Capítulo once
La fiesta de Halloween
Las fuertes vibraciones del bajo amplificadas por los altavoces se alcanzaban a denotar calles por detrás de la fiesta. La fila de carros que conllevaban al camino hasta una de las fraternidades era tan larga como los trancones que se formaban en el Black Friday. Y, a decir verdad, con un corsé ajustando mis costillas, no era realmente gratificante para mí el que hubiese tanto tráfico. Ya me estaba comenzando a arrepentir de haber propuesto este disfraz, quizá debería haberme quedado con la ilusión de verlo en mis tableros de Pinterest y dejarles el sufrimiento a las otras chicas. Aunque, a decir verdad, la estética era de ensueño. Y he de decir que mi elección personal fue... extraordinaria. Bajé la mirada ante mi falda de tul y comencé a jugar con ella, quizás para intentar pasar la ansiedad que se había asentado en mi cuerpo. Procuraba hacer caso omiso al caos en el que estaba sumergido el auto. Hacía caso omiso a sus palabras con la ilusión de no llegar con los nervios de punta a la fiesta; aunque esa tarea ya la veía poco probable. Quizás todo estaría más calmado si Martina cerrara el pico por un rato, podría jurar que le había escuchado gruñir y bufar más de cien veces desde qué se montó al auto. Y Dios... Hay días —hoy, por ejemplo—, donde me encantaría estamparle una roca en la cabeza como Effy en Skins. O robarme un trofeo de la salita que había en uno de los tantos edificios del campus y hacerle la de Marina. Rodé los ojos ante otro chillido quejumbroso por la demora, por parte de ella y me recargué en el marco de la ventana procurando no arruinar los rizos que tanto se había esforzado Laura en lograr. Debía admitir que tenía un don.
—Sabía que era una mala idea venir, pero nooo... ¡Cómo nadie en este maldito grupo me escucha!
—Dios, ¡Cierra el puto pico! —Rugió Jake acariciándose las sienes—. Llevas gritando todo el maldito camino, pareces una niña, Martina. Me tienes con jaqueca. Juro que, si te quejas una vez más, le diré a Laura que detenga el condenado auto y te voy a sacar de una linda pateada en el culo.
—Qué poca clase, ¿con esa boca le hablas a tu madre? —Rechistó ella con altanería.
—¡No te atrevas a mencionar a mi madre, pequeña rata! —Gritó él abalanzándose hacia el asiento del copiloto donde ella se encontraba. Esto causó que ella no se tardara en soltar un estridente grito.
Fruncí el ceño y aferré una de mis manas al reposabrazos, mientras notaba como mi pierna comenzaba a subir y bajar rápidamente; una señal de nervios. Había agradecido no tener este tic por un tiempo, la última vez que recordaba haberlo tenido fue la noche de Night's Young... ¡Maldito sea el día donde decidí ir a esa condenada terapia! ¡Y maldito sea Blake por respirar! Me haría un favor esfumándose en el aire, y llevándose consigo todos nuestros recuerdos juntos. A lo mejor me habría venido bien haber decidido ir a un puente ese día y tirarme, las cosas serían más fáciles. A lo mejor hubiera reencarnado en el bebé de Katy Perry.
Di un salto en mi puesto cuando sentí una suave mano entrelazarse con la mía. Giré hacia mi derecha encontrándome con Nicole mirando fijo hacia adelante, para después bajarla hacia la unión de nuestras manos. A lo mejor se dio cuenta de cómo me sentía y buscaba consolarme, o viceversa. Prefería creer que era solo por eso. Porque, ¿por qué más sería? Nosotras solo somos amigas. Nada más. Incluso estaba comenzando a considerarla mi mejor amiga... claro, las mejores amigas. Sentí mis mejillas arder en el momento en que ella se giró hacia mi y conectó nuestras miradas, como si me hubiera encontrado haciendo algo incorrecto. Tragué saliva con dificultad, pero intenté olvidar la repentina sensación de vergüenza en el momento donde curvó sus labios en aquella cálida sonrisa que tanto le caracterizaba. Le correspondí por unos segundos y aparté mi mirada.
¿Qué fue eso, Alexia? ¿Acabas de tener un gay panic?
Eso no...
—Estimados tripulantes... —Exclamó Laura interrumpiendo mis pensamientos—. Hemos arribado a nuestro destino. Si no se bajan de mi auto inmediatamente, les voy a pegar una patada a las chicas en las tetas y a los hombres en sus inexistentes pelotas.
Todos soltamos risillas tensas y nos apresuramos a bajar del bochornoso vehículo. Sentir el aire fresco en mi rostro, logró relajarme casi instantáneamente. El ambiente ahí adentro me había dejado... acalorada. Solté un suspiro y mis labios formularon una sonrisa en el momento donde sentí una mano entrelazarse con la mía. La reconocería donde fuera. Era grande, y parecía un escudo que protegía la mía. Abrí los ojos y me giré hacia la izquierda, encontrándome con la dulzura en los ojos de Chandler. No tardé en cambiar de posición y enrollar mis manos alrededor de su cuello.
—Te ves hermosa —Murmuró sonriendo ampliamente—. Luces como una princesa.
—Soy tu princesa —Susurré antes de juntar nuestros labios en un beso.
Era lento, pausado y tierno. No era agresivo, ni una guerra constante. Lo disfrutábamos y nos dábamos nuestro tiempo para conocer cada esquina de nosotros.
—¿Solo mía? —Susurró separándose y después dándome un beso fugaz.
Yo sonreí asintiendo.
—Dios, dan diabetes —Exclamó Logan fingiendo arcadas.
—Cierra la boca —Le respondió Chandler con diversión—. Solo tienes envidia porque estás más solo que diabético en el día de San Patricio.
—No amor, solo estoy celoso porque estoy enamorado de ti —Le lanzó un beso con una sonrisa socarrona.
Ambos reímos antes de volver a nuestra posición inicial, con las manos entrelazadas y guardando un poco de distancia. Nicole se acercó con sus típicos aires de grandeza y no pude evitar sentirme intimidada.
O caliente.
—Bien, ¡llegó el momento qué esperábamos, chicos! —Exclamó con entusiasmo.
—Que tú esperabas, Nicky —Soltó Laura mientras negaba con diversión su cabeza—. Nosotros venimos porque tu culo nos arrastró hasta aquí.
—Sh —La miró mal antes de volver a su gran sonrisa—. Debemos hacer una entrada memorable.
—Estamos en una fiesta de universidad normal, Nicole —Rodó los ojos Jake—, no en drama adolescente de los 90. Ya me hiciste vestirme cómo gay declarado, no humilles más mi hombría.
Pude notar como Charlie se tensó a su lado y bajó la mirada. Lo sentía por él, en verdad lo hacía. Ambos teníamos claros que el moreno se esforzaría en ocultar su relación, en caso de que lograsen tener una. Debía tener miedo; en una sociedad tan elitista debía tener sus razones. Pero, de todas formas, me sentía mal por mi mejor amigo, merecía poder amar a quién quisiese abiertamente, sin temor a lo que dijesen los demás. Temía que su relación se convirtiera en un Larry 2.0, o un ejemplo de todas las relaciones homosexuales donde se ocultan tras cuatro paredes y para el mundo son heteros. Ha de ser horrible.
—Como sea —Nicole puso los ojos en blanco—. Voy a conseguir una buena follada hoy —Pasó una parte de su pelo hacia atrás—. Así que no me busquen a menos que se estén muriendo... aunque honestamente... —Sonrió ladinamente—, ni siquiera me busquen.
Nos guiñó un ojo antes de darse media vuelta y comenzar a caminar a la entrada mientras meneaba sus caderas con egocentrismo. Suspiré e hice una mueca. Pagaría millones por tener un poco de la seguridad que irradiaba Nicole; esa chica podría estar usando una bolsa de basura y aún así la luciría.
Eso no sonó muy hetero de tu parte, cariño.
Rodé los ojos.
—¡Pero miren quién ha llegado! —Exclamó Logan.
Todos giramos nuestra cabeza hacia donde él apuntaba y pude sentir como mi corazón comenzaba a palpitar con fuerza contra mi pecho. Santa Papaya, ¿qué te hice yo para mandar a este semental a ser mi purgatorio? ¿mi karma no podía ser al menos feo? Pude jurar que lo veía caminar en cámara lenta. Con su porte alto, sus rizos castaños desordenados y mucho más largos que hace unos meses. Delineador negro resaltando el esmeralda de sus grandes ojos y aquel caminado de pasarela que aún lograban hacer mis piernas temblar. Blake, Daniel, o como se llamase; era un ángel caído en todo su esplendor. Era cruel y despiadado como tales seres; pero su belleza era inhumana. Era...
—Entremos... —Le murmuré a Chandler en el oído intentando disimular el temblor en mi voz—. Me estoy congelando.
Él asintió con una sonrisa mientras me encaminaba hacia la entrada. Me sentía culpable por mentirle, pero no parece elocuente decirle a tu novio: ''Me acabo de poner cachonda por mi ex y no quiero engañarte con la mirada''. No, claro que no. Estaba siendo buena persona al alejarme de tales vistas llenas de pecado. No pensaba caer ante la tentación de mal que Blake representaba. No, señor.
Apenas entramos a la casa, sentí el calor del tumulto pegarme directamente en la cara, causando que me desestabilizara un poco. La última vez que había pisado una fiesta, no había terminado nada bien, y le imploraba a cualquier Dios que por favor me diera una buena noche hoy. Por lo menos hoy.
—¿Qué quieres hacer? —Exclamó mi novio contra mi oído para poder hacerse escuchar—. ¿Bailamos? ¿Bebemos? ¿Nos sentamos? ¿O subimos a una habitación?
Sonreí con diversión ante lo último y me separé lo suficiente para ver su sonrisilla picara. Negué con mi cabeza y me recargué en su hombro para poder responderle sin perder el equilibrio; debido a los altos tacones que Nicole me había obligado a usar.
—Mejor nos sentamos y si estoy lo suficientemente borracha para no pensar en nada, subimos.
Él sonrió dejando a la vista esos hoyuelos que tanto me encantaban, para después pasar un brazo alrededor de mis hombros y comenzar a meterse en la multitud. El ambiente apestaba a sudor, alcohol y drogas. Odiaba tener bien desarrollado ese olor en mi sistema. Sin embargo, disipando todos esos recuerdos molestos de mi cabeza, suspiré al encontrar un sillón libre. Chandler y yo nos apresuamos en reservarlo y sonreímos en triunfo al ganarle a una pareja que juraba haber visto en mi clase de Historia Constitucional.
Mi chico abrió la boca para hablar, sin embargo, lo interrumpí antes que pudiera siquiera musitar cualquier palabra, juntando nuestros labios en un beso. Como siempre, empezó lento... dulce... Una representación de nuestra relación, se desarrolló relativamente lenta y... es tierna. Y sana, ante todo. Chandler lograba estabilizarme, me daba ese amor que tanto había necesitado en estos años; la atención que, con mi silencio, a gritos imploraba. Sin embargo, no tardé en comenzar a subir la intensidad del beso. Necesitaba estabilidad, pero añoraba adrenalina. Necesitaba sentir un peligro inminente, había descubierto esa pasión de la peor forma y como una droga, me volvió adicta. Y se me vio arrebatada cruelmente. Otra cosa que él me robó.
—Espera, espera... —Chandler se separó jadeando causando que yo frunciese el ceño, confundida—. Créeme, lo estaba disfrutando, pero... lo estaba disfrutando demasiado —Sonrió avergonzado—, y no quiero presionarte y mucho menos que... pues bueno... no quiero... —suspiró—. No quiero que tu primera vez sea en un lugar como este. Entonces, si me disculpas... —Se incorporó y pude notar como su celular se resbalaba a través de los bolsillos de su pantalón—. Necesito aire fresco.
Vi cómo se alejaba sin reaccionar ni decir nada. Supongo que un poco sorprendida aún por su confesión. Sin embargo, unos segundos más tarde agarré su celular del sillón y me preparé para incorporarme e ir a entregárselo, a lo mejor también me vendría bien un poco de aire fresco. He de admitir que igualmente me... emocioné un poco. Estaba lista para levantarme hasta que noté como su pantalla se iluminaba indicando la llegada de un mensaje.
Me debatí entre mirarlo o no. Estaría invadiendo su privacidad, pero no nos ocultamos nada.
Él no te oculta nada, Pinocho hormonal.
Me mordí el labio, pero finalmente me decidí por verlo. No podía ser nada malo, ¿no? Probablemente sería uno de los chicos intentando encontrarnos.
Pero me quedé allí, estática en mi sitio y con mi corazón a mil. Por inercia subí una mano hacia mi boca y sentí como un cúmulo de lágrimas se formaba en mis ojos. Eso explicaba porque había estado tan raro, y porque escapaba cada vez que alguien lo llamaba, y probablemente la repentina suma de dinero de su padre para que pudiese dejar su trabajo.
Queremos el dinero, chico.
No es tu problema, solo pásale el problema a la rata de alcantarilla estafadora y cobarde que tienes de padre.
Ya lo sabes... no paga y te vas despidiendo de la mocosa y la puta de tu madre.
No me di cuenta en el momento en que me incorporé, o comencé a esquivar a todo el mundo hasta divisar las puertas de cristal que dirigían hacia el patio. Sentía mi corazón latir a mil por hora al compás de mi acelerada respiración, que se dificultaba mucho más a causa del gran nudo que se había formado tanto en mi garganta como en mi estómago. Comencé a sentir pánico. Pánico por perder a Chandler, por perder la vida perfecta que tanto me había costado conseguir por volver a perderlo todo. Por... ¡No! Encontraríamos una manera, ya alguna vez mis padres se habían hecho cargo de un loco... ¡Podrían encargarse de estos tipos también!, ¿no? ¡¿no?!
Respiré hondo el aire fresco del patio mientras intentaba recuperar mi compostura. Entre los dos yo debía ser la calmada, la que le trajese estabilidad y no más problemas. Quería que supiese que estaba aquí para él, y que, si todo se iba a la mierda, caeríamos juntos.
—Vamos a perder el puesto en el sillón, linda —Su voz me hizo saltar en mi puesto y me giré hacia donde provino esta misma.
Ahí estaba Chandler, con su típica calma. Una cerveza en mano y una sonrisa adornando su hermosa cara. ¿Cómo podía estar tan calmado? ¡Dios mío! Yo estaría aterrada, estoy... estoy aterrada.
—¿Qué tienes? —Frunció el ceño acercándose un paso hacia mi para después bajar la mirada hacia mi mano, donde aferraba con todas mis fuerzas su teléfono—. Dime que... —Murmuró para después arrebatarme el aparato sin que yo pudiera hacer algo para evitarlo, me tomó desapercibida.
Noté como su mandíbula se tensó de inmediato y su respiración se aceleró. Sostuvo el celular con fuerza en sus manos, hasta que sus nudillos comenzaron a tornarse blancos.
—Dime que no has leído nada, Alexia —Masculló fuertemente.
Tragué saliva en seco sin saber qué decir. Abrí mi boca, pero no pude emitir ningún sonido.
—¡Dios santo! —Exclamó para después pasarse las manos por el pelo, alejándose de mi.
—¡Lo siento, lo siento, lo siento! —Solté con cierta desesperación agarrándolo del brazo.
Él se soltó con fuerza causando que diera un paso hacia atrás.
—¡No tenías derecho! —Me apuntó con su dedo mientras sus cejas estaban tan fruncidas que prácticamente creaban una fina línea—. Dios, Alexia... ¡Ya tengo suficiente de qué preocuparme para que tu seas otro problema más! ¡¿No entiendes?! Lo has... ¡Lo has arruinado todo, carajo!
Miles de frases de disculpa revoloteaban en mi mente, sin embargo, no podía decir ninguna. Simplemente estaba allí parada como una estúpida intentando contener el llanto, en vano, puesto que ya me encontraba en lágrimas. Una punzada picaba cruelmente en mi pecho ante la mirada de furia e incluso un poco de odio que me lanzaba Chandler.
—Chandler... —Murmuré en un hilo de voz.
—¡No! —Exclamó para después suspirar—. Ya has hecho suficiente.
Sin darme una última mirada, entró en la casa y se perdió entre la multitud. Podía sentir los ojos chismosos de los demás estudiantes sobre mi, pero no me moví. Me quedé allí parada intentando detener el dolor que se había instalado en todo mi cuerpo.
Sin embargo, salí del trance al sentir a alguien empujarme por el hombro. Los ojos avellana de Martina me miraban fijamente con desdén.
—¿Y ahora que le haz hecho?
No sabía que decir, no sabía que hacer; solo podía llorar como un estúpida y patética niña.
—Y-Yo no... Solo intenté... Y el... —Murmuré entre sollozos.
—Dios mío, no sirves para nada ¡¿no?! ¡Hasta esto lo haces sobre ti! —Fruncí ligeramente el ceño en confusión—. ¿No entiendes? ¡Desde que llegaste has querido ser el centro de atención sobre todo! Estás tan metida en tu patética vida, que no te atreves a mirar la de los demás. Todos hemos hecho todo por ayudarte, y sigues pensando solo en ti. ¡No eres la única persona en el mundo, Alexia! Y sin duda, no eres la única que tiene problemas. Quizás si no hubieras sido una perra egoísta, sabrías que sucede en la vida de tu novio... pero a pesar de todo, sigues creyendo que todo se trata de ti. Madura de una puta vez.
Me miró con desdén o fastidio, no estaba segura en este momento, antes de hacer exactamente las mismas acciones que Chandler. Y de nuevo, me quedé plantada estultamente frente a la piscina. Sin embargo, no tardé en volver a ingresar en la casa mezclándome entre el tumulto mientras limpiaba mis lágrimas. A lo mejor debería buscar a Chandler, aunque sería una mala idea. Creo yo que a este punto él me odia lo suficiente. O podría buscar a Nicole, aunque no... dijo que no la molestáramos y no quiero dañarle a nadie más la noche. Me encargaría yo sola de este problema de la mejor forma que puedo hacerlo. De la patética forma de la que siempre lo hago. Escapando de él.
Me dirigí a la barra y me limité a pedir lo más fuerte que tuvieran. A un lado solo había una chica fumando un porro mientras miraba el panorama de la fiesta. El chico de la barra no se demoró en pasarme un cóctel con tragos qué me daba preguntar, honestamente. Sin embargo, le di un largo sorbo sintiendo los líquidos quemar mi garganta. Fruncí el ceño y acosté mi acalorada mejilla en el frío mesón.
—¿Quieres olvidar? —Escuché a la chica de al lado gritar debido a la música.
Yo fruncí el ceño, confundida.
—No me mires así —Exclamó ella con una sonrisa—. Eso no te servirá... pero... esto —Sacó un porro de su bolso y me lo extendió—. Te lo regalo solo por esta vez.
Agarré el rollo y la textura entre mis dedos, trajo cruelmente un deja vú. Miré a la chica de nuevo y ella, con la misma sonrisa tenía el encendedor prendido. Y me cuestioné por unos segundos antes de mandarlo todo a la mierda. Dije que quería pasar una buena noche y la pasaría. Acerqué el rollo hacia las llamas y lo encendí sintiendo el humo colarse por mi pecho. Y de esa forma mientras de una forma experimentada soltaba la primera calada, me dejé hundir en el despiadado recuerdo que rondaba por mi cabeza.
—»—
—Esto es ridículo —Exclamé entre risas mientras chapoteaba con mis pies el agua.
El naranja del atardecer se reflectaba en el lago frente a nosotros, a contraste con el verde de la hierba. La fresca brisa me azotó la cara, calmándome aún más.
—Tú eres ridícula —Exclamó Blake a un lado mío con una sonrisa divertida mientras le daba una calada a su cigarrillo.
—¿Ah sí? —Enarqué una ceja fingiendo ofensa, mientras el asentía reprimiendo una carcajada—. Pues mira lo que hace la ridícula —Con algo de dificultad logré empujarlo hasta que cayó de lleno en el agua.
No pude evitar soltar una carcajada mientras me alejaba de la orilla para evitar que me empujase consigo. Él me miró retóricamente mientras nadaba un poco más adentro del arrollo.
—Te ves patético —Exclamé con una sonrisa divertida.
—Ya verás cuando salga, Clark —Dijo en tono amenazador, sin embargo, aquella sonrisa socarrona que me volvía loca no se alejaba de su rostro—. Vas a pagar por esto.
—Uhhh qué miedo —Fingí temblar mientras reía—. ¿Sabes? —Volví a sentarme en la orilla, esta vez en posición de indio—, solo me gustabas por tener pinta de chico malo. Pero te has vuelto muy blando, creo que me voy a buscar otro chico.
Examiné su chaqueta de cuero —qué se había quitado hace unos minutos—, encontrándome con una caja de metal. Oh no... conocía esa caja de metal. Fruncí el ceño.
—No me provoques, Al... ¿Qué sucede?
—¿Por qué tienes aún esto? —Le mostré mi hallazgo—. Me prometiste que lo dejarías Blake... hace apenas un par de meses casi te mueres.
Él suspiró. Estaba molesta, y él lo sabía. No podía creer que aún tuviera su reserva de droga. Me sentía... traicionada.
—Los iba a botar hoy, aquí, en el lago... Y... —Sonrió de lado y se encogió de hombros—. No sé, quería hacerlo contigo.
Maldito tierno qué hace que mi enojo se disminuya. Bajé mi mirada y observé los rollos perfectamente organizados en el compartimiento. Aún seguía con la duda sobre porqué se hacían adictivos, Sophia me había dicho que su única experiencia fumando había sido horrible; por lo tanto, no lograba comprender lo de Blake. Sin embargo, a lo mejor...
—Quiero probar —Exclamé volviendo hacia él.
—¿Qué cosa? —Sonrió con picardía—. Porque créeme, hay mucho qué probar aquí, Alex-ia.
Sonreí negando con la cabeza.
—Uno de estos, pervertido.
—No —Su sonrisa se desvaneció de inmediato tornándose en una expresión seria, una que no había visto y que, para su infortunio, en vez de intimidarme me calentó bastante. Aunque para ser honesta, todo en él me calentaba.
—¿Por qué no? —Murmuré—. Solo uno...
—Que no... Esa mierda es sinónimo de muerte, y ni una mierda te voy a incitar a eso... —Suspiró—, no a ti.
—Solo uno, para probar, lo prometo... —Hice ojitos de perro, o al menos eso intenté—, y los tiramos.
Mantuvimos contacto visual por unos segundos antes que él rodará los ojos y nadara hasta la orilla.
—Solo uno —Exclamó abatido mientras yo daba palmaditas sonriendo—. Y es porqué prefiero enseñártelo yo, a alguien que se vaya a aprovechar de ti.
Él suspiró mientras agarraba uno con manos temblorosas y se sentaba frente a mí. Sacó rápidamente un encendedor de su chaqueta y solo se tardó un par de segundos en encenderlo.
—Toma —Me lo entregó a mala gana—. Y que sea rápido.
Asentí mientras me llevaba el rollo a los labios e inhalaba. Decir que fue la sensación más asquerosa de mi vida es poco, comencé a toser mientras sentía como si una llama ardiente estuviese quemando mi pecho. Y sin embargo, no me pasó desapercibida la carcajada del imbécil frente a mí.
—Listo, ya puedes dejar de mol...
—¡No! —Lo interrumpí frunciendo el ceño—. Enséñame bien o...
—¿O? —Enarcó una ceja retóricamente.
—O te dejo de hablar por dos semanas.
—¿Es en serio?
—Mucho —Asentí fuertemente.
Él rodó los ojos y puso una mano mojada sobre mi pecho, cogiéndome en imprevisto.
—¿Qué haces? —Murmuré sintiendo como mi corazón se aceleraba.
—Lo mantienes ahí y después lo sacas... ¿Lista? —Asentí mientras él volvía a acercar el rollo a mis labios lentamente. Repetí los pasos que me indicó y solté el humo en su rostro.
Sonreí emocionada y le arrebaté el porro. Quizá la droga estaba haciendo efecto, o era la adrenalina de haberlo logrado, pero sentía un éxtasis que me podría hacer zambullir en el lago en este momento.
—Bien... —Él murmuró—. Ahora déjalo.
—Te dije que uno —Sonreí mientras le daba una calada.
—Serás... —Negó con la cabeza antes de abalanzarse contra mí.
Nuestros besos nunca eran suaves o pausados. Eran acelerados y salvajes; llenos de sensaciones qué preferimos expresar a partir esto y no palabras. Solté el rollo y me dejé llevar por sus movimientos. Por la sincronización de nuestros labios, la guerra de nuestras lenguas, la forma en qué sus manos acarician cada centímetro de su piel con tanta propiedad; con la certeza que soy solo suya. Me recosté lentamente en la tierra, con él encima de mí sin separar nuestros labios en ningún momento. Tenía claro que la pasión ardiente que sentía mi corazón cuando estaba con él, nunca la volvería a sentir con nadie más. Me separé un segundo y sonreí mientras pasaba mi mano por sus rulos, enroscando mis dedos en estos.
—Te amo —Sonreí abiertamente. Era la primera vez que se lo decía y mierda... lo sentía. Lo sentía tanto. Lo amaba con todas mis fuerzas, porque carajo, Blake me lograba hacer sentir viva. Y temía perderlo porque sabía con certeza que nunca recuperaría esa sensación en mi vida.
Y, sin embargo, él nunca respondió, simplemente se limitó a sonreír y volver a juntar nuestros labios en una sesión de besos.
—»—
Tragos, droga, gente... no estaba muy segura qué estaba ocurriendo y sinceramente no me interesaba. Hacía tiempo no me sentía, tan, tan... viva. Nadie existía; ni Chandler, ni Blake, ni Nicole. Solo yo y lo disfrutaría al máximo.
Y sí, lo disfrutaría mucho más con la persona qué acaba de comenzar a guiarme a algún sitio.
Hola chikiperras,
MILENIOS PERO VALIÓ LA PENA, ¿NO? De aquí en adelante, la historia comienza un desarrollo más rápido. Ta potente todo. Perdón por no haber podido actualizar antes, pero el colegio me siente muy ocupada y estoy muy cansada mentalmente. Equivalente a no tener estabilidad para escribir. Intentaré actualizar más seguido en estos días, pero no prometo nada.
¿Qué creen que pasará? Les leo. ¿Y qué Team son? ¿Blake o Chandler?
En fin, les amo.
-Moni.
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