14
Mientras abandono el pasillo, tengo la horrible sensación de que mis piernas pueden fallar en cualquier momento. Me tiemblan como gelatina. De hecho, todo mi cuerpo está débil a causa de los nervios, pues no estoy seguro de cómo va a terminar esto.
No sé si estoy haciendo lo correcto, a veces dicen que es mejor esperar a que los problemas se enfríen para poder solucionarlos, pero siendo sincero, no podré esperar hasta mañana para hablar con mi hermano. No quiero irme a dormir, sabiendo que me ha visto besando a su amigo y que quizá espera una explicación de mi parte, aunque no necesito darle explicaciones porque es mi vida privada. Sin embargo, él fue quien trajo a Christhoper a esta casa, por lo que tiene un poco de cabida en el tema.
Una parte de mí, me reprende mentalmente por haber hecho caso a mis instintos, por haberme ilusionado con Christhoper, sabiendo que en cualquier momento alguien de esta mansión nos podía atrapar. Yo sabía que estaba jugando con fuego en mi misma casa y corría el riesgo de provocar un incendio que me deje en ruinas.
Así está mi vida ahora, ya he iniciado el incendio, se están extendiendo las llamas y queda en mí evitar que no llegue a mayores. Dentro de todo este lío, aún existe la esperanza de que la conversación con Estefano sea exitosa y pueda continuar con lo que tengo con Christhoper.
«Mierda. Debo tomar todo con calma y dar un paso a la vez».
Si quiero salir de una situación, no puedo lanzarme de inmediato a otra. Y con más razón si Estefano decide no apoyar lo mío con Christhoper. Conociéndolo, me seguirá hasta el baño para cerciorarse de que no me estoy viendo con él a escondidas.
Después de buscar a mi hermano por todos los rincones de la casa, llego a parar al patio trasero, donde está sentado en una de las sillas que hay alrededor de la piscina. Se encuentra en una posición de descanso, con los codos sobre las rodillas y los dedos acariciando su entrecejo. Sé que suele hacerlo para intentar calmarse.
Camino hasta donde está y levanta la mirada cuando el césped cruje a causa de mis pisadas. Decido detenerme porque aún sigo esperando una reacción violenta de su parte.
Me mantengo en silencio, no sé cómo invitarlo a iniciar el diálogo. Tengo miedo de que se levante de golpe y me deje solo, quizá mi presencia ya no sea de su agrado.
No obstante, abandono mis precipitados pensamientos cuando dice:
—Pensé que teníamos confianza.
Su voz suena entrecortada, lo ha dicho sin mirarme porque conozco lo orgulloso que es y no le gusta que lo vean en una faceta vulnerable.
Por mi parte, suelto todo el aire que estuve conteniendo en mis pulmones desde que llegué a su lado. Al menos, sé que me dirije la palabra y tengo oportunidad de dialogar con él.
—Yo te conté lo que me pasaba con Narel, confié en ti y... —continúa restregándome en la cara hasta que lo interrumpo.
—Son cosas totalmente distintas, Estefano —refuto y sus ojos buscan los míos. Tienen un ligero brillo, se está reprimiendo las ganas de llorar—. Para ti es fácil decirlo porque no te van a ver como un bicho raro si te besas con Narel delante de todos.
—¿Y por eso te besas a escondidas con Christhoper? ¿Para que no te vean como un bicho raro? Ay, por favor, Nicolás, estamos en pleno siglo veintiuno. La homosexualidad ya no es un tabú.
Hago un gesto con las manos para que baje la voz.
—Para papá cualquier tema es tabú.
—Papá ha cambiado mucho desde que sufrió ese infarto. Ahora es más tolerante, intenta entendernos y se preocupa por nosotros.
—No, Estefano. Hay adultos que aún no modernizan sus ideas y piensan que siguen viviendo en la época de la Santa Inquisición. Papá es uno de ellos. ¿Por qué crees que nunca nos habla sobre sexo o sobre los métodos de protección?
—¿No te daría vergüenza hablar de sexo con papá?
—Sabiendo cómo es él de cerrado, sí me daría vergüenza —contesto con sinceridad.
—¿Y conmigo?
—Contigo... no lo sé. Supongo que sí me entenderías, porque no tenemos muchos años de diferencia.
Hace un gesto obvio y exhala.
—No te veré como un bicho raro si me preguntas algo referente a eso.
Tomo asiento en la silla de enfrente, adoptando la misma posición de mi hermano para crear un clima confidencial y relajar el momento.
—¿Qué hay entre tú y él? —inquiere de inmediato sin darme tiempo de procesar una respuesta a lo anterior.
—Estamos saliendo desde hace unas semanas.
—¿Ya son novios? —continúa interrogando.
—Aún no. Soy yo quien deseo ir de a poco —decido explicar para que no lo malinterprete y piense que su amigo no va en serio.
—¿Y él respeta eso?
—Lo hace. Me entiende y es muy lindo conmigo.
—Es increíble que no me haya contado nada —protesta en voz baja, acariciando su entrecejo de nuevo.
—Es porque yo se lo pedí y me prometió que no iba a decirle a nadie. Ni siquiera le ha contado a sus padres. Por favor, no te enojes con él porque no tiene la culpa, solo me está dando su palabra.
—No estoy enojado, Nicolás —expresa con seriedad y no le creo—. Pero sí me resiente el hecho de que no hayas tenido la confianza suficiente para decírmelo.
—No te puedes resentir por algo que deseo guardar para mí y no compartirlo con alguien.
—¿Narel lo sabe?
Su pregunta me agarra desprevenido y sé que me encuentro entre la espada y la pared. No sé si ser sincero, o tal vez ocultarlo. Si le doy una respuesta afirmativa, haré que se resienta todavía más.
Sin embargo, es eso o dejar que le pregunte a ella, se entere y terminen discutiendo por mi culpa.
—Estefano, es mi mejor amiga...
Él aprieta los labios y realiza un asentimiento de cabeza.
—Vale, está claro que no soy de tu confianza. —Se pone de pie y hago lo mismo.
—¿Puedes dejar de ser tan egoísta, por favor?
—Ah, yo soy egoísta ahora —bufa.
—Estás actuando como tal.
—Sí, claro, como digas. Mejor ve a seguir besándote con él.
—Y tú ve a contarle todo a papá. Así haces que me echen de la casa esta misma noche.
Inicio el camino de regreso a mi habitación, pero sus palabras me detienen:
—¿Qué? ¡No pienso contarle nada!
—¿A cambio de qué? —Me vuelvo hacia él y lo miro.
—Otra vez demostrando que no me tienes confianza. —Ríe, irónico y niega con la cabeza a la vez que se lleva ambas manos a la cintura—. No quiero nada a cambio. Solo quiero que sigas siendo feliz, aunque hayas decidido no compartir tu felicidad conmigo.
Lo quedo mirando mientras repito en mi cabeza lo último que acaba de decir. Me duele que crea que lo veo como la última rueda del coche solo por querer ser reservado con mis asuntos.
Un sollozo escapa de mis labios y se me empiezan a empañar los ojos.
—Estefano, basta. De por sí, no sabes lo mal que me siento por cómo se dieron las cosas hoy. Solo haces que me sienta peor si me sacas en cara mis decisiones.
Su rostro se suaviza al notar que una lágrima cae por mi mejilla y no duda en acercarse para envolverme entre sus brazos.
—Perdón, mi peque, no es mi intención hacerte llorar —expresa, arrepentido.
Acepto su abrazo, rodeo su cintura con mis manos y descanso mi cabeza sobre su hombro. Una secuencia de sollozos abandonan mi boca y no puedo más, dejo que mis emociones me controlen sin importar mostrarme débil frente a mi hermano.
—Lo siento, Estefano... —Mi voz se quiebra y me dificulta hablar con claridad en medio de mi llanto—. No fue mi intención decepcionarte y arruinar tu amistad con él. Las cosas sucedieron, juro que no quise mirarlo con otros ojos, pero Christhoper vino, se portó muy lindo conmigo y no pude evitar sentirme atraído.
—No me has decepcionado, Nico —intenta calmarme. Se separa un poco para limpiar mis lágrimas con sus pulgares y luego agrega—: Te pueden gustar los chicos y está bien, no tiene nada de malo. Sigues siendo mi hermano y eso nada, ni nadie lo va a cambiar. No digas que me has decepcionado porque te juro que no es así, al contrario, amo tenerte como hermano y tu sexualidad o tus preferencias no tienen nada que ver con la admiración que te tengo. Te quiero por la hermosa persona que eres, no por quien te guste.
Vuelve a abrazarme cuando he dejado de sollozar, pero no digo nada. No es mi intención victimizarme como un niño pequeño y solucionar las cosas con el llanto. Eso ya no funciona. Estoy grande y me ha quedado claro que él comprende la situación y me apoya.
—Y no creo que papá te eche de casa. Eso sería muy extremo de su parte —continúa diciendo—. Y, si en el peor de los casos decide hacerlo, prometo irme contigo y rentamos un apartamento juntos.
—Congelará todas nuestras tarjetas que están a su nombre —indico.
—No si llegamos a retirar el dinero a tiempo. Ya sabes, cuando nos unimos, podemos llegar a planear las cosas más locas. —Ríe y hago lo mismo porque recuerdo la vez en que fuimos a la fiesta de Peter a escondidas de papá. Esa noche estuvo llena de adrenalina—. Me gusta verte sonreír, Nico. Me gusta verte feliz y no con lágrimas en los ojos.
—Gracias por no contarle nada a papá —le digo.
—No tienes nada que agradecer, yo sería incapaz de herirte así.
Me despeina el cabello y le aparto la mano con una palmada. Hace un gesto para fingir que le ha dolido, el drama ya es característico de él.
—Quiero compartir mi felicidad contigo. —Asiento, limpiándome el último rastro de lágrima con el dorso de mi mano.
Me ofrece una sonrisa de boca cerrada.
—Gracias por confiar en mí.
—¿Te alejarás de Christhoper? —El temor en mi voz es notable.
—Debo confesar que me desconcierta un poco que estés saliendo con mi amigo, pero al menos me tranquiliza saber que es un buen chico y que viene de buena familia como nosotros. Por cierto, ¿ya se fue? Quiero hablar con él.
—No, sigue encerrado en mi habitación —suelto sin darme cuenta y Estefano frunce el ceño.
—¿Encerrado? ¿Por qué has hecho eso?
Hace un movimiento de cabeza para indicarme que vayamos a mi habitación.
—Está muy ansioso —miento, pues me da vergüenza decirle que idealicé una agresión de su parte. Además, no quiero darle la idea si es que no la había pensado.
Solo niega con la cabeza y seguimos el camino hacia el segundo piso. Para cuando llegamos al pasillo, no se oye ningún ruido proveniente de la puerta y por mi mente pasan muchas cosas, en especial, que haya salido por la ventana. Un escalofrío me recorre la espalda entera cuando imagino una escena en la que Christhoper cae desde el tejado.
Con las manos temblorosas, me apresuro a quitarle el seguro a la puerta, la abro por completo y reviso el interior de inmediato.
Se me regresa el alma al cuerpo cuando lo veo sentado en el escritorio, revisando su móvil.
—También pensé en escapar por la ventana, pero da gracias que me acobardé y ni siquiera lo intenté —explica un poco molesto por lo que le hice.
Entreabre los labios para añadir algo más, sin embargo, guarda silencio al notar la presencia de mi hermano a mis espaldas.
—Estefano...
—Christhoper, por favor, ¿podemos hablar? —solicita en buena onda.
—Claro. —El chico de los piercings asiente con notable alivio.
—A solas —detalla mi hermano y se me borra la sonrisa del rostro.
Las miradas de ambos me invitan a abandonar mi propia habitación y, a regañadientes, lo hago. Apenas se cierra la puerta, me pongo a rezarle a Diosito para que Christhoper no termine con el rostro desfigurado y ensangrentado, aunque le tengo mucha fe al autocontrol de mi hermano.
Estefano ha madurado bastante desde que conoció a Narel, pues ella se ha encargado de devolverle los pies a la tierra y de quitarle todo lo engreído. Y es preciso mencionar que mi mejor amiga es una persona que trabaja mucho su inteligencia emocional, por lo que una de mis conclusiones es que Estefano lo ha observado y adquirido de ella.
Dicen que todo lo bueno se aprende; y en el fondo lo agradezco porque me agrada la nueva versión de mi hermano.
Sería muy exagerado decir que coloco el oído sobre la madera de la puerta para escuchar lo que están hablando, pero sí, lo hago. Y para mi mala suerte no se oye nada más que el murmullo de sus voces.
«Ah, pero cuando se trata de mí sí se escucha hasta la respiración».
Ansioso, camino en círculos hasta que, al paso de cinco minutos, la puerta se abre y Estefano asoma la cabeza para decirme que ingrese. No dejo pasar un segundo y me aproximo hasta el umbral para indagar que todo esté bien.
Christhoper está sentado en el borde de mi cama y me mira desde ahí, aún serio. Le sonrío con timidez y me planteo no encerrarlo de nuevo porque odio que esté así conmigo. Parece darse cuenta de que estoy con los nervios de punta y relaja su expresión para que no me sienta mal.
—Bien, tienen mi bendición —habla Estefano después de cerrar la puerta. Se lleva las manos a la cintura, pero antes, apunta a Chris con su dedo índice—. Ya estás advertido: no quiero ver a mi hermano llorando.
El chico de los piercings se pone de pie y hace un saludo como de militar.
—No haré llorar a Nicolás, descuida. —Asiente.
—Más te vale.
—Tranquilo, cuñado. —Le da unas palmaditas en el hombro y se acerca a mí para abrazarme de lado—. Lo voy a cuidar como a mi propia vida.
Christhoper besa mi cabello a la vez que Estefano observa atento cada acción que su amigo realiza. Me dedica una sonrisa cómplice de "si tú eres feliz, yo también lo soy".
Y con eso me demuestra que todo vuelve a estar bien entre nosotros.
Por la noche, salimos a cenar hamburguesas con Estefano y Narel al centro de la ciudad. Se podría decir que oficialmente es nuestra primera salida en parejas y me agrada que ahora tengo más libertad de andar con Christhoper si estoy frente a ellos. Ya no tengo que usar una excusa para acercarme a su lado, pues mi hermano y Narel nos dan nuestro propio espacio.
Por su parte, Estefano no le reclama nada a su novia por haber guardado el secreto y eso me alivia. De hecho, ninguno de los dos menciona el tema, solo dejan fluir la situación y actúan como si lo supieran desde tiempo.
Lo que no se guarda mi mejor amiga, es esa mirada expectante que nos da a Christhoper y a mí cuando hablamos. Al principio me sonrojo y luego le hago señales con los ojos para que deje de hacerlo porque me pone nervioso.
—Ay, Nico, es que son tan lindos —explica ella con un gesto obvio—. Amo que ya podamos salir en parejas y que compartan su felicidad con nosotros, ¿verdad, amor?
—Sí, amor —responde mi hermano antes de llevarse una papa frita a la boca.
—Deberíamos planear un viaje juntos —propone Narel—, tengo muchas ganas de volver al campo de lavanda en Hood River.
—Cierto, yo no llegué a entrar a ese lugar —comento y hago un puchero con los labios. De pronto, recuerdo la propuesta de Christhoper para viajar con él a Seattle mañana, pero solo los dos. Se me viene una idea a la cabeza y para eso, necesito ayuda—. Estefano, ¿crees que mañana en la tarde me puedas cubrir con papá? Voy a salir con Chris y supongo que llegaré de noche.
—¿Y puedo saber dónde irán? —Frunce el ceño.
Le doy una mirada rápida al chico de los piercings.
—Al cine y luego a cenar —miento para que ellos no se unan a nosotros, tal como lo pidió Christhoper.
—Vale, si me pregunta le diré que estás en casa de un compañero de tu escuela, haciendo tareas. Solo trata de no demorar mucho.
—Gracias. —Sonrío.
—Descuida, cuñado, lo traeré a casa temprano —promete Chris con un guiño.
—Me sorprende la capacidad que tienen los hombres para inventar mentiras y cubrirse entre ustedes —interviene Narel, dándole un sorbo a su bebida y mirándonos con recelo.
Estefano entreabre los labios.
—Es solo una mentirita piadosa para una buena causa, amor. —Nos señala—. ¿Acaso no quieres que pasen una bonita tarde?
Ella me mira de reojo.
—Buen punto —admite—. Todo sea por mi Nico.
—Ajá.
—Igual estaré atenta. —Lo señala.
Christhoper y yo nos damos una mirada cómplice, pues ya sabemos que el drama va de la mano con la relación de ellos. En el buen sentido, claro. Sus peleas suelen ser graciosas y más cuando inician por la metida de pata de mi hermano.
Dejo de prestar atención a la parejita cuando siento que la mano de Chris busca la mía por debajo de la mesa y termina entrelazando nuestros dedos. Su pulgar me acaricia el dorso y me es inevitable no formar una sonrisa sobre mis labios al caer en la cuenta de que lo nuestro va evolucionando de a poco.
Sin embargo, me planteo que, a partir de ahora, debo tener mucho cuidado cuando estemos en mi casa. Hoy fue Estefano quien nos pilló y agradezco en mi interior que haya sido él y no Sigrid o —en el peor de los casos— papá.
Christhoper mantiene nuestras manos juntas hasta que nos ponemos de pie para salir del restaurante. Pero cuando ingresamos a la camioneta y partimos hacia su casa, vuelve a tomarme de la mano para hacer valer su palabra: me cuidará como a su propia vida.
Y aunque yo no necesito que nadie me proteja como a un niño, porque me siento lo suficientemente grande para cuidarme solo, amo la sensación de tranquilidad y protección que me transmite.
Y quiero que tome de mi mano por mucho tiempo más.
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Hola y perdón por la demora.
Les comento que la semana pasada estuve algo ocupado, me la pasé visitando mi universidad por unos trámites y luego tuve que solucionar problemas personales, por lo que no pude actualizar. De hecho, como lo dije en las historias de Insta: puede que demore una semana y media en actualizar por temas del trabajo.
Intento darme un pequeño descanso para mí, para revisar las redes, responder sus mensajes y luego me relajo, viendo videos en YouTube hasta que llega la noche (en donde utilizo ese tiempo para escribir porque es el momento en donde me llega más inspiración).
Gracias por los mensajes que me enviaron y por entenderme. Siempre estoy leyendo sus comentarios en el capítulo y ya saben que cualquier cosa estoy avisando mediante Instagram.
Nos vemos pronto. ❤
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