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Cuando el invierno llora...

...se congelan sus lágrimas.

De las tierras más pobladas emanó el vacío, en la ignorada abundancia brotó la codicia y disidencia, cayendo cautivos sólo aquellos que en verdad comprendían el sentido de la libertad. Y la armonía murió en la contienda inacabable de los perdidos.

Reinó la devastación antes de que se fuera capaz de notar su poderío, la destrucción comandaba ejércitos y fenecía de incertidumbre el miedo. El amparo ya no encontraba refugio seguro y los vencidos eran reclamados por el luctuoso séquito del deceso, no existía incólume ser exento al luto, ni oídos sordos a los llantos de agonía y desconsuelo de los heridos. La guerra asolaba el mundo y derruía toda miaja de esperanza en pos de la resignación.

Pero incluso en medio de la catástrofe y el ruin augurio; todos querían vivir, la vida deseaba sobrevivir. Anhelaban, más que nada, que el consuelo llegase a convalecer sus abatidos corazones y a recomponer los destrozos que la ira causó.

En los ojos del miedo se hallaba la desesperación. Algunos ocultándose temerosos de la muerte, mientras que otros, arriesgando sus vidas, iban a por el.

Corría la catástrofe, llevándose consigo todo a su paso, incluido a la indiferencia. Y es que debido al horror que trasmiten aquellos conflictos sangrientos, resulta inimaginable hallar humanidad en medio de la guerra, pero la hubo, en abundancia que no se vio, pues el amor al prójimo y a la vida se mantenían abstractos hasta que alguien se atrevió a dibujar los abrazos de escudo de una madre, el beso ansiado de dos enemigos y la vida entregada a los desprotegidos.

Nació el amor y no hubo guerra que pudiera ganarle.

20 de noviembre de 1951

—No puedes ir —demanda por tercera vez en el día.

Tiene los ojos rojos de vigilia, su piel pálida se oculta bajo el vestigio de la mugrosidad mal lavada, en sus manos empuña el aire y la ansiedad transforma su miedo en un río que navega bajo los sienes de su rostro sin intenciones de ir a parar a algún lado. Está aterrado y no encuentra manera de ocultarlo, pues la guerra aún vive allá afuera, demasiado jóven como para dejarse morir por los ruegos de unos desamparados.

Por eso, cuando Kim Taehyung, su más imprescindible fuente de valor y sentido, llega a anuciarle que irá junto a un ejército hasta Incheon por mandatos del Comandante, no puede evitar entregarse al pánico.

—Son órdenes, Jungkook, debo hacerlo —formula el hombre delante suyo, igual de abatido que él, mas finge dominar el miedo por instantes, pero pronto recae. Sus ojos se cristalizan y en la opacidad jura ver imágenes de una vida junto a Jungkook que quizá aún deberá esperar, porque el tiempo resultó ser un gran mentiroso que ha ocultado una bomba en sus horas, a la espera de estallar en el momento menos previsto.

—¡Es una misión suicida, Taehyung!

—¡La maldita guerra lo es! Y llegamos hasta aquí, Jeon, sabiéndolo.

Niega varias veces, intentando alejar aquella realidad que lo somete a un tormento incesante de agonía y desesperación, y es que atragantarse con mentiras para impedir que la verdad encontrase grietas de ingreso sólo lo llevó a ahogarse en su propio designio.

En la infancia de dos niños huérfanos que hallaron el significado de "hogar" en los brazos del otro, siempre existieron sueños, anhelos que toda humanidad en abundancia o necesidad posee. El enredo de los sueños yace en que nadie te enseña a diferenciar entre lo real y lo quimérico, y tal como dos presas ingenuas, cayeron ante el deseo de ser importantes en el mundo, memorables... y para ello debían esforzarse, cumplir metas.

Se habían enlistado en la milicia en cuanto ambos cumplieron los 18 años de edad, para su suerte la División de Infantería en Corea del Sur ya se había formado en 1947. Reemplazaron capas de superhéroes de infancia por armas de guerra en la juventud, servir a su nación era una labor honorable y riesgosa, lo sabían, y aún más al ser conscientes de la creciente tensión entre ambas regiones de Corea del Sur y Norte.

Esta se había vuelto una oleada de presiones desde el fin de la ocupación japonesa en 1945, soviéticos y norteamericanos habían improvisado una solución transitoria, estableciendo así, una frontera en la línea invisible del paralelo 38, que cruzaba la península de este a oeste por la mitad. Quedando el Norte repaldado por la Unión Soviética, y el Sur, a cargo de Estados Unidos.

Las negociaciones por reunificar Corea posteriormente no pudieron conciliarse debido a las contrarias ideologías de sus respectivos gobernantes. Kim Ilsung (presidente de Corea del Norte desde su creación en 1948) deseaba expandir su doctrina comunista por el Sur, en tanto el régimen dictatorial de Syngman Rhee (presidente de Corea del Sur desde 1948) anticomunista y nacionalista, se oponía enteramente.
Ambos, reacios a adoptar sistemas políticos contrarios a sus ideales y ansiando propalar sus doctrinas por toda Corea, crearon tensas disidencias entrambas regiones. Bombas de desacuerdos que finalmente terminaron por estallar en la madrugada del 25 de junio de 1950.

Ya a un año del inicio de la contienda entre el Sur de Corea y el Norte por la ocupación de los territorios, el país se hallaba en una humareda sanguinolenta, donde la muerte jugaba con sus reclamados y el delirio era el mejor predilecto para hacerlos rogar por el fin de su agonía.

—Hablaré con el Comandante —murmura más para sí mismo—, iré a tu vez o iré contigo.

—No, él ya dio su veredicto, debes quedarte a suplir esta zona. No estamos para cuestionar mandatos, sino para cumplirlos.

—Se suponía que debía protegerte...

—Jungkook, hey —se acerca hasta él y sólo allí se da cuenta de lo alejados que estuvieron en lo que duró el día, acuna su rostro, besa su comisura izquiera y junta sus narices —, eso no está en tus manos.

—Te pedí... aquella noche, que te aferraras a mí, pero ahora estás alejándote.

—No tengo opción.

—Siempre hay opciones, puedes negarte...

—No dejes que nuestra relación interfiera en nuestro deber, por favor, no hacías esto antes...

—Antes no estábamos tentando a la muerte a cada segundo —discrepa, el frígido aire se ha disipado en un abrazo necesitado, pero el crudo invierno aún sigue helándoles la sangre—. Todos los días le ruego a Dios porque sigas a mi lado con vida, no puedes juzgarme por temer perderte. Sé que tú también estás aterrado.

—Lo estoy, pero no se supone que debamos huir del miedo.

—No es del miedo del que quiero que huyamos…

—Jungkook-

—¿Tienes…? ¿tienes idea de con cuántas vidas hemos acabado hasta hoy?

—No te tortures así, por favor.

—Me asustan los números, Taehyung, veo mis manos y siento el alma manchada. Vas a llamarme cobarde, pero, yo sólo quiero tomarte de la mano y correr, lejos, donde ningún arma o granada pueda encontrarnos.

Taehyung lo mira y comienza a creer que la ansiedad es contagiosa, porque él, al igual que todos aquellos soldados de la muerte, también se ha visto sufriendo en manos de la incertidumbre. Quizá sean los efectos colaterales de la guerra, pero es que ya han adoptado al miedo y la culpa como secuelas incurables.

Y jamás, durante toda su vida junto a Jeon Jungkook, nunca lo ha visto tan atemorizado como en esos momentos.

—Sabes que eso no puede ser… Solo… no lo pienses demasiado ¿Si? Estaremos bien, ¿acaso no hemos sobrevivido a todo hasta hoy?

—Lo siento. Yo… no podré protegerte desde aquí —susurra y siente quebrarse bajo los brazos de primavera que lo sostienen.

—No necesitas protegerme, Jungkook. Me llevaré la carga de tu amor sobre mis hombros, y no habrá mejor escudo que ese.

No estaban dispuestos a arriesgarlo todo, pues el único todo que poseían era el amor del uno al otro. Más no quedaban caminos sin fuego, y pasar por las brasas se volvió obligación.

Cuando la catástrofe llega de imprevisto, uno olvida guardar la esperanza con llave a tiempo, y es que es esta en verdad asustadiza que huye hasta del más ínfimo espanto. Por eso, cuando la guerra asoló el Sur de Corea y en el cielo centenares de estrellas dejaron de brillar, llamaron a la desesperanza resignación y ya no hubo luz capaz de iluminar en las noches.

—Prometo no morir... —asegura, sin certeza pero anhelándolo. Besa los labios ajenos que gritan pertenencia al reencontrarse, y un "te extrañaré" al despedirse.

Y quizá, Jungkook debió ser quien se aferrara aún más a Taehyung aquella noche.

24 de diciembre de 1952

2 años volaron, 24 meses desde la iniciación del infierno en tierras que sólo buscaban armonía y terminaron desapareciéndose como dos granadas explosivas.

Un año desde la última vez que Jungkook vio a Kim Taehyung, y para soportar la melancolía, se ha refugiado en recuerdos.

Crecer juntos les había garantizado un lazo irrompible y alterable, donde el amor sólo comenzó a tomar nuevas formas hasta hacerse gigante. Aún se reproduce vivídamente en su mente aquel 24 de diciembre de 1948, que junto con un brindis antes de tiempo y un baile en los brazos del frío, sus corazones se habían lanzado a ser libres.

Eres lo único que tengo, Taehyung, y por eso tengo mucho —susurró desde la curbatura de su cuello, aspirando su aroma y relajándose ante las suaves caricias que el contrario proporcionaba en su cintura.

—Te pones tan sentimental de repente... —soltó una risita tímida, sintiendo los latidos desenfrenados en su pecho, consciente de que quizás Jungkook ya lo hubo notado, más por el contrario este también se preguntó si sus latidos han ido a parar a oídos y tacto ajenos, exponiéndolos.

Es Noche Buena, día libre del cuartel y nos mandaron a pasarlo en familia, tú eres mi familia... ¿hay algo de malo en que quiera recordarte mi cariño cada que nace la oportunidad?

Taehyung se alejó, sólo unos centímetros bastó para sentir que una muralla fue alzada entre ambos, y tal vez ya no quiso ocultar lo que por años estuvo creciendo en su interior.

Dicen por ahí que el amor nace cuando dos almas se abrazan

Te amo —soltó finalmente, su garganta estaba seca, no tenía idea de qué era lo que en realidad deseaba oír como respuesta, Jungkook se mantuvo en silencio, perplejo, y es que aunque en ocasiones anteriores ya se habían dicho "te amo", la mirada de Taehyung aquella noche se pintaba profunda, más íntima... —, no me sé la fecha ni la hora, pero comencé a amarte de otra manera que me cuestionaba si siquiera existían formas de amar, hasta que lo entendí... Te amo, Jungkook, con vehemencia e incondicionalmente, no me importan las cirscunstancias en las que nos mantengamos, mi amor hacia ti no se limita ni desvanece. Así que no huyas después de esto... porque sigo siendo yo.

Jungkook no dijo nada por segundos, se acercó hasta él, rozó sus labios porque no estaba seguro de tener permitido usurparlos, sostuvo su nuca y respiraron el mismo oxígeno, ambos con los ojos abiertos temiendo que aquello se tratase de un sueño del que ninguno deseaba despertar. Un ansiado beso les siguió, el primero de muchos, y cuando sus labios hallaron su lugar de pertencia, en la pequeña radio olvidada a metros de los dos enamorados, se anunciaban las 00:00hs y con ello la llegada del hijo de Dios al mundo.

No huiría jamás cuando he ansiado esto por tanto tiempo. Así que aférrate a mí, Tae, mi amor hacia ti es lo único verdaderamente real que tengo para dar...

Lo hago, Jungkookie, siempre lo hice. Feliz Navidad...

Es de los pocos soldados sobrevivientes en el alabado "Gracias a Dios" de los desesperanzados, y Jungkook, después de haber pasado tanto tiempo siendo testigo de los sollozos del invierno y en parte, un culpable más, se pregunta cómo es que Dios sigue permitiendo que el odio domine todo lo que él creó con amor.

Ha velado por incontables días, afligido y asustado. La incertidumbre no descansa y Jungkook resultó ser un fiel prisionero de la angustia. Taehyung no ha descansado en sus pensamientos, en todo el año sólo ha recibido una carta suya y él ha enviado centenares también sin saber si han llegado a su destino.

Es Noche Buena y este día ha visitado más cadáveres que dichas de navidad. Familias destruidas, pueblos incendiados, todo un mundo hecho cenizas. Llegó a la conclusión de que los más débiles se defienden con odio porque el amor les queda gigante.
En otras circunstancias, él estaría junto a Taehyung, bajo un árbol de Navidad, celebrando su 4to aniversario y agradeciendo a la vida por los regalos recibidos. No obstante, la realidad es cruda y la miseria un captor de dichas.

A las afueras, los muertos aparecen agrupados, apretados unos contra otros, como si aún intentasen darse calor. Aún puede oírse desde la lejanía el llanto moribundo de los heridos, prójimos a quienes les han pintado de enemigos para evitar que se los compadeciera. Soldados y civiles que sólo tenían en común sus manos vacías y el azul del cielo, se desvanecieron sin llevarse nada consigo.

Para Nochebuena, sus camaradas cavan trincheras, les colocan ramas de pino y llaman a todos a prepararse para la media noche. Jungkook hubiese preferido acurrucarse en algún rincón de su agonía, pero allí se encuentra, enfrentando el implacable frío que cristaliza esperanzas. Cuentan anécdotas y rien un poco, comparten el escaso alimento que queda junto con las bebidas, y pareciera que en aquel ínfimo instante de tranquilidad... la Navidad en esta guerra ya casi no se viste tan sangrienta.

Jungkook mira hacia la luna, que no ha dejado de brillar en medio de la masacre y nubes que amenazan con opacarla, se pregunta cómo estará Taehyung, deseando con todas las ansias que la respuesta sea la mejor.

"No estamos tan alejados, ¿verdad? Después de todo, seguimos viendo la misma luna... Feliz Navidad, amor"

Llegada la media noche, el cielo estalla en llamas: no son los ángeles anunciadores, ni las trompetas de Belén. Es el ataque de las fuerzas enemigas que aprovechando el silencio de Navidad abren fuego con toda su artillería. Se levantan de un salto y en la noche iluminada por las bombas, balas trazadoras, el destello de fuegos de cañones y las bengalas rojas de quienes hacen señales, pasan la Navidad impidiendo que el enfurecido enemigo cruce el territorio.

Al amanecer, el fuego cesó, dejando miles de heridos y centenares de muertos bajo una lluvia que llegó a intentar apagarlo todo.

Jungkook ha estado inconsciente desde hace una semana debido al impacto de balas en el torso y muslo izquierdo. Al despertar, el año nuevo de 1953 le da la bienvenida en un invierno melancólico, el dolor corporal no se compara a la aflicción de ver morir a sus camaradas en el atroz campo de batalla. Se remueve entre las sábanas intentando enderezarse, a su lado, el soldado Park lo observa aliviado desde un sillón.

—Eres fuerte, Jeon —dice—. La vida luchaba por soltarte, pero tú te negaste a dejarla ir en todo momento.

—¿Y la batalla?

—Logramos impedir que invadieran el territorio. No te preocupes por eso ahora, necesitas recuperarte aún. Feliz Año Nuevo, Jeon —finaliza, sin intenciones —o incapaz— de decir algo más, mira a la puerta y lo único que le apetece es cruzarla y alejarse del lugar.

—Park, aún puedo oír en la lejanía el sonido de las balas, no has llegado hasta aquí a decirme sólo eso y marcharte sin más, ¿no es así? —el mencionado lo mira, en su rostro puede reflejar el mismo pesar que el suyo, el abatimiento y las inconmensurables ganas de desertar de aquel infierno. En sus ojos sólo puede verse a sí mismo; igual de destruido que la guerra.

El soldado se levanta, lleva una mano al bolsillo que no ha recorrido desde el día anterior. Las personas morían a diario, de infinitas formas y por dondequiera, no obstante, ser conscientes del valor de estas vidas y el futuro de un mundo vacío, sólo nostalgia a los que sí tuvieron la suerte de sobrevivir. Por eso, en cuanto Park Jimin extrae de su bolsillo la placa militar y se la entrega a Jungkook en las manos, no puede evitar que la tristeza se asome en sus ojos.

Jungkook enmudece, observa con el pecho oprimido la placa sobre su tacto, quiere creer desesperadamente que se han equivocado de hombre, más las letras y números plasmados son claros y legibles:

"KTH 30/12/1929
10522"

—El camarada Jung llegó ayer de Incheon, también tuvieron un ataque un día después de Navidad. Antes de venir pudo recoger algunas placas para dar aviso a familiares. Lamentablemente hay más muertos que vivos... —suspiró nostálgico antes de agregar— siento mucho tu pérdida, Jeon. Él verdaderamente te amó —y se marchó, dejando al desconsuelo llorar una vida caída—.

Las primeras lágrimas no tardan en deslizarse. Jungkook llora, ahogándose y desahogándose en la pena, grita, tira de sus cabellos, desgarra su garganta y se lastima con cada esfuerzo por liberar el dolor que lo agobia, más nada se compara a las diez mil lanzas que atraviesan su pecho con cada recuerdo, cada caricia y cada voz que llega a gritarle en los oídos que Taehyung nunca más volverá.

Después de haber pasado incontables horas derramando sangre porque las lágrimas se han secado. Abraza sus piernas, ignora el dolor en su torso, pues no existe infierno más fatal que la pena del alma.

La guerra aún no acababa, pero para Jungkook, su vida sí lo hizo.

"Prometo no morir"

—Detesto tus promesas, Kim Taehyung.

24 de diciembre 2019

—Y no hubo día, después de aquellos, en el que no me imaginara una vida con Kim Taehyung, sin guerras —. dijo el hombre de avanzada edad, sonriendo melancólico hacia los recuerdos fríos que en un momento lo asolaron—.

—¿No lo visitaste en su tumba después de eso, abuelo? —cuestionó la niña de largos cabellos, que atenta a los relatos del anciano, la tristeza también terminó por calarla profundo.

—Por supuesto, Heeseon, lo hice durante mucho tiempo, hasta que me di cuenta que jamás lo encontraría allí.

—Es verdad —pensó, llevando una mano a la barbilla—, su lugar está en el cielo, así que, abuelito, nunca olvides mirar hacia el.

Jeon sonrió, acariciando los cabellos finos de su nieta y esta le devolvió la sonrisa para luego rodearlo con sus cortos brazos.

—Abuelito, ¿Por qué existen las guerras?

Jungkook se mantuvo en silencio unos segundos, por años se cuestionó aquella irracionalidad, ¿Qué gana alguien perdiéndolo todo?
Las disputas nacen de la escasez
Territorio, poderío, carencias económicas, pero ¿no es la paz tan anhelada una ironía humana? El hombre siempre busca saciar su hambre; devorando. Y esa era la guerra, un conflicto político, a quienes el poder les ha tentado a jugar a los dioses de la destrucción.

Sin misericordia ¿Cómo podríamos ser merecedores de alguna victoria?

Después de tantos años de vida, seguía siendo incapaz de comprender al mundo

—Tal vez porque el ser humano solo sabe enfrentar a la necesidad con violencia.

—Los hombres son malos...

—No todos Heeseon, no todos.

—¿Y cómo conociste a la abuela, abuelito?

—Uy, esa también es una larga historia... Corría 1966 y yo ya había dejado atrás mi labor en la milicia, busqué un trabajo y lo hallé en un restaurante, donde también tu abuela trabajaba...

—¡Papá, Heeseon! ¡Vengan que ya falta poco para la media noche!

Los mencionados se levantan, llegan hasta la mesa en donde ya todos tienen una copa de champagne en las manos. A Heeseon le colocan refresco en un vaso, y el círculo familiar levanta su copa a la espera de los segundos que les acercan a la media noche.
El brindis acaba y Jungkook sólo puede darse un tiempo para admirar la calidez que lo envuelve en aquel hogar; sus dos hijos sonríen ante su esposa mientras la envuelven en un abrazo. Heeseon ha corrido en brazos de su padre y de pronto las risas se han vuelto la mejor melodía para sus oídos, su amada esposa Jieun lo mira y puede ver el cariño rebosar en sus ojos, se da cuenta que ha vuelto a vivir la alegría del amor por segunda vez en su vida, y no puede estar más feliz por ello.

Camina hacia las escaleras en cuanto el brindís acabó. Su esposa lo ve partir y le sostiene de la mano antes de que pueda alejarse demasiado.

—¿Jungkook? ¿A dónde vas?

—Iré a dormir un momento, cariño.

Jieun asiente y deja un beso en su mejilla antes de soltarlo. Jungkook sube las escaleras con ayuda del bastón, ingresa a su habitación y la melancolía lo invade en cuanto recuesta la caja que no ha abierto durante 60 años. Sus manos le tiemblan, no sabe si es por la vejez o de pronto se ha puesto ansioso.
Sostiene en su mano la última carta que Kim Taehyung le escribió un 24 de diciembre de 1952, dos días antes de morir, y llegó hasta él recién en marzo de 1953.

Lo ha releído innumerables de veces en cuanto se la entregaron, para luego guardarlo en una caja polvorienta, sin intenciones de abrirla más. Y ahora, a sus 90 años de vida cree que es preciso hacer memoria del que fue su primer amor.

Con lágrimas de nostalgia, vuelve a revivir en letras a Kim Taehyung.

"12/24/1952

Para: Jeon Jungkook

De: Kim Taehyung

Jungkookie, no he recibido ninguna carta tuya durante algún tiempo, y lo he anhelado ¿sabes? Te he escrito incluso en las hojas de los árboles, pero al igual que tus cartas, seguramente se han perdido en el viaje. El Sargento Mayor dijo que esta sería la última carta porque ya no saldrán más aviones, y vaya que en estas épocas aumenta la melancolía.
Nuestros camaradas han improvisado un pequeño árbol de navidad hace unas horas. Hay muchos altares en todo el mundo, pero seguro que ninguno es más pobre que el nuestro. Es Noche Buena y aunque pienso que nada bueno podría tener en medio de una guerra, recuerdo que esta es nuestra noche y no puedo evitar pintar de colores el infierno.

Hace una semana sostuve en mis manos el último suspiro del soldado Kim Namjoon, ¿lo recuerdas? Era del 3er regimiento, un buen hombre. Cerré sus ojos y en su sueño eterno distinguí por primera vez la paz. Es verdaderamente triste ver a los amigos morir, esa semana no escribí nada para ti, lo siento, plasmé mis pésames en un papel y se lo envié a su amada esposa, Namjoon nunca dejaba de hablar de ella.

Durante los últimos días he comenzado a pensar en el final de todo, lo admito, a veces temo que no nos volvamos a ver nunca más. La insignificancia de cada día palidece ante mis ojos pero luego recuerdo por qué sigo luchando y quizá el momento en el que podamos hallar al fin la paz sea en nuestro fúnebre deceso, mientras tanto, en guerra o no, me gustaría seguir resguardándome en tus brazos hasta que la paz llegue a nosotros.

No creas que se me han olvidado nuestros sueños. El para siempre es nuestro, Jungkook, porque siempre voy a amarte.

Nunca olvides amarme también

Feliz Naviversario, Jungkookie."

—Feliz Navidad, Taehyung.

No sabría decir si acaso volví o solo estoy de paso akdjd
De igual forma no hay nadie extrañándome pero por alguna razón yo sí extrañé lo que alguna vez fue mi lugar seguro, so
Tengan una linda vida♡

Mila

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