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Capítulo 27

Dedicado a cada uno de ustedes, por leer, por tomarse el tiempo de emocionarse con cada capítulo. Son lo mejor que me pudo haber pasado. ¡Disfruten!

Omnisciente

Probablemente si alguien ajeno entrara a esa fiesta, se aterraría. Jóvenes adultos, desalineados, borrachos por todas partes. Unos vomitaban las esquinas y macetas, otros se amacizaban entre ellos, follando con ropa. Y otros, como el grupo de la joven Clark, disfrutaban la fiesta con un par de copas encima mientras saltaban y bailaban alocadamente a Kiwi de Harry Styles. Las dos amigas reían de solo verse las caras, probablemente efecto del alcohol. Las dos claramente no habían ingerido lo mismo. Mientras la castaña estaba un poco pasada de copas, Sophia ya iba por su tercera botella de Vodka. Quería disfrutar esta noche al máximo. Sabía bien que no volvería a ver o hablar con nadie menos su mejor amiga, por lo tanto, quería guardar los mejores recuerdos de ese día. 

Sus gargantas se sentían rasposas de tanto gritar, sus pies ardían de tanto bailar y saltas, estaban sudadas, cansadas, a un par de copas de vomitar. Pero ambas estaban teniendo la mejor noche de sus vidas. Alexia se olvidó de todo, se olvidó de Cassidy, de Justin, de su futuro, de Amelia, de sus padres, y más importante, de Blake. El chico de diecinueve años llevaba atormentando su sueño y cabeza por meses, parecía un virus incrustado en su cerebro. Un virus que no podía curarse. Quizá era el hecho de no poder sacar todas sus frustraciones con alguien lo que lo mantenía en un pedestal tan alto en su vida. O tal vez el amor que sentía por él se tardaría en desaparecer, que era lo más probable. Ella no lo admitiría, puesto que era señal de debilidad. Pero aun lo amaba, lo amaba como nunca había amado a nadie. No era el mismo amor que sentía por su familia, o por Sophia. Era ese amor que ves en las películas, ese sentimiento que crees que solo existe en la ficción. Las famosas mariposas en el estómago, la manera en que tu corazón se acelera de tan solo pensar en esa persona. Blake Smith fue el gran amor de la vida de Alexia, o eso pensaba en ella. Estaba aterrada de nunca volver a sentir lo que él logró causa en ella, con nadie. Temía nunca volver a enamorarse como se enamoró de él. Quizás no se lo merecía después de todo lo que destruyó para lograr estar con él, pero quería volver a sentirlo al menos una vez. No quería admitirlo, pero quería verlo una vez más. No pedía otra cosa. Ella sabía que la que había terminado todo fue si misma, sin embargo, quería probar sus labios, tener una despedida con él como ambos se merecían. Darle el punto final a su historia de amor como Dios manda.

Lo odió por muchas semanas, pero no por lo que hizo. No, lo odió por haberla enamorado. Por haberla engatusado de la forma más enfermiza posible para después largarse sin piedad alguna. No era justo. Pero ahora le agradecía, Blake Smith le juró que le haría sentir de nuevo. Y lo logró, logró hacerle sentir los más hermosos sentimientos. Logró hacerla reír, logró hacerla sonreír, logró hacerla enojar. Y no logró lo único que ella rezaba porque no ocurriese. Nunca logró hacerla llorar. Nunca la hirió tan profundamente para que se destruyese. Y ella sabía que él no sería capaz. Quizá después de todo si la quiso, solo que no supo cómo hacerlo. Alexia atesoraría a Blake en su corazón eternamente. Siempre sería su primer amor, y nadie nunca podría quitarle ese título.

Cuando Photograph por Ed Sheeran comenzó a sonar, una sonrisa nostálgica se instaló en su rostro. Observó todo el lugar. Vio a Justin junto al equipo de fútbol haciendo pendejadas, después vio a Sophia uniéndose. Al fondo pudo divisar a Cassidy y sus amigas tomándose selfies. Vio a Carson solo en la barra, e hizo una mueca. Él no se lo merecía, quedarse solo. Quizá ese era el destino que le pertenecía a ella, pero la línea de tiempo se vio invertida. Se vio sola entre los tantos chicos bailando, pero no se sintió excluida. Sentía lo que tanto anheló durante años. Paz. Todo estaba en paz. Y no quería arruinarlo. Sonrió y se levantó el vestido para evitar caerse, para después caminar hacia la salida. Esta noche había sido esplendida, y ya había sido suficiente. Miró el reloj del elegante sitio donde habían hecho la fiesta, uno de los hoteles del padre de Mike. Marcaba las doce y dos minutos de la noche. Se sentía como Cenicienta. Sin embargo, no tenía en cuenta que un príncipe encantador la seguiría. Y que su carroza en la mañana siguiente se convertiría en una calabaza podrida hecha a partir de sueños y corazones rotos.

Con lentitud y calma bajó las escaleras que la llevaban hacia la salida. No tenía prisa y no estaba acostumbrada a usar tacones, por lo tanto, era probable que si iba rápido se terminara cayendo por las escaleras. Su dedo rozaba la barra de la escalera de metal color dorada con suma delicadeza. Sus uñas acrílicas color vino tinto hacían contraste. Sus pasos apenas se escuchaban con la música del fondo, sin embargo, la abolladura que hacía el tacón sobre la alfombra roja alcanzaba a escucharse. La suave brisa de uno de los ventanales hizo que los pelitos pequeños que estaban pegados a su frente debido al sudor se moviesen. De inmediato se sintió refrescada. Soltó un suspiro al terminar el montón de escaleras y en zancadas salió del lugar. El viento chocó contra ella robándole otro suspiro. Sonrió y comenzó a bajar las escaleras de cemento con un poco más de prisa, a unas calles estaba George esperándola. Sus padres insistieron que fuese él el que la llevase y esperara cuando se acabara la fiesta. La teoría de que el hombre fuese su guardaespaldas comenzó a tomar sentido con el paso de los meses desde la confesión de sus padres.

—¡Alex! —El corazón de la chica dio un brinco al escuchar la voz de su caballero. No por ser él, sino por el silencio anterior viéndose interrumpido abruptamente. Ella se giró encontrándose con un Justin Davis con la corbata desaparecida y los primeros botones de su camisa abierto, contrastando con su pelo desordenado—. ¿a dónde vas? —Preguntó frunciendo el ceño.

Ella sonrió. Entendió que era el momento. Volvió a subir los escalones que ya había bajado hasta estar frente a frente con él.

—Los estoy dejando ir... —Murmuró casualmente. Pero él juntó las cejas aún más confundido que antes—. Quiero que vuelvas a esa fiesta, vayas con Cassidy y le digas que fuiste un cabronazo y que quieres recuperar su amistad.

—No entien...

—No debes hacerlo —Ella lo interrumpió—, Justin, tú quieres un amor que te consuma, una chica que te lleve al mismísimo paraíso. Que te apoye en todo, y que esté contigo a pesar de todo... —Elevó su comisura izquierda—, y esa no soy yo.

—Claro que sí, Alex... —Se apresuró a agarrarle las manos, pero ella se separó en un movimiento suave.

—No, no lo soy —Susurró—. No te merezco... Cassidy si... Ella ha estado contigo a pesar de todo... Yo no podría, ni puedo... —Soltó una fuerte respiración y dio un paso hacia él, para después darle un beso en la mejilla.

—Te mereces el mundo entero, Justin. Y te deseo toda la suerte en tu vida.

Le sonrió una última vez para después darse media vuelta soltando una larga respiración. Sintió como una carga se le escapaba de los hombros. Como todo parecía mejorar. Bajó las escaleras sin mirar atrás. Tenía ganas de bailar con la suave música del viento contra los árboles. Nunca se había sentido tan libre y pacífica en su vida entera. Por primera vez había hecho lo correcto, ya no le debía nada a nadie. Por fin sintió que podría salir adelante desde lo de su hermana. Por fin sintió que su vida lograría recuperarse y que quizá con esfuerzo podría recuperarse a si misma. A pasos de bebé, pero lo lograría.

Un escalofrío recorrió su espalda al ver que se aproximaba un callejón. Los recuerdos vagos y fantasmales de aquel sueño que cada vez se borraba más de su memoria vinieron a atormentarla de nuevo. No creía que fuese tan valiente como la Alexia de aquella imaginación, era más bien la cobarde que tan solo ver un perro saldría corriendo. En especial sabiendo que Miller ronda por ahí, a sus espaldas. Se abrazó a si misma mirando hacia todas partes con cautela. Quizá no debería alterarse tanto. Quizá solo era su imaginación, pensó. Aunque no se lo creyó mucho. Miró de reojo el callejón y avanzó con paso acelerado. Al estar al final creyó haberse salvado.

Hasta que sintió una mano en su cintura jalándola hacia atrás y otra en su mano acallando sus gritos. Pataleó, sin embargo, el agarre era mucho más fuerte que ella. Soltó un quejido al sentir su escuálido cuerpo estamparse con fuerza contra la pared. Tenía los ojos apretado en terror. Se imaginaba lo peor. Sin embargo, su miedo incrementó cuando vio esa cara pálida que se mezclaba con la oscuridad, la luna y las luces de la calle. Y ese cabello castaño que tanto estaba acostumbrada de ver.

—Mira maldita perra, he estado esperando este momento por casi cinco años y no vas a arruinármelo —Ella comenzó a respirar aceleradamente cuando sentí el filo de una punta contra su abdomen, debía ser un cuchilla o algo por el estilo—. Vamos a hacerlo rápido, ¿oíste? Y no vas a soltar ni un chillido o la tortura será peor.

Ella forcejeó, sin embargo, el chico no pensaba soltarla. Christian Miller Jr llevaba esperando acabar con ella durante años. Encubierto en un chico común de escuela llamado Carson. Se mantenía alejado, pero al tanto de todo lo de ella. Hizo que sospecharan de todos menos él, ¿por qué alguien lo haría? Si casi nunca habían hablado. Aquella mañana hace unos meses la iba a matar, pero la estúpida de su mejor amiga la había acompañado. Así que se tuvo que inventar la primera excusa que se le viniera a la cabeza. Le sorprendió que le creyeran todos los cuentos que dijo sobre Cassidy, otra víctima más en todo esto.

Alexia se estaba rindiendo. Su fuerza no se comparaba con la de él, y no había nadie cerca para salvarla. Estaba pérdida esta vez. Quizá se lo merecía, pero sus pobres padres... Perder otra hija... Sufrirían y eso era lo último que ella quería. Su corazón palpitaba con fuerza contra su pecho. No estaba preparada para la muerte. Nunca lo estaría probablemente. Cerró los ojos aceptando su destino, preparándose para el ardor de la daga en su abdomen. Sin embargo, abrió los ojos abruptamente al sentir como el peso de Carson se alejaba de ella. No alcanzaba a ver por la oscuridad, pero había dos figuras en el piso peleando. Pero ella estaba en estado de shock, plasmada en su sitio. No podía hacer nada. Escuchaba voces, pero no distinguía que decían o quienes eran. Una de las figuras cayó al piso y se preocupó, de que se tratase de su salvador y Miller volviera por ella.

Pero todas sus preocupaciones al ver un par de esmeraldas mirarla fijamente. Nunca se había sentido tan aliviada en toda su vida.

—Por dios, ¿estás bien? —Su voz ronca invadió sus tímpanos trayendo una calma instantánea. Acarició sus mejillas suavemente como si se tratase de una muñeca de porcelana. Ella no podía emitir sonido alguno, simplemente lo miraba fijamente, dudando sobre si era real o si siempre fue un ángel que la llevaría al cielo.

—¿Blake? —Susurró incrédula y desconcertada con sus ojos desorbitados.

—Soy yo, cariño. Tranquila.

Ella soltó el aire que llevaba reprimiendo desde que Carson... O Christian se le acercó. Envolvió sus brazos alrededor de la cintura del chico, para después cerrar los ojos con fuerza. Estaba aterrada. Pensó que moriría. Pero ahí estaba él. Acariciándole el pelo y susurrándole palabras dulces al oído. Siempre estaba él. Y nunca se había sentido tan feliz de ver a alguien. Blake Smith siempre estaba ahí, junto a ella, para salvarla, para alegrarla. Era él. Era el único, siempre lo sería. Se sentía segura entre sus brazos, siempre lo haría.

—¿Qué mierda está pasando?

La castaña abrió los ojos como platos al escuchar cierta voz chillona. Se separó de un empujó y se giró hacia la entrada y salida del callejón, donde su mejor amiga los miraba a ambos, desconcertada.

—¿Y?

Alexia tragó saliva en seco y se giró hacia el mayor, quien parecía mudo y tenía la mirada gacha.

—T-Te puedo explicar —Susurró jugando con sus dedos nerviosa—. No es lo que parece.

—Pareces novio infiel, dando excusas baratas —Exclamó sarcásticamente, pero no había ni pizca de diversión en su tono.

Miró por última vez al castaño y volvió hacia su mejor amiga.

—No aquí —Murmuró dirigiéndose hacia ella.

Ambas caminaban en silencio. Alexia pensando bien sus palabras y Sophia intentando procesar toda la situación. Estaba segura que ese chico ya había quedado en el pasado. Pero se dio cuenta que está más cerca que nunca, probablemente fue la causa de la ruptura de Justin y su amiga. El pobre chico llegó desconcertado con ella diciendo que Alex lo había dejado. La chica Taylor no se lo creyó a la primera, pero ahora no lo quedaban dudas.

—¿Entonces? —Se paró en seco frente a ella. Alexia tragó saliva en seco e inhaló profundamente.

—Me estaba yendo, George me está esperando a unas calles... Pasé por el callejón donde nos encontraste —Suspiró—, Carson me ha agarrado y amenazado con un cuchillo.

La rubia hizo una cara de total horror. Quería socorrerla y sacarla de ahí de inmediato, pero primero quería escuchar la historia completa.

—Resulta que es Christian Miller.

—¿Quién? —Frunció el ceño. Alexia maldijo por lo bajo al recordar que nunca le había contado el embrollo de su familia. Y para ser sincera, no creía que fuera el momento indicado.

—Es... —Exhaló—, una larga historia... —Hizo una pausa de algunos segundos enfocándose en como una bolsa de plástico blanco se movía con la brisa—. Blake ha llegado, no sé qué le ha hecho a él, pero... Si él no hubiera llegado, yo...

—Está bien —Le alentó la ojiclara acariciándole un brazo—. Alex... —Murmuró causando que la castaña subiese su mirada hacia ella—. Dime la verdad, y toda la verdad... Por favor... No me veas la cara de estúpida... ¿Qué ocurrió u ocurre con ese chico? Porque... ¿Enserio crees que ese día en el centro comercial no me he dado cuenta que estabas con él? Dios Alex, los vi hablando, pero creí que tenías todo bajo control...

La hija de los Clark soltó un fuerte suspiro.

—Al principio no era nada... Después de lo que ocurrió en el cumpleaños de Cassidy, él estaba ahí... Estaba tan... Furiosa y sola... Me he ido con él. Comenzamos a salir y... —Elevó si comisura izquierda bajando la mirada—. No sé cuándo me he enamorado, pero ha sucedido... Blake me hacía sentir cosas que nadie podía... Estaba tan furiosa y... –Se quedó muda. No quería ni podía decirlo, se avergonzaba.

—Te has metido con Justin —Susurró la rubia en un hilo de voz mirando desconcertada a su mejor amiga. No la reconocía.

—Con el tiempo aprendí a quererlo... Pero Blake...

—A él lo amabas —La interrumpió. Alexia volvió hacia ella, quien tenía sus ojos aguados. No le dolía que haya traicionado a Justin, ni que se haya metido con un chico de ese calibre. Le ardía que la hubiera engañado. Que le hubiera mentido desde quien sabe cuánto—. ¿Por qué no me dijiste? —Se atrevió a preguntar.

­ —Tenía miedo —Confesó honestamente la castaña—. No quería perderte, pero tampoco lo quería perder a él... Por Dios, no sabía cómo reaccionarías y no me quería arriesgar a que te fueras de mi lado.

—¡¿Por quien me traes, Alexia?! ¡Soy tu puta mejor amiga! Siempre te voy a apoyar —Exclamó alterada—. ¡Por dios! —Se agarró la cara y soltó un grito ahogado—. Te hubiera ayudado, mujer. ¡Pero me engañaste! Y eso... —Soltó aire entrecortadamente, intentando no llorar—. Es peor que todo...

—Por favor, Soph... —Le agarró la mano, pero ella se suelta—. Esto era precisamente lo que quería evitar, que te enojaras, que me odiaras...

—Estoy enojada —Le dio la razón, pero después la miró, suavizando su expresión–. Pero jamás te odiaría, eres mi mejor amiga —Soltó un fuerte suspiro y forzó una sonrisa, sin embargo, lució más como una mueca—. Necesito tiempo, Alex... Cuídate —Le acarició una última vez el brazo y se retiró de nuevo a la fiesta, con el corazón estrujado en una mano.

Alexia se quedó mirándola irse plasmada en su sitio, en la fría noche del trece de mayo. Era verano, pero quizás por el temor de hace unos momentos y la mezcla de sentimientos, no lograba sentir calor. Escuchó el rugido de una moto y miró de reojo como cierta persona se plasmaba en la calle junto a ella.

—Sube —Dijo mirándola fijamente, intentado concentrarse en que ella se sintiese cómoda, aunque se le complicara viéndola en ese vestido. Alexia se volteó y lo dudó. Quería mandar a la mierda su dignidad e ir con él, pero era orgullosa.

—Mi mayordomo ya me...

—No era pregunta —La interrumpió rápidamente. Señaló con su cabeza la moto—. Venga Alex-ia, no seas terca. Sube. No te voy a secuestrar.

Sus pelos se erizaron gracias al apodo. Hacía meses que no lo escuchaba, y no lo diría en voz alta, pero lo extrañaba con su alma entera. Se abrazó a sí misma y miró los dos lados de la calle. Soltó un suspiro de derrota y comenzó a caminar hacia él, este mismo sonrió triunfante. Alexia se sentía incómoda y nerviosa. Hace mucho no le veía y todo a su alrededor le traía recuerdos. Ella mantenía la mirada gacha sin subirse mientras él la admiraba sin descaro alguno. Para sus ojos era un mismísimo ángel que cayó del cielo. Un ángel que no merecía. Pero un ángel con el que quiere ser egoísta. No quería ni podía perderla, de nuevo.

—Eres preciosa —Pensó en voz alta embelesado con toda la figura de la chica. Ella levantó la mirada y sus mejillas se tiñeron de un leve rosado.

—Estoy en vestido... —Murmuró intentando cambiar del tema. No quería que se notase su nerviosismo, pero el temblor en su voz la delató. Blake sonrió con ternura.

Demonios, cuanto la extrañaba. Pensó.

—Las calles están vacías y nadie te va a ver.

—Pero se va a dañar —Se quejó en voz baja. Él la miró mal, sin embargo, después sonrió con ternura. Le gustaba esta faceta de ella. Parecía un perrito abandonado. Un perrito que quería adoptar y mantener dentro de su casa eternamente, protegiéndolo y dándole todos sus gustos. Ella no pudo evitar contagiarse su sonrisa. No entendía porque se estaba portando así.

—Nada de paradas sorpresas. Me quiero ir a mi casa, Blake.

—Claro... —Murmuró—. ¿Confías en mí?

Ella dudó. Se le quedó mirando fijamente debatiéndose entre su mente y dignidad o su corazón y sentimientos. Le costaba aceptar cual era la cruel realidad.

—Si... —Susurró subiéndose en aquel espacio que Blake llevaba reservando para ella desde hace meses.

Ella no pudo verlo, pero una sonrisa se expandió en la cara del chico junto con una expresión de alivio. Temía lo peor y estaba preparado para oírla decir su triste realidad. Sin embargo, su respuesta fue una gratificante respuesta.

Ella se aferró a su espalda, perdiendo la costumbre de la moto. Había sido un día estresante. Y después de lo de Miller estaba aterrada. No confiaba en nada ni nadie. Él chico arrancó la moto y comenzó a andar lentamente. No quería espantarla, quería que se sintiese segura. Quería a su Clark, la chica temeraria que no le importa nada ni nadie. Aunque no iba a negar que verla en un estado vulnerable, le gustaba. Sentía que era su niña y su deber era cuidarla. Y siempre lo haría con gusto. El trayecto fue lento para ambos, pero lo disfrutaron. Oliendo las esencias el uno del otro, esas que tanto extrañaban. Relajándose ante el contacto piel contra piel. Alexia sonrió al sentir esa brisa que tanto le encantaba de cuando viajaba en moto con él.

Ella no lo aceptaría, pero al ver su gran mansión, se sintió mal. Era el final. Blake y ella volverían a ser extraños. Y no sabía si estaba lista para eso. Le añoraba tanto, no quería que se le volviese a escapar. Pero era lo mejor para ellos. Con algo de dificultad se bajó de la moto, y revisó su vestido. Tal y como había predicho, en la falda una parte se había rasgado. Hizo una mueca. Recordó a George igualmente, por lo tanto, se reprochó mentalmente. No le avisó. Debía estar preocupado por ella.

Dejó todos sus pensamientos de lado al conectar ojos con Blake. No quería aceptar que era el final. El chico Smith fue el causante de sus mayores alegrías durante este año, y no quería dejar ir eso. No quería dejar ir el amor. Pero debía. Por su propio bien y por el de él. Lo amaba. Siempre lo haría. Por eso mismo le ponía punto a una relación que los acabara destruyendo.

Abrió la boca para hablar, pero el dedo de él sobre sus labios la interrumpió.

—Shh —Susurró cerrando sus ojos—. No hables... Quiero disfrutar esto unos segundos más.

Ella no le reprochó. Simplemente se quedó ahí, apreciándolo. Su alta figura, su pelo despeinado, sus ojos mirándola fijamente con ese brillo que tanto le encantaba, su colonia masculina inundando sus fosas nasales, y su típica chaqueta de cuero. Todo en él seguía igual al primer día que lo conoció. Menos la cajetilla de cigarrillos y la bolsa de droga que siempre cargaba. Pudo sentir únicamente su celular dentro de su bolsilla. Se sentía excesivamente orgullosa de él.

—Tengo que entrar... —Susurró frunciendo el ceño. Sintió una presión en el pecho. Él sonrió. No estaba feliz, de hecho, sentía las lágrimas agolpadas en sus ojos. Pero la entendía.

—Quiero hablar contigo.

—Blake...

—Mañana, por favor, Clark... No te pido más —Murmuró para después dejar reposada su muñeca sobre la mejilla de la chica. Ella se acurrucó en esta.

Al chico se le ocurrió una astuta idea. Con fugacidad se quitó su chaqueta y la envolvió en los hombros de la chica. Ella frunció el ceño.

—Ahora tengo una excusa para verte mañana, debes devolverla.

Ella abrió la boca para hablar, de nuevo, pero él arrancó antes que pudiera pronunciar palabra. Alexia se quedó boquiabierta viendo cómo se iba, pero después sonrió negando. Debió esperárselo, así es él.

Suspiró y caminó hacia la casa. Había sido un día demasiado largo.

Se removía nerviosa en el Uber mientras veía el sol asomarse a través de la ventana. Jugaba con las llaves entre sus dedos. No había pegado ojo en toda la noche. Al fondo podía ver la torre coca cola asomarse. Extraño lugar de encuentro, pero... Estaba fantaseando con cumplir su sueño desde hace tanto tiempo. Pues le daría el final a su relación con Blake, donde según ella, empezó. Aun recordaba la incómoda conversación que tuvo con sus padres y después él. Quizá gracias a eso es que ahora se encontraba tan nerviosa.

Entró silenciosamente, cerrando el portón con la mayor delicadeza posible. Lo último que quería era despertar a sus padres. Soltó un suspiro recostándose en la puerta.

¡Vaya día!

Alex Una voz femenina resonó por todo el lugar mientras una lámpara se prendía, causando que la joven soltara un grito y que se agarrara el pecho. Sin embargo, el terror se fue al ver a sus dos padres en la sala mirándola confundidos.

Pensé que no llegarías hoy Murmuró su padre frunciendo el ceño. Aún es temprano, ¿ha sucedido algo?

Ella tragó saliva en seco y negó rápidamente. Mañana con calma les contaría todo lo ocurrido.

No... Solo... Estaba muy cansada.

Ellos se ojearon poco convencidos. Pero no le harían un interrogatorio. Sin duda, había pasado algo. Pero le darían el tiempo para que ella les dijese. Les dio una sonrisa y comenzó a caminar hacia las escaleras, estaba exhausta. Cuando iba por la mitad, un comentario de su padre le hizo detenerse en seco.

He hablado con George hace unos minutos... Aun esta donde acordaron encontrarse. ¿Con quien te has venido?

Ella intentó idear algo rápidamente. Pero su mente se encontraba en blanco. No sabía que decir.

­Cielo, Justin debió traerla... Y mira qué lindo, le dio su chaqueta.

La chica soltó la respiración que llevaba reprimiendo desde la pregunta y le dio la razón a su madre. Su padre, sin embargo, no se la tragó. Sabía con quien había venido. Había visto la moto, había visto al chico. Y sabía que debía hacer al respecto.

La chica se encerró en su habitación soltando un largo suspiro. Sonrió al ver que sus padres le habían traído su bolso. Con fugacidad buscó su celular de entre sus cosas. Abrió el contacto bloqueado de Blake y sonrió con nostalgia al ver sus chats viejos. Había borrado los mensajes insistentes del chico.

En la torre Coca Cola del centro, a las siete de la mañana.

Se limitó a escribirle eso, para después echarse en su cama. No tenía ni ganas de cambiarse, estaba rendida. A punto de tirar la toalla.

Se mordió el labio viendo como cada vez estaba más cerca. No sabía que quería hablar Blake, no sabía qué le iba a responder. No sabía absolutamente nada, solo que estaba extremadamente nerviosa.

Se había escapado de casa, no quería darles explicaciones a sus padres. No estaba lista para hacerlo. Soltó un largo suspiro al sentir como el Uber paraba y como el edificio se asomaba junto a ella, alto y algo oscuro porque el sol aún no ha subido del todo. Le pagó al Uber y salió, una leve brisa dándole un escalofrío en las piernas. Se abrazó a sí misma y sonrió al sentir el hueco contactar con sus dedos.

Era hora.

Se encaminó al lugar y lo abrió con las llaves, se demoró un poco buscando cual era la indicada. Su corazón comenzó a palpitar con fuerza contra su pecho con cada paso que daba. Le agradecía a la Santa Papaya porque hubiese un ascensor. A diferencia de su sueño. Presionó el botón y las puertas se abrieron de inmediato dejándole a la vista el pequeño cubículo. Entró y presionó el botón al último piso, al parecer para subir al helipuerto debía hacerlo por escaleras. No se quejaba, era mejor que subir cuarentaicuatro pisos a pie. Su pie se movía contra el piso mientras esperaba ansiosa a que el ascensor llegase a su destino. Igualmente agradecía que los empleados de esta sede estuvieran de vacaciones, y de luto de paso. Respiró hondo al salir del lugar y dar una curva buscando con la mirada la puerta hacia el helipuerto. Sonrió cuando la encontró y se detuvo en seco frente a las escaleras.

¿Estaba lista? Probablemente no.

¿Lo haría?

Respiró fuertemente y comenzó a subir.

Claro que sí. Alexia Clark no era cobarde, era la más valiente y fuerte de todas. Con su mano temblorosa, rozó el pomo de la puerta. Cerró los ojos y suspiró fuertemente. Para después abrirla.

Estaba preparada para todo, lista para afrontar los hechos como viniesen. Todo menos eso. Frunció el ceño al ver a Blake y a su padre en lo que parecía en una discusión.

¿Ellos se conocen? Se preguntó.

—¡Dijiste que te mantendrías lejos de los asuntos de ella y míos! –Exclamó el joven con el ceño fruncido dando un paso hacia el mayor.

—Si, ¡Hasta que me enteré que te metiste con mi hija, Daniel!

Ella frunció el ceño desconcertada.

¿¡Daniel?!

—Y más encima no pudiste ni decirle la verdad, ¿¡Cierto, Blake?!

—¿¡Que quería?! ¿¡Que le dijera, hola Alexia, soy Daniel Miller, vengo a investigarte, pero me enamoré de ti y ya no voy a ayudar a que te mat... —El chico se calló abruptamente al darse cuenta que había hablado de más. Se giró exaltado hacia la chica, quien estaba estática en su sitio mirándolo fijamente, un grito ahogado fue lo que interrumpió la conversación.

Sus ojos demostraban todo el dolor que estaba sintiendo en ese momento. En su garganta había un nudo que obstruía su respiración, sus ojos comenzaron a picar y su pecho dolía. Dolía como cuando vio a su hermana muerta. Dolió como cuando recordó que aquel carro le había impactado a ella también. Dolió como cuando vio a un chico de ojos verdes en ese auto mirándola con lastima.

—Alexia, yo... —Dio un paso hacia ella, pero ella retrocedió de inmediato.

—¡No! —Soltó con la voz rota—. No te me acerques —Lo miró de arriba a abajo. Una lágrima rodando desde su ojo izquierdo, por toda su mejilla. Y luego le siguieron una y otra, constantes, gruesas, reflejaban su corazón roto.

El hombre presenciaba la escena desde atrás. Su corazón partiéndose al ver a su hija llorar. No la veía así desde...

Amelia.

—Por favor, déjame ex...

—¿¡Explicarme?! —Gritó—. ¿¡Explicarme qué?! ¡Que te metiste conmigo solamente para cumplir lo que tu familia esperaba!

Todo comenzó a tomar sentido. Las advertencias de todo el mundo. Él no la quería, nunca la quiso. Solo quería la aprobación de papi. Él no era el bastardo, era otro hijo del viento de Miller. Y era el peor de todos.

—¡No fue así! —Le rebatió él, tragándose sus lágrimas—. Yo aprendí a que...

—¿¡A quererme?! —Exclamó ella incrédula soltando un sollozo—. ¿¡Querer?! ¿¡Esto es querer, Blake?! Ah cierto —Sonrió sarcástica sollozando de nuevo, comenzó a hipar—. T-Te llamas D-Daniel.

—Por favor, Clark. Déjame ex... —Se acercó a ella pero se vio interrumpido por una fuerte cachetada, le dolió el golpe. Pero le dolía más el corazón, el saber que la había perdido y ahora para siempre.

—¡Te odio! —Exclamó ella en un grito desgarrador—. ¡Maldito asesino! ¡Mi hermana!

Se tuvo que agarrar el abdomen. Tenía gastritis de tanto llorar. Su cabeza comenzó a doler por la presión de la expulsión de lágrimas.

—No sé quién eres, no sé con quién me metí... —Dio un paso hacia él—. Pero... Ojalá te pudras y tengas el peor de los castigos.

Su voz se quebró a lo último. Volteó su mirada hacia su papá y se apresuró hacia él. Lo necesitaba más que nunca. Tanto hija como padre se fueron juntos del lugar, el hombre intentando consolar los incesantes sollozos de su hija. Le habían partido el corazón de la peor manera posible. La había engañado, usado y humillado de la forma más degradante posible. Se sentía como un pedazo de mierda. Quería hacerse un ovillo y fingir que nada de esto pasó. Deseaba volver el tiempo y nunca ir a esa cita, nunca conocerlo, nunca hablarle. Lo odiaba. Pero muy dentro de ella aun le quería y eso era lo que más le dolía. Todo fue una vil mentira. Su cuento de hadas al estilo Disney fue una cruel historia de terror de Stephen King.

Por su parte, el chico cayó de rodillas. Lágrimas nublando su visión. Le dolía. Quería tirarse de esa azotea. Ella le deseó el peor de los castigos.

Y claro que él lo obtuvo.

La perdió. La perdió para siempre, y eso le ardería toda la vida. Alexia Clark fue el amor de su vida, y siempre sería a la única mujer que amaría. Le mostró lo bonito de la vida, lo bien que se le hace un humano a otro. ¿Y él? Él ha seguido las sucias influencias de su padre y hermano. Siguió a la chica durante años, hasta el punto donde se convirtió en un pasatiempo. Le encantaba mirarla, y en muchas oportunidades estaba dispuesto a hacerle algo, pero no pudo. Porque la amaba, la amaría toda la vida. Ella lo salvó de la oscuridad.

Eran Alex-ia y Animal, siempre lo serían. Ambos sufrirían el infierno de tener que recordarse cada día sin poder estar juntos.

Porque ella lo amó muy temprano y él...

Él muy tarde.

[Fin]

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