15. Alma de Dragón.
Amolad pertence a the snipster.
La gran capacidad de la humanidad era poder dar amnistía ante cualquier suceso. El pueblo desolado entre las mentiras de su rey, ha concebido aquella manifestación del cielo como un llamado, el grito primitivo de la tierra, recordándoles su lugar. Los dragones por su parte escuchan con tristeza el llanto de su príncipe, el desgarrador alarido de su pérdida que se arremolina en el cielo y se manifiesta cual torrencial diluvio, sin poder él contenerlo, no hay nada que rescatar de la guerra, la violencia, la ira o el rencor. Sólo puedo aclamar con lágrimas, esperando que de algún modo trasporten en un susurro imperceptible de su sueño, lo eterno que es su amor, esperando que en el descanso eterno, Mortem pueda saber que siempre lo amo y lo amara.
Los dragones han volado a su lado, reclamando Terra Nova en un pacto silencioso, los guerreros marchan con respeto dispuestos a dar su vida si alguien osara interferir con el camino de aquellas increíbles bestias.
Amare no ha pisado la tierra de los humanos a permanecido al lado de un moribundo mago, cuya fiebre no se ha controlado, y sus palabras sólo pueden presagiar muerte y dolor, aunque eso ya ha pasado.
Leo escucha el llamado de sus hermanos, no es digno de un príncipe sentarse y no hacer nada ante una evidente guerra civil, debe tomar el cargo y la responsabilidad que se reclama al vencer a un dictador.
El rey no tiene descendencia, Leo hace un llamado, el castillo y su población necesita un regente, las altas casas nobiliarias se mueven astutamente, pero no hay nada que puedan reclamar, de las manos de un digno príncipe. Puesto que el cargo más antiguo y certero que ha habido alguna vez, es el de Leo.
Una muestra de poder y sabiduría es la que necesitan, no se necesita demasiada fuerza para someter al ejercito que era leal a su antiguo regente, los acuerdos con el consejo son llevados, a los traidores encarcelados, una nueva Terra Nova se halla formándose bajo el cuidado de Vitae.
El tiempo que ha caminado sus años a través de la tierra, ha hecho a algunos morir, a otros renacer, algunos más recordar lo que habían sido, como Thomas que hoy recuerda ser el amo y guardián del tiempo, manteniendo receloso ese conocimiento en cautiverio para no romper la fragilidad de la mente de la persona que ama, Lorraine, Amare. No debe saber que está vivo, ese día cuando la guerra entre humanos y dragones se llevo a cabo comprendió, lo irresponsable que había sido a amar a un igual, no había nadie que pudiera rescatar su poder, aunque él creía que no hubiera algo contrario al peso que se ostento en sus hombros, Ithis lo había marcado para ser sólo un anunciador, no debería sentir algún aprecio por alguien, o lo sufriría después, su virtud el conocimiento de las eras, su castigo la soledad. Su compañera podía morir, pero él no tenía ese privilegio, ese que se te da de renunciar a tu trabajo, no podía y ella amaba lo que hacía, así que, no había otra solución sólo la distancia.
Amare no lo volvería a ver con esa radiante sonrisa, no le volvería a ofrecer su corazón. Y estaba de acuerdo, merecía a un compañero adecuado, uno que no se perdiera en el pasado, que se amargara por el futuro y rechazara el presente con sus acertijos, algún día, el amor encontraría a la angustia o al odio para acompañarla en su travesía por la vida, y él estaría feliz de verla superar con el tiempo el dolor de su partida.
—Al parecer estamos estancados—Comento el adivino, aproximándose por la espalda de un rey que mira a la lejanía desde el balcón del palacio—Su alteza, debería informar al consejo su decisión...—El tono de voz de Thomas era amargo, no quería pronunciar aquello, no con la información que recelosamente guardaba en sus adentros.
Amo a Mortem como un hermano, antes de la guerra él fue el único que quiso establecer contacto con la pareja de Vitae, le enseño su mundo, le ayudo a aprender sus poderes y en algún momento, el dragón de la muerte, abrió su corazón de obsidiana con él, revelándole la tragedia de su amor, se consoló en su hombro, y por algo que pareció muy corto para un dragón pudo descansar, reafirmando y curando su alma con lentitud dejando a sus sentimientos profundamente enterrados en sí mismo.
Fue en ese tiempo que Nim los ataco, no podían permitirse huir, no con Morbus en los parajes limitantes de la ciudad de los dragones y un Morten dormido en la primera cueva después del bosque, tomó una decisión peligrosa para alguien de su cargo, se enfrento al ejercito, creyendo la batalla ganada, sin embargo Nim actuó y fue sometido, Aun recordaba la sensación de su corazón al ser extraído de su pecho, a su mente romperse y al tiempo mismo quebrarse, algo de su fuerza conservo ese día aquel maldito rey, había alterado la memoria de todos, ahora con su deceso, sus recuerdos era más fluidos, sus predicciones certeras y no sólo balbuceos de un demente, sin embargo comprendió que el poder de ellos en malas manos era peligroso, y un corazón transmitía aquello... Era por ese único hecho que no creía que el corazón de Des hubiera descansado en el pecho de Nim, porque era la Muerte misma, debería haber obtenido alguna capacidad de aquél pero no lo hizo, había algo extraño en el pacto que habían realizado Des y Leo, que lo hacía negarse a su partida.
—Debes... buscar entre las cortesanas a...una prometida, Leo—Murmuro el dragón del tiempo decaído.
—No lo haré—Contestó decidido aquél hombre de tez morena, sonrió con tristeza—No puedo. —El silencioso desliz de una gota por su pómulo, era como una llovizna tibia sobre el campo. Podrían pasar siglos y no lo olvidaría, no podía. Des tan fuerte y único como había sido, no lo podría hallar jamás.
—No tiene elección su majestad —Murmuro con frialdad Mary, no porque quisiera ser cruel; pero el escoger no era un privilegio de la realeza, y menos para él, ahora que había aceptado el cargo de dirigir a los humanos ya que no tenían a un rey.
La natalidad después de la perdida de Mortem había ido en crecimiento, actualmente la tierra tenía una vasta población que se expandía por el continente sin recelo, cada punto en Terra nova tenía un gobernante, la tundra, el bosque, el desierto, ellos en el centro e incluso en el mar, había un rey, que respondía al mandato de Leo, ya que no podía controlar a tanta población solo, así fue como la base de una sociedad monárquica se instauro, no podía parar el progreso, y había cosas que incluso el mayor mandatario no podía corregir o evitar. Las leyes habían sido aclaradas y propuestas para todos por su leal consejero William, quien evitaría con sus conocimientos una guerra o una rebelión. Poniéndolos a todos como iguales.
Con un nudo en su garganta, Leo acato con un mudo gesto de afirmación de su cabeza, —Sólo déjenme ir a ese lugar—Musito en un roto lamento.
Todos sonrieron, sin que aquella mueca llenara por completo su rostro.
La travesía fue larga, no tanto como la primera vez que la recorrió, con el corazón en la mano, llego primero a la vieja cabaña abandonada a las afueras de su ciudad, en donde siguió por el paraje hasta encontrar los vestigios de las tumbas de los padres de su amante. Había adornado aquél lugar como un hermoso jardín, rodeándose de los arboles de magnolia y floreciendo alrededor de las estructuras de piedra, incontables flores perfumadas de colores blancos y crema.
Pidió una plegaria y continuo, debía llegar a un cueva, un santuario, el lugar sagrado donde su amante vivió y llego a compartir con él, respiro la libertad de poder correr por el bosque sin miedo, no quería emprender el vuelo, no todavía. Deseaba impregnarse con la devoción que le exigía el pueblo, y dejar entre los árboles y a su marcha, el amor que había prometido no olvidar.
La vegetación cubría de manera recelosa la entrada a la antigua ciudad de los dragones, aquél lugar desolado en el cual nadie habitaba ya, subió en su forma humana la escalinata, y no dudo en usar su espada para despejar el paraje, donde sólo podía respirar nostalgia.
La cueva apareció ante sus ojos. No había ido ahí en siglos, y podría jurar que aun podía escuchar la traviesa risa de Des al doblar camino por el sendero de piedra, su mente recreaba en vivo al dragón de la muerte, saludándolo a su llegada, mirándolo con provocación entre los montones de oro, lo creerían loco pero, estaba seguro de sentir la presencia de su amante ahí, como un fantasma, como si nunca se hubiera ido.
Camino por la entrada, cada montaña de tesoro seguía donde se había dejado, podía entender el sentir de Des en ese momento, miró las escaleras esas que más de una ocasión había utilizado, y paso a través de las runas sin miedo, tocando el marco, oía a Des gritarle que bajará a cenar, su lugar privado, llego a la rustica cocina, de esas que ya no existían en su nuevo mundo, y tomo asiento en una mesa de cedro negro, diseñada para dos, apoyo sus brazos sobre esta y dirigió su verde mirar al frente, a la silla que nadie volvería a ocupar.
—"¿Qué tanto me miras? Vamos a comer"—Una sonrisa y su corazón cautivado en el leve sonrojo de la blanca piel. Sólo que él no estaba ahí y eso era sólo un recuerdo.
Se venció sobre sus brazos y sólo pudo dejar que las lágrimas cubrieran la vieja madera.
—Mi alma te pertenece hoy y siempre—Aseguro, mirando al frente como si hablara con alguien— El sol descansa en la noche, y la luna en el día que ilumina su amante, —Paro un momento, no quería que se quebrara su voz— Fuiste sol y noche, luna y día. Protegiste a los míos y velaste por los tuyos, mi alma te pertenece y mi corazón siempre fue tuyo—No sabía si estaba bien justificarse ante la nada, aunque para él no era así— Pero tengo un deber que cumplir, "Mí Nox, Mí lune, My Mortem".
Leo sonrió con tristeza, y sobre el centro de la mesa hizo crecer una bona nox, mientras se despedía del recinto, sin volver atrás, camino con pasos decididos, para regresar a la parte superior, no quiso regresar la mirada y decidió irse, tenía un deber que cumplir en su capital.
Una luz emerge de la cueva, un brillo que parece el sol, palpitando lentamente entre las telas y los montículos de oro que se hallaban en la parte inferior de la cueva, entre las escaleras y la cocina, en el dormitorio del dragón de la Muerte, una suave tela cae, dejando expuesto aquel huevo gigantesco, pareciera un capullo, un grieta se forma en la carcasa, rompiendo con lentitud el hermoso recubrimiento dorado y obsidiana.
Unos orbes de sol se abren perezosamente.
Su cuerpo puede morir, destruirse y caer, pero su alma es inmortal, como lo es la de Leo.
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Créditos: Secret Garden - The things you are to me.
"Eres el sol que viene en los vientos de verano, eres el año que cae trayendo la magia del verano, eres toda la maravilla y el misterio, en todos lados veo, las cosas que eres para mi. "
N.A
Buenos días tengan todos, Muchas gracias por continuar este extraño fic, que he hecho con todo mi amor, esto todavía no termina, y espero lo estén disfrutando tanto como yo al escribir esta parte, sin más que decir, se despide: Morachan.
P.d: Muchas gracias por no abandonarlo y darle la oportunidad a mi pequeño texto de fantasía de ser leído.
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