Era un día bastante soleado en la Montaña Paoz, un niño de cabello azabache alborotado estiraba sus brazos en una habitación como no queriéndose levantar de su muy profundo sueño.

Abuelito solo un ratito más, decía el niño mientras estiraba sus bracitos y se volvía a enrollar con sus sabanas en su cama.

Hijo es hora de irnos, se nos hará tarde y si no te levantas lo más probable es que nos quedemos sin desayuno, pronunciaba un señor de avanzada edad.

De manera instintiva y como si fuera impulsado por un resorte el niño se levanto de su cama y se fue corriendo a darse un baño y cambiarse de ropa para ir con su abuelo a donde comenzaría su primera y única historia de amor.

Ya estoy listo abuelito, a donde vamos a ir, muero de hambre, decía el niño cogiéndose la barriguita.

No te desesperes hijo, te tengo una sorpresa: iremos a Kame House, con el maestro Roshi, pronunció el adorable anciano.

¡Qué alegría! volveré a ver a Krilin y a los demás, respondió con una amplia sonrisa el hermoso niño.

Mientras Gokú y su abuelo partían a casa del maestro, en Kame House, un anciano y un pequeño calvo platicaban.

Kame House:

Maestro en serio, viene Gokú, al fin podre enseñarle todo lo que aprendí en su ausencia, decía un pequeño calvo.

Si Krilin pero también viene Bulma y un viejo amigo, que pronto conocerás, respondía un hombre mayor de lentes oscuros y sombrero.

La conversación se vio interrumpida por el sonido de un helicóptero, Krilin, el maestro y la vieja tortuga se asoman a la ventana, cuando ven descender del helicóptero a una bella peli azul.

Es Bulma, dijo el calvo antes de ir al encuentro de una peli azul. ¡Bulmaaa¡ gritaba el calvo, mientras corría al encuentro de la joven, al llegar junto a ella se fundieron  en un cálido abrazo.

Pero cuanto has crecido niña, pasa a casa y cuéntanos que ha sido de tu vida, pronunció el viejo maestro al llegar junto a los niños.

Cuando iban rumbo a la casa, otro sonido interrumpió su camino, giraron para ver quién venía y se dieron cuenta que de un helicóptero bajaba un hombre alto regordete y una pequeña niña de cabello azabache muy bella, el hombre se dirigió hacia donde se encontraban el maestro y los demás, mientras la pequeña niña tímidamente caminaba con paso cansino y la cabeza baja que no se dio cuenta, en qué momento tropezó con algo o alguien, solo de un momento a otro se encontró en el piso y de pronto alguien le ofrecía su mano para darle apoyo y así esta pueda levantarse.

¡Hola!, te ayudo; pronunciaba un niño de aproximadamente su misma edad, que tenía una amplia sonrisa en su rostro, haciendo que la niña tome su mano, al tiempo que al conectar miradas ambos se quedaron en profundo silencio.