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Capítulo ocho

Maratón [1/2]

El momento.

Mediante crecemos nuestra percepción de la vida cambia, nuestra forma de ver y reaccionar ante las adversidades. De pequeños vemos cada detalle insignificante y al mismo tiempo le damos la mayor importancia, sin embargo, al final termina significando nada. Se vuelve otra borrosa estela en nuestro cerebro, que con el tiempo desaparece completo, sumergiéndose en los mares de la memoria para nunca ser recuperada, de nuevo. Pero cuando crecemos, cuando comenzamos a madurar; lo insignificante se vuelve importante y lo importante doloroso. Estamos precavidos con cada paso que damos, puesto que cualquiera decisión puede ser una trampa en la que la sociedad espera que caigas. Para juzgarte, regodearse en tu miseria, burlarse desde lo alto mirándote por sobre su hombro. Porque parece que, en este planeta, la mayor fuente de entretenimiento es el sufrimiento ajeno. Y todos lo disfrutamos, tanto directa como indirectamente. Y eso es lo que nos hace tan hipócritas y sádicos al mismo tiempo, cosa que negamos a toda costa. Porque a pesar de todo, la humanidad tiene que ser coronada como la especie reina sobre todas las demás. Algo que tarde o temprano nos llevará a la destrucción definitiva.

Si me hubieran dicho hace un año que mi vida se volvería un huracán de desastres... quizá lo habría creído. Pero simplemente por soñar con la fantasía de tener una vida ficticia llena de drama, no es como que me lo fuera a creer en realidad. Alexia de antes no se hubiera dejado embaucar, enamorar y traicionar por un pirata traidor. Sin embargo, mi vulnerabilidad me jugó en mi contra. Blake se aprovechó de mi inestabilidad, se colgó de ella y se rehusaba a dejarla ir. Y joder, eso me complicaba la vida como nada.

Si él me dejará atrás, yo podría hacer lo mismo. La idea de rehacer mi vida y comenzar de cero, me tentaba y me interesaba. La sola idea de poder tener una vida normal fuera de traumas, hacía mi pecho expandirse en alegría. Sin embargo, por más que deseara eso, ese anhelo se alejaba cada vez más. Como una hoja en otoño cayendo de un árbol y siendo soplada hasta perderse en la distancia. Algo hermoso y al mismo tiempo nostálgico.

¿Pero acaso admitiría en voz alta que imaginarme a Blake siguiendo adelante y encontrando a alguien más, me dolía? Podía engañar a mi mente, e incluso a la gente a mi alrededor. Sin embargo, ¿podía engañar a mi corazón?

—Tierra llamando a Alexia.

Vi la mano de Nicole pasar de arriba hacia abajo por mis ojos, logrando sacarme de mis profundos y bastante insensatos pensamientos. Me limité a sonreírle y darle un sorbo a mi café, intentando apartar toda esa mierda de mi cabeza. Ya suficiente me había atormentado estas noches.

—¿Y? ¿Qué dices? —Preguntó ella con su característico animo.

Rebusqué en los valles de la memoria algún indicio de lo que estuviera hablando, pero me había desconectado de la conversación hace mucho tiempo. Me limité a sonreírle —de nuevo—, esta vez con inocencia, a la espera de no recibir un golpe de su parte. Nicole rodó los ojos y frunció el ceño.

—¡Halloween! ¡Ya casi es Halloween! —Chilló—. Estaba diciendo que deberíamos disfrazarnos igual... tipo... los power rangers o algo así.

—¡Claro! —Exclamó Beck al otro extremo de la mesa, con una sonrisa que me asustaba bastante—. Porque todos tenemos cinco años, yo propongo que nos disfracemos mejor de Winnie Pooh y sus amigos.

Borró su sonrisa y rodó los ojos.

—Que amargada —Murmuró Nicole haciendo un mohín con su boca.

—Pues a mi me parece buena idea —Contribuyó Jake—, solo debemos buscar algo que sea más...

—Adulto —Terminó la frase Charlie por él, regalándole una sonrisa.

Con el pasar del tiempo era más palpable la tensión entre ellos dos. Esa atracción que los ligaba como dos imanes a la espera de por fin poder unirse. Tenía claro porqué no daban el siguiente paso. Y no los culpaba, en lo absoluto.

La sociedad en la actualidad tiene una idea errónea de la inclusividad. La mayoría cree que las personas de la comunidad ya son totalmente libres, que ya no está mal visto ver a dos personas del mismo sexo juntas. Pero vaya idea más estúpida. Si por el solo hecho de agarrarnos la mano con Sophia en público, ya había personas mirándonos mal. Ahora más que nunca es más difícil salir del clóset; te juzgan, te tachan de pervertido, —o en el caso más absurdo—, dicen que eres lo que eres por moda. Es ridículo, ofensivo y sobre todo homofóbico.

Por lo tanto, no culpaba a esos dos chicos por quererse quedar en el clóset. Es mucho más cómodo y seguro que salir a exponerse al cruel ojo público, cuya única función es destruir a cualquier cosa diferente o fuera del status quo que encuentren.

—Además —Laura su unió a la conversación—, aún falta mucho, es doce de octubre.

—¡Los disfraces se agotan! —Volvió a chillar Nicole.

—De todas formas, ¿por qué te importa tanto? —la irritante voz de Martina logró que pusiera los ojos en blanco—. No nos vamos a morir por no tener un disfraz.

—¡La fiesta de Halloween es de las más importantes del año! Quiero causar una buena impresión.

—¿Sabes Nicole? —Volvió a hablar Beck con su típico tono condescendiente, pude notar como había una pizca de británico en este—. Me caen mal las personas que buscan aprobación, si no les gustamos, pues que te valga mierda. No tenemos que ser lo suficiente para nadie más que nosotros mismos. Que se vayan a tomar por culo todos.

Beck era una chica que no lograba entender del todo. A veces estaba y a veces no. Era una chica ruda, cuya autoestima estaba por el cielo —o eso parecía—, y que iba en contra de todas las reglas impuestas por la sociedad. Me caía bien por eso, no le importaba nada ni nadie, y eso la hacía un ejemplo a seguir. Sabía que podríamos ser buenas amigas, pero para nadie era claro, que yo no le caía. Aunque bueno...

A ella no le caía nadie, en sí. Pero, a mi ni siquiera me miraba, era como si no estuviera ahí del todo.

—A mi si me importa, a algunos si nos importa lo que piensen de nosotros, Beck —Nicole soltó un suspiro e hizo una mueca—. Es importante para mi, chicos...

—Quieres algo ostentoso, ¿no? —Habló Chandler por primera vez en varios minutos mientras le daba relajantes caricias a mi rodilla—. Entonces vamos como la época victoriana.

Mi atención se fijó del todo en Chandler, de repente. Tenía una obsesión poco sana con la moda antigua, era tan... hermosa. Los vestidos, las galas, ¡los bailes, maldita sea! Le daría mi alma al diablo por ir a un baile de gala.

—¿Y cómo es eso? —Nicole arrugó la nariz.

—¡Ni lo sueñes, imbécil! Ni en tus peores pesadillas me pongo un vestido de princesa.

—¿Princesa? —Exclamó mi compañera de habitación con repentino entusiasmo.

—Entonces ve vestida de pantalón y camisa... —Comenté yo con una sonrisa—. Es el siglo veintiuno y un disfraz... No vamos a usar corsé obviamente, y si no quieren usar vestido... pueden ir vestidas con pantalón. Igual los hombres... No voy a negar que me gustaría ver a Charlie con un vestido —Sonreí con diversión.

—No —Dijo firmemente mientras enarcaba una ceja.

—Eres un aburrido, Charlie —Exclamó Laura dándole un golpecito en el brazo.

—No me dejaste terminar —Sonrió de lado—. No, porque las opacaría a todas con mi belleza, y prefiero ser humilde —Movió su flequillo hacia atrás con egocentrismo.

Todos reímos en la mesa, incluso vi a Beck y Martina curvar una leve sonrisa. El único que se quedó serio fue Nicholas quien nos miraba con el ceño fruncido.

—Mejor así —Habló el susodicho, de repente—. No quiero que nos relacionen con un marica.

La sonrisa de todos —incluyéndome—, se fue borrando lentamente. Nos sumergimos en un silencio incómodo donde nadie se miraba con nadie y el único ruido alrededor de nosotros era el de los demás estudiantes en los jardines charlando, junto con el jardinero cortando la hierba a unos metros de donde nos encontrábamos.

—Pero, ¿qué huelo? —Habló de repente Laura.

Levanté mi mirada encontrándomela olfateando a Nicholas, quien la miraba con desdén y precaución. Fruncí el ceño con confusión y cruzamos por unos segundos nuestras miradas con Chandler.

—Acaso esto es... ¿ma-masculinidad frágil? —Enarcó una ceja y se alejó de él.

—Jódete —Masculló el chico entre dientes fulminándola con la mirada.

No pude evitar brotar una sonrisa, le guiñé el ojo a Laura cuando cruzamos una mirada y ella me dio una sonrisa cálida; reluciendo sus brillantes dientes.

—En fin —Nicole carraspeó—, ¿y dónde vamos a conseguir todo?

—Esto es Estados Unidos, se consigue todo —Comenté yo con una sonrisa divertida.

—Literal —Laura rio para después chocar los cinco conmigo.

—Entonces, tenemos que salir lo más pronto posible. ¿Cuándo pueden?

Todos hicimos una mueca.

—Yo no puedo ni hoy ni mañana... —Respondí yo—. Tengo parciales todos estos días y tengo que estudiar, además, estoy algo retrasada con mi proyecto de Historia Legal Américan de 1776-1865

—Probablemente porque solamente has estado repitiendo Hamilton una y otra vez —Dijo Nicole con sarcasmo.

—¡Lo entiendo más fácil así!

—¡No es una fuente confiable un musical, Alexia Esperanza Clark!

—Pues para mi si... —Dije fingiendo estar ofendida—. Pero podríamos salir el jueves, el catorce... —Volví el tema—. No es como que me guste celebrar mi cumpleaños de todas formas —Me encogí de hombros.

Me tardé un par de segundos en darme cuenta que la había cagado, y en grande. Me cubrí la boca con las manos y cerré los ojos, como si de esa forma fuera a desaparecer, o la tierra me fuera a tragar. O llegara un dementor y me diera una sesión de besos.

¡Carajo!

No quería que se enterarán, odiaba mi cumpleaños. No por nada en concreto, pero simplemente no me gustaba celebrarlo... me parecía patético. Aunque bueno... Yo era patética.

—¿Es tu cumpleaños? —Exclamó la que reconocí como Laura.

Abrí los ojos lentamente, y como lo sospechaba, todos me estaban mirando fijamente. Sentí mis mejillas comenzar a calentarse, y sinceramente la idea de ir al gran reloj de la entrada y tirarme de ahí no me disgustaba. Me volvería una leyenda urbana y embrujaría la universidad, así otro estudiante podría sacar un libro de misterio basado en mi.

—Si, pero...

—¿Por qué no nos dijiste? —Preguntó Nicole aparentemente dolida. A este punto no sabía si estaba fingiendo o era en serio—. ¿No confías en nosotros?

Inhalé hondo.

—No, no es eso —Hice una mueca—, simplemente no me gusta celebrarlo. Prefiero salir a buscar los disfraces, sinceramente.

—Ni de coña —Exclamó Charlie, cambiando abruptamente del inglés al español—. Lo vamos a celebrar, son tus dieciocho años, Alex. Como tu mejor amigo me declaro responsable de darte el mejor día de tu vida.

—Yo también —Exclamó Laura, su acento cubano presente.

—No me gusta, ¿vale? No quiero fiestas, no quiero celebraciones, déjenlo pasar, por favor... —Solté un suspiro.

—Me gusta cuando hablas en español —Sentí el aliento de Chandler golpear mi cuello, enviando corrientes de deseo por todo mi cuerpo—. Es sexy.

Sonreí de lado.

—Te vamos a celebrar, te guste o no, bonita —Acarició mi mano, sus ojos penetrando los míos irradiando una calidez que hacía mi corazón acelerarse.

—Pero...

Colocó su índice sobre mis labios callándome.

—Nada de peros... —Murmuró para después acercarse lentamente hasta a mi.

Esperaba con ansias un beso, que nunca llegó. Cuando nuestros labios estaban bajo un delicioso y tentador roce, como dos notas a punto de crear una sinfonía. Se vio interrumpido, por una desafinación. O debería decir dos.

Los Miller.

—Hey chicos —La animada voz de Logan resonó, logrando que me separara de Chandler y me girara hacia donde estaba.

Como lo predije, Voldemort venía justo atrás de él. Su típica autoridad y seguridad siendo opacada por el porte de su hermano mayor, cuya sola presencia podía arratrar consigo al mismo sol.

Suspiré hondo y agarré mi bolso que estaba a un lado mío, junto al vaso de café.

—Tengo mucha tarea, mejor empiezo... —Suspiré para después darle un beso en la mejilla a Chandler—. Nos vemos más tarde.

Me incorporé con rapidez, antes que alguien pudiera protestar y me alejé a paso acelerado. La sola idea de estar a pocos metros de mi peor desgracia lograba que mi estómago se removiera. Me daba pena por Logan, me caía muy bien. El tiempo se pasaba rápido con él, puesto que todo eran risas habitualmente. Pero con Blake siguiéndole los pasos todo el tiempo, el tenerlo cerca era como si yo fuera un polo positivo y él lo mismo. Nos repelíamos. Era yo o su hermano, y tenía claro a quien elegiría. Yo lo haría igual, pero no pensaba estar cerca de Blake aunque mi vida dependiera de ello. Era demasiado... doloroso.

—Hey —Sentí una mano agarrarme de la cintura, poniéndome los pelos de punta en pánico.

Me giré con rapidez, a la defensiva, lista para atacar a cualquiera que se acercara. Sin embargo, al ver los tiernos ojos chocolate de Chandler, dejé escapar el aire aliviada. Me agarré el pecho con mi mano libre.

—Me has asustado, tonto —Sonreí y le di un empujón.

—Lo siento... —Murmuró rascando su nuca—. No quería dejarte sola.

Sonreí y le di un beso fugaz. Sabía a café combinado con menta, una mezcla que, a simple vista, se escucha asquerosa. Pero cuando se trataba de él, me volvía adicta.

—¿Te puedo preguntar algo? —Murmuró mientras entrelazaba nuetras manos.

—Ya lo estás haciendo —Sonreí mirándolo de reojo.

—¿Por qué ya no le hablas a Logan? Él cree que estás molesta... y quiere saber si ha hecho algo mal y si puede remendarlo.

Suspiré hondo y cerré los ojos por unos segundos.

—No es él... Nunca sería él... Yo amo a Logan, pasar tiempo con él es lo máximo, y realmente disfruto su compañía —Sonreí de lado para mirarlo.

Pude notar como tensaba levemente la mandíbula.

—¿Entonces qué sucede?

Fruncí el ceño y bajé la mirada.

—Es su hermano... —Murmuré—. No... no me da buenas vibras. Es un tipo raro y no lo quiero tener cerca de mí.

Él soltó una risa sarcástica.

—Ya somos dos.

—Chandler... —murmuré y el se giró hacia mi.

—¿Si, cariño?

Sonreí ante el apodo, sintiendo mis mejillas arder bajo su penetrante pero dulce mirada.

—¿Qué fue lo que sucedió contigo y el hermano de Logan?

Él tensó la mandíbula, borrando su sonrisa. Agachó la mirada y durante varios segundos o incluso minutos, nos quedamos callados. Yo a la espera de su respuesta, y él probablemente sumergido en sus pensamientos. No le presionaría. Pero a este punto necesitaba una razón más para odiar a Blake, para de esa forma —quizá—, lograr sacarlo de mi corazón.

Maldita ilusa, lo payaso no se te quita desde los dieciocho meses.

Cállate puta.

—La verdad... —Se rascó la nuca mientras sonreía con notorio nerviosismo—, no es una historia de la que me gusté hablar mucho...

Ni para echar chisme sirve. Yo digo que nos vayamos a un prostíbulo y te consigues un mafioso ruso.

—No importa —Respondí con una sonrisa, haciendo el mayor intento por ignorar a mi conciencia—. Ni que fuera tan importante, ¿no?

—Eso creo —Me correspondió la sonrisa.

Lo que más me gustaba de Chandler era la seguridad que me daba. Y podía repetirlo mil veces, pero eso fue lo que en un principio me acercó a él. Tanto con Blake como con Justin, me sentía en constante riesgo. Él primero era una caja de sorpresas, un adulto, ese amorío secreto que si descubrían probablemente mis papás me degollaban viva. Y con Justin tenía el constante miedo que se enterara de lo mío con el contrario. Tenía una soga atada al cuello desde los dos extremos. Con Chandler eso no pasa, no tengo nada que temer ni que ocultarle. O al menos nada lo suficientemente grave para arruinar nuestra relación.

Él era mi checkpoint, ese lugar donde tenía certeza que nada malo ocurriría. Chandler Krause era mi zona de confort, y ahora más que nunca, me rehusaba a soltarlo. No dejaría que Blake siguiera arruinando mi vida, que siguiera clavando puñales por todo el cuerpo. Estaba tan harta de estar sufriendo, merecía algo de felicidad. Y no la dejaría ir aunque costase lo que me costase.

—¿Subes?

Chandler rompió de repente el silencio sobresaltándome. Me giré hacia él y me encontré su mirada expectante. Para ser honesta, a este punto ya me daba vergüenza preguntar de qué hablaba.

Nota mental: Prestar atención a mi entorno.

Nota mental 2: Eres puta.

Hice una mueca y me localicé al observar el edificio de atrás. Aquel donde él estaba residiendo. Proseguí a sonreír de lado y asentir con la cabeza.

Me dejé guiar por él y simplemente me deleité con su agarre firme pero cálido en mi mano. Eso era algo que también me encantaba de él. Chandler podía ser masculino y al mismo tiempo sensible. A diferencia de la mayoría de chicos de mi edad, su masculinidad era fuerte, y eso sí que era atractivo. No era el típico macho, blanco, hetero que tanto repulsaba. O al menos quería creer que no les pegaba a las paredes cuando se enojaba. Eso sería un completo insulto y una gran ofensa hacia mi persona.

—Andas muy pensativa hoy, Alex —Pronunció lentamente mientras incrustaba la pequeña llave en la cerradura de su puerta de madera—. ¿A qué se debe eso?

Se hizo a un lado y me dio paso a su habitación. Era bastante similar a la mía, con la única diferencia que las paredes eran azules y claramente no tenía baño. Sin embargo, era cálida. Él ya había decorado su lado, y eso le daba esa familiaridad y hospitalidad que todo su ser irradiaba. Y me encantaba.

—Si... —Murmuré dejando la maleta en el piso mientras me sentaba en su cama—. No lo sé, para ser honesta. Hay días que solo... —Sonreí y me encogí de hombros—, estoy en las nubes.

Él me sonrió de vuelta y se sentó junto a mi —cerrando la puerta con llave antes—, rozando nuestras rodillas en el proceso.

No lo admitiría en voz alta, porque sinceramente, me daba algo de vergüenza. Pero le deseaba, y le deseaba mucho. Para nadie era un secreto que Chandler era un chico atractivo, incluso me atrevería a decir que de los más atractivos en su año. Incluso en todo el campus. Y yo soy una mujer atravesando la etapa entre la adolescencia y la adultez. Mis hormonas andan más descontroladas que fans de One Direction cuando sale una prueba Larry. Y eso ya es mucho decir.

—Me gusta cuando piensas —Murmuró él de repente mientras pasaba su mano por mi mejilla, ahuecándola—. Tus ojos brillan y tus labios... —Sonrió—, no sé que hacen... Como que... —Pasó su pulgar por mi labio inferior, mientras bajaba su tono de voz y este mismo se volvía más ronco—, se entreabren... y... me dan unas ganas impresionantes de besarte.

Mi corazón y otra parte que prefiero no mencionar, comenzaron a palpitar con fuerza. Mi respiración se tornó de repente entrecortada y bastante acelerada. Mi valentía inexistente, se había desaparecido más rápido que mi dignidad. Mi mente estaba nublada por el repentino deseo que acababa de inundar mi cuerpo, como un tsunami preparado a atacar mis pocas defensas y a quebrantar el autocontrol que poco a poco se iba agrietando más.

Moví levemente mis labios hasta capturar su pulgar entre ellos. No tenía ni una maldita idea de lo que estaba haciendo, pero por la densa oscuridad que había llenado los ojos Chandler, supongo que estaba haciendo algo bien.

Él no podía aguantar, yo no podía aguantar más. La tensión entre los dos era palpable, se destilaba las corrientes de deseo por toda la habitación. Lo quería, lo necesitaba, lo anhelaba ahora.

Sin esperar ni un segundo más, me abalancé contra sus carnosos labios, uniéndonos en un beso carnal y lleno de deseo. Estaba acostumbrada a sus besos dulces, a esos que irradiaban cariño y sensibilidad. Pero este no se comparaba a nada. Era salvaje, arriesgado y duro. Sus dientes mordieron con una insensibilidad extraña en él, pero malditamente sexy. Hundí mis dedos en su cabello, enroscándome en sus rulos mientras él me iba empujando de poco hacia atrás hasta terminar ambos acostados.

La sesión de besos ahora había sido complementada con sus manos inquietas, que no dudaron en acariciar cada rincón de mi cuerpo, quemando cada una de las partes con las yemas de sus dedos. Comenzó en mi mejilla y después bajó hacia mi cuello —dónde por una inexplicable quería que enrollara sus manos—, siguió su recorrido por mis clavículas y después rozó mis pechos —pero se alejó casi de inmediato—, para finalmente meter su cálida mano bajo mi blusa y comenzar a acariciar mi abdomen.

Solté un suspiro en medio del beso por las miles de sensaciones que causaba su tacto en mi. Era como una explosión, sentía mi cuerpo arder como si tuviera fiebre. Cada vello estaba erizado, anhelando el dulce pero salvaje toque de Chandler.

Se separó de repente y comenzó a repartir besos húmedos en mi cuello, logrando que una corriente electrizara todo mi cuerpo, logrando prenderme aún más de lo que ya estaba. Poco a poco mi camisa subía cada vez más, y por primera vez, no me sentí insegura. Tenía la certeza que Chandler no me criticaría, ni diría nada acerca de mi cuerpo. Y eso me impulsaba a no querer parar.

Cerré los ojos y me dejé llevar por las gratificantes sensaciones que me estaban haciendo temblar. Tuve que morderme el labio al sentir los besos de mi chico descender hasta mi vientre. Esto era mucho para mi, y aún no había tocado ninguno de mis puntos sensibles. Tragué saliva en seco y al sentir lo suficientemente arriba mi blusa, me incorporé un poco y la saqué con algo de dificultad, probablemente por los nervios del momento.

Chandler me miró de arriba hacia abajo con una sonrisa pícara, logrando que me sonrojara aún más de lo que ya debía estar.

—Tu estás muy vestido —Susurré contra su oído, seguido de dejar un beso tronado detrás de su oreja.

Lo sentí estremecerse contra mi, lo cual me hizo sentir poderosa. Tenía su estabilidad en mis manos y adoraba eso. Él me acarició la mejilla y dejó un beso en mi frente para después mirarme a los ojos, llegando hasta mi misma alma con su penetrante mirada.

—Eres hermosa —Susurró contra mis labios para después comenzar a besarme con más dulzura.

Y sucedió lo que más temía. Esa enemiga que todos tenemos en algún momento, llegó en el momento más inoportuno. La duda.

¿Realmente valía la pena hacer esto ahora? ¿Acaso no podía esperarme? ¿Y si dolía? ¿Y si no me gustaba? ¿Y si él no era el indicado?

Apreté los ojos y le agarré la muñeca en el momento en que sentí en que metió su mano bajo mis jeans. Abrí mis ojos y me encontré con su mirada confundida. Tragué saliva en seco y solté una exhalación.

—Espera... —Susurré—. No, no estoy...

Él me interrumpió con un beso. Uno característico de los suyos. Dulce, suave y reconfortante.

—Está bien, ¿vale? —Soltó un suspiro y se recostó a un lado mío—. No hay presión, lo haremos a tu tiempo —Giró su cara hacia mi y me sonrió.

¿Qué hice yo para merecer a este ángel?

Suspiré y me recosté en su pecho, su mano de inmediato comenzó a hacerme mimos en el cabello y espalda.

—Lo siento... —Murmuré.

—¿Y por qué? ¿Por no querer dar tu virginidad aún?... No sé quien te habrá hecho tanto daño, Alex. Pero te prometo que yo nunca te voy a presionar. Si hacemos esto lo haremos cuando estés del todo segura, o sino nada. No quiero que después te arrepientas. Lo que más deseo es que lo disfrutemos ambos.

Sonreí y me acerqué un poco hacia él dándole un beso fugaz.

—¿Qué lo disfrute yo o tú? —Reí levemente apretando el bulto entre sus pantalones.

Él soltó un jadeo entrecortado y sonrió con diversión, seguido de hacerse encima de mi en un movimiento rápido.

—No te regodees con mi miseria, Clark. Eso no es muy libra de tu parte.

Sonreí enrollando mis manos alrededor de su cuello.

—Pero si Slytherin —Respondí yo.

Él se limitó a sonreírme y volver a juntar nuestros labios para volver a empezar una sesión de besos.

Nada podría arruinar esto, o bueno...

Eso creía.

[***]

Estaría engañándome si negara que acababa de tener una de las mejores veladas de mi vida. Si, no pasó de besos y toqueteadas. Pero nunca me había sentido tan querida por alguien ajeno de mi familia. Ni Sophia, ni Justin, ni Charlie, ni mucho menos Blake...

La sonrisa no se podía borrar de mi rostro por más que lo intentara. La brisa otoñal movía mi cabello hacia atrás, mientras caminaba hacia mi edificio. Para mi desdicha, estaba bastante lejos del de Blake. Pero, a decir verdad, en este momento poco me importaba.

Hoy volvieron todas esas sensaciones que me habían hecho caer por Chandler. Esas sensaciones que habían desaparecido con el regreso de Blake. Ahora, él parecía tan irrelevante en mi vida. Y amaba tanto eso.

Sentía que, por fin, después de tanto, lo estaba superando.

Sin embargo, lo bueno no podía durar para siempre. Y mi felicidad duró muy poco.

Me detuve en seco al escuchar pisadas detrás de mí, a espera que el que sea que estuviera allí, me adelantara y poder seguir mi camino de dicha. Pero no sucedió. Podía sentir una mirada en mi nuca, llevando escalofríos por todo mi cuerpo.

Y ahí sucedió lo que más temía. La voz que atormentaba mis pesadillas resonó en mis oídos llevando un dolor profundo a mi pecho y logrando que un nudo se formase en mi garganta.

—Tenemos que hablar.

Hola chikiperras,

Hago toda la nota en el siguiente capítulo, así que sigan y agradezcan que decidí ser buena persona y dejarles un maratón.

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