〖 4 〗
Llegué tarde a la escuela y agradecí que no hubiera nadie en el estacionamiento, el timbre sonó y todos iban entrando a sus clases correspondientes. Atravesé el pasillo a toda velocidad hasta enfermería, era imposible evitar las miradas curiosas y los comentarios en forma de susurros de los espectadores.
Me crucé con mucha gente, pero mi cabeza no prestaba atención a los rostros. Entré a enfermería dando un portazo tan fuerte que la encargada se asustó.
—Lo siento —dije dándome cuenta de que estaba muy alterada—. Es que... —no podía hablar, así que me bajé los jeans y quedé en ropa interior para que viera el desastre que tenía en las piernas y cadera.
—¡Dios mío! —dijo espantada la mujer—. ¿Quién rayos te hizo eso?
—Yo —su cara de confusión me dijo que necesitaba más explicación que esa—. Me caí de la bicicleta en la carretera de camino aquí.
Ella balbuceaba sin poder creer lo que veía, seguro era la persona más herida que había visto en esta escuela. La puerta se abrió de repente y Cole se asomó por ésta.
—¡Cole, maldita sea! —mi primer instinto fue subirme los pantalones, pero era obvio que ya había visto más que las heridas.
—Lo siento, Cat. Es que... vi que entraste con la ropa llena de sangre y yo...
No sabía cómo terminar una puta frase, ¿qué le pasaba?
—Walter, retírese por favor —dijo la enfermera empujando al rubio fuera de la habitación.
—Sí, sí, solo... ¿Necesitas que te traiga ropa o algo? —habló luchando con los empujones de la mujer.
—No, Cole. Sólo vete, por favor —dije tapando mi rostro con el dorso de mi mano.
Cuando la enfermera pudo sacar al rubio y se aseguró de poner llave a la puerta para que no entrara otro Cole de sorpresa, me dijo que me quitara toda la ropa.
Tenía heridas en ambas rodillas, comenzó a limpiarlas con alcohol y las cubrió con gasa. Me dio una bolsa con hielo para la hinchazón de la cadera donde los moretones violetas comenzaban a aparecer, la sostuve presionando primero un lado y luego el otro. En las costillas solo tenía un par de raspones, pero el verdadero problema estaba en las palmas de mis manos. Tenía pequeñas piedras y tierra entre las heridas.
—Esto se ve muy mal.
—¿Que tan mal? —pregunté sin mirar las manos, no quería hacerlo, nunca veía las heridas, ese era trabajo de papá.
—Tranquila, haré lo posible para que no sientas nada —me lavó las manos retirando la sangre seca, luego con una pinza comenzó a retirar lo que pensé eran las piedras y suciedad restante, desinfecto y cubrió con gasa.
Parecía que estaba a punto de salir a una pelea de boxeo.
—Tienes que cambiarla cada dos días, o cada vez que te bañes en lo posible —me indicó la mujer.
Salí de ahí asegurándole que haría todo lo que me dijo.
En mi casillero encontré una muda de ropa que mamá siempre me decía que dejara en la escuela, solo para emergencias, me había dicho. Cuánta razón tenía.
Me cambié en el baño como pude, agradecí que el leggin deportivo me quedaba suelto y no tocaba las heridas, la remera era mangas cortas y pegada al cuerpo así que decidí dejarme la que llevaba en un principio, aunque estuviera manchada de sangre. Por último, una sudadera negra dos tallas más grandes que la mía con capucha.
Dejé lo restante en el casillero y me escondí en la biblioteca hasta la hora del almuerzo. Saqué mi celular y le envié un mensaje a mamá antes de que la escuela le avisara y se pusiera paranoica. Contesté un par de WhatsApps que tenía de Melody para que supiera que había llegado a la escuela, solo que no en las mejores condiciones.
Lo que me sorprendió fue un mensaje de Cole.
-Cat
-estás bien?
-Sí, no te preocupes, ya conseguí ropa.
✔✔
Desde que le había mandado el mensaje de la camioneta no me había respondido, se sentía extraño hablar con él por teléfono. Luego del incidente habíamos dejado de hablar como por un año, la última conversación del chat era de él preguntándome si me había llevado una sudadera que era suya.
Resalté ese mensaje.
-Te acuerdas de esto?
-Sí, todavía no puedo encontrarla
-comienzo a pensar que Will la robó y ahora su prometida la está usando
-🤮🤮
-Jajajaja.
-Búscame en el almuerzo más tarde
-Por qué?
-Ya lo verás.
✔✔
Como por arte de magia sonó la campana y me reincorporé del duro asiento, me dirigí hasta la cafetería a paso de tortuga y divisé a Melody en nuestra mesa. Ella me vio con el ceño fruncido por la ropa que traía y me senté con dificultad.
—¿Te atropelló un camión?
—No, por desgracia. Me aparté antes de que sucediera.
—No eres graciosa, ¿lo sabías? —me encogí de hombros y tomé su botella de jugo que ella me arrebató con rapidez, dio un suspiro y negó con la cabeza—. Ya te traigo tu almuerzo.
—Gracias, te amo —le dije haciendo un corazón con mis manos.
Miré a mi alrededor, noté que nadie me observaba, esperaba que no surgiera un rumor raro, era lo último que necesitaba ahora mismo. Cole acababa de entrar a la cafetería con su grupo y nuestras miradas se conectaron.
Me coloqué la capucha de la sudadera que me quedaba inmensa y le guiñé un ojo, él sonrió en mi dirección mientras caminaba hasta su mesa. Ahora ya sabía dónde estaba la prenda y no pensaba devolverla, aunque me pagara por ello.
—Cat, ¿es verdad que un oso te atacó en la ruta? —los hermanos García estaban parados en mi mesa preguntando la cosa más estúpida que había oído.
—¿Quién rayos les dijo eso?
—Es lo que dicen todos —habló Lee—. ¿Es verdad?
—¡No!, me caí en la bici, nada más.
Hicieron un sonido de aburrimiento al unísono y les largué con un tenedor de plástico para que se fueran. Por suerte era un rumor tonto, tal vez se olvidaría mañana.
—¿Y mis cubiertos? —preguntó Melody depositando mi almuerzo en la mesa.
—Creo que tendrás que buscar otros.
. . . . . ╰──╮╭──╯ . . . . .
Al finalizar el almuerzo Jackie me interceptó en el pasillo, quería irme lo antes posible y no hablar con nadie hasta terminar lo que me quedaba de clases.
—Cat, ¿tienes un segundo?
—Lo siento, tengo que entrar a clases, el señor Evans es muy estricto —era mentira, pensaba esconderme otra vez en la biblioteca o en el baño en el mejor de los casos.
—Quería hablarte de esta tarde. Los Walter tendrán su puesto de sidra de manzana y necesitamos comprar un par de cajones, George me dijo que acababas de cosechar las tuyas y que pasara a comprarte. Solo que no sabía dónde está tu negocio.
La miré tratando de entender todo lo que me estaba diciendo.
—Claro, podemos ir a la salida —maldije mil veces más, este día no podía empeorar.
—Creo que Will pasará a buscarlas más tarde. Él es el que va a preparar la sidra —asentí y estaba a punto de irme, pero me tomó por el brazo y tuve que morderme el labio para no gritar de dolor—. También, quería pedirte una disculpa por lo de esta mañana. Creo que ese comentario estuvo de más y me gustaría que nos lleváramos mejor.
—Seguro, no te preocupes.
—Quería decirte que es agradable tener a otra chica que me ayude a lidiar con los Walter. Espero que nos llevemos bien.
—Lo mismo digo, Jackie. Si necesitas escapar algún día de tanto hombre, me avisas, ¿ok?
—Seguro.
. . . . . ╰──╮╭──╯ . . . . .
Will llegó justo a tiempo en que abrí la puerta de vidrio para ingresar.
—Hola, Cat. Cuánto tiempo sin verte.
—Lo mismo digo. ¿Qué tal el trabajo? —hizo una mueca a mi pregunta—. ¿Tan mal está la situación?
—Parece que la gente ya no compra tantas casas.
—Lo siento.
—No te preocupes, seguro puedo encontrar algo mejor.
Entramos al local y caminé hasta el sector de frutas.
—¿Sabes?, estoy en busca de un empleado, no puedo manejar el lugar en las mañanas por la escuela.
—¿Y abres tú sola en las tardes?
—Algunas veces, si el día está tan terrible como hoy no lo hago.
—Oh, lo siento. ¿Llegué en mal momento?
—No, no. Es solo que... tuve un pequeño accidente en la bici, pero nada de qué preocuparse.
—Eso explica el corte de la frente —dijo riendo, pero al ver que yo no lo hice su expresión cambió—. ¿No te has visto?
Tenía razón, estuve tan alterada que no me había detenido a mirarme un segundo. Tomé una cuchara grande que usaba para los alimentos secos y miré mi reflejo, lo poco que podía observar era un ligero corte en la frente.
—Mierda.
—Hey, voy a cargar esto a la camioneta, no hagas tanto esfuerzo por hoy —si supiera que me duele hasta respirar.
Cargó cuatro cajones de manzana y me pagó.
—Si necesitas a alguien de tiempo completo, puedo entregarte mi currículum.
—No hace falta, puedes empezar cuando quieras. Creo que tienes razón, necesito a alguien que se ocupe a tiempo completo de este lugar.
—¿Es en serio, Cat? —se emocionó por oferta—. Bueno, piénsalo esta noche y si quieres puedo venir el lunes a primera hora.
Le dije que lo pensaría y que lo vería luego en la feria.
Llegué a casa más tarde de lo previsto, no podía montar la bici por obvias razones así que tuve que caminar. Mamá me vio venir a lo lejos, porque salió a la puerta a esperarme de brazos cruzados, y eso no era una buena señal.
—Cat, ¿por qué no contestaste al teléfono? —saqué el celular del bolsillo del leggin y vi las cinco llamadas perdidas.
—Perdón, estaba en silencio, ¿era algo importante?
—Claro que era importante —respondió una voz familiar pero que hacía tiempo no escuchaba.
—¡Abuelo! —me abalancé a los brazos del hombre y le di un fuerte abrazo del cual me arrepentí al instante—. ¿Cuándo llegaste?
—Hace una hora más o menos, ¿qué te pasó? —dijo preocupado.
—Nada, solo me caí. Fue algo torpe.
—Descuidada igual que su padre —comentó mamá viéndome de arriba a abajo como si sus ojos tuvieran rayos X—. Vamos a dentro para desempacar tus cosas, Jim.
El abuelo era alguien optimista y gracioso, no lo veía hace mucho porque vive a tres horas de Silver Falls. Es la viva imagen de papá, solo que con sus sesenta años de más.
—¿Viniste por el partido de mañana? —le pregunté sentándome con él en el gran sofá.
—Si, pero también vine a ver a mi nieta favorita.
—Soy tu única nieta —le corregí y él me abrazó dejando un beso en mi frente.
Éramos una familia pequeña ciertamente, pero una hermosa, al fin y al cabo.
—Si piensan ir a la feria hay que salir ahora mismo —dijo mamá terminando de empacar su bolso.
Subí a cambiarme y darme una ducha, tuve que retirar todas las vendas que ya estaban llenas de sangre seca. Limpié y desinfecté todo rápidamente para no hacer esperar al abuelo.
. . . . . ╰──╮╭──╯ . . . . .
En el camino el abuelo no se cansaba de decir lo mucho que había cambiado el pueblo desde su juventud, aunque yo lo veía igual que siempre.
Hablábamos mucho con Cole sobre eso. Estábamos cansados del mismo lugar, de siempre ver las mismas cosas, las mismas personas.
Cole quería viajar por el mundo, y yo quería ir detrás de él. Cuando estábamos en primaria hicimos una lista de todos los lugares que queríamos visitar, entre ellos Las Vegas, Hollywood, Alaska, California y muchos más. Danny nos decía que soñábamos despiertos, pero nosotros juramos que cumpliríamos nuestro sueño.
El abuelo contó alguna historia que me sacó de mis pensamientos y le agradecí en mis adentros.
Al llegar al lugar nos topamos con muchos puestos de comida y juegos, estaba abarrotado de gente. Le advertí al abuelo que no se perdiera, pero ya era tarde, se había puesto a conversar con alguien y mamá me hizo una seña de que iría tras él. Saqué mi teléfono y le dejé un mensaje a Melody para que nos encontráramos en algún punto, mientras tanto decidí caminar por el lugar.
—Cat, que bueno verte por aquí —Richard, un granjero vecino me saludó con un movimiento de cabeza—. George me comentó que tenías una solución para lo de las plagas.
—Sí, y creo que está dando resultados. Ya el lunes puedo informar con certeza.
—Avísame, estuve a punto de comprar el que Sam me recomendó, pero salía de mi presupuesto.
—Lo sé, por eso busqué otra solución. Es más rentable y efectivo a corto plazo.
—Cat, oye, necesitamos organizar una reunión con todos —cada vez se iban sumando más hombres y empecé a marearme entre tanta gente.
Sentí un tirón en mi brazo, estaba a punto de maldecir, hasta que vi que se trataba de Melody.
—Disculpen, señores. Tengo que robarles a la señorita un momento.
—Gracias —le susurré mientras nos alejábamos del lugar.
—Me debes una. Así que ahora iremos a mi puesto favorito.
—¿Tengo que adivinar de cual se trata?
—Llegamos —dijo y en un segundo estábamos frente al carrito de los Walter.
Miré al rubio que estaba sirviendo sidra y mirando de forma coqueta a una chica, antes de que pudiera decirle a Melody que no era una buena idea ya estábamos frente a Cole.
—Hola, guapo. Dos sidras para estas bellas señoritas —pidió muy segura Melody.
Mis ojos se desviaban al interesante puesto de palomitas que había a tres metros de distancia.
—Seguro. Pero tu bella amiga parece no querer un vaso —dijo Cole apoyado sobre sus brazos en el carrito.
Miré sus ojos verdes tratando de comunicarme telepáticamente para decirle que había gente de la escuela aquí también, pero poco le importó.
Mel, me dio un empujón y tuve que hablar.
—Sí.
—¿Sí? —rio por mi estúpida respuesta—. ¿La caída también te afectó la lengua que no puedes hablar?
—Dame un maldito vaso de sidra.
Mel volvió a empujarme, pero esta vez más fuerte y me quejé.
—Claro, Speedy. Esta va con mucho cariño de parte de la familia Walter, te recuperarás en un día.
—Esto no me hubiera pasado si hubieras arreglado mi camioneta —recibí el vaso que me entregó.
—Y todavía está en reparación, para que lo sepas.
—La necesito cuanto antes, Cole. No puedo usar la bici y menos en estas condiciones.
—No hay por qué apresurarse. Además, veo que andar tanto tiempo en esa bicicleta está dando resultados —dijo mirándome de arriba abajo, el incidente de la enfermería vino a mi mente y sentí la cara arder—. Yo sé lo que vi, Cat. Mis consejos fueron buenos, ese trasero no está tan mal.
—¿De qué trasero hablan? —dijo mi abuelo apareciendo de pronto.
—Señor Williams —dijo Cole con un tono voz serio que solo usaba cuando estaba mi abuelo presente, se incorporó de inmediato adoptando una postura recta.
—Hablamos del trasero de Cole. Como ya no está en el equipo se está volviendo flácido al no entrenar.
Cole me mató con la mirada y yo sonreí.
—Tenemos muchos puestos que recorrer, si nos disculpas —dije tomando al abuelo del brazo—. Espero verte luego.
Empujé a Melody para que caminara delante nuestro y así me zafé de la peor situación de todas.
—Tienes que contarme ya mismo que fue todo eso.
—Luego. Ahora quiero unas palomitas si no es mucha molestia.
El abuelo se ofreció a comprárnoslas y fuimos a recorrer el lugar. Pasamos por muchos juegos y hasta que nos detuvimos en uno de tiro al blanco.
—¿Quieres intentarlo? —me preguntó el mayor.
—¿Quieres que te patee el trasero?
—¡Cat! —me regaño Melody, pero el abuelo rio.
—¡Ese es el espíritu Williams!
Le pagué al hombre y tomamos un par de escopetas, papá me había enseñado a tirar, pero estaba un poco oxidada, ya hacía tiempo que no practicaba. Fallé dos tiros y mi contrincante no erró ni uno solo.
—Podré estar viejo, pero no perdí el toque —festejó en mi cara. Eligió de premio un sombrero marrón y me lo colocó en la cabeza.
—Pero ganaste tú, abuelo.
—Te queda mejor, yo ya tengo muchos en casa.
—¡Ahí están! —dijo mi madre apareciendo detrás nuestro—. Jim, hay un puesto de cervezas artesanales, ¿quieres ir por unas?
Se fueron a recorrer solos y yo me quedé con mi amiga. Tuvimos mucho tiempo para que le contara todo lo recurrente al incidente de la enfermería y otras cosas más. Volvimos al lugar del inicio y nos acercamos hasta el gran escenario donde Cole estaba al micrófono gritando un par de cosas, como siempre llamando la atención.
—¿Qué está haciendo?
—Creo que se está subastando así mismo —respondió sorprendida Mel a mi pregunta.
Negué con la cabeza y escuché las ofertas de la gente.
—¡Ofrezco 500 dólares por el guapo caballero! —dijo una señora mayor, reí por la suma de dinero que ofrecía para comprar al rubio.
Ni en un millón de años gastaría ese dinero para tener a Cole, suficiente era con verlo casi todos los días en la escuela y su casa.
—¡Okey, ofrece 500! —dijo Cole con preocupación en su voz, al parecer se estaba replanteando su idea de subastarse—. A la una... —nadie respondía—. A las dos...
A este paso sería vendido a la señora Mutschnick que dios sabía lo que podía hacerle, no es que tuviera malas intenciones, pero Cole me había confesado que le daba un poco de miedo cuando éramos pequeños.
—¡700 dólares! —gritó algún desquiciado y todos reímos.
—¡700 dólares!, a la una, a las dos —parecía la última oferta.
—¿Quién rayos dijo 700 dólares? —pregunté tratando de mirar entre las personas que teníamos delante.
—Creo que tu abuelo.
—¡¿Qué?!
—¡Vendido al señor Williams! —la gente aplaudía y festejaba la imprudencia de mi abuelo.
Tomé a Melody del brazo y cruzamos entre la gente hasta dar con él.
—¡Estás senil! —dije retándolo—. ¿Cómo vas a gastar tu dinero en alguien como Cole?
—Feliz cumpleaños —me dijo sonriendo inocentemente.
—¿Qué? —el viejo estaba demente—. Todavía falta para mi cumpleaños, ya me regalaste suficiente hoy. Además, ¿cómo puedes pensar que Cole sería un buen regalo?
—Yo creo que sí lo es —intervino Mel.
—Cállate, no heches más leña al fuego.
—Sé que te gusta Cole desde que eras pequeña. ¿Qué mejor que tenerlo para ti sola una tarde entera?
—No puedes estar más equivocado —podría haberle dado mil razones más por las que Cole no era una buena opción de cumpleaños, pero me interrumpió.
—Si me disculpas, tengo un regalo que pagar —dijo escapándose de la situación.
—No seas tan dura con él —dijo mi madre—. Fue un lindo gesto de su parte. Además, no creo que pueda estar presente para tu cumpleaños.
Me dolió saber aquello, no podía arruinar este corto momento que me quedaba con mi abuelo por el estúpido de Cole, así que decidí ignorar la situación, ya sabría que hacer cuando llegara el momento.
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