5.Dragón.
Disclaimer: AMOLAD pertenece a The snipster.
"Vitae..." Resonó en su cabeza, la mirada oliva, su radiante sonrisa y las estrellas en el oscuro cielo de su cabello ¿Estrellas?, siempre habían brillado tanto, "en cada una de ellas, estas escondido" recordó cuando se lo había proclamado, ellos habían hecho una promesa: "Quédate por siempre a mi lado".
Des, empezaba a recordar tantas sensaciones de anteaño, los sedosos labios que más de una vez se habían juntado con los suyos, los ojos chartreuse que se perdían en los ámbar de él, la piel morena siempre tan cálida al tacto, era realmente extraño, que en ese momento, cuando estaba al borde de la muerte, recordara por completo, el sedoso cabello color negro y las luminosas estrellas verdes a sus lados, signo indiscutible de que aquella persona, era un dragón.
—Como almas eternas nos unimos, es y será nuestro destino; Des—La frase que más de una vez, había proclamado en su oído, y que con el tiempo se había vuelto suya.
—Vitae—Volvió a murmurar el hombre de piel nívea, mientras un caballero lo miraba con intriga.
Mortem no había despertado, esperaba que lo hiciese a los pocos minutos de haberlo montado en el caballo, sin embargo el hombre seguía inconsciente, murmurando en dificultosas palabras un solo nombre: Vitae. Leo miro el ocaso, había tardado demasiado en llegar hasta la madriguera de Mortem.
—Que la muerte proclame a la Vida, se me hace algo demasiado irónico. —Mascullo en caballero en un corto susurro, frunció su ceño en una extraña expresión, mientras continuaba el camino hacía su morada, sin embargo muy en el fondo Leo se sentía mal de ver así al dragón.
Miró el oscuro cielo del anochecer, mientras encendía nuevamente una fogata y se quedaba varado junto con el dragón, en alguna parte del bosque de magnolias.
Leo no quería ceder ante la fatiga pero, era necesario, antes de haber llegado a Mortem se había encontrado con seres tan diversos, con criaturas sumamente extrañas, seres humanoides que en su vida había visto, unos inteligentes otros carentes de emociones o pensamiento; desde enormes gigantes, los cuales algunos tenían más de una mano o un solo ojo, hasta golems indestructibles, hechos de madera y tierra, cuyo ardiente corazón de granito tenía escrito un solo mandato: "protégelo" Aunque él no sabía a quién, ni porque.
Había recorrido el bosque en la noche siendo rodeado por pequeñas personas aladas, hadas simpáticas que lo guiaban hacia las entrañas del bosque, perdiéndolo en las profundidades, para llegar hasta las astutas esfinges, quienes custodiaban riquezas que sus ojos jamás habían visto, Leo había huido de aquellos que parecían peligrosos, su instinto era algo que en más de una ocasión le había salvado la vida. Arrojo una rama a la fogata, y sostuvo a sus rodillas entre sus brazos, el bosque era sumamente extraño, y aun así, se sentía tan cómodo al estar paseando entre tantas criaturas amorfas.
—"Tal vez yo soy como ustedes"—Pensó, el caballero, recordando.
Había sido peligroso encaminarse tras el joven de piel nívea que había conocido en el bosque, él se había esfumado y él había quedado solo en medio de la perpetua oscuridad del bosque, fueron los gruñidos y el gutural bostezo de un gigante, lo que hizo a Leo reincorporarse en la realidad, sintiendo real pánico al ver a la montaña moverse.
—¡¿Quien está ahí?! ¡Déjame Dormir!—Es lo que el moreno había escuchado, mientras veía como la montaña se movía, levantándose ante sus ojos, un enorme ser de facciones robustas y dientes filosos, cuya espalda parecía cubierta por musgo.
Leo se había quedado inmóvil, aquél ser era enorme, y a su parecer muy fuerte, tal vez encontraría los brazos de la muerte mucho antes que enfrentarla, es lo que había pensado; hasta que unos tibios y lánguidos brazos lo jalaron hacia el centro de un árbol, mientras el gigante se movía intentando ubicar con su corta vista al causante de la interrupción de su sueño; sin embargo sólo pudo ver al caballo de Leo, decidiendo dejar al animal tranquilo, el gigante camino a otro sitio.
—Guarda silencio—Murmuro una voz melodiosa, casi como el canto de un ave.
Al darse la vuelta el joven Spindler no salía de su asombro, una mujer de belleza extraordinaria estaba incrustada en el árbol, casi como si ella perteneciera a ese sitio; La dríade le dio una cálida sonrisa, mientras tocaba con su mano el rostro del caballero.
—Tú no eres un humano ¿Cierto?—el silbido con el que la dríade murmuraba, hacía a Leo sentirse en un sueño.—Ten cuidado, los corazones son preciosos tesoros. —Rió la mujer, convirtiéndose en la corteza del árbol, desapareciendo ante él.
Leo no salía de su asombro, las criaturas de ese bosque parecían disfrutar de engañarlo, intrigarlo y hostigarlo, había intentado hablar con ellas; haciéndolo perderse, y llegando tarde a su cita con la tan esperada Muerte, o más bien ante su representante directo.
Las hadas le habían susurrado direcciones equivocadas, y él les había creído las primeras veces, fue cuando se topó con los golems y las esfinges, que Leo decidió ya no volver a seguir sus instrucciones.
—Los corazones son tesoros valiosos—Murmuro el caballero, mientras veía a su preciosa captura, rozó con suavidad la tersa piel, y se perdió en el sonrojo que la fiebre provocaba en la blanca tez, deshizo el amarre, y recolecto agua del rio, mientras se decidía en limpiar la herida provocada por su espada.
Al retirar su precario vendaje y las plantas, puedo apreciar mejor el torso desnudo, recordando por un breve instante su sueño con él, sonrojándose al instante y perdiendo aquella coloración al recordar su tragedia, aquella que lo seguía desde hacía quinientos años; Leo tenía tantas preguntas que hacer.
—¿Por qué no me has llevado al lado de los que alguna vez llegue a conocer?—murmuro el caballero con enojo—¡¿Por qué me condenaste a estar aquí?!— Mascullo irritado mientras miraba al frágil cuerpo de Des en ese devastado estado.—¿Por qué no puedo morir...?—Fue lo último que dijo antes de colocar el ajustado vendaje y dejarse caer dormido a un lado del dragón.
Ante la creciente incomodidad se sacudió en su lugar; hallándose sujetó por aquel hechizo.
—Maldita sea—mascullo, ¿Que había pasado? Recordaba estar en medio de una batalla con...
—Despertaste—una fuerte voz masculina, lo hizo volver el rostro, hallando el causante de su incomodidad.
—Tú—Reclamó intentando ponerse de pie, sin embargo el amarre de runas y la debilidad de su propio cuerpo por la herida lo hizo caer de nuevo.
—Yo que tú, no estaría tan ansioso, tienes el corte de una espada, y aunque no es muy profundo y no está cerca de tu corazón bestia; no te dejara moverte mucho. —La voz de Leo, se escuchaba impasible, monótona, tan severa.
Des inspecciono rápidamente donde se hallaba, habían avanzado demasiado, la baja temperatura, los arboles sin hojas, la escasa presencia de aquellos seres, estaban cerca de la tundra sin duda alguna. El joven alto se sacudió en el suelo hasta poder sentarse y recargar su cuerpo contra el tronco del árbol donde estaban.
Observó velozmente y con detenimiento todo, la fogata, los objetos de Leo, el caballo, se inspecciono así mismo, hallando una prenda que no había visto en mucho tiempo.
—¿De dónde sacaste esto? ¿Dónde lo encontraste? —empezó a preguntar presuroso el dragón, con su voz temblante, y un gesto descompuesto en su rostro, una mueca entre esperanza y dolor.
Leo se aproximo a él, y con un tirón a su cabello le hizo levantar el rostro hacía él.
—Creo que no entiendes tu posición, él que hace las preguntas soy yo. —soltó con rudeza, mientras sus iris color oliva se clavaban en el ámbar de aquél, haciendo a Des mirarlo asombrado, sacudiendo su cabeza con fuerza, apartando su mirada de la de el caballero.
Mortem miró con congoja la tierra, sin duda alguna él estaba en desventaja, sin embargo no dejaría las cosas así. "Es un todo o nada" pensó; Si, el caballero no había acabado con él y tenía preguntas, eso significaba que quería información de él —Haz lo que quieras, puedes desollarme vivo si lo deseas, no conseguirás nada de mi si lo haces, incluso ahora, creo que podría morir por haberme desangrado tanto— habló Des, con un tono sereno y autoritario.
Leo lo miro con intriga, aquél seguían mostrándose altivo pesé a la posición en la que estaba. —Son dragones, sus vidas son inmortales, a menos que se les quite su corazón. No quieras engañarme.—protesto.
—¿Alguna vez, has visto lo que le pasa a un dragón sin corazón? ¿Por qué no intentas sacármelo? — Mascullo con atrevimiento y socarronamente, brindándole a Leo una mirada divertida.
Debía ser mentira, ¿Mortem no tenía corazón? imposible, y si no tenía corazón ¿Por qué no habían acabado con él? Cualquier caballero que hubiese tomado el corazón de un dragón debía acabar con el mismo, era algo innegable, indiscutible, una orden directa del rey.
—Si abres mi pecho, estaré muerto, y tus dudas quedarán sin resolverse, caballero. —murmuro Des, estaba arriesgándolo todo, pero esa capa, un indicio, daría todo por él. —Te propongo un juego, de preguntas y respuestas.— le sonrió, esperando que el joven de ojos chartreuse respondiera.
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Créditos: Song of Storms ~ Zelda Ocarina of time.
N.A:
Regresamos con esté drama dragoniano, y sí no los he hartado, las respuestas vendrán pronto... :3
Muchas gracias por leer y continuar este extraño fic.
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