirme. No dudé en tomar distancia de a poco, pues cada día que pasaba, me convencía de que eran una mala influencia para mí.
—Que bueno que te diste cuenta a tiempo.
—Me quedé completamente solo. Comencé a sentirme vacío, no quería salir de aquella habitación porque pensaba que afuera solo encontraría más soledad en una ciudad desconocida y grande. Lo único que necesitaba era regresar a casa y reencontrarme conmigo mismo para empezar desde cero.
—¿Y eso fue lo que hiciste?
—Sí. Pero antes de regresar quería cerrar esa etapa de mi vida. Es por eso que la última noche bebí lo suficiente en mi habitación y después salí hacia el estudio de tatuajes para realizarme esta mariposa. Esa misma noche también me hice los piercings que tenía hasta hace un par de días. Quería ser un nuevo Christhoper.
—O sea, para ti... ¿La única manera de tatuarte era estando ebrio?
Él asiente.
—Cuando estamos ebrios se acrecienta nuestra motivación y no sentimos dolor. —Hace un mohín y yo asiento con notable diversión por la estrategia que me está contando—. La mariposa es una especie muy hermosa que simboliza el renacer y una nueva vida. Sin embargo, quería que se complementara con algo que represente el fin de un ciclo, es por eso que las alas de la mariposa forman la imagen de un cráneo, que simboliza la muerte. Así, el diseño muestra en una sola imagen el final de mi antiguo yo y el nacimiento de la persona que soy ahora.
—¿Y después de eso volviste a Portland?
—Sí, y también me trasladé a una universidad de aquí, donde estuve estudiando hasta ahora. Bueno, hasta esta semana porque he decidido reservar la carrera para centrarme en el tratamiento.
—Me parece una decisión correcta, así no te preocuparás por ambas cosas.
—Pero también me aburriré en esta habitación.
—Ya encontrarás un pasatiempo.
—Lo dudo. Soy un chico de acción. Y ahora que lo pienso... no podré ir al gimnasio. —Se golpea la frente con frustración—. Ay, no... ¡Perderé masa muscular y todo mi progreso!
—Chris... Chris... tranquilo, ¿sí? Ya habrá tiempo para que retomes todo eso. Es más, si deseas luego le pregunto a la doctora si puedes ejercitar, pero de manera moderada, ¿okey?
—Pero...
—Chris... —le ofrezco una mirada autoritaria y él bufa.
—Está bien —acepta a regañadientes.
Asciendo mi mano hacia su cabello y lo acaricio para transmitirle serenidad.
—Sé que esto es difícil para ti. Incluso para mí porque sé que ya no podremos hacer lo mismo de antes, pero debemos adaptarnos durante un tiempo si queremos tu recuperación. —Lo escucho suspirar y asentir al mismo tiempo. Decido retomar el tema anterior para relajar el ambiente—. Y gracias por compartir conmigo la historia de tus tatuajes. Son muy bonitos y más si tienen un significado detrás; eso los hace muy especiales.
—De nada. Son parte de mi estilo y de mi historia. Y me hace muy feliz compartirlo contigo.
La sonrisita de niño engreído que se le forma en la cara, es la señal que esperaba para convencerme de que estoy haciendo las cosas bien con él. Esa hermosa expresión me inspira mucha paz y a la vez protección. Christhoper se ha convertido en uno de mis lugares seguros y creo que yo soy uno de los suyos. Lo quiero demasiado y no quiero que se vaya de nuevo. Deseo tenerlo para siempre conmigo.
Horas más tarde, entre pláticas, anécdotas y canciones de fondo, Christhoper termina la primera quimioterapia. Y, por suerte, no presenta síntomas secundarios, lo cual agradezco porque no me imagino lo difícil que sería para él padecerlos.
Nos pasamos el resto de la tarde mirando episodios de una serie en Netflix, hasta que anochece y llega el momento de marcharme, lo cual no quiero porque eso significa dejar solo a Chris. No obstante, también tengo que regresar a casa y hacerme cargo de Nieve. Estefano me ha ayudado a cuidarla hoy, sin embargo, papá me ha puesto a prueba y no puedo defraudarlo si quiero quedarme con ella.
—Apenas llegue a casa, te haré videollamada para hacerte compañía, ¿vale?
Christhoper entreabre los labios para responderme, pero sus palabras se ven interrumpidas por unos toques en la puerta. Ambos nos volvemos al mismo tiempo para saber de quién se trata.
—Buenas noches —saluda una mujer desde el umbral—. Perdón, espero no interrumpir.
—Claro que no, adelante —contesto.
Mujer rubia, de cabello corto, gafas rojas y atuendo elegante. No hace falta preguntarme dónde la he visto antes, pues su rostro ha sido portada de titulares políticos en muchos diarios y ha aparecido varias veces en las noticias.
Es Ada Wood, la gobernadora de la ciudad y...
—¿Mamá? ¿Qué haces aquí? —pregunta Christhoper, estupefacto.
—Chrissi, ¿cómo te sientes? Hablé con la doctora hace un momento y me dijo que ya te hicieron la primera quimioterapia. —No le da tiempo para que responda, pues sus ojos recaen sobre mí y, con una gentil sonrisa de boca cerrada, me extiende la mano y me dice—: Ada Wood, es un placer.
Con la misma amabilidad, estrecho su mano y me presento.
—Nicolás Arnez. El placer es mío, señora.
—¿N-Nicolás? —Levanta las cejas e instantáneamente se vuelve hacia su hijo—. ¿Es el mismo Nicolás del que siempre hablas?
Christhoper se cubre la cara con una mano para ocultar su sonrojo.
—Nicolás, al fin puedo conocerte. —Me sonríe y, por un segundo, me pregunto qué tanto sabe sobre mí. Tras ignorar algunas de mis preguntas, vuelvo a centrarme en sus palabras—. Por motivos laborales, no puedo estar con él en sus quimioterapias, pero me comentó que tú estarás acompañándolo por las tardes.
—Así es. De hecho, estaba por regresar a casa —comento.
—Está bien. Yo me quedaré con él hasta que se duerma. —Le da una mirada rápida a Christhoper, quien ahora finge no escuchar nada por estar concentrado en su móvil—. ¿Vendrás mañana?
—Sí, pero después de la escuela.
—Okey, yo llegaré después del trabajo, a esta misma hora.
—¿Mañana también vendrás a verme? —pregunta Christhoper con la misma cara de sorpresa que tenía cuando la vio entrar.
—Por supuesto, Chrissi, vendré todos los días. —Le hace un gesto obvio con las cejas y luego se vuelve hacia mí para añadir—: Nicolás, te acompaño hasta el pasillo.
—Gracias —respondo y me despido de mi chico con un movimiento de mano. Él responde enviándome un beso en el aire.
—De nada. Gracias a ti por venir hoy —me dice cuando hemos salido de la habitación—. Para él es importante tu presencia en estos momentos. Eres alguien muy especial para mi hijo.
Vale, con esas palabras estoy empezando a creer que ella está al tanto de todo.
—Gracias de nuevo, señora. Él también es muy especial para mí.
—Fue un gusto conocerte, Nicolás. —Extiende su mano y no dudo en estrechársela a modo de despedida—. Espero poder platicar más contigo y así conocernos. Bueno, ya habrá oportunidad de compartir con el novio de mi hijo.
«Vale, sí que está al tanto de todo».
—Claro. —Asiento con una sonrisa tímida.
—Ve con cuidado.
Se despide también con una sonrisa y se introduce en la habitación. Giro sobre mis talones e inicio el camino hacia la salida del hospital mientras reproduzco en mi cabeza sus palabras, las mismas que han terminado por resolver mi duda.
Ella sabe sobre mi relación con Christhoper.
Sin embargo, y a diferencia de otras veces, la sensación que me aborda no es de temor. Al contrario, el hecho de saber que él le ha contado sobre mí y que Ada me considera una persona especial para su hijo, se siente muy gratificante.
Me siento querido, aceptado y sin la necesidad de esconder mis sentimientos o negarlos.
Con una sonrisa estampada en el rostro, abandono el hospital, lugar en el que, por primera vez, me abordan las ganas de gritar a los cuatro vientos que estoy enamorado del big boy llamado Christhoper Wood.
¡Hola!
En primer lugar, perdón por la demora.
Segundo, espero que hayan disfrutado del capítulo.
Gracias por sus comentarios y mensajes que me dejan aquí y en Instagram. Estoy intentando separar un tiempo adicional para escribir y actualizar más seguido, pero a la vez me entristece decirles que la historia ya está entrando a su etapa final. Quedan menos de diez capítulos para que termine.
Bueno, no nos pongamos tristes por algo que aún no acaba. Los veo en Instagram, ahí estaré subiendo historias o edits de este capítulo.
Nos vemos luego. ❤
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