Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

13

La campana de la escuela nos sobresalta en medio del silencio que había invadido nuestro salón de clases durante la resolución de ejercicios matemáticos. El grupito que siempre se sienta al fondo, suelta unas risitas mientras chocan los cinco, lo que provoca que el profesor de Álgebra levante la vista hacia esa dirección. Para nadie es novedad que ellos sean los más entusiasmados a la hora de salida.

—Bien, pueden salir y no olviden que los ejercicios restantes los tienen que traer desarrollados para la siguiente semana —indica el docente.

Me pongo de pie y termino de guardar mis cosas en mi mochila para luego ayudar a Molly con las suyas, porque se demora una eternidad. En cambio, yo soy de esas personas que siempre está revisando el reloj y, faltando diez minutos para que toque la campana, comienzo a guardar todo de a poco.

Mientras salimos de la escuela, platicamos sobre un trabajo grupal que tenemos pendiente para la clase de Ciencia, que consiste en armar una maqueta de un ecosistema y explicar cómo influye el cambio climático en él.

—¿Te parece si lo dejamos para la próxima semana? Lo que pasa es que unas amigas me han invitado a una fiesta mañana y quiero disfrutarla sin tener que pensar en tareas. —Hace un puchero con los labios.

Pongo los ojos en blanco, ya es algo común que los fines de semana se los pase de fiesta en fiesta.

—No hay problema. ¿Ahora quién está organizando la fiesta de esta semana? —pregunto, cambiando de tema. No quiero que se estrese si sigo hablándole de cosas académicas.

—Pues, la está organizando unos chicos que son conocidos de mi amiga Dalia. Son de su misma facultad en la universidad. De hecho, estoy yendo porque también asistirá alguien que me interesa y... —Reduce la velocidad de sus pasos, me toma del brazo y se acerca a mi oído para decirme de manera confidencial—: Dios, ¡¿quién es ese chico?!

En un principio no sé de qué me habla. Muy confundido, sigo la dirección de su mirada hasta detenerme en una camioneta blanca que está estacionada frente a la escuela, exactamente al lado de la vereda. Se me empieza a acelerar el corazón cuando mis ojos recaen sobre la figura masculina —la cual reconozco enseguida—, que está apoyada en la puerta del vehículo, con los brazos cruzados sobre el pecho, inspirando una pose de modelo de Instagram.

Su mirada me encuentra en segundos, levanta las cejas como saludo y una pequeña sonrisa no tarda en aparecer en su rostro.

—Nicolás, ¡¿lo conoces?!

—Eh, sí, es amigo de mi hermano. Creo que ha venido a recogerme —respondo después de haber tragado saliva.

—¿En serio? Está muy guapo. ¿No me lo presentas? —Su desesperación me pone nervioso.

—No creo que le intereses. Tiene novia. —miento en un intento de acabar con todas las expectativas que se puede estar haciendo en su cabeza. Me acerco para darle un abrazo rápido y despedirme—. Nos vemos la próxima semana. Que disfrutes de la fiesta de mañana.

Sin dejarla responder, acelero el paso y me encamino hacia donde está Christhoper, mirando como un guardaespaldas cada movimiento que he hecho desde los últimos cuarenta segundos. Aprovecho en darle una escaneada rápida: viste un polo blanco con diseños, un pantalón jean color cielo y calza unas zapatillas Vans negras.

Me recibe con la mano extendida para hacer el saludo que ya hemos practicado para cuando estamos en público. Es algo así como un choque de nuestras palmas, los dorsos de las manos y al final chocamos los puños.

—¿Cómo sabes que salgo de la escuela a esta hora? —es lo primero que se me ocurre decir.

—También estoy bien, gracias por preguntar —contesta con ironía y se hace a un lado para abrir la puerta del copiloto.

Con un tierno movimiento de cabeza, hace una señal para que entre.

—Perdón, pero es que me has sorprendido.

—Esa era la idea. —Me guiña un ojo y cierra la puerta cuando ya estoy dentro.

Lo veo rodear el capó y tomar su lugar en el asiento del conductor. Apenas cierra la puerta, se incorpora para atrapar mis labios y saludarme con un beso breve, pues los vidrios de su camioneta son polarizados y por ende, no nos arriesgamos a que alguien nos vea.

—¿No habíamos quedado para las cuatro? —interrogo de nuevo y él frunce el ceño.

—Nicolás Andrés Arnez, ¿hay algo malo en que venga a recogerte a la escuela? —el hecho de que se sepa mi segundo nombre, provoca que abra mis ojos hasta más no poder.

—¿Cómo sabes que mi segundo nombre es Andrés?

—No eres el único que averigua cosas a través de las redes sociales. —Se encoge de hombros.

—Okey, tendré que revisar mi cuenta de Facebook para eliminar algunos datos. —Río.

—¿No te gusta el nombre Andrés?

—No mucho. Me lo pusieron en honor a mi abuelo, quien también se llamaba así —explico—, pero prefiero Nicolás, porque me siento más auténtico cuando me llaman así.

—Entiendo, también prefiero Nicolás. Es muy bonito.

—Gracias. Y gracias por haber venido a recogerme, es muy amable de tu parte.

—No es nada. Yo encantado de pasar tiempo con mi chico. —Me sonríe antes de encender el vehículo e iniciar el trayecto hasta mi casa.

Al llegar, estaciona su camioneta frente a la puerta y bajamos al mismo tiempo. Cuando ingresamos, mi hermano se encuentra cruzando la sala y se detiene al vernos. Su rostro adopta una expresión confusa, alterna la mirada entre los dos y se acerca a saludar a su amigo.

—Hey, bro, bienvenido. —Ambos se dan un abrazo con palmadas en la espalda—. Mmm... lo siento, creo que he olvidado que habíamos quedado para hoy. Lo que pasa es que justo estaba por ir a la empresa a llevarle unos documentos a papá y...

Christhoper lo interrumpe.

—Oh, descuida. En realidad, había quedado con Nicolás... Hemos planeado una maratón de Shrek. —Los ojos de Estefano recaen sobre mí y no se me ocurre mejor idea que sonrojarme.

—¿En serio? ¿Y la han planeado sin mí? —finge estar indignado.

—Últimamente, desde que sales con Narel, ya no tienes tiempo para nosotros —bromeo y mi hermano levanta los brazos en señal de inocencia.

—Eso no es cierto —se defiende.

—Sí, lo es —decimos Chris y yo al unísono.

—No lo es. Siempre tengo tiempo para todos. Y hablando de tiempo, tengo que darme prisa antes de que papá empiece a renegar. —Nos muestra la carpeta que tiene en la mano—. Espero regresar a tiempo para unirme a su maratón. Me encanta Shrek.

—Aquí te esperamos —contesta Christhoper.

Lo vemos despedirse de nosotros con un movimiento de manos y luego desaparece, cerrando la puerta a su salida.

—Va a demorar. Estoy seguro de que se irá a buscar a Narel a la clínica —digo mientras le hago un gesto a Chris para que subamos.

Ya dentro de mi habitación, río al observar que se quita las zapatillas y, como si fuera el propietario del cuarto, se acuesta en la cama con total confianza. Me deja un espacio a su lado, el cual palmotea para que me dé prisa. Me quito las zapatillas también y tomo mi lugar a su lado.

Él rodea mis hombros con sus brazos y me atrae a su cuerpo antes de dejar un beso en mi mejilla. Me incorporo y atrapo sus labios en un beso corto que dura solo unos segundos, pues estoy ansioso por empezar con la maratón y no quiero recortar tiempo.

Retomo mi cómoda posición a su lado cuando inicia la primera película. Todo parece marchar de maravilla, ambos estamos muy atentos a la historia, hasta que, no pasan más de veinte minutos y escucho unos suaves ronquidos a centímetros de mí. Giro la cabeza para confirmar mis sospechas.

Christhoper está durmiendo plácidamente, como la primera vez que estuvo en esta cama.

«Pobre, la vida de universitario está acabando con él», me mofo en mi mente y bajo un poco el volumen del televisor para no despertarlo. Quiero que descanse si es lo que su cuerpo necesita.

Cinco minutos después, se mueve medio adormilado y aprovecho en cambiar de posición porque siento que yo también tengo algo dormido: mi brazo. Él descansa su cabeza sobre mi hombro y se abraza a mi cuerpo, rodeándome con su brazo por encima de mi abdomen.

Acaricio su cabello, huele riquísimo, como a vainilla. Su pecho sube y baja a mi lado y, esta vez, no tengo por qué detener las ganas de seguir admirando su belleza. Ahora lo tengo entre mis brazos, sabiendo que le gusto y que ya he probado esos deliciosos labios las veces que he querido. Ahora no puedo reprimirme nada. Nada. Ni las ganas de acariciarlo, de pasar mis dedos por sus piercings y por sus tatuajes, porque sé que ya no es prohibido si él lo permite.

De pronto, recuerdo que hace una semana nos estábamos quitando la ropa en esta misma cama y me acaloro un poco. Christhoper me pone. Mucho. Y, aunque la vez pasada no llegamos a más que besos y caricias, hoy no podemos arriesgarnos a intentar hacerlo, porque hay personas en la mansión y sé que la adrenalina me puede cegar hasta el punto de importarme una mierda que alguien nos descubra.

—No te detengas —se queja cuando dejo de acariciarle el cabello.

—¿Fingiste estar dormido?

—Solo los últimos dos minutos. —Levanta los ojos y me mira con inocencia. Acomoda la almohada detrás de él y se coloca a la misma altura que yo—. Lo siento, ayer me quedé despierto hasta la madrugada, terminando unas tareas de la universidad para poder estar libre hoy.

—No te preocupes, duerme todo lo que quieras.

—Es que la idea es verla juntos y creo que ya me perdí como media hora.

—Pues sí, pero podemos verla otro día si te sientes cansado —sugiero y él me acaricia la mejilla con su dedo pulgar.

—Pienso que «cansado» —hace comillas con sus dedos—, no es la palabra. Estoy estresado por la universidad.

—Entonces, necesitas relajarte.

—Un viaje es lo que necesito —responde en un suspiro y devuelve su atención hacia el televisor hasta que, en un momento, se incorpora de golpe y me mira con expectativa—. ¿Tienes planes para mañana?

Hago un gesto pensativo.

—Creo que no. ¿Por qué?

—Quiero ir a Seattle. Y qué mejor si tú me acompañas. Anda, di que sí.

Dudo por un momento.

—No lo sé, Chris, papá no me dejará, es algo lejos.

—No tiene por qué enterarse —dice en un gesto obvio—. Le podrías decir que pasarás la tarde en la casa de un amigo. Además, estaremos regresando cuando anochezca.

—¿Y si vamos con Estefano y Narel?

Noto que aprieta ligeramente los labios y sé que mi sugerencia no le ha agradado.

—Nico... —Toma mi mano y entrelaza nuestros dedos—. Quiero ir solo contigo y sentirme libre de poder tomarte de la mano y besarte sin estar a la expectativa de que haya alguien viéndonos, cosa que con ellos no podremos hacer. Bueno, Narel ya lo sabe, pero tu hermano no. Y tendría que seguir fingiendo que solo somos amigos durante las horas de ida y vuelta.

—Lo entiendo.

Por un momento, se forma un incómodo silencio entre ambos.

—Quiero preguntarte algo. —Su voz ha adquirido un tono serio y siento que profundiza su mirada con el fin de presionarme a responder con sinceridad—. ¿Cuánto tiempo piensas ocultar lo nuestro?

—Chris, no es fácil hablar con...

Me interrumpe.

—Por favor, sé directo. No me marees con muchas palabras.

—No pienso confesarlo nunca.

Se me queda mirando, desconcertado y, en un primer momento, tengo la sensación de que va a reaccionar mal. Sin embargo, se humedece los labios, quita la mirada de mis ojos y toma una posición de indio a mi lado. Intuyo que quizá es una técnica de relajación que emplea para lidiar con momentos tensos como este.

—O sea, ¿piensas llevártelo a la tumba?

—¿Crees que dure tanto?

Vuelve a mirarme, esta vez sus ojos denotan una expresión de preocupación.

—¿No le tienes fe a lo nuestro?

—Recién nos estamos conociendo, Chris.

—Lo sé, aún estamos empezando a salir, pero para hacer que esto funcione, tenemos que visualizarnos de aquí a un tiempo. Respeto tu ritmo, comprendo que quieres ir de a poco y no es ningún secreto para los dos que quiero ser tu novio... —Toma mi mano de nuevo y se acerca a mí para hacerme saber que esto va en serio—. Pero también quiero que sepas que, si llego a serlo, no te querré solo para un momento.

—¿Y si en algún momento llega a terminarse?

—Pues, se terminará y cada uno continuará su camino.

Me duele un poco pensar en eso. No me imagino mis días sin él.

—Al menos sabré que lo intenté, que dí todo por nuestra relación, que no me reprimí nada para disfrutar de la felicidad que me proporcionaba el estar contigo —continúa diciendo—. Y te lo digo por experiencia, no serás feliz ocultando la relación que tienes con alguien, porque todo se resumirá solo a momentos concretos y a estar a la expectativa de que no te atrapen.

—¿Tú familia lo sabe? —quiero saber.

—Ellos saben que me gustan los chicos. Sin embargo, no les he hablado de ti porque estoy manteniendo mi promesa de no contarle a nadie sobre esto.

—Gracias por no hacerlo y entenderme.

—Te entiendo perfectamente, yo tuve los mismos miedos. Es un proceso, Nico. No te presiono porque sé que en su debido momento estarás listo para confesar quién eres...

Dejo de prestar atención a sus palabras cuando noto que una línea roja desciende desde uno de los orificios de su nariz. El corazón se me acelera cuando se hace más notoria y mancha sus labios, dándole un aspecto aterrador. Me acerco y tomo su rostro para inclinarlo hacia atrás mientras él me mira con el ceño fruncido porque pensó que mi intención era besarlo.

—¡No te muevas, te está saliendo sangre por la nariz!

—¿Qué?

Ignoro su pregunta porque salgo de la cama y corro hacia el baño en busca de papel higiénico. Se lo alcanzo y le digo que haga presión para detener la hemorragia. Él inclina el rostro hacia adelante y, con el papel tapándole la mitad de la cara, me mira apenado por lo que acaba de suceder.

—Tranquilo, es normal —lo calmo.

—Ojalá me sangrara la nariz más a menudo, así disfruto ver cómo te preocupas por mí. —Suelta una risita corta.

No puedo evitar sonreír con la boca cerrada y lo abrazo.

—Tengo que cuidar lo que es mío —respondo y me mira de reojo.

—Uy, empezamos con lo posesivo, ¿eh? —Ríe de nuevo—. Me gusta. Poséeme todo lo que quieras.

Lo miro con extrañeza.

—Eso sonó raro, como si te refirieras a una posesión demoníaca.

—¿Y acaso no eres un diablillo? Si hace unos días estabas pasando tu lengua por mi cuer... —Se calla cuando le tiro un golpe en el brazo.

—Oye, esas cosas no son para hablarlas aquí —le reprendo.

—¿Y sí para hacerlas aquí?

Le cae otro golpe en el brazo y se queja con un gemido.

—Okey, okey, ya no diré nada. —Quita el papel de su rostro y mira la mancha de sangre que se ha quedado impregnada en él—. Parece que ya se detuvo la hemorragia.

Ha quedado sangre seca entre el espacio de la nariz y los labios. Rompe otro pedazo de papel higiénico y limpia esa zona, pero parece no quedar satisfecho con lo poco que remueve el papel.

—Puedes lavarte en mi baño si deseas —digo y tomo su mano para guiarlo.

Él sonríe ante mi gesto y cede el paso para ingresar al cuarto de baño. Lo espero a un lado del lavamanos mientras hace el aseo correspondiente y, al terminar, le ofrezco una toalla limpia.

—Quizá no lo sabes, pero le tengo mucho asco a la sangre —comenta y me devuelve la toalla. Su rostro ha quedado limpio, tal como llegó.

Le doy una mirada incrédula.

—¿Le tienes miedo a la sangre y tiene dos piercings?

—Te respondería eso, pero los piercings son una larga historia que ya te contaré luego. Ahora, sigamos viendo las películas, aunque ya nos hemos perdido bastante. —Su mano busca la mía para regresar a mi habitación.

—Si quieres podemos buscar en Netflix otra película que no sea una saga.

—¿Y si solo dejamos que la película avance? Quiero seguir insistiendo hasta que aceptes acompañarme a Seattle mañana. Si es posible, me quedaré toda la noche.

Enarco una ceja.

—No te puedes quedar aquí porque no podemos dormir en la misma cama, aún no somos novios. No es correcto —bromeo.

—Pues, no pensaste eso cuando me abrías el pantalón la otra vez. No te hagas el muy digno ahora.

Intento darle otro golpe en el brazo, pero su mano atrapa la mía en el camino y, con la mano libre, empieza a hacerme cosquillas en las costillas.

—¡Christhoper! ¡Detente! —pido entre risas—. ¡Para! ¡Por favor!

—Shh, no grites así que tu familia lo pueden malinterpretar —contesta con una mirada pervertida—. Guárdalo para cuando de verdad tengas que pedirme que me detenga.

Entreabro la boca, fingiendo estar decepcionado.

—No te conocía así de pervertido.

Él enarca una ceja.

—Yo de novio, soy pervertido, cariñoso, engreído y protector... ¿Qué esperas? Tienes el paquete completo. —Me guiña un ojo y se levanta el polo para enseñarme su abdomen marcado—. ¿Ya te convenciste o continúo?

—No vale que te promociones tú mismo. —Le saco la lengua.

—No me estoy promocionando, solo quiero darte un empujoncito.—Me toma de las mejillas con sus manos y se acerca a mis labios—. Los besos y las caricias se pueden fingir, pero la conexión y mariposas en el estómago no. Y no hace falta que te diga cómo me siento cuando estoy a tu lado, hasta un ciego puede ver los corazones que hay flotando sobre mi cabeza y a mi alrededor.

Cierro los ojos y me entrego a sus labios por completo. A cada movimiento. A cada latido de su corazón que puedo sentir contra mi pecho y que amenaza con querer buscar el mío para unirse y formar uno solo. No dudo de que, todo esto que él siente es real. Desde el primer momento sus intenciones me resultaron sinceras y en parte me siento mal por querer ocultar lo nuestro para siempre, pues alguien como Christhoper merece ser feliz.

No obstante, aún no me siento listo para confesar mis preferencias. No quiero que mi familia sienta vergüenza de mí y deje de apoyarme, en especial mi padre. No me puedo arriesgar a que él se decepcione. No me puedo arriesgar a perderlo todo, hasta la carrera que pienso estudiar cuando acabe la escuela.

Acaricio la nuca de Christhoper mientras sigo llevando el ritmo de sus labios. He decidido alejar todo pensamiento negativo por ahora, solo quiero disfrutar del tiempo a solas que tengo con él porque luego tendremos que volver a fingir que solo somos buenos amigos.

El aire en nuestros pulmones comienza a acabarse y no tenemos la intención de separarnos. Son pocos los momentos que podemos estar así, dándonos afecto y mostrando lo mucho que sentimos el uno por el otro. Nuestro tiempo vale oro y queremos aprovechar cada segundo que tenemos, así hagamos cosas monótonas.

Sin embargo, como al destino le gusta jugar con mi mala suerte, la puerta de mi habitación se abre en el momento menos oportuno. Christhoper y yo nos separamos de golpe y siento que se me cae el alma a los pies cuando veo a mi hermano bajo el umbral de la puerta, mirándonos atónito.

Cruzan por mi mente un montón de cosas, estoy a punto de echarme a llorar y no puedo. Tengo la garganta hecha un nudo y siento que la sangre se me ha congelado. Además, ponerme a chillar como crío no solucionará nada. Estefano nos acaba de descubrir. ¡Se fue todo a la mierda!

Lo primero que se me ocurre hacer, es ponerme en medio de ellos dos, porque tengo el presentimiento de que Estefano va a reaccionar de forma violenta y no se detendrá hasta matarlo a punta de golpes.

Pero para sorpresa mía, solo alterna la mirada entre los dos y con un tono de voz apenado dice:

—Perdón, no quise interrumpir.

Y se marcha, cerrando la puerta con una intensidad media, dejándonos en completo silencio.

Puedo sentir los latidos de mi corazón resonando en mis oídos y, por un momento, creo que estoy a punto de desmayarme porque me falla la respiración. Siento que toda la sangre se me ha subido a la cara. ¡Carajo! ¿Qué hago ahora? De seguro está yendo a buscar a papá para contarle todo. Estoy acabado.

—Iré a hablar con él —propone Christhoper y lo tomo del brazo para detenerlo cuando empieza a caminar.

—No irás a ninguna parte —ordeno.

—¿Qué?

—Quédate aquí y no hagas nada.

—No pienso dejarte solo con el problema —insiste, negando con la cabeza.

—Quédate aquí que yo iré a hablar con él —le pido. No quiero arriesgarme a que Estefano le haga algo.

Le doy una mirada rápida para que comprenda que digo las cosas en serio, y parece entenderlo porque se sienta en el borde de la cama como un niño reprendido. Sin embargo, no estoy muy convencido de que me haga caso, por lo que decido echarle llave a la puerta cuando salgo.

Una sensación de tristeza me cruza por el pecho cuando escucho que camina hasta la puerta y forcejea el cerrojo. Me duele tomar estas medidas, pero es por su seguridad.

—¡Nicolás! ¡Ábreme, por favor! —ruega desde adentro, golpeando la puerta.

Ignoro su voz, a la vez que abandono el pasillo que ahora me causa vértigo, pues siento que todo a mi alrededor me agobia. Estoy a punto de enfrentarme a las consecuencias que he merecido por mis actos, por darle cabida en mi vida a Christhoper y por haberme dejado llevar por mis sentimientos.

Ahora, es tarde para lamentarse, pues desde el primer día fui consciente de lo que iba a conllevar enamorarme del amigo de mi hermano.

Y puede que este sea el final de lo nuestro. 


-----

¡Holaaa!

*Publica el capítulo el capítulo y procede a desaparecer* 

Por fa, no vengan a buscarme a mi casa con trinches y antorchas. 🥺

Que tengan buen fin de semana. 

Bye. 



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro