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〖 3 〗


Tardé en convencer a mamá de adoptar al perro, luego de suplicarle toda la semana al fin aceptó de mala gana. Era otra responsabilidad más que atender, pero podía con esto. 

El sábado temprano George me llamó porque necesitaba ayuda con el campo, había dicho que sí solo porque podía usar el auto de mamá el fin de semana y no iría en la bici.

Al llegar divisé la máquina de arado a lo lejos, tendría que tomar un caballo para alcanzarlo y dar un par de vueltas por los árboles.

—Hola, Alex, buen día. ¿Has visto a Cole? —le pregunté al castaño mientras bajaba del auto.

—Está en el granero —dijo casi sin dirigirme la mirada.

—¿Qué te hizo Cole esta vez? —era tan obvio cuando Alex se molestaba, y la mayoría de las veces era por su hermano.

—Solo es Cole, ya sabes.

Parecía que no tenía tantas ganas de charlar, así que lo dejamos ahí. Fui en busca del rubio y como su hermano menor me dijo lo encontré entre los caballos, junto con Jackie.

—Cole, necesito un caballo —el mencionado se dio vuelta y pude notar que acababa de levantarse por el cabello desordenado.

—Buenos días, Cole —dijo bromeando.

Jackie me miró confundida, así que pensé que era momento de presentarme al fin.

—Hola, soy Catherine Williams, pero todos me llaman Cat —le extendí la mano y ella aceptó con una sonrisa, no se veía forzada y eso me agradó.

—Soy Jackie Howard, es un placer. Nos vemos luego —salió del lugar apresurada y alcanzó a Alex que estaba casi llegando a la casa.

—¿Qué sucede? —le pregunté al rubio que los miraba de lejos con una cierta tristeza en los ojos.

Detrás nuestro apareció Isaac y le quiso entregar un billete a Cole que éste rechazó. 

—¿Todavía siguen haciendo apuestas? —dije negando con la cabeza—. Ustedes no maduran nunca. 

—Fue solo una broma y ella se lo tomó a mal —habló Isaac defendiéndose.

—¿Ustedes le hicieron eso al pelo de Jackie? —los miré con reproche—. Pensé que ya habían aprendido a que esas cosas no se hacen.

—Lo tuyo fue un accidente —me corrigió Cole.

—Claro, y los diez dólares que le tuviste que dar a Danny también fueron un accidente —le quité la rienda del caballo y me alejé, no quería revivir recuerdos dolorosos.

—¿De qué hablan? —preguntó Isaac.

—Tú eras muy pequeño, pero una vez le llenamos el cabello a Cat con pegamento de la escuela. Se le quitó después de tres días.

—No olvido, ni perdono —grité mientras salía del granero y Cole detrás mío riendo. 



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—¿Piensas montar a Natilla?

—¿A caso hay otro caballo disponible?

—Hay como cuatro caballos más disponibles.

—Es que él me quiere mucho y yo también —dije al momento que montaba y me colocaba mi sobrero, el sol estaba fuerte incluso a esa hora de la mañana.

—Espérame aquí —fue por otro caballo y nos pusimos en marcha.

Como siempre, nos fuimos cabalgando y terminamos haciendo una carrera. Me detuve junto a George y este abrió la puerta de la máquina.

—Hola, Cat. ¿Crees que puedas darles un vistazo a los árboles?

—Si, no hay problema. Estuve investigando y creo que hallé una solución al problema.

—Fantástico, avísame si necesitas ayuda.

—Yo la acompaño —dijo Cole y se apresuró hasta el otro extremo del terreno.

Traté de alcanzarlo, pero llegó antes y ya estaba desmontando.

—Gané —celebró sonriendo.

—No era una carrera de todas formas —antes muerta que admitir que perdí.

Caminamos uno junto al otro en silencio mientras yo revisaba los árboles dañados.

—¿De verdad tienes una solución?

—Como lo suponía son polillas, atacan toda esta parte del árbol debilitando las raíces —dije mientras señalaba y Cole asentía—. Ya encargué un insecticida, mis árboles también lo tienen. En cuanto llegue tendremos que rociar toda esta parte.

—Bien, si ya terminaste quiero mostrarte algo.

—Como te encanta perder el tiempo —dije siguiéndolo hacia donde quiera que me llevaba.

Nos adentramos más en el campo que se convertía en bosque, los árboles nos rodeaban y las hojas hacían un sonido suave al moverse con la brisa.

—Espero que recuerdes esto —señaló un viejo roble, el tronco había formado un nudo que tenía la forma característica de un corazón—. Cuando éramos pequeños te dije que escribiéramos algo aquí, pero no se nos ocurría nada ingenioso.

—Está más grande ahora, ya hay espacio para tallar lo que queramos.

Cole sacó la llave del auto que tenía guardado en su jean y se apoyó contra el árbol.

—Tú decides, Speedy. 

—¿Por qué yo?

—Te debo una, ¿recuerdas lo que me preguntaste en el auto los otros días?

—Sí —no pensé que sacaría este tema justo ahora—. ¿Encontraste una respuesta al porqué de tu indiferencia?

—Todavía no. Pensaba decir algo como que mi accidente de la pierna me había vuelto más distante, pero no parecía muy buena excusa.

—Menos mal que lo pensaste, porque me parece terrible —dije y reímos al unísono—. ¿Qué te parece nuestros nombres?, ¿o es muy chiché? —me arrepentí al instante viendo que quedarían atrapados en un corazón y tal vez se podía malinterpretar.

—Es perfecto —no lo pensó un instante, se puso a tallar y con la otra mano tapó para que no pudiera ver—. Listo, ¿qué te parece? No hice el típico corazón porque ya está dentro de uno.

Me acerqué para ver su obra de arte y me encantó. Había escrito C W + C W, Cole Walter y Catherine Williams.

—Es perfecto, salvo por tu caligrafía. Pero creo que es aceptable —me encogí de hombros y él me dio un empujón en el hombro.

Su tacto hizo que se me erizara la piel y traté de ocultarlo cruzándome de brazos.

—Creo que es hora de volver —nos devolvimos por el mismo lugar dejando atrás nuestra marca que quedaría por siempre ahí.

Y por lo menos yo, con un nudo en el corazón.




. . . . . ╰──╮╭──╯ . . . . .



El primer partido de la temporada se acercaba y todos en el pueblo estaban alterados, los negocios cerraban temprano o ni si quiera abrían. Yo no tenía muchos ánimos de asistir, desde que Cole había sufrido su accidente ya no era lo mismo.

La noche anterior había llegado el pedido del insecticida por lo que a primera hora me puse a regar mis árboles con la esperanza de que funcionara. Intenté llamarle a George, pero no me atendía, seguro la casa de los Walter era un verdadero desastre. 

Como lo predije recibí un mensaje de Isaac con muchos emojis y la palabra emergencia en mayúsculas. 



. . . . . ╰──╮╭──╯ . . . . .



Cat, es una emergencia —dijo el chico García exagerando como siempre.

—Nunca es una emergencia, deja de mentir —dije mientras arrojaba la bicicleta al césped—. ¿Se puede saber por qué me llamaron tan temprano?

—Cole tiene que practicar con Parker y necesita que alguien le haga le haga ese peinado. 

—Son mis trenzas de la suerte —dijo la pequeña apareciendo por la entrada de la casa con su cabello rubio enredado. Sonreí porque seguramente había intentado hacérselas sola y no lo había logrado.

Le hice una seña y nos sentamos en el césped, comencé desenredando su cabello y luego trenzando todo desde la base de la cabeza hasta las puntas.

—¿Por qué no le pediste ayuda a Katherine? —le pregunté a Parker mientras le ataba una trenza.

—Mamá está ocupada, tiene que ir a la veterinaria.

—¿Y Jackie?, seguramente ella también sabe hacer esto.

—No me agrada —reí por su sinceridad, seguro era difícil convivir con otra chica que no conocías de nada.

—¿Ya terminaron? —preguntó Cole saliendo por la puerta con la pelota de fútbol en la mano.

—Cole, no pueden llamarme para estas cosas, también tengo una vida. El día que realmente tengan una emergencia no voy a venir.

—Primero, fue Isaac quién te llamó. Segundo, hay café en la cocina, vé a desayunar.

—Sí, mamá —dije negando con la cabeza.

Me serví una taza de café y salí a ver la práctica, había olvidado el partido de Parker, así que tendría una excusa para ir después de todo. George apareció detrás mío y me dio una palmada en el hombro.

—¿Tan temprano por aquí?

—Estoy pensando en traerme una bolsa de dormir —el rio por mi comentario—. Isaac me llamó porque necesitaba que alguien peinara a Parker. Según él era una emergencia.

—Lo siento —dijo apenado de que su sobrino me hubiera hecho ir solo para eso.

—No es problema, supongo que P está nerviosa.

—Ella te aprecia mucho, ¿sabes? Espero que puedas ir al juego —dijo mientras bebía su café.

—Claro, no me lo perdería.

El padre los llamó para que desayunaran antes de que se hiciera tarde para ir a clases, su teléfono comenzó a sonar y me mostró la pantalla, era Sam. 

—Déjame hablar con él —me hizo una seña de que entráramos a la casa y atendió la llamada.

—Hey, sí. Estoy con Cat, ella también opina lo mismo.

Tomé una tostada y me senté en un banco que había en la isla de la cocina. Jackie apareció y me saludó, le devolví el gesto y me concentré en George que seguía en el teléfono.

— Es la peor infestación que tenemos desde... no sé, ¿el 98 tal vez? Si mi padre se hubiera adaptado al clima, no estaríamos pensando en cortar y quemar el 20% de la cosecha.

Negué con la cabeza y le dije que me pasara el teléfono, pero él me hizo una seña de que esperara un segundo.

—¿Qué? ¿Vas a probar un pesticida? ¿Cuánto cuesta? Ah...

—Dame —dije arrebatándole el teléfono—. Hola, soy Cat. Escucha, ya encargué un insecticida, esta mañana lo probé, pero necesito una semana para verificar que funciona. Es una opción mejor que el pesticida ese. ¿Qué? —dije al escuchar el precio que había pagado por ese producto—. Estás loco, no funcionará y será un gasto innecesario. Bien haz lo quieras.

Le pasé el teléfono a George otra vez y el terminó la conversación.

—George, créeme. Ésta es una opción mejor.

—¿Que significa cortar y quema? —preguntó Jackie.

—Incendiar todo para matar las plagas —respondió Lee.

—Es un último recurso.

—No será necesario si haces lo que te digo.

—Creo que George sabe lo que hace —dijo Jackie, a lo que la miré de mala gana.

—No subestime a Cat. Es una genia de las plantas —saltó Lee a defenderme.

—Está bien. Llámame si cambias de opinión, te lo dejaré a mitad de precio —le dije a George y me despedí, el comentario de Jackie me había descolocado un poco, ni si quiera me conocía o a George como para decir eso.

Tenía que ir a clases y si no me apuraba llegaría tarde en la bicicleta. 



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Ophelia - The Lumineers 

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1:00 ───|───────── 2:40



Me coloqué los auriculares y comencé a pedalear. Ya me estaba acostumbrando a la nueva movilidad y eso no me gustaba, quería mi camioneta de vuelta y si Cole se tardaba tanto era porque realmente le estaba poniendo empeño en arreglarla. 

Siempre fue muy bueno con esas cosas, si algún juguete se me rompía él buscaba la forma de repararlo, esperaba que hiciera lo mismo con la camioneta. Pensar en Cole me volvió a llevar al comentario de Jackie, tal vez no era tan buena como había imaginado, o tal vez la estaba juzgando demasiado. Ese siempre había sido mi problema, el no poder leer a las personas; Cole sí podía. Cuando estábamos en primaria y escuela media no me había hecho falta hacer otros amigos, tenía suficiente con él.

Luego conocí a Melody, mi padre había fallecido y ella apreció en el momento justo. 

Yo había pasado a ser un fantasma para Cole y sin su apoyo no podría haber seguir, pero ya tenía a Melody. Ella me apoyó en el momento en que mis dos personas favoritas me habían abandonado.

La respiración comenzó a fallarme y era por la rapidez con la que estaba pedaleando, dejé que la bici me llevara sola y traté de inhalar y exhalar lento. El viento hacía que mi cabello se elevara y cayera sobre mi cara, elevé la vista y me concentré en los árboles que pasaban a toda velocidad por el costado. 

Quería dejar de pensar y no podía. Mientras más trataba, más grande era el nudo en mi estómago.

Pensé en papá, y en como él podía hacer que dejara de abrumarme con mis propios pensamientos, un chiste de él bastaba para hacerme reír. Me hacían falta sus pequeños cumplidos del día sobre mi ropa o lo lindo que tenía el cabello. Sus abrazos me reiniciaban el corazón, recordé con cariño sus consejos y comentarios acerca de la vida, su frase célebre "ya lo entenderás cuando crezcas".

Por distraerme no pude esquivar una piedra y caí en el duro asfalto. Derrapé casi a un metro de la bicicleta y me reincorporé rápido por la adrenalina o la vergüenza, no lo sabía. Si no me orillaba cualquier auto podría pasarme por encima, me dolía la cadera y la rodilla izquierda, las palmas de mis manos ardían al tomar el mango de la bici, pero lo único que podía hacer era apretar los dientes, no quería mirar, solo dejé que las lágrimas cayeran por mis mejillas y seguí andando, esta vez con más cuidado.



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