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Capítulo 11: Cuatro años más tarde.

Capítulo 11: Cuatro años más tarde. 

A Jonathan nunca le había dado miedo las alturas, tantos vuelos con sus padres desde muy pequeño le quitaron ese miedo; pero ahora no temblaba ni sudaba por estar sentado en el lado de la ventanilla del avión, era por su regreso. Esos años habían sido eternos, más de lo que se imaginó.

Al principio, al llegar a la India, miró con ojos asesinos a todo aquel que se le acercaba. No habló con nadie por muchos días, ni con sus padres, ni del incidente del aeropuerto. Todos parecían reacios a tocar el tema de la homosexualidad, pero cuando por fin hablaron a Jonathan realmente no le importaba lo que le pudieran decir, y tampoco su rechazo. No le interesaba si no podía tener a su hermoso chico rubio con él.

Y tal como lo había pronosticado el más herido y sentido con todo eso era su padre. Su madre lo abrazó y le dijo al oído que lo aceptaría y amaría como él era, pero su padre se rehusó a aceptarlo, gritó y pataleó como un niño diciendo que su hijo no sería gay.

—¿Qué quieres que haga? —Había preguntado sarcásticamente Jonathan al tiempo que levantaba sus manos en forma de plegaria —¿Que me obligue a que me gusten las mujeres? No puedo.

Bruscamente Jonathan volvió a la realidad al escuchar de la voz del capitán del avión diciendo que estaban a punto de llegar al aeropuerto.

Después de todos los filtros de seguridad por fin salió de la zona de llegada y se apresuró a ir a la estancia. Allí había toda clase de personas recibiendo seres queridos, padres, madres, hijos, parejas, pero no estaba el rubio que él quería.

Se quedó pasmado por un momento, sintiendo que el corazón cada vez se alteraba más, que su ansiedad subía desde la punta de sus dedos hasta su garganta, pero sus ojos buscaban como un dispositivo de rastreo a una única persona.

Al cabo de media estresante hora encontró, en una fila de asientos que estaba muy en el fondo de la estancia, una cabeza rubia inclinada de forma enfermiza, y lo supo, era él.

Caminando a su encuentro se preguntó si las personas o el destino pretendían evitar que llegara a su amado ya que su mochila y maleta que arrastraba por el piso se enredaban en los pies de las personas o chocaban en su andar, reteniéndolo.

—¡Oscar! —gritó desesperado a unos escasos seis metros ya que este aún no lo había visto.

En el momento Oz alzó la mirada y le clavó esos profundos ojos azules. Se puso de pie y fue a su encuentro. Llegaron a encontrarse a mitad del camino, se abrazaron antes que nada. Jonathan notó de inmediato que este chico no olía igual que el que dejó, y no era igual tenerlo en brazos: ya no era delgado y escuálido, tenía una complexión más musculosa ahora. Pero había algo que sí era igual, ese golpeteo de su corazón contra sus costillas, el hormigueo en la punta de sus dedos y el hecho de sentirse inútil con las palabras, sentir un nudo en la garganta.

—Mírate... —dijo casi sin aliento Jonathan, cuando se apartó un poco—. Has...has crecido, estás tan alto... —ambos habían crecido pero ahora Oscar le llevaba apenas unos centímetros que nadie notaria, pero él lo hizo.

Oscar reprimió los labios.

—Tu cabello... —continuó Jony, dándose cuenta de que lo tenía un poco largo, como si no se lo hubiera cortado en unos seis meses —¿Estás huyéndole al servicio militar o a la escuela? —se rió nerviosamente y tomó un mechón rubio plateado entre sus dedos —¿Oscar? —preguntó, ahora frunciendo el ceño, repentinamente alarmado por no escuchar esa risa vibrante de Oscar que tanto esperaba.

Pero él no le contestó ni tampoco lo miró, sólo regresó a la silla en la que había estado. Jonathan se sentó a su lado.

—¿Que está pasando? —su voz le tembló, pero no le retiró la mirada.

No recibió contestación.

—¿Es que tú ya no me...? —se alarmó.

—¡No! —habló por fin Oscar y a Jonathan le pareció que tenía una voz hermosa, una voz grave y masculina, como la suya, pero diferente—. No, es solo que no sé qué decirte, ha pasado tiempo...

—Ya lo sé, —Asintió Jonathan —tenía miedo de volver y ya no encontrarte, miedo de todo. Dime como están las cosas. ¿Por qué simplemente un día dejaste de hablarme, de llamarme? —preguntó.

Esa era la razón de la demora del regreso de Jonathan. Un año y medio de pronto se habían convertido en dos, y luego en tres, para finalmente prolongarse hasta cuatro.

—No lo sé —se encogió de hombros, y realmente es que no lo sabía.

—No importa, eso ya no importa —le aseguró Jony, aunque aún muy en el fondo recordaba el coraje y el miedo que sintió cuando Oscar dejo de llamar y de contestar.

Ahora ambos se quedaron callados, mirando simplemente a las personas pasando en su ajetreo, unas chocando con otras y arrastrando maletas.

—Supongo que no estás estudiando —comentó Jonathan, luego de mucho de permanecer callado. En su voz no había reproche, sólo interés, pero Oscar lo volvió a ver avergonzado.

—No, me estoy tomando un año sabático antes de entrar a la universidad.

—Bueno—aceptó Jony—, eso suena bien, está bien.

—¿Qué hay de ti? —preguntó ahora Oscar y Jonathan no pudo evitar notar que le hablaba como a un pariente lejano e indeseable.

—Nada, que estoy aquí—palmeó sus rodillas al tiempo que habló—. Regresé por ti, porque lo prometí, porque quería verte, estar contigo ¿Y es así como me recibes? —ahora su voz era de total molestia.

—Lo siento—contestó Oscar con voz quebrada y estiró su mano hasta ponerla en la del otro, que descansaba en su rodilla—. Estoy feliz, en verdad, es solo que aún no asimilo que en verdad volviste, que volviste por mí. Es por eso que deje de contestarte, porque no quería que creyeras que era una obligación regresar solo por mí, por eso. Pero aun así aquí estás.

—Claro que sí, idiota, volví por ti, porque te amo —lo agarró de la mano, se puso de pie y lo jaló. Ambos quedaron de pie entonces y se abrazaron—. Fue un suplicio estar sin ti. Por mi parte, habría regresado en el primer vuelo de vuelta, pero no podía, me vigilaban día y noche.

Pero sintió que nada de aquel dolor importaba ya. No si lo tenía con él ahora y su corazón se sentía tan lleno y completo.

—Lamento escuchar eso —Comentó Oz y hundió la cara en el hombro del otro, aspirando el olor de la camisa blanca de Jonathan.

—Fue horrible —se quejó Jonathan ahora que sabía que podía hacerlo libremente—Mi madre lo tomó muy bien, pero él... —se lamentó —. Mi padre no lo acepta aún, me obligó a ir a un psicólogo ¿Puedes creerlo? —Le preguntó indignado al tiempo que lo apartó para ver su expresión, Oscar solo agitó la cabeza—. Como si fuese algo que se puede arreglar. No hay nada que arreglar.

—Que estúpido, —sonrió Oz— claro que no hay nada que arreglar.

Jonathan rió a causa de la forma en que lo dijo. Se escuchó como el Oscar joven de solo dieciséis años del que se enamoró, pero ahora era distinto, y el amor hacia él era distinto también, más intenso.

Jonathan tomó el rostro de Oscar en sus manos y lo contempló averiguando qué más era distinto en él. Eran varias cosas, sus rasgos ya no eran tan delicados como antes y se podía ver el nacimiento de una barba y bigote rubio que debía haberse afeitado hace unos días, pero sus ojos seguían iguales, azules como el océano, pero cálidos. Se preguntó qué cambios notaria Oscar en él y si le gustaría lo que veía, esperaba que sí.

Ahora, sin miradas molestas detrás de ellos, se besaron sin prisa y sin restricciones, lento, disfrutando cada rose y cada desliz sobre los labios del otro, aspirando sus nuevos aromas, disfrutando de sus nuevos cuerpos.

—¿En dónde te quedarás? —preguntó Oscar cuando ya se habían separado, pero mantenía sus manos en el rostro del otro.

—Aún no lo sé, no puedo ir a casa porque está alquilada. Quizá busque un departamento más tarde, pero esta noche dormiré en...

—Ven conmigo —lo interrumpió Oscar.

—¿Ya no vives con tu padre? —preguntó Jony de inmediato, pues sabía que nunca le ofrecería quedarse a dormir en la casa de su padre.

—No.

—¿Por qué? —se alarmó temiendo que lo hubiera echado de casa.

—Se volvió a casar —le informó Oz, con un ligero movimiento de cabeza.

—¿Y te echó? —ahora sí estaba molesto.

—Claro que no —dijo—. Yo me fui antes de que se casara, además no fue por eso. Ella es una buena mujer, tiene una hija pequeña que me cae muy bien, es solo que necesitaba mi propio lugar —se encogió de hombros.

—¿Tu propio lugar? —Su voz era de incredulidad—. Oscar, no te puedo imaginar viviendo solo —dijo acariciando con su dedo pulgar su mejilla.

—Me va muy bien solo, de todos modos mi padre me sigue dando dinero y me pagará la escuela el año que viene.

—Deja de atormentar al viejo —dijo riendo Jonathan y se apartó para ir a tomar su maleta—. Yo te pagaré la escuela.

—No, no dejaré que lo hagas—dijo Oz y se inclinó para recoger una mochila que Jonathan había traído con él.

Entonces ambos se pusieron en marcha conversando sobre el tema. Tardaron en llegar al apartamento de Oscar aproximadamente una hora, y ya en la puerta, Oscar la abrió y dejó pasar primero al otro.

Era un lugar espacioso y lleno de luz pintado de amarillo, un poco más desordenado de lo que Jonathan acostumbraba, pero le pareció acogedor. Gritaba el espíritu de Oscar por todos lados y eso le agradó.

—¿Te gusta? —le preguntó Oz y entró detrás de él.

—Mucho.

Pero no se movió, se quedó allí quieto observando todo aquello.

—Supongo que tú sí estás estudiando —comentó Oscar cuando ya se había cansado de esperar a que Jony dijera algo.

—Sí—dijo y pareció volver en sí—. El primer año de la escuela de medicina.

—¡Vaya! —exclamó Oscar y se le acercó para abrazarlo, luego apretó sus labios contra los suyos—. Tú siempre tan inteligente, me alegro mucho. Un novio alto, atractivo y que será doctor ¿Qué más puedo pedir? —le sonrió.

—Suena mejor si dices que tienes un esposo alto, guapo y doctor. —le aconsejó Jonathan.

Oscar tragó audiblemente y se apartó, por un segundo creyó que aquello era solo parte de su mente.

—¿Qué...? —Preguntó y su voz le falló por el nerviosismo.

—Oscar —dijo Jony y se le volvió a acercar, se dedicó a jugar con el cuello de la camisa azul que vestía Oscar—. El tiempo que estuve sin ti, no te voy a mentir, salí con varias personas, incluso con mujeres. Tenía que estar seguro, porque a ti te conocí muy joven, pero nada funcionó. No me gusta estar con alguien que no seas tú, es por eso que quiero estar contigo ahora.

En vez de molestarse o apartarse Oz rió y echó la cabeza hacia adelante.

—Yo también salí con varias personas—admitió este, pero ninguno de los dos parecía molesto pues habían hecho lo mismo, aunque era solo para rectificar algo.

—Me lo supuse —Jonathan lo miró divertido—, pero eso no importa.

—¿Entonces quieres que esté contigo? ¿Legalmente? —preguntó Oz.

—Legalmente, ilegalmente, de todas las maneras posibles, como tú quieras, no me importa. —Jonathan agitó la cabeza con una sonrisa.

—De acuerdo, pero tendrás que tener en cuenta que seguiré siendo el mismo sujeto temperamental y molesto que has conocido.

—Y tu tendrás que aceptar que sigo siendo el mismo sujeto miedoso que algunas veces esconde las cosas porque cree que es lo mejor para ti... —le advirtió Jonathan.

—Eres un idiota...—tembló Oz— pero claro que sí, claro que sí...—se emocionó y luego  se abrazaron fuertemente, recuperando en tan solo segundos esos casi cuatro años separados, recuperando toda la felicidad que un día tuvieron y agregando mucha más. Era amor, solo amor.

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Bueno, no sé ustedes pero yo disfruté mucho escribiendo y corrigiendo esta novela. Adoro a Oz  y  a Jony, les tengo mucha fe y cariño.

Espero que les haya gustado, si es así comenten, o dejen votos, si, por otro lado no les gustó, bueno, pues comeneten de forma costructuva porqué no. :)

Nos leemos en alguna de mis otras novelas. Pueden leer "Sólo una vez más" , "El secreto de Nicolás"  o mi más reciente novela, se llama "sueños de tinta y papel"  y me harían el día, el mes, el año, la vida si se pasaran a echarle una leídita. <3 <3 <3

 

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